Una hermosa latina de piel canela, sonrisa amplia ojos expresivos, encantadora, ejecutiva, inquieta, incauta entre la danza sobrehumana, quiere regocijarse grandemente con cada momento que le deviene.
Se llama Sara y hace algo más de 10 años la conocà en un grupo de prácticas espirituales. Tuvimos varias experiencias trascendentales junto con varias personas que conocimos y desconocimos. Al transcurrir el tiempo nos dejamos de ver por más de cuatro años, los destinos que cada quien tomó pasaron a convertirse en nuestros maestros mÃsticos.
Hace 4 años volvimos a encontrarnos en una academia de danza y yoga que para mi sorpresa era de su propiedad junto con Patricia, quien frecuentaba el grupo de prácticas espirituales también.
Patricia, con quien en ese entonces me habÃa chocado semanas antes entre una multitud de personas que asistÃan a una exposición de arte, intercambió sus datos conmigo después de un cordial saludo y me invitó a su centro de danza y yoga, asà que el dÃa que fui correspondiendo a una invitación de Patricia, me llevé la sorpresa que Sara y Patricia eran socias, Sara, estaba ennoviada con un lÃder espiritual que de hecho, oficiaba un ritual aquella ocasión.
Por aquellos dÃas, empezamos a enrollarnos con Patricia hasta terminar viviendo juntos unos meses después, Sara se convirtió en amiga muy cercana e intima, compartimos bastante compañÃa, una gran amistad hemos tenido, especialmente desde mi relación con Patricia, quien hoy dÃa es mi esposa.
Hace 2 años Patricia partió a un retiro espiritual para lo que se ausentarÃa de la ciudad por casi dos semanas y por esos dÃas, convinimos un viernes por la tarde vernos con Sara en mi apartamento para conversar un de todo un poco. Una vez en casa, después de un rato de chistes y chismorreo, empezamos a hacer unas preguntas al los arcanos del tarot.
A medida que transcurrÃa la tarde, Ãbamos llegando a un tema Ãntimo de Sara: Los hombres. Tuvimos tiempo para desenmarañar algo de su historia con ellos y descollamos en lo que nos pareció todo venÃa del entorno familiar, me confesó secretos importantes de su infancia y adolescencia. Tocamos temas privados de Sara ampliamente, las risas, las lágrimas… muchas emociones alrededor de las cartas.
Entrada la noche el hambre surgÃa y resolvimos ordenar una pizza y unas cervezas para pasar a hablar de otras cosas, claro está que, todo tenÃa que ver con los temas de pareja, debido al preámbulo.Las cervezas se fueron consumiendo a medida que nos Ãbamos desestresando, ya después Sara me confesaba algunas de sus aventuras con varios amigos en común, resultó ser una dueña de la inquietud sexual.
Entre varios de sus relatos, por ejemplo me conto sobre alguna experiencia en un trÃo con dos personas que conocÃa, además de varias anécdotas sexuales que practicaban algunos conocidos, algunas doctrinas, hablamos abiertamente de gustos y disgustos sexuales de los hombres y los no-hombres por varias horas… manifiesto que me llamaron la atención especialmente dos cosas, la primera: un amigo que de hecho es muy apuesto, alto, de un caudal económico generoso y desconocido, con un carácter prodigioso, tiene un pene muy pequeño y según ella, él andaba de mujer en mujer porque seguramente no lograba completar la entereza sexual de una mujer.
La segunda cuestión que me llamó la atención fue que cierto amigo en común que de hecho es un guÃa espiritual y un profesor de yoga reconocido, está dotado de una herramienta bastante punitiva, a tal punto que no pudo estar con él más de dos veces porque le daba mucho dolor y el talle que le engendraba no era gustoso en absoluto.
Ya pasada la media noche, se terminaron las cervezas y el entusiasmo de nuestra plática era tal que para proseguir, destapé una botella de whisky para darnos combustible. Perseguimos el hilo de nuestra conversación en torno a la sexualidad, abiertamente nos confesamos todo lo que se nos cruzaba por la memoria... hasta puse en el laptop un video de un trÃo que me parecÃa encantador por las mujeres que aparecÃan en él, con ese me habÃa hecho un par de pajas en alguna ocasión y se lo quise compartir escudriñando su veredicto, pero era tan tarde que uno que otro bostezo nos hizo notar que ya estaban entradas las 3 de la madrugada.
