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crónica de un consentimiento Parte 2

Cuando surgió la posibilidad de asistir a aquel curso de verano, no lo dudé ni un segundo. Llevaba dos años intentando cuadrar mis vacaciones con las fechas del curso y por fin este año todo encajaba, incluso María, que disponía de unos días por librar, propuso venirse conmigo a Sevilla y hacer turismo mientras yo asistía a las clases. Para tener más margen de maniobra decidimos ir en coche, disponíamos de un dia completo antes de que comenzase el curso y viajamos sin prisas.
Paramos a la altura de Puerto Lápice a repostar, mientras yo llenaba el depósito María se acercó a la tienda de la gasolinera a comprar unas botellas de agua; La vi alejarse y me quedé embobado mirando sus andares, llevaba un short blanco, camiseta azul y sandalias de medio tacón, su pelo recogido en un moño bajo dejaba su cuello desnudo. Observé al conductor de una furgoneta que se volvía a mirarla mientras repostaba, una punzada de excitación me recorrió, la supuse comprando en la tienda, mientras los hombres que esperaban en caja la deseaban.
Cuando acabé de repostar miré hacia la tienda; María estaba haciendo cola en la caja y me buscaba con la mirada, le hice una seña de que había terminado y esperé a que pagara sentado en el coche espiándola; A través de los cristales destacaba su altura sobre los demás hombres, el que estaba situado delante de ella se volvió varias veces simulando buscar algo, cuando en realidad lo único que quería era echarle una ojeada; me estaba excitando por momentos. La vi regresar al coche andando pausadamente, sus caderas se balanceaban, sus muslos brillaban al sol, un mechón se soltó y cayó sobre su frente y ella lo retiró con un gracioso gesto; detrás avanzaba sin quitarle ojo un hombre. En una fracción de segundo, se construyó una imagen en mi mente y, como un relámpago, fragüé el juego.
"Casi te comen" – le dije mientras arrancaba, ella sonrió.
"Parece que no han visto nunca a una mujer" – dijo con fastidio
"Como tu, seguro que han visto pocas" – me lanzó una mirada llena de cariño
"¿Sabes? No conozco a nadie de la lista de asistentes" – le dije a María cuando llevábamos unos kilómetros recorridos
"¿A nadie? ¡que raro!"
"Imagínate, nadie nos conoce, no pueden saber si somos matrimonio, pareja, o…" – María volvió su rostro hacia mi esperando que continuase, pero me callé; por el rabillo del ojo vi como una sonrisa nacía en su cara
"¿Qué maldad está pensando esa cabeza?" – sonreí, me seguía el juego
"¿Maldad? Ninguna… solo… alguna travesura" – se arrellanó en el sillón del coche
"¿Sí? ¿cómo de traviesa?" – su voz se tornó sugerente
"Muy, muy traviesa… imaginemos que te presento como una amiga… imaginemos que me vas a buscar a la salida del curso y te presento a alguno de los asistentes, a alguno con el que haya establecido conversación durante el curso… nos vamos a tomar algo y tu no te comportas como mi mujer sino como mi amiga…"
"¿tu… amiguita?" – María recalcó la palabra dándole el matiz que yo buscaba
"Eso es, una chica de Madrid, compañera, colega y… muy amiga mía ¿entiendes?
"Con claridad… eres un pervertido" – su protesta era falsa, sabía que le apetecía jugar
¿Y si aparece alguien que nos conoce? No puedes estar seguro.
"Observaré el terreno antes, naturalmente" – María no había dicho hasta ahora que no.
"¿Y si volvemos a coincidir alguna vez? Imagínate, este mundillo es muy pequeño"
"Intentaré echarle el anzuelo a alguien de fuera"
"¿Y que esperas que haga yo?" – El plan iba adelante, no había planteado ninguna objeción seria
"Jugar, imaginar que eres una chica que ha aceptado irse de viaje con un colega, compartiendo habitación y cama, claro" – María sonrió de nuevo
"¿Y eso lo va a saber nuestra víctima?"
"Por supuesto, si no, no tiene gracia" – María no contestó, continuamos unos kilómetros sin hablar, ella iba pensativa, probablemente imaginando la escena, de pronto exclamó
"¡Estás loco!"
Continuamos nuestro viaje jugando a desarrollar nuestra historia, María limaba detalles que le parecían excesivos, al final el acuerdo se cerró en simular que ella era una colega soltera con la que tenía una buena relación desde hace tiempo y que era la primera vez que estábamos juntos. Se negó en redondo a mi idea de presentarla como una casada adúltera.
Llegamos a Sevilla al caer la tarde, nos registramos en el hotel y, después de una buena ducha, salimos a cenar; Durante la cena yo seguí perfilando el juego, María participaba con ganas y entre ambos nos montamos una historia sobre nuestra relación, como nos habíamos conocido, como surgió el rollo, etc.
Al día siguiente llegué al recinto del curso con un cuarto de hora de antelación, recogí mis credenciales y me dirigí a la cafetería a tomar otro café, distinguí a varias personas que llevaban en sus manos una carpeta idéntica a la mía y comencé a seleccionar a quienes podían ser mi objetivo. Era curioso: todo el interés que había acumulado durante dos años por este curso había quedado en un segundo plano, mi atención se centraba en encontrar las personas adecuadas para exhibir a María como mi amante.
Comenzó el curso y conseguí centrarme en la temática del mismo, al llegar el coffee break salimos a una pequeña sala en la que habían preparado unas mesas con pastas, bollería, jarras de zumo, café y leche, me serví un zumo y tomé un par de pastas y comencé a deambular por la sala, se habían empezado a formar corrillos de conocidos y me sentí un poco desplazado. Me acerqué de nuevo a una mesa a rellenar mi vaso de zumo y coincidí con el colega que se sentaba a mi lado en el curso, nos saludamos con la mirada e inicié una frase de compromiso
"¿Qué tal?"
