Cuando tenía diecinueve años cantaba en una banda punk. Era la que peor tocaba un instrumento, así que me mandaron al micrófono. Me vestía toda de negro, hasta el pelo, medias red negras, pollera cortita, chalequito ajustado.
Fue una época de excesos. Tomaba mucho alcohol porque creía que eso estaba bien. Y mis compañeros de banda se aprovechaban de eso.
Una vez, antes de un recital, en el camarín antes de salir a tocar, el bajista y el guitarrista salieron de urgencia a buscar más alcohol, yo ya estaba mareada, y el baterista me invitó a tranzar. Yo acepté.
Su boca tenía gusto a cerveza, y sus labios estaban fríos, pero con el correr de la fricción de nuestros besos se fueron entibieciendo, hasta quedar húmedos y calientes. Su lengua, y la mía, en un principio estaban secas, y se raspaban mutuamente, carne con carne, a medida que la pasión avanzaba las lenguas tomaron temperatura y se mojaron. En solo unos minutos la pasión se desbordó y estábamos abrazándonos, él me sujetaba por la cintura y yo me colgaba de su cuello. Él me tocó la cola, primero por encima de la ropa, luego metió su mano por debajo de la pollera y apretó mis nalgas, luego las acarició, yo me excité hasta el punto tal de humedecerme entre las piernas. Yo le hacía pequeñas caricias a los pelitos de su nuca. Con una mano apretándome la cola, y la otra buscando mi vagina, yo comencé a besar su cuello y conseguí robarle un gemido. Él introdujo dos dedos en mi mojado orificio y me masturbó unos minutos. Yo quise ver de qué tamaño era su miembro y lo acaricié por encima del pantalón, su falo estaba enorme, y bien duro, latía en mi mano. Saber que era capaz de excitar así a un chico, y más si este es mi amigo, me volvió loquita, incliné mi cuerpo sobre la mano que me estaba masturbando para que el movimiento fuese más fuerte. Me moví como si estuviese haciéndole el amor a sus dedos, y al cabo de unos instantes acabé, me abracé a su cuerpo y le gemí en el oído.
El resto de la banda no tardó en llegar. Subimos al escenario a cantar. Sonamos mal, éramos punks, ¿qué esperaban?
Al día siguiente el baterista me llamó con la intención de terminar lo que habíamos comenzado, yo en ese momento estaba sobria, y si bien él no era un chico feo, y hasta me había generado un orgasmo, prefería que dejemos las cosas así, y le pedí que mantuviera el secreto de lo ocurrido. Él aceptó.
Durante el siguiente ensayo, en la casa del guitarrista, yo llegué primera. Ese día estaba vestida muy sport, un buzo que me quedaba grande y un yogin que también me quedaba grande, de esa forma mis curvas no se podían distinguir, y hasta daba la sensación de que era muy flaca y anoréxica.
Fuimos a escuchar música a su habitación mientras esperábamos a los demás. Yo estaba un poco deprimida, en esa época o estaba deprimida o estaba borracha. Me acosté en su cama boca arriba y me dediqué a escuchar los Sex Pistols. Él se arrodillo a un costado de la cama y me dijo al oído que quería tranzar conmigo. Yo lo miré, me reí y le dije que no, que no sea tonto, que éramos amigos.
- Con el baterista tranzaste – me dijo.
Me enojé mucho. Con el baterista y con él. Volví a decirle que no, pero él insistió. De mala gana acepté y comencé a besarlo.
Él se subió encima de mí, y yo por una cuestión de comodidad tuve que separar mis piernas. Cuando me apoyó su miembro mi enojo se desvaneció. Me excité demasiado, ya tenía su pene completamente erecto, con tan solo un par de besos sin lengua ya estaba excitado. Lo abracé de su nuca. Él se apretaba contra mí con fuerza, apoyando cada centímetro de su pene. Yo subía mis caderas para que la fricción sea mayor. Nos movimos así unos minutos, eran los mismos movimientos que hacen los amantes cuando tienen sexo. En un momento dado tuve que separar su boca de la mía para poder jadear tranquila.
Cuando él me escucho lanzar ese jadeo al aire no dudó en tratar de quitarme el pantalón, como me quedaba grande pudo bajármelos hasta las rodillas antes que yo le dijera que no, que hasta ahí llegaba. Él insistió en que nos quitáramos la ropa, que quedemos solo en bombacha y corpiño yo y calzoncillos él, nuevamente tanto me jodió que tuve que aceptar.
