Este es uno viejito, pero espero que les guste mucho.
Besos.
Esto me pasó en el verano, hace poquito, con el bañero del balneario donde iba todo el día. Los días lindos y de mucho sol yo voy a la playa a la mañana, almuerzo en el restorán del balneario, me baño en las duchas de ahí, y vuelvo a la carpa el resto de la tarde. Todo el mundo me conoce ahí, me dicen la Reina, porque al parecer soy muy bonita.
Conozco a todos, a los carperos, a los que atienden el quiosco, las camareras, y por supuesto a los bañeros. Pero hubo uno en particular que me gustó mucho. Este fue su primer verano, él había estado trabajando en España.
Soy de provocar mucho, los bañeros se me acercan a saludarme porque ya me conocen y yo les toco los pectorales y les digo que están más marcados que el último verano, lo mismo con los abdominales y los brazos, y depende el lugar donde estemos hasta les toco los muslos. Lo hago, por dos cosas, una porque me gusta tocar a los hombres, y más si son musculosos, y otra porque me encanta ver como se les para el miembro por encima de esa diminuta malla.
Cuando me presentaron a este bañero, a quien para resguardar su identidad llamaremos Lolo, parecía un chico tímido, de unos treinta años, nuevo en su trabajo y nuevo en el grupo de hombres que ya estaba armado. Era alto, y si bien sus músculos estaban bien marcados y tonificados, no poseía tanto volumen muscular como sus compañeros.
- Alejandra, te presento a Lolo.
- Hola Lolo.
Lo saludé con un suave beso en su mejilla, apoyando mi mano en uno de sus hombros, y además procuré que mis senos, casi al aire libre solo cubiertos por el diminuto corpiño de la malla, se apoyaran sobre su cuerpo. Una vez que sentí que la piel de mis pechos hizo contacto con su piel presioné un poco y me moví imperceptiblemente para que los sintiera. Los hombres nos apoyan sus miembros, nosotras apoyamos nuestros pechos. Él respondió mi saludo abrazándome por la cintura, no fue demasiado atrevido como el resto de sus compañeros, quienes me abrazaban de la cadera a la hora de saludarme, y dado el tamaño de sus manos prácticamente me tocaban el culo cada vez que me abrazaban. Él fue distinto, me abrazó de la cintura.
Con los días fuimos hablando cada vez más. Le gustaba el arte, la música, el cine, pero nunca hablaba de mujeres ni de sus conquistas pasadas. Había dos opciones, o era todo un caballero que no hablaba de eso con otras mujeres, o era gay. También pensé que quizás estuviese casado, o de novio.
- ¿Tenés novia?
- No, llegué hace poco de España, no conocí a nadie todavía.
Confirmado, o era un caballero, cosa que me calentaba mucho; o era gay, cosa que me calentaba más.
- Si algún día me estoy ahogando me gustaría que me salves vos – le dije una tarde.
- Ojalá que te acalambres pronto entonces – respondió él.
Nos reímos juntos y llegamos a un acuerdo, yo fingiría ahogarme y el practicaría el rescate. Nada demasiado actuado, no queríamos preocupar al resto de los bañeros ni que la gente piense que realmente me estaba ahogando, por lo tanto ingresamos juntos al mar. Lolo me salpicaba cada vez que pasaba a mi lado.
Fingí que me ahogaba entonces. Él me sujetó por la espalda, presionando con su mano mi pecho. Claro que aprovechó la situación para apoyarme su miembro en mis glúteos. Primero en uno y luego en otro, hasta dejarlo en el medio. Luego volvió a moverse para apoyarlo en el glúteo derecho.
- Bueno, tranquilo – dije, tampoco soy una puta regalada que se anda dejando apoyar por cualquiera, y menos cuando estoy en pleno proceso de seducción.
Me pidió disculpas.
Me enseñó a hacer la plancha, aunque yo ya sabía, pero era una excusa perfecta para que me tocara los hombros y la parte baja de la espalda. Una ola nos movió y yo me hundí, por lo que Lolo debió sujetarme con fuerzas y quedamos cara a cara. Él hacía pie, pero yo no, así que me agarré de su cuello con ambos brazos, abrazándolo como se abraza a alguien que estás a punto de besar. Él e abrazaba con una sola mano por la cintura, mientras que con su otra mano me acomodaba el flequillo que la ola había despeinado.
