Deseo con todas mis fuerzas un beso suyo, en el que me demuestre su afecto, pasión y todo lo que siente por mí, todo aquello que puede guardar un soltero como él. Que me abrace, bese mi cuello y perciba el suave aroma de mi piel y mi pelo; sujete mi cintura, sienta como su sangre fluye por todo su cuerpo deseando un contacto más íntimo. Poder recostarnos en la cama, que con las cuatro paredes sean testigos únicos de nuestro encuentro; que mire mi cuerpo y en mis formas recree su mirada, se acerque a mí mientras mi respiración se altera y poco a poco el contacto deseado se dé. Me haga sentir increíble con sus caricias, que no son propias de un hombre experimentado pero sí son guiadas por una intensa pasión descontrolada, de aquél que sabe que aún tiene mucho por descubrir de la vida, del amor y del placer carnal… Estos eran mis deseos por él, hasta que un día, después de tanto desearlo se me ha concedido.
Pepe es un hombre que conocí gracias a mi trabajo en la oficina, él es profesor en una escuela cercana, es alto, moreno, de buen cuerpo y con una sonrisa para enamorar; tiene 37 años y es soltero, no sé por qué jamás se casó si es un encanto de hombre. Tengo 23 años, según la gente me cargo un cuerpazo pues soy dueña de unos pechos y nalgas grandes, fuertes caderas y unas piernas producto del ciclismo constante, soy morena como él, con cabello ondulado negro y linda de rostro; después de lo que pasó soy yo quien le teme al compromiso jaja 😉
Sabe como besarme, es mágico, puedo sentir que mis besos le gustan pues su respiración se acelera, quiere más. Poco a poco bajo por su cuello, un hermoso cuello que sólo podía ser de él y que me excita de tan solo mirarlo, el cuello perfecto, su sabor no se compara con otro alguno que hubiesen probado mis labios, le gusta, lo disfrutamos los dos. ¡Pero ahora es su turno! No se ha cansado de besar mis labios, continúa unos minutos más jugueteando a atrapar mi lengua y yo la suya, no puedo separarme un segundo de él, besa un momento mi cuello y un segundo después está mordiéndolo, tal como me gusta, ¿Cómo supo que me fascina así? No lo sé pero me excita, alterna entre besos y mordidas mientras juega con su lengua y me acaricia con sus manos, que en éste momento juegan vencidas con mis piernas, recorren mi cintura y suben para sujetarme la nuca, no puedo escapar ni deseo hacerlo. Ahora soy presa de sus besos, de su pasión desenfrenada y del calor de su cuerpo. De repente recuerdo que no debería tener marcas en mi cuello, ¡Papá me mataría!, voy corriendo al tocador a revisar… Nada por fortuna, ¡Qué susto! Cuando regreso a buscarlo me percato de que se ha ido, ¿Sería posible que me hubiera abandonado en este momento? Todavía me lo preguntaba cuando sentí su presencia detrás de mí; se había quitado los jeans y me tomó por la cintura, quería que yo también me quitara la ropa.
Se posó sobre la cama y me invitaba con la mirada a acercarme, desabotoné mi pantalón y me lo quité rápidamente, solté el listón de mi pelo y me acerqué. Él se recostó mientras se sacaba la camisa botón tras botón y pude sentir como mi respiración se alteraba y deseaba abalanzarme sobre él pero trataba de guardar la calma, me dio oportunidad de recrearme con todo su cuerpo, admirablemente formado, trabajado por el ejercicio constante y cuidados; sus pectorales y bíceps hacían juego con la hermosa sonrisa pícara que me invitaba a pecar una vez más.
Me quedé parada frente a él y se levantó de golpe, me tomó de los brazos y bajó sus manos hasta mis nalgas, las masajeó suavemente por un momento y pasó a la parte interna de los muslos, subió por ellos hasta encontrarse con los labios de mi vagina, que ya estaba húmeda y lista; comenzó a quitar los botones de mi blusa uno a uno hasta encontrarse con mi sostén, rápidamente se dio cuenta que tenía broche al frente y lo separó; se hizo con mis pechos con suaves caricias, en su mirada podía notar que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, comenzó a besar mis pechos, lamía mis pezones, pasaba de no a otro repartiendo su amor con los dos, lamía, besaba, mordía y succionaba como si no hubiese un mañana; me sentía súper excitada en ese momento, ardiente diría yo, podía sentir como mi vagina húmeda palpitaba al ritmo de mis latidos deseando algo más; cuando me despojó de la tanga rosa que traía, de inmediato comenzó a lamer mi conchita, besaba mis labios húmedos a la vez que no dejaba mis senos a sol ni a sombra, succionaba mi clítoris magistralmente, de un lado a otro, lento y después rápido, introdujo un dedo en la vagina, lo hizo lentamente para no lastimar, luego fueron dos, yo gemía de placer; para entonces mis gritos se habrían escuchado a kilómetros a la redonda de no ser por la habitación a prueba de ruido ñ_ñ metía y sacaba los dedos rápidamente mientras sus labios aprisionaban mi clítoris, estaba extasiada y exploté con un delicioso orgasmo, el primero de la tarde, no imaginaba me esperarían más.
