Este relato es la continuación de uno anterior. Y, como la noche, tampoco sé dónde es que terminará realmente. El anterior pueden encontrarlo clickeando acá. ¡Espero que lo disfruten!
Estaba fresca la noche ahora. O eso parecía. Salimos del bar y la gente andaba con saquitos, abrazándose, buscando un lugar donde taparse del viento. Nosotros eso no lo sentíamos. Después de ese largo rato en el baño del bar todo era calor, un calor que crecía desde adentro y se agrandaba con los primeros roces que había mientras caminábamos. Nosotros buscábamos un hotel pero nos movíamos sin saber dónde buscarlo. Nos importaba menos llegar a destino que provocarnos en esas cuadras. Contra cada pared que nos gustaba, contra cada reja de negocio, nos abalanzábamos con fuerza y nos comíamos a besos mutuamente. Habían pasado unas horas y ya conocía tu boca de memoria. Te mordía los labios, me mordías el cuello, y cuando con la mano me buscabas para sentir mi excitación me decías sigamos caminando. Y yo que no quería caminar, que quería desnudarte ahí mismo, en el medio de la calle, en el umbral de una casa, y hacerte sentir de todo, hacerte olvidar que la gente mira y que lo único en lo que puedas pensar sea en la piel moviéndose, transformándose en lo único que existe, pero me dejaba llevar por vos, me dejaba llevar por este juego de buscarnos y escaparnos en todas las esquinas. Y aunque yo no sabía dónde estábamos por ahí vos sí, porque de repente dijiste "llegamos" y estábamos en la puerta de un hotel. Te agarré de la cintura para entrar y me sacaste la mano. Entrá solo, dijiste, pedí una habitación, mandame el númer por mensaje y esperame. Yo me empecé a reir, dale te dije, vení, entremos. No, haceme caso volviste a decir. Te acercaste, pusiste tu mano en mi pantalón, me apretaste, me calentaste con un beso en la oreja y te fuiste. Sin entender mucho te miraba caminar, miraba cómo se alejaba y doblaba en la esquina ese cuerpo que me volvía loco, ese cuerpo con el que quería volver a participar, a mezclarme, a enloquecer. Y entré solo al hotel, y pedí una habitación y subí en el ascensor tratando de calmarme, de relajarme para esperarte hasta que llegues. Adentro pasaron veinte minutos y todavía no llegabas. Busqué en la mochila un libro y me puse a leer un rato, para que el tiempo pase más rápido. A pesar de eso, no podía dejar de pensar en qué estabas planeando, y entre todas las preguntas que me hacía volví a la de tu nombre. Porque viste, cada uno tiene sus obsesiones, sus lugares en las cuales girar, y a mi me pasa con los nombres. No porque signifiquen algo, sino porque nombrar las cosas es un modo de provocarlas. Y sin embargo, ahí estabas vos que me provocabas haciendo lo contrario, con la ausencia en la habitación, con la ausencia en el nombre, con la ausencia de certidumbres sobre lo que iba a pasar, y todo eso me gustaba, me hacía imaginar cosas, imaginarte a vos, irresistible, entrando a la habitación para llenarla entre los dos. Y me acordé de una de las cosas que habíamos charlado en el bar, antes de dejarnos perder el control, y dije MxtroniKa no tiene nombre pero le voy a elegir uno, MxtroniKa va a ser mi Moira. Sí, Moira, te queda tan bien el nombre. Porque me hacías acordar a ella en esa capacidad de enloquecer con un gesto, con un movimiento, con la cercanía de tu cuerpo. Y me reí también pensando, pero a ella sí, a ella estoy seguro que también las mujeres la ven hermosa, que también a ellas las puede provocar y enloquecer. Y estoy pensando en eso ahora, con el libro en la cama del hotel, y escucho que golpeas la puerta. ¿Moira? pregunto. Y siguiéndome el juego me decís ¿acaso esperás a alguien más? Te abro la puerta y ahí estás, tenés un vestido rojo, escotado, sin breteles. El pelo lo llevás