Con Camila empezamos a tener una buena relación. A mí me gustan las chicas más grandes que yo, y ella lo era, y además su espíritu era bastante juvenil, inmadura. Hacíamos el amor a diario, en un principio todas las tardes repetíamos ese primer encuentro, antes de irnos a trabajar nos acostábamos a jugar un poco. No tardé en conocer los secretos de su cuerpo y sus gustos, descubrí que le gusta que le besen el lado derecho del cuello más que el izquierdo, que cierra los ojos cuando le acaricio el pelo, que se muerde el labio inferior cuando se masturba. Ella hizo lo mismo conmigo, cuando supo que enloquezco con el sexo oral, eso fue lo primero que me hacía cada día. Nuestro primer fin de semana juntas yo no estuve a la altura de las circunstancias, creo haber dicho que tengo poco aguante, y la noche de pasión comenzó pasadas las once y llegadas las cuatro de la mañana ella quería continuar, pero yo no pude. Me dormí en sus brazos.
Ya éramos amantes al borde del noviazgo. Esa noche fuimos a cenar a una parrilla donde todos nos miraban, estaba claro que se trataba de dos lesbianas, ambas bien vestidas, simpáticas, y se ve que nos comíamos con la mirada mutuamente, porque los hombres se susurraban entre ellos y nos observaban con una sonrisa.
De la parrilla nos dirigimos al cine, donde nos sentamos en las butacas del fondo, lugar que elegimos para comernos la boca a más no poder, de todas las formas que existen. Bien apasionada, lanzando pequeños gemidos y jadeos, agarrándonos la nuca para no dejar escapar a la otra. Suave, apenas rozando los labios. Besos que sonaban con un chuik, chuik de esos que excitan. Besos silenciosos. Ella entreabría su boca y dejaba sus labios quietos, y yo con los míos y mi lengua debía explorar esa zona, lamía sus labios, introducía mi lengua en su boca y raspaba la suya, acariciaba sus labios interiores, sentía el filo de sus dientes. Ella hizo lo mismo conmigo. Introducía mi dedo en su boca, ella con los ojos cerrados hacía la mueca de estar haciendo un pete. Luego abría los ojos y lamía mi dedo con toda la carne de su lengua. Nos acariciábamos las piernas. Los pechos. Las mejillas. Siempre una se encontraba medio encima de la otra, y quien se encontraba abajo podía gozar del privilegio de tocarle las nalgas a la otra. Ella tiene un culo hermoso, redondo, durito, lo acaricié. Luego ella tocó el mío. Nos besamos con la lengua, solo con la lengua, la sacaba de mi boca como si estuviese lamiendo una vagina, y de esa forma nuestras lenguas se anudaban en el aire, nuestra saliva se mezclaba.
El lubricante natural de mi vagina comenzó a salir, me encontraba empapada, y con jeans ajustados, una situación incómoda. Yo al usar tanga sentía todo el interior de mis muslos chorrearse, y la tela del jean me raspaba. Ella en cambio usa culote, eso la protege mucho más, porque yo sabía que ella también se estaba chorreando. Las mujeres solemos decir eso a nuestro amante de turno cuando ocurre.
- Estoy empapada – me susurró.
Al salir del cine fuimos a su casa, tranquilas, no salimos corriendo para tener sexo. Las dos sabíamos que eso iba a ocurrir, venía ocurriendo cada día desde hacía un tiempo. Estar al lado de una persona que no es tu pareja oficial, y saber que te la vas a coger es algo excitante, una trata de quitarle importancia al asunto, y trata de disimular la situación hablando de otras cosas, aunque en el fondo se está pensando en la posición que se hará cuando llegué la acción.
