Hola Gente: Continuo el relato después de cierta demora involuntaria. Este quiero dedicárselo a Lady_Godiva II, mi mas constante lectora.
Vamos al relato.
Ya que mi gentil maestra me inspiró, decidí seguir sus consejos al pie de la letra. Una de las costumbres más comunes en el campo es discutir planes y labores en el desayuno; y todos presentaban su informe, incluso los que como yo estábamos de adorno. Lo mío fue escueto, cortar leña para las casas, salir a caballo y cazar algún animalito para mejorar los sabores de la olla con algo salvaje.
Y como quien no quiere la cosa, tratando de no evidenciar sus planes, Lili preguntó:
-Y te vas a acostar temprano?
-No, a la noche vamos a ver una película con Chiquita!
Uno de los lujos que teníamos en el campo era un buen equipo electrógeno, que funcionaba puntualmente de 22 hs a 00, para activar las congeladoras de carne, heladeras, las bombas de riego de los alfalfares y demás cultivos; en días de fiesta o por pedido especial del dueño podía funcionar más tiempo. El otro lujo era una interesante videoteca, que se incrementaba con cada viaje de mis tíos, un flamante televisor a color y una no menos amada videocasetera “Betamax”; los que tienen más de 40 las habrán visto quizás, eran un aparato enorme de producción argentina, tres veces el tamaño de una VHS, pero que alegró la vida de más de uno.
Cuando dije esa frase me pareció ver una mirada asesina, y que daba miedo, cruzar la mesa; del otro lado, una mirada de candidez pero llena de intención fue devuelta. Se veía a las claras que las hermanas se conocían muy bien y desconfiaban mutuamente en ciertos temas.
El día transcurrió tal como lo había planeado; mi picazo se mostraba contento y satisfecho por el ejercicio; mis aventuras amorosas lo habían dejado de lado y el pobre estaba tieso y barrigón.
Al atardecer preparé el escenario antes de la cena; el tv, el video, una buena provisión de hielo y una botella de bebida espirituosa de la bodega grande. Todo estaba preparado; en una de mis excursiones había encontrado en un rincón poco visible una buena provisión de películas “condicionadas” o “prohibidas” como las llamaban en aquella época. De entre ellas elegí la correcta y la dejé junto al equipo.
Después de la cena, en el campo se cena temprano, Arturo encendió el equipo y lo programó para apagarse a la 1.00, así los chicos miraban su película; todo estuvo listo y solo pasaron unos minutos cuando Chiquita y Lili cruzaron la puerta del estudio.
_Lili vino a ver la película!!!
Dijo chiquita con aire de ¿viste? ¡Te lo dije! Y yo que odio los sabiondos, me mordí la lengua y no dije nada; solo me limité a prender el aparato e introducir la película. Nos sentamos en el sofá del estudio y Lili se ocupó muy bien de sentarse al medio; yo serví tres vasos de chivas robado de la gran bodega, pero me aseguré que el de Lili fuera más abundante y lleno. La película comenzó mientras los pendejos tomábamos; fue la sorpresa de ver al actor con dos compañeras dándole a la matraca que casi hace que Lili se atragante.
El silencio inicial fue superado por los vapores del Whisky; de a poco surgían las risitas y los comentarios sobre las destrezas amatorias de los protagonistas. Mientras tanto, Chiquita y yo mirábamos a Lili de reojo, a la espera paciente de los acontecimientos por venir.
En un momento me levanté para llenar nuevamente los vasos; esta vez fui menos generoso con la copa de Lili, la quería alegre y relajada, no completamente borracha. Aproveché la circunstancia y apagué todas las luces; solo la pantalla del tv nos iluminaba.
En la penumbra veía a Lili inquieta y agitada, por lo que hice el primer movimiento y la abracé; ella no dudó en devolver todo el calor del abrazo, al poco rato estaba dividida en mirar la película y darme besos en el cuello. Chiquita se aproximó lentamente, cada vez más cerca; cuando Lili abrió su boca y hambrienta se posesionó de la mía, chiquita exclamó:
-ah, no, acá los besos se reparten para todos..
Y sin más se apretó a nosotros besándome y besando a Lili; en ese preciso momento quedamos a oscuras, el equipo electrógeno se había apagado. En medio de tanta oscuridad los cuerpos se movían como al son de una melodía, en el que cada quien desempeñaba su parte a la perfección; en el camino a la habitación quedaban prendas tiradas como mudos indicadores de lo que se avecinaba.
