Creo que varias veces dije que lo que más disfruto del sexo es el sexo oral. No hay nada que me excite más, nada que me haga gozar más, y nada que me haga acabar más rápido, que una buena sesión de sexo oral. Hablando mal y pronto, una buena chupada de concha es lo más lindo que me puede pasar en materia sexual.
Recuerdo que un par de veces me gritaron obscenidades por la calle haciendo referencia al sexo oral. Una vez fueron dos albañiles. Yo iba vestida con una calza azul porque volvía del gimnasio, y entre que la calza era ajustada y mi transpiración, la línea se me marcaba demasiado, la empanada sobresalía bastante, yo me había dado cuenta cuando me miré en una vidriera, pero qué podía hacer. Desde varios metros antes ya me di cuenta que estos trabajadores me estaban mirando el triangulito que se me marcaba. Me estaban mirando la concha. Cuando pasé a su lado, como ya me imaginaba, me dedicaron unas palabras.
- Mamita, te la chupamos a dos lenguas – dijeron todo cancheritos.
Yo detuve mi marcha. La verdad que no me esperaba que me dijeran eso, esperaba cualquier otra guarangada, pero no eso. Y claro está, no pude resistirme.
- ¿De verdad? – les dije.
- Si mamita – siguieron agrandados y entre risas – A dos lenguas.
- ¿Tienen lugar?
- Sí – ya respondieron con menos gracia.
- Bueno, vamos. Me la chupan un rato y sigo viaje.
Los albañiles me llevaron detrás de la obra en construcción. Eran solo dos, yo pensaba que dentro habría más, por suerte (o por desgracia) no había más.
Me senté sobre un tablón de madera, no muy alto. Ellos deberían agacharse para poder chupármela.
- Solamente me la van a chupar – dije, poniendo mis condiciones – Nada más, y yo no se las voy a chupar a ustedes. ¿Ok?
- Ok.
Sin dudarlo, y sin el menor rasgo de timidez, me saqué la calza, luego m bombachita blanca que estaba sudada por la sesión larga de bicicleta fija que acababa de hacer en el gimnasio. Se las mostré a los dos, ellos se acercaron y la olieron. Yo reí. Parecían perros que olfateaban su comida antes de comerla.
El tablón donde me senté estaba algo sucio, sentí la tierrita en mi cola, además estaba frío, pero no me importó. Sentada allí, haciendo un poco de equilibrio, separé mis piernas, dejando mi flor a su disposición. No estaba muy bien depilada, pero supuse que no les importaría.
- Primero uno – dije – Después el otro. Y después lo prometido, a dos lenguas.
El más viejo de los dos fue el primero en acercarse, me la tocó con sus manos llenas de pintura, o cal, o que se yo. Con su otra mano separó mis labios vaginales y apoyó sus labios sobre mi concha. La verdad que ese señor la chupaba de mil maravillas, movía su cabeza en círculos, utilizaba mucha saliva, y los movimientos de su lengua eran escasos pero justos. No pude evitar gemir, apoyé mi mano sobre su nuca y le pedí que no se detenga.
- Ay, así papito, chúpamela así, me gusta así…
Acompañé su lamida con movimientos pélvicos, como si estuviera cogiéndole la cara. Al cabo de unos segundos, tuve un orgasmo. Decidí tenerlo con los ojos abiertos, la expresión de una acabada con los ojos cerrados no es tan erótica y sexy como una acabada con los ojos abiertos, y como tenía público que me estaba mirando, decidí darle lo mejor de mí.
- Ahora vos nene – dije.
El otro albañil se acercó, era más joven. A diferencia del otro este la chupaba con más delicadeza, como saboreando bien cada centímetro de mi vagina, no era un vampiro sediento de concha como el otro, se notaba que este último tenía sexo con más frecuencia que el otro señor, no estaba desesperado. Lamió la base de mi concha desde bien abajo hasta la parte de arriba, haciendo solo el movimiento con su lengua, no bajaba y subía la cabeza, sabía lo que estaba haciendo, y como hacerlo. Luego bajó un poco más y lamió la entrada de mi ano, cosa que me hizo suspirar y abrir la boca.