Sara preguntó dónde podrÃa acomodarse para amanecer puesto que le daba flojera arrancar a su casa a esa hora. Primeramente, le sugerà acomodarse en el sofá, pero este era algo estrecho, a lo que sugerà se acostara en la cama conmigo, ya que en ese entonces vivÃa en un apartamento pequeño.
Al haber hablado de todos esos temas empecé a tenerle apetito carnal, ya no la veÃa con ojos de amigo solamente, asà que me acosté en ropa interior mientras ella se alistaba para venir a dormir. Una vez apagadas las luces, la abracé persiguiendo erotizarla, a lo que ella cortante dijo: -¡Quién lo manda a ser el marido de Patricia mi mejor amiga, no señor!-
… Esto me dejó de una sola pieza asà que procedà a dormirme con el rabo entre las piernas, aunque algo más tarde, un relámpago ulterior me despertó y volvà a meter mano, con la sorpresa de su respuesta…
Nos besamos apasionadamente para mi sorpresa, recuerdo la suavidad de sus labios, la textura de su lengua, su anhelar más con la respiración, ahà mismo, exponÃamos el deseo de probarnos todo el cuerpo y más con cada beso que nos contestábamos… aun retengo en la memoria el aroma perfumado de Sara, su piel suave y firme, la manera de desear cada caricia hasta el punto de desnudar nuestra pasión por el otro… pude deleitarme con su desnudez a cada decÃmetro de piel que le probaba, sus senos tenÃan afán de ser adulados y hocicados, su vientre espiraba jazmÃn fresco… su vagina… suave, berreando jarabe de miel: el sabor de su bálsamo libraba un dejillo lentamente dócil… Sara, extendida y anhelante señalaba con voz gemosa: -Qué rico la mamas-, méteme un dedito…
Procedà a enlazar el rozamiento de mi Ãndice en sus entrañas, junto con el lengüeteo de su delicada intimidad, las paredes y nosotros somos testigos de las ganas que nos tuvimos en ese instante y al estar justo al filo de la llama más efusiva, ya con ganas de compenetrarnos copulando hasta fundirnos completamente en las melazas del goce, puse la punta de mi pértiga en la atrio de su abertura embalsamada, la sentà cual ninfa, Sara clamaba por ser atesada y pudiendo apenas haberle introducido la mitad del listón, se retiró imperiosamente sintiéndose en el error y diciendo: -¡yo no puedo hacer esto!... Patricia es mi amiga!-... para lo que yo sujetándola por las caderas firmemente le dije indeliberadamente: -¡cambiémonos los nombres!, ¡si quieres me puedes llamar Felipe y yo a ti MarÃa!-.
Insistió de nuevo en recatarse a lo que le contrapuse: -¡¿por qué no?!... puede ser nuestro secreto, ¿qué más da?-... entonces empezó Sara a dudar y dijo: -¡bien!-, -pero esto es algo que nos llevamos tú y yo a la tumba -… asà que reanudamos con un dócil y vehemente beso que terminamos de darnos abrazados en el lecho y la verdad, las ganas de liarse ya eran demasiadas… qué placer inmenso sentà al desentrañarme junto con ella en el absoluto goce!, hacÃa bastante ansiaba en mis pajas tener una mujer que se expresara con palabras ardorosas, que pidiera más y más junco, que quisiera gozarse todo lo que quisiera y más…
Engullimos hasta el último fragmento de placer que tenÃamos y terminamos en un abrazo para contenerla entre mimos y besitos ya dispuestos a descansar… no nos dijimos mucho, y entre tanto expresado recuerdo con precisión al final de todo Sara dijo: -mañana me das otro poquito-…
Abriendo la mañana, el resplandor del sol iluminaba las paredes de la habitación, sobre la cama yacÃamos completamente desprovistos de cualquier prenda, supongo eran casi las 7 de la mañana cuando al despertarme vislumbré la hermosa figura de Sara boca abajo, dormÃa profunda apoyando la cabeza sobre sus brazos cruzados, su piel canela resaltaba sobre las sábanas de algodón nevado, se veÃa tan delicada, tan voluptuosa… su figura femenina me dejó absorto en la contemplación, no aguanté las ganas de tocarla y sentir bajo mis palmas la suavidad de su piel. Experimente la firmeza de su espalda, su tez era exquisita al contacto, tentar sus prominentes glúteos encendÃa mi llama sexual… toda ella me parecÃa finamente placentera... después de alimentar mi tacto por unos minutos, no resistà las ganas de ajar poco a poco con mi falange recorriendo su vagina puesto que tenÃa los muslos algo explayados.