recogido y eso intensifica la forma de tu cuello y mis ganas de besarlo. Ahora sí llevás corpiño y se nota un poco, es negro. Tapándote todavía la entrada te digo "estás vestida de los colores de tu pelo". Te reís un poco y me contestás "Vas a contarme chistes malos o me vas a coger?". Avanzás y me ponés contra la puerta. Cuando me vas a besar te corro un poco y te digo "Por ahora ninguna de las dos, pasá, sentate en la cama". Me hacés caso y avanzás en la habitación. Yo me quedo para poder mirarte de espaldas, para mirar tu cintura, para mirar cómo queda tu cola en ese vestido, para mirarte las piernas. Te das cuenta y te dejás mirar. En vez de sentarte en la cama te inclinás hacia abajo. Se te sube un poco el vestido y me doy cuenta que ahora no tenés bombacha. Me acerco hasta donde estás y no te movés. Te apoyo y te pregunto ¿te gusta sentirla así dura? Me decís "sí, pero la quiero sentir adentro". Te empezás a mover de arriba a abajo, frotándote contra mi. Te agarro de la cintura y te digo "quieta, todavía no". Y ahora finalmente te sentás sobre la cama. Me acerco a mi mochila y me preguntás qué estoy buscando. Saco una cámara de fotos y te la muestro. Quiero mirarte por acá, te digo, quiero que juegues con la cámara, conmigo, de a poco, quiero que dejemos a la calentura hacerse grande pero de a pasos muy chicos, casi sin tocarnos. Sonreís y me doy cuenta que te gusta la idea. Preparo la cámara y me acerco a vos. Enfoco tu boca. La miro y la imagino y la recuerdo haciendo cosas que hace unas horas me hacían explotar de ganas, como va a ser dentro de un ratito, la miro y la deseo, y disparo la foto, y te mojás los labios con la lengua y disparo de nuevo, y te mordes apenas los labios y disparo de nuevo. Nos miramos, lentamente nos miramos. Ahora me alejo un poco porque quiero que también salga tu cuello. Voy mirándote de a fragmentos, construyéndote en la intensificación del detalle. La textura de tu piel, la que después voy a probar con la lengua, ahora se transforma en algo que se mira. Y te miro entera. Fotografío tu mano, tu mano soltándote el pelo, vos apoyada en el borde de la cama e inclinándote hacia adelante con las piernas cruzadas, vos igual, con las piernas abiertas, mostrando todo pero dejándolo apenas en la sombra. Te empezás a dejar llevar por el juego. Sé que te gusta, que te divierte. Te empiezo a decir las cosas que me gustaría hacerte. Algunas las vamos a hacer, otras tendrán que ser otro día, porque te digo por ejemplo, y si ahora entra una chica más, ¿te gustaría? Y me decís que sí. Y mientras sigo sacándote fotos te hablo de eso. De que la chica entra, que te acaricia con mucha suavidad en la pierna, de que se besan como sólo se pueden besar entre mujeres, de que sentís el cuerpo entero con tu lengua, de que la sentís mojarse con tu lengua mientras te mojás vos y ella hace lo mismo, de que se tocan; y te digo todo eso porque quiero calentarte hablando, quiero que empieces a sacarte de a poco la ropa y a mostrarme más. De a poco lo hacés. Te bajás un poco el vestido, me mostrás a mi, le mostrás a la cámara la forma de tu pecho, el color del corpiño. Después te lo sacás. Quedás desnuda. Antes de seguir sacándote fotos te miro porque me gustás mucho, porque me gusta mucho tu cuerpo, porque te deseo con todo el deseo que le entra a mi cuerpo. Y me acerco a vos y saco una foto apoyado sobre tu ombligo, mostrando en el fondo tu mirada. Después me tiento un poco, porque ya no aguanto, y voy con mi boca a tus tetas y las beso, las chupo, las muerdo un poco, juego con los pezones. Pero me alejo. Me freno y sigo con las fotos. En una te cubrís las tetas y mirás con esa mirada tan Moira por la que te puse el nombre. En otra las mostrás, pero no mucho, sólo lo suficiente como para que