You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Empujame

Les dejo algo que escribi, espero les guste! Besitos!


Estamos en el mes de Diciembre ya y como es habitual, la estación del ferrocarril Mitre en Retiro es un hervidero de gente que va y viene, como hormigas espantadas se agolpan en las ventanillas y en el acceso a los andenes. Son las seis de la tarde y para colmo, a los usuarios habituales se les agregan aquellos que viajan con paquetes y bolsas, regalos comprados con motivo de las fiestas navideñas. Toda esa gente, como enajenada, se abre paso a empujones y codazos para acceder al tren, tratando de huir de la inmensa mole de cemento que es la city porteña, donde la sensación térmica marca treinta y ocho grados. Logro entrar al vagón y ubicarme cerca de la puerta, pero la andanada de personas que ingresa tras de mí, me empuja hasta llevarme a un rincón; trato de afirmarme allí, colocando mi cartera por delante para preservarla de algún oportunista. El tren se pone en marcha y la ola humana que acompaña su arranque me hace trastabillar, por detrás alguien me toma de la cintura, entiendo que para impedir me vaya encima suyo, pero por el contrario, me sujeta firme y me atrae hacia sí. Giro la cabeza y lo reconozco, ya que minutos antes estaba junto a mí en el andén esperando se abrieran las puertas del vagón. Imposible que un tipo así pase desapercibido, es alto y fibroso, casi un patovica, tiene rasgos varoniles y la cabeza rapada, de una oreja le pende un arito y está vestido con una musculosa y un pantalón azul de gimnasia ajustados que le marcan, además de los músculos, la prominencia a la altura de la bragueta. Vuelvo a mirar al frente con mi mejor cara de inocente, el tipo me encanta y la situación me inquieta, la idea de tener un encuentro sexual en ése lugar plagado de involuntarios espectadores me ratonea, quiero transgredir mis propios límites, ver hasta donde soy capaz de llegar. Mi pasividad, como un tácito consentimiento, lo provoca a seguir jugando y yo lo dejo hacer. Continúo sujeta por la cintura y apoyada en su cuerpo, justo con su bulto entre mis nalgas, lo refriega contra ellas de manera sutil pero eficaz. Después de unos minutos ha tomado una sólida consistencia, ya no merece la definición de bulto, es ahora una pija grande y dura que trata de escaparse, de cualquier manera, de ese pantalón azul de gym. La temperatura ambiental sumada a la que se despierta en mi interior por el roce, hace que transpire aún más. Él posa su boca en mi cuello y con la lengua captura las gotas de sudor que lo recorren, luego se acerca a mi oreja y la mordisquea, siento su respiración profunda y el susurro de su voz que pregunta...Te gusta?? como única respuesta obtiene de mí un suspiro prolongado. Desde un metro de distancia, una mujer nos contempla inquisidora, pensando, seguramente, que alguna relación íntima nos une desde tiempo antes. Siempre por detrás, desliza su mano bajo mi pollera, la mete en mi entrepierna y comienza a masajearme sobre mi diminuta bombacha. Esa franela me hace delirar, me olvido donde estamos, me olvido de las miradas ajenas, me olvido del mundo entero; sólo me importa esa mano generosa que provoca mi humedad. Cierro los ojos y abro más las piernas arqueando la cintura para sacar mi culito, mi pollera ajustada se descose un poco, sabiamente, dando mayor holgura y comodidad a los movimientos de esa mano. Desliza mi calzón hacia un costado, dejando mi conchita al descubierto, hurga en ella hasta encontrar el clítoris, ese botoncito mágico que apenas siente el primer estímulo se dispara anhelante de ser mimado. Bastan apenas unas cuantas caricias, para que me arranque el primer polvo, me mojo casi en silencio, con un resuello imperceptible, tratando de que quienes nos rodean sigan, como hasta ahora, ajenos a nuestro juego. Me aprieto agradecida contra su cuerpo, tratando de recomponerme, pero vuelve a susurrarme al oído, un sinfín de obscenidades, como si supiera cuanto me calienta escucharlas. Arremete nuevamente con la mano y cuando dos de sus dedos se meten en mi concha empapada de sudor y flujo, se me escapa un gemido. Un señor mayor que tengo delante se da vuelta y se queda mirándome por un instante sospechando que algo raro me pasa, ensayo cara de otaria y le