Entre risitas y respiración agitada caímos sobre la cama, en un revoltijo de cuerpos, besos y caricias; Por un momento no sabía diferenciar a quien besaba o tocaba, de quien eran las manos que me exploraban. Sin más, Chiquita decidió traer un poco de orden y encendió una lámpara; la llama daba una tonalidad dorada a los cuerpos, aumentando mi excitación, mi cuerpo me reclamaba que hiciera algo urgente.
Vamos a ocuparnos de Lili, ella es la agasajada!
Propuso Chiquita, y fue aceptada de inmediato. La acostamos de espaldas y yo introduje mi inquieta lengua en lo más hondo de su ser. Chiquita colaboraba en el juego sujetando las manos de su hermana para evitar que me sacara; Lili terminó de enloquecer cuando Chiquita la besó en la boca y pasó a chupar y mordisquear sus pechos. Sus gemidos se transformaron en un estertor.
Poco hizo falta para que Lili estallara en un ruidoso y húmedo orgasmo. Siguió un momento de calma; me recosté entre ellas y me dediqué a levantar la temperatura de Chiquita mientras esperábamos que Lili se recuperara.
Chiquita no se hizo esperar demostrando, una vez más, que no necesitaba de mucho para calentarse; su boca bajó hasta mi pene y comenzó chuparlo con una devoción digna de encomio. A poco de ello, Lili dio muestras de vida y se inclinó sumisa a asistir a su hermana; una sensación de inefable poderío recorrió mi sistema nervioso al sentir dos bocas recorriendo mi pene, estrujando mis testículos.
Yo solo me limitaba a acariciar las lomas de sus caderas; de vez en cuando invadía con mis dedos sus dos orificios. Ambas estaban encendidas, solo bastó una palabra para que una de ellas se sentara en mi pene y la otra lo hiciera en mi cara; yo no sabía quién era quien, ni me importaba, me limitaba a mover mis caderas y mi lengua.
Ambos cuerpos temblaban y se retorcían, intercambiaban caricias y decía palabrotas; nada tenía sentido, solo el enloquecedor placer del momento. En un momento, la que estaba sobre mi cara cayó laxa a un costado, entonces pude ver que chiquita estaba cabalgándome desesperadamente, hasta que finalmente logro su objetivo y explotó en un hermoso orgasmo que me llenó de jugos.
Me limité a empujarla hacia un costado y acomodé a la indefensa Lili; abrí sus piernas y apoyé el glande sobre su botoncito provocando el efecto deseado. Ella gimió cuando todo el pene la penetró hasta chocar con su útero; sin darle tiempo a reflexionar, el mete y saca obtenía una catarata de dulce emisión, Lili se retorcía y solo atinaba a estrujar mi cuerpo y el de su hermana. Decir que acabé sería una minucia, borbotones de leche escaparon de mi pene, una y otra vez salían y se estrellaban contra su útero. Lili acabó de una manera espectacular, se tomaba de la cara para ahogar los gritos, pero podía parecer una llorona gritando por un amor perdido; los espasmos de su cuerpo, las contracciones de su vagina, parecieron ordeñar mi pene hasta la última gota.
El reposo del guerrero fue la pausa necesaria para ocuparme de Chiquita; solo fue cuestión de penetrarla de un golpe y oír su gritito de éxtasis pidiendo más. Ella sabía trenzar sus piernas a mis caderas y moverse para estimular el glande. Chiquita no se amilanaba ante los empellones o las manos que estrujaban sus pechos; con una exigencia brutal estimuló y estrujó hasta obtener otra eyaculación fatal.
Esa noche continuó como una bacanal de placer que excede la imaginación; cada orificio fue invadido, y cada capricho fue satisfecho. Las dos hermanas fueron mi objeto de placer, mis esclavas y mis amas, nada de ellas me fue negado en mi enfermiza fantasía y búsqueda de placer.
Las noches siguientes fueron más ordenadas, ahora las hermanas venían juntas a buscar placer; no había celos en la mesa y todos actuaban muy felices.
La pausa (y salvación para un juvenil cuerpo adolescente) fue la llegada de mi tío solterón, con su carga de novedades, regalos y encargos. Digamos que fueron para mí unas vacaciones sexuales. Con el tío durmiendo en la casa solo pudieron franelearme un poco y hacerme sexo oral o un polvo apresurado en algún rincón de la estancia. Pero esa no fue nada con los acontecimientos y secretos que me deparaban las jornadas siguientes.
