You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Perdí mi virginidad violado por una mujer....

Escribo este relato, y pido perdón si es demasiado desordenado, pero lo escribo como sale, porque tengo la necesidad imperiosa de limpiar mi alma, de ordenar mi mente, y de entender mi conducta. Hasta hace tan solo una semana atrás, era una persona totalmente distinta a la que hoy siento que soy. Hasta hace una semana atrás mis convicciones eran totalmente firmes, mi mente navegaba las calmas aguas de la paz, mi ser estaba completamente desposeído de todas las pasiones del cuerpo.

Mi vida transcurría apaciblemente en el pueblo, aunque a decir verdad respecto del lugar, bastante grande para decirle pueblo y algo chico para llamarlo ciudad.
Lugar tranquilo, de tiempo caluroso, largos veranos, y pocos fríos, casas bajas, veredas anchas, con añejos árboles, siestas largas, totalmente tranquilas, gente buena, trabajadora, pero como todo pueblo, con demasiados secretos, con demasiadas cosas que ocultar.

Todas mis tardes recibía la visita de varios lugareños, venían a contar sus penas, calmar su alma, despejar su mente. Entre todos ellos se destacaba una mujer....

Recuerdo que comencé a notar su presencia por como olía, un perfume delicado, sensual, exquisito, salía de su ser, siempre elegantemente vestida, siempre sencillamente maquillada, dejando entrever en realidad una extraordinaria belleza natural.

Recuerdo también, que cada martes y jueves venia en busca de mis palabras, de mis consejos, hasta de mis consuelos. Su voz me llamaba poderosamente la atención, era una voz firme, sensual, demostraba mediantes sus palabras y su gesticulación, ser como un animal encerrado en una jaula, intentando ser libre. Si, lo recuerdo bien, todo eso llamo poderosamente mi atención.

Los primeros días que vino a verme, solía contarme de su tristeza eterna, de su vida económicamente tranquila en el pueblo, pero vacía, notablemente vacía, situación que la angustiaba en demasía, situación que la sumía en un estado aletargado respecto a lo que su alma solicitaba.

Con el transcurrir de sus visitas pude enterarme a través de sus palabras que en realidad, gran parte de su angustia, radicaba en un creciente aburrimiento por el rol que desarrollaba puertas adentro de su casa.

Me confesó que era una persona casada con un hombre totalmente machista que pasaba gran parte de su tiempo en el trabajo y que dedicaba pocas horas a disfrutar su matrimonio.

Me contó también, a medida que los días iban pasando, y que su confianza en mí crecía, que su vida sexual era escasa y monótona, con lo cual había descubierto, casi por obligación, satisfacer sus deseos solitariamente, explorando su cuerpo con sus manos, y eso, le parecía terriblemente sucio, asqueroso. Me contó también que esos pareceres seguramente eran productos de su rígida educación en un hogar donde la religión, estaba por sobre todas las cosas.

Y poco a poco descubrí, a raíz de sus relatos, que lo que más la perturbaba en el presente era el aumento de sus fantasías y deseos, el problema que la acongojaba era que estas, sus fantasías, se adueñaban por completo de su cabeza, y sentía que su cuerpo, hervía en deseos y excitación que necesitaba calmar, por ende su tiempo libre, que era mucho, lo usaba explorando su cuerpo, y dándose placer a ella misma.

Circunstancia que si bien en principio la satisfacía, ahora la subsumía en un profundo estado de vacío y de angustia y a raíz de eso, cada vez más, rehusaba acercarse a su marido.

Todos los días que me visitaban, eran prácticamente iguales.
Luego de escuchar todas sus angustias, sus llantos y lamentaciones, me dedicaba a hablarle, a darle paz, a tranquilizarla.

No sabía que más hacer realmente con ella. Sus relatos, y sus angustias estaban alterando mi vida.
Empecé a notar que mis pensamientos se veían invadidos por su presencia, y que los días que no la escuchaba ni la veía se hacían insoportables e interminables, también empecé a darme cuenta que mi cuerpo reaccionaba a su perfume, a su voz, a su cuerpo.