Estaba tan excitada con lo que acababa de pasar que empujé a mi amante a la cama, terminé de sacarme la camisa y el sostén de una forma lujuriosa y candente, debo decir que tengo ojos y labios sensuales y los usé. Lo seduje con la mirada y mordía mis labios, contoneaba mis caderas al ritmo de la suave música en nuestras mentes, pude ver lo excitado que se encontraba al notar su instrumento por encima de la ropa interior (¿Cuándo sería la última vez que una mujer lo vio como yo?). Parecía un animal enorme el fierrazo que traía entre las piernas, me subí sobre su cadera y comencé a cabalgarlo únicamente para crear expectativa, volví a besarlo apasionadamente y probé mis propios jugos; era algo delicioso, bajé por su cuerpo hasta su abdomen, acariciaba sus piernas y le gustaba, lo besé; lo besé completamente, él estaba entregado a mí, volví al centro de mi atención. Lo toqué y sentí como se hizo más grande entre mis manos, no pude esperar para verlo y lo despojé de la ropa, ¡era enorme! Suave al tacto, se encontraba caliente y con el glande de un rojo encendido, como a punto de estallar; no pude negarme a la petición muda de sus palpitaciones y le regalé un beso, que se convirtió en mordisco, en lamida y finalmente en chupada; cuando me di cuenta ya estaba arremetiendo tremendas mamadas a aquel enorme instrumento, trataba de meterlo completo en mi boca pero era imposible, él me gritaba: ¡Ah!, eres fantástica, qué bien lo haces, ¡sigue así por favor, no pares!, nunca me lo habían hecho así, eres una maestra, ¡qué bien lo haces, me encanta! ¡Oh!. Pepe se retorcía, sus muecas no eran más de picardía, se habían transformado en gestos de un placer infinito que le provocaba sentirme ahí, usando mi lengua para devolverle el favor que acababa de hacerme, sujetaba fuertemente las sábanas con sus manos, se movía rítmicamente al compás de sus deseos, yo observaba fijamente el rostro gozador de mi amante, sintiéndome orgullosa de mi faena. Hasta que ya no pudo más y terminó por primera vez él también, se le notaba extasiado de placer, mordía su labio inferior y cerraba los ojos, era todo lo que sentía.
Nos recostamos de costado, él detrás de mí, yo me sentía protegida, me gustaba sentir su pecho en mi espalda, nuestros cuerpos entallaban perfectamente, mordió mi cuerpo una vez más en señal de que nada había terminado.
