Eran aproximadamente las nueve y media de la mañana, yo no había dormido tanto desde hace meses, debido a la tensión con la que vivo en casa. Me despertó un dulce olor, de inmediato supe que alguien estaba cocinando el desayuno, me puse mi negligé negro favorito y bajé a la cocina.
Me detuve la entrada, me recargué en la orilla del arco y contemplé la hermosa figura de Adriana, que cocinaba completamente desnuda, salvo por el delantal que tenía puesto. Tarareaba una linda tonada y movía enérgicamente las caderas de un lado a otro, con un movimiento casi hipnotizante, mi mirada estaba completamente perdida en ese firme trasero que no dejaba de moverse.
Me acerqué lentamente y sin hacer ruido, me coloqué a unos centímetros de ella y cuando volteó soltó un grito y una carcajada casi de inmediato.
-¡Adela, No me espantes! ¿Siempre entras así?-
Sonreí a modo de respuesta y acaricié su brazo izquierdo.
-León salió temprano, recibió una llamada de su amigo para ir a revisar un equipo nuevo para el gimnasio, llegó antes de tiempo y fue a recibirlo y a instalarlo. Por favor toma asiento que en seguida te sirvo el desayuno-.
Se inclinó para sacar unos platos de su alacena y cuando lo hizo acaricié sus firmes nalgas, bajando las manos por sus piernas.
-Mmmh… Adela, primero desayunemos, jeje-.
Me senté y después Adriana me sirvió un rico plato de frutas con yogurt, un vaso de leche y puso un poco de pan de dulce en la mesa, me indicó que empezara sin ella ya que aun faltaba cocinar las pechugas de pollo. Minutos después sirvió su desayuno y en lo que esperaba a que las pechugas absorbieran el exceso de grasa comenzamos a desayunar juntas.
-Me habías dicho que tu esposo es empresario, si no es indiscreción, ¿cuántas empresas tiene?-
-Por ahora tiene quince, tres de las cuales son las que más le quitan el tiempo ya que tiene accionistas internacionales, las demás en realidad son pequeños negocios con algunas franquicias, y yo tengo una pequeña boutique, citando sus propias palabras: “Por si algún día quedo en la calle, al menos tú tendrás tu propio negocio que te sustentará”-.
-Ah ya veo, entonces también eres empresaria, entonces ¿solo vas a hacer corte de caja, por así decirlo? Porque me habías comentado que eres ama de casa, o ¿lo dijiste para despistarme?-
-Sí, lo has dicho muy bien, yo me encargo de hacer las compras de las prendas, tengo varias marcas que también me surten, por ejemplo con las que más tengo contrato es con las de ropa interior. De hecho tengo pensado abrir otras dos boutiques más, pero aún debo pensarlo bien-.
-Entiendo, bueno las pechugas ya están, después de desayunar tengo una sorpresita para ti-. Dijo soltando una risita casi infantil.
Terminamos de desayunar y tomamos como ya era costumbre varios vasos de agua de limón. Charlamos un poco más de ropa y cosméticos, nada acerca de las lluvias doradas. Pero cuando ambas terminamos nuestros vasos de agua, ella se levantó. De pie frente a mí se quitó el delantal, lo dejo tirado en el piso y se inclinó para darme un largo y tierno beso. Su lengua jugaba con la mía, acarició mi cara con sus suaves manos, y me agarró de los hombros, tirando un poco de ellos indicando que me levantara. Lo hice sin dejar de besarla, levantó mi negligé y la separación era forzosa para que yo quedara desnuda.
Me agarró de la mano y me jaló corriendo para que la siguiera, cual niña entusiasmada queriendo enseñar la muñeca de novedad a su madre en una juguetería. Entramos a su habitación, abrió un armario y sacó una pequeña maleta y después me jaló de nuevo, esta vez en dirección al jardín, pasando por la cocina para sacar dos botellas grandes de agua purificada.
