You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 8

Durante la comida ambos evitamos hablar de Pablo, intentábamos aparentar una naturalidad que no sentíamos; Ninguno de los dos afrontó la conversación.
Casi en los postres María abordó de nuevo el tema
"Quizás tengas razón, lo mejor será no provocar situaciones ambiguas que le hagan hacerse ilusiones, ya ha sido bastante violento cuando comenzó a insistir"
"Es lo mejor, si le damos más oportunidades podemos vernos en una situación desagradable"
Volvimos al hotel dando un paseo, la tensión se había reducido, aun así me seguía preguntado qué era en realidad lo que yo deseaba, notaba una especie de desilusión por abortar la cita de la tarde, al mismo tiempo me sentía aliviado; En ese momento tuve claro que lo mejor era evitar el encuentro, ninguno de los dos estábamos preparados para mas, ninguno de los dos sabíamos lo que queríamos.
A las cuatro y media salimos del hotel rumbo a la autovía, nos esperaba un largo viaje hasta Madrid.
María echó el respaldo del asiento hacia atrás y se amodorró durante una hora, quizás buscaba aislarse un poco y evitar el tema, yo por mi parte agradecí ese tiempo de silencio en el que mi cabeza intentó hacer balance de lo sucedido en esos días; La carretera estaba poco concurrida a pesar de ser viernes y conducía cómodamente.
El sonido de mi móvil rompió ese tiempo de silencio, ya antes de cogerlo supuse que sería Pablo, se había adelantado a la llamada que tenía previsto hacerle para excusarnos.
"Si, Pablo"
"¿Qué tal? ¿habéis terminado ya, supongo" – me mantuve en silencio un instante componiendo la mejor frase.
"En realidad hemos salido ya, te iba a llamar en cuanto parásemos" – Pablo tardó en contestar.
"Joder Carlos, ¿tanta prisa tenéis? Habíamos quedado en despedirnos" – su voz sonaba dolida.
"Lo sé, pero se complicaron las cosas…" – la miré pidiendo su aprobación al tiempo que improvisaba – "… María recibió una llamada y decidimos interrumpir la sobremesa" – ella se encogió de hombros al escuchar mi excusa.
"¿Algo grave?"
"No, en absoluto, pero preferimos llegar pronto a Madrid"
"En fin, lo siento mucho, me hubiera gustado despedirme de María, ¿me la puedes pasar?" – se lo hice saber mediante un gesto y ella negó con fuerza; Insistí, no había excusa razonable para no hablar con él – "¿Estás ahí?"
"Si, un segundo, había perdido cobertura, te la paso" – le ofrecí el móvil a María que dudo en cogerlo de mi mano, al final con un gesto de fastidio lo tomó.
"Pablo"
"Hola preciosa, no sabes cómo siento no haberme podido despedir de ti en persona, necesitaba hacerlo"
"Hemos tenido que salir más pronto de lo previsto" – su voz sonaba tensa
"¿Estás bien? Te noto preocupada"
"Si, muy bien, no pasa nada"
"¿Algún problema con tu marido?"
"No te preocupes Pablo, todo va bien" – María se impacientaba por momentos, no se sentía cómoda con esta conversación y eso se transmitía a través del teléfono
"¿Cuándo te volveré a ver?"
"Va a ser complicado"
"No me das muchas esperanzas"
"No es fácil que coincidamos" – las evasivas eran inconsistentes y débiles, pero la inseguridad de María era interpretada por Pablo como desinterés.
"Dime una cosa, con total franqueza… ¿tu quieres que nos volvamos a ver?" – María calló ante esta pregunta tan directa, intentaba encontrar una respuesta que no la comprometiera, mas el tiempo jugó en su contra y el orgullo herido de Pablo saltó.
"Entiendo… ¡vaya! Nunca me habían hecho sentir como si fuera un kleenex…" - su tono había cambiado, se volvió más serio – "… bueno María, te deseo lo mejor y si volvéis por Sevilla y os apetece jugar de nuevo, me llamáis, un beso"- María adivinó un doble sentido en esta frase algo, algo que la inquietó.
"No sé qué quieres decir"
"Yo creo que está muy claro, no? ¿me pasas a Carlos por favor?" – María me devolvió el móvil, su rostro serio me hizo pensar que la conversación había ido mal
"Si, dime"
"Espero que al menos os lo hayáis pasado bien"
"Si claro, ¿por qué?"
