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Los motoqueros ( 1ra. parte)

Me llamo Natalia. Tengo 35 años y hace 10 que estoy casada con Ramiro. Tenemos una hija de 8 años, que es nuestra mayor felicidad.
Luego de mucho tiempo, tuvimos la oportunidad de iniciar unas vacaciones los dos solos. Nuestra hija quedó con mis suegros que se pusieron muy contentos de disfrutar de su nieta a solas durante varios días.
Decidimos ir a las montañas, para lo cual teníamos un largo viaje de poco más de 2000 km. , así que decidimos tomarlo con calma. Iríamos haciendo etapas y mi marido planificó todo el camino para que tuviéramos etapas de descanso, con un recorrido diario de no mas de 800 km.
Ramiro es un ejecutivo importante de una empresa multinacional y tenemos un muy buen pasar. Para este viaje renovó su camioneta y con su flamante 4x4 salimos a la ruta.
Mi marido tiene algunos años más que yo, y se mantiene en forma yendo al gimnasio, y además es atractivo, siempre bien vestido y arreglado. Noto las miradas de las demás mujeres cuando entramos a cualquier lugar.
En mi caso, debo reconocer que tampoco estoy del todo mal. Tengo un buen cuerpo a pesar del parto, y así como las mujeres desean a mi marido debo reconocer que mas de un hombre se da vuelta para mirarme cuando paso.
Tenemos relaciones habitualmente y son sesiones muy normales. Cariñosas, dulces, con mucho amor, y donde alternamos dos o tres posiciones. No practicamos sexo oral porque a mí no me gusta. Alguna vez le he hecho una fellatio, pero de muy mala gana, y jamás dejé que lambeteara mi sexo.
Puedo decir que somos un matrimonio normal y feliz. Y que estas vacaciones solos nos permitirán retomar el deseo que en las épocas de trabajo es tan difícil de mantener.
Iniciamos el viaje sin problemas, y cuando llevábamos hecho gran parte de la primera etapa, dos motocicletas nos alcanzaron en la ruta. Nos pasaron lentamente y se quedaron delante nuestro unos minutos, luego disminuyeron un poco la velocidad y mi marido volvió a pasarlas. El conductor de una de ellas, cuando las pasamos, me pareció que me miraba, pero con los anteojos oscuros, no puedo asegurarlo. Sin embargo ese juego de pasarnos y dejarse pasar, se repitió durante varios kilómetros y las veces siguientes que nos cruzamos no tuve dudas que este hombre me miraba fijamente. Llegué a pensar que este juego era producido justamente para poder observarme. Esto me puso muy nerviosa. Para colmo si hay algo que le desagradan a mi esposo son las motos. El cree que son inseguras y además un peligro para el resto de los automovilistas, así que estaba bastante sacado.
- Pero mirá estos hijos de puta como molestan. No tienen derecho a andar así por la ruta. Después de quejan si alguien los atropella...
Y demás frases por el estilo, hasta que por fin, en el ultimo sorpasso, aceleraron y se perdieron adelante.
Todo volvió a la normalidad , hasta que llegamos hasta nuestro destino.
Paramos en una estación de servicio que tenía un buen hotel al lado y donde habíamos reservado. Con sorpresa vemos en la estación de servicio las motos que nos habían cruzado en la ruta.
Me costó trabajo conseguir que mi esposo no fuera a decirles algo, pero al final conseguí que se metiera en el hotel y subiera a la habitación.
Mientras el se bañaba, descubrí que no había traído desenredante. Bajé a la conserjería y pregunté donde podía comprar, y me aconsejaron el mini shop de la estación de servicio. Me dirijí hacia allí sin tener en cuenta nada.
Al entrar fui a los estantes donde había artículos de perfumería.
- Mira quien entró, dijo una voz a mis espaldas. Disimulé como que no había oído nada, porqué además no sabía si era conmigo, ya que había bastante gente allí.
- Nuestra amiguita de la ruta, pero te digo que de cuerpo entero está aún mejor que de medio cuerpo, dijo otro hombre.
