Hola poringueros y poringueras. Chateando y menajeando con distintos usuarios de Poringa! me llegó esta curiosa historia de Clara (nombre ficticio) que me estremeció mucho. Por supuesto la hice bien poringuera para que chicos y chicas se casquen un poco... solo un poco, eh!!!!
Estoy deshecha, salgo del registro civil y soy un mar de lágrimas, el que debería ser el día más feliz de mi vida solo es en realidad uno de los más desdichados. Estoy embarazada de 5 meses y me acabo de casar con mi propio hijo.
Todo es una locura que empezó cuando apenas cumplió los 21 años... Ese día Diego, mi hijo quizo festejar en casa su cumpleaños con su novia y sus amistades de la universidad. Siempre fui de darle los gustos a mi Dieguito, desde niño fue mi debilidad y en este caso no iba a hacer excepción, le iba a permitir hacer dicha fiesta. En cambio mi marido, que nunca se llevó bien con él y como era de esperar, le negó el permiso diciéndole que esto no era una cantina de mala muerte ni un boliche. El pobrecito de Diego estaba desolado, no encontraba consuelo; siempre fue un buen hijo y me cuidó de las constantes golpizas de su padre, al fín y al cabo por entonces mi marido. A la noche mi marido estaba absolutamente desvanecido de la borrachera que tenía, aproveché, tomé las llaves del auto y se las di a Diego para que busque a su novia.
Para mi quedó la desdicha de mi vida, aún soy joven, me conservo muy bien y me gusta el sexo bien caliente, sin embargo, mi esposo hace dos meses que no me toca, hace 5 años que no tengo un orgasmo con él y mis aventuras con su socio se terminaron cuando este vendió su parte y se fue con su esposa a otro país.
Con todo el asco del mundo limpié el sillón y el piso del vómito de mi esposo que yacía en el suelo junto a una botella de ron y un vaso roto.
En tiempo record limpié todo, lo llevé a mi esposo a la cama con mucha dificultad, abrí las ventanas y me pegué una ducha.
Eran como las 5 de la madrugada, apenas vestía una musculosa blanca y una tanga del mismo color, estaba en la cocina, con la tele prendida, sin poder dormir y maldiciendo mi suerte. De pronto siento el ruido de la puerta principal al abrirse, risitas y susurros; al asomarme era Diego con su novia dirigiéndose a su cuarto para, seguramente, desnudarse y dedicarse todo el amor que se tienen. Al sentir esos ruidos, me transformé. Un calor me invadió el cuerpo hasta perder el control, metí una de mis manos debajo de mi tanga y me empecé a tocar a un ritmo frenético, mientras con la otra la metía por debajo de mi musculosa y pellizcaba uno de mis pezones. Al cabo de unos minutos había acabado pero no estaba satisfecha, poseída por una atracción descontrolada fui a la habitación de mi Diego y me acerqué lo más posible a la puerta pegando una oreja con tanta mala suerte que abrí la puerta en pleno acto sexual. Al verme descubierta improvisé una madre castradora que no soy.
- Diego!!!! Esto no es un hotel para que te revuelques con las chicas. Es una casa de familia!!!!!
Diego no entendía nada, su novia huía semidesnuda tan solo vestida por una tanga bien diminuta y yo dándole sermones sin quitarle atención al prominente tamaño de su pene. Habrá salido a mi familia, porque su padre no se caracterizó por ser precisamente un tipo bien dotado, el tamaño de ese pene era descomunal; facilmente superaba los veinte cemtímetros.
- Pará mamá!!!! Me estás regañando y no me quitás de vista mi pene. - me dijo algo avergonzado pero tomando valor para decir una gran verdad.
Aquel comentario me descolocó, me sentí descubierta, desnuda en mis intenciones. Me dejé caer cerca de él en su cama y estallé en llanto. Diego me abrazó y al moverse sentí un leve roce a uno de mis pechos que me erotizó de una manera que ningún hombre lo había hecho. Poseída, sin voluntad, aproximé mi mano a su pene, rozándolo, buscando claramente su contacto. Diego, mi nene, aquel a quién cambié sus pañales, limpié sus mocos, acompañé a la escuela, era tan solo, en ese momento, el objeto sexual más apreciado. Ansiaba sus labios recorrer mi cuerpo y en especial mis zonas erógenas; deseába al borde del extasis disfrutar su vigoroso pene. Mis tabues fueron borrados de un plumazo por mi deseo.
Al reaccionar me doy cuenta que no solo me permitía que "roce" su pene sino que además, invadidos por un silencio cargado de tensión sexual, tomaba mi mano y buscaba que tome de el para dedicarle una buena paja.