"Bien, el curso parece interesante"
"Si, me gusta como lo están planteando"
Así comenzó una conversación intrascendente mientras yo calibraba a Pablo. Tendría unos treinta y pocos años, treinta y cinco a lo sumo, más o menos de mi estatura, delgado y con pelo abundante, largo, bien cuidado, se notaba que apreciaba su cabello por como se lo colocaba con la mano con cierta frecuencia; unas gafas de montura de pasta le daban un aire intelectual. Malagueño afincado en Córdoba, era de conversación agradable, quizás demasiado bromista para mi gusto, el clásico andaluz con mucha "guasa".
La conversación pasó de temas profesionales a personales, aficiones, intereses… así supe que estaba soltero, yo le conté que estaba casado.
"¿Has venido solo?" – le pregunté
"Si, claro, ¿y tu?"
"No, he venido con… una amiga" – sonreí – "una colega con la que tengo una muy buena relación" – el mensaje estaba lanzado, lo suficientemente ambiguo para dar a entender lo que yo quería sin caer en lo explicito.
"vaya, entonces no te vas a aburrir cuando acabemos la jornada" – dijo sonriendo
"Con María es imposible aburrirse, es una mujer increíble" – le había estimulado la curiosidad morbosa, quería saber mas
"¿Sois muy amigos, entonces?" – le miré directamente a los ojos antes de contestar
"Mas que amigos, aunque es la primera vez que se atreve a hacer un viaje conmigo, no lo tenía fácil pero al final pudo arreglarlo"
"Por trabajo, supongo" – pensaba en otra cosa pero no se atrevía a exponerlo, yo recogí el envite
"Hay un marido por medio, ya sabes" – ambos sonreímos
"Que arriesgado"
"La mujer lo merece"
Volvimos al aula y seguimos el curso hasta la hora del almuerzo, disponíamos de dos horas, yo había quedado con María en la entrada para comer juntos.
"¿Comemos?" – me dijo Pablo mientras recogía sus cosas de la mesa
"María me debe estar esperando abajo… ¿Por qué no te vienes con nosotros y comemos juntos?" – Pablo pareció pensarse una negativa amable pero no le di opción – "venga, te gustará conocerla, es una chica encantadora y muy simpática" – como aun dudaba, insistí – "en serio, vente"
"No quiero molestar, habéis quedado los dos, seguro que no espera a nadie mas" – no encontraba argumentos y no quería dejar pasar la ocasión
"María es una mujer muy abierta, estará encantada de que vengas con nosotros, ya verás" – comencé a salir del aula sin dejar de hablarle – "No tiene complejos, ya me entiendes" – no sabía exactamente qué quería decir con aquella frase que acaba de pronunciar, dejaba a la imaginación tanto campo… Pablo me miró y sonrió
"De acuerdo, si me lo pones así…"
Bajamos las escaleras del edificio y a través del antiguo portalón vi a María frente a la entrada, llevaba un vestido veraniego, estampado en tonos rojos y rosa sobre fondo blanco, por medio muslo, de amplio escote en pico y anudado al cuello, un bolso rojo y sandalias a juego, con un tacón medio, su melena suelta y sus gafas de sol la hacían destacar desde lejos; aun no habíamos terminado de bajar las escalinatas cuando hice una seña hacia ella
"Esa es" – Pablo se quedó sorprendido
"¡Joder!" - exclamó sin poder evitarlo
"¡Si, eso!" – dije riendo – "¿qué te parece?"
"Es… ¡chico, es brutal!" – me sentí lleno de orgullo, estaba lanzado y di un paso mas
"Brutal, en todos los terrenos"
Cuando María me vio su rostro se iluminó con una sonrisa, nos acercamos a ella y le di un beso en la boca
"Te presento a Pablo, le he invitado a que nos acompañe en el almuerzo" – María se adelantó y le dio dos besos
"Estupendo, ¿Cuánto tiempo tenéis?" – dijo ella sin dar ninguna muestra de sentirse molesta por la compañía
"Dos horas" – se apresuró a intervenir Pablo
"Bien, he visto un restaurante aquí cerca que tiene muy buena pinta ¿os apetece?"
"Contigo, a donde nos lleves" – dije yo exagerando
María nos sacaba casi la cabeza a los dos, lucía tanto que las miradas eran continuas hacia ella, caminábamos charlando, Pablo le preguntó su especialidad, hablamos algo de la profesión y pronto corté ese tema
"Por favor, o dejáis de hablar de trabajo o me marcho" – ambos rieron
El restaurante, típico sevillano, estaba aun semivacío y pudimos elegir mesa sin problemas, María se ausentó al baño y Pablo aprovechó para seguir con sus halagos
"Desde luego, eres un tío con suerte, vaya hembra" – esa palabra me excitó, la libertad que sentía Pablo hablando de mi mujer, sin los frenos que le hubiera supuesto saber que era mi esposa, me estaba provocando un nivel de excitación insospechado.
"Lo se, no fue fácil hacerme con ella, pero ha merecido la pena…" – estaba lanzado, el morbo de la situación me provocaba una especie de borrachera que me hacia perder los límites – "… es la mujer mas sexual que he conocido jamás" – Pablo no perdía detalle de mis palabras y quería mas – "No dice que no a casi nada, es lanzada como pocas, en fin, una joya"
"¿y su marido? ¿sabe algo?" – improvisé, por un momento me quise poner en el lugar de ese marido cornudo, ¿cómo lo viviría yo?
