Cada vez me convenzo más que el mejor amante para una mujer casada es un hombre casado. No hay tutía. Los tipos solteros, sin compromisos, pretenden monopolizarte, que cojas solo con ellos, quieren tenerte todo el tiempo posible, y cuando una tiene al marido esperándola en casa, el tiempo, precisamente, es nuestro principal enemigo. Sin ánimo de ser redundante, no hay tiempo para el romance, para jugar a los noviecitos, yo ya tengo mi media naranja y no pretendo buscar otra. Por eso la aparición de Bruno en mi vida representaba la mejor noticia de mi vida representaba la mejor noticia de los ultimos años
Sus urgencias y necesidades eran iguales a las mías. Ambos aecesitábamos esa invalorable distracción que nos proporciona el sexo fuera de casa. Tanto él como yo hacemos de la infidelidad un culto, eso si, sin descuidar nuestros respectivos matrimonios. Puedo coger con otros, pero siempre voy a estar para mi marido, nunca me voy a negar a darle lo que me pide aduciendo un dolor de cabeza o alguna dolencia semejante, él es y siempre será mi principal amante, claro que con él lo hago por amor, con los demás lo hago por puta.
Ya con Bruno tenemos nuestros momentos, nuestros códigos, apenas un mensaje basta para encontrarnos y matarnos de placer. Pero aunque la pasábamos bomba los dos, había algo que me faltaba, que necesitaba, al principio no sabía qué, pero luego supe darme cuenta de lo que era: Quería coger con Bruno en mi propia casa, en mi propia cama, en mi propio lecho conyugal. Sentía que eso era el epítome de la infidelidad. Meterle los cuernos a mi marido en el mismo lugar en donde dormíamos y hacíamos el amor se transformó entonces en una idea que comenzó a comerme la cabeza. Se lo dije a Bruno un día después de echarnos uno de esos fantásticos polvos que se habían convertido en una sana costumbre entre los dos. -¿Estás loca?... Jajaja... i,En tu casa'? Si nos agarra tu marido nos mata a los dos--No nos va a agarrar- Le dije. Y así era, ya lo tenía todo planeado. Los lunes a la noche se encuentra con sus amigos para jugar al fútbol y luego cenar juntos. Es algo sagrado para el, no falta nunca, y entre una cosa y otra no tarda menos de tres horas, tiempo más que suficiente para cumplir de una vez por todas esa fantasía que me venía desvelando desde hacia tiempo. Recostados en la cama del telo, con una de sus manos acariciando suavemente una de mis tetas. Bruno escuchó atento e interesado cada una de las etapas de mi plan. -Primero tendrías que estar cerca de casa a eso de las ocho de la noche, cerca, pero no tanto, como para que no llegue a reconocer tu auto, en cuanto se vaya te mando un mensaje y bajo a abrirte, ahí tenemos que ser rápidos y ---discretos, para que nadie nos vea, vos sabes como son los vecinos, y peor el portero, entramos al departamento y... Lo demás es lo que hacemos siempre... - Me sonreí. Él sonrió también, por lo visto no le parecía muy descabellado mi plan. El primer lunes después de ese encuentro no pudimos porque tuvo el cumpleaños de una prima de su esposa y no podía fallar. Así que quedó para el siguiente. Como de costumbre mi rrí. aritiollegó a casa, me dio un beso apresurado y se fue a cambiar para luego agarrar el bolso que siempre- tiene preparado de antemano. -Nos vernos mi amor- Me dijo dándome (40 beso, esta vez de despedida. Lo acompañé hasta la puerta y ni bien la cerré, corrí a buscar el celular para - mandarle un Mensaje a Bruno: "Ya esta saliendo". Me contestó a los pocos minutos: "Lo veo, ya voy para allá, preparate". Apenas escuché el portero eléctrico bajé a abrirle, rogándole a Dios para no encontrarme con ningún vecino en el pasillo o planta baja