se adivinen. En otra estás de espaldas, apoyada en la cama. Se ve tu cola, tu largo pelo rojinegro. Sin que te diga nada, te empezás a tocar así, pasando la mano por abajo de tu cuerpo y sintiéndote a vos misma. No puedo dejar de mirarte. ¿No sacás fotos decís? Y lo decís con la voz perdiéndose de a poco, empezando a disfrutar la forma en la que te buscás. Entonces vuelvo a la cámara. Te fotografío de cerca, de lejos. Te pido que te des vuelta para poder fotografiar bien tu cara mientras sentís placer. Y lo hacés y te volvés a humedecer los labios, te chupás un dedo, te seguís tocando. Ahora abrís más que antes las piernas, te empezás a tocar con fuerza y me decís sacale fotos a mi concha, quiero verla lo mojada que está. Te saco la foto que me pedís y te acerco para que la mires sin que dejes de tocarte. Dejo la cámara en la mesa de luz. Me bajo el pantalón, me saco el calzoncillo y sin hablar te la acerco a la boca. La sentís toda dura ahí adentro y no dejás de tocarte, lo hacés cada vez con más intensidad. Me agacho un poco y te acaricio las tetas. Las aprieto. Estiro un pezón. Lo rozo con cuidado. Te pido que te corras un poco. Dejás de chupármela y me acuesto al lado tuyo. Chupala ahora te digo, pero dejame tu colita acá. Te subís encima mío y te empiezo a chupar toda, ya mojada, mientras vos me chupás a mi. Nos pasamos la lengua con furia. Las ganas son tantas que podría acabarte en ese momento. Pero no, todavía no porque faltan muchas cosas que quiero hacerte. Y después de chuparte esa cola que ya me volvía loco en el vestido te meto despacio un dedo y vos gemís y decís que te gusta. Y lo meto un poco más, y lo empiezo a mover. Y vos seguís chupándola y cada vez con más fuerza. Movés la cabeza de encima abajo encima de mi pija dura y yo sigo ahí tocándote con el dedo. "¿Querés que sea algo más grande"? te pregunto "Sí, por favor" me decís. Entonces te chupo la cola un poco más. Me bajo de la cama y te digo que te pongas en cuatro. Empiezo a penetrarte por atrás, muy despacio primero, para que pueda terminar entrando. Estás tan mojada en todos lados que no nos hace falta usar ni gel ni nada. Ahora ya entra casi entera. Respirás fuerte. Me encanta tu culo te digo, te lo quiero romper todo. Rompelo me decís, rompelo. Empezás a moverte de atrás hacia adelante, en círculos. Primero muy tranquila, para empezar a sentirla bien, y después con más fuerza, cada vez con más fuerza, casi salvajemente. Ahora te empujo sobre la cama y quedo encima tuyo, vos con la cara sobre la almohada. Con una mano empiezo a tocarte la concha mientras sigo cogiéndote por atrás. Me enloquecés. La otra mano la llevo a tu boca. Me empezás a chupar los dedos, a morderlos. Gritás. Te digo, ¿querés más fuerte mi Moira puta? Sí me decís, haceme mierda, matame. Y te cojo entonces con más fuerza y escuchamos el ruido de la cama moviéndose a nuestro ritmo. Después aflojamos un poco. Te la saco y nos empezamos a besar. Seguís de espaldas. Te pego en la cola. Te la muerdo. Te la vuelvo a morder. Vení, sentate te digo. Yo me pongo sentado en el borde de la cama y vos te me subís encima. Ahora cogemos por la concha pero te agarro de la cola y te acaricio un poco, te meto apenas un dedo, y después freno, y vos te movés con intensidad mietnras te beso el cuello, mientras le clavo los dientes y lo chupo todo. Y bajo con la boca y te como a beso esas tetas tuyas que me encantan. Y mantenemos el juego en el que lo suave se intensifica, y va creciendo como el deseo, como las ganas de explotarse uno encima del otro. Y ahora te acostás. Levantás una pierna y la apoyás sobre mi hombro, la otra queda abajo. Te agarro desde la pierna y te la meto con fuerza. Estás tan mojada, te entra tan fácil adentro. Te cojo y te miro a los ojos, miro tus