Varias veces me descubría, frente a ella, o pensando en ella, que mi pene se ponía totalmente erecto, como mi cuerpo ardía, como mi mente se perdía en imágenes y pensamientos que no podía permitirme, no debía, en realidad permitirme, y sé que durante muchos días me castigaba por ello.

Pensé que la mejor solución, era no volver a verla ni a escucharla, pero debería buscar argumentos sólidos para hacerlo, y debería encontrarlos en forma urgente, porque de lo contrario, afectaría por completo mi ordenada vida.

Recuerdo que el último día de tranquilidad y paz para mi persona, si así puede llamarse al estado en que yo vivía en esos momentos, fue un martes, justamente un martes, día en que ella vendría nuevamente a contarme todas sus angustias, todos sus deseos, todo su morboso presente. Recuerdo también que la esperé, no sabía porque, pero la esperé, no debía hacerlo, pero lo hice.

En ese estado de excitación y culpa, la esperé, mientras lo hacía, recibí a varias personas, y sin quererlo llego la noche.
- Y ella? - Ella no había venido.

Por un lado me angustié por no tener su presencia, por otro me alegré, de poder estar en paz y tener una noche tranquila.

Todo lo que había pensado fue en vano, mi noche fue terrible, mi cuerpo pedía su presencia, mis oídos necesitaban su voz, mis ojos de su belleza, y mi pene parado, queriendo reventar mi pijama, me pedía a gritos su sensualidad, y sus palabras llenas de deseo. Tuve que calmarme… me costó, debo confesarlo, pero logre hacerlo… me dormí.

Pasado el mediodía del miércoles, justo cuando el pueblo, en su calma y tranquilidad solo se diferencia de la noche por la presencia de la claridad, apareció, la vi llegar, venía con un paso distinto, un andar más firme, más seguro, aunque sin perder en lo absoluto su sensualidad ni su belleza.

Entró, me saludo, me miró a los ojos, y la note nerviosa, rara, con una mezcla de tensión y angustia. La observé y le pregunte si estaba bien, me dijo que sí. Le comente, que en realidad me había preocupado porque ayer, por primera vez en meses, no había venido a verme.

Sonrió, y sus ojos parecieron iluminarse, como si estuviera esperando mis palabras.

Se mantuvo en silencio por unos segundos, al mirar sus ojos, pude darme cuenta, que muy disimuladamente observó el alrededor, y al volver la vista a mí, me dijo…

- Anoche pensé mucho mucho en usted, pensé toda la noche y tome una decisión.

Sin entender del todo sus palabras, me quedé mirándola, sin saber que contestarle.

Y ella, al darse cuenta de eso, en un solo movimiento, se acercó hacia mí, su boca quedo pegada a la mía y empezó a besarme.

Fue un beso completamente apasionado, un beso que no esperaba, un beso que me conmovió, que rompió todas mis estructuras, un beso que respondí como nunca antes había hecho.

Fue un beso que duró pocos segundos, pero que a mi boca lo marcó para toda la vida.

Sin que mediara palabra alguna sentí que su mano acariciaba por afuera de mi ropa, mi pene.

Lo acariciaba, con deseo, con ganas, con desesperación.

Noté al simple contacto de su mano una terrible erección y con ella una mezcla de vergüenza y deseo que me atormento por completo, e hizo que diera un paso para atrás, tratando de salir de esa situación.

Ella se dio cuenta de lo que hice, y por unos segundos tuve la esperanza que dejara de avanzar en lo que se proponía.

Pero mi pensamiento pronto se desmoronó, al darme cuente que nuevamente se acercaba a mí, rozaba con sus labios y su lengua mi boca, y se deslizaba suavemente hacia mi sexo, una vez que estuvo arrodillada, y con su cara frente a mi ingle, mis manos se apoyaron sobre su cabeza, y juro que solo fue con la intención de acariciarla, mi mente estaba totalmente confundida y mi boca suplicaba que dejara de hacer lo que estaba, haciendo.