Apoyé mi mentón en su hombro. Él me abrazó con sus dos brazos, esta vez sí de las caderas, y una de sus manos fue más allá y quedó apoyada sobre la mitad de mi glúteo. Yo se lo permití. Mis pezones ya estaban duros y se marcaban mucho por la tela de la malla, y mis senos estaban presionados sobre su pecho. Pude sentir su pene depositarse en mi muslo, las mismas olas hacían que nos moviéramos, por ende su pene me acariciaba primero un muslo, luego el otro, pasaba por mi sexo y volvía a uno de los muslos. En cada caricia su pene iba incrementando su tamaño. Yo sentía como mi vagina iba incrementando su calor, hasta que me di cuenta que me estaba mojando con mi propio flujo.
- Sos muy linda – me susurró al oído.
- Vos también me gustás mucho – respondí.
Al decirnos esto el no tuvo reparos en acariciarme en círculos el culo. Con sus dos manos, una para cada glúteo, daba caricias circulares por toda mi piel, cada tanto dejaba que uno de sus dedos se metiera entre ellos, acariciando la entrada de mi ano, produciéndome una enorme exitación.
- No demos vueltas – le dije – Tengo tantas ganas como vos.
Lolo respondió a eso con un beso en mi boca. Nuestros labios estaban salados por el agua del mar, al igual que nuestras lenguas, y teníamos la boca seca por lo tanto no teníamos mucha saliva, pero aun así sus besos eran hermosos. Su lengua carnosa y seca raspaba la mía, mucho más pequeña que la suya, más frágil y más suave.
Salimos del mar. Él continuó su trabajo, yo fui a bañarme y le dije que lo esperaría en el bar del balneario hasta que termine su turno y que podríamos salir por la noche. Propuso dos cosas, o íbamos a cenar a un restorán, o íbamos directamente a su casa.
- ¿Qué querés hacer? – me dijo.
- ¿Y a vos que te parece?
Sonreí con picardía y me alejé meneando mis caderas para él, sabía que me estaba mirando, él sabía que por la noche me comería, que esas caderas, esos senos, todo mi cuerpo sería suyo. Le excitaba saberlo, me excitaba a mí saberlo.
Su departamento estaba en el tercer piso de un edificio de la costa. Era pequeño, llamativamente limpio y ordenado. Tenía un sillón de tres cuerpos, donde yo supe que tendríamos sexo. Me recibió con caballerosidad. Me besó en la mejilla, pero yo lo miré extraño y le comí la boca. Él devolvió el beso y sonrió.
Los primeros minutos fueron incómodos, no sabíamos que temas hablar. Estábamos sentados en el sillón, dejando el cuerpo del medio libre, manteníamos la distancia. Finalmente Lolo se acercó, quedando a mi lado, y mi corazón comenzó a latir con fuerzas. Se inclinó sobre mí y me besó. Estuvimos transando de manera tranquila unos minutos. Me habló al oído y me morí de ternura.
- Tengo miedo que sientas que te falto el respeto – dijo.
- No mi amor – repliqué siempre entre susurros – Hacé de cuenta que somos novios de toda la vida, no te prives de hacer o pedir nada.
Aclarados los temores él comenzó a besarme con más pasión, moviendo su lengua dentro de mi boca de manera más desenfrenada, dejando dentro de mí grandes cantidades de espesa saliva que yo me tragaba. Estaba indefensa, sus besos eran tan apasionados que no tenía forma de defenderme, por más que tratara de abrir mis labios, los suyos eran más gruesos y más fuertes; mi lengua al lado de la suya era tan pequeña que no tenía sentido moverla, total se movía sola por la inercia que los movimientos de su lengua hacían. Casi que no podía respirar. Por mi boca no ingresaba aire, sus labios sellaban herméticamente los míos. Por mi nariz la pasión me impedía respirar con normalidad. Estaba agitada tan solo con sus besos. De pronto me encontré suspirando y gimiendo.