expresiones, trato de aprenderlas, de descubrir qué es lo que están diciendo. A veces no hace falta porque me lo decís vos. Más fuerte, metela más, más rápido, dale. Y te hago caso. O a veces no, te digo te cojo como quiero Moira puta, y me decís sí, dale, cogeme. Entonces la saco de repente. No te chupe la concha hoy, te digo. Y bajo con la boca y empiezo a chupartela. Me encanta sentirte mojada, me encanta tu sabor, tu olor. La chupo con ganas durante un rato. A veces metiéndote algunos dedos, a veces no. Empezás a decir quiero pija, quiero pija. Pero todavía no te la doy. Quiero sentir que estés cerca de acabar, que estés cerca de poder largar todo el placer que se fue acumulando en la piel durante todo el tiempo. Y cuando siento que estás cerca te vuelvo a acostar sobre la cama y ahora pongo tus dos piernas sobre mi hombro. Te la meto y empiezo ya con toda la fuerza, olvidándome de todos los juegos. Dale, más, más por favor me decís, estoy por acabar me decís, más, más por favor. Y agarrándote con todo y haciéndote sentir toda mi calentura te cojo hasta sentir que te tiemblan encima mío las piernas, hasta sentir una respiración, un grito distinto a los demás, y empiezo a bajar de a poco la fuerza y te digo te quiero llenar de leche, no doy más. Vení para acá, me decís, vení para acá. Pongo la pija entre tus tetas y las empezás a mover. Levantás un poco la cabeza y le pasás la lengua por encima. La bajás de nuevo para poder mover todo con más fuerza. Dale, dame la leche en las tetas me decís, dale, dámela por favor, y te obedezco, ya sin poder aguantar más me dejo ir todo encima tuyo, quedás manchada y te reís y a mi me recorre una sensación de intensidad que mehace sentir con placer cada parte de mi cuerpo. Me acuesto al lado tuyo. Nos besamos. Mañana voy al cine a ver una película que no va a ver nadie, te digo. ¿Venís conmigo? te pregunto, no te das una idea las ganas que tengo de cogerte entre esas butacas.
Estaba fresca la noche ahora. O eso parecía. Salimos del bar y la gente andaba con saquitos, abrazándose, buscando un lugar donde taparse del viento. Nosotros eso no lo sentíamos. Después de ese largo rato en el baño del bar todo era calor, un calor que crecía desde adentro y se agrandaba con los primeros roces que había mientras caminábamos. Nosotros buscábamos un hotel pero nos movíamos sin saber dónde buscarlo. Nos importaba menos llegar a destino que provocarnos en esas cuadras. Contra cada pared que nos gustaba, contra cada reja de negocio, nos abalanzábamos con fuerza y nos comíamos a besos mutuamente. Habían pasado unas horas y ya conocía tu boca de memoria. Te mordía los labios, me mordías el cuello, y cuando con la mano me buscabas para sentir mi excitación me decías sigamos caminando. Y yo que no quería caminar, que quería desnudarte ahí mismo, en el medio de la calle, en el umbral de una casa, y hacerte sentir de todo, hacerte olvidar que la gente mira y que lo único en lo que puedas pensar sea en la piel moviéndose, transformándose en lo único que existe, pero me dejaba llevar por vos, me dejaba llevar por este juego de buscarnos y escaparnos en todas las esquinas. Y aunque yo no sabía dónde estábamos por ahí vos sí, porque de repente dijiste "llegamos" y estábamos en la puerta de un hotel. Te agarré de la cintura para entrar y me sacaste la mano. Entrá solo, dijiste, pedí una habitación, mandame el númer por mensaje y esperame. Yo me empecé a reir, dale te dije, vení, entremos. No, haceme caso volviste a decir. Te acercaste, pusiste tu mano en mi pantalón, me apretaste, me calentaste con un beso en la oreja y te fuiste. Sin entender mucho te miraba caminar, miraba cómo se alejaba y doblaba en la esquina ese cuerpo que me volvía loco, ese cuerpo con el que quería volver a