Volteó mi cuerpo hacia él y me besó, acarició mi pelo y bajó de nuevo por mi cuello hasta mis senos, estaba listo para comenzar, tomó su pene y lo colocó en la entrada de mi vagina, comenzó a penetrarme lentamente y pude ver como sus gestos cambiaban nuevamente; cuando llegó a la mitad, terminó de introducirlo con una firme embestida, sentí como lo apreté con mi vagina y eso lo excitó aún más, comenzó el mete y saca en esa posición, era fuerte y duro, caliente y delicioso, no podía creer que lo tenía dentro de mí dándome duro, era excitante ver su respiración acelerada y pequeñas gotas de sudor escurriendo por ese cuello que me enloquecía, disfrutaba tanto el vaivén cadencioso de sus caderas al ritmo de la pasión desenfrenada que sentíamos; le encarné las uñas en la espalda mientras le decía: ¡clávame más fuerte, más fuerte! ¡Qué rico lo haces mi amor! ¡Sí, sí, muévete más rápido!, fue entonces que comenzó el mete-saca a gran velocidad, yo gemía como posesa mientras sentía el rigor de su macana entre mis piernas cada vez más abiertas, era delicioso sentirlo entrar y salir, podía apretarlo con mi vagina rítmicamente, cada vez que hacía eso, un gemido extra escapaba de su boca, su respiración se aceleró, estaba muy agitado, excitado por tener mi cuerpo así, desnudo para él. Le pedí cambiar de posición, esta vez yo sobre él, ahora yo tendría el control de la penetración, sería tan profunda como yo quisiera, comencé a penetrarme con su enorme trozo de carne, lo sentía entrar y salir de mí; aumenté el ritmo, lo hacía fuertemente, rápido, nuestros cuerpos pegando uno con otro haciendo ruidos lujuriosos, la cama chocaba con la pared al ritmo de sus metidas, sentía su miembro erecto, firme y caliente dentro de mí, mi cabello se movía cayendo sobre mis hombros y se pegaba a mi pecho con el sudor, de vez en cuando se detenía para probar mis tetas; después hicimos el mejor 69 de la historia, me hizo sentir completamente suya. En un momento dijo: ¿Me puedo poner detrás de ti? – ¿Como en cuatro? – Exacto. Un par de miradas pícaras se cruzaron entre nosotros pues sabíamos lo que eso significaba… De inmediato me tumbó boca abajo sobre el colchón, y así pecho-tierra comenzó a meterlo con firmeza, apretando mis manos con las suyas, su pecho sudado sobre mi espalda y mis nalgas pegando en su cadera, así estuvimos un rato hasta que de pronto me tomó por la cintura y me levantó, bajó mi cabeza haciéndome sentir sometida, me encantó. Comenzó a propinarme tremendas embestidas, gemía de placer, era un combate de la cama contra la pared, sus caderas contra mis nalgas y mis jadeos contra sus gemidos. – ¡Mmm, papi! – ¡Oh, sí! – ¡Dame más profe! – ¡Muévelo mamita! – ¡Lo quiero más duro! – ¡Tómalo, tómalo!
Apretaba mis senos mientras yo hacía lo mismo con las sábanas, de pronto ambos sentimos estremecer, la adrenalina corría por nuestras venas, se erizó la piel, sentía como mi vagina se llenaba una vez más de jugos mientras él, en un último gemido más intenso que todos, derramó dentro de mí el producto del placer que le había regalado; de inmediato me volteó y volvió a penetrarme, esta vez mirándonos fijamente a la cara, los dos agitados, sudados y extasiados de tanto amar. Me ayudó a vestirme, me colocó una a una las prendas despojadas y yo hice lo mismo con él. Me regaló un tierno beso en la frente antes de salir de aquella habitación.
Ocasiones como esta hemos repetido en diferentes lugares y posiciones, pero los dejaré para después. sarabiajade@hotmail.com dejar sus comentarios y tal vez me atreva a contarles más. Besos.
Pepe es un hombre que conocí gracias a mi trabajo en la oficina, él es profesor en una escuela cercana, es alto, moreno, de buen cuerpo y con una sonrisa para enamorar; tiene 37 años y es soltero, no sé por qué jamás se casó si es un encanto de hombre. Tengo 23 años, según la gente me cargo un cuerpazo pues soy dueña de unos pechos y nalgas grandes, fuertes caderas y unas piernas producto del ciclismo constante, soy morena como él, con cabello ondulado negro y linda de rostro; después de lo que pasó soy yo quien le teme al compromiso jaja 😉
Sabe como besarme, es mágico, puedo sentir que mis besos le gustan pues su respiración se acelera, quiere más. Poco a poco bajo por su cuello, un hermoso cuello que sólo podía ser de él y que me excita de tan solo mirarlo, el cuello perfecto, su sabor no se compara con otro alguno que hubiesen probado mis labios, le gusta, lo disfrutamos los dos. ¡Pero ahora es su turno! No se ha cansado de besar mis labios, continúa unos minutos más jugueteando a atrapar mi lengua y yo la suya, no puedo separarme un segundo de él, besa un momento mi cuello y un segundo después está mordiéndolo, tal como me gusta, ¿Cómo supo que me fascina así? No lo sé pero me excita, alterna entre besos y mordidas mientras juega con su lengua y me acaricia con sus manos, que en éste momento juegan vencidas con mis piernas, recorren mi cintura y suben para sujetarme la nuca, no puedo escapar ni deseo hacerlo. Ahora soy presa de sus besos, de su pasión desenfrenada y del calor de su cuerpo. De repente recuerdo que no debería tener marcas en mi cuello, ¡Papá me mataría!, voy corriendo al tocador a revisar… Nada por fortuna, ¡Qué susto! Cuando regreso a buscarlo me percato de que se ha ido, ¿Sería posible que me hubiera abandonado en este momento? Todavía me lo preguntaba cuando sentí su presencia detrás de mí; se había quitado los jeans y me tomó por la cintura, quería que yo también me quitara la ropa.