"Le decía a María que si volvéis por Sevilla y tenéis ganar de jugar otra vez que me llaméis, estoy a vuestra disposición" –sentí una amenaza flotar sobre mí.
"No te entiendo"
"Creo que si me entiendes Carlos, Elena tiene una intuición con respecto a vosotros que al principio me pareció absurda aunque cada vez la voy viendo más posible" – sentí frio ascendiendo por la espalda, María noto en mi expresión que algo iba mal.
"Pablo, que estás insinuando" – tenía que hacerle frente, no podía evadirme de su argumento porque sería darle la razón.
"Nada Carlos, nada; dejemos que el tiempo aclare las cosas; Por cierto, estaré por Madrid el mes que viene, os lo iba a haber dicho en persona pero… ¿te parece que te llame y os invite a comer, o tampoco?"
"Pablo, no entiendo tu suspicacia, llámame cuando estés en Madrid, por supuesto, has sido un estupendo anfitrión" – intentaba dar normalidad a la conversación y dar por zanjadas sus sospechas.
"¿Vendrá María?"
"Eso depende de ella" – María me interrogó con la mirada.
"Ya, claro; inútil sería pedirte su teléfono, ¿verdad?"
"También depende de ella, Pablo"
"Bien, buen viaje"
"Gracias, hasta pronto"
Recordé las veces que mi conducta vigilante y mi preocupación por María había levantado comentarios de Elena, supuse que anoche habrían hablado tras nuestra precipitada marcha, Elena era una mujer observadora y debió lanzar una hipótesis que ahora Pablo barajaba como posible. Me preocupaba relativamente, no tenía intención de volver por Sevilla, nada me unía a esa ciudad profesionalmente, lo más probable es que nunca más coincidiera con Pablo, todo se acabaría olvidando.
María se mostró más preocupada al conocer la conversación, coincidía conmigo en lo improbable de un futuro encuentro con Pablo, aun así no se quedó tranquila.
Hicimos el resto del viaje intentando evitar el tema, ambos nos movíamos en la indecisión que oscilaba desde el placer por lo sucedido hasta el arrepentimiento por haber llevado las cosas tan lejos.
Paramos a medio camino, cuando aún era de día y tomamos un refresco en un bar de carretera, de nuevo las miradas de los hombres al entrar en el bar me hicieron consciente de cuánto me excitaba transitar por el riesgo. Hacía como si no me diese cuenta de las miradas pero capturaba cada una de ellas y me provocaban punzadas de placer directamente en mi sexo. Sabía que para algunos de aquellos hombres que deseaban a mi esposa yo era el prototipo del marido cornudo, débil, distraído ante la atención que levantaba su mujer. Esa sensación humillante, lejos de desagradarme, aumentaba más mi excitación. Decidí no mortificarme por ello y disfrutarlo sin prejuicios. Nadie me conocía, mi reputación no estaba en juego.
Llegamos a casa mas tarde de lo previsto, los últimos kilómetros de entrada a Madrid fueron una tediosa procesión de coches atascados en la carretera. Agotados por el viaje y por haber trasnochado nos dimos una ducha y nos acostamos, teníamos por delante un fin de semana para descansar.
Me despertó la mano de María acariciando suavemente mis testículos, apenas un leve movimiento de sus dedos había bastado para sacarme de mi profundo sueño; Yo estaba boca arriba en la cama, ella apoyaba su cabeza sobre mi hombro, su mano abarcaba mis testículos y con los dedos rozaba el periné provocando una erección que crecía rápidamente. Miré el despertador, las cinco de la mañana, me sentía cansado pero mi sexo no paraba de reaccionar.
Sus dedos comenzaron a recorrer toda la longitud de mi polla que yacía erguida sobre mi vientre, deslizaba las yemas de los dedos recorriéndola hasta bajar de nuevo a los testículos; Con delicadeza descubrió mi glande y lo recorrió con sus dedos impregnándose de la humedad que comenzaba a manar; Sus besos en mi cuello me ponían la carne de gallina, bajé mi rostro buscando su boca mientras mi mano izquierda alcanzaba su pecho, gimió al sentir el roce de mis dedos en su pezón y rodeó mi polla con su mano. Nuestros besos cobraron fuerza, se volvieron urgentes, entonces se movió con agilidad hasta situarse sobre mi; Noté como con su mano dirigía mi polla hasta situarla en su sexo y la movía a lo largo del surco forzando los labios a su paso, la cálida humedad que lubricaba su coño acarició mi hinchado glande que se deslizaba sin dificultad, no tenía prisa y comencé a moverme mínimamente, lo suficiente como para empujar con el glande sin llegar a penetrar, forzando el estrecho canal, anunciando la invasión pero quedándome a las puertas; María me besaba el cuello, la boca, los ojos… su pubis se movía intentando atraerme hacia su interior pero yo evitaba penetrarla.