Ya en el baño al aire libre tomamos un poco más de agua y después nos sentamos en la banca y puso la pequeña maleta entre nosotras, de ella sacó un dildo grande, aun en su empaque.
-Mira, lo he guardado desde que lo compré, añoraba el día para poder estrenarlo-.
Era bastante grande, de doble cabeza, transparente y algo flexible. Comenzó a mamar un extremo, gimiendo y acariciándome la pierna con la otra mano. Tomé el otro extremo y lo mamé también, tenía el sabor a silicón muy fuerte, pero pronto dejé de sentirlo.
Intentábamos tocar nuestros labios al mamarlo, pero fue imposible. Ya bastante lubricado con nuestra saliva, Adriana comenzó a meter una de las puntas lentamente, acariciaba mi pierna, nos acomodamos bien en la banca y comencé a meterle a ella la otra punta.
Ya con la punta lo suficientemente dentro, comenzamos a mover nuestras caderas, lentamente primero, subiendo la velocidad poco a poco, íbamos acercándonos, metiendo cada vez más el dildo, nos movíamos y gemíamos como locas, yo cerré los ojos por unos instantes, cuando los abrí noté que solo una pequeña fracción del dildo era visible.
Adriana dejó de moverse y lentamente también dejé de hacerlo, sin previo aviso, ella comenzó a orinar, sentía ese tibio chorro mojando mi vagina, el dildo adquiría un tono ámbar cada vez que la orina tenía contacto con él.
Sentir su orina hizo que yo también comenzara a orinar, ahora nuestros chorros chocaban entre sí, el vapor impregnaba el aire, yo frotaba mi vagina haciendo salpicar por doquier la orina, Adriana movía las caderas de nuevo y poco a poco su chorro de orina iba disminuyendo, mientras el mío seguía mojando su hermosa vagina. Adriana se incorporó un poco, sacó la mitad del dildo que estaba dentro de mí, se bajó de la banca y me acomodé abriendo las piernas, tomó el dildo con sus manos y comenzó a penetrarme, lo hacía torpemente pero me encantaba, me penetraba hasta el fondo, después sacaba completo el dildo, lo hizo por varios minutos hasta que al final me penetró y se inclinó para besar y mamar mis senos. Mordía suavemente, me gustaba esa sensación, cada vez me hacía excitarme cada vez más. La tomé de la nuca para que no dejara de hacerlo por un tiempo, movía mis pezones con su lengua, succionaba, mordía y lamía. Alzó la cabeza y me besó apasionadamente de nuevo, sonrió y me susurró:
-Descansemos un poco, vamos a tomar algo de agua-. Guiñó el ojo, sacó el dildo de ambas y nos recostamos en el césped para tomar agua.
Ella tenía el dildo en una mano, lo contemplaba con una hermosa sonrisa, comenzó a lamerlo y a chuparlo de nuevo.
-Tu jugo sabe delicioso-.
Le sonreí a manera de respuesta y di otros tragos a mi botella de agua.
-¿Te puedo preguntar algo Ade?- dijo mirando su botella.
-Claro que sí Adriana-. Le respondí con un tono maternal.
-Por lo que me has dicho y al estar en casa conmigo y con León tengo completamente entendido que no eres del todo feliz con tu matrimonio, pero, ¿por qué te casaste en primer lugar?- Preguntó evitando mi mirada.
-Bueno, linda, como muchas mujeres en mi situación, me casé muy joven, se me hizo fácil hacerlo, al principio fue mágico, por así decirlo, la familia de mi esposo siempre ha tenido empresas. Él era un junior, como mucha gente les dice, pero él sí supo invertir. Y precisamente fue eso lo que me hizo perder la cabeza, hacía muchos viajes a otros países y me llevaba con él, me encantaba estar en hoteles de lujo, que ahora ya no lo serían tanto jaja, recuerdo que una tele de veintiocho pulgadas era enorme y rara de encontrar, imagínate si la veías en un hotel, soy una mujer ochentera y noventera, recuerdo que teníamos celulares tabique y en esos tiempos teníamos dos líneas de teléfono cuando mucha gente ni siquiera sabía hacer el contrato telefónico. Me casé en el ochenta y siete, con diecisiete años precisamente, y te estoy hablando de una época en la que muchas chicas soñábamos con tener una vida de telenovela, así que cuando mi esposo me conoció y me dijo de todas las cosas que tenía y hacía, no dudé en decirle que sí cuando me pidió matrimonio, pero lamentablemente no hubo final feliz. Poco a poco fueron creciendo las empresas y les dio más importancia-.
