Lo cierto es que hasta que cumplí los cinco meses de embarazo de nuestro primer hijo, no había experimentado ningún antojo en especial. Yo andaba de lo más coqueta y orgullosa, usando mis diferentes batas de maternidad. Pero me estaba comenzando a molestar las caderas, por lo que cuando fui a mi obstetra, y ella me vio, lo primero que me dijo, antes de que yo le comunicase mi queja, fue. Deja de usar zapatos de taco alto, ya que si continuas caminando con ellos, te van a producir un gran dolor de espalda.
Después del chequeó de costumbre, y comentarle que mi esposo desde que yo tenía cuatro meses de embarazo no me tocaba. La Doctora me dijo que eso era de lo más normal, ya que algunos hombres temen, que debido al sexo, su mujer pueda abortar, cosa que realmente no es cierta, y aunque se lo expliquen cien veces, continúan pensando de esa forma.
Yo en medio de todo no le daba mucha importancia a eso del sexo, y la explicación de mi doctora, me hizo ver lo considerado que era mi marido. Por lo que me despreocupe del todo, y dejé de pensar que él me estaba siendo infiel.
Ese mismo día mientras me dirigía a la zapatería para comprar calzado más de acuerdo a mi condición, me di cuenta la manera en que varios hombres me miraban, no es que nunca me hubieran visto, o dicho algún piropo, algo que de por sí ya estaba acostumbrada antes de estar embarazada.
Pero en ese día me fijé, cuando pasé entre varios obreros de la construcción, que los más descarados, me decían cosas como. Ahora estás preñada, pero que gusto te debiste dar. Así como está con todo y esa hermosa barriga, se lo metería. Que revolcada más buena tendríamos, me vuelven loco las mujeres embarazadas. Yo pasé por entre ellos, rápidamente roja de vergüenza, y así creo que estuve hasta que llegué a la zona comercial de Rio Piedras.
A medida que caminaba entre las diferentes tiendas, no dejaba de pensar en lo que le había escuchado decir a esos tipos. A medida que iba caminando, y observando la manera de mirarme de otros hombres, me fui sintiendo algo rara, como si todos y cada uno de ellos, por una parte quisieran acostarse conmigo, sin importarles que estaba embarazada, y por otra parte casualmente por estar embarazada era lo que les llamaba la atención y despertaba en ellos ese deseo de acostarse conmigo.
A medida que continuaba caminando entre las tiendas, comencé a sentir un raro deseo por mantener sexo, digo raro porque nunca antes estando en mi condición lo había sentido de la manera tan fuerte como lo estaba sintiendo en esos momentos, al punto que a medida que caminaba, comencé a imaginarme estando acostada con un perfecto desconocido, con un hombre que definitivamente no era mi esposo.
En mi mente yo me veía completamente desnuda acostada en una gran cama, con un tipo que acariciaba mi barriga al mismo tiempo que mi coño, y chupaba mis tetas sabrosamente. Mientras que yo le pedía sin vergüenza alguna que me enterrase su verga. En mi mente, visualizaba como su enrome miembro se abría paso dentro de mi coño divinamente, sin dejar de pasar sus grandes y poderosas manos por sobre mi abultado vientre.
Iba tan metida en mis pensamientos, que un auto por poco me atropella, de no ser por un viejito, que me agarró del brazo y me detuvo, yo hubiera seguido caminando. Al darme cuenta de lo sucedido, me moría de la vergüenza, y hasta yo misma me regañe, por estar pensando en esas cosas, justo en ese instante vi una zapatería a la que entré, procurando calmarme y para comprar el calzado que me hacía falta.
Apenas entré, y vi al vendedor de zapatos, como que me olvidé del susto que había terminado de pasar, y me provocó caminar de la manera más seductora que pude, a pesar de mi embarazo. El hombre como de unos cincuenta y tantos años, de buen cuerpo para su edad, apenas un poco más alto que yo, y con gran cantidad de cana en sus sienes, sentí que me miraba de manera peculiar.
Con una amable y condescendiente sonrisa, me saludo, y muy cortésmente me pidió que tomase asiento. Yo en ese momento, en mi mente busque o pensé que se asemejaba muchísimo al hombre con el que yo mentalmente me había estado imaginando momentos antes que me estaba acostando.
Al sentarme, en un pequeño banco de madera, su rostro quedó prácticamente a la altura de mi coño, pero él nada más de ver mis pies me dijo, pienso que usa del numero 6 y medio, lo que moviendo mi cabeza de manera seductoramente afirmativa le respondí, él sin dejar de sonreír, me preguntó qué tipo de calzado buscaba, le respondí de la manera más sensual que pude, diciéndole. Busco algo que sea bien cómodo, fresco, que se ajuste a mi pie, como si lo acariciara.