No olvidaré el registro de ese momento bienaventurado, precisamente porque al ir rozando su vagina Sara empezó a despertarse entre un contoneo dúctil como buscando el ángulo más placentero para el instante, sus pliegues eran delicados y se hacÃan más jugosos, deslizar mi curiosidad entusiasta a través de mi falange a lo extendido de sus bálsamos inspiraba algo asà como un tipo de fiereza vigilada.
Recuerdo haberle encajado repetidas veces un dedo comprimiendo el punto g. y sentir un pequeño chorro emerger con cada presión, lo que me enloquecÃa más que a ella, nunca habÃa experimentado tanto candor de inmediato, Sara era el manjar correcto, después de despertarse se dio media vuelta para que la siguiera espoleando con mi hábil destreza.
Estaba completamente en trance, me miraba desnudo, se saboreaba al ver mi erección y exasperada me pidió que le ocupara con mi guimbalete su covacha. Yo queriendo aprovechar su desespero, me hacÃa el difÃcil pero esto era contra mi voluntad, la verdad estaba con muchas ganas de embestirla como se lo merecÃa, no aguantando mucho el papelón, le di todo de mi, despacito, muy lentamente, la anatomÃa de los dos resultaba un elixir bendito, la hoguera que encendimos después de unos minutos de deleite, subÃa a tal punto que la quise tomar en cuatro también…
Sara es la más hermosa mujer que he tenido para mà en tendida en 4, se veÃa exquisita, porque tenÃa una espalda pequeña y un trasero magnánimo y redondeado, nos miré y me excité más al ver mi rejón más extendido que siempre, parecÃa un pedrusco forrado en piel, me sentà presuntuoso de poder suceder los placeres de tal momento, la arremetà como sólo un mortal lo pudiera hacer mejor, me pude controlar por un largo periodo con la respiración, la agarraba a manos llenas por ese par de bolos de carne como cabalgando por ocaso de los tiempos, ella sólo pudo estrujarse contra las almohadas para gemir como una chiquilla naciendo entre la gloria del sumo placer… confieso que me he hecho varias pajas recordando ese momento… no habÃa probado tal manjar canela, qué delicia propinarse junto a una mujer que adora el garrote de un amante…
Después de mucho sudar y arremeterle como fiera estival toda mi envergadura, sentà mi cuerpo explotarse como agallas por las sienes, quise que Sara se hiciera sobre mà por un rato, para lo que me acosté… Sara viéndome tendido me apresaba la macana con su mano derecha y decÃa: -tienes una verga muy rica, me fascina-… se saboreaba y sacaba la lengua… me sentà vigoroso, me prendió bastante a matar el hambre que le tenÃa… asà que a la sazón, se puso de pie para después acuclillarse lentamente, quiso empotrarse el serpollo centÃmetro a centÃmetro hasta la base del mismo, abarcándomela como una deliciosa vianda, se aferró con sus garras de mi pecho y empezó a propinarnos un vaivén absolutamente restregado, delicioso y profundo.
Estando completamente inmersos en la acometida de nuestros cuerpos, postrarle mis zarpas entre ese par de posaderas me enloquecÃa, entonces tomándola con frenesà de sus pompas, la acomodé un poco más hacÃa arriba para acometerle con toda firmeza mi estolón hasta que Sara y yo no dimos más… nos consumimos hasta quedar fundidos en un abrazo sensitivo sobre el catre.
Encogidos sobre la cama, intercambiamos una que otra palabra, nos dimos uno que otro mimo, pero ella expresó que preferÃa irse porque estaba amañándose conmigo y declaró que posiblemente iba a querer quedarse para experimentar más de los dos, Sara se sentÃa incomoda debido a nuestro vÃnculo con Patricia, asà que respetando su opinión, me levanté sin contrariedad alguna y dispuse en breve algo para desayunar mientras ella se alistaba para partir. Hablamos con cierta complicidad que de hecho no tenÃamos anteriormente, nos hicimos camaradas secretos, Sara y yo éramos los coautores de un secreto primoroso.