Ingresamos a la habitación. Ella me fue arrinconando, caminando delante de mí, yo debía retroceder, como si se tratara de una pelea. En su mirada había sexo. Mi espalda chocó contra la pared del rincón, frente a su cama, en la pared del frente se encuentra el espejo. Ella colocó sus manos sobre mis caderas, acercó su boca a la mía y la besó con los ojos cerrados. Yo respondí el beso pero sin cerrar los ojos, las luces estaban encendidas y por el espejo podía verle la cola, y verme a mí misma acorralada. Bajé mis manos y toqué sus glúteos, ver esa imagen en el espejo me excitó. Cerré los ojos y nos besamos unos minutos.
Sin separar nuestros labios, o separándolos solo para darle lugar a nuestras lenguas, fuimos quitándonos la ropa. Yo desabroché su camisa, debajo solo llevaba su corpiño rojo, de ahí bajé para quitar sus pantalones. Ella quitó mi blusa, dejando mis pechos al aire y a total disposición de sus besos. Su culote era rojo. Mi tanga rosa y negra. Ella se encontraba más vestida que yo, su camisa desabrochada, el corpiño y el culote. Yo solo llevaba mi tanga. Mirarle el culo por el espejo me calentaba demasiado, estábamos de pie, transando en el rincón de la habitación. Ella besaba mi cuello, mis orejas, bajaba a lamer mis pezones, besaba mis pechos, y subía lamiéndome con su lengua todo el cuello, la pera, hasta llegar nuevamente a mis labios. Yo solo me dejé hacer lo que ella quiso, me limité a tocarle el culo, le apretaba cada nalga con fuerza, la soltaba, la acariciaba en redondeles para disfrutar de toda su piel. Introducía mi mano por debajo de su culote, haciendo que el elástico se estirara, y desde allí tocaba bien su cola. Ella bajó a besar mi panza, y haciendo que se enrolle sobre sí misma, fue bajando mi tanga hasta los tobillos. Levanté primero un pie y luego el otro para quedar completamente desnuda. Ella elevó uno de mis muslos, haciendo que mi pierna s flexionara, dejándome con las piernas abiertas y mi vagina a disposición de su boca.
Primero jugó un poco alrededor de mi vulva. Daba pequeños besos en el interior de mis muslos. Su mano depositada en mi cola jugaba con mi rayita trasera, generando en mi cosquillas y excitación. Finalmente pasó su lengua desde la parte baja de mi concha hasta arriba, donde se detuvo en mi clítoris y lamió con movimientos cortos y veloces.
Yo miraba la escena por el espejo. Veía a Camila arrodillada frente a mí, con una mano pasada por debajo de mis piernas para tocarme la cola y con la otra separando mis labios vaginales para poder chupármela mejor. Por momentos bajaba mi mirada y se chocaba con la mirada de ella, me excitaba verla allí abajo, con los ojos delineados, la boca abierta y su lengua afuera, además de la terrible cara de puta que siempre pone Camila a la hora de tener sexo. Yo sabía que mi cara era una sola mueca de placer porque podía verlo en el espejo, mi frente fruncida, los ojos entre cerrados, la boca abierta o mordiendo mi labio inferior. Comencé a gemir y hacer movimientos pélvicos para acompañar la chupada de concha que me estaban regalando. Cuando ella introdujo dos dedos mis piernas temblaron porque llegó el orgasmos, estuve a punto de caer vencida al suelo. Ella me sujetó y me llevó hasta la cama, lugar donde me puso en cuatro patitas.