Para la edad que tenía, ya poseía un conocimiento bastante avanzado de las conductas humanas; este conocimiento desarrolló en mí una actitud de discreto observador y quizás la de un buen oportunista dispuesto a sacarle provecho.
Una tarde en la que hubo poco que hacer, regresé temprano a la casa; camino a mi cuarto pude escuchar un ruido sordo proveniente del pasillo; solo me bastó girar para ver a Lucía sacando medio cuerpo de la habitación de mi tío. Su rostro estaba teñido por tintes púrpuras, transfigurado por la lujuria, mientras unas manos la agitaban con frenesí por las caderas.
Silencioso y discreto observaba la escena, cuando agitada y sudorosa una Lucía giró su cabeza hacia mí y me vio; a sus espaldas solo se oían gruñidos guturales y su cuerpo vibraba con trémula energía. Y ella no dejaba de verme.
Pude ver con toda claridad en su rostro el jadeo final, abrir desmesuradamente la boca y dejar caer la cabeza; solo las manos que sujetaban sus caderas impidieron que se desplomara. En el acto final, cuando el macho llena a la hembra, unas sinceras exclamaciones de regocijo y agradecimiento se oyeron sin vergüenza:
-Querida, querida, mi querida!!!
Y en esas palabras pude reconocer a la persona de mi tío.
Descubrir que Tomás, mi tío solterón, tenía los impulsos y apetencias saludables de un hombre de cuarenta años no fue ninguna sorpresa; en la familia circulaban muchas leyendas sobre él, pero ninguna comprobada. Lo sorpresivo fue descubrir que compartía los favores de la mujer de su capataz y hombre de confianza.
Lucía, tan amorosa y dedicada a su familia, que no escatimaba en esfuerzos por cuidarme; ella tan precisamente se revelaba a mis ojos como una mujer llena de lujuria y de secretos. Siempre me intrigaron los secretos ajenos, sobre todo los que prometen una trama interesante, llenos de conflictos o bien enmarañados.
Este hecho anecdótico en una época llena de tradiciones campestres. Llegaba la navidad, y por ese entonces, mi familia solía viajar en masa a la estancia; se celebraban las dos fiestas como una forma de encuentro y mini vacaciones de una semana. Los vecinos de las estancias más cercanas venían con sus familias y peonadas y todo se vivía como una verdadera fiesta con bailes, comida que duraba toda la semana.
Una semana antes ya comenzaban los aprestos indispensables para el festejo, por esa razón, mi tío solía llevar a la ciudad a Arturo y su familia a fin de realizar compras. Era una verdadera expedición que volvía con ropa, regalos, comida y lo más importante, enormes cantidades de bebidas.
Por mi parte no quise ir; solo pedí que me mandaran de casa un bolso con más ropa y alguna apropiada para la fiesta, yo me ocuparía de cuidar la estancia y sus animales domésticos en ausencia del encargado. Hubo protestas e intentos de convencerme de hacer lo contrario, pero mi decisión estaba tomada y no pudieron torcerla. Para mi sorpresa, Lucía decidió quedarse; Arturo y las chicas podían encargarse de las compras familiares y las visitas a los familiares, no era necesario que ella viajara y que no quería dejarme solo con tantas responsabilidades.
Decididas las cuestiones importantes y las más simples, a la mañana siguiente bien temprano despedimos a los viajeros hasta que el vehículo se perdió entre las montañas.
Todo transcurrió apaciblemente mientras me ocupaba de los quehaceres; me resultaba divertido alimentar a las aves o, cuando era propicio, quedar hecho una inmundicia limpiando chiqueros. Sin darme cuenta había transcurrido la mañana y me sorprendió el llamado de Lucía a comer; tal como me lo imaginaba, conversamos de banalidades mientras nos acomodábamos; luego siguieron unos minutos de incómodo silencio, solo interrumpidos por el entrechocar de cubiertos.
-Me parece que tenemos que charlar sobre lo que pasó ayer- me dijo Lucía sin dejar de mirar su plato.
-a mi no me parece, me disculpo ya que no es mi intención meterme en tu vida ni en la de nadie!
-Te lo agradezco chiquito, pero me parece que es necesario que te aclare algunas cosas, que me parece importante que sepas!