Bajó sus besos a la zona del cuello, yo permanecía sumisa, me fascina que el hombre tome el control de todo, yo no lo tocaba, no lo besaba, solo me limitaba a gozar y a regalarle los más dulces sonidos, gemía para él y suspiraba excitada. Sin dejar de comerme el cuello y lamerlo con su lengua comenzó a quitarme la ropa, primero la camisa, luego mi pollera. Jugó un poco con mis pechos, los presionaba con fuerza y los soltaba, todo sin dejar de darme pequeños mordiscos en el cuello, dejándome marcas y chupones por toda la piel. Fue un artista a la hora de desprenderme el corpiño, los hombres que los quitan utilizando una sola mano es porque tienen experiencia, y él hizo eso. Mi excitación se incrementó, supe que me daría mucho placer. Mis senos quedaron al aire, y él bajó sus besos suavemente hacia ellos. Primero besó con sus labios la piel, el derecho y el izquierdo, pasó su lengua entre medio de ellos generándome un escalofríos de placer infinito. Llegó la hora de comenzar a utilizar su lengua, esa carne viva y tibia era fuego sobre mi piel, la movía con rapidez sobre mis pezones erectos, luego jugaba suavemente con ellos. Yo quería observarlo, pero preferí permanecer con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás para gozar más. Además me excitaba pensar que él me estaba observando en esa situación, me gusta que me vean gozar, mis caras a la hora de sentir placer son muy eróticas.
No supe en qué momento introdujo su mano entre mis piernas, solo sé que cuando reaccioné dos de sus dedos me estaban masturbando. Mi vagina estaba depilada a cero porque era verano, por ende mi sensibilidad era mayor, sentía su dedo gordo acariciarme la entrada de mi orificio vaginal mientras introducía y sacaba sus otros dedos de mi interior. Quizás producto de la calentura por mis gemidos tan fuertes él se vio casi obligado a romperme la bombacha, que ya estaba empapada de mi flujo. La arrancó con su otra mano y bajó de inmediato para regalarme una hermosa y cálida chupada de concha.
Su lengua lamía desde la parte más baja de mi vagina hasta la unión de mis labios más arriba, al llegar allí volvía a bajar. Repitió eso tantas veces que sentí que me haría pis, pero no, se trataba del primer orgasmo de la noche, mi flujo salió con fuerza sobre su boca y me sentí un poco avergonzada, le había acabado en la cara al bañero, pero a él no pereció importarle y continuó chupando mi conchita, que a esa altura ya estaba muy abierta, por lo que pudo lameré el interior y jugar con mi clítoris. Tuve otro orgasmo, esta vez sin eyacular, pero fue tan grande el placer que mi espalda se arqueó como si estuviese poseída. Oír el chasquido que su lengua hacía al mezclarse con su saliva y mis flujos era muy erótico.
Cuando creía que la sesión de sexo oral culminaría, el bajó aun más, y empezó a lamer en círculos la entrada de mi ano. Me levantó bien las piernas y separó mis glúteos con firmeza, dejando mi entrada anal a su plena disposición. Lo escupió y lo abrió un poco con su dedo índice, luego siguió chupándolo y lamiendo hasta que la dilatación fue tal que pudo introducir tres dedos. Me masturbaba analmente y lamía mi vagina, o viceversa. Finalmente se incorporó y se quitó toda su ropa, porque él aun estaba vestido. No tardó en quedar desnudo, con su pene erecto y bien depilado a mi disposición.
Yo estaba muy caliente, tenía la concha y el culo abierto, él podría elegir por donde penetrarme. Miré su pene y me abalancé sobre este, quería tenerlo en mi boca al menos un segundo, no quería que me la metiera sin antes haberla probado. No era un miembro muy largo desde su longitud, pero era muy ancho. Su tamaño me permitió introducírmelo todo completo. Le hice un buen pete por unos minutos mientras acariciaba sus testículos. Él me exigió que me incorporara y me diera vuelta.
Una vez que estuve en cuatro patas para él, sentía curiosidad por el orificio en el que me la metería. Volvió a escupirme el culo, sentí que se escupió su mano y se la pasó por la cabeza de su pene para depositarlo en la entrada de mi ano. Luego de presionar un poco y jugar en la entrada su pija ingresó en mí. Él estaba dentro de mí. Su pija estaba dentro de mi culo. La dejó allí unos instantes. No se movía, no me estaba cogiendo, no me penetraba, solo estuvo allí dentro unos instantes.
- Te hecho un rapidito por acá y después te doy bien – me dijo, y me di cuenta que se trataba de un eyaculador precoz, de esos que comienzan a funcionar a partir del segundo polvo. Pensé que tuve que haberlo hecho acabar en el pete.