Su pene salía de su calzoncillo, era un slip y el tamaño de su miembro era demasiado para la tela, su glande sobresalía por el elástico.
- ¿Qué mirás? – me dijo.
- Nada…
- ¿Te gusta?
Me mordí los labios inferiores y negué con mi cabeza. Comenzamos a besarnos nuevamente, esta vez yo encima de él. Sus manos, cada una de ellas en una de mis nalgas me provocaban. Me apretaba los glúteos, luego me los acariciaba, después me daba pequeños chirlos, volvía a apretármelos, me los masajeaba, nunca hasta ese momento me habían tocado el culo tanto como esa tarde. Yo me movía sobre su pene, mi bombacha negra (era punk, usaba todo negro) comenzó a humedecerse, y la tela se volvió más oscura producto de los flujos que salían de mí.
Él introdujo su mano por debajo del elástico de la bombacha y me acarició la rayita de mi cola, generándome muchas cosquillas. Lo hizo un par de veces, hasta que su dedo quedó en la puerta de mi ano. De manera circular comenzó a estimular ese orificio, yo suspiraba y mordía una de sus orejas. Cuando su dedo entró en mi culo yo gemí, y si bien sabía que estaba llegando demasiado lejos, dejé que continuara con la masturbación anal unos instantes más, estaba gozando mucho.
- Bueno, basta, pará, por favor, pará…
Me alejé de él, me senté en una de las sillas que había en el cuarto y tapé mi cara con ambas manos, me sentía muy avergonzada. El guitarrista se puso de pie frente de mí, desnudo, ya había quitado su calzoncillo. Puso su mano en mi nuca, y antes que pudiera yo hacer algo, su pene ya estaba dentro de mi boca.
Su pene se sentía calentito. Latía dentro de mi boca. Yo en ese tiempo no era la peteadora profesional que soy hoy en día, pero esa tarde lo hice lo mejor que pude. Para estar más cómoda me arrodille. Él manejaba el ritmo moviéndome con sus manos que me agarraban la cabeza, cuando su pene ingresaba en mi boca, yo lamía con la lengua la punta, y luego su tronco, mientras los labios se comían el resto, dejaba la pija adentro unos segundos y la sacaba. Comencé a masturbar el palo haciendo movimientos circulares con mi mano, acompañado siempre de un pete, movía mi cabeza también de manera circular. Él gemía mucho, gritaba, por momentos sacaba por completo su pene y me decía que no soportaba tantas cosquillas. Yo lamía su cabeza y a él le temblaban las piernas, eso me calentaba, darle placer a un hombre me calienta.
La puerta de la habitación se abrió. Ingresó el bajista, la hora del ensayo estaba próxima. La vergüenza que sentí en ese momento fue inmensa. Yo estaba en ropa interior, arrodillada chupando una pija.
- Ah, bueno… - fue la expresión del bajista.
Yo me puse de pie, agarré mi ropa y corrí al baño. Permanecí encerrada allí varios minutos, hasta que golpearon la puerta. Era el bajista que me llamaba.
- Ale, salí flaca, está todo bien…
Salí. Estaba él solo. Me dijo que el guitarrista había ido a buscar marihuana a lo del dealer.
- Ahora me toca a mí… - dijo.
Me abrazó por la cintura y me arrinconó contra la pared.
- No, pará… - traté de defenderme.
- Dale, falto yo nada más…
- Es una locura esto, basta… - murmuré.
Pero mi voz se vio opacada por el beso de él. Comenzó a tranzarme contra la pared, apoyándome todo su miembro parado. Me bajó el pantalón y luego bajó el suyo. Me dijo que se la chupara, y como yo ya estaba entregada, sin reflejos y sin defensa, volví a arrodillarme y comencé a mamar su verga.
Era la pija más grande los tres, si bien al baterista no se la había chupado, la había tocado y la había sentido apoyada en mí. Su verga latía dentro de mi boca, era gorda y bien peluda. El instinto llevó mis manos a sus testículos, grandes, redondos, lleno de pelos, se los acaricié, los apreté, y le hice cosquillitas debajo. Luego lo sujeté de la parte trasera de los muslos para mamar mejor, la calentura me llevó a que clavara mis uñas en sus glúteos y cogiera con mi boca ese hermoso pene.
Finalmente acabó sobre mis labios. El primero chorro de leche cayó dentro de mi boca, el segundo, menos intenso, en mis labios, y el tercero, ya casi sin fuerzas sobre mi mejilla, las últimas gotitas de semen cayeron al suelo. Me levanté y nuevamente me encerré en el baño.