A medida que lo masturbaba me entregué por completo a sus apetencias, me empezó a besar apasionadamente y sus manos jugaban con mis pechos estrujándolos y pellizcando mis pezones que, erectos, ansiaban ser acariciados. Desesperada me avalancé sobre su pene para chuparlo, besarlo, disfrutar cada centímetro.
Algo me vuelve a la realidad pero lo reprimo.
- Ay mamá!!! Nadie me la chupa como vos. - comentario que callé cruzándole mi dedo índice en sus labios pidiéndole silencio.
A esa altura ya no era más su madre, era su amante, su perra, una mujer bien guarra que iba a amarlo como hombre, que lo iba a transformar en mi macho. Con buen ritmo en mis mamadas le arranque un chorro enorme de su esperma que, hambrienta, tragué sin dejar caer una gota.
Segundos más tarde, con grata sorpresa, siento un empujón contra un mueble, Diego con fuerza me sujetaba manteniéndome obligada a quedar agachada, como buscando algo sobre ese mueble y con todo mi sexo esperándo ser abordado por detrás. Ese trato violento me calentó aún más, jamás lo hubiera esperado de mi Diego pero era indudable que sabía como tratar a una mujer, como darle placer sin culpas ni tapujos. No lo esperaba pero deseaba ese trato. Violentamente me penetró mi vagina que, húmeda hasta la saturación, esperaba todo el poder de ese pedazo. A esa altura estaba transformada, gemía, gritaba, resoplaba, y volvía a gemir y gritar. Me resultaba difícil disimular mi reiterados orgasmos. Mis pechos acompañaban sus sacudidas con un movimiento pendular, sus manos me tomaban de mi breve cintura, su cuerpo chocaba por mi trasero. Minutos más tarde llenó mi vagina de todo ese néctar de vida.
Nos quedamos mirándonos sin entender nada, como madre e hijo se acababan de amar entregándose uno al otro. Los dias pasaron y no pudimos reprimir ese instinto salvaje que despertamos aquella noche y, sin querer, nos fuimos enamorando. Cuando el padre de Diego se enteró lo nuestro no lo resistió mucho y al cabo de unos dias se marchó de casa humillado. De él me enteré por un periódico que había muerto en un accidente con una jovencita. Tiempo después quedé embarazada de Diego y lo nuestro se hizo público para desprecio de familiares y amigos. La soledad de la salida del registro civil me angustió para terminar hecha un mar de lágrimas.
Diego me consuela como lo hacía de chico, salvo que cambió la palabra "mamá" por un "mi amor".
Estoy deshecha, salgo del registro civil y soy un mar de lágrimas, el que debería ser el día más feliz de mi vida solo es en realidad uno de los más desdichados. Estoy embarazada de 5 meses y me acabo de casar con mi propio hijo.
Todo es una locura que empezó cuando apenas cumplió los 21 años... Ese día Diego, mi hijo quizo festejar en casa su cumpleaños con su novia y sus amistades de la universidad. Siempre fui de darle los gustos a mi Dieguito, desde niño fue mi debilidad y en este caso no iba a hacer excepción, le iba a permitir hacer dicha fiesta. En cambio mi marido, que nunca se llevó bien con él y como era de esperar, le negó el permiso diciéndole que esto no era una cantina de mala muerte ni un boliche. El pobrecito de Diego estaba desolado, no encontraba consuelo; siempre fue un buen hijo y me cuidó de las constantes golpizas de su padre, al fín y al cabo por entonces mi marido. A la noche mi marido estaba absolutamente desvanecido de la borrachera que tenía, aproveché, tomé las llaves del auto y se las di a Diego para que busque a su novia.
Para mi quedó la desdicha de mi vida, aún soy joven, me conservo muy bien y me gusta el sexo bien caliente, sin embargo, mi esposo hace dos meses que no me toca, hace 5 años que no tengo un orgasmo con él y mis aventuras con su socio se terminaron cuando este vendió su parte y se fue con su esposa a otro país.
Con todo el asco del mundo limpié el sillón y el piso del vómito de mi esposo que yacía en el suelo junto a una botella de ron y un vaso roto.
En tiempo record limpié todo, lo llevé a mi esposo a la cama con mucha dificultad, abrí las ventanas y me pegué una ducha.
Eran como las 5 de la madrugada, apenas vestía una musculosa blanca y una tanga del mismo color, estaba en la cocina, con la tele prendida, sin poder dormir y maldiciendo mi suerte. De pronto siento el ruido de la puerta principal al abrirse, risitas y susurros; al asomarme era Diego con su novia dirigiéndose a su cuarto para, seguramente, desnudarse y dedicarse todo el amor que se tienen. Al sentir esos ruidos, me transformé. Un calor me invadió el cuerpo hasta perder el control, metí una de mis manos debajo de mi tanga y me empecé a tocar a un ritmo frenético, mientras con la otra la metía por debajo de mi musculosa y pellizcaba uno de mis pezones. Al cabo de unos minutos había acabado pero no estaba satisfecha, poseída por una atracción descontrolada fui a la habitación de mi Diego y me acerqué lo más posible a la puerta pegando una oreja con tanta mala suerte que abrí la puerta en pleno acto sexual. Al verme descubierta improvisé una madre castradora que no soy.