"Algo intuye, creo que María le cuenta mas de lo que me dice, a mi me parece que ambos disfrutan contándose sus aventuras"
"Joder, encima sin peligro, ¿sabe que esta de viaje contigo?" – le notaba excitado
"No lo se con seguridad, pero yo diría que si"
Vimos avanzar a María atravesando el comedor, acribillada por las miradas de los hombres y Pablo dijo en voz baja
"No hay un solo tío que no se vuelva a mirarla, ¡qué mujer!"
La comida transcurría en medio de una conversación agradable en la que a veces Pablo introducía algún comentario halagador hacia ella, yo disfrutaba de la libertad que se concedía para flirtear abiertamente y creí detectar en María que también lo estaba disfrutando. Antes de los postres Pablo se excusó y fue al baño, María aprovechó para cambiar impresiones conmigo
"¿Qué tal va la cosa?" – le dije, María me miró con ese brillo en los ojos que delata su excitación
"Joder Carlos, está ligando descaradamente"
¿Y… te gusta?" – sonrió antes de contestar
"Es una sensación extraña, hacia años que no me sentía así y menos contigo cerca, es como si diera por hecho que puede tantearme
"Claro, aquí no eres mi mujer, solo eres…"
"Tu amante, no?" – atajó ella
"Eso es… por cierto, antes de que llegue, no vaya a ser que te pille en un renuncio…" – María me miró atenta, pero no me dio tiempo a continuar, no habíamos visto llegar a Pablo
"¿Interrumpo algo?" – dijo al vernos hablando tan juntos, se sentó justo cuando llegaba el camarero con la carta de postres.
Aun nos quedaban tres cuartos de hora para el comienzo del curso y pedimos otros cafés, la conversación cada vez estaba mas dirigida por Pablo, le notaba envalentonado, María usaba con fuerza el poder de su mirada profunda y sonreía cada vez que Pablo le lanzaba algún piropo, muy al estilo andaluz. Tras uno de esos comentarios, Pablo cruzó la línea entre el atrevimiento y la vulgaridad
"Tu marido tiene que ser una persona muy especial, no debe ser fácil tener una esposa tan… solicitada" – María congeló su sonrisa y me dirigió una mirada glacial, Pablo entendió inmediatamente que había metido la pata e intentó arreglarlo – "Quiero decir que levantas pasiones a tu paso y eso no siempre debe ser fácil de sobrellevar, no ser celoso contigo no es tarea sencilla, seguro" – yo intenté recuperar el buen clima
"Los celos son algo anacrónico, somos personas adultas, responsables y libres, los tiempos de los celos y la posesividad pasó, al menos a un cierto nivel" – la conversación derivó hacía la incidencia que la moral y las costumbres de los inmigrantes estaba teniendo en nuestro país, detecté un conato de xenofobia en Pablo que corté inmediatamente y que éste, al intuir mi posición en este tema, evitó. María seguía seria, aunque progresivamente se había ido reintegrando a la conversación, sus miradas hacia mi destilaban cabreo. Pablo, una vez que creyó superado el impacto de su primera frase, volvió al ataque
"En fin María, envidio a tu marido" – María se volvió hacia él y antes de que comenzase a hablar, yo intuí que algo se preparaba
"Mas bien deberías envidiar a Carlos ¿no crees?" – me pilló tan de sorpresa que no supe como reaccionar, algo parecido le pasó a Pablo que titubeó un segundo
"Eh… claro, claro…" – inmediatamente creyó ver una puerta abierta y se lanzó – "ya se lo había dicho esta mañana cuando me contó vuestra… relación"
"Así que te ha contado nuestra relación, eh?" – dijo María mirándome retadora a los ojos
"Poca cosa María, poca cosa" - dije yo
"Entre hombres, poca cosa significa…" – e hizo un gesto con las manos indicando abundancia, todos reímos, pero yo sabía que se acababa de cruzar un umbral, María se sentía tocada por mi indiscreción, por mi violación del acuerdo al que habíamos llegado y me retaba, la conocía bien y ahora estaba lanzándome un mensaje: "¿no querías que jugase, pues ahora voy a jugar"
Pablo, ante la actitud abierta de María se relajó, si hasta ese momento se había mantenido como el invitado de la pareja, a partir de entonces consideró que tenía alguna oportunidad con ella, mi inhibición ante sus avances no hacía sino confirmarle su idea.
La actitud de María me comenzó a inquietar, temía que su despecho la llevase a comportarse de una forma que luego se arrepintiera, su carácter le hace tolerar mal los engaños y, aunque había intentado avisarla, estaba seguro de que consideraba mi conducta como una trampa premeditada.
Centrado en estos pensamientos, había perdido el hilo de la conversación, Pablo contaba anécdotas de su juventud y de los primeros años de carrera y María me ignoraba ostensiblemente; me estaba castigando eso estaba claro, lo que no sabía era hasta donde iba a llevar su castigo. Pablo, consciente del interés que parecía provocar en María, jugaba todas sus cartas sin ningún reparo hacia mí; En realidad era yo mismo quien le había dado pie para ello, poco me había faltado para obligarle a venir al almuerzo y mis argumentos en ese sentido habían sido mas que una insinuación, no me podía por tanto extrañar que lanzase toda su artillería contra mi mujer.
Y ella… ella derrochaba encanto, ese encanto natural tan alejado de la coquetería y de la vanidad que la hace irresistible como amiga, pero también como mujer. Si hubiera sido otra habría pensado que estaba coqueteando con él, pero en ella esa capacidad de seducción es tan natural, que es difícil sustraerse a su encanto.
Participaba animadamente de la conversación en la que yo a duras penas metía baza; ella reía, bromeaba… y me seguía ignorando. Pablo interpretaba esta actitud de una manera equivocada y cada vez parecía más seguro de sus posibilidades.
