De ser un inocente amante a ser un corrupto total solo hay un paso; lo comprendí muy rápidamente cuando mis días y noches se convirtieron en una sucesión de encuentros y búsquedas de placeres sensuales, de lujuria y de morbo.
Chiquita continuaba siendo objeto de mi placer; nada que pudiera darme quedaba ajeno a la más desenfrenada lujuria. Ya fuera en el galpón, las caballerizas, la cama, me obsequiaba con cada orificio húmedo de su anatomía.
Por el contrario, Lili, era la sumisa alumna a la que instruía en los goces del placer siguiendo las instrucciones de mí maestra; lentamente y con cautela Lili se entregaba a los placeres exigidos. Fueron necesarias varias tardes de sexo convencional y dulce para que me decidiera a dar el siguiente “paso”. Esa tarde habíamos continuado nuestras lecturas antes de calentarnos lo suficiente como para ir a la habitación; después de besarnos y arrancarnos las ropas terminamos desnudos sobre la cama en un intercambio muy excitante de caricias y besos. Mi dedo corazón descendió hasta acariciar su botoncito y mientras la besaba y miraba la veía retorcerse de placer. Me levanté suavemente sobre ella; besándola suavemente, lamiendo sus pechos y mordisqueando sus pezones; no me detuve ahí, lentamente fui descendiendo, deteniéndome unos instantes para lengüetear su ombligo y llegar al pleno centro de su humedad y placer.
Lili dio un brinco cuando sintió por primera vez una lengua acariciar sus partes más sensibles. Mi lengua recorría su cavidad de arriba hacia abajo llenándose de dulce y pegajosa humedad; mi boca llegó hasta su botoncito y lo atrapó entre sus labios, chupándolo suavemente hasta atraparlo entre los dientes y obligarlo erecto a extenderse y quedar expuesto a la lengua.
Una lengua enloquecida y juguetona acarició ese clítoris duro de un lado a otro. Yo miraba a Lili buscando los resultados de mi esforzada labor; me sentí recompensado al verla llevarse la mano al vientre, que respingaba y saltaba enloquecido por el placer.
No sé cuanto duro mi juego, pero lo cierto es que sus jugos manaban como manantial; su cuerpo se retorcía; mis dos dedos penetraron en su vagina mientras la comía, hasta que finalmente su cabeza se sacudió de un lado a otro espasmódicamente, se apoderó de la almohada y tapó su cara para ahogar los gritos y quejidos guturales que salían de su garganta.
Me recosté a su lado viéndola semi desmayada y la dejé reposar esperando su reacción. Esta no tardó en llegar; sin darme aviso, su complaciente cabeza y boca comenzaron a bajar besando desde mi pecho hasta mi ingle, algo que siempre me provocó cosquillas y convulsiones. Finalmente llego a mi pene y se lo tragó como quien sorbe una manguera, sedienta en el desierto. Como eso no me producía ningún placer, aparte de verla atragantarse y hacer arcadas; me dediqué a enseñarle que partes lamer, chupar, mordisquear, etc. Al poco rato hacia maravillas; mi pene estaba hinchado y enardecido por sus atenciones. Cada vez más se sonrojaba, gordo, por las caricias y la perfección de su lengua. Hasta que finalmente no pude soportar más y derramé toda mi leche en su boca. Lili se lo tragó todo. Tirando del prepucio, la cabeza quedó al descubierto y facilitó la emisión de cada chorro que inundaba su garganta. Sentir su boquita abierta, tragando todo mi semen me daba enorme placer.
Todo invitaba al reposo y el sueño, pero yo era un pendejo cachondo y Lili era una mujer lujuriosa en ciernes; abrazado a su espalda, en cómoda “cucharita” sentía mi pene extenderse a lo largo del canal de sus nalgas. Besos en la nuca, caricias en sus pechos y vientre, rindieron los efectos deseados: Lili comenzaba a excitarse y encenderse de nuevo.
El pene se frotaba a lo largo de las nalgas; Lili hacía intentos de alcanzarme con su boca y sus manos; mis brazos aprisionaban sus pechos y vientre. Finalmente el pene se abrió paso entre las nalgas hasta llegar a una vagina anegada de fluidos y penetró muy suavemente.
Los cuerpos se acoplaron en un delicioso y rítmico movimiento; la perfecta sincronización parecía fruto de años haciendo el amor y no la inspiración del momento. Lili giraba la cabeza y mi boca se encontraba con unos convulsos labios; solo hicieron falta unas cuantas y firmes embestidas para que su vagina estallara como granada madura nuevamente.