Me dí vuelta y sentados en una mesa cerca mío, los dos motoqueros, con sus ropas de cuero negro, me miraban y sonreían. Uno era jovencito, no más de 20 años, y el otro tenía algo más de 40 y con su vestimenta imponía una imagen rebelde que resultaba interesante.
Este último se levantó y se acercó hasta donde yo estaba.
- Mi nombre es Walter, cual es el tuyo, bonita?, preguntó con una sonrisa franca y juguetona.
- No me parece que tengas que saberlo, dijo tomando distancia y volviendo a mirar los artículos de perfumería.
- Pero me resultará dificil soñar contigo si no se tu nombre, me dijo insinuante.
- No necesito que sueñes conmigo. Y no me molestes porque soy casada, y en cualquier momento aparece mi esposo y esto termina mal.
- Tu esposo es el que conducía. Linda pinta, pero me parece que tu necesitas a estas alturas algo más salvaje, dijo poniéndose al lado mío.
- No me molestes, por favor, dije seria.
- Está bien, pero si descubres que realmente necesitas un poco de algo distinto, estoy en la habitación 212. Te espero a la hora que quieras, bonita, me dijo y se alejó a sentarse.
Me sentí ofendida. ¿ Quién se creía él que era?, y sobre todo ¿ Quién se creía que era yo? ¿ Como pensaba que con una táctica tan directa iba a conseguir meterme en su cama?
Yo estaba acostumbrada a otro trato, a otro respeto. Realmente este tipo estaba totalmente loco. No distinguía una dama de una zorra rutera.
Elegí mi desenredante, lo pagué y salí de allí. Me sentía acalorada. Necesitaba una ducha fresca y un poco de descanso. Pero lo ocurrido daba vueltas en mi cabeza. ¿ Realmente este animal, pensaba que yo iba a ir a su habitación? ¿ Qué el podía darme lo que yo necesitaba?
Me bañé y perfumé, y mientras fuimos a cenar, comencé a preguntarme que era lo que yo realmente necesitaba.
¿ Estaba conforme con mi vida? Por supuesto. ¿ Tenía una buena familia? La mejor. ¿ Tenía una buena vida sexual? Sin ninguna queja. Y sin embargo.......
Todo era muy seguro y muy predecible. Sabía perfectamente donde estaría dentro de 10 años. Todo estaba cuidadosamente organizado. Y algo me decía que la vida debía ser algo más. Realmente el encuentro con este motoquero me desestabilizó.
Mi esposo, me preguntó durante la cena que me pasaba y le dije que estaba cansada del viaje, a lo que el reconoció que también estaba agotado. Terminamos de cenar y volvimos al hotel. Nos acostamos, mi esposo me buscó, tuvimos una relación de las habituales y cuando acabó, mi esposo quedó dormido. Yo, en cambio, con la cabeza a mil, no podía conciliar el sueño. Había cosas en la vida que no había probado, y que quizás ya no tendría oportunidad de probar. Otras en cambio, aún estaba a tiempo. Me cansé de dar vueltas en la cama, para un lado y para otro. Por fin, me levanté sin hacer ruido y me senté en una silla en la habitación. Eran las 2 de la mañana. Fui al baño. Acomodé mi cabello y mi camisón, uno corto color aguamarina de seda bastante transparente. No tenía nada debajo después de la sesión con mi esposo. Me puse unas gotas de perfume, y salí del baño. Me puse una bata larga mientras pensaba con que excusa iba a salir del cuarto si mi marido se despertaba. Decidí ir a la conserjería a pedir un té. Podía decir que había actuado así para no llamar desde la habitación y despertarlo.
Efectivamente bajé a la conserjería y al personal de guardia le pedí un té. En cuestión de minutos subía la escalera con la taza en mis manos, pero en lugar de llegar al primer piso donde estaba hospedada, seguí por las escaleras un piso mas. Llegué a la 212. Golpee suavemente. Ya me estaba arrepintiendo cuando la puerta se entreabrió.
- Pasa, dijo una voz desde la oscuridad.
- ¿ Estás solo? Pregunté recordando a su compañero.