Aun no; Quería llevarla al límite del deseo.
"Cabrón, te has estado ligando a esa tía, le has metido mano delante de mí, cabronazo" – sus palabras me provocaron una conmoción de placer y alegría, María seguía pensando en lo ocurrido, seguramente esos pensamientos le habían provocado la excitación que la había llevado a despertarme. Decidí jugar la baza que me facilitaba su deseo.
"Si, le metí mano si, tiene unas tetas preciosas y su culo... ¡Dios, qué culo!" _ María gimió al escucharme, murmurando ‘cabrón’; Sus movimientos buscando mi polla eran cada vez más vigorosos pero yo la evitaba, entonces puse en palabras lo que mi imaginación creaba en ese momento.
"Te das cuenta de que a estas horas podías estar encima de Pablo, sintiendo su polla en lugar de la mía?" – al decir esto me moví hacia ella enterrando mi glande en su coño y deteniéndome ahí, provocando su necesidad.
"¿Y a ti te habría gustado, verdad?" –su voz temblaba, me di cuenta de que se encontraba al borde del orgasmo.
"Si cielo, me gustaría estar arrodillado al lado de la cama viéndote montar a Pablo" – un gemido agudo brotó de su garganta, me aferré a sus caderas para controlar sus intentos de tragarse toda mi polla, sus duras nalgas provocaron a través de mis manos un nuevo brote de lujuria, avancé mis dedos hacia el centro hasta rozar su ano, un nuevo gemido respondió a mi caricia – "¿Le dejarías a él que te tocase aquí?" – acompañé esa última palabra con una leve presión de mi dedo, noté como el esfínter se encogía y a continuación se relajaba permitiendo que mi dedo penetrara ligeramente, su respiración aumentaba de ritmo por momentos – "si, seguro que le dejabas, eres una zorra que le encanta que le toquen el culo" – María retrocedió con tal rapidez que me pilló desprevenido y se clavó totalmente en mi, levantó el torso y comenzó a mover sus caderas; Mis manos abandonaron sus nalgas y se aferraron a sus pechos, luego recorrieron hambrientas de sensaciones su estomago, su vientre, sus costados, una y otra vez, palpando cada musculo en tensión, masajeando todo su tórax mientras ella cabalgaba sobre mí.
"Imagina que soy Pablo, imagina que estás follando con él"
"Si…" – apenas podía hablar pero esa breve afirmación supuso para mí un enorme triunfo, atrás quedaban los temores y las dudas, Pablo pasaba a formar parte de nuestras fantasías, sin más pudores y eso significaba que habíamos traspasado otra barrera, María se había dejado tocar y besar por otro hombre delante de mí y ahora disfrutaba del recuerdo. No era una simple fantasía como las que habíamos tenido hasta entonces, ahora era el recuerdo de una realidad.
El orgasmo tardó poco en llegarle, fustigado por mis frases en las que me disolvía dejando a Pablo en mi lugar. Y yo, que intentaba aguantar, me dejé llevar y estallamos al mismo tiempo.
María se derrumbó sobre mi pecho, aun ensartada en mi polla que se negaba a descansar provocada aun por las esporádicas contracciones de su coño. Yo acariciaba su espalda.
"Eres genial" – le dije en un susurro al oído
"¿Por qué?"
"Por ser como eres"
"¿Por querer follar con otro hombre?" – María iba al grano, nunca se queda en ambigüedades
"Si, por disfrutar con lo que has hecho, sin complejos" – notaba fluir de su coño el semen que comenzaba a empapar mi pubis, mi polla se resistía a descansar y se mantenía con un vigor aceptable, el suficiente como para continuar moviéndome lentamente en su interior – "Te gustó que te besara, ¿verdad? ¿Te gustó ponerle cachondo?"
"Si" – María comenzaba a responder a mis palabras y a mis movimientos.