- Ay, si papito, ahí, chúpame, ahh…
Entusiasmado por mis palabras lamió mi ano un momento mientras estimulaba mi clítoris con su mano. Como mi culo se iba abriendo su lengua estaba cada vez más dentro de mí, y él se tomó el atrevimiento de meterme dos dedos en la concha mientras continuaba chupándome el culo. Yo tiré la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y me dediqué a gozar. Gemía y gemía, suplicando que no se detenga, que a ese ritmo yo no tardaría en acabar.
- Dale papi, así, así, así que acabo, así…
Con una de mis manos comencé a pellizcarme por debajo de la remera uno de mis pezones, a esa altura de la tarde ya estaba tan caliente que la chupada de concha me era poco. Cuando su lengua hizo contacto con mi clítoris acabé sin darle tiempo a moverse, llenando su cara con un chorro de flujo que salió de mi interior con potencia.
Llegó el turno de lo prometido, lo que tanto estaba esperando, la chupadita a dos lenguas. Para tal fin adopte una posición simple, bajé del tablón y me puse en cuatro patas en la tierra, no me importaba que mis rodillas y mis manos se ensuciaran, estaba gozando y quería seguir gozando. El albañil más viejo se puso debajo de mí, con su cara mirando mi vagina, una especie de 69, yo bajé un poco separando más las piernas y sentí el húmedo contacto de su lengua sobre mi clítoris. Pasaron pocos segundos cuando sentí la lengua del más joven sobre la entrada de mi ano. Me estaban mintiendo, no era una chupada de concha a dos lenguas, pero se le acercaba bastante, uno sobre mi vagina y el otro en al ano. El placer que sentía era enorme, yo estaba semi desnuda en una obra en construcción permitiendo que dos desconocidos lamieran mis partes más privadas, y eso era lo que más que calentaba. Gemí, grité que me escupieran, que me chuparan toda, que me metieran los dedos, a esa altura ya había perdido la vergüenza, además de la dignidad, saqué la parte más cerda de mí, esa que tanto le gusta a los hombres.
Vi el bulto bien parado del albañil más viejo por encima del pantalón, mi excitación era tan grande que no pude no imaginarme ese miembro dentro de mi boca, y por supuesto dentro de mis otras cavidades. Yo había dicho que no se las chuparía a ninguno de los dos, pero es imposible no sentir ganas de chupar una pija cuando una tiene a un hombre que le está chupando la concha y a otro que le está lamiendo el orto. Sin pedir permiso desabroché el pantalón del viejo, corrí la tela de su calzoncillo y allí estaba esa verga gorda y peluda. No tardé en meterla en mi boca y comencé a mamar sin piedad. A diferencia de los petes que acostumbro a hacer, bien artesanales, este fue pura pasión, no me importó la técnica, ni hacerlo bien, solo quería meterla en m boca, sacarla, escupirla, volver a meterla.
El más joven de los dos detuvo su chupada de culo, sentí el sonido de un cierre bajarse, y me di cuenta que se estaba quitando sus pantalones. Antes de que me diera vuelta, y cuando pensaba que se acercaría a mi cara para que se la chupara a él también, sentí su pija dura entrar por mi orificio vaginal. Lancé un jadeo fuerte, tanto que pensé que quienes estuvieran caminando por la calle llegarán a oírlo.
Estuvimos así unos minutos, yo estaba en cuatro patas chupando la pija del más viejo mientras el joven me daba y daba. Cada tanto yo tenía que dejar de mamar para gemir tranquila, o gritar más cómoda, o hablar, cuando hacía esto, pajeaba la verga del viejo como para no dejarlo en banda. Yo sentía la pija del joven dentro de mí y me volvía loca, era un miembro perfecto, duro, largo, no muy ancho, por lo tanto no generaba dolor, entraba hasta el fondo, haciendo que sus muslos golpearan mis nalgas, y por la potencia del movimiento sus bolas golpeaban contra mi pubis. Quería chupar esa pija, tenía que saborearla por mi boca, aunque mi vagina no quería desprenderse de ella.
- Cambiemos – dije entre suspiros – Cambiemos chicos, cogeme vos un poco, vení que te la chupo.
