Ella, elegante, sensual, atractiva, muy caliente a la vista, desparramando deseo y excitación en los hombres que la cruzaban. Ella, la más ardiente de mis clientas, la que ocupaba mi mente, la deseada. Ella, a la que a toda costa quería cogerme.
Y ahí estaba yo, como todos los días, en mi carnicería, con mis elementos de trabajo, mi delantal, mis cuchillos, atendiendo a mis clientas.
Cada vez que ella entraba, daba la casualidad que tenía que esperar para que llegue su turno, y se notaba que eso le molestaba, la ponía sumamente impaciente, casi que la descontrolaba. Al principio me molestaba, luego empecé a acostumbrarme, y a sacar rédito de su permanencia en mi espacio, en mi territorio. Empecé a realizar comentarios insinuantes y con doble intención, destinados a ella, mientras atendía a mis otras clientas, y notaba como en su cara se dibujaba la incomodidad y la vergüenza. Ese juego me parecía excitante y provocador, y me atraía, a sabiendas que cuando llegaba su turno, hacia su pedido con su característico trato frio, distante, lleno de soberbia, marcando con cada palabra y cada silencio la diferencia de status entre ella, la profesional, y yo un simple carnicero.
Luego de unos días, y sabiendo que mis insinuaciones aumentaban día a día, tomó la decisión de no esperar más, y dejarme un papel con sus pedidos. Sin perder la oportunidad que se me presentaba, le pregunte si quería que se los acercara a su casa. Su respuesta negativa, fue tajante, fría, casi despectiva, pero no por eso menos sensual, y sabía que mis insinuaciones la provocaban, la sacaban de su estructura mental. Pero por ahora más no podía hacer.
Tuve que preguntarle, entonces como hacíamos con los pedidos, a lo que me respondió que su marido vendría a buscarlos. Esa respuesta, fue marcada, precisa, casi dicha de forma hiriente.
Así fue pasando el tiempo, hasta que un día, muy temprano a la mañana, entró a la carnicería, y supongo que se habrá puesto contenta de ver que no tenía a nadie delante suyo, supongo también que se asombró al no encontrar a nadie detrás del mostrador, y pienso que llamo en vano más de una vez, creo que se asomó por detrás del mostrador y siguió llamando, y estoy casi seguro que vio desparramada por el piso una bolsa de compras. Habrá sido así como de repente llego a la puerta que daba a la cámara frigorífica, porque así, asomada intentando no ser vista, la vi a través del reflejo de una heladera de tapa espejada, y observé como su cara se transformaba al verme como penetraba a su vecina de al lado, quien estaba subida a una mesada, con las piernas abiertas, su tanga colgando de una pierna, y la pollera enrollada en su cintura. Mientras la cogía, vi como sus ojos se llenaban de lujuria y su boca quedaba entreabierta con cada gemido que le arrancaba a esa mujer. También pude ver como sus piernas se cerraban, tratando de disimular una excitación que ya no podía contener, excitación que aumentaba al ritmo de los jadeos que escuchaba, y por último, antes que se retirara del lugar, pude darme cuenta que su mano, quizás inconscientemente al escuchar como su vecina expresaba el orgasmo que mis movimientos cada vez mas frenéticos le arrancaban, acariciaba su concha por encima de su pantalón.
Así las cosas, solo pasaron dos días hasta que ella volvió a entrar al negocio, pero para mi sorpresa, con otra actitud, con otro trato, como si lo que le había tocado ver, la hubiese transformado, la hubiese convertido en una gata en celo, buscando su macho. Su cambio fue notable, a tal punto que ahora, cada vez que le tocaba esperar, se hacía cargo de las insinuaciones, y los dobles sentidos, los contestaba, y hasta los proponía. No pasó mucho tiempo hasta que con su trato cada vez más sensual y provocativo, y con su voz caliente, me pidió por favor que le alcanzara la compra, cuando cerrara la carnicería. Así, al llegar el momento de terminar mi día laborable, llame al chico que ayuda en la verdulería de enfrente, le pregunte si se quería ganar unos pesos, y al escuchar su respuesta positiva, le entregue la compra que ella había realizado y le pedí que por favor le entregara una nota, donde le escribía lo siguiente: “…Disculpá que no pueda entregarte yo tu compra, supuse que tu marido no estaría y eso no sería bien visto en el barrio…”. A pesar de saber cuál sería su reacción inmediata, me encantó provocarla de esta manera, y devolverle en un solo gesto, todo lo fría y soberbia que había sido conmigo, aunque también tuve miedo de no tener otra oportunidad para poder disfrutar de cada parte de su cuerpo.