Pero al tiempo que decía esas palabras, separé mis piernas, y la corta bata de maternidad que estaba usando, se corrió hacia atrás, dejando por completo descubierto mis muslos y gran parte de mi coño, apenas cubierto por la panti que estaba usando en esos momentos.
El vendedor casi de inmediato trajo varias cajas de zapatos, y sin inmutarse tomó asiento frente a mis piernas abiertas. Me tomo uno de mis pies, y de manera delicada pero firme me quitó mis zapatos, para de inmediato colocarme uno de los que había traído. Al tiempo que me fue introduciendo mi pie dentro del calzado que me estaba poniendo, sentí como si sus manos acariciaran mis pies, y una especie de corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, arrancándome un indiscreto gemido de placer. Así continuó haciéndolo con los otros calzados, y en cierto momento se me ocurrió decirle, usted es casi como un doctor, deberá estar cansado de ver… mujeres en mi estado. Él de inmediato me respondió, es algo de lo que jamás me cansaría de hacer, al tiempo que una de sus manos se fue subiendo de mi tobillo derecho hasta detenerse sobre mi rodilla. Fue en ese instante que me dijo. Usted perdone, pero ya son cerca de las doce, y debo cerrar para descansar un poco, espero que no le moleste que cierre la puerta, y de inmediato la continuó atendiendo. Sin esperar mi respuesta sacó algo así como un control remoto, lo apretó y una puerta metálica comenzó a descender cerrando el local, y quedándonos solo nosotros dos dentro.
Yo en ese instante, pensé en mi marido, y de inmediato, le dije. Que me sentía algo acalorada, que si me pudiera brindar un vaso de agua se lo agradecería. Sin decir más nada se levantó, y entró a la parte trasera del local, mientras que yo me decía a mí misma, te estás comportando como una cualquiera, que va a pensar ese hombre de ti. Mentalmente me dije, cuando regrese, le pagas los zapatos y te marchas.
Cuando el vendedor regresó trayendo una pequeña bandeja, y sobre ella un vaso de agua y una servilleta, yo los agarré y de inmediato me tomé el agua, pensando en retirarme de inmediato, pero justo antes de que él volviera a tomar asiento frente a mí, en el pequeño banco. Yo en un rápido movimiento, me quité las pantis que estaba usando, y cuando él vio mi completamente descubierto coño, me dijo. Si me lo permite… y sin decir más nada, separó mis aun más mis rodillas, y acercó su rostro a mi coño. Yo estaba paralizada, no sabía qué hacer, por una parte estaba bien consciente que yo había provocado eso, con la aptitud que había asumido desde que entré a la tienda, pero por otra parte no dejaba de pensar en mi marido, en cómo le podía ser infiel, para colmo, con un tipo que ni tan siquiera conocía.
Pero en el momento en que sus labios, boca y lengua hicieron contacto con la piel de mi vulva, dejé de pensar en mi marido, y comencé a disfrutar de lo que el vendedor tan sabrosamente me estaba haciendo con su boca en mi abierto coño. Era una locura, pero yo la estaba disfrutando al máximo, su manera de acariciar mis muslos, de lamer mi coño y hasta de mordisquear mi clítoris, me arrancaron múltiples gemidos, risas y hasta carcajadas de placer.
A medida que él me continuó mamando mi coño, yo definitivamente me entregué por completo, ya que a medida que él me seguía mamando el coño, yo me fui desprendiendo de mi bata de maternidad, hasta quedar completamente desnuda frente a él, sus grandes manos acariciaban mi barriga, a medida que continuaba mama que mama, y haciéndome sentir la mujer más feliz del mundo, a tal grado que por primera vez en mucho tempo disfruté de una serie de múltiples orgasmos, a medida que él no dejaba de acariciar mi cuerpo, y mamar mi coño.
Yo estaba extasiada de placer, cuando él dejó de mamar, y agarrándome con sus grandes manos, me levantó suavemente de la silla donde me encontraba, y creo que sin yo darme cuenta nos acostamos sobre la alfombra de la tienda, en esos momentos vi y sentí como su erecto miembro se abría paso dentro de mi húmedo y súper lubricado coño. A medida que continuaba penetrándome yo comencé a mover mis caderas, restregándolas contra su cuerpo, buscando disfrutar de un mayor placer de ser eso posible. Sus manos acariciaban mis senos y vientre, a medida que no dejaba de mordisquear mi nuca y orejas, besándome y diciéndome lo rica que yo estaba, que mi barriga lo volvía loco.