Por supuesto que no tardaron en obedecerme, en una orgía o trío, y más cuando hay una sola mujer, se hace lo que la mina dice. Me incorporé y me senté encima de la verga del viejo, que era más corta pero ancha, tuve que moverme en círculos un poco para que mi vagina se acostumbrara a sus grosor antes de meterla, una vez que entro escuché el jadeo del viejo y empecé a cabalgar despacio. Mientras tanto el joven se paró a mi lado, y yo sujeté su pene y lo empecé a chupar a la vez que con la otra mano le acariciaba los testículos. Yo estaba en cuclillas, bajando y subiendo, mis muslos no tardaron en comenzar a arder, mis dos manos estaban ocupadas por lo que no podía ayudarme en los movimientos, además venía de una hora de gimnasia, mis piernas temblaron, pero yo no iba a mostrar debilidad, seguí cabalgando como la buena puta que soy, a lo sumo al día siguiente me dolerían mucho las piernas, o se me desgarraría el músculo, más que eso no pasaría. Encima la pija del joven era riquísima, ya venía saboreada con los flujos de mi concha, lo que le daba un toque más dulce y pegajoso.
Me imaginé que pensarían mis papás si se enteraban que su hijita querida estaba cogiendo al aire libre con dos desconocidos, y todo por no saber resistirse a una chupada de concha. ¿Qué dirían mis profesores de escuela? Yo era la alumna ejemplar. Mis compañeros de clase. Siempre fui la niña buena, difícil e inconquistable. Pero yo tengo dos caras, esa, y esta otra, la que se pone en cuatro, la que cabalga, la que chupa y se deja chupar, la que apenas siente que el orgasmo baja por su estómago ya no puede contenerse y comienza a decir vulgaridades.
Finalmente ya no pude moverme más. Quedé sentada sobre el viejo con su miembro dentro de mí chupando el pene del más joven. Se dieron cuenta que ya estaba fatigada, por lo tanto volvieron a subirme al tablón. Me recostaron allí boca arriba, separaron mis piernas y comenzaron a cogerme un poco cada uno. Me daba unos segundos el viejo y cambiaban, me daba un poco el más joven. Me re calentaba sentir las diferentes formas de moverse. El viejo lo hacía con penetraciones profundas y lentas. El joven hacía movimientos más rápidos sin meterla toda. Los dos me hacían gozar a su manera. Tuve varios orgasmos durante esa sesión de dos pijas.
Mi excitación era tal, que terminé pidiendo lo que no quería pedir, la doble penetración.
- Ahora los dos juntos – dije con algo de timidez.
Ellos accedieron sin reprochar lo más mínimo, por supuesto. El más viejo se recostó en el suelo, yo mirándolo me lo monté e incliné m tronco hacia adelante, además levanté la cola quebrando la cintura para que la pija del viejo no se saliera, dejando así todo mi ano a disposición del más joven de los albañiles.
Por suerte para mí el encargado de penetrarme analmente fue suave, primero chupó un poco mi culo, luego estimuló la entrada del ano con sus dedos hasta que finalmente pudo introducirlos. Violó mi culo con dos de sus dedos, después escupió el agujero, escupió su mano y se la pasó por su miembro para que todo estuviese bien lubricado. Metió primero la cabeza, que no entró de una, tuvo que hacer un poco de presión, cuando entró la dejó allí unos segundos para luego sacarla, hizo eso varias veces; hasta que llegó el momento de meterla toda, aunque tuvo la caballerosidad de meter solo hasta la mitad la primera vez, el dolor fue bastante grande, y como cada vez que me hacen sexo anal sentí que algo dentro de mí se rompía. Cuando todo su palo erecto estuvo dentro de mí cola sentí un tremendo dolor que provocó que parte de mi cuerpo se adormeciera. De no ser por el placer que la penetración vaginal me estaba dando me habría desmayado. Al cabo de unos minutos mi culo se acostumbró y todo fue placer.
Traté de hacer silencio para oír los jadeos de mis amantes, pero me era imposible no gemir, y aunque me avergonzaba un poco, tampoco me fue posible cerrar la boca.
- Dale, rompeme todo el culo hijo de puta…
- Me están matando guachos…
- Dale, dame así, así, ahh, ahh….