Una vez en esa posición elevó mi culo y separó mis nalgas. Acto seguido comenzó a lamérmelo, que es algo que me encanta, es hermoso que me chupen el culo. Yo a pesar de la pasión y calentura del momento, y de estar lanzando gemidos y de decirle lo bien que se sentía, tuve la lucidez de mirar el espejo. Ahí estaba yo, en cuatro patas con el orto abierto y Camila detrás de mí metiendo su lengua. Me volteó. Puso una cara de puta terrible y se quitó la camisa en cámara lenta. Luego el corpiño y bajó su tronco para dejar sus tetas sobre mi cara. Se movía hacia los costados haciendo que sus pechos me dieras pequeñas cachetadas. Se los chupé, mordí sus pezones mientras con mi mano acariciaba por encima del culote su vagina que se encontraba empapada. Ella se recostó y fue mi oportunidad de dejarla desnuda por completo, le saqué el culote, dejando su conchita al aire, sus pelos estaban bañados en flujo, aunque los llevaba muy bien depilados en forma de triangulito. Bajé y se la chupé. Escucharla gemir es algo que me pone loca, ese sonido agudo pero jadeante, sentir como arquea su espalda ante cada uno de mis lengüetazos, verla abrir sus piernas y levantarlas para que pueda chupar mejor, Camila me calienta.
Subí a besar su boca, sus labios tenían los restos de mi flujo vaginal, aunque el flujo ya estaba seco y se le formaba una especie de costra no me importó, la besé e hice que ella probara su propia concha, mis labios y mi lengua estaban bañados de su líquido espeso. Maniobramos y quedamos frente a frente. Se vendría la tijereta, el clásico concha con concha que tanto me enloquece.
Comenzamos suave. Nos apoyamos y nos frotamos. Dejé que ella se moviera primero, luego fui yo la encargada de darle placer a ella. Yo sentía sus pelitos raspar mi piel, y me calentó mucho saber que los míos estarían raspando a ella, yo me depilo con forma de línea. La temperatura fue subiendo y comenzamos a decirnos cosas.
- ¿Te gusta puta?
- Dale, grita guachita.
- Me encanta ese ritmo, no pares.
- Ahhh…Ahhh…
- Oh, oh, oh…
Gemimos de formas distintas, hasta utilizamos vocales distintas para manifestar nuestro goce. Su acabada terminó en mi panza, un chorro largo y veloz de fluido vaginal. Mi orgasmo finalizó sobre su muslo interno, pequeños chorritos de acabada fueron mojando su piel.
Quedamos recostadas recuperando el aire. Nos bañamos juntas. En la ducha la masturbé y ella a mí. Regresamos a la cama. Nos abrazamos y dormimos. No había necesidad de volver a coger. Sabíamos que al día siguiente lo haríamos dos veces, por la tarde y por la noche, ritual que hicimos durante los varios meses que duró nuestra relación.
Ya éramos amantes al borde del noviazgo. Esa noche fuimos a cenar a una parrilla donde todos nos miraban, estaba claro que se trataba de dos lesbianas, ambas bien vestidas, simpáticas, y se ve que nos comíamos con la mirada mutuamente, porque los hombres se susurraban entre ellos y nos observaban con una sonrisa.
De la parrilla nos dirigimos al cine, donde nos sentamos en las butacas del fondo, lugar que elegimos para comernos la boca a más no poder, de todas las formas que existen. Bien apasionada, lanzando pequeños gemidos y jadeos, agarrándonos la nuca para no dejar escapar a la otra. Suave, apenas rozando los labios. Besos que sonaban con un chuik, chuik de esos que excitan. Besos silenciosos. Ella entreabría su boca y dejaba sus labios quietos, y yo con los míos y mi lengua debía explorar esa zona, lamía sus labios, introducía mi lengua en su boca y raspaba la suya, acariciaba sus labios interiores, sentía el filo de sus dientes. Ella hizo lo mismo conmigo. Introducía mi dedo en su boca, ella con los ojos cerrados hacía la mueca de estar haciendo un pete. Luego abría los ojos y lamía mi dedo con toda la carne de su lengua. Nos acariciábamos las piernas. Los pechos. Las mejillas. Siempre una se encontraba medio encima de la otra, y quien se encontraba abajo podía gozar del privilegio de tocarle las nalgas a la otra. Ella tiene un culo hermoso, redondo, durito, lo acaricié. Luego ella tocó el mío. Nos besamos con la lengua, solo con la lengua, la sacaba de mi boca como si estuviese lamiendo una vagina, y de esa forma nuestras lenguas se anudaban en el aire, nuestra saliva se mezclaba.