Por suerte no nos cruzamos con nadie. Bajamos del ascensor, entramos raudamente al departamento y apenas cerramos la puerta, Bruno me recargó contra la misma y comenzó a besarme apasionadamente. Yo no me quedé atrás, metiéndole mano a eso que ya insinuaba alzarse en la forma que tanto me atraía. -Tenés que ser muy puta para querer que te coja en la misma cama en la que dormís con tu marido- Me susurró entre beso y beso, mirándome con una carga excesiva de morbo en la mirada. -Muy... Muy puta!- Le aseguré a la vez que le apretaba el bulto que se le formaba bajo la bragueta. Así, entre besos, caricias, y manoseos fuimos al dormitorio. Sin separarnos nos tiramos en la cama, rodando el uno sobre el otro. Al detenernos, quedé sobre él, a horcajadas de su cuerpo, de modo que mirándolo desde arriba me quité la blusa que tenía puesta y desnudé mis tetas solo para él. -Mamita, como me enloquecen estas tetas- Me dijo mientras me las amasaba y apretaba, como queriendo deshacerlas entre sus manos. Yo me frotaba contra su bulto, sintiéndolo engordar, crecer, manifestarse como el macho que es. En apenas un instante nos desnudamos y volvimos a restregarnos el uno contra el otro, sin dejar de besarnos, mordiéndonos los labios con locura, chupándonos la lengua mutuamente, hasta que fui bajando por su cuerpo, lentamente, lamiendo cada centímetro de su anatomía, hasta llegar a aquel alzamiento que me atraía en una forma por demás irresistible. Me apoderé de su pija y se la chupé con alma y vida. Mientras se la chupaba, la foto de mi marido en la mesita de luz, junto a la cama, nos observaba con una amplia sonrisa. "¿Te gusta mi amor, te gusta como se la chupo a tu amigo?". Me sentía más puta que nunca, el estar haciéndolo en mi propia cama me predisponía de una forma especial, diferente. Me la saqué de la boca y me le subí encima, metiéndomela sin mayores prolegómenos.
Desde hacía un tiempo ya que lo hacíamos sin forro, pero aunque siempre se salía antes de acabar, esta vez quería que fuera diferente. Quería que me acabara adentro. Lo monté con todas mis ansias, con las luces bien prendidas, contrariamente a como lo hago con mi marido, con las luces apagadas o tenuemente encendidas, quería verme en el espejo, verme a mí misma metiéndole los cuernos a mi marido, no en un telo, ni en una cama ajena, sino en nuestra propia cama, en nuestro propio lecho, y ahí estaba yo, la puta infiel saltando sobre mi amante, enterrándome su poronga bien hasta los huevos, sintiendo su carne desnuda, sin látex de por medio, recorrer las partes más íntimas de mi cuerpo. En pleno éxtasis, Bruno me agarraba las tetas con las dos manos y me las apretaba, juntándolas entre sí, chupándome y mordiéndome los pezones en una forma por demás arrebatada. -¡Decime que soy tu puta... Decímelo...!- Le pedía entre chupones y mordidas de cuello. Sos reputa nena, como te gusta meterle los cuernos a tu marido y en su propia cama, sos lo mas puta que puede haber... !