Se posó sobre la cama y me invitaba con la mirada a acercarme, desabotoné mi pantalón y me lo quité rápidamente, solté el listón de mi pelo y me acerqué. Él se recostó mientras se sacaba la camisa botón tras botón y pude sentir como mi respiración se alteraba y deseaba abalanzarme sobre él pero trataba de guardar la calma, me dio oportunidad de recrearme con todo su cuerpo, admirablemente formado, trabajado por el ejercicio constante y cuidados; sus pectorales y bíceps hacían juego con la hermosa sonrisa pícara que me invitaba a pecar una vez más.
Me quedé parada frente a él y se levantó de golpe, me tomó de los brazos y bajó sus manos hasta mis nalgas, las masajeó suavemente por un momento y pasó a la parte interna de los muslos, subió por ellos hasta encontrarse con los labios de mi vagina, que ya estaba húmeda y lista; comenzó a quitar los botones de mi blusa uno a uno hasta encontrarse con mi sostén, rápidamente se dio cuenta que tenía broche al frente y lo separó; se hizo con mis pechos con suaves caricias, en su mirada podía notar que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, comenzó a besar mis pechos, lamía mis pezones, pasaba de no a otro repartiendo su amor con los dos, lamía, besaba, mordía y succionaba como si no hubiese un mañana; me sentía súper excitada en ese momento, ardiente diría yo, podía sentir como mi vagina húmeda palpitaba al ritmo de mis latidos deseando algo más; cuando me despojó de la tanga rosa que traía, de inmediato comenzó a lamer mi conchita, besaba mis labios húmedos a la vez que no dejaba mis senos a sol ni a sombra, succionaba mi clítoris magistralmente, de un lado a otro, lento y después rápido, introdujo un dedo en la vagina, lo hizo lentamente para no lastimar, luego fueron dos, yo gemía de placer; para entonces mis gritos se habrían escuchado a kilómetros a la redonda de no ser por la habitación a prueba de ruido ñ_ñ metía y sacaba los dedos rápidamente mientras sus labios aprisionaban mi clítoris, estaba extasiada y exploté con un delicioso orgasmo, el primero de la tarde, no imaginaba me esperarían más.
Estaba tan excitada con lo que acababa de pasar que empujé a mi amante a la cama, terminé de sacarme la camisa y el sostén de una forma lujuriosa y candente, debo decir que tengo ojos y labios sensuales y los usé. Lo seduje con la mirada y mordía mis labios, contoneaba mis caderas al ritmo de la suave música en nuestras mentes, pude ver lo excitado que se encontraba al notar su instrumento por encima de la ropa interior (¿Cuándo sería la última vez que una mujer lo vio como yo?). Parecía un animal enorme el fierrazo que traía entre las piernas, me subí sobre su cadera y comencé a cabalgarlo únicamente para crear expectativa, volví a besarlo apasionadamente y probé mis propios jugos; era algo delicioso, bajé por su cuerpo hasta su abdomen, acariciaba sus piernas y le gustaba, lo besé; lo besé completamente, él estaba entregado a mí, volví al centro de mi atención. Lo toqué y sentí como se hizo más grande entre mis manos, no pude esperar para verlo y lo despojé de la ropa, ¡era enorme! Suave al tacto, se encontraba caliente y con el glande de un rojo encendido, como a punto de estallar; no pude negarme a la petición muda de sus palpitaciones y le regalé un beso, que se convirtió en mordisco, en lamida y finalmente en chupada; cuando me di cuenta ya estaba arremetiendo tremendas mamadas a aquel enorme instrumento, trataba de meterlo completo en mi boca pero era imposible, él me gritaba: ¡Ah!, eres fantástica, qué bien lo haces, ¡sigue así por favor, no pares!, nunca me lo habían hecho así, eres una maestra, ¡qué bien lo haces, me encanta! ¡Oh!. Pepe se retorcía, sus muecas no eran más de picardía, se habían transformado en gestos de un placer infinito que le provocaba sentirme ahí, usando mi lengua para devolverle el favor que acababa de hacerme, sujetaba fuertemente las sábanas con sus manos, se movía rítmicamente al compás de sus deseos, yo observaba fijamente el rostro gozador de mi amante, sintiéndome orgullosa de mi faena. Hasta que ya no pudo más y terminó por primera vez él también, se le notaba extasiado de placer, mordía su labio inferior y cerraba los ojos, era todo lo que sentía.