"Cuéntamelo" – suspiró, hizo una pausa y comenzó a hablar
"Me gustó sentirme deseada así, tan abiertamente, era tan evidente, no hacía nada por ocultarlo…" – mi polla reaccionó ante su confesión y comenzó a recobrar la turgencia poco a poco – "… luego, cuando me besó en el cuello, en el baile, a la vista de todos, fue… no se que sentí viendo cómo me mirabas…" - Mis manos acariciaban su espalda respondiendo a sus palabras, transmitiéndole lo mucho que me excitaba su declaración – "Cuando salimos a la terraza y me besó… fue tan intenso… y luego, cuando sentí como se metía por debajo de mi falda… " – María era consciente del efecto que sus palabras me producían, mi cintura bombeaba de nuevo, de una manera automática no intencionada, era puro instinto que brotaba de lo más profundo de mi al escuchar a la hembra declarar como se había rendido al cortejo del macho.
"Era todo tan… prohibido, y al mismo tiempo tan abrumador…"
La besé interrumpiendo sus palabras, no podía evitarlo, la deseaba más que nunca; Con cuidado de no salir de su interior me giré llevándola conmigo hasta quedar sobre ella
"Sigue"
"Luego, cuando sabía que iba a tocarme el pecho…"
"Las tetas" – corregí yo.
"Si, las tetas… era como si hubiese vuelto a mi adolescencia"
"¿Qué sentías?" – seguía moviéndome con lentitud, sin prisas, me encontraba a plena potencia pero era consciente de que debía dosificarme.
"No eran tus manos"
"No, no era yo ¿Las notabas diferentes?"
"Si, eso es"- sus caderas ejecutaban una danza ondulante contra mi pubis.
"Sigue"
"Después, cuando noté su mano en mi muslo, supe lo que podía ocurrir, pero estaba como paralizada"
"¿Y luego?" – quería oírlo, necesitaba oírlo de su boca
"Luego, sentí su mano ahí…"
"¿Dónde?" – estaba a punto de estallar de nuevo.
"En mi coño" – su voz se había vuelto grave, profunda
"En tu coño, si, qué sentiste?"
"Me sobresalté, noté la presión de sus dedos…quería huir, apartarle, pero era como un imán más fuerte que mi resistencia; Luego llegasteis…" – Estaba dominado por una emoción intensa, me estiré hacia la mesilla y encendí la lámpara, necesitaba ver su rostro mientras se contaba su primera experiencia con otro hombre.
"Te has dejado tocar el coño" – estaba sonriendo y ella se contagió de mi sonrisa, clavó sus ojos en los míos y afirmó.
"Si" – cerró los ojos sonriendo y relajó la cabeza en la almohada, como si esa afirmación la liberara.
"¿Y si no hubiéramos llegado?" – María no contestaba, se mantenía con los ojos cerrados, sintiendo mis movimientos, acompañándolos con breves pero enérgicos golpes de cadera; repetí la pregunta – "¿Qué habría pasado si no aparecemos?"
"No lo sé"
"¿Crees que lo hubieras parado?"
"No lo sé"
"¿Querías pararlo?"

"¿Qué sentiste cuando me oíste detrás de ti?"
"Me asusté"
"¿Por qué? Yo no te iba a censurar, pero dime ¿qué mas sentiste ante nuestra interrupción?" – estaba manipulando deliberadamente la forma de exponer mi pregunta, buscaba una respuesta en concreto; Y ésta se produjo
"Fastidio" – la emoción de nuevo me arrolló. Me parecía imposible estar escuchando a María hablar así.
"Te fastidió que llegáramos"
"Si" – de pronto su rostro cambió, era como si hubiese descubierto algo que no veía hasta entonces, una expresión de asombro contenido apareció en su cara, como si ella misma no se pudiese creer que estuviese diciendo eso.
"Te molestó que interrumpiéramos lo que Pablo te hacía"
"Es cierto, si… pero yo… yo no quería…"
"Pero te molestó que Pablo no pudiera seguir"
"Si, es verdad.. pero en realidad no quería que fuera más allá"
"Eso es otra cosa, no tiene nada que ver, lo cierto es que Pablo te empezaba a acariciar el coño…" – cada vez estaba más excitada y mis palabras buscaban aumentar esa excitación hasta conseguir que confesase, que reconociese y aceptase sus deseos – "… en poco tiempo habría rebasado tus bragas y habrías sentido sus dedos en tu coño, directamente, luego habría hurgado entre tus labios, lo sabes verdad?"