Cuando la banda estuvo completa ensayamos. Yo canté peor que nunca. Me sentí por primera vez en mi vida una puta. Era una sensación ambigua. Por un lado me daba vergüenza, pero por otro, estaba en una habitación con tres machos a los que me había comido, los excitaba, sabía que los calentaba y eso me calentaba, yo solita, una hembra indefensa en medio de un trío de machos deseosos de sexo. Terminamos de ensayar. El fin de semana teníamos un recital importante en el teatro municipal de la ciudad.
Día del recital. La gente afuera estaba deseosa de punk. Era un festival organizado por un partido político, y nosotros veníamos a ser el grupo anti político, había mucha gente esperando a que nosotros subiéramos a tocar y digamos cosas feas del gobierno.
Pero nosotros estábamos en otra cosa. El camarín que nos dieron era chiquito. Un sillón, un baño, y una mesita. Todos borrachos, y yo con más ganas de coger que nunca.
Me senté en las piernas del baterista y lo besé sin previo aviso. Él no se negó. Acariciaba mis piernas, mis muslos, la parte de mis glúteos que colgaba, porque yo apoyé mis piernas sobre las suyas para sentarme, no mi cola.
Mientras tranzábamos mi temperatura subía, y el tamaño de su pene también. No tardé prácticamente en mojarme. Lo raro fue que sus labios y su lengua estaban concentrados en mi boca, pero a su vez sentía otra boca en mi cuello, que me daba mucho placer. Miré a ver de quien se trataba. Era el bajista, el único a quien le había tragado la leche, que me besaba el cuello. Me reí, sabiendo que la cosa terminaría mal. Me puse de pie y me dediqué a tranzarlo a él. El baterista se colocó detrás de mí, apoyo su pene sobre mi cola, moviéndolo de un lado a otro. Primero me lo apoyaba en el glúteo derecho, lo movía suavemente hacia la izquierda, lo dejaba un momento en la rayita que se forma entre cachete y cachete, y luego lo apoyaba en el glúteo izquierdo.
El guitarrista, sentado ahora en la silla, ya se estaba masturbando. Yo al ver una pija dejé todo lo que estaba haciendo y me puse en cuclillas delante él y comencé a mamar.
Ya no sentía la vergüencita propia de aquella tarde en el ensayo, esta vez mientras le chupaba la pija y lo masturbaba con una mano, con la otra la que se hacía una paja era yo, estaba gozando oralmente por tener ese miembro dentro de mi boca y estimulaba mi clítoris, estimulación que me generaba pequeños espasmos de placer.
Cuando me di cuenta, los otros dos ya estaban parados uno a cada lado de mí, con sus vergas al aire, aguardando por la húmeda cavidad de mi boca. Mientras chupaba miraba de reojo hacia los costados y hacia arriba, la cara de pervertidos de esos chicos me volvieron loca, me terminaron de calentar. Supuse que yo también tendría cara de perra pervertida en ese momento. ¿Qué mujer no tiene cara de perra con una pija en la boca?
Comencé a jugar con las tres pijas. Primero chupé la del guitarrista, luego la del baterista, y finalmente la del bajista. Luego de un par de vueltas llegó el momento de las eyaculaciones. Me bañaron de semen, yo, toda caliente, desparramaba la leche por mi cara como si fuese crema humectante. La leche la tenía en mi cabello, en mi frente, en mis ojos, en mi boca, mejillas, en los orificios de mi nariz, me colgaba como baba de mi mentón.
Propusieron garcharme. Ellos, al igual que yo, querían tener sexo, yo quería ser penetrada, y ellos querían meterla. No había nada más que negociar.
- Los tres juntos no – dije mientras me limpiaba restos de leche de mi cara.
Hicieron un sorteo para ver el orden en que iban a cogerme. Me sentí tremendamente puta, era un premio, estaban sorteando mi vagina. Y eso me calentó mucho. Era la putita del grupo. Una perrita que le daría placer a los miembros del grupo.
El primero fue el baterista. Yo me saqué la bombacha, dejándome puesta el resto de la ropa. El se bajó sus pantalones hasta las rodillas. La punta de su verga apuntaba directamente a mi orificio vaginal, que brillaba de lo mojado que estaba. Apoyó su punta en la entrada de mi concha, presionó un momento hasta que entró toda, de golpe, sin tener piedad, yo gemí. Él se movía con fuerza y velocidad, me estaba haciendo doler, me lastimaba, pero a su vez sentía placer, tuve ganas de pedirle que fuera más suave, pero no iba a mostrar debilidad, dupliqué la apuesta.