Un poco después Sara partió de mi casa, nos despedimos con un beso tranquilo y jugoso, al dÃa siguiente la llamé a saludarla y conversamos algunos minutos, nos confesamos habernos masturbado en la noche anterior recordando nuestra fajina, lo celebramos y comentamos, asentimos que habÃamos tirado un polvazón en esa habitación ya la conversación entre los dos era notablemente calentona…
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Se llama Sara y hace algo más de 10 años la conocà en un grupo de prácticas espirituales. Tuvimos varias experiencias trascendentales junto con varias personas que conocimos y desconocimos. Al transcurrir el tiempo nos dejamos de ver por más de cuatro años, los destinos que cada quien tomó pasaron a convertirse en nuestros maestros mÃsticos.
Hace 4 años volvimos a encontrarnos en una academia de danza y yoga que para mi sorpresa era de su propiedad junto con Patricia, quien frecuentaba el grupo de prácticas espirituales también.
Patricia, con quien en ese entonces me habÃa chocado semanas antes entre una multitud de personas que asistÃan a una exposición de arte, intercambió sus datos conmigo después de un cordial saludo y me invitó a su centro de danza y yoga, asà que el dÃa que fui correspondiendo a una invitación de Patricia, me llevé la sorpresa que Sara y Patricia eran socias, Sara, estaba ennoviada con un lÃder espiritual que de hecho, oficiaba un ritual aquella ocasión.
Por aquellos dÃas, empezamos a enrollarnos con Patricia hasta terminar viviendo juntos unos meses después, Sara se convirtió en amiga muy cercana e intima, compartimos bastante compañÃa, una gran amistad hemos tenido, especialmente desde mi relación con Patricia, quien hoy dÃa es mi esposa.
Hace 2 años Patricia partió a un retiro espiritual para lo que se ausentarÃa de la ciudad por casi dos semanas y por esos dÃas, convinimos un viernes por la tarde vernos con Sara en mi apartamento para conversar un de todo un poco. Una vez en casa, después de un rato de chistes y chismorreo, empezamos a hacer unas preguntas al los arcanos del tarot.
A medida que transcurrÃa la tarde, Ãbamos llegando a un tema Ãntimo de Sara: Los hombres. Tuvimos tiempo para desenmarañar algo de su historia con ellos y descollamos en lo que nos pareció todo venÃa del entorno familiar, me confesó secretos importantes de su infancia y adolescencia. Tocamos temas privados de Sara ampliamente, las risas, las lágrimas… muchas emociones alrededor de las cartas.
Entrada la noche el hambre surgÃa y resolvimos ordenar una pizza y unas cervezas para pasar a hablar de otras cosas, claro está que, todo tenÃa que ver con los temas de pareja, debido al preámbulo.Las cervezas se fueron consumiendo a medida que nos Ãbamos desestresando, ya después Sara me confesaba algunas de sus aventuras con varios amigos en común, resultó ser una dueña de la inquietud sexual.
Entre varios de sus relatos, por ejemplo me conto sobre alguna experiencia en un trÃo con dos personas que conocÃa, además de varias anécdotas sexuales que practicaban algunos conocidos, algunas doctrinas, hablamos abiertamente de gustos y disgustos sexuales de los hombres y los no-hombres por varias horas… manifiesto que me llamaron la atención especialmente dos cosas, la primera: un amigo que de hecho es muy apuesto, alto, de un caudal económico generoso y desconocido, con un carácter prodigioso, tiene un pene muy pequeño y según ella, él andaba de mujer en mujer porque seguramente no lograba completar la entereza sexual de una mujer.
La segunda cuestión que me llamó la atención fue que cierto amigo en común que de hecho es un guÃa espiritual y un profesor de yoga reconocido, está dotado de una herramienta bastante punitiva, a tal punto que no pudo estar con él más de dos veces porque le daba mucho dolor y el talle que le engendraba no era gustoso en absoluto.
Ya pasada la media noche, se terminaron las cervezas y el entusiasmo de nuestra plática era tal que para proseguir, destapé una botella de whisky para darnos combustible. Perseguimos el hilo de nuestra conversación en torno a la sexualidad, abiertamente nos confesamos todo lo que se nos cruzaba por la memoria... hasta puse en el laptop un video de un trÃo que me parecÃa encantador por las mujeres que aparecÃan en él, con ese me habÃa hecho un par de pajas en alguna ocasión y se lo quise compartir escudriñando su veredicto, pero era tan tarde que uno que otro bostezo nos hizo notar que ya estaban entradas las 3 de la madrugada.
