Rompiendo barreras 2da Parte (fantasía)
Mi lengua salió a humedecer sus nalgas, hurgando en su surco, metiéndola hasta el rincón. La punta de mi lengua pasó rozando el ojo de su culo, abrí más sus nalgas y sin duda el grito de placer que escuché fue por el lengüetazo que le di. Pero no acabé ahí, seguí moviendo mi lengua sobre su orificio, lamiéndolo, hurgándolo, penetrándolo. Fueron diez minutos? No se, pero los volvería a repetir. Yessi gritaba, se movía, y también usaba sus manos para estirar sus nalgas y descubrir el ojo de mis antojos. Sintiendo los besos de aquellas nalgas en mi cara, seguí bajando hasta aquella fruta prohibida, premio a mi valor de dar rienda suelta a lo que soy. Qué ganas de sentirlo, de besarlo, de saborearlo...
Y ahí me esperaba. Aunque de cáscara algo áspera, su consistencia era suave, delicada, permitiendo con mi lengua palpar sus semillas interiores, separarlas, tomarlas una a una con mi boca, calcular sus dimensiones, y probar su elasticidad halándolas hacia mí y provocando un sonido delicioso al soltarlas y hacerlas rebotar. Noté como el tallo de su empalme se incorporó más aún y no me perdí detalle de su sonrosado glande hinchándose. Con la necesidad de adueñarme de ese crecimiento, giré y metí mi cabeza entre la cama y el cuerpo de Yessi. Mi boca atrapó su cabezota. Su olor intenso de macho se introdujo en mi nariz y me inundó. Qué fragancia de locura! Mi lengua se enredó en su cabezota, saboree los jugos viscosos y salados que destilaba. Recorrí su tallo besándolo, mordisqueándolo, untándolo con mi saliva. Me introduje su glande, otra vez lo rodee con mi lengua, lo chupetee, lo lamí y relamí. Aquel tallo creció incontenible dentro de mi boca. Yessi bombeó y su glande se metió hasta mis amígdalas. Diez y más veces Yessi siguió bombeando. Qué manera de masturbarse, qué manera de masturbarla! Entrecerré los ojos y lo dejé hacer. Sentía sus líquidos derramarse en mi lengua y como bebé alimentándose de su biberón, me los tragué completos. Fueron tres, cinco, diez minutos de dulce gozo? Ya no tenía noción del tiempo.
Sentí a Yessi incorporarse, yo seguí prendido a su tolete. Ladeó mi cabeza recostándola al borde de la cama, con una mano agarró mis cabellos y con la otra aprisionó mi cuello. Entonces empezó a bombear frenéticamente en mi boca una y otra vez, hasta que sentí sus espasmos, sus contracciones, sus gemidos. Sus chorros de semen llenaron mi boca, se deslizaron por mi garganta y me los trague sediento sin perder una gota de sus esencias.
Yessi descendió hasta mi boca y nos manchamos y nos marcamos con sus jugos genitales. Se acercó a mi oído y suavemente musitó: -ahora sí hazme tu puta, métemela toda, ensártame hasta que me mates. Por supuesto que sí. Así que la agarré de la cintura y de un jalón la puso a gatas frente a mí. Temblé de placer cuando mi verga se pegó a sus nalgas, y froté mis bolas a lo largo de su surco. Yessi suplicaba que se la metiera de una vez.
Un instante después pegué la cabezota de mi verga al ojo de su culo, y lo fui restregando en aquello rayota apetecida masturbándome exquisitamente entre sus nalgas. Yessi hundió más su pecho hacia la cama, y con sus manos abrió sus nalgas, ofreciéndome el anillo de su culo, invitándome a entrar. Pegando mi cabezota completamente humedecida a aquella puerta, empecé a empujar despacio, viendo mi verga hundirse poco a poco. Sentí la presión de sus esfínteres cerrándose sobre mi tolete, aprisionarlo para que no se le escapara. Me acomodé tras aquel culito hermoso. Posé mis manos a los lados de sus caderas y empecé a bombear muy lentamente, deteniéndome, untando las paredes de su canal con mis fluidos, y avanzando de nuevo. Seguí bombeando, ya la mitad de mi verga estaba adentro. Agarrado a su cintura, empecé el mete y saca sin prisas, detenido y atento a disfrutar de todas las sensaciones que penetrarlo me provocaban. Minutos después, mi verga se deslizaba sin resistencia en su interior de modo que mis movimientos se hicieron más rápidos. Extasiado, me dediqué a cabalgar sobre mi yegua por aquel camino estrecho, oscuro y solitario.
Así prendido a su trasero, la hice mi hembra, mi puta, mi perra, hecha y derecha, hasta que mis movimientos se hicieron más rápidos y suaves, y empezamos a gemir alborotados y satisfechos al tiempo que me venía llenándola del culo con mi espesa leche reservada para ella.
Instantes después se la saqué. La sentí recostarse a mi lado susurrándome que había estado fenomenal. Nuestros labios se buscaron, nos besamos, y nos abrazamos sintiendo el calor y grosor de nuestras vergas. La vi agradecido, feliz, deseando que aquella sensación no terminara.
Después de un baño relajante, salimos del hotel y la pasé dejando en la dirección que me indicó. Me dirigí a mi casa pensando en el tiempo de placer desperdiciado por vanos valores sociales o por estúpidas creencias. Entre las luces de la ciudad, el ruido de los carros y el tránsito de las avenidas, reconocí en mí un nuevo ser, mas pleno, más completo, más satisfecho de la vida.