- Dale papi, cogeme más fuerte, dame fuerte, si, así…
Sus huevos golpeaban en mi culo, haciendo un ruido muy erótico. Plap, plap, plap, plap…
Él jadeó. Mis piernas temblaron producto de la acabada. Él desparramó su semen dentro de mi concha, que comenzó a chorrearse. Se recostó un momento encima de mí, levantó sus pantalones y salió al pasillo, donde estaban esperando sus compañeros.
El segundo en entrar fue guitarrista. Yo estaba acostada en el sillón, con las piernas abiertas, por mis muslos aun sentía el semen cayendo, derramándose, acariciándome como una lágrima que acaricia la mejilla hasta llegar a la boca. El chico, más caliente que una pava, se arrodilló y comenzó a chuparme la concha. Casi lanzo una carcajada, si hubiese sabido que me habían acabado adentro y que su lengua estaba teniendo contacto con la leche de su amigo, no me la habría chupado, pero como me gusta mucho que me la chupen no dije nada. Su lengua raspaba mi clítoris, haciendo que mi vagina temblara de placer, sus labios besaban mis labios vaginales, suaves, como si fuesen dos bocas uniéndose. Sentí que estaba por llegar al climax, que el orgasmo estaba próximo, le pedí que no se detuviera.
- Así, ahh, así, ahh, no pares, no pares que acabo, ahhh….
Mi flujo terminó desparramado en su cara. Yo mareada de placer no me di cuenta que me la metió, antes de que volviera en mí, él ya estaba cogiéndome. Fue el primer eyaculador precoz con el que me acosté. No fueron más de ocho o nueve bombeos los que me dio para que gimiera y acabara, también dentro de mi concha. Se recostó sobre mí, yo tuve que tapar mi boca para no reírme, había sido un polvo muy corto. Me dio un piquito y se fue.
Ingresó el bajista. El que tenía la pija más grande. Fue el único que tuvo la delicadez de chuparme las tetas. En ese momento supe que él era el de más experiencia de las tres. Chupó mis senos, los mordió, se detuvo un buen rato en mis pezones, hasta dejarlos bien erectos, cuando me chupan las tetas me estremezco, arqueo mi espalda y me es imposible no gemir, me excita mucho sentir una lengua en mis pezones.
Luego hizo que me volteara, que quedara con las piernas en el suelo, y las manos apoyadas en el sillón, casi en cuatro patitas, con sus muslos separó mis piernas. Introdujo su pija suavemente en mi vagina. La metió hasta la mitad, la sacó, volvió a meterla un poco más, la sacó, y finalmente la metió hasta al fondo.
Sus movimientos eran suaves, se ve que le gustaba mucho escucharme gemir. La metía lento hasta el fondo, y la sacaba también lento. Cada vez que la metía yo lanzaba un gemido largo y erótico, allí descubrí que los gemidos dependen de la velocidad de la penetración, si el hombre se mueve rápido los gemidos son cortos, si lo hace lento, los gemidos son largos. Pero la pasión lo llevó a ir incrementando la velocidad de los bombeos. Sus muslos golpeaban mi culo, y sus testículos volaban hacia adelante cada vez que él embestía sobre mí, y sentía como golpeaban en la parte alta de mi vagina, y podía sentir como golpeaban en su cola cuando hacía su movimiento hacia atrás.
Por supuesto que mis gemidos se intensificaron, y no solo eran cada vez más fuertes, sino cada vez más cortos. Él jadeó como un gorila, retiró su pene, lo apoyó sobre la unión de mis glúteos, y sin siquiera tocarse su leche comenzó a desparramarse por toda mi espalda, sentí calentito y supe que había acabado, manchando con su semen parte de mi remera, y algunas gotas, las primeras en salir de su pija, llegaron hasta mi cabeza, cayendo en mi hermoso cabello, cosa que odio, pero cuando una está cogiendo se la tiene que bancar.
Nos vestimos y salimos a tocar.
Esto se repitió algunas veces más antes de cada recital. A modo de cábala, antes de subir al escenario, yo me dejaba curtir por todos. Siempre por separado. Hasta que comenzaron las peleas internas entre ellos, porque se habían enganchado conmigo y querían exclusividad.
Tuvimos que hacer un recital despedida. Como yo estaba enojada ese día no me cogí a ninguno. Ellos se enojaron y no quisieron tocar. El recital se suspendió.