-Si es tan necesario, te propongo que esta noche después de la cena, yo enciendo el equipo para poner en marcha todo y después conversamos mientras tomamos algo.
-Dale, me gustaría mucho.
A partir de ese momento la charla se hizo más distendida; conversamos como dos viejos compañeros a los que el mutuo conocimiento había acercado más. Por primera vez me permití ver a Lucía como a una joven y bastante atractiva mujer, con muchas grandes cualidades que me hacían valorarla como un hermoso ser humano.
Como no había mucho mas por hacer, decidí premiarme con una larga siesta; tenía planeado, para variar, ser yo quien preparara la cena y así hiciera sentir agasajada a mi interlocutora.
Esa misma noche me esmeré en la cocina; estuve atareado con los ñoquis estilo “abuela” tal como me habían enseñado, salsa roja de carne y un agregado de salsa de hongos recogidos entre los pinos; una excelente botella de vino tinto terminaba por completar el cuadro. Lucía se mostró encantada con el recibimiento, en verdad no se esperaba ser tratada como huésped, de hecho nadie nunca se tomó el trabajo de agasajarla por simple hecho.
-Ya está oscureciendo, esperarme un ratito que enciendo los equipos y después podemos cenar tranquilos- le dije
-Dale yo mientras tanto pruebo un poquito de vino y cuido la comida!
Me llevó más de quince minutos encender el equipo y recorrer los regadores, cámaras congeladoras y demás instalaciones. Pensándolo dos veces, reprogramé el equipo para que diera luz hasta las dos de la mañana; no creo que la poderosa estancia “La Esperanza” la perjudicara al perder un par de litros de gas oíl de más.
Cuando regresé me recibió con una encantadora sonrisa y la mesa lista; nos sentamos y cenamos tranquilamente, aunque la charla fue alegre y animada; por primera vez tuve oportunidad de saber cosas de su vida pasada.
El padre de Lucía fue el encargado de la estancia por cuarenta años, mi abuelo lo contrató después de la guerra y nunca más se fue; con el tiempo se casó con una mujer de la zona y tuvo tres hijos, siendo ella la menor. Aquel escocés, merced a su trabajo y el reconocimiento de mi abuelo, pudo forjarse un capital nada despreciable que le permitió dar a sus hijos educación y comodidades. Ella tuvo la oportunidad de estudiar en colegios internos y llegar a la universidad; eso me llevó a entender por qué su forma de hablar y actuar no se parecía en nada a la mujer de campo.
Cena y sobremesa se alargaron en el relato, la botella de vino descansaba vacía en la mesa (y no por mí precisamente); continuó el relato en el estudio, donde puse un poco de música y eché mano a la vieja botella de chivas escondida tras los libros.
-A tu tío lo conozco de toda la vida; la primera vez que me hizo el amor yo tenía quince años y él casi treinta; fue muy torpe y no muy exitoso. Las veces que intentó repetirlo también terminaron en el fracaso; eso lo llevaba a la desesperación y a intentarlo cada vez que tenía oportunidad. En una ocasión que fui a retirar la ropa se me abalanzó cuando casi salía del dormitorio, sujetándome por la cintura levantó mis polleras, me despojó de la bombacha y, por primera vez, logró penetrarme por completo (y que yo consiguiera el primer orgasmo de mi vida).
A partir de ese momento, es fue la manera usual de hacerme el amor; cada vez que lo intentaba de otra manera resultaba infructuoso. Casi te diría que quedaba impotente.
Con mis idas y venidas a la escuela nuestros encuentros fueron muy esporádicos, aunque cuando se producían yo lo dejaba hacer y gozaba todo lo que podía.
En la universidad pude experimentar y gozar a pleno mi vida sexual; eso creó cada vez mas distancia con tu tío.
Entre charla y vasos de alcohol Lucía comenzó a dar muestras de su efecto; su lengua estaba pesada y por momentos cabeceaba como para dormirse. Por las emociones encontradas del relato, y la buena comida y bebida, había caído en un estado de laxitud y sopor. Sin más, la tomé de la mano y caminamos abrazados el corto trecho que nos separaba de la habitación de mi tío.
La ayudé a desvestirse y, en un acto de travesura lleno de intención, decidí que dormiría mejor sin nada de ropa que la apretara; durante un rato contemplé ese cuerpo totalmente desnudo. Sin más la tapé con las frazadas y me fui a mi cuarto. El corte de luz anunció las dos de la mañana y me dormí pensando en el resto de los secretos que descubriría al día siguiente…
CONTINUARÁ
Vamos al relato.