Luego de decirme eso comenzó un frenético movimiento. El tamaño de su pene no le permitía hacer penetraciones ni movimientos largos, solo se limitaba a moverse rapidito. Aun así mi culo comenzó a arder, le dije que no se detenga, mi cuerpo era fuego, estaba a punto de acabar cuando él comenzó a gemir y dar alaridos de placer. Eso me desconcentró y me impidió llegar al orgasmo. Permanecí quieta esperando su semen en mi espalda o mis glúteos, nunca imaginé que me acabaría adentro, él cayó recostado sobre mí y ahí supe que su leche estaba dentro de mi culo. Me molestó mucho, no me gusta que me acaben adentro sin consultar.
- ¿Acabaste adentro? – pregunté con aires de indignación.
- Si, perdón, no la pude sacar, estaba muy lindo.
Nos mimamos unos minutos. Nos besamos. Era tan cariñoso que lo perdoné. Finalmente él volvió a depositarse sobre mí. Me abrió las piernas y me obligó a colocarlas sobre sus hombros. Su pija corta le impedía hacer otra posición si es que quería conseguir una penetración profunda. Me besó y a diferencia de mi culo, esta vez su miembro ingresó con total facilidad. La ventaja de los pija corta es que tienen que moverse rápido con movimientos cortos, eso estimula mucho la zona del clítoris, por lo que no tardé en entrar en clima. Por suerte consigo alcanzar el orgasmo rápido. Antes de los dos minutos yo ya había acabado sobre su pija, y sentía como mis flujos chorreaban por mis glúteos. Supongo que mis gemidos y gritos de placer lo estimularon más de lo que yo me imaginé, porque al cabo de unos segundos de mi acabada, sentí como su semen también comenzó a chorrearse por mi piel. Él detuvo sus movimientos. Volvió a disculparse.
- ¿Acabaste adentro?
- Si, estaba muy calentito, no la pude sacar.
- ¿Sos enfermo?
Me incorporé furiosa, me introduje la mano en mi vagina y mis dedos salieron mojados de su leche, espesa y amarillenta. Corrí al bañó y me limpié. Odio tener que tomar la pastilla del día después. Me vestí rápido y me fui sin saludarlo.
A decir verdad, a pesar que nos veíamos todos los días, nunca más volví a hablarle.
Besos.
Esto me pasó en el verano, hace poquito, con el bañero del balneario donde iba todo el día. Los días lindos y de mucho sol yo voy a la playa a la mañana, almuerzo en el restorán del balneario, me baño en las duchas de ahí, y vuelvo a la carpa el resto de la tarde. Todo el mundo me conoce ahí, me dicen la Reina, porque al parecer soy muy bonita.
Conozco a todos, a los carperos, a los que atienden el quiosco, las camareras, y por supuesto a los bañeros. Pero hubo uno en particular que me gustó mucho. Este fue su primer verano, él había estado trabajando en España.
Soy de provocar mucho, los bañeros se me acercan a saludarme porque ya me conocen y yo les toco los pectorales y les digo que están más marcados que el último verano, lo mismo con los abdominales y los brazos, y depende el lugar donde estemos hasta les toco los muslos. Lo hago, por dos cosas, una porque me gusta tocar a los hombres, y más si son musculosos, y otra porque me encanta ver como se les para el miembro por encima de esa diminuta malla.
Cuando me presentaron a este bañero, a quien para resguardar su identidad llamaremos Lolo, parecía un chico tímido, de unos treinta años, nuevo en su trabajo y nuevo en el grupo de hombres que ya estaba armado. Era alto, y si bien sus músculos estaban bien marcados y tonificados, no poseía tanto volumen muscular como sus compañeros.
- Alejandra, te presento a Lolo.
- Hola Lolo.
Lo saludé con un suave beso en su mejilla, apoyando mi mano en uno de sus hombros, y además procuré que mis senos, casi al aire libre solo cubiertos por el diminuto corpiño de la malla, se apoyaran sobre su cuerpo. Una vez que sentí que la piel de mis pechos hizo contacto con su piel presioné un poco y me moví imperceptiblemente para que los sintiera. Los hombres nos apoyan sus miembros, nosotras apoyamos nuestros pechos. Él respondió mi saludo abrazándome por la cintura, no fue demasiado atrevido como el resto de sus compañeros, quienes me abrazaban de la cadera a la hora de saludarme, y dado el tamaño de sus manos prácticamente me tocaban el culo cada vez que me abrazaban. Él fue distinto, me abrazó de la cintura.