Me estuvieron cogiendo un rato largo, ninguno de los dos era un eyaculador precoz, supe que al día siguiente mis orificios me arderían porque ese estaba siendo no solo un polvo con doble penetración, sino que era uno de los polvos más largos de mi vida. Yo ya había acabado varias veces esa tarde, había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido, y lo seguía teniendo, toda la zona de m clítoris estaba sensible por demás y el más mínimo roce me hacía acabar. Podía sentir como por las paredes internas que separan mi vagina de mi ano se raspaban los miembros duros de estos dos albañiles.
Yo no me había quitado la remera, me encontraba toda transpirada, por mi frente caían gotas de sudor, y mi espalda era una rio de transpiración que culminaba con una gota en la línea de mis nalgas, mojaba el pene del más joven y moría dentro de mi culo. Mi propia transpiración lubricaba aquella penetración anal.
Finalmente el más viejo se movió con más fuerza, jadeó y lanzó un gemido a la vez que pellizcaba mis muslos, no tardé en sentir como de mi concha caía ese líquido espeso que chorreaba por mis muslos internos. Como si hubiese sido una señal el más joven me dio una fuerte nalgada y gritó como un gorila, dejó su pija adentro un instante, haciendo que toda su leche quedara dentro de mí. Cuando la sacó pude sentir también su semen chorreando por mis muslos.
Me incorporé, pero permanecí sentada contra una pila de ladrillos que había allí, la tierra se mezclaba con mis flujos y las acabadas de mis dos amantes, haciendo que se forme una especie de barro, como cuando una se hace milanesa en la playa. La tierra se pegaba en mi concha y en mi culo, por mis muslos, mis manos. Los miré y nos reímos un poco. Cuando recuperé el aire me puse la calza sin la bombacha, la ropa interior se la regalé al más joven.
Cuando llegué a mi casa mi mamá me preguntó preocupada por que había tardado tanto, y que era ese olor asqueroso que tenía encima. Le tuve que mentir, le dije que me habían cambiado la rutina del gimnasio y que había transpirado mucho. Me bañé y me masturbé pensando en lo que me había acabado de ocurrir.
Hoy en día sigo concurriendo al mismo gimnasio, pero a la hora de regresar a mi casa tomo otro camino para no chocarme con los albañiles.
Recuerdo que un par de veces me gritaron obscenidades por la calle haciendo referencia al sexo oral. Una vez fueron dos albañiles. Yo iba vestida con una calza azul porque volvía del gimnasio, y entre que la calza era ajustada y mi transpiración, la línea se me marcaba demasiado, la empanada sobresalía bastante, yo me había dado cuenta cuando me miré en una vidriera, pero qué podía hacer. Desde varios metros antes ya me di cuenta que estos trabajadores me estaban mirando el triangulito que se me marcaba. Me estaban mirando la concha. Cuando pasé a su lado, como ya me imaginaba, me dedicaron unas palabras.
- Mamita, te la chupamos a dos lenguas – dijeron todo cancheritos.
Yo detuve mi marcha. La verdad que no me esperaba que me dijeran eso, esperaba cualquier otra guarangada, pero no eso. Y claro está, no pude resistirme.
- ¿De verdad? – les dije.
- Si mamita – siguieron agrandados y entre risas – A dos lenguas.
- ¿Tienen lugar?
- Sí – ya respondieron con menos gracia.
- Bueno, vamos. Me la chupan un rato y sigo viaje.
Los albañiles me llevaron detrás de la obra en construcción. Eran solo dos, yo pensaba que dentro habría más, por suerte (o por desgracia) no había más.
Me senté sobre un tablón de madera, no muy alto. Ellos deberían agacharse para poder chupármela.
- Solamente me la van a chupar – dije, poniendo mis condiciones – Nada más, y yo no se las voy a chupar a ustedes. ¿Ok?
- Ok.
Sin dudarlo, y sin el menor rasgo de timidez, me saqué la calza, luego m bombachita blanca que estaba sudada por la sesión larga de bicicleta fija que acababa de hacer en el gimnasio. Se las mostré a los dos, ellos se acercaron y la olieron. Yo reí. Parecían perros que olfateaban su comida antes de comerla.
El tablón donde me senté estaba algo sucio, sentí la tierrita en mi cola, además estaba frío, pero no me importó. Sentada allí, haciendo un poco de equilibrio, separé mis piernas, dejando mi flor a su disposición. No estaba muy bien depilada, pero supuse que no les importaría.