- Si. El es joven y salió. No va a volver hasta dentro de un par de horas, me dijo confiado.
Lentamente entré a la habitación.
Estaba bastante oscura, y me quedé quieta por miedo a tropezar con algo.
- Dame la taza, dijo Walter a mis espaldas, ya que acostumbrado podía ver mejor que yo. La tomó y sentí que la apoyaba sobre un mueble. Dos manos tomaron mi cuello y bajaron por mis hombros, arrastrando mi bata, la que cayó al suelo. Mis brazos seguían al costado de mi cuerpo y mis ojos, desistiendo de ver, se cerraron. Solo sentía.
Las manos subieron por mis brazos a contrapelo. Llegaron a mis hombros. Un cuerpo se pegó al mío. Una mano tomó mi cuello desde atrás, y la otra bajó hasta tomar posesión de uno de mis pechos, comenzando a acariciarlo, sopesarlo, y pellizcarlo, con bastante violencia.
- Has venido decidida a no hacer nada. Quieres que yo te demuestre que soy lo que necesitas. Muy bien. Te lo voy a demostrar.
La mano que estaba en mis tetas recorrió mi espalda y se adueñó de mi cintura. Algo se ubicó entre mis piernas. No hacía falta apresurar conclusiones. Era su verga erecta. Una de mis manos, contra mi voluntad, se dirigió a mi entrepierna, y encontró esa vara dura y caliente que sobresalía por delante mi cuerpo. Era gruesa y estaba totalmente descapuchada. La apreté contra mi cuerpo, y Walter gimió de placer.
Abrí mis ojos. Ahora ya podía ver algo. Bultos que representaban muebles , Una ventana cerrada, con algún haz de luz que se filtraba por sus hendijas, una puerta, y unos pasos mas allá, una cama desecha.
Despacio, el macho me llevó hasta la cama, e hizo que me inclinara sobre ella, apoyando mis manos en el colchón.
Cuando tomé esa posición, sentí que Walter se acomodaba a mis espaldas.
- Protégete, le supliqué, y el soltándome fue hasta la mesita de noche.
Recién en ese momento pude verlo entre las penumbras, de espalda. Tenía una espalda poderosa, unas piernas musculosas, y un trasero duro. Tomó un paquete del cajón, sacó un forro y se dio vuelta. Su pecho era peludo, como había notado antes, su vientre era plano, y entre sus piernas vibraba una verga larga y dura que realmente valía la pena.
La enfundó en el condón, rápidamente y caminó hacia mi, retomando su posición original.
Volvió a colocarla entre mis piernas y sin mediar palabra, la tomé y la apunté debidamente, sosteniéndola en posición. Walter se afirmó en mis hombros y con un empujón me la metió hasta la mitad. Con mi mano la sentí correr hacia adentro, en un viaje sin retorno. Había cruzado la frontera del tonteo. Estaba engañando a mi marido. Y quería mas.
Luego de unos segundos volvió a empujar, y en dos ó tres maniobras, todo su pedazo se había alojado en mi cuerpo. Fue allí cuando empezó a bombearme, dejando mis hombros y tomando mis caderas. Sus empujones me tiraban sobre la cama y debía hacer fuerza para no caer de bruces sobre ella. Lentamente pude arrodillarme sobre la cama, y entonces sí, con cuatro apoyos pude aguantar mejor el ímpetu violador del macho. Fue allí cuando empecé a ulular de placer y me sorprendí acabando como hacía mucho que no lo lograba. El morbo de la situación, sin dudas, pero además, la habilidad del macho para llegar con su verga a rincones de mi sexo que antes nadie había recorrido. No paró de bombearme mientras acababa lo cual extendió mi orgasmos mas allá de lo normal. Mis piernas temblaban luego del climax, pero el pistón de carne de Walter seguía empujando como si fuera automático. Me forzó a caer de costado y el al lado mío, y sin sacarla, levantó mi pierna y se metió hasta las cachas. Mis manos buscaron su cuerpo y comenzaron a jugar con sus pelotas que estaban distendidas y duras. Recién allí descubrí que estaba totalmente afeitado. Sus huevos eran suaves y calientes.