No sé exactamente por cuánto tiempo estuvimos acostados sobre la alfombra, pero en cierto momento, me cargo entre sus brazos y sin sacarme su miembro de mi vulva, me colocó sobre una mesa llenas de zapatos, los cuales tiró al piso, y sin dejar de moverse, me sentó en el borde, y con mayor fuerza me penetraba, haciendo que yo prácticamente llorase pero de alegría. Hasta que finalmente yo disfruté de otros múltiples orgasmos, y sentí que él se vino por completo dentro de mi caliente coño.
Yo me quedé quizás por media hora recostada sobre la mesa, con mis piernas bien abiertas, y él a mi lado acariciando mi barriga, hasta que de momento se me ocurrió hacer algo que jamás le he hecho a mi marido, me agaché frente al vendedor, y agarrando su mustio miembro, comencé a besarlo y lamerlo a manera de agradeciendo, por lo mucho que me había hecho disfrutar momentos antes. En cosa de fracciones de segundos, sentí como su instrumento se fue tornando duro y caliente dentro de mi boca, y sin repulsión alguna se lo seguí mamando hasta que logré hacer que se viniera, tragándome todo su semen sin asco ni remordimiento alguno.
Al terminar nos besamos intensamente, me condujo a un pequeño baño donde me bañé y asee, tras volverme a vestir, él me esperaba fuera con varias bolsas llenas de zapatos, los que se negó rotundamente a cobrarme. No sin antes comprometerme a que volvería a pasar por la zapatería.
Al salir y caminar unos cuantos pasos me di cuenta de que no me había puesto mis pantis, seguramente las había dejado colgadas en algún lado. Y me recriminé a mi misma por haberle sido infiel a mi esposo, pero la verdad eso apenas fue por un corto rato, ya que después me puse a pensar cuando volvería a ver al vendedor de zapatos. Con él tuve muchos encuentros, al igual que con otros hombres, pero con el zapatero incluso me acosté horas antes de dar a luz, después de eso no regresé más por la zapatería, hasta que como a los cinco meses de haber nacido nuestra primera hija, volví a quedar nuevamente embarazada.
Pero de eso no pienso hablarles ahora, ya que me encuentro a la espera de que me lleven a la sala de partos, para dar a luz a mi cuarta hija. Y el hablar o escribir con respecto a eso, me sube la presión…
Después del chequeó de costumbre, y comentarle que mi esposo desde que yo tenía cuatro meses de embarazo no me tocaba. La Doctora me dijo que eso era de lo más normal, ya que algunos hombres temen, que debido al sexo, su mujer pueda abortar, cosa que realmente no es cierta, y aunque se lo expliquen cien veces, continúan pensando de esa forma.
Yo en medio de todo no le daba mucha importancia a eso del sexo, y la explicación de mi doctora, me hizo ver lo considerado que era mi marido. Por lo que me despreocupe del todo, y dejé de pensar que él me estaba siendo infiel.
Ese mismo día mientras me dirigía a la zapatería para comprar calzado más de acuerdo a mi condición, me di cuenta la manera en que varios hombres me miraban, no es que nunca me hubieran visto, o dicho algún piropo, algo que de por sí ya estaba acostumbrada antes de estar embarazada.
Pero en ese día me fijé, cuando pasé entre varios obreros de la construcción, que los más descarados, me decían cosas como. Ahora estás preñada, pero que gusto te debiste dar. Así como está con todo y esa hermosa barriga, se lo metería. Que revolcada más buena tendríamos, me vuelven loco las mujeres embarazadas. Yo pasé por entre ellos, rápidamente roja de vergüenza, y así creo que estuve hasta que llegué a la zona comercial de Rio Piedras.
A medida que caminaba entre las diferentes tiendas, no dejaba de pensar en lo que le había escuchado decir a esos tipos. A medida que iba caminando, y observando la manera de mirarme de otros hombres, me fui sintiendo algo rara, como si todos y cada uno de ellos, por una parte quisieran acostarse conmigo, sin importarles que estaba embarazada, y por otra parte casualmente por estar embarazada era lo que les llamaba la atención y despertaba en ellos ese deseo de acostarse conmigo.