Fue una época de excesos. Tomaba mucho alcohol porque creía que eso estaba bien. Y mis compañeros de banda se aprovechaban de eso.
Una vez, antes de un recital, en el camarín antes de salir a tocar, el bajista y el guitarrista salieron de urgencia a buscar más alcohol, yo ya estaba mareada, y el baterista me invitó a tranzar. Yo acepté.
Su boca tenía gusto a cerveza, y sus labios estaban fríos, pero con el correr de la fricción de nuestros besos se fueron entibieciendo, hasta quedar húmedos y calientes. Su lengua, y la mía, en un principio estaban secas, y se raspaban mutuamente, carne con carne, a medida que la pasión avanzaba las lenguas tomaron temperatura y se mojaron. En solo unos minutos la pasión se desbordó y estábamos abrazándonos, él me sujetaba por la cintura y yo me colgaba de su cuello. Él me tocó la cola, primero por encima de la ropa, luego metió su mano por debajo de la pollera y apretó mis nalgas, luego las acarició, yo me excité hasta el punto tal de humedecerme entre las piernas. Yo le hacía pequeñas caricias a los pelitos de su nuca. Con una mano apretándome la cola, y la otra buscando mi vagina, yo comencé a besar su cuello y conseguí robarle un gemido. Él introdujo dos dedos en mi mojado orificio y me masturbó unos minutos. Yo quise ver de qué tamaño era su miembro y lo acaricié por encima del pantalón, su falo estaba enorme, y bien duro, latía en mi mano. Saber que era capaz de excitar así a un chico, y más si este es mi amigo, me volvió loquita, incliné mi cuerpo sobre la mano que me estaba masturbando para que el movimiento fuese más fuerte. Me moví como si estuviese haciéndole el amor a sus dedos, y al cabo de unos instantes acabé, me abracé a su cuerpo y le gemí en el oído.
El resto de la banda no tardó en llegar. Subimos al escenario a cantar. Sonamos mal, éramos punks, ¿qué esperaban?
Al día siguiente el baterista me llamó con la intención de terminar lo que habíamos comenzado, yo en ese momento estaba sobria, y si bien él no era un chico feo, y hasta me había generado un orgasmo, prefería que dejemos las cosas así, y le pedí que mantuviera el secreto de lo ocurrido. Él aceptó.
Durante el siguiente ensayo, en la casa del guitarrista, yo llegué primera. Ese día estaba vestida muy sport, un buzo que me quedaba grande y un yogin que también me quedaba grande, de esa forma mis curvas no se podían distinguir, y hasta daba la sensación de que era muy flaca y anoréxica.
Fuimos a escuchar música a su habitación mientras esperábamos a los demás. Yo estaba un poco deprimida, en esa época o estaba deprimida o estaba borracha. Me acosté en su cama boca arriba y me dediqué a escuchar los Sex Pistols. Él se arrodillo a un costado de la cama y me dijo al oído que quería tranzar conmigo. Yo lo miré, me reí y le dije que no, que no sea tonto, que éramos amigos.
- Con el baterista tranzaste – me dijo.
Me enojé mucho. Con el baterista y con él. Volví a decirle que no, pero él insistió. De mala gana acepté y comencé a besarlo.
Él se subió encima de mí, y yo por una cuestión de comodidad tuve que separar mis piernas. Cuando me apoyó su miembro mi enojo se desvaneció. Me excité demasiado, ya tenía su pene completamente erecto, con tan solo un par de besos sin lengua ya estaba excitado. Lo abracé de su nuca. Él se apretaba contra mí con fuerza, apoyando cada centímetro de su pene. Yo subía mis caderas para que la fricción sea mayor. Nos movimos así unos minutos, eran los mismos movimientos que hacen los amantes cuando tienen sexo. En un momento dado tuve que separar su boca de la mía para poder jadear tranquila.
Cuando él me escucho lanzar ese jadeo al aire no dudó en tratar de quitarme el pantalón, como me quedaba grande pudo bajármelos hasta las rodillas antes que yo le dijera que no, que hasta ahí llegaba. Él insistió en que nos quitáramos la ropa, que quedemos solo en bombacha y corpiño yo y calzoncillos él, nuevamente tanto me jodió que tuve que aceptar.
Su pene salía de su calzoncillo, era un slip y el tamaño de su miembro era demasiado para la tela, su glande sobresalía por el elástico.
- ¿Qué mirás? – me dijo.
- Nada…
- ¿Te gusta?