- Primero uno – dije – Después el otro. Y después lo prometido, a dos lenguas.
El más viejo de los dos fue el primero en acercarse, me la tocó con sus manos llenas de pintura, o cal, o que se yo. Con su otra mano separó mis labios vaginales y apoyó sus labios sobre mi concha. La verdad que ese señor la chupaba de mil maravillas, movía su cabeza en círculos, utilizaba mucha saliva, y los movimientos de su lengua eran escasos pero justos. No pude evitar gemir, apoyé mi mano sobre su nuca y le pedí que no se detenga.
- Ay, así papito, chúpamela así, me gusta así…
Acompañé su lamida con movimientos pélvicos, como si estuviera cogiéndole la cara. Al cabo de unos segundos, tuve un orgasmo. Decidí tenerlo con los ojos abiertos, la expresión de una acabada con los ojos cerrados no es tan erótica y sexy como una acabada con los ojos abiertos, y como tenía público que me estaba mirando, decidí darle lo mejor de mí.
- Ahora vos nene – dije.
El otro albañil se acercó, era más joven. A diferencia del otro este la chupaba con más delicadeza, como saboreando bien cada centímetro de mi vagina, no era un vampiro sediento de concha como el otro, se notaba que este último tenía sexo con más frecuencia que el otro señor, no estaba desesperado. Lamió la base de mi concha desde bien abajo hasta la parte de arriba, haciendo solo el movimiento con su lengua, no bajaba y subía la cabeza, sabía lo que estaba haciendo, y como hacerlo. Luego bajó un poco más y lamió la entrada de mi ano, cosa que me hizo suspirar y abrir la boca.
- Ay, si papito, ahí, chúpame, ahh…
Entusiasmado por mis palabras lamió mi ano un momento mientras estimulaba mi clítoris con su mano. Como mi culo se iba abriendo su lengua estaba cada vez más dentro de mí, y él se tomó el atrevimiento de meterme dos dedos en la concha mientras continuaba chupándome el culo. Yo tiré la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y me dediqué a gozar. Gemía y gemía, suplicando que no se detenga, que a ese ritmo yo no tardaría en acabar.
- Dale papi, así, así, así que acabo, así…
Con una de mis manos comencé a pellizcarme por debajo de la remera uno de mis pezones, a esa altura de la tarde ya estaba tan caliente que la chupada de concha me era poco. Cuando su lengua hizo contacto con mi clítoris acabé sin darle tiempo a moverse, llenando su cara con un chorro de flujo que salió de mi interior con potencia.
Llegó el turno de lo prometido, lo que tanto estaba esperando, la chupadita a dos lenguas. Para tal fin adopte una posición simple, bajé del tablón y me puse en cuatro patas en la tierra, no me importaba que mis rodillas y mis manos se ensuciaran, estaba gozando y quería seguir gozando. El albañil más viejo se puso debajo de mí, con su cara mirando mi vagina, una especie de 69, yo bajé un poco separando más las piernas y sentí el húmedo contacto de su lengua sobre mi clítoris. Pasaron pocos segundos cuando sentí la lengua del más joven sobre la entrada de mi ano. Me estaban mintiendo, no era una chupada de concha a dos lenguas, pero se le acercaba bastante, uno sobre mi vagina y el otro en al ano. El placer que sentía era enorme, yo estaba semi desnuda en una obra en construcción permitiendo que dos desconocidos lamieran mis partes más privadas, y eso era lo que más que calentaba. Gemí, grité que me escupieran, que me chuparan toda, que me metieran los dedos, a esa altura ya había perdido la vergüenza, además de la dignidad, saqué la parte más cerda de mí, esa que tanto le gusta a los hombres.
Vi el bulto bien parado del albañil más viejo por encima del pantalón, mi excitación era tan grande que no pude no imaginarme ese miembro dentro de mi boca, y por supuesto dentro de mis otras cavidades. Yo había dicho que no se las chuparía a ninguno de los dos, pero es imposible no sentir ganas de chupar una pija cuando una tiene a un hombre que le está chupando la concha y a otro que le está lamiendo el orto. Sin pedir permiso desabroché el pantalón del viejo, corrí la tela de su calzoncillo y allí estaba esa verga gorda y peluda. No tardé en meterla en mi boca y comencé a mamar sin piedad. A diferencia de los petes que acostumbro a hacer, bien artesanales, este fue pura pasión, no me importó la técnica, ni hacerlo bien, solo quería meterla en m boca, sacarla, escupirla, volver a meterla.