"Siii!" – fue casi un grito, un lamento mientras se retorcía, se incorporó apoyando los codos en la cama, abrió mucho los ojos y me miró – "Si, es verdad, si, si, lo deseaba!" – se dejó caer de nuevo en la cama con la respiración agitada elevando su pecho, yo continuaba bombeando al mismo ritmo, sin darle descanso, María seguía murmurando frases breves y casi ininteligibles, afirmando lo que acababa de descubrir, poniendo en palabras lo que hasta ese momento no se había atrevido a reconocer; Me deje caer sobre ella, buscaba su boca pero no la alcancé, me quedé en su cuello mientras sentía como su respiración empujaba su pecho contra el mío.
Me despertó la claridad entrando por la ventana, escuché el rumor del agua en el cuarto de baño, María debía estar duchándose.
De camino al otro baño pensé en lo sucedido aquella madrugada; no era ninguna novedad que María me despertase como lo había hecho, lo que hacía de esta ocasión algo excepcional es que María había reconocido que hubiera querido que Pablo la follase.
Tras orinar, me senté en el bidet y me lavé, mas tarde me ducharía, ahora necesitaba un zumo y un café, me dirigí a la cocina y comencé a exprimir naranjas.
No conseguía salir de una especie de estado de sorpresa, no esperaba que María reaccionase así tan pronto; Tenía esperanzas de que, pasados unos días, quizás unas semanas, conseguiría que incorporase a nuestras fantasías el episodio de Pablo, lo que no podía imaginarme es que esa misma noche superase sus recelos y, dominada por la lujuria, me buscase para provocar el recuerdo de Pablo.
Ensimismado en estos pensamientos apenas la oí entrar, venía descalza, con una toalla en la mano secándose el cabello, su cuerpo desnudo aun mostraba pequeñas gotas de agua brillando sobre su piel morena.
"Buenos días… ¡qué bien! Un zumito es lo que necesitaba ahora" – dijo con tono alegre tomando uno de los vasos que acababa de preparar, tras apurar casi la mitad se volvió a mí y me beso en la boca, yo la abracé con fuerza y la besé con una pasión desproporcionada, lamí su boca con mi lengua saboreando los restos de zumo – "¡vaya, cómo nos levantamos hoy!" – dijo bajando la vista hacia mi polla que había reaccionado instantáneamente y se clavaba en sus muslos – "Parece que el ejercicio nocturno no te ha cansado" – su mano izquierda apreso mi polla, dejó el vaso en la encimera y me abrazó sin abandonar su presa, nos besamos de nuevo – "Mejor lo dejamos, si no me parece que no vamos a hacer nada en toda la mañana" – sonreí, era mejor que dosificáramos la potencia del recuerdo. Seguí preparando el café mientras María terminaba de secarse el pelo y se enrollaba la toalla en la cabeza; Estaba preciosa, totalmente desnuda, con la piel aun húmeda y todo el pelo recogido bajo la toalla; se sentó en una silla y cruzó sus piernas mirando cómo le servía el café, mi polla no tenia opción para descansar, cada vez que comenzaba a declinar un poco, la visión de María me volvía a excitar.
"¡Bonito culo!" – me volví hacia ella agradeciendo el cumplido con una sonrisa y nos lanzamos un beso.
Desayunamos en la cocina, intentando no hablar del viaje. Procurando volver a la normalidad, aunque mi cabeza estaba permanentemente inundada por imágenes, unas vividas, otras imaginadas.
Durante aquel fin de semana me di cuenta de que veía a María de una manera diferente, no conseguía mirarla sin recordar que por primera vez había estado con un hombre; No había follado, es cierto, pero su cuerpo volvía a saber lo que se siente al ser tocado por otras manos, una sensación prohibida que ahora se volvía posible, solo faltaba terminar de romper los prejuicios y los temores irracionales producto de la educación. Sería cuestión de tiempo y de trabajo por mi parte. Hacer normal en nuestras fantasías lo que había sido excepcional en nuestro viaje, de ese modo conseguiría que la próxima vez que surgiera la ocasión propicia María tuviera que luchar menos consigo misma.

4 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 8

PCLBUSTO
excelente loco muy bueno lo tuyo
parejitaamor
Excelente cada vez mejor, desesperado por la continuación. Gracias por tanta magia
parejitaamor
Por favor no nos dejes en ascuass, estamos esperando ansiosos por la continuación, te sigo sumando puntos