Ya que mi gentil maestra me inspiró, decidí seguir sus consejos al pie de la letra. Una de las costumbres más comunes en el campo es discutir planes y labores en el desayuno; y todos presentaban su informe, incluso los que como yo estábamos de adorno. Lo mío fue escueto, cortar leña para las casas, salir a caballo y cazar algún animalito para mejorar los sabores de la olla con algo salvaje.
Y como quien no quiere la cosa, tratando de no evidenciar sus planes, Lili preguntó:
-Y te vas a acostar temprano?
-No, a la noche vamos a ver una película con Chiquita!
Uno de los lujos que teníamos en el campo era un buen equipo electrógeno, que funcionaba puntualmente de 22 hs a 00, para activar las congeladoras de carne, heladeras, las bombas de riego de los alfalfares y demás cultivos; en días de fiesta o por pedido especial del dueño podía funcionar más tiempo. El otro lujo era una interesante videoteca, que se incrementaba con cada viaje de mis tíos, un flamante televisor a color y una no menos amada videocasetera “Betamax”; los que tienen más de 40 las habrán visto quizás, eran un aparato enorme de producción argentina, tres veces el tamaño de una VHS, pero que alegró la vida de más de uno.
Cuando dije esa frase me pareció ver una mirada asesina, y que daba miedo, cruzar la mesa; del otro lado, una mirada de candidez pero llena de intención fue devuelta. Se veía a las claras que las hermanas se conocían muy bien y desconfiaban mutuamente en ciertos temas.
El día transcurrió tal como lo había planeado; mi picazo se mostraba contento y satisfecho por el ejercicio; mis aventuras amorosas lo habían dejado de lado y el pobre estaba tieso y barrigón.
Al atardecer preparé el escenario antes de la cena; el tv, el video, una buena provisión de hielo y una botella de bebida espirituosa de la bodega grande. Todo estaba preparado; en una de mis excursiones había encontrado en un rincón poco visible una buena provisión de películas “condicionadas” o “prohibidas” como las llamaban en aquella época. De entre ellas elegí la correcta y la dejé junto al equipo.
Después de la cena, en el campo se cena temprano, Arturo encendió el equipo y lo programó para apagarse a la 1.00, así los chicos miraban su película; todo estuvo listo y solo pasaron unos minutos cuando Chiquita y Lili cruzaron la puerta del estudio.
_Lili vino a ver la película!!!
Dijo chiquita con aire de ¿viste? ¡Te lo dije! Y yo que odio los sabiondos, me mordí la lengua y no dije nada; solo me limité a prender el aparato e introducir la película. Nos sentamos en el sofá del estudio y Lili se ocupó muy bien de sentarse al medio; yo serví tres vasos de chivas robado de la gran bodega, pero me aseguré que el de Lili fuera más abundante y lleno. La película comenzó mientras los pendejos tomábamos; fue la sorpresa de ver al actor con dos compañeras dándole a la matraca que casi hace que Lili se atragante.
El silencio inicial fue superado por los vapores del Whisky; de a poco surgían las risitas y los comentarios sobre las destrezas amatorias de los protagonistas. Mientras tanto, Chiquita y yo mirábamos a Lili de reojo, a la espera paciente de los acontecimientos por venir.
En un momento me levanté para llenar nuevamente los vasos; esta vez fui menos generoso con la copa de Lili, la quería alegre y relajada, no completamente borracha. Aproveché la circunstancia y apagué todas las luces; solo la pantalla del tv nos iluminaba.
En la penumbra veía a Lili inquieta y agitada, por lo que hice el primer movimiento y la abracé; ella no dudó en devolver todo el calor del abrazo, al poco rato estaba dividida en mirar la película y darme besos en el cuello. Chiquita se aproximó lentamente, cada vez más cerca; cuando Lili abrió su boca y hambrienta se posesionó de la mía, chiquita exclamó:
-ah, no, acá los besos se reparten para todos..
Y sin más se apretó a nosotros besándome y besando a Lili; en ese preciso momento quedamos a oscuras, el equipo electrógeno se había apagado. En medio de tanta oscuridad los cuerpos se movían como al son de una melodía, en el que cada quien desempeñaba su parte a la perfección; en el camino a la habitación quedaban prendas tiradas como mudos indicadores de lo que se avecinaba.
