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Disfrutando de nuestros cuerpos

Rompiendo barreras 1ra parte (fantasía)

Sí, era lo que había deseado tanto tiempo y hacerlo realidad solo dependía de llamar. El recato de la moral, la vergüenza del acto, el miedo al –qué me hará-, me hacían resistir a la exuberancia, a la voluptuosidad y a la tentación que ofrecían las imágenes que la página publicaba de aquella suculenta chica tv. Y es que bajo aquel corto y escotado vestido que lucía, se adivinaban las formas sugestivas de sus amelonados y deliciosos pechos, se resaltaban las redondas protuberancias de sus posaderas, y se escondía el divino fruto de su sexo. Tamaña tentación para un ser tan pecador! Descargas de deseo se desbordaban de mi cabeza, bajando por mis pechos y mí estomago haciendo vibrar mi miembro hasta erguirlo. La llamé!

La cita al bar a las seis de la tarde fue para entrar en calor, gritar un metafórico: al diablo con la moral!-, y vencer la angustia y el nerviosismo de estar con una chica-chico. Por qué supe que era ella cuando entró sin verla aún de frente? No lo he resuelto pero mis objetivos se cumplieron. Mientras la observaba y me daba gusto apreciándola caminar hasta mi mesa, no perdí detalle de los giros de cabeza de los comensales que volteaban a verla desnudándola, escudriñándola, tratando de descubrir lo que sus ropas escondían. Más alguno, calentado por las copas, se le escapó: -un mamita rica! Y a otro un: -en esa cola si me formo!

Al verme me ofreció su amplia y pícara sonrisa, y el fuego de aquellos ojos marrones me sedujeron. Me incorporé a recibirla y cuando me acercó su rostro para el beso de saludo, busqué sus labios. Suave y dulce fragancia de su aliento me inundó. Allá abajo en la entrepierna, mi sexo dio muestras de alegría. Le ofrecí una silla y mientras nos sentábamos dije: -me alegra saber que por hoy seré yo con quien forniques. Nos tomamos un par de copas, charlamos brevemente. Le conté algunas anécdotas de mi vida sexual, uno que otro chiste muy picante y si no fue su sonrisa de ensueño, ni su mirada provocativa, sin duda la segunda copa de vino me desinhibió por completo. Su mirada atenta y su sonrisa puntual me embelesaron. Estaba entregado por completo a apreciarla, a imaginarla, a desearla.

Acerqué mi silla, deslicé mi mano debajo del mantel y mis dedos recorrieron la parte interna de sus muslos. Su mano vino al encuentro de la mía y jugueteamos con las yemas de nuestros dedos. Hundí mi dedo índice en su palma, sugiriendo lo que mi deseo exigía.

La vi ansiosa. Me acercó su rostro mientras su lengua se asomaba juguetona, relamiéndose, diciéndome con aquel gesto lo que quería. Yo hice lo mismo, de modo que un instante después nuestras bocas se unían y nuestras lenguas se hurgaban urgidas de sentirse, intercambiando saliva, aliento, calor y ganas de estar solos.

Me olvidé del mundo. Sentí su mano deslizarse por mi camisa, masajeando mis pechos, mi estómago, hasta detenerse en el duro, caliente, y enorme bulto que resaltaba de mi pantalón. De pronto se retiró y me asusté pensando que algo la había molestado. Pero mi miedo se convirtió en ansiedad cuando provocativamente fue bajando la mirada hasta detenerse en el ángulo sobresaliendo de mi cintura. Se lengua salió una y otra vez a relamer sus labios. Con descaro y lascivia, introdujo un par de sus dedos a su boca chupetéandolos con suavidad. Siempre bajo el mantel, metí una de mis manos en su entrepierna y, oh! Ahí estaba aquel suave pero firme paquete envuelto por sus bragas. Lo palpé, lo recorrí, lo tantee. Si no tenía la exuberancia de sus tetas y sus glúteos, se notaba apetecible. Se me hizo agua la boca de imaginarlo libre de prisiones, completamente erguido, atrapado en la prisión de mi boca. Qué tan duro era? A que sabría? Me lo tragaría entero? mmm…Tomé su rostro, la vi a los ojos, y mientras metía mi lengua en su boca le dije al oído que la quería enterita para mí. -Te van a gustar la cositas ricas que te voy a hacer, putita rica!

Cuando a ratos nos separábamos me daba cuenta del escándalo que estábamos provocando en el interior del bar. El enfado me empezó a invadir, había que seguir jugando a guardar las normas de este mundo. De nuevo veía a Yessi. Los espasmos de escalofríos que me recorrían imaginándomela desnuda, completamente a mi merced, no me dejaron degustar los últimos tragos de mi copa. De modo que diez minutos después estábamos en mi coche camino del motel. Conduje con mucha precaución mientras su mano traviesa me acariciaba por encima del pantalón. Sentí como mi falo se levantaba. Entonces Yessi lo palmoteaba con suavidad, lo frotaba a lo largo, y la palma de su mano bajaba para masajear mis gruesas bolas cuya hinchazón denotaban lo que guardaban para ella.