participar, a mezclarme, a enloquecer. Y entré solo al hotel, y pedí una habitación y subí en el ascensor tratando de calmarme, de relajarme para esperarte hasta que llegues. Adentro pasaron veinte minutos y todavía no llegabas. Busqué en la mochila un libro y me puse a leer un rato, para que el tiempo pase más rápido. A pesar de eso, no podía dejar de pensar en qué estabas planeando, y entre todas las preguntas que me hacía volví a la de tu nombre. Porque viste, cada uno tiene sus obsesiones, sus lugares en las cuales girar, y a mi me pasa con los nombres. No porque signifiquen algo, sino porque nombrar las cosas es un modo de provocarlas. Y sin embargo, ahí estabas vos que me provocabas haciendo lo contrario, con la ausencia en la habitación, con la ausencia en el nombre, con la ausencia de certidumbres sobre lo que iba a pasar, y todo eso me gustaba, me hacía imaginar cosas, imaginarte a vos, irresistible, entrando a la habitación para llenarla entre los dos. Y me acordé de una de las cosas que habíamos charlado en el bar, antes de dejarnos perder el control, y dije MxtroniKa no tiene nombre pero le voy a elegir uno, MxtroniKa va a ser mi Moira. Sí, Moira, te queda tan bien el nombre. Porque me hacías acordar a ella en esa capacidad de enloquecer con un gesto, con un movimiento, con la cercanía de tu cuerpo. Y me reí también pensando, pero a ella sí, a ella estoy seguro que también las mujeres la ven hermosa, que también a ellas las puede provocar y enloquecer. Y estoy pensando en eso ahora, con el libro en la cama del hotel, y escucho que golpeas la puerta. ¿Moira? pregunto. Y siguiéndome el juego me decís ¿acaso esperás a alguien más? Te abro la puerta y ahí estás, tenés un vestido rojo, escotado, sin breteles. El pelo lo llevás recogido y eso intensifica la forma de tu cuello y mis ganas de besarlo. Ahora sí llevás corpiño y se nota un poco, es negro. Tapándote todavía la entrada te digo "estás vestida de los colores de tu pelo". Te reís un poco y me contestás "Vas a contarme chistes malos o me vas a coger?". Avanzás y me ponés contra la puerta. Cuando me vas a besar te corro un poco y te digo "Por ahora ninguna de las dos, pasá, sentate en la cama". Me hacés caso y avanzás en la habitación. Yo me quedo para poder mirarte de espaldas, para mirar tu cintura, para mirar cómo queda tu cola en ese vestido, para mirarte las piernas. Te das cuenta y te dejás mirar. En vez de sentarte en la cama te inclinás hacia abajo. Se te sube un poco el vestido y me doy cuenta que ahora no tenés bombacha. Me acerco hasta donde estás y no te movés. Te apoyo y te pregunto ¿te gusta sentirla así dura? Me decís "sí, pero la quiero sentir adentro". Te empezás a mover de arriba a abajo, frotándote contra mi. Te agarro de la cintura y te digo "quieta, todavía no". Y ahora finalmente te sentás sobre la cama. Me acerco a mi mochila y me preguntás qué estoy buscando. Saco una cámara de fotos y te la muestro. Quiero mirarte por acá, te digo, quiero que juegues con la cámara, conmigo, de a poco, quiero que dejemos a la calentura hacerse grande pero de a pasos muy chicos, casi sin tocarnos. Sonreís y me doy cuenta que te gusta la idea. Preparo la cámara y me acerco a vos. Enfoco tu boca. La miro y la imagino y la recuerdo haciendo cosas que hace unas horas me hacían explotar de ganas, como va a ser dentro de un ratito, la miro y la deseo, y disparo la foto, y te mojás los labios con la lengua y disparo de nuevo, y te mordes apenas los labios y disparo de nuevo. Nos miramos, lentamente nos miramos. Ahora me alejo un poco porque quiero que también salga tu cuello. Voy mirándote de a fragmentos, construyéndote en la intensificación del detalle. La textura de tu piel, la que después voy a probar con la lengua, ahora se transforma