Me mordí los labios inferiores y negué con mi cabeza. Comenzamos a besarnos nuevamente, esta vez yo encima de él. Sus manos, cada una de ellas en una de mis nalgas me provocaban. Me apretaba los glúteos, luego me los acariciaba, después me daba pequeños chirlos, volvía a apretármelos, me los masajeaba, nunca hasta ese momento me habían tocado el culo tanto como esa tarde. Yo me movía sobre su pene, mi bombacha negra (era punk, usaba todo negro) comenzó a humedecerse, y la tela se volvió más oscura producto de los flujos que salían de mí.
Él introdujo su mano por debajo del elástico de la bombacha y me acarició la rayita de mi cola, generándome muchas cosquillas. Lo hizo un par de veces, hasta que su dedo quedó en la puerta de mi ano. De manera circular comenzó a estimular ese orificio, yo suspiraba y mordía una de sus orejas. Cuando su dedo entró en mi culo yo gemí, y si bien sabía que estaba llegando demasiado lejos, dejé que continuara con la masturbación anal unos instantes más, estaba gozando mucho.
- Bueno, basta, pará, por favor, pará…
Me alejé de él, me senté en una de las sillas que había en el cuarto y tapé mi cara con ambas manos, me sentía muy avergonzada. El guitarrista se puso de pie frente de mí, desnudo, ya había quitado su calzoncillo. Puso su mano en mi nuca, y antes que pudiera yo hacer algo, su pene ya estaba dentro de mi boca.
Su pene se sentía calentito. Latía dentro de mi boca. Yo en ese tiempo no era la peteadora profesional que soy hoy en día, pero esa tarde lo hice lo mejor que pude. Para estar más cómoda me arrodille. Él manejaba el ritmo moviéndome con sus manos que me agarraban la cabeza, cuando su pene ingresaba en mi boca, yo lamía con la lengua la punta, y luego su tronco, mientras los labios se comían el resto, dejaba la pija adentro unos segundos y la sacaba. Comencé a masturbar el palo haciendo movimientos circulares con mi mano, acompañado siempre de un pete, movía mi cabeza también de manera circular. Él gemía mucho, gritaba, por momentos sacaba por completo su pene y me decía que no soportaba tantas cosquillas. Yo lamía su cabeza y a él le temblaban las piernas, eso me calentaba, darle placer a un hombre me calienta.
La puerta de la habitación se abrió. Ingresó el bajista, la hora del ensayo estaba próxima. La vergüenza que sentí en ese momento fue inmensa. Yo estaba en ropa interior, arrodillada chupando una pija.
- Ah, bueno… - fue la expresión del bajista.
Yo me puse de pie, agarré mi ropa y corrí al baño. Permanecí encerrada allí varios minutos, hasta que golpearon la puerta. Era el bajista que me llamaba.
- Ale, salí flaca, está todo bien…
Salí. Estaba él solo. Me dijo que el guitarrista había ido a buscar marihuana a lo del dealer.
- Ahora me toca a mí… - dijo.
Me abrazó por la cintura y me arrinconó contra la pared.
- No, pará… - traté de defenderme.
- Dale, falto yo nada más…
- Es una locura esto, basta… - murmuré.
Pero mi voz se vio opacada por el beso de él. Comenzó a tranzarme contra la pared, apoyándome todo su miembro parado. Me bajó el pantalón y luego bajó el suyo. Me dijo que se la chupara, y como yo ya estaba entregada, sin reflejos y sin defensa, volví a arrodillarme y comencé a mamar su verga.
Era la pija más grande los tres, si bien al baterista no se la había chupado, la había tocado y la había sentido apoyada en mí. Su verga latía dentro de mi boca, era gorda y bien peluda. El instinto llevó mis manos a sus testículos, grandes, redondos, lleno de pelos, se los acaricié, los apreté, y le hice cosquillitas debajo. Luego lo sujeté de la parte trasera de los muslos para mamar mejor, la calentura me llevó a que clavara mis uñas en sus glúteos y cogiera con mi boca ese hermoso pene.
Finalmente acabó sobre mis labios. El primero chorro de leche cayó dentro de mi boca, el segundo, menos intenso, en mis labios, y el tercero, ya casi sin fuerzas sobre mi mejilla, las últimas gotitas de semen cayeron al suelo. Me levanté y nuevamente me encerré en el baño.
