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Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (1)

Esta historia parecerá rozar el absurdo, no lo niego. Extraña, alocada e incluso increíble, no lo vamos a discutir a estas alturas. Pero lo que por otro lado me alegra es que la verdad no obedece a razones siempre lógicas, y mucho menos a democracias casuales. Así que sin esperanza alguna de ser creído cuento mi historia, no para ser admirado o envidiado, sino para contar desde el anonimato lo que jamás me atreveré a firmar.

Y quizás para no pecar de originalidad empezaré presentándome, como en cualquier relato mediocre en primera persona escrito para la autosatisfacción. De todos modos avisaré que esta breve introducción de mi mismo va ser una sarta de mentiras sacadas de alguna mañana de inspiración en que la televisión no fue consuelo suficiente a mis alocadas fantasías y mi cabeza andaba loca en deseos de enajenarse a una vida mejor.

Mi nombre es Arnau. Resultará extraño para muchos un nombre tan regional pero en esta historia ya contada yo escribo el guión del que mi nombre forma parte y si intentaré no mentir en cuanto a fechas, formas o sucesos, permítanme algunas licencias en cuanto a la descripción de las personas, que todos quisimos un día ser simplemente más.

Vivo en Catalunya (me da igual lo que diga Microsoft, aunque me lo subraye lo voy a dejar con “ny”), lo que por imperativo legal significa la esquina nordeste de esa gran patria de los tres barrotes que a algunos nos han obligado a aceptar. Pero no entremos en ese tema escabroso… no es eso lo que nos ha traído hasta aquí, ¿cierto?

¿Físicamente? Un desastre. Bueno, quizás no tanto. Más bien normalito. Mido cerca del metro ochenta y no destaco en ningún aspecto, ninguno. Intenten imaginarse a un estudiante de veinte años y antes de que en su mente empiecen a dibujarse rasgos identificativos habrán hecho un retrato de mi humilde persona.

En la actualidad estudio periodismo, que si bien no consigue hacerme sentir realizado, es lo suficientemente sencillo como para que dedique gran parte de mi tiempo al pasatiempo nacional, ¿jugar a fútbol?, no se flipen, son otras las pelotas que me toco.

Supongo que eso se debe también en parte a que los cabrones de mis padres están forrados y no tengo ningún tipo de prisas en incorporarme al mercado laboral.

Aún no se muy bien a que se dedican. El cargo que tiene mi padre en la empresa tiene un nombre realmente raro, y encima para vacilar, lo pone en las tarjetas de visita en inglés. Por lo que a mi respecta se dedican a comprar y vender de todo quedándose por el camino una pequeña comisión de la que nunca discuten el color.

Resumiendo, casi cincuenta líneas para contar que no soy más que un maldito niño de papá catalán de veinte años que estudia periodismo y tiene un ordenador con el maldito office, pero avisé que me tomaría ciertas licencias.

Continuando con mi línea de escritor nefasto voy a situar la historia en el tiempo como si se tratase de un cuento para niños donde más vale dejar ciertas cosas claras antes de empezar, o como si yo fuera un simple payaso sin más recursos literarios que la simple narración lineal y omnisciente, pero si los tuviese no pedería el tiempo en una absurda historia de aventuras sexuales y me entretendría en aliviar las penas del mundo explicando como un maldito loco se monta en un caballo en busca de una tal Dulcinea del Toboso.

La historia empezó hace un año en mi pueblo, Vilassar. ¿Y saben que? No se lo voy a describir, cómprense una guía turística que me han dicho que están baratas.

Y sin más dilaciones, como no siento ningún tipo de obligación formal voy a empezar a relatarles mi historia, al fin y al cabo, ¿quien obliga a nadie a leer?

Debo empezar diciendo que para esas alturas, dos años atrás, mi experiencia sexual era prácticamente nula, fuera de algún que otro toqueteo y tonterías varias con las que amigas mías me habían premiado.

La casa dónde vivíamos mostraba el estatus económico de mis padres. Mi habitación era grande y la envidia de mis amigos. En ella había todo lo que se puede desear, desde un baño propio a una enorme y desaprovechada cama donde me tumbaba a mirar la tele, jugar a la play o escuchar música. Lógicamente había un escritorio con un superordenador, capricho de mi padre, al que escribiendo esta historia he descubierto utilidades más allá de la grabación ilegal de música. Mi riqueza (la de mis padres), no significa que esté dispuesto a pagar 1000 pelas al corte inglés y otras mil a una productora para que un cantante se lleve veinte duros (que gustazo representa por un momento resucitar a mi vieja amiga la peseta, y lo que es peor ¿porqué nadie ha celebrado un funeral por el duro?, por lo que a mi respecta es cinco veces más importante que la peseta).

Pues bien, era un domingo cualquiera (ya hemos comentado lo de mi capacidad narrativa), y yo estaba tranquilito en mi cama y en mi mundo haciendo ver que los vodkas con naranjada de la noche anterior no me estaban amartillando la cabeza y disfrutando del recuerdo de alguna aventurilla nocturna, en ese estado de semi-inconsciencia del que los padres han olvidado disfrutar.

Mi…, vamos a llamarlo hermanito, se había despertado ya y pedía a gritos algo de libertad pero no podría obtener más que una partidita al famoso cinco contra uno así que me limité a hacerlo esperar.

Por el ruido indescifrable que entraba por mi ventana abierta (acabo de dejar ver que era verano, empiezo a mejorar en eso de escribir), deduje que mis padres habían llenado la casa de gorrones deseoso de comida gratis y un baño en mi piscina.

Supuse que mis padres no requerirían mi presencia y empecé a pegarme una solemne paja. En esa época seguía todo un ritual. Sin abrir en ningún momento los ojos, y intentando no salir de mi estado somnolente empezaba con una sutil caricia a lo largo de mi…polla, seamos claros. Y bueno, aceleraba el ritmo y lo paraba y jugaba un rato hasta que la naturaleza llamaba a la puerta, la de mi capullo, claro.

Pues bien, estaba yo aún en las primeras caricias cuando Anna, la mujer del abogado de mi padre entró alocada y riendo a carcajadas en mi habitación me miró al exagerado paquete (recordemos que tenía la mano dentro de los calzoncillos), sonrió picadamente, cerró con pestillo y se puso el dedo índice derecho delante de los labios pidiendo silencio.

No sabía para que quería silencio, y eso me ponía nervioso. Más incluso que el saber que una íntima amiga de mis padres me había visto en ese lamentable estado (eso de lamentable era solo por poner algún adjetivo, que siempre quedan bien).

En un momento entendí para que pedía silencio. Se oyeron gritos desde el pasillo de su marido que la buscaba siguiendo algún juego estúpido que no debía estar regido por la norma de no entrar en las habitaciones.

Yo, instintivamente saqué la mano de los calzoncillos y miré a la puerta, como si fuese a ver a través de ella quien corría por el pasillo. Entre los nervios y el miedo no me había fijado en Anna. La conocía desde hacía mucho tiempo y siempre me había puesto como una moto.

Estaba delante de mí, enfundada en un diminuto bikini estampado con motivos florales. No me atrevía a decir nada en esa situación e intentaba no mirarla, lo que conseguí solo durante unos segundos.

Sin querer empecé a mirarla de arriba abajo. Observé que su piel aún estaba húmeda e incluso pude adivinar sus pezones bajo su bikini.

Yo estaba en un estado de trance en el que no me había encontrado nunca antes. Ni siquiera me cuestionaba el silencio y simplemente clavé su vista en su cuerpo. No podría hablar de altura, ni de tallas. Era simplemente esa mujer de más de treinta años, cuidada, y con un marido viejo al que todo el mundo atribuye una fortuna proporcional a la belleza de su esposa.