-Espero no ofenderte, pero, ¿por qué no te divorcias?-
-Es como si lo estuviera, linda; podría decirte que únicamente estuve casada dos años. No me preocupa mucho el tema de la infidelidad, sé que él lo ha sido también. El divorcio llegará, estoy segura de eso, pero por ahora quiero sacar adelante mi boutique y estar financieramente estable, para que cuando me separe no tenga tantas preocupaciones-.
Me sonrió y se acercó a mí, me abrazó más o menos un minuto y después me susurró al oído:
-Me están dando ganas de orinar-.
La miré a los ojos y sonreí, le susurré que a mí también me estaban dando ganas.
Me tomo de nuevo de la mano y fuimos al baño del patio, me empujó de los hombros indicando que me bajara, así lo hice hasta recostarme, ella se acomodó y se recostó encima de mí, acercó su vagina a mi boca y comencé a lamerla instintivamente, ella me lamia también, rápidamente, sentí sus dedos separar mis labios inferiores, yo seguía lamiendo jugaba con sus labios moviéndolos con mi lengua de un lado a otro. Después metí mi lengua suavemente, así lo hice por varios minutos, penetrando con mi lengua. Ella lamía mi clítoris, que ya estaba hinchado por tanta excitación. El suyo también lo estaba, pero yo lo masajeaba con mis dedos. Gemíamos como locas.
De pronto sentí unas gotas cálidas salpicando mi cabeza, oía el chorro golpear la espalda de Adriana. Era León, que había llegado y como estaba completamente desnudo no oímos sus pasos, más aun por los sonoros gemidos que hacíamos Adriana y yo. Con el rabillo del ojo vi como movía la cadera para mojarnos. Se movió para mojar mi cabello, después se movió hacia el frente de Adriana y le mojo la cabeza también. Con esa repentina lluvia, nos excitamos más y yo ya estaba al borde del orgasmo. Supe que Adriana también debido a la respiración cortada que ya tenía, no pude contenerme más, la sensación de orinar me ganó y solté un gran chorro de orines a la cara de Adriana, oí el gemido cortado por la orina al entrar en su boca. Ella también comenzó a orinar, me hizo voltear la cabeza por lo repentino y fuerte que era, pero de inmediato volví la cabeza para tomar su dorado líquido. Abrí mi boca y rápidamente comenzó a llenarse, el sabor amargo invadía mi boca, la orina se desparramaba ya de mi boca, la cerré un instante y toda mi cara quedó húmeda, iba sacando la orina poco a poco.
Adriana masajeaba mi vagina, salpicando mis piernas, pronto iba disminuyendo la intensidad, logré oírla decir: “Aprieta más”. Después volvió a lamerme y yo apretaba mis esfínteres para que saliera hasta la última gota de orina. Ella también lo hacía ya que los cortos chorros de orina así lo indicaban.
-Recuéstense en el piso—Dijo León y ambas obedecimos, Adriana se bajó de encima de mí y yo acerqué mis manos a mi cara cuando vi a León apuntando con su pene hacia mi cara. Salió la orina que había contenido y cerré mis ojos, sentía ese tibio golpe mojar toda mi cara, después dejé de sentirlo, lo miré arqueando el pene para apuntar a Adriana, ella abría la boca para que entrara. Las pequeñas gotas que golpeaban y rebotaban en su cara me golpeaban a mí también.