- Me decía Bruno, chupándome aquí y allá, babeándome toda, a la vez que con un dedo recorría los alrededores de mi ojete. Ni falta hizo que me lo metiera, mi culito por sí solo se abrió para recibir el inmediato empuje de esa pija que tantas satisfacciones me daba. Me dejó disfrutar de su verga un buen rato por el culo, para después volver a encauzarse por mi concha, metiéndomela hasta los pelos, una y otra vez, haciéndome sentir esa delicia hecha carne en todo su generoso esplendor. En cuatro me demolió, casi ni podía mirarme al espejo, la intensidad de la garchada me hacía cerrar los ojos cada vez que me la enfundaba bien hasta el fondo. Entraba y salía por los dos agujeros, en simultáneo, sin darme respiro alguno, ahogándome en mis propios jadeos y gemidos... De a ratos la sacaba y me golpeaba con ella en las nalgas, como si fuera un mazo, así de dura y cargada la tenía. Hasta que sentí las inconfundibles vibraciones que presagiaban la descarga, me moví hacia adelante y recostándome de espalda me abrí de piernas para recibirlo, sin demora alguna se echó sobre mí y me la volvió a clavar, bien profundo, me sacudió un par de veces y cuando estuvo a punto de acabar, lo amarré con mis piernas antes de que se le ocurriera sacármela... Ni bien sentí el primer lechazo golpear mis entrañas yo también acabé, me deshice en exhalaciones por demás plácidas y emotivas ¡Como me gusta que me llenen la concha! Y la acabada de Bruno fue de lo más caudalosa, me llenó hasta rebalsarme, la leche comenzó a fluir por entre nuestra carne empapando las sábanas... La leche de mi amante mojando las sábanas de mi cama... ¿Acaso hay algo más infiel que eso? Miré la hora en el reloj de la mesita de luz, todavía teníamos tiempo. Nos dimos un apasionado beso, y nos duchamos juntos. En la ducha de nuevo, besos, abrazos, caricias, chupadas mutuas, yo le chupé la pija, y él me chupó la concha y el culo, y como no, esa dureza exquisita que volvía a resurgir, imponente, inflamada, rebosante, me cogió de parado, conmigo apoyada contra los azulejos y una pierna levantada sobre el borde de la bañera, recibiéndolo desde atrás cada vez con más fuerza. Unos cuantos embistes y volvió a acabarme adentro, y aunque ya me había llenado antes, esta descarga fue tan efusiva como la primera. Me deshice en susi;iros entre sus brazos, disfrntando a más no poder de ese caudal vivo que me inundaba hasta lo más intimo. , Salimos de la ducha, nos secamos y nos vestimos. Ahora sí, estábamos contra reloj. Lo acompañé hasta la puerta y lo despedí a los lejos. Por suerte nadie nos vio. Volví al departamento y cambié las sábanas, puse una vela aromática, arreglé el bario y me acosté. Mi marido llegó al rato... Después de ducharse vino a la cama. -¿Y cómo te fue?- Le pregunté haciéndome la media dormida.
-Buenísimo, ganamos por cinco goles- Exclamó. -Te felicito- Le dije. -Gracias- Me dio un beso en la mejilla, apagó la luz y se durmió, ahí, en la misma cama en donde un rato antes su compañero de trabajo, su amigo, me había hecho suya en la forma que tanto había anhelado.
fuente: je mejor no lo digo
autor: juli
Sus urgencias y necesidades eran iguales a las mías. Ambos aecesitábamos esa invalorable distracción que nos proporciona el sexo fuera de casa. Tanto él como yo hacemos de la infidelidad un culto, eso si, sin descuidar nuestros respectivos matrimonios. Puedo coger con otros, pero siempre voy a estar para mi marido, nunca me voy a negar a darle lo que me pide aduciendo un dolor de cabeza o alguna dolencia semejante, él es y siempre será mi principal amante, claro que con él lo hago por amor, con los demás lo hago por puta.