En mitad de una anécdota especialmente interesante, María se acodó en la mesa, los ojos de Pablo se desviaron durante una fracción de segundo hacia su escote que se había ahuecado y nos dejaba ver más de lo que ella imaginaba. Yo sabía que ese gesto no tenía ninguna intención oculta, mil veces la había visto acodarse de esa manera para seguir con mas intensidad un argumento o una conversación; Ese gesto realizado entre nuestros amigos carece de intencionalidad, forma parte de la naturalidad y de la espontaneidad de María que no ve maldad en cosas así; no es una ingenua pero tampoco vive reprimida por las neuras de los demás. Una vez uno de nuestros mejores amigos, ante una situación similar le dijo – "María por favor, que sabes que padezco de vértigo, a ver si me voy a caer por ese precipicio" – todos reímos y nadie se molestó por el enfoque tan sencillo que le había dado nuestro amigo a sus emociones al ver el escote de carmen y ésta no se violentó tampoco por el comentario.
Pero allí en Sevilla María no era mi esposa, era una mujer casada viviendo una aventura conmigo y su gesto tomaba para Pablo otro valor, su interpretación le llevaba a ver una insinuación en María, yo mismo le había dicho lo lanzada y abierta que era, ¿podía extrañarme de la reacción de Pablo?
Pablo siguió contando la historia que había comenzado, pero sus ojos se perdían insistentemente en el escote de mi mujer; por fin ella se dio cuenta, entonces volvió su cabeza hacia mi, sin cambiar la postura y me lanzó una mirada profunda, de esas que me desarman completamente; nos entendimos perfectamente; Con la mirada ella me decía "¿No es esto lo que querías? Pues toma"
Y mi mirada… mi mirada quería decir tantas cosas, tan enfrentadas entre si… Quería decirle "Sigue, sigue adelante", también "ten cuidado"; Me encontraba inmerso en una confusión de ideas, en una tormenta de sensaciones; Morbo, excitación, temor, - celos también, si -, alegría, peligro… y algo nuevo para mi: humillación.
Me sentía humillado ante esa escena; Pablo no sabía que estaba cortejando a mi esposa pero ambos me habían dejado de lado claramente aunque por razones distintas; Y esa humillación, en lugar de herirme, ¡Dios!, ¿cómo era posible? Me estaba excitando aun más, de una manera desconocida, poderosa, arrolladora.
Vi como María se erguía para recogerse el pelo y observé como los ojos de Pablo se regodeaban en el pecho y en las axilas de María que mantenía los brazos en su nuca mientras sujetaba con una pinza su cabello, carmen se daba perfecta cuenta del efecto que causaba en Pablo y volvió a mandarme un mensaje con sus hermosos ojos.
Comprendí que aquel día estaba sucediendo algo importante, un cambio trascendental en la reacción de María ante estas situaciones; Por primera vez la veía disfrutar de ello, por primera vez no lo evitaba, por primera vez estaba dejándose, por primera vez estaba seduciendo activamente con su cuerpo y con esos ojos tan turbadores.
Quince minutos antes del comienzo del curso dimos por terminada la sobremesa y nos dirigimos caminando lentamente hacia allí, Pablo continuaba hablando con María, acaparándola sin esconder su intención, yo me mantenía en mi papel de acompañante, casi de voyeur, María me miraba de vez en cuando, buscando en mis ojos algún signo de mis emociones, estaba jugando conmigo y con Pablo pero mas allá del juego, María estaba descubriéndose a si misma en una faceta que no había probado nunca.
Al llegar a la puerta, me despedí de ella dándole un beso en la boca
"¿Nos vemos en el hotel? – me sonrió con complicidad y me dijo intentando dar una entonación enigmática a su frase
"Quizás" – le devolví la sonrisa; Seguía jugando conmigo.
Pablo se adelantó a ella para despedirse y la cogió de la cintura para despedirse con dos besos, me pareció que se acercaba mucho, demasiado a ella, pero quizas era mi visión de los hechos mas que la realidad.
"María, ha sido un auténtico placer, espero que tengamos ocasión en estos días de volver a vernos" – dijo mirándome, yo hice un gesto afirmativo con la cabeza y volví a buscar los ojos de María que mantenía una tenue sonrisa en su rostro.
"¡Claro! ¿por qué no?" – dijo ella sin hacer ningún movimiento que indicase a Pablo que era el momento de soltarla. Un segundo quizás dos, pero me parecieron eternos, en los que él mantuvo la mano en su cintura, sin dejar de mirarla y ella, altanera, poderosa, le mantuvo la mirada.
Comenzamos a subir la escalinata cuando Pablo se detuvo y se volvió a mirar como se alejaba María, me detuve a su lado y admiré su forma de caminar: Estaba hermosa, recordé un piropo que me contó que le habían dedicado una vez por la calle y que le agradó especialmente "Así se baila" le dijo un vejete al verla andar.
Pablo me miró después de que María se perdiera de nuestra vista, quizás buscaba en mi algún reproche, alguna barrera, pero no lo encontró y eso le hizo relajarse.
"Joder Carlos, es increíble"
"Me alegro de que te haya gustado"
"¿Gustarme? Me ha dejado… joder! Que tía!" – no pude evitar reírme ante la falta de palabras de mi compañero
"Veo que te ha dejado sin habla" – Pablo me miró antes de continuar hablando, supuse que intentaba calibrar hasta donde podía ir conmigo
"No quisiera molestarte…" – su pausa me dio opción para darle permiso con un gesto – "¿Viste como se adelantó para enseñarme las tetas? ¡qué tía! Ha estado calentándome toda la comida y luego, esa forma de recogerse el pelo, lanzándome sus pezones, me ha puesto a cien" – Sus palabras me provocaron una punzada de placer inesperada, quizás eso fue lo que me hizo perder las precauciones
"Ya te dije que es una mujer muy abierta" – sabía que pisaba terreno peligroso pero la excitación me dominaba y no podía acabar con aquello
"¿De verdad no te importa?" – no sabía a donde me conduciría mi respuesta, pero tenía claro que no iba a retirarme del juego
"¿Por qué me iba a importar? No es mi mujer, ni mi hermana, tan solo es una amiga" – aquella mezcla de vértigo, miedo y excitación era demasiado poderosa como para poder controlarla; ya estaba dicho, acababa de darle todas las opciones.