- Estan llenos de leche para tí, nena. Pero no me dijiste tu nombre, dijo mientras seguía su tarea.
- Natalia, me llamo Natalia, contesté en medio de mi excitación.
. Bueno Natalia, no puedo aguantar mas. Me voy a correr dentro tuyo y lamento tener el forro puesto, porque te aseguro que te hago trillizos, nena, te lo aseguro. Voy de leche hasta el tope, y uniendo el dicho al hecho, comenzó a vaciarse. Fue un orgasmo interminable. Aferrado a mi cuerpo, gimiendo y temblando, nunca sentí a un hombre acabar de esa manera. Mi esposo era medido hasta para eso. Este animal, en cambio, se liberaba con ganas. Y en su liberación me arrastró a mi también en un nuevo orgasmo. Por fin se quedó quieto y su verga se aflojó y comenzó a salir de mi cuerpo. La terminó de sacar, y rápidamente se quitó el condón.
- Mira bonita, verás que no te miento, y me lo enseñó. La cantidad de leche que había allí adentro era increíble. Nunca había visto semejante acabada.
- Ahora me vas a dar un pequeño gusto, y tomando la taza de té volcó adentro el contenido del condón.
- Te con leche para Natalia. Vamos que quiero ver como te lo tomas, me dijo dándome la taza.
Me sentí la mas puta de las mujeres. Me habían usado como una cualquiera y ahora quería humillarme. Mirándolo a los ojos con furia, tomé la taza y la bebí de una vez.
- Bravo, bonita. Ahora se buenita y déjame limpito, me dijo, poniéndose boca arriba en la cama. Giré y tomé su verga con mis manos, acerqué mi boca y me la tragué todo lo que pude, comenzando a pasarle mi lengua como si fuera un dulce.
Mientras le chupaba la verga, caí en la cuenta que ni siquiera me había besado. Me había usado como una hembra para satisfacerse, pero no había hecho un solo gesto de amor o de cariño, y sin embargo por dos veces me había hecho llegar al clímax. No entendía nada. Y tampoco entendí cuando noté que su verga comenzaba a endurecerse nuevamente. Cada vez me costaba más tenerla en la boca y por fin, solo pude quedarme con su cabeza y parte del tronco, mientras mi mano lo masturbaba en la parte que quedaba afuera. Su cabeza se descubría y mi lengua la frotaba. Mi otra mano buscó sus huevos, y creo que no pensé en lo que hacía.
El me hizo girar de manera que mis piernas quedaron al costado de su cabeza, y de pronto sentí su lengua penetrar en mi sexo, y lamerlo con fuerza. Esa cosa caliente y húmeda que me frotaba, me volvía loca, y yo respondía acentuando mis chupadas sobre su herramienta. Rápidamente me llevó al climax, y mis caricias sobre sus pelotas también lo llevaron al borde.
- Ahora vas a ver que calentita es más rica, dijo separándose un segundo de mi vagina.
Finalmente, su verga se estiró, se endureció, y su semen floreció en mi boca. Potentes chorros me inundaron, y menos mal que era su segundo orgasmo porque si no me hubiera atragantado. No me quedo mas remedio que tragar y tragar, mientras por mi parte llegaba a otro orgasmo demoledor producto del semen caliente en mi boca, y también de su lengua enterrado profundamente en mi sexo.
10 minutos después estaba en mi habitación. Fui al baño a lavarme los dientes. Quería sacarme ese gusto a leche de un macho que no era mi marido. Luego me acosté. Pensé que los remordimientos no me dejarían dormir. Apoyé la cabeza en la almohada y no recuerdo más nada. Solo se que tuve sueños muy eróticos esa noche. Una nunca termina de conocerse.
Al otro día seguimos viaje. Los motoqueros ya habían partido.

4 comentarios - Los motoqueros ( 1ra. parte)

julietanay
genial espero ansiosa, la 2 parte
maritainfiel +2
Ufffff...!!! Quiero ya la segunda parte, te dejo puntos y besitos...