Tres días pasaron, hasta que volví a verla, era casi el mediodía, un rato antes de cerrar, la vi entrar furiosa a la carnicería, enojada, llena de bronca, pero hermosa, muy bien vestida, caliente, sensual. AL poner los pies en la carnicería y sin importar que delante de ella hubiera varias personas, comenzó a gritar diciendo que la había estafado, que le había llevado un pedido con la mitad de las cosas que había comprado, y que le había cobrado por todo el pedido… y gritando prosiguió que eso lo habría hecho porque me había querido acostar con ella y no había podido… Tuve que reaccionar rápido, y logré que se calmara un poco, y que esperara su turno, para explicarle la situación… a regañadientes esperó, cuando al fin llego su turno, la miré, le dije que era una desubicada, que estaba totalmente fuera de sí y empecé a cerrar el negocio. Ella comenzó a insultarme y mientras seguía con sus agresiones, cerré el negocio, entonces pude dedicarme a ella.
Como no paraba de insultarme, agarre su cabeza suavemente pero con mi mano firme, envolviendo sus pelos negros y la acerque a mi boca, intento correrse, pero mis labios y mi lengua no le dieron tiempo, cuando se quiso acordar, estaba besando tan frenéticamente como yo a ella. Sin pensar nada mas, empecé a acariciar su cuerpo, y a desnudarla por completo, en pocos segundos estaba totalmente desnuda frente a mí, excitada, agitada, y de repente, volví a pasarle mi mano por su cabeza y la llevé a agacharse, a que buscara mi pija… no pensé que iría a reaccionar en forma tan desesperada casi arranca mi pantalón, lo bajó, y con mucha lascividad saco el pedazo de carne de adentro de mi bóxer, que ya para ese momento estaba totalmente duro. Y sin pensarlo dos veces lo puso en su boca, lo chupo, lo lamió, lo succiono, con ganas con deseos, con desesperación. La señora fría, distante, soberbia, se estaba comportando como una verdadera hembra….
Dejó al rato de chuparlo, entonces aproveché para subirla al mostrador, abrirle totalmente las piernas, y empezar a chuparle toda su concha. Mordí su clítoris, lo lamí, recorrí su vagina en todas direcciones, la penetré con mi lengua, y en unos cuantos minutos, le arranque un gran orgasmos con varias réplicas, que la hicieron temblar, mojar, estremecerse contra el mostrador en donde estaba apoyada.
Sin darle tiempo a que reaccionara, y antes que pueda reponerse de los temblores provocados por sus orgasmos, me paré, la agarre de su cintura, la traje hacia mí y la penetré. Mi verga recorría su concha mojada, casi empapada, y los embates de mis movimientos, empezaron a provocar convulsiones en sus caderas, y lograron que ellas se muevan al ritmo de mis vaivenes. Entre gemidos y susurros, y luego de varios minutos penetrándola, una ola de esperma lleno su vagina, rebasándola, haciendo que parte del liquido seminal le chorreara entre su ingle y fuera cayendo por sus muslos, hasta que empezó a secarse en su cuerpo.
Luego de unos minutos de frenéticos besos, deseadas caricias y respiraciones entrecortadas, mi verga volvió a estar completamente dura. Sin perder tiempo, la di vuelta, la puse boca abajo sobre el mostrador, y untándole la cola con un poco de grasa que había en una bandeja, logre abrir el agujero de su culo. Una vez abierto, la acaricie con mis dedos, y dos de ellos entraron por su cola, arrancándoles interminables gemidos de placer. Entonces, saque mis dedos y apunte con mi verga hacia el agujero de su ano. Y de una vez lo penetré, gritó, gimió, revoleo la bandeja donde estaba la grasa y varios utensilios que había en la mesada, siguió gimiendo, gritando, pidiendo por favor que le llenara el culo de leche, luego de varios minutos de gritos, jadeos, pedidos, e insultos varios provocados por el placer, logre satisfacer su pedido y llenar su cola con un chorro caliente y espeso de esperma, que entro muy profundo en su ano. Antes de sacarla, noté que sus manos acariciaban frenéticamente su concha, y buscaba desesperadamente acabar. Siguió tocándose por uno segundos más hasta que la carniceria se vio inundada de un gemido entrecortado de placer, producto de un orgasmo que casi la tira de la mesada dónde estaba apoyada.
Al rato, una vez que logramos reponernos, me di cuenta que ya era la hora de abrir nuevamente la carnicería y que afuera había gente esperando para entrar, por lo cual me tuve que vestir rápidamente, ayudarla a vestir rápidamente a ella, y proponerle que saliera por la puerta del fondo, para que las vecinas no pudieran verla… Así lo hizo, nos despedimos y lo que pasó días después, se merece que lo cuente en otra historia.