Era rubia, de esas rubias de toda la vida que logran conseguir tras muchos años que la gente se crea que son realmente rubias. Tenía unos ojos marrones enormes, de esos que son ignorados hasta que un día alguien decide fijarse en ellos para no olvidarlos y era realmente guapa. Para describirla sin que quede lugar a dudas era una de esas mujeres a las que los chavales dedicamos siempre la misma frase: “cuando tenga cuarenta años, quiero que mi mujer tenga ese aspecto”.

Pero en ese momento yo no tenía en mi cabeza más que dos cosas con sus respectivos pezones. Supongo que ella no rompía el silencio porqué se sintió alagada por mi cara de embobado pero al final tuvo que hacer un suave ruido con su garganta.

Entonces la miré a los ojos. De repente me puse rojo como un tomate. ¡Ella no me miraba a los ojos! La picarona me estaba clavando la mirada en mi hermanito, el gamberro delatador. La situación también hizo que ella se sonrojara por lo que me sentí algo aliviado al no ser el único que se sentía incomodo.

Pensé que haría algún tipo de comentario, pero no fue así. Se limitó a sonreír, se giró mostrándome un imponente culo, redondito y torneado, abrió la puerta, miro un momento fuera, se colocó bien el bikini por la parte de detrás (lo tenía medio metido en el culo) y simplemente salió.

Yo estaba recostado sobre la cama y me dejé caer al cerrarse la puerta. Avergonzado y excitado no puede evitar llevarme una mano debajo de los calzoncillos mientras cerraba los ojos.

En ese momento, se volvió a abrir la puerta y Anna asomó la cabeza con una enorme sonrisa y me dijo:


-“Cuando acabes con… ejem… eso, te vienes a la piscina”.

Yo me quedé petrificado y mi polla se hinchó de golpe como si fuese a reventar y mientras cerraba la puerta concluyó:


-“Hombretón”.

Yo estaba que me moría. Solo pude terminar con esa tremenda paja. Al fin y al cabo a ella no le había importado, así que se la dediqué.

“Va por ti”

Muy asustado, o más bien nervioso baje al primer piso, me llené un tazón de cereales y tuve un típico desayuno de domingo a las dos del mediodía.

Nervioso, pero con mucha curiosidad salí al jardín, donde a pesar del ruido no habían más de quince personas, algunas conocidas, otras simplemente no me importaban y no importan, las consideraremos simples extras.

De los que conocía estaban el abogado de mi padre y si mujer (ya os he hablado de ella), un amigo-cliente de mi padre con su mujer y sus dos hijas (prometo hablar de las hijas, queda anotado como tema importante) y un matrimonio realmente joven que eran una especie de ahijados de mi padre. Los dos estuvieron haciendo prácticas en el despacho de mi padre y se ve que el era una especie de genio de los negocios. Lo cierto es que más o menos honradamente había conseguido una pequeña gran fortuna contando con menos de treinta años.

Antes de empezar a contar lo que sucedió aquel día os hablaré de las dos hermanitas (no es termino cariñoso, es admiración). ¡Vaya par de hermanas! En aquel entonces tenían diecisiete y veinte años y estaban, echando mano de frases hechas, “pa mojar pan”.

De pequeño yo había creído estar enamorado de Sonia, la menor, pero luego creció y le crecieron y el amor desapareció para dar lugar a un sentimiento mucho menos bonito o loable y bastante más animal.

Eran prácticamente iguales, con alguna salvedad. Nuria, por eliminación la mayor, era algo más alta y con algo más de pecho, aunque ninguna de las dos andaba sobrada en eso.

Las dos tenían el pelo castaño medían cerca del metro setenta y eran terriblemente guapas, de una belleza casi diabólica. No tenían mucho pecho, o al menos eso era lo que se decía cuando cualquiera se encontraba en la situación en que el zorro se daba media vuelta convenciéndose de que la manzana está verde.

Pero lo que a todos traía locos eran ese par de culos. Increíbles. No eran precisamente grandes, más bien pequeñitos, redonditos. Con unas nalgas justo en su sitio, y al menos por ese día, separadas por un hilito de tela que llamaremos tanga por no llamarlo maldito hijo de puta con suerte.

Lamentablemente ese día yo no estaba por prestar atención a las dos hermanitas que llenaban mis fantasías de tríos prohibidos. Al salir al jardín solo tenía ojos para Anna. La observé mientras tomaba el sol bocabajo, con la parte superior del bikini desabrochada y mostrando su culo respingón, pidiendo a gritos ser manoseado.

Mientras pensaba en como hacer que Anna se levantase de golpe y me mostrase sus pechos un grito de mi madre me distrajo:


-“Buenos días Arnau”.

Me limité a contestarla con un efusivo y típico saludo de adolescente, es decir, levanté ligeramente la cabeza y la di por saludada. Supongo que haría algún comentario a las señoras que tomaban el sol con ella de lo antipática que se ha vuelto la juventud. Pero sinceramente, ¿a quien coño le importa?

Tengo que admitir que mi madre fue realmente oportuna. Al oír mi nombre las dos hermanitas se giraron y al verme salieron de la piscina y empezaron a correr hacia mi, estableciendo una estúpida competición de risa ruidosa, movimiento de pechos y porqué no, como aditivo, de velocidad.

Ambas me dieron un par de sonoros besos en las mejillas y se cogieron de un brazo cada una. Por su parte, Anna se limitó a girar levemente la cabeza, subirse las gafas de sol y deleitarme con un pícaro guiño de ojo.

Yo entablé una conversación con Nuria y Sonia. La verdad sea dicha, tenía un buen rollo con ellas increíble. Aparentemente eran unas chicas de una frialdad pasmosa, paseándose siempre con unos aires de superioridad exagerado, casi pidiendo a su paso que su suelo se llene de rosas. Pero al hablar con ellas descubrías unas chicas normales, muy simpáticas y realmente agradables, lo que facilitaba el pasarse horas hablando con ellas.

Aunque Nuria tenía más o menos mi edad y estudiaba en mi misma facultad, con el paso del tiempo había llegado a tener un nivel de complicidad con Sonia mucho más elevado y por supuesto envidiado por mis amigos que disfrutaban pensando que entre ella y yo había existido algo, aunque fuese de forma casual.

Habíamos crecido juntos. Nuestros padres eran muy amigos y los cuatro habíamos hecho mil diabluras juntos. ¿los cuatro? Sí, los cuatro. En esta historia falta mi hermana, dos años mayor que yo y que aún no se donde coño andaba ese día.

Uno de los mejores momentos que he vivido fue cuando Nuria nos explicó como perdió la virginidad no mucho antes de ese domingo. Debéis saber que de pequeños hicimos una especie de pacto según el cual debíamos contarnos todo. Mi hermana cumplió al desvirgarse y Nuria hizo lo propio sin sentir ningún tipo de presión. Os aseguro que una vez vences la envidia, ver explicar a una tía buenísima como pierde la virginidad es tremendo. Con mi hermana fue diferente, nos reunimos un día que no estaban mis padres en mi casa para cenar y lo soltó, así sin más, con todo tipo de detalles. Pero no nos perdamos del hilo, volvamos a la piscina.

Sonia, Nuria y yo nos sentamos en el borde de la piscina y empezamos a hablar de cosas nuestras, como si aquel lugar fuera el más íntimo del planeta:


-“¿Qué te cuentas? Supongo que nos sorprenderás con algo interesante-empezó Nuria muy picarona.

-“En absoluto, eso vosotras que sois las “sociables”.

-“¿Que quieres decir con eso?”
-“Cosas mías, je je je je je“.

-“¿Porqué siempre eres tan malo con nosotras?”
-“¿Malo yo? ¿No seré malo simplemente por tiraros al agua?
-¿Qué dices? ¿por tirarnos cuando?- la verdad es que Sonia estaba realmente extrañada.

-“Ahora mismo”.

