Nos fuimos a quedar un fin de semana largo a la casa del tío de mi novio. Él vive con su mujer, en realidad es su novia, pero como están conviviendo hace bastante dicen que son marido y mujer. Él tiene treinta y ocho años, ella treinta y dos. Nos recibieron muy bien, ella cocina de mil maravillas y él sabe contar muchos chistes y tiene anécdotas muy graciosas.
Por la noche nos dieron una habitación que quedaba pegada a la de ellos. Me sorprendió que pasada las doce de la noche comenzaron a oírse gemidos de placer femeninos, pues claro, los tíos de mi novio habían empezado a hacer el amor. Con mi novio nos miramos y nos reímos. Como los sonidos eróticos no se detenían me di cuenta que a Pepe (mi novio) se le había endurecido su miembro, y a decir verdad a mi me excitaba oír gemir como un oso a Fernando, así se llama el tío.
Comenzamos a besarnos, hasta que no soportamos el momento de pasión, y con los gemidos que venían de la otra habitación de fondo, me deslicé hasta el pene de mi novio y lo empecé a lamer. Tan grande era la calentura de Pepe que no tardó en eyacular en mi boca. Yo subí con su semen colgando de mis labios y lo besé en la boca, a él le gusta probar su propia leche, siempre y cuando esté primero en mí. A veces dejo que me acabe dentro de la vagina, y entonces él baja de inmediato, o yo me siento sobre su boca y desde ahí lame su propio esperma.
- ¿Te calienta escuchar gemir a Sandra? – le pregunté.
- No, no, es la mujer de mi tío… nada que ver.
Supe que me estaba mintiendo.
Pepe me devolvió la gentileza y bajó a hacerme un poco de sexo oral, algo que sabe que me gusta mucho. Desde la habitación de al lado daba la sensación que Sandra estaba teniendo un orgasmo múltiple, no paraba de gritar y gemir. Yo apenas sentí la lengua de mi novio apoyarse en mi clítoris lancé un jadeo. Antes de darme cuenta estaba gritando de placer y diciendo algunas obscenidades. Parecía una competencia femenina de gritos, Sandra por su lado no mermaba sus gemidos, y yo no me quedaba atrás. De repente se callaron. Supuse que habían acabado. No me importó, yo todavía no alcanzaba las cosquillas, así que seguí con los jadeos.
La puerta de nuestra habitación se encontraba entre abierta, y en eso veo a Fernando pasar, pensé que iba al baño a tirar el forro. Se detuvo y espió por la abertura de la puerta. Pepe estaba de rodillas en el suelo, y yo recostada boca arriba con las piernas bien abiertas para que me la chupara mejor. Mi mirada se cruzó con la de Fernando, que lejos de intimidarse comenzó a masturbarse mientras miraba como su sobrino chupaba mi concha. Yo todavía tenía restos de semen en mi cara, los junté con mi dedo índice y lo tragué como si fuese dulce de leche, mirándolo fijo. Luego de unos segundos acabé con un largo y sonoro jadeo.
- Voy al baño – susurré a Pepe – Me enjuago la boca y vuelvo.
Vestida solo con mi bombacha y mi corpiño salí al pasillo, donde unos metros más adelante se encontraba Fernando.
- ¿Dónde queda el baño? – le pregunté.
- Vení que te muestro.
Abrazándome de la cintura me llevó hasta el baño. Por alguna razón ingresó conmigo. Yo comencé a enjuagarme la boca cuando vi que él se quitaba el preservativo dándome la espalda.
Antes que terminara de hacerlo lo abracé por la espalda, y con suaves movimientos fui yo la encargada de quitarle el forro que minutos antes había estado dentro de la vagina de Sandra. Podía sentir todavía la tibieza del semen. Una vez con el forro en mis manos lo miré, introduje el preservativo en mi boca y chupé para que toda su lechita quedara dentro de mi boca. Saqué la lengua para que viera su propia acabada dentro de mí y me lo tragué.
Fernando me abrazó del cuello y comenzó a transarme, supuse que el morbo de probar la propia leche es algo que viene de familia. No tardé en arrodillarme a chupar su pene. No era demasiado grande, pero si muy ancho y peludo. Lamí su cabeza que todavía tenía gusto a flujo vaginal, era obvio que antes de ponerse el forro habían estado penetrándose sin protección. Luego bajé hasta los huevos, que introduje de a uno en mi boca. Finalmente chupé todo su tronco, metiendo y sacando ese miembro de mi boca. Empecé a pajearlo mientras le pedí que acabara rápido que no teníamos tiempo. Me corrió unos centímetros y siguió haciéndose la paja él mismo, hasta que luego de un par de minutos sentí como su leche caía sobre mi cara. Me llamó la atención al consistencia del semen, era espeso por ser que había acabado hacía poco, la segunda acabada por lo general es más líquida.
Tragué la leche nuevamente. Enjuagué bien mi boca. Lo besé apasionadamente con la lengua unos segundos y me fui a dormir, prometiéndole que eso no terminaría allí.