en algo que se mira. Y te miro entera. Fotografío tu mano, tu mano soltándote el pelo, vos apoyada en el borde de la cama e inclinándote hacia adelante con las piernas cruzadas, vos igual, con las piernas abiertas, mostrando todo pero dejándolo apenas en la sombra. Te empezás a dejar llevar por el juego. Sé que te gusta, que te divierte. Te empiezo a decir las cosas que me gustaría hacerte. Algunas las vamos a hacer, otras tendrán que ser otro día, porque te digo por ejemplo, y si ahora entra una chica más, ¿te gustaría? Y me decís que sí. Y mientras sigo sacándote fotos te hablo de eso. De que la chica entra, que te acaricia con mucha suavidad en la pierna, de que se besan como sólo se pueden besar entre mujeres, de que sentís el cuerpo entero con tu lengua, de que la sentís mojarse con tu lengua mientras te mojás vos y ella hace lo mismo, de que se tocan; y te digo todo eso porque quiero calentarte hablando, quiero que empieces a sacarte de a poco la ropa y a mostrarme más. De a poco lo hacés. Te bajás un poco el vestido, me mostrás a mi, le mostrás a la cámara la forma de tu pecho, el color del corpiño. Después te lo sacás. Quedás desnuda. Antes de seguir sacándote fotos te miro porque me gustás mucho, porque me gusta mucho tu cuerpo, porque te deseo con todo el deseo que le entra a mi cuerpo. Y me acerco a vos y saco una foto apoyado sobre tu ombligo, mostrando en el fondo tu mirada. Después me tiento un poco, porque ya no aguanto, y voy con mi boca a tus tetas y las beso, las chupo, las muerdo un poco, juego con los pezones. Pero me alejo. Me freno y sigo con las fotos. En una te cubrís las tetas y mirás con esa mirada tan Moira por la que te puse el nombre. En otra las mostrás, pero no mucho, sólo lo suficiente como para que se adivinen. En otra estás de espaldas, apoyada en la cama. Se ve tu cola, tu largo pelo rojinegro. Sin que te diga nada, te empezás a tocar así, pasando la mano por abajo de tu cuerpo y sintiéndote a vos misma. No puedo dejar de mirarte. ¿No sacás fotos decís? Y lo decís con la voz perdiéndose de a poco, empezando a disfrutar la forma en la que te buscás. Entonces vuelvo a la cámara. Te fotografío de cerca, de lejos. Te pido que te des vuelta para poder fotografiar bien tu cara mientras sentís placer. Y lo hacés y te volvés a humedecer los labios, te chupás un dedo, te seguís tocando. Ahora abrís más que antes las piernas, te empezás a tocar con fuerza y me decís sacale fotos a mi concha, quiero verla lo mojada que está. Te saco la foto que me pedís y te acerco para que la mires sin que dejes de tocarte. Dejo la cámara en la mesa de luz. Me bajo el pantalón, me saco el calzoncillo y sin hablar te la acerco a la boca. La sentís toda dura ahí adentro y no dejás de tocarte, lo hacés cada vez con más intensidad. Me agacho un poco y te acaricio las tetas. Las aprieto. Estiro un pezón. Lo rozo con cuidado. Te pido que te corras un poco. Dejás de chupármela y me acuesto al lado tuyo. Chupala ahora te digo, pero dejame tu colita acá. Te subís encima mío y te empiezo a chupar toda, ya mojada, mientras vos me chupás a mi. Nos pasamos la lengua con furia. Las ganas son tantas que podría acabarte en ese momento. Pero no, todavía no porque faltan muchas cosas que quiero hacerte. Y después de chuparte esa cola que ya me volvía loco en el vestido te meto despacio un dedo y vos gemís y decís que te gusta. Y lo meto un poco más, y lo empiezo a mover. Y vos seguís chupándola y cada vez con más fuerza. Movés la cabeza de encima abajo encima de mi pija dura y yo sigo ahí tocándote con el dedo. "¿Querés que sea algo más grande"? te pregunto "Sí, por favor" me decís. Entonces te chupo la cola un poco más. Me bajo de la cama y te digo que te pongas en cuatro. Empiezo a penetrarte por