Entre risitas y respiración agitada caímos sobre la cama, en un revoltijo de cuerpos, besos y caricias; Por un momento no sabía diferenciar a quien besaba o tocaba, de quien eran las manos que me exploraban. Sin más, Chiquita decidió traer un poco de orden y encendió una lámpara; la llama daba una tonalidad dorada a los cuerpos, aumentando mi excitación, mi cuerpo me reclamaba que hiciera algo urgente.
Vamos a ocuparnos de Lili, ella es la agasajada!
Propuso Chiquita, y fue aceptada de inmediato. La acostamos de espaldas y yo introduje mi inquieta lengua en lo más hondo de su ser. Chiquita colaboraba en el juego sujetando las manos de su hermana para evitar que me sacara; Lili terminó de enloquecer cuando Chiquita la besó en la boca y pasó a chupar y mordisquear sus pechos. Sus gemidos se transformaron en un estertor.
Poco hizo falta para que Lili estallara en un ruidoso y húmedo orgasmo. Siguió un momento de calma; me recosté entre ellas y me dediqué a levantar la temperatura de Chiquita mientras esperábamos que Lili se recuperara.
Chiquita no se hizo esperar demostrando, una vez más, que no necesitaba de mucho para calentarse; su boca bajó hasta mi pene y comenzó chuparlo con una devoción digna de encomio. A poco de ello, Lili dio muestras de vida y se inclinó sumisa a asistir a su hermana; una sensación de inefable poderío recorrió mi sistema nervioso al sentir dos bocas recorriendo mi pene, estrujando mis testículos.
Yo solo me limitaba a acariciar las lomas de sus caderas; de vez en cuando invadía con mis dedos sus dos orificios. Ambas estaban encendidas, solo bastó una palabra para que una de ellas se sentara en mi pene y la otra lo hiciera en mi cara; yo no sabía quién era quien, ni me importaba, me limitaba a mover mis caderas y mi lengua.
Ambos cuerpos temblaban y se retorcían, intercambiaban caricias y decía palabrotas; nada tenía sentido, solo el enloquecedor placer del momento. En un momento, la que estaba sobre mi cara cayó laxa a un costado, entonces pude ver que chiquita estaba cabalgándome desesperadamente, hasta que finalmente logro su objetivo y explotó en un hermoso orgasmo que me llenó de jugos.
Me limité a empujarla hacia un costado y acomodé a la indefensa Lili; abrí sus piernas y apoyé el glande sobre su botoncito provocando el efecto deseado. Ella gimió cuando todo el pene la penetró hasta chocar con su útero; sin darle tiempo a reflexionar, el mete y saca obtenía una catarata de dulce emisión, Lili se retorcía y solo atinaba a estrujar mi cuerpo y el de su hermana. Decir que acabé sería una minucia, borbotones de leche escaparon de mi pene, una y otra vez salían y se estrellaban contra su útero. Lili acabó de una manera espectacular, se tomaba de la cara para ahogar los gritos, pero podía parecer una llorona gritando por un amor perdido; los espasmos de su cuerpo, las contracciones de su vagina, parecieron ordeñar mi pene hasta la última gota.
El reposo del guerrero fue la pausa necesaria para ocuparme de Chiquita; solo fue cuestión de penetrarla de un golpe y oír su gritito de éxtasis pidiendo más. Ella sabía trenzar sus piernas a mis caderas y moverse para estimular el glande. Chiquita no se amilanaba ante los empellones o las manos que estrujaban sus pechos; con una exigencia brutal estimuló y estrujó hasta obtener otra eyaculación fatal.
Esa noche continuó como una bacanal de placer que excede la imaginación; cada orificio fue invadido, y cada capricho fue satisfecho. Las dos hermanas fueron mi objeto de placer, mis esclavas y mis amas, nada de ellas me fue negado en mi enfermiza fantasía y búsqueda de placer.
Las noches siguientes fueron más ordenadas, ahora las hermanas venían juntas a buscar placer; no había celos en la mesa y todos actuaban muy felices.
La pausa (y salvación para un juvenil cuerpo adolescente) fue la llegada de mi tío solterón, con su carga de novedades, regalos y encargos. Digamos que fueron para mí unas vacaciones sexuales. Con el tío durmiendo en la casa solo pudieron franelearme un poco y hacerme sexo oral o un polvo apresurado en algún rincón de la estancia. Pero esa no fue nada con los acontecimientos y secretos que me deparaban las jornadas siguientes.