A medida que continuaba caminando entre las tiendas, comencé a sentir un raro deseo por mantener sexo, digo raro porque nunca antes estando en mi condición lo había sentido de la manera tan fuerte como lo estaba sintiendo en esos momentos, al punto que a medida que caminaba, comencé a imaginarme estando acostada con un perfecto desconocido, con un hombre que definitivamente no era mi esposo.
En mi mente yo me veía completamente desnuda acostada en una gran cama, con un tipo que acariciaba mi barriga al mismo tiempo que mi coño, y chupaba mis tetas sabrosamente. Mientras que yo le pedía sin vergüenza alguna que me enterrase su verga. En mi mente, visualizaba como su enrome miembro se abría paso dentro de mi coño divinamente, sin dejar de pasar sus grandes y poderosas manos por sobre mi abultado vientre.
Iba tan metida en mis pensamientos, que un auto por poco me atropella, de no ser por un viejito, que me agarró del brazo y me detuvo, yo hubiera seguido caminando. Al darme cuenta de lo sucedido, me moría de la vergüenza, y hasta yo misma me regañe, por estar pensando en esas cosas, justo en ese instante vi una zapatería a la que entré, procurando calmarme y para comprar el calzado que me hacía falta.
Apenas entré, y vi al vendedor de zapatos, como que me olvidé del susto que había terminado de pasar, y me provocó caminar de la manera más seductora que pude, a pesar de mi embarazo. El hombre como de unos cincuenta y tantos años, de buen cuerpo para su edad, apenas un poco más alto que yo, y con gran cantidad de cana en sus sienes, sentí que me miraba de manera peculiar.
Con una amable y condescendiente sonrisa, me saludo, y muy cortésmente me pidió que tomase asiento. Yo en ese momento, en mi mente busque o pensé que se asemejaba muchísimo al hombre con el que yo mentalmente me había estado imaginando momentos antes que me estaba acostando.
Al sentarme, en un pequeño banco de madera, su rostro quedó prácticamente a la altura de mi coño, pero él nada más de ver mis pies me dijo, pienso que usa del numero 6 y medio, lo que moviendo mi cabeza de manera seductoramente afirmativa le respondí, él sin dejar de sonreír, me preguntó qué tipo de calzado buscaba, le respondí de la manera más sensual que pude, diciéndole. Busco algo que sea bien cómodo, fresco, que se ajuste a mi pie, como si lo acariciara.
Pero al tiempo que decía esas palabras, separé mis piernas, y la corta bata de maternidad que estaba usando, se corrió hacia atrás, dejando por completo descubierto mis muslos y gran parte de mi coño, apenas cubierto por la panti que estaba usando en esos momentos.
El vendedor casi de inmediato trajo varias cajas de zapatos, y sin inmutarse tomó asiento frente a mis piernas abiertas. Me tomo uno de mis pies, y de manera delicada pero firme me quitó mis zapatos, para de inmediato colocarme uno de los que había traído. Al tiempo que me fue introduciendo mi pie dentro del calzado que me estaba poniendo, sentí como si sus manos acariciaran mis pies, y una especie de corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo, arrancándome un indiscreto gemido de placer. Así continuó haciéndolo con los otros calzados, y en cierto momento se me ocurrió decirle, usted es casi como un doctor, deberá estar cansado de ver… mujeres en mi estado. Él de inmediato me respondió, es algo de lo que jamás me cansaría de hacer, al tiempo que una de sus manos se fue subiendo de mi tobillo derecho hasta detenerse sobre mi rodilla. Fue en ese instante que me dijo. Usted perdone, pero ya son cerca de las doce, y debo cerrar para descansar un poco, espero que no le moleste que cierre la puerta, y de inmediato la continuó atendiendo. Sin esperar mi respuesta sacó algo así como un control remoto, lo apretó y una puerta metálica comenzó a descender cerrando el local, y quedándonos solo nosotros dos dentro.
Yo en ese instante, pensé en mi marido, y de inmediato, le dije. Que me sentía algo acalorada, que si me pudiera brindar un vaso de agua se lo agradecería. Sin decir más nada se levantó, y entró a la parte trasera del local, mientras que yo me decía a mí misma, te estás comportando como una cualquiera, que va a pensar ese hombre de ti. Mentalmente me dije, cuando regrese, le pagas los zapatos y te marchas.