Así de calientes, una vez en la intimidad de la habitación, nos abalanzamos el uno al otro en busca de caricias, de besos, de chupetones, de mordiscos, … Necesidad de consumirnos en el fuego de nuestra pasión correspondida. Nuestras bocas encadenadas por nuestras lenguas, nuestros cuerpos atrapados por nuestros brazos cuyos manos se movían de arriba-abajo y viceversa, palpándose, descubriéndose, midiéndose… Yessi desabotonó mi camisa y me la quitó mientras yo hacía lo mismo con la parte superior de su vestido. Lujuriosa como era, me besó el cuello, metió su lengua en mis orejas, me mordisqueó los lóbulos, y con sus labios fue reptando por mi pecho, succionando mis tetillas, deslizando su lengua, siempre reptando hacia abajo. Yo la dejaba hacer, pellizcaba sus lóbulos mientras masajeaba su cuello y sus trapecios. Ella seguía descendiendo. La vi bajarme el cierre, abrirme el pantalón y quedarse detenida frente a mi tanga humedecida justo donde mi cabezota quería reventar. Que placer más intenso sentí cuando lo tomó en su boca. Mi propio olor de macho llegó hasta mi olfato. Nuestras miradas se encontraron cuando alzó sus ojos lascivos. Su sonrisa de satisfacción denotaba la decisión de sus antojos. Sacó su lengua y la pasó restregando desde debajo de mi tanga hasta recorrer el tallo de mi hombría (¿).Lentamente su mano se metió en mis bragas, y apartó aquella minúscula pieza que tapaba su más preciado bombón. Sin perdida de tiempo me bajó la tanga hasta quitármela.

Sus manos aprisionaron mis prietas nalgas. Yo puse un pie sobre el borde del sofá para acomodarme mejor. Entrecerré los ojos y dibujé la imagen que hacíamos. Solos en la habitación, yo de pie, desnudo, excitado, vencido. Ella arrodillada frente a mí, aferrándose a mis nalgas, disponiéndose a degustar mis órganos sagrados. Abrí los ojos y contemplé el cuadro. Mi enorme verga apuntando al cielo de la habitación, bañada de pelos encrespados e indomables que lo rodeaban desde la raíz hasta el cuello, mi hinchado glande destapado, humedecido, ofreciéndose como bola de helado, y mi semen escurriendo por la punta, lubricándolo y enlistándolo para explorar sus tuberías más íntimas. Yessi acercó lentamente su boca a la punta de mi falo, lo lamió suavemente con la punta de su lengua, y lo recorrió de norte a sur, de este a oeste, con una sabiduría antigua indecible. Apretándolo contra su lengua, lo fue metiendo en su boca, hasta que mi glande entero estuvo dentro. Entonces cerré los ojos, gemí, relamí mis labios, apreté mi boca. Di un estertor y moví mi cintura. Sentí mi verga hundiéndose hacia el fondo de su boca, la cual abrió mucho más para dejarme pasar. Seguí moviéndome, llenando su boca con mi semen, raspando sus labios con mis pelos. -Qué boquita más rica, chupa mis bolas putita. Su lengua empezó a bajar por mi glande, mi tolete, hasta hundirse entre mis bolas, metiéndolas en su boca alternadamente, halándolos. Oí el sonido de mi piel cuando mis bolas volvían a su sitio rebotando.

Yessi interrumpió su faena y se incorporó. Me vio sugestivamente y fue girando sugerentemente hasta quedar de espaldas. Avanzo hacia la cama donde hincó sus rodillas hasta ofrecerme el exquisito premio de su trasero aún cubierto por la tanga. Llegue hasta ella y se lo quité sin mas. Así descubiertas, puse la palma de mis manos sobre aquellas protuberancias y me arrodillé. Que paisaje más maravilloso. Que diseñador divino imaginó aquellas formas y trazó perfecto surco para el deleite más delicado, el placer más embriagador. Más allá, colgaba deliciosa fruta velluda, carnosa y suculenta, y un poco más arriba su estambre delicado se asomaba cual capullo tímido y sonrosado de la corola de su prepucio. Se me hizo agua la boca. Hundí mis dedos en la suavidad de aquellas nalgas, las amasé rítmicamente juntándolas, separándolas, descubriendo poco a poco las intimidades de su surco. Que exquisitez de carne. Qué matiz de color más excitante. Noté como esa piel se iba haciendo más oscura entre más abría aquella raya, de modo que ese color rosado carne en la cima se hacía casi negro en la sima. Porque ahí estaba su anhelada abertura, palpitando de ansiedad. Seguí amasando sus nalgas, pellizcándolas, masajeándolas. Abajo mi verga destilaba.


Continuará

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