Sara preguntó dónde podrÃa acomodarse para amanecer puesto que le daba flojera arrancar a su casa a esa hora. Primeramente, le sugerà acomodarse en el sofá, pero este era algo estrecho, a lo que sugerà se acostara en la cama conmigo, ya que en ese entonces vivÃa en un apartamento pequeño.
Al haber hablado de todos esos temas empecé a tenerle apetito carnal, ya no la veÃa con ojos de amigo solamente, asà que me acosté en ropa interior mientras ella se alistaba para venir a dormir. Una vez apagadas las luces, la abracé persiguiendo erotizarla, a lo que ella cortante dijo: -¡Quién lo manda a ser el marido de Patricia mi mejor amiga, no señor!-
… Esto me dejó de una sola pieza asà que procedà a dormirme con el rabo entre las piernas, aunque algo más tarde, un relámpago ulterior me despertó y volvà a meter mano, con la sorpresa de su respuesta…
Nos besamos apasionadamente para mi sorpresa, recuerdo la suavidad de sus labios, la textura de su lengua, su anhelar más con la respiración, ahà mismo, exponÃamos el deseo de probarnos todo el cuerpo y más con cada beso que nos contestábamos… aun retengo en la memoria el aroma perfumado de Sara, su piel suave y firme, la manera de desear cada caricia hasta el punto de desnudar nuestra pasión por el otro… pude deleitarme con su desnudez a cada decÃmetro de piel que le probaba, sus senos tenÃan afán de ser adulados y hocicados, su vientre espiraba jazmÃn fresco… su vagina… suave, berreando jarabe de miel: el sabor de su bálsamo libraba un dejillo lentamente dócil… Sara, extendida y anhelante señalaba con voz gemosa: -Qué rico la mamas-, méteme un dedito…
Procedà a enlazar el rozamiento de mi Ãndice en sus entrañas, junto con el lengüeteo de su delicada intimidad, las paredes y nosotros somos testigos de las ganas que nos tuvimos en ese instante y al estar justo al filo de la llama más efusiva, ya con ganas de compenetrarnos copulando hasta fundirnos completamente en las melazas del goce, puse la punta de mi pértiga en la atrio de su abertura embalsamada, la sentà cual ninfa, Sara clamaba por ser atesada y pudiendo apenas haberle introducido la mitad del listón, se retiró imperiosamente sintiéndose en el error y diciendo: -¡yo no puedo hacer esto!... Patricia es mi amiga!-... para lo que yo sujetándola por las caderas firmemente le dije indeliberadamente: -¡cambiémonos los nombres!, ¡si quieres me puedes llamar Felipe y yo a ti MarÃa!-.
Insistió de nuevo en recatarse a lo que le contrapuse: -¡¿por qué no?!... puede ser nuestro secreto, ¿qué más da?-... entonces empezó Sara a dudar y dijo: -¡bien!-, -pero esto es algo que nos llevamos tú y yo a la tumba -… asà que reanudamos con un dócil y vehemente beso que terminamos de darnos abrazados en el lecho y la verdad, las ganas de liarse ya eran demasiadas… qué placer inmenso sentà al desentrañarme junto con ella en el absoluto goce!, hacÃa bastante ansiaba en mis pajas tener una mujer que se expresara con palabras ardorosas, que pidiera más y más junco, que quisiera gozarse todo lo que quisiera y más…
Engullimos hasta el último fragmento de placer que tenÃamos y terminamos en un abrazo para contenerla entre mimos y besitos ya dispuestos a descansar… no nos dijimos mucho, y entre tanto expresado recuerdo con precisión al final de todo Sara dijo: -mañana me das otro poquito-…
Abriendo la mañana, el resplandor del sol iluminaba las paredes de la habitación, sobre la cama yacÃamos completamente desprovistos de cualquier prenda, supongo eran casi las 7 de la mañana cuando al despertarme vislumbré la hermosa figura de Sara boca abajo, dormÃa profunda apoyando la cabeza sobre sus brazos cruzados, su piel canela resaltaba sobre las sábanas de algodón nevado, se veÃa tan delicada, tan voluptuosa… su figura femenina me dejó absorto en la contemplación, no aguanté las ganas de tocarla y sentir bajo mis palmas la suavidad de su piel. Experimente la firmeza de su espalda, su tez era exquisita al contacto, tentar sus prominentes glúteos encendÃa mi llama sexual… toda ella me parecÃa finamente placentera... después de alimentar mi tacto por unos minutos, no resistà las ganas de ajar poco a poco con mi falange recorriendo su vagina puesto que tenÃa los muslos algo explayados.