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Mi lengua salió a humedecer sus nalgas, hurgando en su surco, metiéndola hasta el rincón. La punta de mi lengua pasó rozando el ojo de su culo, abrí más sus nalgas y sin duda el grito de placer que escuché fue por el lengüetazo que le di. Pero no acabé ahí, seguí moviendo mi lengua sobre su orificio, lamiéndolo, hurgándolo, penetrándolo. Fueron diez minutos? No se, pero los volvería a repetir. Yessi gritaba, se movía, y también usaba sus manos para estirar sus nalgas y descubrir el ojo de mis antojos. Sintiendo los besos de aquellas nalgas en mi cara, seguí bajando hasta aquella fruta prohibida, premio a mi valor de dar rienda suelta a lo que soy. Qué ganas de sentirlo, de besarlo, de saborearlo...
Y ahí me esperaba. Aunque de cáscara algo áspera, su consistencia era suave, delicada, permitiendo con mi lengua palpar sus semillas interiores, separarlas, tomarlas una a una con mi boca, calcular sus dimensiones, y probar su elasticidad halándolas hacia mí y provocando un sonido delicioso al soltarlas y hacerlas rebotar. Noté como el tallo de su empalme se incorporó más aún y no me perdí detalle de su sonrosado glande hinchándose. Con la necesidad de adueñarme de ese crecimiento, giré y metí mi cabeza entre la cama y el cuerpo de Yessi. Mi boca atrapó su cabezota. Su olor intenso de macho se introdujo en mi nariz y me inundó. Qué fragancia de locura! Mi lengua se enredó en su cabezota, saboree los jugos viscosos y salados que destilaba. Recorrí su tallo besándolo, mordisqueándolo, untándolo con mi saliva. Me introduje su glande, otra vez lo rodee con mi lengua, lo chupetee, lo lamí y relamí. Aquel tallo creció incontenible dentro de mi boca. Yessi bombeó y su glande se metió hasta mis amígdalas. Diez y más veces Yessi siguió bombeando. Qué manera de masturbarse, qué manera de masturbarla! Entrecerré los ojos y lo dejé hacer. Sentía sus líquidos derramarse en mi lengua y como bebé alimentándose de su biberón, me los tragué completos. Fueron tres, cinco, diez minutos de dulce gozo? Ya no tenía noción del tiempo.
Sentí a Yessi incorporarse, yo seguí prendido a su tolete. Ladeó mi cabeza recostándola al borde de la cama, con una mano agarró mis cabellos y con la otra aprisionó mi cuello. Entonces empezó a bombear frenéticamente en mi boca una y otra vez, hasta que sentí sus espasmos, sus contracciones, sus gemidos. Sus chorros de semen llenaron mi boca, se deslizaron por mi garganta y me los trague sediento sin perder una gota de sus esencias.
Yessi descendió hasta mi boca y nos manchamos y nos marcamos con sus jugos genitales. Se acercó a mi oído y suavemente musitó: -ahora sí hazme tu puta, métemela toda, ensártame hasta que me mates. Por supuesto que sí. Así que la agarré de la cintura y de un jalón la puso a gatas frente a mí. Temblé de placer cuando mi verga se pegó a sus nalgas, y froté mis bolas a lo largo de su surco. Yessi suplicaba que se la metiera de una vez.
Un instante después pegué la cabezota de mi verga al ojo de su culo, y lo fui restregando en aquello rayota apetecida masturbándome exquisitamente entre sus nalgas. Yessi hundió más su pecho hacia la cama, y con sus manos abrió sus nalgas, ofreciéndome el anillo de su culo, invitándome a entrar. Pegando mi cabezota completamente humedecida a aquella puerta, empecé a empujar despacio, viendo mi verga hundirse poco a poco. Sentí la presión de sus esfínteres cerrándose sobre mi tolete, aprisionarlo para que no se le escapara. Me acomodé tras aquel culito hermoso. Posé mis manos a los lados de sus caderas y empecé a bombear muy lentamente, deteniéndome, untando las paredes de su canal con mis fluidos, y avanzando de nuevo. Seguí bombeando, ya la mitad de mi verga estaba adentro. Agarrado a su cintura, empecé el mete y saca sin prisas, detenido y atento a disfrutar de todas las sensaciones que penetrarlo me provocaban. Minutos después, mi verga se deslizaba sin resistencia en su interior de modo que mis movimientos se hicieron más rápidos. Extasiado, me dediqué a cabalgar sobre mi yegua por aquel camino estrecho, oscuro y solitario.
Así prendido a su trasero, la hice mi hembra, mi puta, mi perra, hecha y derecha, hasta que mis movimientos se hicieron más rápidos y suaves, y empezamos a gemir alborotados y satisfechos al tiempo que me venía llenándola del culo con mi espesa leche reservada para ella.
Instantes después se la saqué. La sentí recostarse a mi lado susurrándome que había estado fenomenal. Nuestros labios se buscaron, nos besamos, y nos abrazamos sintiendo el calor y grosor de nuestras vergas. La vi agradecido, feliz, deseando que aquella sensación no terminara.
Después de un baño relajante, salimos del hotel y la pasé dejando en la dirección que me indicó. Me dirigí a mi casa pensando en el tiempo de placer desperdiciado por vanos valores sociales o por estúpidas creencias. Entre las luces de la ciudad, el ruido de los carros y el tránsito de las avenidas, reconocí en mí un nuevo ser, mas pleno, más completo, más satisfecho de la vida.
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