Nos recostamos de costado, él detrás de mí, yo me sentía protegida, me gustaba sentir su pecho en mi espalda, nuestros cuerpos entallaban perfectamente, mordió mi cuerpo una vez más en señal de que nada había terminado.
Volteó mi cuerpo hacia él y me besó, acarició mi pelo y bajó de nuevo por mi cuello hasta mis senos, estaba listo para comenzar, tomó su pene y lo colocó en la entrada de mi vagina, comenzó a penetrarme lentamente y pude ver como sus gestos cambiaban nuevamente; cuando llegó a la mitad, terminó de introducirlo con una firme embestida, sentí como lo apreté con mi vagina y eso lo excitó aún más, comenzó el mete y saca en esa posición, era fuerte y duro, caliente y delicioso, no podía creer que lo tenía dentro de mí dándome duro, era excitante ver su respiración acelerada y pequeñas gotas de sudor escurriendo por ese cuello que me enloquecía, disfrutaba tanto el vaivén cadencioso de sus caderas al ritmo de la pasión desenfrenada que sentíamos; le encarné las uñas en la espalda mientras le decía: ¡clávame más fuerte, más fuerte! ¡Qué rico lo haces mi amor! ¡Sí, sí, muévete más rápido!, fue entonces que comenzó el mete-saca a gran velocidad, yo gemía como posesa mientras sentía el rigor de su macana entre mis piernas cada vez más abiertas, era delicioso sentirlo entrar y salir, podía apretarlo con mi vagina rítmicamente, cada vez que hacía eso, un gemido extra escapaba de su boca, su respiración se aceleró, estaba muy agitado, excitado por tener mi cuerpo así, desnudo para él. Le pedí cambiar de posición, esta vez yo sobre él, ahora yo tendría el control de la penetración, sería tan profunda como yo quisiera, comencé a penetrarme con su enorme trozo de carne, lo sentía entrar y salir de mí; aumenté el ritmo, lo hacía fuertemente, rápido, nuestros cuerpos pegando uno con otro haciendo ruidos lujuriosos, la cama chocaba con la pared al ritmo de sus metidas, sentía su miembro erecto, firme y caliente dentro de mí, mi cabello se movía cayendo sobre mis hombros y se pegaba a mi pecho con el sudor, de vez en cuando se detenía para probar mis tetas; después hicimos el mejor 69 de la historia, me hizo sentir completamente suya. En un momento dijo: ¿Me puedo poner detrás de ti? – ¿Como en cuatro? – Exacto. Un par de miradas pícaras se cruzaron entre nosotros pues sabíamos lo que eso significaba… De inmediato me tumbó boca abajo sobre el colchón, y así pecho-tierra comenzó a meterlo con firmeza, apretando mis manos con las suyas, su pecho sudado sobre mi espalda y mis nalgas pegando en su cadera, así estuvimos un rato hasta que de pronto me tomó por la cintura y me levantó, bajó mi cabeza haciéndome sentir sometida, me encantó. Comenzó a propinarme tremendas embestidas, gemía de placer, era un combate de la cama contra la pared, sus caderas contra mis nalgas y mis jadeos contra sus gemidos. – ¡Mmm, papi! – ¡Oh, sí! – ¡Dame más profe! – ¡Muévelo mamita! – ¡Lo quiero más duro! – ¡Tómalo, tómalo!
Apretaba mis senos mientras yo hacía lo mismo con las sábanas, de pronto ambos sentimos estremecer, la adrenalina corría por nuestras venas, se erizó la piel, sentía como mi vagina se llenaba una vez más de jugos mientras él, en un último gemido más intenso que todos, derramó dentro de mí el producto del placer que le había regalado; de inmediato me volteó y volvió a penetrarme, esta vez mirándonos fijamente a la cara, los dos agitados, sudados y extasiados de tanto amar. Me ayudó a vestirme, me colocó una a una las prendas despojadas y yo hice lo mismo con él. Me regaló un tierno beso en la frente antes de salir de aquella habitación.
Ocasiones como esta hemos repetido en diferentes lugares y posiciones, pero los dejaré para después. sarabiajade@hotmail.com dejar sus comentarios y tal vez me atreva a contarles más. Besos.
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