Terminó de orinar y se acercó al dildo y lo levantó, nos dijo que no pusiéramos en posición de perrito, así lo hicimos, movió a Adriana para que quedara detrás de mí, sentí entrar el dildo y también se lo metió a Adriana, comenzamos a balancearnos para que entrara cada vez más, mientras León acariciaba nuestros culos con cada mano.
Dejó de hacer y se acercó a mí, se hincó y puso su pene cerca de mi boca, comencé a mamárselo, llevaba un buen ritmo, cuando me balanceaba para enfrente le comía todo el pene y cuando lo hacía para atrás lo succionaba. También lo lamía y jugaba con él mientras lo tenía dentro de mi boca. De pronto sentí como movía la cadera Adriana, de una manera que hacía que el dildo se moviera de una manera sensacional. León se alejó y volvió a orinarme en la cara, pero esta vez con una cantidad menor.
De nuevo se puso entre las dos y con sus manos nos indicó que nos detuviéramos. Después nos dijo que nos juntáramos lo más que pudiéramos. Lo hicimos y sentía como la cabeza del dildo tocaba y abría mi cérvix, también sentía las nalgas de Adriana tocando las mías.
Adriana volvió a mover las caderas cosa que me hizo llegar al orgasmo, abrí completamente los ojos y solté un grito de satisfacción.
Sentí otras gotas tibias en mis nalgas, pero su consistencia no era del todo líquida, era el semen de León, una de sus gotas cayó justo en mi raya y la sentía escurrir poco a poco por ella. A Adriana también le había echado su semen.
Al final sentí cómo Adriana se jalaba, de nuevo apreté las paredes vaginales para que no saliera completamente el dildo al ser jalado por Adriana.
Tomé el dildo y lo jalé suavemente, al final salió y lo dejé car en el mosaico. Me levanté y Adriana se acercó para besarme una última vez, besó a León y después indicó a León que me besara.
Terminamos de lavar el piso y después fuimos a ducharnos todos juntos de nuevo, y en la noche fuimos a cenar a un hermoso restaurante como despedida ya que al día siguiente debía volver a casa.
Me detuve la entrada, me recargué en la orilla del arco y contemplé la hermosa figura de Adriana, que cocinaba completamente desnuda, salvo por el delantal que tenía puesto. Tarareaba una linda tonada y movía enérgicamente las caderas de un lado a otro, con un movimiento casi hipnotizante, mi mirada estaba completamente perdida en ese firme trasero que no dejaba de moverse.
Me acerqué lentamente y sin hacer ruido, me coloqué a unos centímetros de ella y cuando volteó soltó un grito y una carcajada casi de inmediato.
-¡Adela, No me espantes! ¿Siempre entras así?-
Sonreí a modo de respuesta y acaricié su brazo izquierdo.
-León salió temprano, recibió una llamada de su amigo para ir a revisar un equipo nuevo para el gimnasio, llegó antes de tiempo y fue a recibirlo y a instalarlo. Por favor toma asiento que en seguida te sirvo el desayuno-.
Se inclinó para sacar unos platos de su alacena y cuando lo hizo acaricié sus firmes nalgas, bajando las manos por sus piernas.
-Mmmh… Adela, primero desayunemos, jeje-.
Me senté y después Adriana me sirvió un rico plato de frutas con yogurt, un vaso de leche y puso un poco de pan de dulce en la mesa, me indicó que empezara sin ella ya que aun faltaba cocinar las pechugas de pollo. Minutos después sirvió su desayuno y en lo que esperaba a que las pechugas absorbieran el exceso de grasa comenzamos a desayunar juntas.
-Me habías dicho que tu esposo es empresario, si no es indiscreción, ¿cuántas empresas tiene?-
-Por ahora tiene quince, tres de las cuales son las que más le quitan el tiempo ya que tiene accionistas internacionales, las demás en realidad son pequeños negocios con algunas franquicias, y yo tengo una pequeña boutique, citando sus propias palabras: “Por si algún día quedo en la calle, al menos tú tendrás tu propio negocio que te sustentará”-.