Para la edad que tenía, ya poseía un conocimiento bastante avanzado de las conductas humanas; este conocimiento desarrolló en mí una actitud de discreto observador y quizás la de un buen oportunista dispuesto a sacarle provecho.
Una tarde en la que hubo poco que hacer, regresé temprano a la casa; camino a mi cuarto pude escuchar un ruido sordo proveniente del pasillo; solo me bastó girar para ver a Lucía sacando medio cuerpo de la habitación de mi tío. Su rostro estaba teñido por tintes púrpuras, transfigurado por la lujuria, mientras unas manos la agitaban con frenesí por las caderas.
Silencioso y discreto observaba la escena, cuando agitada y sudorosa una Lucía giró su cabeza hacia mí y me vio; a sus espaldas solo se oían gruñidos guturales y su cuerpo vibraba con trémula energía. Y ella no dejaba de verme.
Pude ver con toda claridad en su rostro el jadeo final, abrir desmesuradamente la boca y dejar caer la cabeza; solo las manos que sujetaban sus caderas impidieron que se desplomara. En el acto final, cuando el macho llena a la hembra, unas sinceras exclamaciones de regocijo y agradecimiento se oyeron sin vergüenza:
-Querida, querida, mi querida!!!
Y en esas palabras pude reconocer a la persona de mi tío.
Descubrir que Tomás, mi tío solterón, tenía los impulsos y apetencias saludables de un hombre de cuarenta años no fue ninguna sorpresa; en la familia circulaban muchas leyendas sobre él, pero ninguna comprobada. Lo sorpresivo fue descubrir que compartía los favores de la mujer de su capataz y hombre de confianza.
Lucía, tan amorosa y dedicada a su familia, que no escatimaba en esfuerzos por cuidarme; ella tan precisamente se revelaba a mis ojos como una mujer llena de lujuria y de secretos. Siempre me intrigaron los secretos ajenos, sobre todo los que prometen una trama interesante, llenos de conflictos o bien enmarañados.
Este hecho anecdótico en una época llena de tradiciones campestres. Llegaba la navidad, y por ese entonces, mi familia solía viajar en masa a la estancia; se celebraban las dos fiestas como una forma de encuentro y mini vacaciones de una semana. Los vecinos de las estancias más cercanas venían con sus familias y peonadas y todo se vivía como una verdadera fiesta con bailes, comida que duraba toda la semana.
Una semana antes ya comenzaban los aprestos indispensables para el festejo, por esa razón, mi tío solía llevar a la ciudad a Arturo y su familia a fin de realizar compras. Era una verdadera expedición que volvía con ropa, regalos, comida y lo más importante, enormes cantidades de bebidas.
Por mi parte no quise ir; solo pedí que me mandaran de casa un bolso con más ropa y alguna apropiada para la fiesta, yo me ocuparía de cuidar la estancia y sus animales domésticos en ausencia del encargado. Hubo protestas e intentos de convencerme de hacer lo contrario, pero mi decisión estaba tomada y no pudieron torcerla. Para mi sorpresa, Lucía decidió quedarse; Arturo y las chicas podían encargarse de las compras familiares y las visitas a los familiares, no era necesario que ella viajara y que no quería dejarme solo con tantas responsabilidades.
Decididas las cuestiones importantes y las más simples, a la mañana siguiente bien temprano despedimos a los viajeros hasta que el vehículo se perdió entre las montañas.
Todo transcurrió apaciblemente mientras me ocupaba de los quehaceres; me resultaba divertido alimentar a las aves o, cuando era propicio, quedar hecho una inmundicia limpiando chiqueros. Sin darme cuenta había transcurrido la mañana y me sorprendió el llamado de Lucía a comer; tal como me lo imaginaba, conversamos de banalidades mientras nos acomodábamos; luego siguieron unos minutos de incómodo silencio, solo interrumpidos por el entrechocar de cubiertos.
-Me parece que tenemos que charlar sobre lo que pasó ayer- me dijo Lucía sin dejar de mirar su plato.
-a mi no me parece, me disculpo ya que no es mi intención meterme en tu vida ni en la de nadie!
-Te lo agradezco chiquito, pero me parece que es necesario que te aclare algunas cosas, que me parece importante que sepas!
-Si es tan necesario, te propongo que esta noche después de la cena, yo enciendo el equipo para poner en marcha todo y después conversamos mientras tomamos algo.