No olvidaré el registro de ese momento bienaventurado, precisamente porque al ir rozando su vagina Sara empezó a despertarse entre un contoneo dúctil como buscando el ángulo más placentero para el instante, sus pliegues eran delicados y se hacÃan más jugosos, deslizar mi curiosidad entusiasta a través de mi falange a lo extendido de sus bálsamos inspiraba algo asà como un tipo de fiereza vigilada.
Recuerdo haberle encajado repetidas veces un dedo comprimiendo el punto g. y sentir un pequeño chorro emerger con cada presión, lo que me enloquecÃa más que a ella, nunca habÃa experimentado tanto candor de inmediato, Sara era el manjar correcto, después de despertarse se dio media vuelta para que la siguiera espoleando con mi hábil destreza.
Estaba completamente en trance, me miraba desnudo, se saboreaba al ver mi erección y exasperada me pidió que le ocupara con mi guimbalete su covacha. Yo queriendo aprovechar su desespero, me hacÃa el difÃcil pero esto era contra mi voluntad, la verdad estaba con muchas ganas de embestirla como se lo merecÃa, no aguantando mucho el papelón, le di todo de mi, despacito, muy lentamente, la anatomÃa de los dos resultaba un elixir bendito, la hoguera que encendimos después de unos minutos de deleite, subÃa a tal punto que la quise tomar en cuatro también…
Sara es la más hermosa mujer que he tenido para mà en tendida en 4, se veÃa exquisita, porque tenÃa una espalda pequeña y un trasero magnánimo y redondeado, nos miré y me excité más al ver mi rejón más extendido que siempre, parecÃa un pedrusco forrado en piel, me sentà presuntuoso de poder suceder los placeres de tal momento, la arremetà como sólo un mortal lo pudiera hacer mejor, me pude controlar por un largo periodo con la respiración, la agarraba a manos llenas por ese par de bolos de carne como cabalgando por ocaso de los tiempos, ella sólo pudo estrujarse contra las almohadas para gemir como una chiquilla naciendo entre la gloria del sumo placer… confieso que me he hecho varias pajas recordando ese momento… no habÃa probado tal manjar canela, qué delicia propinarse junto a una mujer que adora el garrote de un amante…
Después de mucho sudar y arremeterle como fiera estival toda mi envergadura, sentà mi cuerpo explotarse como agallas por las sienes, quise que Sara se hiciera sobre mà por un rato, para lo que me acosté… Sara viéndome tendido me apresaba la macana con su mano derecha y decÃa: -tienes una verga muy rica, me fascina-… se saboreaba y sacaba la lengua… me sentà vigoroso, me prendió bastante a matar el hambre que le tenÃa… asà que a la sazón, se puso de pie para después acuclillarse lentamente, quiso empotrarse el serpollo centÃmetro a centÃmetro hasta la base del mismo, abarcándomela como una deliciosa vianda, se aferró con sus garras de mi pecho y empezó a propinarnos un vaivén absolutamente restregado, delicioso y profundo.
Estando completamente inmersos en la acometida de nuestros cuerpos, postrarle mis zarpas entre ese par de posaderas me enloquecÃa, entonces tomándola con frenesà de sus pompas, la acomodé un poco más hacÃa arriba para acometerle con toda firmeza mi estolón hasta que Sara y yo no dimos más… nos consumimos hasta quedar fundidos en un abrazo sensitivo sobre el catre.
Encogidos sobre la cama, intercambiamos una que otra palabra, nos dimos uno que otro mimo, pero ella expresó que preferÃa irse porque estaba amañándose conmigo y declaró que posiblemente iba a querer quedarse para experimentar más de los dos, Sara se sentÃa incomoda debido a nuestro vÃnculo con Patricia, asà que respetando su opinión, me levanté sin contrariedad alguna y dispuse en breve algo para desayunar mientras ella se alistaba para partir. Hablamos con cierta complicidad que de hecho no tenÃamos anteriormente, nos hicimos camaradas secretos, Sara y yo éramos los coautores de un secreto primoroso.
Un poco después Sara partió de mi casa, nos despedimos con un beso tranquilo y jugoso, al dÃa siguiente la llamé a saludarla y conversamos algunos minutos, nos confesamos habernos masturbado en la noche anterior recordando nuestra fajina, lo celebramos y comentamos, asentimos que habÃamos tirado un polvazón en esa habitación ya la conversación entre los dos era notablemente calentona…
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