-Ah ya veo, entonces también eres empresaria, entonces ¿solo vas a hacer corte de caja, por así decirlo? Porque me habías comentado que eres ama de casa, o ¿lo dijiste para despistarme?-
-Sí, lo has dicho muy bien, yo me encargo de hacer las compras de las prendas, tengo varias marcas que también me surten, por ejemplo con las que más tengo contrato es con las de ropa interior. De hecho tengo pensado abrir otras dos boutiques más, pero aún debo pensarlo bien-.
-Entiendo, bueno las pechugas ya están, después de desayunar tengo una sorpresita para ti-. Dijo soltando una risita casi infantil.
Terminamos de desayunar y tomamos como ya era costumbre varios vasos de agua de limón. Charlamos un poco más de ropa y cosméticos, nada acerca de las lluvias doradas. Pero cuando ambas terminamos nuestros vasos de agua, ella se levantó. De pie frente a mí se quitó el delantal, lo dejo tirado en el piso y se inclinó para darme un largo y tierno beso. Su lengua jugaba con la mía, acarició mi cara con sus suaves manos, y me agarró de los hombros, tirando un poco de ellos indicando que me levantara. Lo hice sin dejar de besarla, levantó mi negligé y la separación era forzosa para que yo quedara desnuda.
Me agarró de la mano y me jaló corriendo para que la siguiera, cual niña entusiasmada queriendo enseñar la muñeca de novedad a su madre en una juguetería. Entramos a su habitación, abrió un armario y sacó una pequeña maleta y después me jaló de nuevo, esta vez en dirección al jardín, pasando por la cocina para sacar dos botellas grandes de agua purificada.
Ya en el baño al aire libre tomamos un poco más de agua y después nos sentamos en la banca y puso la pequeña maleta entre nosotras, de ella sacó un dildo grande, aun en su empaque.
-Mira, lo he guardado desde que lo compré, añoraba el día para poder estrenarlo-.
Era bastante grande, de doble cabeza, transparente y algo flexible. Comenzó a mamar un extremo, gimiendo y acariciándome la pierna con la otra mano. Tomé el otro extremo y lo mamé también, tenía el sabor a silicón muy fuerte, pero pronto dejé de sentirlo.
Intentábamos tocar nuestros labios al mamarlo, pero fue imposible. Ya bastante lubricado con nuestra saliva, Adriana comenzó a meter una de las puntas lentamente, acariciaba mi pierna, nos acomodamos bien en la banca y comencé a meterle a ella la otra punta.
Ya con la punta lo suficientemente dentro, comenzamos a mover nuestras caderas, lentamente primero, subiendo la velocidad poco a poco, íbamos acercándonos, metiendo cada vez más el dildo, nos movíamos y gemíamos como locas, yo cerré los ojos por unos instantes, cuando los abrí noté que solo una pequeña fracción del dildo era visible.
Adriana dejó de moverse y lentamente también dejé de hacerlo, sin previo aviso, ella comenzó a orinar, sentía ese tibio chorro mojando mi vagina, el dildo adquiría un tono ámbar cada vez que la orina tenía contacto con él.
Sentir su orina hizo que yo también comenzara a orinar, ahora nuestros chorros chocaban entre sí, el vapor impregnaba el aire, yo frotaba mi vagina haciendo salpicar por doquier la orina, Adriana movía las caderas de nuevo y poco a poco su chorro de orina iba disminuyendo, mientras el mío seguía mojando su hermosa vagina. Adriana se incorporó un poco, sacó la mitad del dildo que estaba dentro de mí, se bajó de la banca y me acomodé abriendo las piernas, tomó el dildo con sus manos y comenzó a penetrarme, lo hacía torpemente pero me encantaba, me penetraba hasta el fondo, después sacaba completo el dildo, lo hizo por varios minutos hasta que al final me penetró y se inclinó para besar y mamar mis senos. Mordía suavemente, me gustaba esa sensación, cada vez me hacía excitarme cada vez más. La tomé de la nuca para que no dejara de hacerlo por un tiempo, movía mis pezones con su lengua, succionaba, mordía y lamía. Alzó la cabeza y me besó apasionadamente de nuevo, sonrió y me susurró:
-Descansemos un poco, vamos a tomar algo de agua-. Guiñó el ojo, sacó el dildo de ambas y nos recostamos en el césped para tomar agua.