Diciendo esto les pegué un empujoncito y como estaban apoyadas sobre las rodillas cayeron con facilidad. Parece mentira lo que puedes llegar a entretenerte con un empujoncito de nada.

Las dos se incorporaron en seguida dentro del agua y me miraron mientras se colocaban bien el pelo. No parecían enfadadas. Todo lo contrario, sonreían, lo que me hizo temer lo peor. Así que me agarré al final de la piedra que hacía de bordillo de la piscina. No me importaba bañarme, lo haría de todos modos, era simplemente una cuestión de autoridad y orgullo, no me podía dejar vencer.

Ellas no se dieron cuenta e intentaron arrojarme al agua muy disimuladamente primero, con fuerza después. Al no conseguirlo, se miraron la una a la otra y sonrieron. Malditas sonrisas. Te hacen pensar lo peor.

Cada una puso una mano en una rodilla y empezaron acariciarme la pierna. Fueron subiendo la mano por la parte interior haciéndome unas caricias realmente placenteras hasta que me di cuenta de su inteligente plan. Mi hermanito empezaba a ponerse peleón y no tuve más remedio que lanzarme al agua para disimular el bulto.

Ellas, victoriosas, convirtieron sus sonrisas en auténticas carcajadas, y supongo que yo entendí que el hombre solo manda mientras es hombre, y la mujer no manda hasta que se transforma en mujer.

Supongo que sus risas hicieron ver a Anna que me había olvidado por completo de ella. Pero es que realmente con esos bellezones yo no podía tener otra cosa en mente.


-“¿Para que quieres tu fuerza bruta?-dijo Sonia.

-“Pues ya ves, para tirarme al agua con estilo”.

No hace falta decir que las risas fueron considerables. Aún hoy no se si simplemente nos reímos, o nos estábamos riendo de mi. El hecho es que como de costumbre la conversación empezó a subir de tono.


-“He podido observar que eres de reflejos rápidos”- me susurró Nuria.

-“No tanto como tus manos pícaras”.

-“No lo sabes tu bien. Hacen auténticas virguerías”.

-“Pues la mías no se quedan cortas”.

Diciendo esto, Sonia me pegó un apretujón en el paquete que me dejó helado. Su hermana nos miró extrañada. No se había dado cuenta de lo sucedido y yo intenté seguir la conversación como si no hubiese pasado nada.


-“Desde luego que no. Vaya par… Me vais a volver loco”.

-“Sabes que eso nos encanta”
-“Bueno, bueno. Vamos a cambiar de tema. ¿Preparadas para empezar el curso la semana que viene?”.

-“Mira que eres plasta”- dijo Sonia
-“Ahora que sacas el tema… ¿porqué coño pasas de mi en la uni? Nos cruzamos y ni siquiera me saludas.

-“Pide grado”.

-“¿Grado de que?”
-“¿De sinceridad?
-“Toda”.

-“Tu misma. La primera es que en la universidad te vuelves completamente estúpida. Paseas con unos aires absurdos y no estoy dispuesto a que mis amigos me vean relacionarme con alguien así”.

-“Joder. Quizás no hacía falta tanta.”
-“Tu la has pedido. No te lo tomes a mal”.

-“No, que va. Soy consciente”.

-“Eso si que me sorprende”.

-“Es una especie de defensa. Se te acercan menos tíos a tocarte los cojones”.

-“Que complicadas sois las mujeres…”
-“¿Qual es la segunda?”
-“¿La segunda que?”
-“La segunda razón por la que me ignoras”.

-“De nuevo debo preguntarte por el grado de sinceridad”.

-“Ya que estamos, tira “palante”.

-“No te lo tomes a mal”-esperé a que asintiese con la cabeza y continué-“Estás buenísima”-ella puso cara de sorpresa por verme hablar tan sinceramente, pero se que le gustó-“estoy harto de oír a amigos míos que quieren conocerte, que estás tremenda, que si esto que si lo otro, solo me falta que sepan que somos amigos…Me volverían loco”.

Nuria se quedó petrificada y simplemente me miró sorprendida, pero se podía ver satisfacción en su mirada. Le habían dicho abiertamente que estaba buena, y auque había sido de forma vulgar le gustó.

Sonia había permanecido callada y tenía ganas de recobrar protagonismo, así que muy melosa dijo:


-“¿Yo no estoy buena?”

No se como se me ocurrió, pero la agarré fuertemente de una nalga y le susurré al oído:


-“De miedo”.

La solté y salí del agua. Yo mismo no me creía lo que acababa de hacer. Lo mejor no fue tocarle el culo, sino ver la cara con la que las había dejado. Se miraban la una a la otra sin decirse nada, realmente sorprendidas.

Yo me tumbé en una butaca que quedaba libre bocabajo y me limité a tomar el sol hasta que me llamasen para comer.

No me di cuenta, lo juro, que me había tumbado al lado de Anna. Tenía otras cosas en la cabeza. Pero ella si se dio cuenta y simplemente me dijo:


-“¿Porqué te conformas con jueguecitos?”

Me quedé pensativo. Intentando entender a que se refería. Me volvió a la mente la imagen de mi habitación, y mis pensamientos cambiaron de nuevo de protagonistas. Creo no recordar un día con más calentura que ese.

Mi padre no tardó mucho en llamarnos a todos para que nos sentáramos en la enorme mesa de piedra del jardín. Al incorporarme pude ver que Nuria y Sonia estaban sentadas en el césped con mi hermana Laura. No se de que estarían hablando pero la conversación era animada a juzgar por el volumen de las risas.

Lo que realmente me sorprendió al ver que mi hermana se levantó fue que llevaba tanga. Se que tenía, pero hasta entonces se limitaba a llevarlo en la playa y nunca en casa. Supongo que al llegar y ver que las otras dos llevaban, pensó que mi padre no se atrevería a echarle la gran bronca. No se la echó, pero la mirada de cabreo tuvo que dolerle.

No es que mi hermana no tenga cuerpo para ponerse un tanga, pero me ponía enfermo verla con tan poca ropa. La había visto en la playa, pero en casa y con gente era pasarse. Hay que poner ciertos límites de comportamiento.

La verdad, y me cuesta reconocerlo, es que el mejor cuerpo que había ese día en casa era el de mi hermana. Estaba más “hecha” que las otras dos y era más joven que Anna, así que todas se la miraban con algo de envidia.

Supongo que a nadie le importará lo que sucedió durante la comida, así que simplemente pasaré de largo.

Al terminar de comer todas las mujeres, Juan y yo corrimos al agua para no interrumpir después la digestión. Juan era el “protegido” de mi padre, el “genio” de las finanzas.

Al principio nos limitábamos a “estar” en el agua, sin más. La compañía de Juan me aliviaba, así que empecé a hablar con él de cosas de hombres, es decir, de mujeres.

Empezamos a analizar a todas las allí presentes de arriba abajo. Tuvo el detalle de no comentar nada de mi madre. Pero no se pudo resistir a hablar de mi hermana:


-“Oye macho, no te ofendas, tu hermana está como un puto tren. Me gustaría que mi mujer tuviese un buen par de tetas”.

No pude más que reírme, auque le hubiese metido el comentario por el culo.

No nos dimos cuenta, pero como nosotros pasábamos de ellas, decidieron jugar a un juego, al que nos invitaron y nos obligaron a jugar sin que nuestra opinión contase. El juego era realmente estúpido, era una especie de pilla-pilla acuático en el que lógicamente no se podía salir del agua y las tres escaleras metálicas eran “casa”. Si todo el mundo menos el que pillaba estaba agarrado a las escaleras, tenían veinte segundos para salir y tenían prohibido volver en el minuto siguiente. La cosa rara es que para salir se necesitaba que alguien te tocase. Estúpido lo era, pero nos obligaron.

Aceptaron no hacernos empezar a nosotros perseguir. Es más, Anna se ofreció voluntaria para empezar ella.