Y ahí estaba yo, como todos los días, en mi carnicería, con mis elementos de trabajo, mi delantal, mis cuchillos, atendiendo a mis clientas.
Cada vez que ella entraba, daba la casualidad que tenía que esperar para que llegue su turno, y se notaba que eso le molestaba, la ponía sumamente impaciente, casi que la descontrolaba. Al principio me molestaba, luego empecé a acostumbrarme, y a sacar rédito de su permanencia en mi espacio, en mi territorio. Empecé a realizar comentarios insinuantes y con doble intención, destinados a ella, mientras atendía a mis otras clientas, y notaba como en su cara se dibujaba la incomodidad y la vergüenza. Ese juego me parecía excitante y provocador, y me atraía, a sabiendas que cuando llegaba su turno, hacia su pedido con su característico trato frio, distante, lleno de soberbia, marcando con cada palabra y cada silencio la diferencia de status entre ella, la profesional, y yo un simple carnicero.
Luego de unos días, y sabiendo que mis insinuaciones aumentaban día a día, tomó la decisión de no esperar más, y dejarme un papel con sus pedidos. Sin perder la oportunidad que se me presentaba, le pregunte si quería que se los acercara a su casa. Su respuesta negativa, fue tajante, fría, casi despectiva, pero no por eso menos sensual, y sabía que mis insinuaciones la provocaban, la sacaban de su estructura mental. Pero por ahora más no podía hacer.
Tuve que preguntarle, entonces como hacíamos con los pedidos, a lo que me respondió que su marido vendría a buscarlos. Esa respuesta, fue marcada, precisa, casi dicha de forma hiriente.
Así fue pasando el tiempo, hasta que un día, muy temprano a la mañana, entró a la carnicería, y supongo que se habrá puesto contenta de ver que no tenía a nadie delante suyo, supongo también que se asombró al no encontrar a nadie detrás del mostrador, y pienso que llamo en vano más de una vez, creo que se asomó por detrás del mostrador y siguió llamando, y estoy casi seguro que vio desparramada por el piso una bolsa de compras. Habrá sido así como de repente llego a la puerta que daba a la cámara frigorífica, porque así, asomada intentando no ser vista, la vi a través del reflejo de una heladera de tapa espejada, y observé como su cara se transformaba al verme como penetraba a su vecina de al lado, quien estaba subida a una mesada, con las piernas abiertas, su tanga colgando de una pierna, y la pollera enrollada en su cintura. Mientras la cogía, vi como sus ojos se llenaban de lujuria y su boca quedaba entreabierta con cada gemido que le arrancaba a esa mujer. También pude ver como sus piernas se cerraban, tratando de disimular una excitación que ya no podía contener, excitación que aumentaba al ritmo de los jadeos que escuchaba, y por último, antes que se retirara del lugar, pude darme cuenta que su mano, quizás inconscientemente al escuchar como su vecina expresaba el orgasmo que mis movimientos cada vez mas frenéticos le arrancaban, acariciaba su concha por encima de su pantalón.
Así las cosas, solo pasaron dos días hasta que ella volvió a entrar al negocio, pero para mi sorpresa, con otra actitud, con otro trato, como si lo que le había tocado ver, la hubiese transformado, la hubiese convertido en una gata en celo, buscando su macho. Su cambio fue notable, a tal punto que ahora, cada vez que le tocaba esperar, se hacía cargo de las insinuaciones, y los dobles sentidos, los contestaba, y hasta los proponía. No pasó mucho tiempo hasta que con su trato cada vez más sensual y provocativo, y con su voz caliente, me pidió por favor que le alcanzara la compra, cuando cerrara la carnicería. Así, al llegar el momento de terminar mi día laborable, llame al chico que ayuda en la verdulería de enfrente, le pregunte si se quería ganar unos pesos, y al escuchar su respuesta positiva, le entregue la compra que ella había realizado y le pedí que por favor le entregara una nota, donde le escribía lo siguiente: “…Disculpá que no pueda entregarte yo tu compra, supuse que tu marido no estaría y eso no sería bien visto en el barrio…”. A pesar de saber cuál sería su reacción inmediata, me encantó provocarla de esta manera, y devolverle en un solo gesto, todo lo fría y soberbia que había sido conmigo, aunque también tuve miedo de no tener otra oportunidad para poder disfrutar de cada parte de su cuerpo.