Ella tenía el dildo en una mano, lo contemplaba con una hermosa sonrisa, comenzó a lamerlo y a chuparlo de nuevo.
-Tu jugo sabe delicioso-.
Le sonreí a manera de respuesta y di otros tragos a mi botella de agua.
-¿Te puedo preguntar algo Ade?- dijo mirando su botella.
-Claro que sí Adriana-. Le respondí con un tono maternal.
-Por lo que me has dicho y al estar en casa conmigo y con León tengo completamente entendido que no eres del todo feliz con tu matrimonio, pero, ¿por qué te casaste en primer lugar?- Preguntó evitando mi mirada.
-Bueno, linda, como muchas mujeres en mi situación, me casé muy joven, se me hizo fácil hacerlo, al principio fue mágico, por así decirlo, la familia de mi esposo siempre ha tenido empresas. Él era un junior, como mucha gente les dice, pero él sí supo invertir. Y precisamente fue eso lo que me hizo perder la cabeza, hacía muchos viajes a otros países y me llevaba con él, me encantaba estar en hoteles de lujo, que ahora ya no lo serían tanto jaja, recuerdo que una tele de veintiocho pulgadas era enorme y rara de encontrar, imagínate si la veías en un hotel, soy una mujer ochentera y noventera, recuerdo que teníamos celulares tabique y en esos tiempos teníamos dos líneas de teléfono cuando mucha gente ni siquiera sabía hacer el contrato telefónico. Me casé en el ochenta y siete, con diecisiete años precisamente, y te estoy hablando de una época en la que muchas chicas soñábamos con tener una vida de telenovela, así que cuando mi esposo me conoció y me dijo de todas las cosas que tenía y hacía, no dudé en decirle que sí cuando me pidió matrimonio, pero lamentablemente no hubo final feliz. Poco a poco fueron creciendo las empresas y les dio más importancia-.
-Espero no ofenderte, pero, ¿por qué no te divorcias?-
-Es como si lo estuviera, linda; podría decirte que únicamente estuve casada dos años. No me preocupa mucho el tema de la infidelidad, sé que él lo ha sido también. El divorcio llegará, estoy segura de eso, pero por ahora quiero sacar adelante mi boutique y estar financieramente estable, para que cuando me separe no tenga tantas preocupaciones-.
Me sonrió y se acercó a mí, me abrazó más o menos un minuto y después me susurró al oído:
-Me están dando ganas de orinar-.
La miré a los ojos y sonreí, le susurré que a mí también me estaban dando ganas.
Me tomo de nuevo de la mano y fuimos al baño del patio, me empujó de los hombros indicando que me bajara, así lo hice hasta recostarme, ella se acomodó y se recostó encima de mí, acercó su vagina a mi boca y comencé a lamerla instintivamente, ella me lamia también, rápidamente, sentí sus dedos separar mis labios inferiores, yo seguía lamiendo jugaba con sus labios moviéndolos con mi lengua de un lado a otro. Después metí mi lengua suavemente, así lo hice por varios minutos, penetrando con mi lengua. Ella lamía mi clítoris, que ya estaba hinchado por tanta excitación. El suyo también lo estaba, pero yo lo masajeaba con mis dedos. Gemíamos como locas.