Al principio fue nadar arriba y abajo y la cosa parecía bastante normal. Luego Anna se medio obsesionó conmigo y me perseguía como una loca. Al final, cansado, paré de nadar un momento y en vez de simplemente tocarme un brazo o la cabeza se tiró encima y me hizo una ahogadilla, al hundirme empecé a patalear, la agarré y la hundí también a ella y saltaron las risas. Todas menos la mía.

Debajo del agua y muy conscientemente, con el ajetreo que nos llevábamos me acarició durante unos segundos el paquete. No es que me desagradase pero comprendí que eso merecía respuesta.

Al sacar la cabeza a coger aire vi como todos seguían riendo y me alegré de que no se diesen cuenta. Pero decidí ir a por Anna.

Al principio tuve que disimular y hacer ver que iba a por todas, pero me resultó muy difícil porqué parecían dejarse pillar. Pero en unos momentos ya pillé a Anna y le devolví la ahogadilla, lógicamente se defendió y me hundió a mí con ella, lo que aproveché para manosearle las tetas debajo del agua.

Al sacar la cabeza del agua empecé a alejarme pero todo el mundo la estaba mirando. Se le había salido una preciosa teta del bikini y que coño, yo también me entretuve a mirar hasta que ella se la escondió y se puso colorada.

Entonces todos me miraron a mí hasta que una se puso a reír y todas rieron quitándole importancia. De todos modos mi madre se olió algo a juzgar por su cara, así que Anna y yo dejamos el juego ahí temiendo que se diesen cuenta.

A la hora de estar jugando y de estar todos realmente cansados me había llevado unos cuantos manoseos de paquete. Tanto la mujer de Juan, como Sonia como Nuria hicieron lo mismo que Anna. Eso no fue nada.

Lo que realmente me repugnó fue cuando mi hermana, harta de no divertirse me echó la mano al paquete. Eso me dejó helado y creo que en ese momento fue cuando mi madre se dio cuenta del jueguecito submarino que nos llevábamos y lo paró ahí diciendo que todos debíamos estar cansados y que lo mejor era parar para tomar una limonada.

Al rato de estar ahí, sentados a una mesa del jardín Sonia dijo que le hacía gracia ir al gimnasio. Bueno, no lo he dicho, en el jardín tenemos un gimnasio subterráneo que tiene unas ventanitas a la piscina. Supongo que el cristal debe ser la leche de gordo.

Diciéndolo me guiñó un ojo. Nunca he destacado por inteligente pero supuse que quería que la acompañara, así que lo hice, cualquiera se negaba tal y como se había puesto el día.

Los dos fuimos hacia el gimnasio solitos, pero antes miré la cara de mi madre. Parece ser que no le importaba que tuviese mis jueguecitos con alguien de más o menos mi edad dada la mirada de consentimiento que me soltó. Debo decir que también hubo algo de cabreo entre las presentes y alguna que otra sonrisa pícara, que cada cual decida de quien eran.

Mientras andábamos no pudo resistir hacer algún comentario del jueguecito:


-“Joder como te metía mano la vieja esa”
-¿Quién?
-“Coño, Anna, he visto como te sobaba el paquete tres o cuatro veces. No se porqué no le has montado un escándalo”.

-“Tu tampoco has tenido las manos quietas”.

-“Bueno, cuesta retenerse. Espero que no te haya importado. Claro que tú tampoco las has tenido quietas. Me has dejado las tetas bien sobadas”.

Diciendo esto ya habíamos entrado en el gimnasio y ella empezó a hacer pectorales en una máquina mientras yo me la miraba.


-“No te las he tocado a penas”.

-“Cierto. Pensaba que te aprovecharías más de la situación”.

-“Me daba reparo”.

-“No seas tonto. Si me gusta que me las toques. Y ahora me las estoy poniendo más duras haciendo pesas. Mira, mira como trabajan los pectorales…”
-“Mujer. Eso no se ve”
-“Pues toca”

Debo reconocer que me dio mucho apuro. No podía resistirme, pero la situación era demasiado violenta. Así sin más, comprobar como trabajaban los pectorales…me pareció muy…no se, violento, no hay más.


-“¡Va! Toca.

Esas palabras no se si me asustaron o me animaron, pero empecé a magrearle las tetas por encima del bañador. Supongo que en ese momento mi cara era la de un completo idiota, pero que me quiten lo bailao.

Quise quitar ropa de por medio, pero no me atreví. Con mucha suerte conseguí encontrar el valor para meter una mano dentro del sujetador y pellizcarle suavemente un pezón.

Justo entonces oímos unas carcajadas desde la puerta. Eran mi hermana y Nuria que lo habían visto todo.


-“Mira que cara de tonto pone mi hermanito”.

-“Pues anda que mi hermanita”.

Yo no me atreví a decir nada pero Sonia replicó.


-“No riáis estúpidas”.

-“No te enfades. Solo nos hemos divertido un poco. Habíamos comentado entre nosotras dos que quizás rompíais el pacto y ya no erais vírgenes, pero viendo vuestras caras estamos seguras que sí”.

Lógicamente volvieron a reír i continuaron con las bromas.


-“Hemos pensado que podrías solucionar ese problema juntos. Y nosotras podríamos verlo. Sería realmente divertido ver esas caras durante un polvo entero”.

Y venga risas y más risas. No pude evitar ponerme de pie en plan gallito.


-“No te pongas así tete. Vete a duchar a tu habitación. Nosotras nos ducharemos en el vestuario del gimnasio. Así aprovechamos para hablar”.

Al menos Sonia se quedó tan chafada como yo y me limité a salir calladito del gimnasio, con el rabo entre las piernas.

No había acabado de subir las escaleras cuando pensé que eso no podía quedar así y di media vuelta para dejar algunas cosas claras y hacerme el cabreado. Pero al entrar de nuevo en el gimnasio ya no estaban. Se habían metido en las duchas de donde venían un montón de risas. Pensé que estarían acribillando a la pobre Sonia y me acerqué a escuchar.

Las duchas del vestuario eran grandes. Cabían tranquilamente cinco personas en la “comunitaria” y a parte había una individual que casi nunca se usa.

Los bikinis estaban tirados por el suelo del gimnasio lo que inconscientemente ya me puso cachondo. Pero intenté no desconcentrarme para mostrarme cabreado e impresionar a Sonia.

La sorpresa fue que cuando me acerqué oí que Sonia también reía. No quise mirar pero no puede evitar escuchar de lo que hablaban:


-“Hermanita, lo has hecho muy bien. Lo tienes loquito”.

-“Me ha costado lo mío. La zorra esa de la Anna también le ha echado el ojo”.

-“¿Estás segura? ¿A mi hermano?”
-Te lo aseguro. Esa también se lo quiere tirar”.

-“Joder con mi hermanito”.

-“Tu tranquila hermanita. Arnau es tuyo. Nosotras te ayudaremos”.

-“Gracias”.

-“Recuerda que nos tienes que dejar mirar cuando mi hermano te desvirgue”.

-“Soys…”.

-“Era el trato”.

-“Lo se, lo se”.

Diría que me ofendió esa conversación, pero no fue así. Me alegró. Si bien es cierto, decidí ponerles las cosas algo difícil y jugar con ellas.

Ya me iba cuando recordé que ni siquiera había echado un vistazo a sus cuerpos bajo la ducha y ya no pude pensar en otra cosa ni resistirme a la tentación. Me frenó un poco saber que mi hermana también estaba bajo el agua, pero que demonios…

Me acerqué sigilosamente a la puerta entreabierta y observé un momento. Me quedé boquiabierto. Las dos hermanitas estaban enjabonando a mi hermana, si se puede decir así. Más bien le estaban metiendo mano por todos lados. Fue una sensación increíble ver ese par de hembras desnudas masajearle las tetas a mi hermana mientras seguían hablando con toda naturalidad.