Cuando la banda estuvo completa ensayamos. Yo canté peor que nunca. Me sentí por primera vez en mi vida una puta. Era una sensación ambigua. Por un lado me daba vergüenza, pero por otro, estaba en una habitación con tres machos a los que me había comido, los excitaba, sabía que los calentaba y eso me calentaba, yo solita, una hembra indefensa en medio de un trío de machos deseosos de sexo. Terminamos de ensayar. El fin de semana teníamos un recital importante en el teatro municipal de la ciudad.
Día del recital. La gente afuera estaba deseosa de punk. Era un festival organizado por un partido político, y nosotros veníamos a ser el grupo anti político, había mucha gente esperando a que nosotros subiéramos a tocar y digamos cosas feas del gobierno.
Pero nosotros estábamos en otra cosa. El camarín que nos dieron era chiquito. Un sillón, un baño, y una mesita. Todos borrachos, y yo con más ganas de coger que nunca.
Me senté en las piernas del baterista y lo besé sin previo aviso. Él no se negó. Acariciaba mis piernas, mis muslos, la parte de mis glúteos que colgaba, porque yo apoyé mis piernas sobre las suyas para sentarme, no mi cola.
Mientras tranzábamos mi temperatura subía, y el tamaño de su pene también. No tardé prácticamente en mojarme. Lo raro fue que sus labios y su lengua estaban concentrados en mi boca, pero a su vez sentía otra boca en mi cuello, que me daba mucho placer. Miré a ver de quien se trataba. Era el bajista, el único a quien le había tragado la leche, que me besaba el cuello. Me reí, sabiendo que la cosa terminaría mal. Me puse de pie y me dediqué a tranzarlo a él. El baterista se colocó detrás de mí, apoyo su pene sobre mi cola, moviéndolo de un lado a otro. Primero me lo apoyaba en el glúteo derecho, lo movía suavemente hacia la izquierda, lo dejaba un momento en la rayita que se forma entre cachete y cachete, y luego lo apoyaba en el glúteo izquierdo.
El guitarrista, sentado ahora en la silla, ya se estaba masturbando. Yo al ver una pija dejé todo lo que estaba haciendo y me puse en cuclillas delante él y comencé a mamar.
Ya no sentía la vergüencita propia de aquella tarde en el ensayo, esta vez mientras le chupaba la pija y lo masturbaba con una mano, con la otra la que se hacía una paja era yo, estaba gozando oralmente por tener ese miembro dentro de mi boca y estimulaba mi clítoris, estimulación que me generaba pequeños espasmos de placer.
Cuando me di cuenta, los otros dos ya estaban parados uno a cada lado de mí, con sus vergas al aire, aguardando por la húmeda cavidad de mi boca. Mientras chupaba miraba de reojo hacia los costados y hacia arriba, la cara de pervertidos de esos chicos me volvieron loca, me terminaron de calentar. Supuse que yo también tendría cara de perra pervertida en ese momento. ¿Qué mujer no tiene cara de perra con una pija en la boca?
Comencé a jugar con las tres pijas. Primero chupé la del guitarrista, luego la del baterista, y finalmente la del bajista. Luego de un par de vueltas llegó el momento de las eyaculaciones. Me bañaron de semen, yo, toda caliente, desparramaba la leche por mi cara como si fuese crema humectante. La leche la tenía en mi cabello, en mi frente, en mis ojos, en mi boca, mejillas, en los orificios de mi nariz, me colgaba como baba de mi mentón.
Propusieron garcharme. Ellos, al igual que yo, querían tener sexo, yo quería ser penetrada, y ellos querían meterla. No había nada más que negociar.
- Los tres juntos no – dije mientras me limpiaba restos de leche de mi cara.
Hicieron un sorteo para ver el orden en que iban a cogerme. Me sentí tremendamente puta, era un premio, estaban sorteando mi vagina. Y eso me calentó mucho. Era la putita del grupo. Una perrita que le daría placer a los miembros del grupo.
El primero fue el baterista. Yo me saqué la bombacha, dejándome puesta el resto de la ropa. El se bajó sus pantalones hasta las rodillas. La punta de su verga apuntaba directamente a mi orificio vaginal, que brillaba de lo mojado que estaba. Apoyó su punta en la entrada de mi concha, presionó un momento hasta que entró toda, de golpe, sin tener piedad, yo gemí. Él se movía con fuerza y velocidad, me estaba haciendo doler, me lastimaba, pero a su vez sentía placer, tuve ganas de pedirle que fuera más suave, pero no iba a mostrar debilidad, dupliqué la apuesta.