atrás, muy despacio primero, para que pueda terminar entrando. Estás tan mojada en todos lados que no nos hace falta usar ni gel ni nada. Ahora ya entra casi entera. Respirás fuerte. Me encanta tu culo te digo, te lo quiero romper todo. Rompelo me decís, rompelo. Empezás a moverte de atrás hacia adelante, en círculos. Primero muy tranquila, para empezar a sentirla bien, y después con más fuerza, cada vez con más fuerza, casi salvajemente. Ahora te empujo sobre la cama y quedo encima tuyo, vos con la cara sobre la almohada. Con una mano empiezo a tocarte la concha mientras sigo cogiéndote por atrás. Me enloquecés. La otra mano la llevo a tu boca. Me empezás a chupar los dedos, a morderlos. Gritás. Te digo, ¿querés más fuerte mi Moira puta? Sí me decís, haceme mierda, matame. Y te cojo entonces con más fuerza y escuchamos el ruido de la cama moviéndose a nuestro ritmo. Después aflojamos un poco. Te la saco y nos empezamos a besar. Seguís de espaldas. Te pego en la cola. Te la muerdo. Te la vuelvo a morder. Vení, sentate te digo. Yo me pongo sentado en el borde de la cama y vos te me subís encima. Ahora cogemos por la concha pero te agarro de la cola y te acaricio un poco, te meto apenas un dedo, y después freno, y vos te movés con intensidad mietnras te beso el cuello, mientras le clavo los dientes y lo chupo todo. Y bajo con la boca y te como a beso esas tetas tuyas que me encantan. Y mantenemos el juego en el que lo suave se intensifica, y va creciendo como el deseo, como las ganas de explotarse uno encima del otro. Y ahora te acostás. Levantás una pierna y la apoyás sobre mi hombro, la otra queda abajo. Te agarro desde la pierna y te la meto con fuerza. Estás tan mojada, te entra tan fácil adentro. Te cojo y te miro a los ojos, miro tus expresiones, trato de aprenderlas, de descubrir qué es lo que están diciendo. A veces no hace falta porque me lo decís vos. Más fuerte, metela más, más rápido, dale. Y te hago caso. O a veces no, te digo te cojo como quiero Moira puta, y me decís sí, dale, cogeme. Entonces la saco de repente. No te chupe la concha hoy, te digo. Y bajo con la boca y empiezo a chupartela. Me encanta sentirte mojada, me encanta tu sabor, tu olor. La chupo con ganas durante un rato. A veces metiéndote algunos dedos, a veces no. Empezás a decir quiero pija, quiero pija. Pero todavía no te la doy. Quiero sentir que estés cerca de acabar, que estés cerca de poder largar todo el placer que se fue acumulando en la piel durante todo el tiempo. Y cuando siento que estás cerca te vuelvo a acostar sobre la cama y ahora pongo tus dos piernas sobre mi hombro. Te la meto y empiezo ya con toda la fuerza, olvidándome de todos los juegos. Dale, más, más por favor me decís, estoy por acabar me decís, más, más por favor. Y agarrándote con todo y haciéndote sentir toda mi calentura te cojo hasta sentir que te tiemblan encima mío las piernas, hasta sentir una respiración, un grito distinto a los demás, y empiezo a bajar de a poco la fuerza y te digo te quiero llenar de leche, no doy más. Vení para acá, me decís, vení para acá. Pongo la pija entre tus tetas y las empezás a mover. Levantás un poco la cabeza y le pasás la lengua por encima. La bajás de nuevo para poder mover todo con más fuerza. Dale, dame la leche en las tetas me decís, dale, dámela por favor, y te obedezco, ya sin poder aguantar más me dejo ir todo encima tuyo, quedás manchada y te reís y a mi me recorre una sensación de intensidad que mehace sentir con placer cada parte de mi cuerpo. Me acuesto al lado tuyo. Nos besamos. Mañana voy al cine a ver una película que no va a ver nadie, te digo. ¿Venís conmigo? te pregunto, no te das una idea las ganas que tengo de cogerte entre esas butacas.
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