Con los días fuimos hablando cada vez más. Le gustaba el arte, la música, el cine, pero nunca hablaba de mujeres ni de sus conquistas pasadas. Había dos opciones, o era todo un caballero que no hablaba de eso con otras mujeres, o era gay. También pensé que quizás estuviese casado, o de novio.
- ¿Tenés novia?
- No, llegué hace poco de España, no conocí a nadie todavía.
Confirmado, o era un caballero, cosa que me calentaba mucho; o era gay, cosa que me calentaba más.
- Si algún día me estoy ahogando me gustaría que me salves vos – le dije una tarde.
- Ojalá que te acalambres pronto entonces – respondió él.
Nos reímos juntos y llegamos a un acuerdo, yo fingiría ahogarme y el practicaría el rescate. Nada demasiado actuado, no queríamos preocupar al resto de los bañeros ni que la gente piense que realmente me estaba ahogando, por lo tanto ingresamos juntos al mar. Lolo me salpicaba cada vez que pasaba a mi lado.
Fingí que me ahogaba entonces. Él me sujetó por la espalda, presionando con su mano mi pecho. Claro que aprovechó la situación para apoyarme su miembro en mis glúteos. Primero en uno y luego en otro, hasta dejarlo en el medio. Luego volvió a moverse para apoyarlo en el glúteo derecho.
- Bueno, tranquilo – dije, tampoco soy una puta regalada que se anda dejando apoyar por cualquiera, y menos cuando estoy en pleno proceso de seducción.
Me pidió disculpas.
Me enseñó a hacer la plancha, aunque yo ya sabía, pero era una excusa perfecta para que me tocara los hombros y la parte baja de la espalda. Una ola nos movió y yo me hundí, por lo que Lolo debió sujetarme con fuerzas y quedamos cara a cara. Él hacía pie, pero yo no, así que me agarré de su cuello con ambos brazos, abrazándolo como se abraza a alguien que estás a punto de besar. Él e abrazaba con una sola mano por la cintura, mientras que con su otra mano me acomodaba el flequillo que la ola había despeinado.
Apoyé mi mentón en su hombro. Él me abrazó con sus dos brazos, esta vez sí de las caderas, y una de sus manos fue más allá y quedó apoyada sobre la mitad de mi glúteo. Yo se lo permití. Mis pezones ya estaban duros y se marcaban mucho por la tela de la malla, y mis senos estaban presionados sobre su pecho. Pude sentir su pene depositarse en mi muslo, las mismas olas hacían que nos moviéramos, por ende su pene me acariciaba primero un muslo, luego el otro, pasaba por mi sexo y volvía a uno de los muslos. En cada caricia su pene iba incrementando su tamaño. Yo sentía como mi vagina iba incrementando su calor, hasta que me di cuenta que me estaba mojando con mi propio flujo.
- Sos muy linda – me susurró al oído.
- Vos también me gustás mucho – respondí.
Al decirnos esto el no tuvo reparos en acariciarme en círculos el culo. Con sus dos manos, una para cada glúteo, daba caricias circulares por toda mi piel, cada tanto dejaba que uno de sus dedos se metiera entre ellos, acariciando la entrada de mi ano, produciéndome una enorme exitación.
- No demos vueltas – le dije – Tengo tantas ganas como vos.
Lolo respondió a eso con un beso en mi boca. Nuestros labios estaban salados por el agua del mar, al igual que nuestras lenguas, y teníamos la boca seca por lo tanto no teníamos mucha saliva, pero aun así sus besos eran hermosos. Su lengua carnosa y seca raspaba la mía, mucho más pequeña que la suya, más frágil y más suave.
Salimos del mar. Él continuó su trabajo, yo fui a bañarme y le dije que lo esperaría en el bar del balneario hasta que termine su turno y que podríamos salir por la noche. Propuso dos cosas, o íbamos a cenar a un restorán, o íbamos directamente a su casa.
- ¿Qué querés hacer? – me dijo.
- ¿Y a vos que te parece?
Sonreí con picardía y me alejé meneando mis caderas para él, sabía que me estaba mirando, él sabía que por la noche me comería, que esas caderas, esos senos, todo mi cuerpo sería suyo. Le excitaba saberlo, me excitaba a mí saberlo.