En aquel momento no buscaba nada mas allá de lo que había sucedido, pero mi último comentario me atormentó toda la sesión de la tarde ¿Y si Pablo intentaba actuar por su cuenta? ¿Y si buscaba la forma de acercarse a María sin ningún limite?
Pero también tenía claro que de poder repetir esa escena, no habría cambiado ni una sola palabra.
Pablo también estaba distraído, se le notaba nervioso, impaciente por acabar la sesión, cuando llegó la hora me dijo
"¿Qué te parecería si os invito a cenar esta noche? Conozco bien Sevilla, podríamos cenar y luego ir a tomar, algo bailar y.. bueno lo que surja" – su sonrisa lasciva me molestó, iba demasiado deprisa o quizás iba al ritmo que yo le había dejado marcado, pero desde luego no era mi intención poner en un apuro a María; improvisé una excusa que fuera creíble
"Esta noche no va a poder ser Pablo, tenemos un compromiso con unos amigos que viven aquí" – según lo dije, descubrí yo mismo los puntos flacos de mi argumento, que Pablo se apresuró a plantear
"¿No serán amigos de tu mujer, no? " – rió a carcajadas, yo le seguí las risas
"No, claro que no, son unos amigos de la facultad" – me dió un golpe con el codo en mi brazo, un gesto que siempre me ha resultado desagradable
"¿Amigos eh? ¿Y ella sola? ¡como os lo vais a pasar! ¿hay hueco?" – Pablo acababa de fastidiarlo todo, en un segundo dejé de estar excitado y pasé a estar preocupado y cabreado. Me molestaba el tono barriobajero que empleaba, desde luego no era eso lo que buscaba para María
Pero, en realidad… ¿Qué estaba buscando? ¿Quería realmente avanzar más con Pablo? Ni lo tenía claro ni creía que fuera el momento para María ni para mi, una cosa eran las fantasías, una cosa era jugar con el riesgo y el morbo y otra muy distinta… Sentí algo parecido al vértigo, todo había sucedido demasiado rápido, apneas unas horas antes improvisábamos un juego por la carretera y ahora tenía delante de mi a un hombre que, a poco que le diésemos pie, se llevaría a mi mujer a la cama, un hombre con el que María había coqueteado como jamás la había visto hacer.
Despedí a Pablo demasiado secamente, él notó mi cambio de actitud y frenó sus intentos de acoplarse a esa cita que en su imaginación se convertiría en una orgía. Cuando me vi solo, tomé un taxi mientras marcaba el móvil de María
"¿Si?"
"¿Dónde andas?"
"De compras" – intentaba deducir por sus palabras cómo estaba, pero no me resultaba fácil
"¿Te voy a buscar?"
"Estoy al lado del hotel, mejor nos vemos allí, ya estoy acabando"
"¿Cómo estás? Tenemos que hablar" – no pude evitar que sonase a disculpa
"Por supuesto, venga te veo ahora" – su ton no denotaba enfado, pero tampoco eso me tranquilizaba, no quería que pensase que la había metido en una encerrona deliberadamente.
La encontré sacando de las bolsas la ropa que se había comprado, me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos, aspiré el olor de su pelo.
"No me dio tiempo de advertirte cariño, lo siento"
"Siempre tienes que salirte con la tuya, ¿no?" – no tenía excusa y pensé que empeoraría las cosas si trataba de inventar una.
"Me dejé llevar, cuando quise reaccionar ya lo había dicho"
"¡Ah vaya! Me vas a decir ahora que no pudiste controlarte" – no acababa de saber con exactitud si estaba enfadada, muy enfadada o solamente molesta, esa falta de seguridad me hacía ser cauto
"No, es cierto, probablemente podría haberme callado pero reconocerás conmigo que tu personaje ha ganado mucho en mi versión" – esperé su reacción, me la había jugado en una mano, ahora podía suceder de todo, desde que me mandase a la mierda hasta que me siguiese el juego.
"Tu amigo me trata como si fuese una puta"
"No tanto, mas bien como si fueses una mujer… alcanzable"
"Una puta, así me he sentido"
"Sin embargo, no me ha parecido verte incómoda" – esta vez fue María la que se quedó sin argumentos durante una pausa que aproveché para ganar terreno – "se te veía relajada, incluso diría que disfrutabas cuando se quedó mirándote las tetas mientras te recogías el pelo, o cuando te volcaste hacia el y le abriste el camino a tu escote" – María volvió la cara y me miró en silencio, advertí que su mirada había cambiado
"Ha sido una experiencia interesante"
"¿Interesante?"
"Diferente, nueva, a veces me sentía como si no fuese yo"
"Es que no eras tu; María, mi mujer, no coquetea con mis amigos y tu hoy has coqueteado abiertamente"
"No es cierto"
"Has jugado con él y conmigo, le has seducido con tu manera de sonreír, con tu forma de mirarle…" – María negaba con la cabeza – "le viste mirarte al escote y ni te inmutaste, tan solo me miraste para ver si estaba atento" – sonrió, se sintió cazada
"Quería ver cómo te sentaba"
"¿Y cómo crees que me sentó" – María dudó un momento antes de contestar, mis manos hacía ya rato que jugaban con sus pechos a través de la fina tela del vestido, sentía su culo pegado a mi y la dureza incipiente de mi sexo golpeaba directamente en sus nalgas
"Creo que te ha gustado verme ligando" – bajé una de mis manos hacia su vientre
"Cariño, tu no estabas ligando, estabas calentándole" – María se revolvió pero la tenia sujeta y evité que se moviera, dejó de luchar y volví a acariciar su vientre plano y duro
"¿Eso hice?"