Ya con Bruno tenemos nuestros momentos, nuestros códigos, apenas un mensaje basta para encontrarnos y matarnos de placer. Pero aunque la pasábamos bomba los dos, había algo que me faltaba, que necesitaba, al principio no sabía qué, pero luego supe darme cuenta de lo que era: Quería coger con Bruno en mi propia casa, en mi propia cama, en mi propio lecho conyugal. Sentía que eso era el epítome de la infidelidad. Meterle los cuernos a mi marido en el mismo lugar en donde dormíamos y hacíamos el amor se transformó entonces en una idea que comenzó a comerme la cabeza. Se lo dije a Bruno un día después de echarnos uno de esos fantásticos polvos que se habían convertido en una sana costumbre entre los dos. -¿Estás loca?... Jajaja... i,En tu casa'? Si nos agarra tu marido nos mata a los dos--No nos va a agarrar- Le dije. Y así era, ya lo tenía todo planeado. Los lunes a la noche se encuentra con sus amigos para jugar al fútbol y luego cenar juntos. Es algo sagrado para el, no falta nunca, y entre una cosa y otra no tarda menos de tres horas, tiempo más que suficiente para cumplir de una vez por todas esa fantasía que me venía desvelando desde hacia tiempo. Recostados en la cama del telo, con una de sus manos acariciando suavemente una de mis tetas. Bruno escuchó atento e interesado cada una de las etapas de mi plan. -Primero tendrías que estar cerca de casa a eso de las ocho de la noche, cerca, pero no tanto, como para que no llegue a reconocer tu auto, en cuanto se vaya te mando un mensaje y bajo a abrirte, ahí tenemos que ser rápidos y ---discretos, para que nadie nos vea, vos sabes como son los vecinos, y peor el portero, entramos al departamento y... Lo demás es lo que hacemos siempre... - Me sonreí. Él sonrió también, por lo visto no le parecía muy descabellado mi plan. El primer lunes después de ese encuentro no pudimos porque tuvo el cumpleaños de una prima de su esposa y no podía fallar. Así que quedó para el siguiente. Como de costumbre mi rrí. aritiollegó a casa, me dio un beso apresurado y se fue a cambiar para luego agarrar el bolso que siempre- tiene preparado de antemano. -Nos vernos mi amor- Me dijo dándome (40 beso, esta vez de despedida. Lo acompañé hasta la puerta y ni bien la cerré, corrí a buscar el celular para - mandarle un Mensaje a Bruno: "Ya esta saliendo". Me contestó a los pocos minutos: "Lo veo, ya voy para allá, preparate". Apenas escuché el portero eléctrico bajé a abrirle, rogándole a Dios para no encontrarme con ningún vecino en el pasillo o planta baja
Por suerte no nos cruzamos con nadie. Bajamos del ascensor, entramos raudamente al departamento y apenas cerramos la puerta, Bruno me recargó contra la misma y comenzó a besarme apasionadamente. Yo no me quedé atrás, metiéndole mano a eso que ya insinuaba alzarse en la forma que tanto me atraía. -Tenés que ser muy puta para querer que te coja en la misma cama en la que dormís con tu marido- Me susurró entre beso y beso, mirándome con una carga excesiva de morbo en la mirada. -Muy... Muy puta!- Le aseguré a la vez que le apretaba el bulto que se le formaba bajo la bragueta. Así, entre besos, caricias, y manoseos fuimos al dormitorio. Sin separarnos nos tiramos en la cama, rodando el uno sobre el otro. Al detenernos, quedé sobre él, a horcajadas de su cuerpo, de modo que mirándolo desde arriba me quité la blusa que tenía puesta y desnudé mis tetas solo para él. -Mamita, como me enloquecen estas tetas- Me dijo mientras me las amasaba y apretaba, como queriendo deshacerlas entre sus manos. Yo me frotaba contra su bulto, sintiéndolo engordar, crecer, manifestarse como el macho que es. En apenas un instante nos desnudamos y volvimos a restregarnos el uno contra el otro, sin dejar de besarnos, mordiéndonos los labios con locura, chupándonos la lengua mutuamente, hasta que fui bajando por su cuerpo, lentamente, lamiendo cada centímetro de su anatomía, hasta llegar a aquel alzamiento que me atraía en una forma por demás irresistible. Me apoderé de su pija y se la chupé con alma y vida. Mientras se la chupaba, la foto de mi marido en la mesita de luz, junto a la cama, nos observaba con una amplia sonrisa. "¿Te gusta mi amor, te gusta como se la chupo a tu amigo?". Me sentía más puta que nunca, el estar haciéndolo en mi propia cama me predisponía de una forma especial, diferente. Me la saqué de la boca y me le subí encima, metiéndomela sin mayores prolegómenos.