Estaban realmente buenas. Me fijé en Sonia y en sus pechos. Eran los más pequeños, no con mucha diferencia con los de su hermana. Pero me obsesionaba saber que minutos antes habían estado entre mis manos.

Luego me fijé en su mata. Era la única que la llevaba completamente depilada y me dio mucho morbo. Nunca había visto a ninguna mujer desnuda en carne y hueso y volvía a estar medio embobado.

Podría jurar aún hoy que esa es la imagen más espectacular que he visto. Ver el agua recorre sus cuerpos fue increíble, pero que se manosearan la una a la otra me descolocó.
Recuerdo estar observando la mata recortadita de Nuria cuando mi hermana pegó un jadeo. Miré a mi hermana y la pequeña y no tan inocente Sonia tenía su mano jugueteando en la concha de mi hermana. Pude observar como un dedo jugueteaba e intentaba entrar.

Mi hermana no se hizo de rogar. Se abrió ligeramente de piernas y el dedo hizo el resto.

Yo por mi parte no pude ver más, dejé a mi hermana con Nuria mordisqueándole un pezón y Sonia con una mano jugueteando por sus partes más íntimas.

Al salir al jardín vi que todo el mundo seguía reunido alrededor de la mesa, así que sin decir nada y con la mente aún turbia subí a mi habitación a pegarme una ducha y porqué no decirlo, una severa paja.

Estaba yo ya en la ducha jugando con mi hermanito a eso de subir y bajar pieles cuando de repente se corrió la cortina. La verdad es que no supe reaccionar, pero al salir del trance momentáneo vi que no era el único desnudo del baño. Anna había decidido hacerme una visita y no sabéis como me alegró.

La miré detenidamente. Estaba completamente desnuda. Intentaré describirla hasta donde pueda por difícil que resulte.

Tenía los pechos grandes, más que mi hermana y en absoluto caídos. Tampoco diría que enormes. Simplemente unos pechos como dios manda. Debo reconocer que quizás son los mejores que he visto sin operar.

Tenía los pezones doraditos y ya mostraban que tenían ganas de guerra. Eran del tamaño justo y estaban en el sitio idóneo.

En cuanto a lo de más abajo…recortadito. Con algo de pelo pero no mucho, lo justo para no poder decir que está depilado. Supongo que esperaba algún gesto de aprobación por mi parte así que se dio la vuelta y me mostró su perfecto culo.

Estaba en el paraíso. Se volvió a girar y me miró. Inconscientemente solté un soplido que ella entendió perfectamente y mientras entraba en la bañera me dijo:


-“Gracias, me alegro que te guste”.

Yo no dije nada. Estaba allí mirándola como un tonto cuando se vio obligada a decir:


-“¿Continuo yo?”

No sabía a que se refería. Me miré a mi mismo y me di cuenta que había estado todo el rato con la polla en la mano. Inconscientemente la solté y en menos de cinco segundos ya la había agarrado con sus manos y las movía mientras me la apretaba.

Me hubiese conformado con eso, la verdad, auque lógicamente ella no. Se la estuvo mirando un rato mientras yo me moría de placer. Mirándome a los ojos le dio un beso en la puntita y sentí como si una bocanada de sangre me llegase a la polla y duplicase su tamaño. Ella se dio cuenta que me había gustado lo del besito y repitió.

Ya no tuvo el mismo efecto y lejos de decepcionarla lo que hizo fue animarla a meterse a mi hermanito entero en su boca. La imagen era increíble y realmente excitante. Empezó a darme una gran mamada y tarde realmente poco en correrme.

Supongo que por mi inexperiencia no la avisé y casi se me atraganta.


-“Deberías haber avisado”.

-“Perdona ¿porqué?”
-“No soy una maldita actriz porno. No me gusta tragarme la leche de nadie”.

-“Perdona. Yo…”.

-“Tranquilo rey. La próxima vez aguantarás más y nos lo pasaremos mejor”.

-“Lo siento”.

-“No pasa nada. Vamos a limpiarnos”.

Diciéndome esto me dio un beso en la boca y el sabor fue asqueroso. Sabía que era el sabor de mi propia leche, pero era asqueroso de todos modos.


-“Verdad que es asqueroso”-dijo al darse cuenta de mi cara-“pues no me lo vuelvas a hacer tragar a mi”- y continuó riéndose.

Me dio una esponja y se giró para que le frotara la espalda. Lógicamente accedí, aunque no me limité a eso. Una vez le limpié la espalda empecé a frotarle todo el cuerpo. Primero el culo, aunque reconozco que me entretuve poco en esas labores y pasé a sus pechos.

No eran tan duros como los de Sonia, pero eran bastante mayores y me encantaba sentir su peso sobre mis manos. Pude ver que ella cerraba los ojos y se dejaba hacer, así que continué a lo mío.

Lentamente fui recorriendo su vientre. Estaba duro, y al acariciarlo noté los abdominales bajo su piel lo que me mostró que no su cuerpo no era fruto solo de no tener hijos, sino de horas y horas de gimnasio.

Y por fin llegué a su conchita. Al principio solo me limité a pasear mi mano por encima y a notar en la palma todas las formas y volúmenes. Era de esperar que no tardaría en ponerme a marcar la una y así fue. Ella notó como mi hermanito completamente duro se recostó entre sus nalgas, sonrió pícaramente y me dijo:


-“No podía tardar en resucitar”.

Se dio media vuelta y puso un pie sobre el mármol de al lado de la bañera mostrándome su coño en todo su esplendor.


-“Todo tuyo”.

Yo estaba muy nervioso y no sabía exactamente que hacer. Por un lado quería degustarlo, probarlo. Pero por otro solo pensaba en clavarla de una vez. Supongo que seguí mis instintos me acerqué y con mucha torpeza conseguí meterla.

La sensación de estar ahí metido por primera vez ha sido una de las más intensas de mi vida. No solo el hecho de clavarla. Esa sensación de calor…, tener toda mi polla envuelta y notar que está apretada… fue increíble.

Al principio ni siquiera logré moverme. Luego, supongo que harta de esperar, empezó a moverse ligeramente. Simplemente movía su culito adelante y atrás mientras yo me abrazaba a ella incrédulo y atónito.

Una especie de corriente me atravesó el cuerpo y di como una sacudida. Supongo que ella notó que me corría y me dijo a la oreja muy bajito:


-“Córrete dentro. Tomo pastillas. Me gustará sentir el calor de tu leche dentro de mi”.

Y eso hice, simplemente deje que fluyera. Ha sido el polvo más corto de mi vida pero es quizás el que recuerdo con más detalle.

Después nos duchamos deprisa para que nadie nos echara en falta y nos fuimos al jardín. Claro que ella bajó primero, yo tuve quedarme en mi habitación repasando en mi cabeza todo lo que me había sucedido aquel día. No solo mi desvirgación, sino también lo visto en el lavabo o los jueguecitos con Sonia.

Demasiado para un solo día.

Cuando bajé al jardín bien vestidito, con mis tejanos y mi camisa recién planchada desperté un murmullo de cachondeo.


-“Guapo”-Exclamó mi madre provocando las consecuentes risas.

A la que alguien se viste un poco bien parece que tenga que tener algún motivo. Pero este no existía solo iba a ver a un par de colegas en Mataró, la ciudad de al lado, que aún eran las siete de la tarde y quedaba mucho por delante. Lo malo es que como buen anfitrión se esperaba de mi que no fuese el primero en abandonar la reunión y tenía que esperar a que la gente se empezase a ir, aunque observando el estado de embriagadez de algunos y que quedaba ginebra y güisqui para un rato pensé que quizás tardaría más de lo deseado para ir a explicar lo sucedido a mi amigo Carlos.