"Eso me ha dicho" – hubo una larga pausa, en la que ninguno de los dos dijimos nada, yo no quería romper el curso de sus pensamientos, ella no quería decir nada aún, nada de lo que no estuviera segura.
Sentí como desaparecía la tensión de su cuerpo, ya no intentaba separarse de mí y aflojé a mi vez el abrazo que la retenía; se mantuvo pegada a mi cuerpo.
"¿Qué mas te ha dicho?"
"Está coladito por ti, quería invitarnos a cenar esta noche y llevarnos luego a tomar algo, a bailar…"
"¿Y?..." – omití deliberadamente la mala impresión que me habían causado sus últimos comentarios.
"Le he dicho que teníamos un compromiso con unos amigos"
Creí ver un fugaz gesto de desaprobación, como si una leve desilusión cruzase por sus ojos, no era necesario pero aquella sensación me llevó a justificar mi decisión
"Apenas le conocemos y después del ataque que te ha lanzado este mediodía no me pareció prudente salir esta noche con él" – María me miró.
"Si, claro, habría sido demasiado" – había una cierta disonancia entre sus palabras y lo que decían sus gestos, aparentaba normalidad pero yo seguí viendo en ella algo similar a la frustración. Todo era muy tenue, muy sutil, pero estaba casi seguro. Me aventuré.
"¿Te hubiera gustado que saliéramos?" – María se había separado de mi y estaba colocando la ropa que había comprado, fingió estar distraída – "Dime, ¿habrías preferido que le dijera que si?" – dejó la ropa que tenía en las manos y se volvió hacia mi.
"No se…" – se encogió de hombros, como intentando quitarle importancia a sus propios pensamientos – "depende, solo cenar, charlar, dejarle que se siga creyendo nuestra historia…" – se acercó a mi y me echo los brazos al cuello
"¿Te ha gustado que intente ligar contigo, ¿verdad?, estabas disfrutando, te vi" – la besé en la boca
"Ha sido muy… no se como expresarlo, muy fuerte"
"Muy excitante ¿a que si?" – María bajó los ojos y asintió con la cabeza – "Te trataba como si no tuvieras nada que ver conmigo, como si fueras una mujer casada infiel" – levantó los ojos y vi en su mirada la excitación que comenzaba a crecer en ella
"¿Y a ti, te gustó que me tratase así?"
"Mucho, me puse a cien cielo, y luego, cuando volvimos, iba como una moto, se quedó parado viendo como te alejabas" – María se pegó a mi
"¿Y le dejaste, no le dijiste nada?, a fin de cuentas soy tu pareja" – me acerqué a su oído y la besé antes de continuar
"Eres mi pareja, si, pero igual que te acuestas conmigo, Pablo pensará que te puedes acostar con él" – se apretó a mi al escuchar mis palabras
"¿Crees que pensará eso?" – cada vez estaba mas excitada
"Estoy seguro, ¿no viste como intentaba acapararte en la comida?
"No me quitaba ojo, me estaba desnudando con la mirada"
"Pero tu no hiciste nada por impedirlo"
"Estaba enfadada contigo, ¿cómo se te ocurrió decirle que estoy casada?" – le conté cómo habían sido las cosas, había cambiado los planes por mi cuenta, si, pero también era cierto que había intentado ponerla sobre aviso.
Continuábamos abrazados de pie cerca de la cama, la llevé hasta el borde y la tumbé, María se dejaba hacer, comencé a desabrochar su blusa
"¿Qué sentiste cuando viste que te estaba mirando los pechos?" – María elevó los ojos como recordando
"No me di cuenta de que me había recostado tanto en la mesa, cuando le pillé estuve a punto de sentarme mejor, pero entonces te vi por el rabillo del ojo, mirándonos y quise ver si lo encajabas bien"
Se incorporó un poco facilitando así mi maniobra para quitarle la blusa, aproveché para soltar el cierre del sostén y cuando la tuve desnuda de cintura para arriba, comencé a acariciar sus pezones con mis labios, escuché un pequeño gemido brotar de su garganta y continué rozando mis labios por sus pezones, sin apretar, sin prisas, tan solo esa caricia que la vuelve loca y que mas de una vez la ha llevado al orgasmo sin necesidad de mayores intensidades; Siempre me ha sorprendido la sensibilidad extrema que tiene en sus pechos.
"Y te gustó dejarte mirar, ¿no es cierto?"
"Si, nunca… nunca me había pasado" – mis caricias estaban haciendo un efecto devastador en ella, yo me encontraba apoyado en mi codo derecho, inclinado sobre ella, mi mano izquierda recorría su piel desde el hombro hasta su estómago, solté el botón de su falda y comencé a bajársela, María levantó su culo con urgencia, necesitaba sentirse desnuda, baje su falda y ella misma la lanzó al suelo con sus pies, deliberadamente no quise quitarle aún la braga y comencé a jugar con el pequeño lazo que adornaba la cinturilla mientras mi lengua comenzaba a humedecer sus pezones.
"¿Nunca te había pasado, qué?" – María acariciaba mi cabello con su mano izquierda.