El más joven de los dos detuvo su chupada de culo, sentí el sonido de un cierre bajarse, y me di cuenta que se estaba quitando sus pantalones. Antes de que me diera vuelta, y cuando pensaba que se acercaría a mi cara para que se la chupara a él también, sentí su pija dura entrar por mi orificio vaginal. Lancé un jadeo fuerte, tanto que pensé que quienes estuvieran caminando por la calle llegarán a oírlo.
Estuvimos así unos minutos, yo estaba en cuatro patas chupando la pija del más viejo mientras el joven me daba y daba. Cada tanto yo tenía que dejar de mamar para gemir tranquila, o gritar más cómoda, o hablar, cuando hacía esto, pajeaba la verga del viejo como para no dejarlo en banda. Yo sentía la pija del joven dentro de mí y me volvía loca, era un miembro perfecto, duro, largo, no muy ancho, por lo tanto no generaba dolor, entraba hasta el fondo, haciendo que sus muslos golpearan mis nalgas, y por la potencia del movimiento sus bolas golpeaban contra mi pubis. Quería chupar esa pija, tenía que saborearla por mi boca, aunque mi vagina no quería desprenderse de ella.
- Cambiemos – dije entre suspiros – Cambiemos chicos, cogeme vos un poco, vení que te la chupo.
Por supuesto que no tardaron en obedecerme, en una orgía o trío, y más cuando hay una sola mujer, se hace lo que la mina dice. Me incorporé y me senté encima de la verga del viejo, que era más corta pero ancha, tuve que moverme en círculos un poco para que mi vagina se acostumbrara a sus grosor antes de meterla, una vez que entro escuché el jadeo del viejo y empecé a cabalgar despacio. Mientras tanto el joven se paró a mi lado, y yo sujeté su pene y lo empecé a chupar a la vez que con la otra mano le acariciaba los testículos. Yo estaba en cuclillas, bajando y subiendo, mis muslos no tardaron en comenzar a arder, mis dos manos estaban ocupadas por lo que no podía ayudarme en los movimientos, además venía de una hora de gimnasia, mis piernas temblaron, pero yo no iba a mostrar debilidad, seguí cabalgando como la buena puta que soy, a lo sumo al día siguiente me dolerían mucho las piernas, o se me desgarraría el músculo, más que eso no pasaría. Encima la pija del joven era riquísima, ya venía saboreada con los flujos de mi concha, lo que le daba un toque más dulce y pegajoso.
Me imaginé que pensarían mis papás si se enteraban que su hijita querida estaba cogiendo al aire libre con dos desconocidos, y todo por no saber resistirse a una chupada de concha. ¿Qué dirían mis profesores de escuela? Yo era la alumna ejemplar. Mis compañeros de clase. Siempre fui la niña buena, difícil e inconquistable. Pero yo tengo dos caras, esa, y esta otra, la que se pone en cuatro, la que cabalga, la que chupa y se deja chupar, la que apenas siente que el orgasmo baja por su estómago ya no puede contenerse y comienza a decir vulgaridades.
Finalmente ya no pude moverme más. Quedé sentada sobre el viejo con su miembro dentro de mí chupando el pene del más joven. Se dieron cuenta que ya estaba fatigada, por lo tanto volvieron a subirme al tablón. Me recostaron allí boca arriba, separaron mis piernas y comenzaron a cogerme un poco cada uno. Me daba unos segundos el viejo y cambiaban, me daba un poco el más joven. Me re calentaba sentir las diferentes formas de moverse. El viejo lo hacía con penetraciones profundas y lentas. El joven hacía movimientos más rápidos sin meterla toda. Los dos me hacían gozar a su manera. Tuve varios orgasmos durante esa sesión de dos pijas.
Mi excitación era tal, que terminé pidiendo lo que no quería pedir, la doble penetración.
- Ahora los dos juntos – dije con algo de timidez.