No vamos a entrar a discutir la necesidad que tiene cualquier hombre de hacer pública la más mínima aventurilla sexual que le ocurre. Es una necesidad como cualquier otra conocida seguro por todas las mujeres.

Observé que todo el mundo se había puesto algo más de ropa y que las tres señoritas que me habían dado un grandísimo espectáculo en la ducha se habían arreglado como si fuesen de ligoteo. Muy sutilmente, pero se habían pasado un buen rato peinándose y la ropa que llevaban no era la primera que les había salido del armario.

Me detuve también a mirar un momento a Anna y se que no fui el único que se percató de la mirada pícara y el guiño que me dedicó con toda la picaría del mundo. Aún no se si quería ponerme nervioso o dar celos a la pobre Sonia. Fuera lo que fuese, consiguió ambas.

Por suerte o por desgracia las mujeres tienen un alto sentido de competitividad y Sonia no tardó en contraatacar:


-“Sientate con nosotras Arnau”.

Mi hermana, Sonia y Nuria estaban algo apartadas de los “mayores” en una mesa redonda jugando una partida al “trivial”. Cualquier cosa es buena mientras esperas, y supongo que ellas me esperaban a mí para continuar con su jueguecito del cual, por suerte, yo ya sabía lo más importante.
Como era de esperar hice caso y me senté en una silla que parecía llevar mi nombre escrito, entre las dos hermanas y enfrente de la mía.

Al principio no me sentía muy a gusto e iba dejando que ellas hiciesen sus bromas y que riesen a gusto, pero pronto me sentí suficientemente bien entre ellas como para seguirles la corriente.


-“Bueno, ya llevas cinco minutos aquí sentado, ¿vas a jugar o no? ¿o tienes tanto miedo como le tocas las tetas a mi hermana?-lógicamente seguido de risas de Nuria y de mi hermana. Supongo que Sonia no acababa de encontrarlo gracioso.


-“La cara de tonto que está poniendo mi hermanito me recuerda a algo…ah, sí, ya se”- y más risas.

-“En fin, si quieres jugar te toca. ¿O eras tu quien tocaba?”

Supongo que podría seguir así un bueno rato si no fuese por la cara de Sonia. Debía defendernos. Este tipo de conversaciones las mantengo a diario con los colegas, pero con mi hermana y unas amigas no lo podía permitir.


-“No te quedes pasmado. No otra vez”
-“¿Como te quedas tu con tus amigas?”

Supongo que mi hermana se sorprendió. No se si por atreverme a responder o porqué empezaba a pensar que yo sabía que le iba un poco de todo. Lo cierto es que se quedó helada y como Nuria pareció no enterarse siguió con las bromas.


-“Vamos a seguir jugando”.

-“Venga va, dejémonos de bromas y continuemos”
-“A ver si acabamos la partida”-continuó mi hermana, más por ganas de cortar el tema que de jugar.

Sonia pareció aliviada al ver que íbamos a jugar por fin, pero su hermana necesitaba continuar con las coñas:


-“Bueno, y si no acabamos…tu hermano está acostumbrado a dejar las cosas a medias”

Como fue la única que se rió entendió que algo no iba bien, así que simplemente se calló y continuamos la partida.

Mi hermana estaba visiblemente nerviosa y ni siquiera sabía como continuar la partida. Llevábamos una hora dando vueltas por el tablero inútilmente cuando medio mosqueada dijo, casi nos ordenó:


-“Vamos a cenar a Mataró nosotros cuatro. Estaremos más tranquilos”.

Como ninguno de los cuatro parecía estar disfrutando de la situación, todos aceptamos de buen grato. Yo hubiese preferido ir a ver a Carlos pero al fin y al cabo iba a ser la envidia de todos los hombres que me encontrase. Además, me apetecía estar con Sonia un rato, y a lo mejor podría conseguir que ese rato fuese a solas.

Nos despedimos con un simple adiós, gritando que cenaríamos en Mataró y uno de los padres (no sabría decir quien) se limitó a decirle a mi hermana que condujese con cuidado. Al fin y al cabo era bastante novata en eso de conducir.

Yo me senté detrás con Sonia. Al montarse en un coche se siguen una especie de normas muy extrañas. En principio los mayores se sientan delante. Eso cambia si por ejemplo en el coche van dos matrimonios, en ese caso lo normal es que los dos hombres vayan delante. Alguien debería resumir un poco todas las situaciones en las que debes sentarte detrás, excluyendo claro está en las que conduces.

Solo salir del garaje miré a Sonia y le hice un pequeño gesto preguntándole que pasaba, a ver que soltaba. Ella se limitó a mover la cabeza hacia delante, queriéndome hacer creer que toda la culpa era de nuestras respectivas hermanas.

Supongo que en el fondo así era. Ella se limitaba a dejarse llevar pero yo tenía clarísimo que sabía de qué iba el juego. No me importaba en absoluto, pero me molestaba que me perdiesen el respeto de ese modo.

Puesto que todos nos habíamos sentido incómodos en cierto grado por la situación ante el tablero del trivial ninguno articulo palabra durante el trayecto. Quizás sería exagerado decir que mi hermana me asustaba estando callada tanto rato. Posiblemente estaba concentrada en la carretera, pero estoy completamente seguro que durante el viaje maquinó algún jueguecito de los suyos para traernos a todos de cabeza.

Hubo otra cosa que me resultó molesta durante el viaje. Yo tenía la mano apoyada en el asiento entre yo y Sonia y sin aviso previo me la cogió suavemente. Como acto reflejo la miré y estaba tan tranquila, observando los árboles pasar por la ventan. En principio debería ser algo tierno que te cojan la mano pero me puso muy nervioso. No se que esperaba de mi. En realidad, ahora si lo se.

Llegamos al restaurante y seguíamos sin articular palabra mientras leíamos detenidamente la carta. Yo estaba sentado de nuevo al lado de Sonia y lo que es peor, empezaba a gustarme estar a su lado y me tranquilizaba aunque me daba unas ganas terribles de hablar que no vencían el miedo de romper el silencio.

Por suerte tuvimos que pedir. El silencio estaba roto y a mi hermana no le importó seguir hablando en un tono muy serio. Por suerte éramos grandes amigos los cuatro y ya habíamos mantenido conversaciones muy íntimas y serias:


-“Muy bien, ya somos mayorcitos. Hemos hablado muchas veces sin tapujos, así que volvámoslo a hacer. ¿Qué sabes?”
-“¿Qué se de que?”
-“Ya sabes de que hablo. ¿Que es eso de cómo “me quedo con mis amigas”?”
-“Primero de todo te pido perdón, yo soy algo más educado que vosotras…”
-“Perdona”-me interrumpieron las tres.

-“Se, y no me preguntes como que te va un poco de todo”.

-“Mierda. ¿Cómo coño sabes eso?”
-“No te enfades. No se lo diré a nadie”.

-“¿Como lo puedes saber? Solo lo se yo, Nuria y…”-Sonia, llorosa le pegó una patadita por debajo de la mesa temiendo ser descubierta ante mi en ese momento en que las cosas le empezaban a salir bien”-y una amiga que no viene al cuento”.

-“Así que deduzco que estáis liadas, je, je, je. Tiene su gracia”
-“¿Como deduces eso?”
-“No hace falta ser un genio. Si lo sabéis vosotras dos, tendréis que estarlo, ¿sino quien?”.

Se callaron porque pensaron que las había pillado y me contesté a mi mismo.


-“Pues con la amiga que no viene al cuento”.

Nos reímos todos y dimos por sentado que ellas estaban liadas. A partir de ese día creo Sonia no jugó más con ellas y según ellas se convirtieron en una pareja más o menos estable. Lo sorprendente es que ellas iban teniendo sus novietes aunque con la seguridad de tener siempre alguien esperándote.


-“Bueno, ya que nos has pillado en esto continuaremos hablando hermanito”.