"Eso, cómo he reaccionado cuando he sentido que me estaba viendo…"
"¿Las tetas?" – buscaba excitarla aún mas y para eso, un lenguaje algo mas directo, mas vulgar incluso, sabía que era un buen recurso
"Si, las tetas, me estaba mirando las tetas y… ¡joder, me ha gustado!" – deslicé mis dedos hacia el interior de sus muslos y ella me recibió separándolos para facilitarme el paso, noté el calor húmedo que emanaba a través de su braga y recorrí con mi dedo medio la hendidura que se marcaba en el fino tejido, sus pezones estaba duros como piedras y mi lengua actuaba como una púa tañendo ese bello instrumento, María respondía como si mi lengua, al forzar el pezón, provocase un calambre en ella
"Por eso te dejaste"
"Si"
"Te dejaste mirar"
"Si" – su voz era casi un gemido
"¡Puta!" – sus dedos se aferraron a mi cuero cabelludo al oír esa palabra
"¡Cabrón!" – un relámpago de placer me golpeó
"Te pone cachonda que otros tíos te miren las tetas, puta"
"Y a ti te gusta que me las miren eh, cabrón?" – me puse de rodillas sobre la cama y prácticamente me arranque la ropa mientras ella me miraba con los ojos ebrios de placer, cuando estuve desnudo vi su mirada golosa hacia mi pene, entonces la despojé de su braga y ella se quedó con las piernas abiertas, invitándome a tomarla, pero yo no tenía prisas, me situé como antes y volví a acariciar sus pechos, esta vez mirándola a los ojos, muy cerca de su rostro
"¿Y si le hubiera dicho que si y saliéramos esta noche y te volviese a mirar así, como esta mañana?..." – su mirada era pura lujuria
"Le dejaría que lo hiciera" – yo jugueteaba con su vello púbico que formaba una delgada línea vertical, la piel de su ingle estaba suave, cuidadosamente rasurada.
"Pensará que le quieres poner cachondo"
"Acertará" – estaba metida de lleno en la fantasía
"Pensará que puede llegar a follar contigo…" – observé como cerraba los ojos y seguí acariciando con suavidad su ingle sin acercarme a sus labios – "… que si lo haces conmigo, si eres tan puta como para engañar a tu esposo y venirte conmigo a Sevilla, tiene posibilidades de que folles con él, eso va a pensar, ¿lo sabes verdad?" – su voz, apenas audible, sonó en medio de un suspiro profundo
"Siii"
"¿Si, qué?, ¿que lo sabes o que quieres follar con él?" – comenzó a estremecerse siguiendo el ritmo de mis dedos en su clítoris
"¿Te gustaría, eh?" – evitaba darme una respuesta directa
"Me volvería loco ¿Y a ti, te gustaría probar otra polla?" – mi lenguaje se volvía cada vez mas soez, mas provocador para conseguir que María se desinhibiera totalmente.
"No necesito a nadie mas, te quiero a ti"
"Esa no es la cuestión amor mío, eso ya lo se" – mis dedos se hundían en su sexo, en su coño completamente empapado – "pero dime, ¿no te gustaría cumplir tu fantasía, estar con dos hombres a la vez, conmigo y con Pablo?" – Cuántas veces habíamos jugado con aquella fantasía suya; María estaba temblando de placer, yo sabía que su orgasmo estaba a punto de llegar y quería, necesitaba, oír de su boca lo que mi pensamiento ponía en su mente, comencé a mordisquear su cuello mientras mis dedos no daban tregua a su clítoris. Y sucedió.
"Siii, si, si… follando con Pablo… y tu… tu… a mi lado… frente a mi… mirando…. mirando como me folla… siiiiii" – no pudo seguir hablando, todo su cuerpo se convulsionaba en un violento orgasmo, sus palabras acababan de superar todo lo que yo esperaba escuchar y exploté golpeando su pubis con cada envite de mi propio orgasmo.
Me dejé caer sobre ella, sudando copiosamente, besándola mientras ella acariciaba mi espalda y mis nalgas, murmurando ambos "te quiero, te amo"
Descansábamos el uno al lado del otro, sin hablar; Con los ojos cerrados yo alteraba este momento y añadía a Pablo al otro lado de María, en la misma cama los tres, descansando después de que hubieran follado, a mi lado, junto a mi; mi polla comenzó a reaccionar ante las imágenes que creaba mi mente
"Carlos, espero que no le digas nada a Pablo" – su voz me sacó de mis ensoñaciones
"¿Nada de qué?" – me incorporé para mirarla
"De esto" – le sonreí
"¿Cómo crees que le voy a contar que tu y yo follamos pensando en él, estas loca?" – desvió la mirada
"Te creo muy capaz de decirle algo, no como lo has dicho pero eres capaz de insinuarle algo, alguna cosa. Y no quiero" – se había puesto seria de repente, la bese, de nuevo volví a sus pechos
"Cariño, lo de esta mañana ha sido una idiotez, lo siento de veras, sabes que no voy a hacer nada a tus espaldas
"Por favor"
"Te lo prometo" – rodeó mi cuello con sus brazos, María quería mas y yo estaba aún excitado por las imágenes que seguían viniendo a mi cabeza: María follando con Pablo, María abrazando con brazos y piernas a Pablo mientras yo la miraba, María besándole… me arrastré por la cama hasta encararme con su pubis, su olor a hembra en celo culminó el trabajo que mi fantasia había logrado con mi sexo; besé suavemente su vello y comencé a recorrer con mis labios su ingle, aspirando, emborrachándome con su aroma de mujer.
"A cambio…" – le dije antes de horadar su hendidura con mi lengua
"¿A cambio… que?" – dijo con su voz alterada por el efecto de mi lengua
"Dos cositas" – María flexionó las piernas para dejarme vía libre, mis manos sujetaban sus caderas, otras veces las elevaba hasta tocar la base de sus pechos, mientras tanto mi lengua bebía de su fuente.