El lubricante natural de mi vagina comenzó a salir, me encontraba empapada, y con jeans ajustados, una situación incómoda. Yo al usar tanga sentía todo el interior de mis muslos chorrearse, y la tela del jean me raspaba. Ella en cambio usa culote, eso la protege mucho más, porque yo sabía que ella también se estaba chorreando. Las mujeres solemos decir eso a nuestro amante de turno cuando ocurre.
- Estoy empapada – me susurró.
Al salir del cine fuimos a su casa, tranquilas, no salimos corriendo para tener sexo. Las dos sabíamos que eso iba a ocurrir, venía ocurriendo cada día desde hacía un tiempo. Estar al lado de una persona que no es tu pareja oficial, y saber que te la vas a coger es algo excitante, una trata de quitarle importancia al asunto, y trata de disimular la situación hablando de otras cosas, aunque en el fondo se está pensando en la posición que se hará cuando llegué la acción.
Ingresamos a la habitación. Ella me fue arrinconando, caminando delante de mí, yo debía retroceder, como si se tratara de una pelea. En su mirada había sexo. Mi espalda chocó contra la pared del rincón, frente a su cama, en la pared del frente se encuentra el espejo. Ella colocó sus manos sobre mis caderas, acercó su boca a la mía y la besó con los ojos cerrados. Yo respondí el beso pero sin cerrar los ojos, las luces estaban encendidas y por el espejo podía verle la cola, y verme a mí misma acorralada. Bajé mis manos y toqué sus glúteos, ver esa imagen en el espejo me excitó. Cerré los ojos y nos besamos unos minutos.
Sin separar nuestros labios, o separándolos solo para darle lugar a nuestras lenguas, fuimos quitándonos la ropa. Yo desabroché su camisa, debajo solo llevaba su corpiño rojo, de ahí bajé para quitar sus pantalones. Ella quitó mi blusa, dejando mis pechos al aire y a total disposición de sus besos. Su culote era rojo. Mi tanga rosa y negra. Ella se encontraba más vestida que yo, su camisa desabrochada, el corpiño y el culote. Yo solo llevaba mi tanga. Mirarle el culo por el espejo me calentaba demasiado, estábamos de pie, transando en el rincón de la habitación. Ella besaba mi cuello, mis orejas, bajaba a lamer mis pezones, besaba mis pechos, y subía lamiéndome con su lengua todo el cuello, la pera, hasta llegar nuevamente a mis labios. Yo solo me dejé hacer lo que ella quiso, me limité a tocarle el culo, le apretaba cada nalga con fuerza, la soltaba, la acariciaba en redondeles para disfrutar de toda su piel. Introducía mi mano por debajo de su culote, haciendo que el elástico se estirara, y desde allí tocaba bien su cola. Ella bajó a besar mi panza, y haciendo que se enrolle sobre sí misma, fue bajando mi tanga hasta los tobillos. Levanté primero un pie y luego el otro para quedar completamente desnuda. Ella elevó uno de mis muslos, haciendo que mi pierna s flexionara, dejándome con las piernas abiertas y mi vagina a disposición de su boca.
Primero jugó un poco alrededor de mi vulva. Daba pequeños besos en el interior de mis muslos. Su mano depositada en mi cola jugaba con mi rayita trasera, generando en mi cosquillas y excitación. Finalmente pasó su lengua desde la parte baja de mi concha hasta arriba, donde se detuvo en mi clítoris y lamió con movimientos cortos y veloces.