En ese instante, levanto sus ojos, al mismo tiempo que revolvía mis ropas, y sus manos desesperadamente buscaban mi pene, y con una voz entrecortada y muy suave, casi susurrando, casi gimiendo, a punto de ponerse mi verga dura en su boca, me dijo…

- “Padre, lo deseo…” y sin decir nada mas, metió todo mi pene en su boca.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, un latigazo de placer, de deseo subió desde mi sexo y llego directamente hasta mi cerebro, dejando mi cuerpo, totalmente ardiendo.

Que hacía yo con mi sotana subida hasta la cintura, siendo prácticamente violado por esa hermosa mujer? Que hacía yo con mis votos de castidad, con mi fe, con mis convicciones? Que hacía yo con la elección de vida que había adoptado para mí?

Mientras ella succionaba mi pene, y lo lamia con desesperación, por mi cabeza se cruzaba un miedo que me paralizaba, un temor que no sabía cómo sacármelo de encima.

Como hacía para decirle a esa mujer que no tenía ni idea de cómo actuar en una situación como esta, como hacía para explicarle mi inexperiencia con una mujer?

No pasó mucho tiempo hasta que empecé a sentir que mis testículos se llenaban de leche, que el recorrido inexorable de mi semen hacia la pija había empezado, años de semen juntados, años sin salir de mi sexo estaban a punto de desparramarse en su boca.

Como pude agarre su cabeza, enrolle mis manos en su pelo y trate de meter mi verga lo más adentro de su boca.

Creo que entendió perfectamente que estaba cerca de acabar, y empezó a chupármela cada vez más fuerte, hasta que por primera vez en mi vida, estaba eyaculando en una mujer, y en su boca.

Chorros de leche salían de mi pija, como si ella hubiera abierto la puerta de salida a un mundo nuevo, chorros que inundaron su boca, y ella, con total astucia fue tragando de a poco.

Una vez que mis huevos fueron vaciados, su boca se encargo de limpiar toda mi pija, dejándola en unos momentos nuevamente erecta, cada vez más erecta.

Me acerque a ella, y le dije que había hecho pedazos mi virginidad.

Con una mirada esplendida y una sonrisa completamente lasciva me observo y me dijo:

- “…No padre, su virginidad se va a hacer añicos ahora… y por su inexperiencia no se preocupe, solo déjese llevar, el resto lo hago yo…”

Y así fue, me deje llevar, y sentí como esa mujer acercaba su cuerpo desnudo a mí, me acostaba en el piso de la sacristía y se montaba sobre mi miembro.

Su concha húmeda, mojada, hambrienta, lo devoró en un segundo, y luego de eso, movió sus cinturas y sus caderas a un ritmo pausado al principio y frenético después.

Mi cabeza estaba a punto de explotar, no podía creer todas las sensaciones que sentía, no podía creer, todo lo que me había perdido durante todos estos años, pero a la vez, le daba las gracias a esa mujer, por estar enseñándome lo que era coger.

Movía sus caderas tan fuerte, que por momentos pensé que se iba a desgarrar, y entonces sus gemidos se fueron entrecortando, su respiración se hizo más intensa, y un escalofrió empezó a recorrer todo su cuerpo, no paraba de temblar ni de gemir, tampoco paraba de moverse, hasta que quedo quieta y cayó sobre mi cuerpo, en ese instante, entendí que era mi turno, y empecé a mover mi cuerpo, penetrándola, cada vez más adentro, cada vez con más ritmo, hasta que nuevamente mi leche salió disparada de mi pija e inundo toda su concha….

Esta es la historia de mi primera vez, esta es la historia de cómo conocí a esa mujer que me desvirgo, hace apenas una semana…

Ahora los tengo que dejar, ya casi son las cinco, se acerca la hora en que ella viene a confesarse…

1 comentarios - Perdí mi virginidad violado por una mujer....

mimameporaca +2
Nene donde queda ese confesionario???? mortal el relato...si te digo que me calentó esta mal??? jajajaj