"¿Qué" – su voz era solo un gemido
"Le haremos creer que tenía razón, que esta noche estamos de orgía"
"Estás loco" – me dejaba margen para contarle mas detalles de mi idea
"Lo hará todo él, nosotros no diremos nada explicito, pero él lo entenderá por donde quiera entenderlo" – María jadeaba
"¿Y la segunda?" – ¡Bien! No había dicho que no… aún
"Le dejaremos que nos invite a cenar mañana"
"No, eso no"
"¿Por qué? ¿temes que se abalance y te folle en medio del restaurante?"
"¡Tonto!" – apenas podía hablar, de nuevo estaba llegando al clímax
"¿O tienes miedo de ti misma?"
"¿Y si me lo tiro, qué?" – había entrado en la fantasía irrealizable, pero yo quería mantenerla dentro de una realidad posible
"Eso no va a suceder, pero…" – hundí mi lengua profundamente en su sexo antes de continuar y escuche un largo gemido brotando de su garganta – "… y si vamos a bailar después de cenar… y si baila contigo… y si se pega a ti… imagina que baja su mano mas de la cuenta… solo un poco… casi en tu culo pero sin llegar… ¿que vas a hacer eh, zorrita?" – María se convulsionaba, su garganta emitía gemidos cada vez mas agudos y rápidos, no quería que acabara aún y reduje el ritmo de mi caricia
"¿Qué quieres que haga?" – mi corazón estaba bombeando desbocadamente ¿era esa una fantasía mas de María o realmente se ofrecía a jugar un paso mas allá
"Que me dejes ver como te toca, que se de cuenta de que le dejas hacerlo, quiero que sepas que se siente al ser una tía fácil, quiero que te meta mano, delante de mi y que me mires a los ojos mientras lo hace" – María escuchó el final de mis palabras entre gritos ahogados por su mano que intentaba tapar su boca, yo estaba listo para volver a hundirme en ella – "Quiero ver su mano en tu culo y tus ojos de viciosa ofreciéndomelo" – me subí sobre ella, estaba desmadejada, agotada por los dos orgasmos, parecía una muñeca sin tensión en su cuerpo, de un golpe me hundí en ella y arranqué un nuevo grito esta vez incontenido por lo inesperado
"Y quiero contarte después lo que me diga de ti, cada cosa que me cuente sobre ti te la diré aquí, en la cama cuando volvamos"- comencé a moverme lentamente, necesitaba aún recuperarme, María reaccionó y cruzó sus piernas por mi espalda, sus manos recorrían mis hombros, bajaban hasta mis nalgas, marcándome con sus uñas
"Te veré abrazada a él, en la pista de baile, seguro que se pega mucho a ti, le notaras pegado y no harás nada porque serás esa tía casada que se ha venido a Sevilla a echar unos buenos polvos conmigo y con mis amigos, y le dejarás que te sobe el culo"
"¿Y si quiere mas? ¿cómo le paro?" – aquella frase me dio a entender que María ya lo daba por hecho, sabia que luego, cuando estuviera serena, volvería la cordura y se lo replantearía, pero aunque todo se quedase en una fantasía, había merecido la pena; Seguí moviéndome lentamente en su interior y elevé sus piernas a mis hombros para poder profundizar aún mas
"Tu sabes como parar esas cosas cielo, además, estaré cerca" – mil imágenes bombardeaban mi cabeza, imágenes en la que veía a Pablo mirándome desde la pista, buscando un mal gesto por mi parte, y yo le devolvía una sonrisa, quizas un gesto con el dedo pulgar levantado; Mil flashes en los que veía la mano de Pablo avanzado desde la cadera hasta la nalga, María con los brazos al cuello de él aguantando… y a cada vuelta, cuando se enfrentase con mis ojos, esa mirada de lujuria tan profunda que tiene cuando esta muy excitada, esa mirada que desmorona a cualquier hombre… Noté que me llegaba el orgasmo y en medio de un gemido aún pude decirle
"¡Déjale que lo haga, siiii, déjale!"
Media hora mas tarde nos duchamos y salimos a dar una vuelta por Sevilla antes de cenar; No fue hasta los postres que intenté sacar de nuevo el tema
"Vaya tarde intensa, ¿hemos dejado algo para la noche?" – María sonrió mirándome a los ojos largamente
"¿Qué locura, no?"
"¿Cuál, la que vamos a hacer?" – la sonrisa se le abrió aún mas y comenzó a negar con la cabeza
"¡Bobo!"
"Dime que no lo deseas"
"¿Me ves capaz de dejarme meter mano? ¿Estas loco?"
"Si a la primera pregunta y si a la segunda" – la tomé de la mano por encima de la mesa – "dime que no te excita la idea… pero que la mentira sea convincente ¿eh?" – María rió, estaba bellísima y sus ojos irradiaban un brillo especial
"¿Tu te crees que se iba a conformar con eso solamente?"
"Se tendrá que aguantar con lo que tu quieras darle, ni mas ni menos, tu eres la que diriges el juego, te sobra carácter para mantenerle donde lo quieras tener"- estaba tocando su orgullo, se considera una mujer con carácter, autónoma, independiente, hecha a si misma, es una líder natural y se siente orgullosa de ello, esperaba que mi reconocimiento le hiciera sentirse segura
"¿Y que le vamos a contar de esta noche de orgía" – remarcó las tres ultimas palabras con un gesto estereotipado de escándalo.
"Frases ambiguas, que se puedan interpretar de mil formas" – apunté hacia ella con mi dedo – "sorpréndeme mañana" – sonrió de nuevo, estaba inmersa en el juego, sus dudas desaparecían por momentos, al menos en lo que se refería a simular la orgía nocturna.

1 comentarios - crónica de un consentimiento Parte 2

Si-Nombre
Waaaaaaaooooooo que interesante y espectacular historia, muy pero muy excitante, pero también muy peligrosa para la relación
Aunque puede abrir las puertas a una nueva aventura en pareja
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