Pero eso será parte de otro relato.
Por la noche nos dieron una habitación que quedaba pegada a la de ellos. Me sorprendió que pasada las doce de la noche comenzaron a oírse gemidos de placer femeninos, pues claro, los tíos de mi novio habían empezado a hacer el amor. Con mi novio nos miramos y nos reímos. Como los sonidos eróticos no se detenían me di cuenta que a Pepe (mi novio) se le había endurecido su miembro, y a decir verdad a mi me excitaba oír gemir como un oso a Fernando, así se llama el tío.
Comenzamos a besarnos, hasta que no soportamos el momento de pasión, y con los gemidos que venían de la otra habitación de fondo, me deslicé hasta el pene de mi novio y lo empecé a lamer. Tan grande era la calentura de Pepe que no tardó en eyacular en mi boca. Yo subí con su semen colgando de mis labios y lo besé en la boca, a él le gusta probar su propia leche, siempre y cuando esté primero en mí. A veces dejo que me acabe dentro de la vagina, y entonces él baja de inmediato, o yo me siento sobre su boca y desde ahí lame su propio esperma.
- ¿Te calienta escuchar gemir a Sandra? – le pregunté.
- No, no, es la mujer de mi tío… nada que ver.
Supe que me estaba mintiendo.
Pepe me devolvió la gentileza y bajó a hacerme un poco de sexo oral, algo que sabe que me gusta mucho. Desde la habitación de al lado daba la sensación que Sandra estaba teniendo un orgasmo múltiple, no paraba de gritar y gemir. Yo apenas sentí la lengua de mi novio apoyarse en mi clítoris lancé un jadeo. Antes de darme cuenta estaba gritando de placer y diciendo algunas obscenidades. Parecía una competencia femenina de gritos, Sandra por su lado no mermaba sus gemidos, y yo no me quedaba atrás. De repente se callaron. Supuse que habían acabado. No me importó, yo todavía no alcanzaba las cosquillas, así que seguí con los jadeos.
La puerta de nuestra habitación se encontraba entre abierta, y en eso veo a Fernando pasar, pensé que iba al baño a tirar el forro. Se detuvo y espió por la abertura de la puerta. Pepe estaba de rodillas en el suelo, y yo recostada boca arriba con las piernas bien abiertas para que me la chupara mejor. Mi mirada se cruzó con la de Fernando, que lejos de intimidarse comenzó a masturbarse mientras miraba como su sobrino chupaba mi concha. Yo todavía tenía restos de semen en mi cara, los junté con mi dedo índice y lo tragué como si fuese dulce de leche, mirándolo fijo. Luego de unos segundos acabé con un largo y sonoro jadeo.
- Voy al baño – susurré a Pepe – Me enjuago la boca y vuelvo.
Vestida solo con mi bombacha y mi corpiño salí al pasillo, donde unos metros más adelante se encontraba Fernando.
- ¿Dónde queda el baño? – le pregunté.
- Vení que te muestro.
Abrazándome de la cintura me llevó hasta el baño. Por alguna razón ingresó conmigo. Yo comencé a enjuagarme la boca cuando vi que él se quitaba el preservativo dándome la espalda.
Antes que terminara de hacerlo lo abracé por la espalda, y con suaves movimientos fui yo la encargada de quitarle el forro que minutos antes había estado dentro de la vagina de Sandra. Podía sentir todavía la tibieza del semen. Una vez con el forro en mis manos lo miré, introduje el preservativo en mi boca y chupé para que toda su lechita quedara dentro de mi boca. Saqué la lengua para que viera su propia acabada dentro de mí y me lo tragué.
Fernando me abrazó del cuello y comenzó a transarme, supuse que el morbo de probar la propia leche es algo que viene de familia. No tardé en arrodillarme a chupar su pene. No era demasiado grande, pero si muy ancho y peludo. Lamí su cabeza que todavía tenía gusto a flujo vaginal, era obvio que antes de ponerse el forro habían estado penetrándose sin protección. Luego bajé hasta los huevos, que introduje de a uno en mi boca. Finalmente chupé todo su tronco, metiendo y sacando ese miembro de mi boca. Empecé a pajearlo mientras le pedí que acabara rápido que no teníamos tiempo. Me corrió unos centímetros y siguió haciéndose la paja él mismo, hasta que luego de un par de minutos sentí como su leche caía sobre mi cara. Me llamó la atención al consistencia del semen, era espeso por ser que había acabado hacía poco, la segunda acabada por lo general es más líquida.
Tragué la leche nuevamente. Enjuagué bien mi boca. Lo besé apasionadamente con la lengua unos segundos y me fui a dormir, prometiéndole que eso no terminaría allí.
Pero eso será parte de otro relato.
26 comentarios - El tío de mi novio
Muy caliente!
Gracias por compartir
Espero q en el proximo seas mas putita...jajaja
Van puntitos...