Tres días pasaron, hasta que volví a verla, era casi el mediodía, un rato antes de cerrar, la vi entrar furiosa a la carnicería, enojada, llena de bronca, pero hermosa, muy bien vestida, caliente, sensual. AL poner los pies en la carnicería y sin importar que delante de ella hubiera varias personas, comenzó a gritar diciendo que la había estafado, que le había llevado un pedido con la mitad de las cosas que había comprado, y que le había cobrado por todo el pedido… y gritando prosiguió que eso lo habría hecho porque me había querido acostar con ella y no había podido… Tuve que reaccionar rápido, y logré que se calmara un poco, y que esperara su turno, para explicarle la situación… a regañadientes esperó, cuando al fin llego su turno, la miré, le dije que era una desubicada, que estaba totalmente fuera de sí y empecé a cerrar el negocio. Ella comenzó a insultarme y mientras seguía con sus agresiones, cerré el negocio, entonces pude dedicarme a ella.
Como no paraba de insultarme, agarre su cabeza suavemente pero con mi mano firme, envolviendo sus pelos negros y la acerque a mi boca, intento correrse, pero mis labios y mi lengua no le dieron tiempo, cuando se quiso acordar, estaba besando tan frenéticamente como yo a ella. Sin pensar nada mas, empecé a acariciar su cuerpo, y a desnudarla por completo, en pocos segundos estaba totalmente desnuda frente a mí, excitada, agitada, y de repente, volví a pasarle mi mano por su cabeza y la llevé a agacharse, a que buscara mi pija… no pensé que iría a reaccionar en forma tan desesperada casi arranca mi pantalón, lo bajó, y con mucha lascividad saco el pedazo de carne de adentro de mi bóxer, que ya para ese momento estaba totalmente duro. Y sin pensarlo dos veces lo puso en su boca, lo chupo, lo lamió, lo succiono, con ganas con deseos, con desesperación. La señora fría, distante, soberbia, se estaba comportando como una verdadera hembra….
Dejó al rato de chuparlo, entonces aproveché para subirla al mostrador, abrirle totalmente las piernas, y empezar a chuparle toda su concha. Mordí su clítoris, lo lamí, recorrí su vagina en todas direcciones, la penetré con mi lengua, y en unos cuantos minutos, le arranque un gran orgasmos con varias réplicas, que la hicieron temblar, mojar, estremecerse contra el mostrador en donde estaba apoyada.
Sin darle tiempo a que reaccionara, y antes que pueda reponerse de los temblores provocados por sus orgasmos, me paré, la agarre de su cintura, la traje hacia mí y la penetré. Mi verga recorría su concha mojada, casi empapada, y los embates de mis movimientos, empezaron a provocar convulsiones en sus caderas, y lograron que ellas se muevan al ritmo de mis vaivenes. Entre gemidos y susurros, y luego de varios minutos penetrándola, una ola de esperma lleno su vagina, rebasándola, haciendo que parte del liquido seminal le chorreara entre su ingle y fuera cayendo por sus muslos, hasta que empezó a secarse en su cuerpo.
Luego de unos minutos de frenéticos besos, deseadas caricias y respiraciones entrecortadas, mi verga volvió a estar completamente dura. Sin perder tiempo, la di vuelta, la puse boca abajo sobre el mostrador, y untándole la cola con un poco de grasa que había en una bandeja, logre abrir el agujero de su culo. Una vez abierto, la acaricie con mis dedos, y dos de ellos entraron por su cola, arrancándoles interminables gemidos de placer. Entonces, saque mis dedos y apunte con mi verga hacia el agujero de su ano. Y de una vez lo penetré, gritó, gimió, revoleo la bandeja donde estaba la grasa y varios utensilios que había en la mesada, siguió gimiendo, gritando, pidiendo por favor que le llenara el culo de leche, luego de varios minutos de gritos, jadeos, pedidos, e insultos varios provocados por el placer, logre satisfacer su pedido y llenar su cola con un chorro caliente y espeso de esperma, que entro muy profundo en su ano. Antes de sacarla, noté que sus manos acariciaban frenéticamente su concha, y buscaba desesperadamente acabar. Siguió tocándose por uno segundos más hasta que la carniceria se vio inundada de un gemido entrecortado de placer, producto de un orgasmo que casi la tira de la mesada dónde estaba apoyada.
Al rato, una vez que logramos reponernos, me di cuenta que ya era la hora de abrir nuevamente la carnicería y que afuera había gente esperando para entrar, por lo cual me tuve que vestir rápidamente, ayudarla a vestir rápidamente a ella, y proponerle que saliera por la puerta del fondo, para que las vecinas no pudieran verla… Así lo hizo, nos despedimos y lo que pasó días después, se merece que lo cuente en otra historia.
18 comentarios - Cogiendo en la carnicería.
😉
muy bueno
Uy, me re fui... en fn, me gustó mucho la historia, un asco lo de la grasa, pero bue, suma al morbo del lugar, no??
Debo puntos, prometo volver.
Gracias por compartir.
Quiero un carnicero asi en mi barrio...jajaja
Te dejo puntitos y besitos...
espero que pases a visitar los mios 🙂