De pronto sentí unas gotas cálidas salpicando mi cabeza, oía el chorro golpear la espalda de Adriana. Era León, que había llegado y como estaba completamente desnudo no oímos sus pasos, más aun por los sonoros gemidos que hacíamos Adriana y yo. Con el rabillo del ojo vi como movía la cadera para mojarnos. Se movió para mojar mi cabello, después se movió hacia el frente de Adriana y le mojo la cabeza también. Con esa repentina lluvia, nos excitamos más y yo ya estaba al borde del orgasmo. Supe que Adriana también debido a la respiración cortada que ya tenía, no pude contenerme más, la sensación de orinar me ganó y solté un gran chorro de orines a la cara de Adriana, oí el gemido cortado por la orina al entrar en su boca. Ella también comenzó a orinar, me hizo voltear la cabeza por lo repentino y fuerte que era, pero de inmediato volví la cabeza para tomar su dorado líquido. Abrí mi boca y rápidamente comenzó a llenarse, el sabor amargo invadía mi boca, la orina se desparramaba ya de mi boca, la cerré un instante y toda mi cara quedó húmeda, iba sacando la orina poco a poco.
Adriana masajeaba mi vagina, salpicando mis piernas, pronto iba disminuyendo la intensidad, logré oírla decir: “Aprieta más”. Después volvió a lamerme y yo apretaba mis esfínteres para que saliera hasta la última gota de orina. Ella también lo hacía ya que los cortos chorros de orina así lo indicaban.
-Recuéstense en el piso—Dijo León y ambas obedecimos, Adriana se bajó de encima de mí y yo acerqué mis manos a mi cara cuando vi a León apuntando con su pene hacia mi cara. Salió la orina que había contenido y cerré mis ojos, sentía ese tibio golpe mojar toda mi cara, después dejé de sentirlo, lo miré arqueando el pene para apuntar a Adriana, ella abría la boca para que entrara. Las pequeñas gotas que golpeaban y rebotaban en su cara me golpeaban a mí también.
Terminó de orinar y se acercó al dildo y lo levantó, nos dijo que no pusiéramos en posición de perrito, así lo hicimos, movió a Adriana para que quedara detrás de mí, sentí entrar el dildo y también se lo metió a Adriana, comenzamos a balancearnos para que entrara cada vez más, mientras León acariciaba nuestros culos con cada mano.
Dejó de hacer y se acercó a mí, se hincó y puso su pene cerca de mi boca, comencé a mamárselo, llevaba un buen ritmo, cuando me balanceaba para enfrente le comía todo el pene y cuando lo hacía para atrás lo succionaba. También lo lamía y jugaba con él mientras lo tenía dentro de mi boca. De pronto sentí como movía la cadera Adriana, de una manera que hacía que el dildo se moviera de una manera sensacional. León se alejó y volvió a orinarme en la cara, pero esta vez con una cantidad menor.
De nuevo se puso entre las dos y con sus manos nos indicó que nos detuviéramos. Después nos dijo que nos juntáramos lo más que pudiéramos. Lo hicimos y sentía como la cabeza del dildo tocaba y abría mi cérvix, también sentía las nalgas de Adriana tocando las mías.
Adriana volvió a mover las caderas cosa que me hizo llegar al orgasmo, abrí completamente los ojos y solté un grito de satisfacción.
Sentí otras gotas tibias en mis nalgas, pero su consistencia no era del todo líquida, era el semen de León, una de sus gotas cayó justo en mi raya y la sentía escurrir poco a poco por ella. A Adriana también le había echado su semen.
Al final sentí cómo Adriana se jalaba, de nuevo apreté las paredes vaginales para que no saliera completamente el dildo al ser jalado por Adriana.
Tomé el dildo y lo jalé suavemente, al final salió y lo dejé car en el mosaico. Me levanté y Adriana se acercó para besarme una última vez, besó a León y después indicó a León que me besara.
Terminamos de lavar el piso y después fuimos a ducharnos todos juntos de nuevo, y en la noche fuimos a cenar a un hermoso restaurante como despedida ya que al día siguiente debía volver a casa.
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