Las vueltas de la vida

Hola poringueros y poringueras. El año 2001 lo terminé de la peor manera. Falleció un amigo, me separé y, como si fuera poco, me echaron del trabajo. Recuerdo bien cuando con una frialdad increible Liliana S. me dijo sin titubeos "Tu ciclo en la empresa se terminó". El mundo, como era de esperar, se me derrumbó como un castillo de naipes. Al año siguiente buscar trabajo fue una quimera por como estaban las cosas en Buenos Aires. Lavacopas, albañil, vendedor ambulante, servía para hacer unos amnguitos para pagar alquiler, la mensualidad de mi hija y el gimnasio.
Hacía 8 años que hacía fitness con una amiga que trabajaba en un night club de Buenos Aires y fue ella la que me consiguió el trabajo más estable que había. Hablando con el dueño del night club le contó que podía ser un buen stripper, este me entrevistó, me observó desnudo y descubrió un hombre con un físico bien trabajado y un pene grande que ante la primera chica desnuda que pasó se puso inquieto. "Contratado!!" dijo el hombre.
Los meses pasaron y mi trabajo era constante con buenas propinas de las calientes damas que se hacían presentes. Un día un grupo de alegres chicas se hicieron presentes, hablaron con el encargado para "pasar" la noche con un par de stripper y se dirigieron al salon VIP. Un muchacho negro uruguayo, y yo fuimos los elegidos para atenderlas. En mi caso prefiero siempre guardar mi identidad como un super heroe, así que me puse una zunga negra que apenas contenía mi pene, un smocking que se desprende facil cuando hago el show y un antifaz negro de seda que me daba un look más sofisticado.
Al entrar al salón VIP las chicas estaban calientes, algunas incluso estaban semidesnudas tocándose entre ellas.
El "yorugua", como le decía al negro, encaró con su super pene hacia las mujeres semidesnudas. Apartada de ellas se encontraba una mujer madura, de unos cuarenta años, que se la notaba algo incómoda. La mujer estaba muy buena, vestía un vestido strapless negro ajustado a la altura de los pechos, generosos en dimensiones por cierto y unas sandalias con plataformas..
Me acerco a ella y al hacerlo pareciera haber visto al diablo mismo, resultó ser Liliana S., la misma que meses atrás me despidió del trabajo, la abnegada esposa de Guido, empleado del sector compras de la empresa y devota madre de los mellicitos Kevin y Santiago. Ella no se dio cuenta de mi reacción así que pude hacer mi "show".
Por la parte descubierta de su espalda deslizo muy suavemente mis manos, casi a modo de un masaje. Ella insinuo una resistencia pero el roce con su piel derrumbó ese freno suyo. Me acerco a su rostro y le doy un suave beso a modo de bienvenida. Bailamos suavemente mientras el resto de las chicas se divertían con el "yorugua" y su descomunal pene. Cuando logré calentarla me desprendí de un tirón de la ropa y comencé a danzar insinuante delante de ella, meneando la cintura y exhibiendo mi generoso pene casi a la altura de su boca. Aquello fue muy tentador para ella, casi sin darme cuenta tenía mi pene en su boca y lo empezó a chupar al principio tímidamente. La situación en un principio me pareció algo chocante por conocer su historia; madre de los mellis, fiel esposa, siempre de la mano de su marido, era común verlos acaramelados en el supermercado, en el club Deportivo San Andrés. Pero casi de inmediato la situación le sumo excitación y placer. Casi de un tirón le quité su vestido que yacía en el suelo y con la misma brutalidad le arranqué su tanga y sin dar más vueltas la agaché y la penetré muy facilmente. Mis embestidas eran fuertes, tanto como sus gritos de placer. Y sin contemplaciones le lleno su vagina de mi espeso esperma. Las otras chicas se acercaron sorprendidas al ver a Liliana S. estar tan entregada a mi, un desconocido stripper. Era evidente que lo que buscaban en un principio era un show privado medio zarpadito, pero la calentura de estas chicas las superó. El yorugua tomó a Liliana de los pelos, le levantó la cara y la obligó a chupar su pene. Mientras ella recibía dos vigorosos penes por la boca y la vagina empiezo a jugar con el agujero de su ano. De a poco empiezo a meterle uno de mis gruesos dedos en medio de gritos callados por el pene del yorugua en su boca. Era grotesco verla agitar la cabeza diciendo no con el pene en su boca, que por cierto jamás intentó quitarse. Le quité bruscamente mi pene de su vagina y casi con la misma brutalidad penetro su ano provocandole dolor en principio, pero el placer la invadió con el correr del tiempo. El yorugua se quedó abrazada a una chica vestida solo con su tanga, que luego se identificó como sobrina de Liliana y se empezó a pajear para largarle lo que le quedaba de semen en sus pechos. Al cabo de unos minutos le largué todo lo mio saturando todo su ano. Ella quedó en el suelo agotada y dolorida con resto de semen en su ano, la vagina y algo que chorreaba por sus piernas mientras que el resto de las chicas no salían de su asombro. Recién ahí me percaté que cometí el más grave de los errores, no usar preservativos.
Meses más tarde pude conseguir un trabajo mejor de mantenimiento en una clínica privada en San Martín. Un día me la cruzo en el sector de obstetricia a Liliana S. con un embarazo bastante avanzado esperando ser atendida. Al verme me reconoció y me saludó, yo le respondí el saludo felicitándola por el embarazo. Con un gesto de tristeza me respondió que fue un accidente y que se separó del marido. Nos despedimos y mientras me alejaba una idea me taladraba la cabeza.