Cuando el vendedor regresó trayendo una pequeña bandeja, y sobre ella un vaso de agua y una servilleta, yo los agarré y de inmediato me tomé el agua, pensando en retirarme de inmediato, pero justo antes de que él volviera a tomar asiento frente a mí, en el pequeño banco. Yo en un rápido movimiento, me quité las pantis que estaba usando, y cuando él vio mi completamente descubierto coño, me dijo. Si me lo permite… y sin decir más nada, separó mis aun más mis rodillas, y acercó su rostro a mi coño. Yo estaba paralizada, no sabía qué hacer, por una parte estaba bien consciente que yo había provocado eso, con la aptitud que había asumido desde que entré a la tienda, pero por otra parte no dejaba de pensar en mi marido, en cómo le podía ser infiel, para colmo, con un tipo que ni tan siquiera conocía.
Pero en el momento en que sus labios, boca y lengua hicieron contacto con la piel de mi vulva, dejé de pensar en mi marido, y comencé a disfrutar de lo que el vendedor tan sabrosamente me estaba haciendo con su boca en mi abierto coño. Era una locura, pero yo la estaba disfrutando al máximo, su manera de acariciar mis muslos, de lamer mi coño y hasta de mordisquear mi clítoris, me arrancaron múltiples gemidos, risas y hasta carcajadas de placer.
A medida que él me continuó mamando mi coño, yo definitivamente me entregué por completo, ya que a medida que él me seguía mamando el coño, yo me fui desprendiendo de mi bata de maternidad, hasta quedar completamente desnuda frente a él, sus grandes manos acariciaban mi barriga, a medida que continuaba mama que mama, y haciéndome sentir la mujer más feliz del mundo, a tal grado que por primera vez en mucho tempo disfruté de una serie de múltiples orgasmos, a medida que él no dejaba de acariciar mi cuerpo, y mamar mi coño.
Yo estaba extasiada de placer, cuando él dejó de mamar, y agarrándome con sus grandes manos, me levantó suavemente de la silla donde me encontraba, y creo que sin yo darme cuenta nos acostamos sobre la alfombra de la tienda, en esos momentos vi y sentí como su erecto miembro se abría paso dentro de mi húmedo y súper lubricado coño. A medida que continuaba penetrándome yo comencé a mover mis caderas, restregándolas contra su cuerpo, buscando disfrutar de un mayor placer de ser eso posible. Sus manos acariciaban mis senos y vientre, a medida que no dejaba de mordisquear mi nuca y orejas, besándome y diciéndome lo rica que yo estaba, que mi barriga lo volvía loco.
No sé exactamente por cuánto tiempo estuvimos acostados sobre la alfombra, pero en cierto momento, me cargo entre sus brazos y sin sacarme su miembro de mi vulva, me colocó sobre una mesa llenas de zapatos, los cuales tiró al piso, y sin dejar de moverse, me sentó en el borde, y con mayor fuerza me penetraba, haciendo que yo prácticamente llorase pero de alegría. Hasta que finalmente yo disfruté de otros múltiples orgasmos, y sentí que él se vino por completo dentro de mi caliente coño.
Yo me quedé quizás por media hora recostada sobre la mesa, con mis piernas bien abiertas, y él a mi lado acariciando mi barriga, hasta que de momento se me ocurrió hacer algo que jamás le he hecho a mi marido, me agaché frente al vendedor, y agarrando su mustio miembro, comencé a besarlo y lamerlo a manera de agradeciendo, por lo mucho que me había hecho disfrutar momentos antes. En cosa de fracciones de segundos, sentí como su instrumento se fue tornando duro y caliente dentro de mi boca, y sin repulsión alguna se lo seguí mamando hasta que logré hacer que se viniera, tragándome todo su semen sin asco ni remordimiento alguno.
Al terminar nos besamos intensamente, me condujo a un pequeño baño donde me bañé y asee, tras volverme a vestir, él me esperaba fuera con varias bolsas llenas de zapatos, los que se negó rotundamente a cobrarme. No sin antes comprometerme a que volvería a pasar por la zapatería.
Al salir y caminar unos cuantos pasos me di cuenta de que no me había puesto mis pantis, seguramente las había dejado colgadas en algún lado. Y me recriminé a mi misma por haberle sido infiel a mi esposo, pero la verdad eso apenas fue por un corto rato, ya que después me puse a pensar cuando volvería a ver al vendedor de zapatos. Con él tuve muchos encuentros, al igual que con otros hombres, pero con el zapatero incluso me acosté horas antes de dar a luz, después de eso no regresé más por la zapatería, hasta que como a los cinco meses de haber nacido nuestra primera hija, volví a quedar nuevamente embarazada.
Pero de eso no pienso hablarles ahora, ya que me encuentro a la espera de que me lleven a la sala de partos, para dar a luz a mi cuarta hija. Y el hablar o escribir con respecto a eso, me sube la presión…
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