Su departamento estaba en el tercer piso de un edificio de la costa. Era pequeño, llamativamente limpio y ordenado. Tenía un sillón de tres cuerpos, donde yo supe que tendríamos sexo. Me recibió con caballerosidad. Me besó en la mejilla, pero yo lo miré extraño y le comí la boca. Él devolvió el beso y sonrió.
Los primeros minutos fueron incómodos, no sabíamos que temas hablar. Estábamos sentados en el sillón, dejando el cuerpo del medio libre, manteníamos la distancia. Finalmente Lolo se acercó, quedando a mi lado, y mi corazón comenzó a latir con fuerzas. Se inclinó sobre mí y me besó. Estuvimos transando de manera tranquila unos minutos. Me habló al oído y me morí de ternura.
- Tengo miedo que sientas que te falto el respeto – dijo.
- No mi amor – repliqué siempre entre susurros – Hacé de cuenta que somos novios de toda la vida, no te prives de hacer o pedir nada.
Aclarados los temores él comenzó a besarme con más pasión, moviendo su lengua dentro de mi boca de manera más desenfrenada, dejando dentro de mí grandes cantidades de espesa saliva que yo me tragaba. Estaba indefensa, sus besos eran tan apasionados que no tenía forma de defenderme, por más que tratara de abrir mis labios, los suyos eran más gruesos y más fuertes; mi lengua al lado de la suya era tan pequeña que no tenía sentido moverla, total se movía sola por la inercia que los movimientos de su lengua hacían. Casi que no podía respirar. Por mi boca no ingresaba aire, sus labios sellaban herméticamente los míos. Por mi nariz la pasión me impedía respirar con normalidad. Estaba agitada tan solo con sus besos. De pronto me encontré suspirando y gimiendo.
Bajó sus besos a la zona del cuello, yo permanecía sumisa, me fascina que el hombre tome el control de todo, yo no lo tocaba, no lo besaba, solo me limitaba a gozar y a regalarle los más dulces sonidos, gemía para él y suspiraba excitada. Sin dejar de comerme el cuello y lamerlo con su lengua comenzó a quitarme la ropa, primero la camisa, luego mi pollera. Jugó un poco con mis pechos, los presionaba con fuerza y los soltaba, todo sin dejar de darme pequeños mordiscos en el cuello, dejándome marcas y chupones por toda la piel. Fue un artista a la hora de desprenderme el corpiño, los hombres que los quitan utilizando una sola mano es porque tienen experiencia, y él hizo eso. Mi excitación se incrementó, supe que me daría mucho placer. Mis senos quedaron al aire, y él bajó sus besos suavemente hacia ellos. Primero besó con sus labios la piel, el derecho y el izquierdo, pasó su lengua entre medio de ellos generándome un escalofríos de placer infinito. Llegó la hora de comenzar a utilizar su lengua, esa carne viva y tibia era fuego sobre mi piel, la movía con rapidez sobre mis pezones erectos, luego jugaba suavemente con ellos. Yo quería observarlo, pero preferí permanecer con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás para gozar más. Además me excitaba pensar que él me estaba observando en esa situación, me gusta que me vean gozar, mis caras a la hora de sentir placer son muy eróticas.
No supe en qué momento introdujo su mano entre mis piernas, solo sé que cuando reaccioné dos de sus dedos me estaban masturbando. Mi vagina estaba depilada a cero porque era verano, por ende mi sensibilidad era mayor, sentía su dedo gordo acariciarme la entrada de mi orificio vaginal mientras introducía y sacaba sus otros dedos de mi interior. Quizás producto de la calentura por mis gemidos tan fuertes él se vio casi obligado a romperme la bombacha, que ya estaba empapada de mi flujo. La arrancó con su otra mano y bajó de inmediato para regalarme una hermosa y cálida chupada de concha.
Su lengua lamía desde la parte más baja de mi vagina hasta la unión de mis labios más arriba, al llegar allí volvía a bajar. Repitió eso tantas veces que sentí que me haría pis, pero no, se trataba del primer orgasmo de la noche, mi flujo salió con fuerza sobre su boca y me sentí un poco avergonzada, le había acabado en la cara al bañero, pero a él no pereció importarle y continuó chupando mi conchita, que a esa altura ya estaba muy abierta, por lo que pudo lameré el interior y jugar con mi clítoris. Tuve otro orgasmo, esta vez sin eyacular, pero fue tan grande el placer que mi espalda se arqueó como si estuviese poseída. Oír el chasquido que su lengua hacía al mezclarse con su saliva y mis flujos era muy erótico.