Sonia se agarró a mi mano muy fuertemente. Al mirarla pude ver que estaba a punto de llorar y me supo realmente mal.


-“Nosotras teníamos un plan”-nueva patadita de Sonia-“Me refiero Nuria y yo, en el cuál tu acabas en la cama con Sonia”.

Sonia no pudo más y empezó a hablar casi chillando. Se sintió amenazada. En ese momento me di cuenta que quizás se había enamorado de mi sin tenerlo previsto y no podía permitir que se le fuese de las manos.


-“Cállate ya. No te vas a meter en mi vida privada. Olvida todos tus planes. Cállate”.

Diciendo esto me dio un beso… el mejor que había vivido hasta entonces, y creo que hasta ahora. Por su parte mi hermana se decepcionó un poco. Entendió que no le dejaría ver como la desvirgaban.

Lo que con el tiempo he logrado entender es que todo empezó como un juego. Sonia se dejó llevar por las otras dos y acabó enamorada.

Si tengo que ser sincero diré que me sentía algo acorralado. Yo no había hecho nada para provocar esta situación. Sonia estaba muy buena, pero no sentía nada especial por ella. Por supuesto que quería tirármela, pero me sentaría muy mal romperle el corazón.

Esa noche la terminé como pude. Nos dimos unos cuantos besos mientras mi hermana y Nuria nos miraban embobadas, contentas, orgullosas y felices de creernos completamente enamorados.

Decidí no llamarla en unos días esperando que se olvidase de mí y no tuviese que romperle el corazón. Que equivocado estaba. “Pa” tozudas las mujeres.

El lunes llegó por fin. Digo por fin porque yo estaba de vacaciones, que si no otro gallo cantaría. Y yo solo podía pensar en evitar a Sonia y en volver a ver a Anna y intentar cepillármela otra vez, aunque tenía la impresión que sería de nuevo ella quien se me cepillase a mi.

Por suerte me llamó ella. Yo no me hubiese atrevido nunca. Lo que primero me estaño fue que tuviese mi número del móvil pero ni mucho menos me entretuve en pensar en esa tontería. La conversación fue realmente corta:


-“Hola Arnau. Mi marido está de viaje. Ya sabes donde vivo. Móntatelo para dormir esta noche en mi casa”
-“Eee…vale”
-“Adeu”

Y colgó sin más. Fue increíble, me dejó helado. Por suerte tenía una forma perfecta para pasar la noche fuera. Llamé a Carlos.


-“Carlos…”
-“Si dime Arny”- sabía que odiaba que me llamasen así.

-“Te necesito de coartada”.

-“Hecho. ¿Qué pasa?”
-“Tengo plan tío. Ya te lo explicaré más a fondo. El viernes voy a tu casa echamos unas plays y lo hablamos”.

-“OK”
-“Adeu”
-“Adeu”

El tema estaba solucionado. Solo tenía que decir en casa que me quedaría a dormir en casa de Carlos y punto, mis padres estaban acostumbrados.

Era de esperar que mis padres aceptasen que yo pasase la noche en casa de Carlos. Lo había hecho desde pequeño con cualquier excusa. Bien porque teníamos que estudiar toda la noche o simplemente para pasarla jugando al ordenador o a la consola de turno.

También me iba bien cuando salíamos de marcheta y así no tenía que coger la moto medio borracho a las seis de la mañana.

Mi madre se extrañó de que me perifollara tanto para ir a casa de Carlos. Creo que se pensó que había quedado con Sonia y simplemente me sonrió maliciosamente. Estaba algo equivocada y no me gustó nada que otra mujer estuviese pendiente de que yo me liara con Sonia. Esto había llegado a ser un complot.

No me rompí mucho la cabeza con eso. No podría ser muy difícil evitar a Sonia y desde luego que en ese momento había cosas más importantes que hacer.

No tenía la más mínima idea de a que hora se suponía que tenía que llegar, y mucho menos si tenía que aparecer con algo, del palo una botella de cava o de vino.

Pensé largo y tendido sobre eso. En principio hubiese quedado mal no aparecer con una botella a la casa de una dama, pero me daba muchísima vergüenza pasearme con una botella por aquel barrio de gente rica o encontrarme a alguien en el ascensor y que me viese bajar en el quinto piso con una botella de cava con un lacito rojo.

Por alguna razón comprendí que lo importante era quedar bien con quien me tenía que dar una noche de placer y le robé una botellita de cava a mi santo padre. Al fin y al cabo tenía muchas y según él, lo que hay en casa es de todos.

A las siete de la tarde aparecí ante la puerta de Anna muy nervioso todo lo bien vestido y perfumado que pude.

Al llamar abrió la puerta con un camisón de seda blanco de tirantes y el pelo recogido diciendo tonterías:


-“Perdona que esté con este aspecto, estaba a punto de darme una ducha. Pero entra, entra y siéntate”.

No pude más que articular un simple “hola” y me senté en un sofá de la sala de estar. “Con este aspecto”, ¿Qué coño quería decir con eso? Por lo que a mi respecta esta para comérsela, con ese mini-camisón que le tapaba poco y dejaba entrever todo el resto. ¡Mujeres!


-“Sírvete algo”-Me gritó desde el lavabo.

Yo no me encontraba muy a gusto ahí sentado solo. Así que me levanté con la intención de tomarme algo, y no se como se me ocurrió ir al baño a ver como se duchaba. No creí en ningún momento que le fuese a importar.

No tenía ni idea en que baño estaría, pero oía perfectamente el agua correr, así que seguí al ruido y me encontré con un baño con la puerta abierta y un pedazo de mujer dándose una ducha sin correr la cortina.

Me quedé un momento observando el espectáculo. Se enjabonaba cuidadosamente. Dándose unas caricias lentas y suaves. Al principio se manoseaba las tetas, luego empezó a acariciarse el pepote.

En todo momento tenía los ojos cerrados y estoy seguro que estaba disfrutando del baño como nunca.

Ver el jabón resbalar por sus grandes pechos hasta llegar a los pezones, duros por el efecto de sus propias caricias para desprenderse hasta el suelo hizo que mi desacostrumbado hermanito se puniese del palo reloj de sol.

Supongo que yo me encontraba en un estado similar al suyo, algo más pasivo quizás, pero igualmente ausente, concentrado en lo mismo, hasta que me despertó:


-“¿Qué coño haces?”
-“Yo…”
-“Sal de aquí”

Debo reconocer, para no faltar a la verdad, que yo ya me veía a mi mismo echando otro polvote bajo la ducha, y cómo esos no eran sus planes no me quedó más remedio que ahogar mis ganas en un cubata que yo mismo me preparé. Me sentía algo defraudado. Había salido de casa como un triunfador y estaba solo bebiéndome un cubata después de ser rechazado…, las cosas no iban por donde debían.

No lograba entender que le había pasado. Ya la había visto desnuda e incluso me la había tirado en un escenario muy parecido a ese. ¿A que venía ese repentino cabreo? De nuevo solo puedo decir una cosas, ¡Mujeres!

Solo tardó media hora en aparecer (nótese que lo escribo con cara irónica). Yo me había repasado la colección de música entera de su marido, de la que solo se podía aprovechar algún CD del grandísimo Bruce, me había metido tres cubatas entre pecho y espalda y porqué no decirlo, empezaba a mantener un serio debate con la gravedad.

Pero valió la pena, madre mía si valió la pena. Apareció como una diablesa. Peinada y maquillada de gala y vestida…, madre mía. Se había puesto unas braguitas rojas a juego con el corsé, y las medias. Por encima de eso llevaba un camisón de gasa que parecía flotar en el aire.


-“No debes invadir la intimidad de una mujer”.