- Diego!!!! Esto no es un hotel para que te revuelques con las chicas. Es una casa de familia!!!!!
Diego no entendía nada, su novia huía semidesnuda tan solo vestida por una tanga bien diminuta y yo dándole sermones sin quitarle atención al prominente tamaño de su pene. Habrá salido a mi familia, porque su padre no se caracterizó por ser precisamente un tipo bien dotado, el tamaño de ese pene era descomunal; facilmente superaba los veinte cemtímetros.
- Pará mamá!!!! Me estás regañando y no me quitás de vista mi pene. - me dijo algo avergonzado pero tomando valor para decir una gran verdad.
Aquel comentario me descolocó, me sentí descubierta, desnuda en mis intenciones. Me dejé caer cerca de él en su cama y estallé en llanto. Diego me abrazó y al moverse sentí un leve roce a uno de mis pechos que me erotizó de una manera que ningún hombre lo había hecho. Poseída, sin voluntad, aproximé mi mano a su pene, rozándolo, buscando claramente su contacto. Diego, mi nene, aquel a quién cambié sus pañales, limpié sus mocos, acompañé a la escuela, era tan solo, en ese momento, el objeto sexual más apreciado. Ansiaba sus labios recorrer mi cuerpo y en especial mis zonas erógenas; deseába al borde del extasis disfrutar su vigoroso pene. Mis tabues fueron borrados de un plumazo por mi deseo.
Al reaccionar me doy cuenta que no solo me permitía que "roce" su pene sino que además, invadidos por un silencio cargado de tensión sexual, tomaba mi mano y buscaba que tome de el para dedicarle una buena paja.
A medida que lo masturbaba me entregué por completo a sus apetencias, me empezó a besar apasionadamente y sus manos jugaban con mis pechos estrujándolos y pellizcando mis pezones que, erectos, ansiaban ser acariciados. Desesperada me avalancé sobre su pene para chuparlo, besarlo, disfrutar cada centímetro.
Algo me vuelve a la realidad pero lo reprimo.
- Ay mamá!!! Nadie me la chupa como vos. - comentario que callé cruzándole mi dedo índice en sus labios pidiéndole silencio.
A esa altura ya no era más su madre, era su amante, su perra, una mujer bien guarra que iba a amarlo como hombre, que lo iba a transformar en mi macho. Con buen ritmo en mis mamadas le arranque un chorro enorme de su esperma que, hambrienta, tragué sin dejar caer una gota.
Segundos más tarde, con grata sorpresa, siento un empujón contra un mueble, Diego con fuerza me sujetaba manteniéndome obligada a quedar agachada, como buscando algo sobre ese mueble y con todo mi sexo esperándo ser abordado por detrás. Ese trato violento me calentó aún más, jamás lo hubiera esperado de mi Diego pero era indudable que sabía como tratar a una mujer, como darle placer sin culpas ni tapujos. No lo esperaba pero deseaba ese trato. Violentamente me penetró mi vagina que, húmeda hasta la saturación, esperaba todo el poder de ese pedazo. A esa altura estaba transformada, gemía, gritaba, resoplaba, y volvía a gemir y gritar. Me resultaba difícil disimular mi reiterados orgasmos. Mis pechos acompañaban sus sacudidas con un movimiento pendular, sus manos me tomaban de mi breve cintura, su cuerpo chocaba por mi trasero. Minutos más tarde llenó mi vagina de todo ese néctar de vida.
Nos quedamos mirándonos sin entender nada, como madre e hijo se acababan de amar entregándose uno al otro. Los dias pasaron y no pudimos reprimir ese instinto salvaje que despertamos aquella noche y, sin querer, nos fuimos enamorando. Cuando el padre de Diego se enteró lo nuestro no lo resistió mucho y al cabo de unos dias se marchó de casa humillado. De él me enteré por un periódico que había muerto en un accidente con una jovencita. Tiempo después quedé embarazada de Diego y lo nuestro se hizo público para desprecio de familiares y amigos. La soledad de la salida del registro civil me angustió para terminar hecha un mar de lágrimas.
Diego me consuela como lo hacía de chico, salvo que cambió la palabra "mamá" por un "mi amor".
2 comentarios - En el registro civil... y con mi hijo.