Ellos accedieron sin reprochar lo más mínimo, por supuesto. El más viejo se recostó en el suelo, yo mirándolo me lo monté e incliné m tronco hacia adelante, además levanté la cola quebrando la cintura para que la pija del viejo no se saliera, dejando así todo mi ano a disposición del más joven de los albañiles.
Por suerte para mí el encargado de penetrarme analmente fue suave, primero chupó un poco mi culo, luego estimuló la entrada del ano con sus dedos hasta que finalmente pudo introducirlos. Violó mi culo con dos de sus dedos, después escupió el agujero, escupió su mano y se la pasó por su miembro para que todo estuviese bien lubricado. Metió primero la cabeza, que no entró de una, tuvo que hacer un poco de presión, cuando entró la dejó allí unos segundos para luego sacarla, hizo eso varias veces; hasta que llegó el momento de meterla toda, aunque tuvo la caballerosidad de meter solo hasta la mitad la primera vez, el dolor fue bastante grande, y como cada vez que me hacen sexo anal sentí que algo dentro de mí se rompía. Cuando todo su palo erecto estuvo dentro de mí cola sentí un tremendo dolor que provocó que parte de mi cuerpo se adormeciera. De no ser por el placer que la penetración vaginal me estaba dando me habría desmayado. Al cabo de unos minutos mi culo se acostumbró y todo fue placer.
Traté de hacer silencio para oír los jadeos de mis amantes, pero me era imposible no gemir, y aunque me avergonzaba un poco, tampoco me fue posible cerrar la boca.
- Dale, rompeme todo el culo hijo de puta…
- Me están matando guachos…
- Dale, dame así, así, ahh, ahh….
Me estuvieron cogiendo un rato largo, ninguno de los dos era un eyaculador precoz, supe que al día siguiente mis orificios me arderían porque ese estaba siendo no solo un polvo con doble penetración, sino que era uno de los polvos más largos de mi vida. Yo ya había acabado varias veces esa tarde, había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido, y lo seguía teniendo, toda la zona de m clítoris estaba sensible por demás y el más mínimo roce me hacía acabar. Podía sentir como por las paredes internas que separan mi vagina de mi ano se raspaban los miembros duros de estos dos albañiles.
Yo no me había quitado la remera, me encontraba toda transpirada, por mi frente caían gotas de sudor, y mi espalda era una rio de transpiración que culminaba con una gota en la línea de mis nalgas, mojaba el pene del más joven y moría dentro de mi culo. Mi propia transpiración lubricaba aquella penetración anal.
Finalmente el más viejo se movió con más fuerza, jadeó y lanzó un gemido a la vez que pellizcaba mis muslos, no tardé en sentir como de mi concha caía ese líquido espeso que chorreaba por mis muslos internos. Como si hubiese sido una señal el más joven me dio una fuerte nalgada y gritó como un gorila, dejó su pija adentro un instante, haciendo que toda su leche quedara dentro de mí. Cuando la sacó pude sentir también su semen chorreando por mis muslos.
Me incorporé, pero permanecí sentada contra una pila de ladrillos que había allí, la tierra se mezclaba con mis flujos y las acabadas de mis dos amantes, haciendo que se forme una especie de barro, como cuando una se hace milanesa en la playa. La tierra se pegaba en mi concha y en mi culo, por mis muslos, mis manos. Los miré y nos reímos un poco. Cuando recuperé el aire me puse la calza sin la bombacha, la ropa interior se la regalé al más joven.
Cuando llegué a mi casa mi mamá me preguntó preocupada por que había tardado tanto, y que era ese olor asqueroso que tenía encima. Le tuve que mentir, le dije que me habían cambiado la rutina del gimnasio y que había transpirado mucho. Me bañé y me masturbé pensando en lo que me había acabado de ocurrir.
Hoy en día sigo concurriendo al mismo gimnasio, pero a la hora de regresar a mi casa tomo otro camino para no chocarme con los albañiles.
20 comentarios - Los Albañiles
😉
http://hacemoss.blogspot.com.ar/2013/01/los-albaniles.html
aclara la fuente
Coincido con los demas, aclara la fuente!
Gracias por compartir
Gran relato...me super calento...
Te dejo puntitos y besitos...