-Dale, me gustaría mucho.
A partir de ese momento la charla se hizo más distendida; conversamos como dos viejos compañeros a los que el mutuo conocimiento había acercado más. Por primera vez me permití ver a Lucía como a una joven y bastante atractiva mujer, con muchas grandes cualidades que me hacían valorarla como un hermoso ser humano.
Como no había mucho mas por hacer, decidí premiarme con una larga siesta; tenía planeado, para variar, ser yo quien preparara la cena y así hiciera sentir agasajada a mi interlocutora.
Esa misma noche me esmeré en la cocina; estuve atareado con los ñoquis estilo “abuela” tal como me habían enseñado, salsa roja de carne y un agregado de salsa de hongos recogidos entre los pinos; una excelente botella de vino tinto terminaba por completar el cuadro. Lucía se mostró encantada con el recibimiento, en verdad no se esperaba ser tratada como huésped, de hecho nadie nunca se tomó el trabajo de agasajarla por simple hecho.
-Ya está oscureciendo, esperarme un ratito que enciendo los equipos y después podemos cenar tranquilos- le dije
-Dale yo mientras tanto pruebo un poquito de vino y cuido la comida!
Me llevó más de quince minutos encender el equipo y recorrer los regadores, cámaras congeladoras y demás instalaciones. Pensándolo dos veces, reprogramé el equipo para que diera luz hasta las dos de la mañana; no creo que la poderosa estancia “La Esperanza” la perjudicara al perder un par de litros de gas oíl de más.
Cuando regresé me recibió con una encantadora sonrisa y la mesa lista; nos sentamos y cenamos tranquilamente, aunque la charla fue alegre y animada; por primera vez tuve oportunidad de saber cosas de su vida pasada.
El padre de Lucía fue el encargado de la estancia por cuarenta años, mi abuelo lo contrató después de la guerra y nunca más se fue; con el tiempo se casó con una mujer de la zona y tuvo tres hijos, siendo ella la menor. Aquel escocés, merced a su trabajo y el reconocimiento de mi abuelo, pudo forjarse un capital nada despreciable que le permitió dar a sus hijos educación y comodidades. Ella tuvo la oportunidad de estudiar en colegios internos y llegar a la universidad; eso me llevó a entender por qué su forma de hablar y actuar no se parecía en nada a la mujer de campo.
Cena y sobremesa se alargaron en el relato, la botella de vino descansaba vacía en la mesa (y no por mí precisamente); continuó el relato en el estudio, donde puse un poco de música y eché mano a la vieja botella de chivas escondida tras los libros.
-A tu tío lo conozco de toda la vida; la primera vez que me hizo el amor yo tenía quince años y él casi treinta; fue muy torpe y no muy exitoso. Las veces que intentó repetirlo también terminaron en el fracaso; eso lo llevaba a la desesperación y a intentarlo cada vez que tenía oportunidad. En una ocasión que fui a retirar la ropa se me abalanzó cuando casi salía del dormitorio, sujetándome por la cintura levantó mis polleras, me despojó de la bombacha y, por primera vez, logró penetrarme por completo (y que yo consiguiera el primer orgasmo de mi vida).
A partir de ese momento, es fue la manera usual de hacerme el amor; cada vez que lo intentaba de otra manera resultaba infructuoso. Casi te diría que quedaba impotente.
Con mis idas y venidas a la escuela nuestros encuentros fueron muy esporádicos, aunque cuando se producían yo lo dejaba hacer y gozaba todo lo que podía.
En la universidad pude experimentar y gozar a pleno mi vida sexual; eso creó cada vez mas distancia con tu tío.
Entre charla y vasos de alcohol Lucía comenzó a dar muestras de su efecto; su lengua estaba pesada y por momentos cabeceaba como para dormirse. Por las emociones encontradas del relato, y la buena comida y bebida, había caído en un estado de laxitud y sopor. Sin más, la tomé de la mano y caminamos abrazados el corto trecho que nos separaba de la habitación de mi tío.
La ayudé a desvestirse y, en un acto de travesura lleno de intención, decidí que dormiría mejor sin nada de ropa que la apretara; durante un rato contemplé ese cuerpo totalmente desnudo. Sin más la tapé con las frazadas y me fui a mi cuarto. El corte de luz anunció las dos de la mañana y me dormí pensando en el resto de los secretos que descubriría al día siguiente…
CONTINUARÁ
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