En verano, Fernando y yo nos juntábamos todas las mañanas en su casa a jugar, leer y pasar el rato. Estábamos de vacaciones y todo era reláx. Olga aprovechaba que su marido trabajaba para andar por la casa libremente como la puta que era. Nos servía café, cigarrillos y era nuestra esclava (ver Episodio 5).
La hacíamos andar desnuda y en tacones altísimos de yegua puta, mientras desnudos tambien la mirábamos y hacíamos nuestras cosas. Al principio se había resistido pero finalmente su condición de puta madura había ganado y disfrutaba calentándonos. Igual fingía ser una víctima y se hacía la enojada.
Cada vez que nos traía algo, le acariciábamos la cola, las tetas, la besábamos o la escupíamos...
Le frotábamos las tetas redondas y morenas mientras servía el café, charlando entre nosotros como si no estuviera.
Ella no decía nada, con cara de circunstancia se iba a la cocina y seguía con sus cosas. Jugábamos a las cartas y el que ganaba accedía al premio de cojerse a Olguita.
Cada tanto uno de nosotros se levantaba y pedía permiso para cojer... Iba directamente a la cocina, y se la ponía de parado a Olga, que sin rechistar recibía esa pija joven y carnosa. El que se quedaba en el living escuchaba el gemido al acabar de su amigo querido.
Podíamos pasar mañanas enteras en las que llegábamos a acabar 3 veces cada uno en la concha madura y depilada de la puta madura.
A veces uno ganaba más que el otro y cuando sucedía esto el perdedor debía mirar de frente a Olga, en silencio y sin tocarse. Era un castigo divino.
Me encantaba la sensación de garcharme a la madre de mi mejor amigo, mientras este observaba cada detalle de la cara de su madre que no podía cerrar los ojos y debía mantenerlos fijos en los ojos de su hijo querido.
Ella después de cada polvo se quedaba sentada fumando, como queriendo ganar fuerzas para la siguiente embestida.
Era una época feliz. Cuando ya ni nos quedaban fuerzas, nos acariciábamos mutuamente la verga hasta estar empalmados y al final de la mañana la cogíamos entre los dos. Hacíamos que Olga se sentara encima de una pija, mientras el otro se la metía en la concha por detrás, así la trola veterana sentía las dos vergas a la vez...
Casi siempre ese era el momento en que Olga tenía un orgasmo descomunal gritando y llorando a la vez.
La hacíamos andar desnuda y en tacones altísimos de yegua puta, mientras desnudos tambien la mirábamos y hacíamos nuestras cosas. Al principio se había resistido pero finalmente su condición de puta madura había ganado y disfrutaba calentándonos. Igual fingía ser una víctima y se hacía la enojada.
Cada vez que nos traía algo, le acariciábamos la cola, las tetas, la besábamos o la escupíamos...
Le frotábamos las tetas redondas y morenas mientras servía el café, charlando entre nosotros como si no estuviera.
Ella no decía nada, con cara de circunstancia se iba a la cocina y seguía con sus cosas. Jugábamos a las cartas y el que ganaba accedía al premio de cojerse a Olguita.
Cada tanto uno de nosotros se levantaba y pedía permiso para cojer... Iba directamente a la cocina, y se la ponía de parado a Olga, que sin rechistar recibía esa pija joven y carnosa. El que se quedaba en el living escuchaba el gemido al acabar de su amigo querido.
Podíamos pasar mañanas enteras en las que llegábamos a acabar 3 veces cada uno en la concha madura y depilada de la puta madura.
A veces uno ganaba más que el otro y cuando sucedía esto el perdedor debía mirar de frente a Olga, en silencio y sin tocarse. Era un castigo divino.
Me encantaba la sensación de garcharme a la madre de mi mejor amigo, mientras este observaba cada detalle de la cara de su madre que no podía cerrar los ojos y debía mantenerlos fijos en los ojos de su hijo querido.
Ella después de cada polvo se quedaba sentada fumando, como queriendo ganar fuerzas para la siguiente embestida.
Era una época feliz. Cuando ya ni nos quedaban fuerzas, nos acariciábamos mutuamente la verga hasta estar empalmados y al final de la mañana la cogíamos entre los dos. Hacíamos que Olga se sentara encima de una pija, mientras el otro se la metía en la concha por detrás, así la trola veterana sentía las dos vergas a la vez...
Casi siempre ese era el momento en que Olga tenía un orgasmo descomunal gritando y llorando a la vez.
0 comentarios - Olga, la madre de mi mejor amigo (Episodio 7)