- Dale papi, cogeme más fuerte, dame fuerte, si, así…
Sus huevos golpeaban en mi culo, haciendo un ruido muy erótico. Plap, plap, plap, plap…
Él jadeó. Mis piernas temblaron producto de la acabada. Él desparramó su semen dentro de mi concha, que comenzó a chorrearse. Se recostó un momento encima de mí, levantó sus pantalones y salió al pasillo, donde estaban esperando sus compañeros.
El segundo en entrar fue guitarrista. Yo estaba acostada en el sillón, con las piernas abiertas, por mis muslos aun sentía el semen cayendo, derramándose, acariciándome como una lágrima que acaricia la mejilla hasta llegar a la boca. El chico, más caliente que una pava, se arrodilló y comenzó a chuparme la concha. Casi lanzo una carcajada, si hubiese sabido que me habían acabado adentro y que su lengua estaba teniendo contacto con la leche de su amigo, no me la habría chupado, pero como me gusta mucho que me la chupen no dije nada. Su lengua raspaba mi clítoris, haciendo que mi vagina temblara de placer, sus labios besaban mis labios vaginales, suaves, como si fuesen dos bocas uniéndose. Sentí que estaba por llegar al climax, que el orgasmo estaba próximo, le pedí que no se detuviera.
- Así, ahh, así, ahh, no pares, no pares que acabo, ahhh….
Mi flujo terminó desparramado en su cara. Yo mareada de placer no me di cuenta que me la metió, antes de que volviera en mí, él ya estaba cogiéndome. Fue el primer eyaculador precoz con el que me acosté. No fueron más de ocho o nueve bombeos los que me dio para que gimiera y acabara, también dentro de mi concha. Se recostó sobre mí, yo tuve que tapar mi boca para no reírme, había sido un polvo muy corto. Me dio un piquito y se fue.
Ingresó el bajista. El que tenía la pija más grande. Fue el único que tuvo la delicadez de chuparme las tetas. En ese momento supe que él era el de más experiencia de las tres. Chupó mis senos, los mordió, se detuvo un buen rato en mis pezones, hasta dejarlos bien erectos, cuando me chupan las tetas me estremezco, arqueo mi espalda y me es imposible no gemir, me excita mucho sentir una lengua en mis pezones.
Luego hizo que me volteara, que quedara con las piernas en el suelo, y las manos apoyadas en el sillón, casi en cuatro patitas, con sus muslos separó mis piernas. Introdujo su pija suavemente en mi vagina. La metió hasta la mitad, la sacó, volvió a meterla un poco más, la sacó, y finalmente la metió hasta al fondo.
Sus movimientos eran suaves, se ve que le gustaba mucho escucharme gemir. La metía lento hasta el fondo, y la sacaba también lento. Cada vez que la metía yo lanzaba un gemido largo y erótico, allí descubrí que los gemidos dependen de la velocidad de la penetración, si el hombre se mueve rápido los gemidos son cortos, si lo hace lento, los gemidos son largos. Pero la pasión lo llevó a ir incrementando la velocidad de los bombeos. Sus muslos golpeaban mi culo, y sus testículos volaban hacia adelante cada vez que él embestía sobre mí, y sentía como golpeaban en la parte alta de mi vagina, y podía sentir como golpeaban en su cola cuando hacía su movimiento hacia atrás.
Por supuesto que mis gemidos se intensificaron, y no solo eran cada vez más fuertes, sino cada vez más cortos. Él jadeó como un gorila, retiró su pene, lo apoyó sobre la unión de mis glúteos, y sin siquiera tocarse su leche comenzó a desparramarse por toda mi espalda, sentí calentito y supe que había acabado, manchando con su semen parte de mi remera, y algunas gotas, las primeras en salir de su pija, llegaron hasta mi cabeza, cayendo en mi hermoso cabello, cosa que odio, pero cuando una está cogiendo se la tiene que bancar.
Nos vestimos y salimos a tocar.
Esto se repitió algunas veces más antes de cada recital. A modo de cábala, antes de subir al escenario, yo me dejaba curtir por todos. Siempre por separado. Hasta que comenzaron las peleas internas entre ellos, porque se habían enganchado conmigo y querían exclusividad.
Tuvimos que hacer un recital despedida. Como yo estaba enojada ese día no me cogí a ninguno. Ellos se enojaron y no quisieron tocar. El recital se suspendió.
12 comentarios - Chica Punk
pero al final trendia que haber sido con los tres!!!! siiii bien punk!!!
exelente post!!
igual esta muy bueno!!! chica punk!!!
mira mis post
besito
besos!!!
te felicito sigue asi
👍
Pone la fuente de los relatos!
Gracias por compartir