¿Como coño me daba otro sermoncito? Me daba igual lo sucedido antes. Al ataque mis soldados. Como dice un amigo, “en tiempo de guerra un agujero es una trinchera” y por Dios que estamos en guerra.


-“Has entendido”-supongo que esperaba alguna respuesta por la pseudo-bronca que me acababa de llevar.

-“¿Eh? Sí, claro, claro”- balbuceé algo parecido a eso, no estoy muy seguro.

Lo que si recuerdo fue que me cogió de una mano y tiró de ella para llevarme a su cuarto. Repasé su cuerpo enterito. Las braguitas eran un tanga espectacular. No eran solo un hilito por detrás, tapaban algo menos de medio culo. ¡Y que culo! Increíble de nuevo, morenito, respingón…, perfecto. La tela de la bata se le pegaba al terminar cada paso mostrando al detalle todas y cada una de las perfectas formas de las que hacía gala y despertando en mi cierto sentimiento de envidia, pero sobre todo de admiración.

Al llegar a su habitación me pegó un empujón y caí en la cama, me tumbé como es debido y con la cabeza levantada me quedé mirándola fijamente. Dejó resbalar la bata de gasa roja por su espalda hacia el suelo y levantó las manos, como mostrándome el producto.

Sin bajar los brazos dio una vuelta sobre ella misma y al terminarla me hizo un gesto como pidiendo mi opinión. Alguno hubiese sido más explicito, pero no más sincero. Simplemente dejé caer la cabeza y entre dientes se me escapó:


-“Joder”.

Supongo que se lo tomó como un piropo y me dijo:


-“Gracias. Te has ganado un premio. Déjate hacer”.

Diciendo esto me cerró los ojos con una mano mientras con la otra empezaba a manosearme el paquete.

Me dio un largo y profundo beso. No lo creía necesario, no era amor lo que nos había llevado hasta ahí, pero la suma de los masajes y el beso era realmente placentera. No estaba yo en las labores de quejarme.

Me desabrocho el pantalón, me quitó los zapatos y en un momento estaba desnudo. A cuatro patas sobre la cama, agarró lo que ese día era mi herramienta de trabajo y empezó con el duro trabajo de subir y bajar pieles.

Iba cambiando la velocidad, e incluso paraba, sin apartar las manos, para darme besitos en la punta. Me acariciaba la bolsa, las piernas y el torso.

En ese momento yo solo notaba caricias por todo el cuerpo sin que llegase a poder concentrarme en donde las recibía.

No llevaba mucho tiempo con eso cuando empezó a lamerme el glande como di de un helado se tratase. En ningún momento abrí los ojos ni intenté interactuar con ella. Estaba dispuesto a disfrutar de la primera gran mamada de mi vida.

Mi ya nombrado hermanito se sumergió en su boca hasta la garganta para volver a salir a tomar aire en un momento. A partir de ahí todo fue arte. Entraba y salía de su boca lentamente sin que dejase de hacerme caricias.

Quise avisarla, pero ella fue más rápida, se apartó y continuó haciéndome una paja a una velocidad de vértigo y en unos segundos…, no hace falta que diga lo que pasó. ¡Uhfffff! ¡Que corrida! Me quedé con cara de tonto mirando al techo.

Era un enorme espejo. Me gustó verme tumbado, desnudo y con mi hermano vencido. Vi como ella se quitaba el sujetador al lado de la cama y como se ponía encima mío a cuatro patas mirándome a los ojos.

Me dio otro beso y empezó a restregar sus pezones contra mi moviendo sutilmente la espalda. No pude resistirme y metí una mano por debajo del tanga para tocar su caliente y húmedo conejito.


-“Tu…, eso, está fuera de combate, al menos por el momento”
-“Yo…”-intenté interrumpirla.

-“Tranquilo, es lo que yo he buscado. Lo que quiero es que me devuelvas el favor.”.

-“¿Cómo?”
-“Hombre, no es que no me gusten las caricias con las que me estas propinando debajo de mis braguitas, pero estoy segura que te apañarás mejor con la lengua”.

Yo me quedé algo atónito. Supongo que me resultaba difícil mantener una conversación a ese nivel.

Se dejó caer a mi lado y mi mano salió inevitablemente de entre sus bragas. Instintivamente me puse de rodillas con sus piernas entre las mías para observar un momento el espectáculo.

Arqueó muchísimo la espalda, levantando el culo más de un palmo de la cama y me dijo:


-“Venga, fuera tanga”.

Lo agarré por las tiritas de tela de las cadera y tiré muy suavemente. Podría parecer que lo hacía con miedo, pero tenía muchas ganas de alargar cada momento y grabar en mi memoria cada uno de los pasos que dábamos en lo que seria nuestra gran noche.

Al ir quitándole el tanga fueron apareciendo lentamente pelos primero y después el fruto de todos mis deseos en aquel momento. En esa postura no podía quitárselo del todo y se lo dejé a la altura de los tobillos.


-“Espera”

Sacó los pies de entre mis rodillas, lanzó el tanga al suelo de una patada al aire y se abrió por completo de piernas con una flexibilidad asombrosa.


-“Te toca”- dijo muy melosa y con voz juguetona.

Acerqué mi cara a su mata recortadita. Empecé a acariciarla y a darle algunos lametazos con cierta torpeza. Entré un dedo lentamente y noté, por una especie de escalofrío que eso lo gustó.

En cierto momento me dio por lamerle un bultito, ya sabemos todos lo que era, y me agarró la cabeza. Supuse que no quería que dejase esas labores, así que me entretuve en eso y en seguir con mi movimiento de dedos en su interior.

El sabor era indescriptible, algo extraño al principio, pero realmente gustoso después. A ella también acabó gustándole. Lo deduje porqué arqueando de nuevo toda la espalda abrazó mi cuello con sus piernas.

Eso me obligó a quitar la manos de ahí, pero intensificó el trabajo que ella le interesaba. A ratos eran lametazos, a ratos eran más bien succiones. Fuera lo que fuese se lo estaba pasando realmente bien.

Estaba acariciándole culo cuando se me paso por la cabeza pasarle un dedo por toda la raja. Se estremeció y le vinieron una especie de convulsiones. Arqueó más la espalda si cabe (con lo que casi me tira de la cama) y se dejó caer rendida.

Me había dejado toda la boca y parte del cuello chorreando, lo que empezaba a mojarme también el tórax, y se me ocurrió una idea.

Me puse sobre ella y le di un largo beso, esperando que ella me rechazase por el asco de sus fluidos, como me pasó a mí el día antes. Pero no me rechazó. Al contrario, lo alargó y en ciertos momentos parecía buscar en mi boca sus propios restos.

Admito que ese comportamiento ocasionó ciertas paranoias en mi joven cabecita. No quería mis fluidos pero degustaba los suyos como si fuese un caramelo. En fin, ¡Mujeres!


-“¿Sabes que vamos a hacer antes de continuar?”
-“Pues no, pero seguro que me parecerá bien”.

-“Nos vamos a dar un baño los dos. Estamos empapados. Además, aprovecharemos para jugar en el yacusi que a comprado mi marido”.

Volvió a reír pícaramente mientras se levantaba y salía corriendo de la habitación ofreciéndome un espectáculo tremendo. Fue como la visión de una Venus. Desnuda, corriendo hacia la puerta, con todas sus carnes moviéndose libremente.

Yo estaba algo estupefacto y no me había movido aún cuando ella volvió a la habitación. Se quedó en la puerta, con las manos apoyadas en la cintura y riendo me dijo, medio suplicando:


-“Vamos…”

Me le

6 comentarios - Joven descubre placeres por una amiga de sus padres (1)

rosal1
Xd, que relato tan caliente. El bulto se me hincho. Voy a leer la segunda parte. Gracias amigo. 😃
bustamente
Excelente relato mi amigo! Impecable en detalles y descripcion de las situaciones! Tuve historias similares pero jamas como la tuya!