Cuando creía que la sesión de sexo oral culminaría, el bajó aun más, y empezó a lamer en círculos la entrada de mi ano. Me levantó bien las piernas y separó mis glúteos con firmeza, dejando mi entrada anal a su plena disposición. Lo escupió y lo abrió un poco con su dedo índice, luego siguió chupándolo y lamiendo hasta que la dilatación fue tal que pudo introducir tres dedos. Me masturbaba analmente y lamía mi vagina, o viceversa. Finalmente se incorporó y se quitó toda su ropa, porque él aun estaba vestido. No tardó en quedar desnudo, con su pene erecto y bien depilado a mi disposición.
Yo estaba muy caliente, tenía la concha y el culo abierto, él podría elegir por donde penetrarme. Miré su pene y me abalancé sobre este, quería tenerlo en mi boca al menos un segundo, no quería que me la metiera sin antes haberla probado. No era un miembro muy largo desde su longitud, pero era muy ancho. Su tamaño me permitió introducírmelo todo completo. Le hice un buen pete por unos minutos mientras acariciaba sus testículos. Él me exigió que me incorporara y me diera vuelta.
Una vez que estuve en cuatro patas para él, sentía curiosidad por el orificio en el que me la metería. Volvió a escupirme el culo, sentí que se escupió su mano y se la pasó por la cabeza de su pene para depositarlo en la entrada de mi ano. Luego de presionar un poco y jugar en la entrada su pija ingresó en mí. Él estaba dentro de mí. Su pija estaba dentro de mi culo. La dejó allí unos instantes. No se movía, no me estaba cogiendo, no me penetraba, solo estuvo allí dentro unos instantes.
- Te hecho un rapidito por acá y después te doy bien – me dijo, y me di cuenta que se trataba de un eyaculador precoz, de esos que comienzan a funcionar a partir del segundo polvo. Pensé que tuve que haberlo hecho acabar en el pete.
Luego de decirme eso comenzó un frenético movimiento. El tamaño de su pene no le permitía hacer penetraciones ni movimientos largos, solo se limitaba a moverse rapidito. Aun así mi culo comenzó a arder, le dije que no se detenga, mi cuerpo era fuego, estaba a punto de acabar cuando él comenzó a gemir y dar alaridos de placer. Eso me desconcentró y me impidió llegar al orgasmo. Permanecí quieta esperando su semen en mi espalda o mis glúteos, nunca imaginé que me acabaría adentro, él cayó recostado sobre mí y ahí supe que su leche estaba dentro de mi culo. Me molestó mucho, no me gusta que me acaben adentro sin consultar.
- ¿Acabaste adentro? – pregunté con aires de indignación.
- Si, perdón, no la pude sacar, estaba muy lindo.
Nos mimamos unos minutos. Nos besamos. Era tan cariñoso que lo perdoné. Finalmente él volvió a depositarse sobre mí. Me abrió las piernas y me obligó a colocarlas sobre sus hombros. Su pija corta le impedía hacer otra posición si es que quería conseguir una penetración profunda. Me besó y a diferencia de mi culo, esta vez su miembro ingresó con total facilidad. La ventaja de los pija corta es que tienen que moverse rápido con movimientos cortos, eso estimula mucho la zona del clítoris, por lo que no tardé en entrar en clima. Por suerte consigo alcanzar el orgasmo rápido. Antes de los dos minutos yo ya había acabado sobre su pija, y sentía como mis flujos chorreaban por mis glúteos. Supongo que mis gemidos y gritos de placer lo estimularon más de lo que yo me imaginé, porque al cabo de unos segundos de mi acabada, sentí como su semen también comenzó a chorrearse por mi piel. Él detuvo sus movimientos. Volvió a disculparse.
- ¿Acabaste adentro?
- Si, estaba muy calentito, no la pude sacar.
- ¿Sos enfermo?
Me incorporé furiosa, me introduje la mano en mi vagina y mis dedos salieron mojados de su leche, espesa y amarillenta. Corrí al bañó y me limpié. Odio tener que tomar la pastilla del día después. Me vestí rápido y me fui sin saludarlo.
A decir verdad, a pesar que nos veíamos todos los días, nunca más volví a hablarle.
8 comentarios - Con el Bañero
Lastima que termino siendo un fiasco!!
Gracias por compartir