Yo miraba la escena por el espejo. Veía a Camila arrodillada frente a mí, con una mano pasada por debajo de mis piernas para tocarme la cola y con la otra separando mis labios vaginales para poder chupármela mejor. Por momentos bajaba mi mirada y se chocaba con la mirada de ella, me excitaba verla allí abajo, con los ojos delineados, la boca abierta y su lengua afuera, además de la terrible cara de puta que siempre pone Camila a la hora de tener sexo. Yo sabía que mi cara era una sola mueca de placer porque podía verlo en el espejo, mi frente fruncida, los ojos entre cerrados, la boca abierta o mordiendo mi labio inferior. Comencé a gemir y hacer movimientos pélvicos para acompañar la chupada de concha que me estaban regalando. Cuando ella introdujo dos dedos mis piernas temblaron porque llegó el orgasmos, estuve a punto de caer vencida al suelo. Ella me sujetó y me llevó hasta la cama, lugar donde me puso en cuatro patitas.
Una vez en esa posición elevó mi culo y separó mis nalgas. Acto seguido comenzó a lamérmelo, que es algo que me encanta, es hermoso que me chupen el culo. Yo a pesar de la pasión y calentura del momento, y de estar lanzando gemidos y de decirle lo bien que se sentía, tuve la lucidez de mirar el espejo. Ahí estaba yo, en cuatro patas con el orto abierto y Camila detrás de mí metiendo su lengua. Me volteó. Puso una cara de puta terrible y se quitó la camisa en cámara lenta. Luego el corpiño y bajó su tronco para dejar sus tetas sobre mi cara. Se movía hacia los costados haciendo que sus pechos me dieras pequeñas cachetadas. Se los chupé, mordí sus pezones mientras con mi mano acariciaba por encima del culote su vagina que se encontraba empapada. Ella se recostó y fue mi oportunidad de dejarla desnuda por completo, le saqué el culote, dejando su conchita al aire, sus pelos estaban bañados en flujo, aunque los llevaba muy bien depilados en forma de triangulito. Bajé y se la chupé. Escucharla gemir es algo que me pone loca, ese sonido agudo pero jadeante, sentir como arquea su espalda ante cada uno de mis lengüetazos, verla abrir sus piernas y levantarlas para que pueda chupar mejor, Camila me calienta.
Subí a besar su boca, sus labios tenían los restos de mi flujo vaginal, aunque el flujo ya estaba seco y se le formaba una especie de costra no me importó, la besé e hice que ella probara su propia concha, mis labios y mi lengua estaban bañados de su líquido espeso. Maniobramos y quedamos frente a frente. Se vendría la tijereta, el clásico concha con concha que tanto me enloquece.
Comenzamos suave. Nos apoyamos y nos frotamos. Dejé que ella se moviera primero, luego fui yo la encargada de darle placer a ella. Yo sentía sus pelitos raspar mi piel, y me calentó mucho saber que los míos estarían raspando a ella, yo me depilo con forma de línea. La temperatura fue subiendo y comenzamos a decirnos cosas.
- ¿Te gusta puta?
- Dale, grita guachita.
- Me encanta ese ritmo, no pares.
- Ahhh…Ahhh…
- Oh, oh, oh…
Gemimos de formas distintas, hasta utilizamos vocales distintas para manifestar nuestro goce. Su acabada terminó en mi panza, un chorro largo y veloz de fluido vaginal. Mi orgasmo finalizó sobre su muslo interno, pequeños chorritos de acabada fueron mojando su piel.
Quedamos recostadas recuperando el aire. Nos bañamos juntas. En la ducha la masturbé y ella a mí. Regresamos a la cama. Nos abrazamos y dormimos. No había necesidad de volver a coger. Sabíamos que al día siguiente lo haríamos dos veces, por la tarde y por la noche, ritual que hicimos durante los varios meses que duró nuestra relación.
5 comentarios - Haciendo el amor con Camila
No te dejo puntos ahora, porque me queda solo 1
Mañana cuando me recarguen, paso a cumplir.
👏 👏 👏 👏 👏
Hermosa historia...me mojé leyéndote!!!
Sos una Genia nena! 💗
besitossssssssssss
Gran relato!
Gracias por compartir