Desde hacía un tiempo ya que lo hacíamos sin forro, pero aunque siempre se salía antes de acabar, esta vez quería que fuera diferente. Quería que me acabara adentro. Lo monté con todas mis ansias, con las luces bien prendidas, contrariamente a como lo hago con mi marido, con las luces apagadas o tenuemente encendidas, quería verme en el espejo, verme a mí misma metiéndole los cuernos a mi marido, no en un telo, ni en una cama ajena, sino en nuestra propia cama, en nuestro propio lecho, y ahí estaba yo, la puta infiel saltando sobre mi amante, enterrándome su poronga bien hasta los huevos, sintiendo su carne desnuda, sin látex de por medio, recorrer las partes más íntimas de mi cuerpo. En pleno éxtasis, Bruno me agarraba las tetas con las dos manos y me las apretaba, juntándolas entre sí, chupándome y mordiéndome los pezones en una forma por demás arrebatada. -¡Decime que soy tu puta... Decímelo...!- Le pedía entre chupones y mordidas de cuello. Sos reputa nena, como te gusta meterle los cuernos a tu marido y en su propia cama, sos lo mas puta que puede haber... !- Me decía Bruno, chupándome aquí y allá, babeándome toda, a la vez que con un dedo recorría los alrededores de mi ojete. Ni falta hizo que me lo metiera, mi culito por sí solo se abrió para recibir el inmediato empuje de esa pija que tantas satisfacciones me daba. Me dejó disfrutar de su verga un buen rato por el culo, para después volver a encauzarse por mi concha, metiéndomela hasta los pelos, una y otra vez, haciéndome sentir esa delicia hecha carne en todo su generoso esplendor. En cuatro me demolió, casi ni podía mirarme al espejo, la intensidad de la garchada me hacía cerrar los ojos cada vez que me la enfundaba bien hasta el fondo. Entraba y salía por los dos agujeros, en simultáneo, sin darme respiro alguno, ahogándome en mis propios jadeos y gemidos... De a ratos la sacaba y me golpeaba con ella en las nalgas, como si fuera un mazo, así de dura y cargada la tenía. Hasta que sentí las inconfundibles vibraciones que presagiaban la descarga, me moví hacia adelante y recostándome de espalda me abrí de piernas para recibirlo, sin demora alguna se echó sobre mí y me la volvió a clavar, bien profundo, me sacudió un par de veces y cuando estuvo a punto de acabar, lo amarré con mis piernas antes de que se le ocurriera sacármela... Ni bien sentí el primer lechazo golpear mis entrañas yo también acabé, me deshice en exhalaciones por demás plácidas y emotivas ¡Como me gusta que me llenen la concha! Y la acabada de Bruno fue de lo más caudalosa, me llenó hasta rebalsarme, la leche comenzó a fluir por entre nuestra carne empapando las sábanas... La leche de mi amante mojando las sábanas de mi cama... ¿Acaso hay algo más infiel que eso? Miré la hora en el reloj de la mesita de luz, todavía teníamos tiempo. Nos dimos un apasionado beso, y nos duchamos juntos. En la ducha de nuevo, besos, abrazos, caricias, chupadas mutuas, yo le chupé la pija, y él me chupó la concha y el culo, y como no, esa dureza exquisita que volvía a resurgir, imponente, inflamada, rebosante, me cogió de parado, conmigo apoyada contra los azulejos y una pierna levantada sobre el borde de la bañera, recibiéndolo desde atrás cada vez con más fuerza. Unos cuantos embistes y volvió a acabarme adentro, y aunque ya me había llenado antes, esta descarga fue tan efusiva como la primera. Me deshice en susi;iros entre sus brazos, disfrntando a más no poder de ese caudal vivo que me inundaba hasta lo más intimo. , Salimos de la ducha, nos secamos y nos vestimos. Ahora sí, estábamos contra reloj. Lo acompañé hasta la puerta y lo despedí a los lejos. Por suerte nadie nos vio. Volví al departamento y cambié las sábanas, puse una vela aromática, arreglé el bario y me acosté. Mi marido llegó al rato... Después de ducharse vino a la cama. -¿Y cómo te fue?- Le pregunté haciéndome la media dormida.
-Buenísimo, ganamos por cinco goles- Exclamó. -Te felicito- Le dije. -Gracias- Me dio un beso en la mejilla, apagó la luz y se durmió, ahí, en la misma cama en donde un rato antes su compañero de trabajo, su amigo, me había hecho suya en la forma que tanto había anhelado.
fuente: je mejor no lo digo
autor: juli
Comentarios Destacados
8 comentarios - en mi propia cama
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Muy caliente
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