sonrío, parezco convencerlo. Mientras, mi cómplice persiste con su paja infernal, introduciéndome los dedos tan frenéticamente, que logra hacerme acabar de nuevo. Tras darme un mínimo respiro, empieza a jugarme en la raja del orto, pareciera saber que eso también me gusta. Usa los jugos de mi vagina como lubricante, mete el pulgar en ella y lo saca, para recorrerme la zanja en toda su extensión. Cuando me puertea el agujero aprieto los dientes para mantenerme muda, sé que me pondré como loca y si eso sucede, se nos acabará el goce ante la mirada horrorizada de nuestros compañeros de viaje. Finalmente, manda el pulgar dentro de mi ano como una estocada, estoy tan caliente y relajada por el masaje previo, que ni me inmuto, hasta que, sádico, comienza a dilatarlo con movimientos circulares que me causan cierto dolor. Agrega nuevamente los dedos índice y medio en mi vagina, pero los deja quietos, su pulgar es el que hace todo el trabajo, oscilando como un péndulo en mi interior, un verdadero artesano el tipo, me tiene a su merced, dispuesta a lo que venga. Dejo que me masacre el culo hasta que siento como mi jugo, por tercera vez, le baña los dedos. Retira la mano, pela la enorme pija y la pone en mi entrepierna, por lo menos son veinte centímetros de carne los que mantengo entre mis muslos. Se mueve despacito, en el surco que mis labios vaginales han creado, rozando el clítoris con su glande inmenso; siento el palpitar de su miembro y contraigo los músculos para sujetarlo aún más. Vuelve a susurrarme al oído pero no alcanzo a escucharlo, el ruido del tren al pasar por un puente me lo impide. Ese mismo ruido me saca de mi autismo, miro por la ventanilla y no reconozco el paisaje, obviamente la estación Villa Urquiza, donde debía bajarme, ha quedado atrás, tarde para lamentarse. Noto que el vagón se ha despejando peligrosamente, aunque la gente que continúa alrededor de nosotros sirve de suficiente parapeto. Podemos seguir jugando otro rato, quiero que él goce, él también quiere, ambos queremos más. Retrocede y me separa de su cuerpo lo suficiente como para clavarme la poronga, esquivo el primer embate que va directo a la concha, insiste y vuelvo a esquivarlo, entonces asciende hasta el otro agujero, ese que ha agrandado lo suficiente, y empuja hasta que el enorme glande se abre camino, instintivamente trato de apartarme pero él no me deja. - Quedate quietita y callada ? me pide dulcemente al oído. Y así quietita, ahogando los gemidos de dolor y placer que esto me provoca, me voy tragando despacito cada centímetro de pija, la voy engullendo sin violencia y con una facilidad que me sorprende, hasta tenerla completa dentro del orto. Llegamos a otra estación, no sé cual, y afortunadamente es poca la gente que se baja en ella. La locomotora arranca impetuosa, retrocede, se adelanta y yo trato de permanecer inmóvil con ese falo vigoroso dentro de mí. El tampoco se mueve y no hace falta, es el vaivén del tren el que nos ahorra el trabajo. - No doy más.... me dice, pero a pesar de ello continúa quieto, tratando de prolongar ese inmenso placer mutuo. Es un movimiento brusco del ferrocarril el que por fin lo hace acabar, siento la rigidez de su miembro cuando eyacula y el estremecimiento que sigue a cada descarga, primero arrolladora y luego espasmódica de semen. Retira el pene y me doy cuenta de la magnitud de su polvo, su leche caliente me ha inundado el culo de tal forma, que se me escurre por los muslos. Nos separamos y como podemos acomodamos nuestra ropa.Miro hacia ambos lados y reconozco el entorno, el resto del mundo vuelve a existir y por suerte parece que nadie se ha percatado de nuestra travesura.Me apresto a bajar en la próxima estación, no importa cual sea, pero antes lo miro, quiero aprenderme su rostro de memoria y conservarlo intacto en mi recuerdo como un tributo a esa experiencia única, se merece eso y mucho más.- Disculpa, te empujé? ? me pregunta, mientras pone en mi mano un boleto de colectivo donde hay un teléfono anotado. - Si?pero seguro fue sin querer, no? ? le respondo al mismo tiempo que le guiño un ojo a modo de despedida.

3 comentarios - Empujame

bufarronvill
si nena espectacular conta si hubo otro encuentro +10
shiwwo
Buenisimo relato, espero que lo llames por te y sigas la historia ❗