Los jadeos y el empuje de su cola me anunciaron el orgasmo; en ese momento aproveché la ocasión y retirando mi pene lo encaminé al delicioso orificio ente las nalgas; tan lubricado estaba que rápidamente la cabeza se afirmo y comenzó a introducirse en esa puerta virginal. Lili dio un respingo y sus manos aletearon como alas de gorríon; hizo un movimiento intentando escapar acompañado de gritos y protestas, pero estaba firmemente sujeta. El pene con su cabeza intrusa avanzó hasta quedar sumido en las entrañas de la chica.
Los quejidos y protestas continuaron, hasta que la mano bajó y comenzó a acariciar su dulce botoncito; poco a poco el ano se relajó y la cola se movía acompasadamente, no sé si por el gusto que le despertaba ser perforada por detrás o el placer que le provocaban mis dedos. Todo su interior se contraía y relajaba, produciendo el inefable placer de una mamada; el calor que se extendía a lo largo del pene acentuaba las ganas locas de llenarle el intestino de leche. Por fin, y perdido todo sentido de prudencia, la empujé hasta dejarla abajo; mi pelvis golpeaba salvajemente contra su cola, mientras mis manos estrujaban el pecho y continuaban estimulando su clítoris.
-Acabame por favor!!!
Fue el grito agónico que escuché antes de que surgiera un tremendo chorro de leche que me hizo doler los testículos.
Después de lavarme, me acosté junto a ella; el resto de la noche, hasta las primeras luces del alba, solo fueron abrazos y besitos.
Muy de mañana, Chiquita entró en mi cuarto y depositó una bandeja de desayuno en mi mesita de luz; algo raro considerando que yo jamás desayunaba en la cama.
-Mamá tenía cosas que hacer y me pidió que te preparara el desayuno y te cuidara.
Al darme vuelta vi mi “desayuno” completamente desnuda; sabiendo las ocupaciones de Lucía, se había desnudado por completo, con intenciones más que evidentes. Sin decir agua va comenzó a mamarme y llenarme de saliva el pene.
Cuando obtuvo lo que deseaba, un pene hinchado y enrojecido se levantó sobre mi y llevando una mano a su cola se acomodó adecuadamente; para mi sorpresa abrió la cola y empezó a empalarse solita en el culo. Ahora entendía el por qué de tanta saliva en el pene.
Chiquita se meneaba de un lado a otro mientras con sus dedos se hurgaba furiosamente la vagina.
-Este pedazo es mío. Se lo presto a mi hermana pero es mío. Para hacer lo que yo quiera
Sus propias ideas lujuriosas la encendían; su meneo se me antojaba a una furiosa cabalgata de un caballo a medio domar. Su angosto canal se abría y cerraba con cada rápida sacudida; el sudor le caía a raudales y me mojaba todo. La cama cimbraba y chiquita emitía sordos gruñidos mientras sus tetas se bamboleaban laxas y apetecibles.
Su hermoso culito me ordeñaba como a una vaca; parecía insensible a que le estrujara o mordiera los pechos, estaba totalmente enloquecida y me transmitía su paroxismo y desenfreno. Gritó una sarta de incoherencias, acompañadas de de sonidos más propios de una bestia salvaje que de una señorita decente; cuando se desplomó sobre mi emitía estertores y su ano se cerré violentamente provocándome una inmediata y abundante descarga.
Tardamos un buen rato en recuperarnos; traviesamente desayunamos desnudos en la cama mientras conversábamos.
-Y te lo comes todo que mamá me dijo que me asegurara que comieras que te ve flaco y demacrado!
Me dijo mientras sonreía de manera picarona y sugerente; mientras yo pensaba como no estar demacrado hacía dos semanas que lo único que hacía era coger mañana, tarde y noche con dos pedazos de hembra.
Chiquita me dijo, como al pasar, mientras masticaba una tostada:
-No te parece que ya es hora de que Lili se nos una a la fiesta?
-Eso de hacerme la dormida cuando sale en puntillas por la noche y quedarme sola sin mi premio no me hace gracia.
Ante el nivel de la propuesta y las ideas que bailaban en mi alborotada cabeza, sonaron los clarines del ejército de los andes o más bien el grito de las montoneras proclamando saqueo y destrucción.
Pero la prudencia, o el julepe, plantearon “ciertas reservas” de mi parte:
-Estás loca? No puedo ir y decirle Lili, que te parece si vos y yo nos encamamos con Chiquita?
-No te preocupes que conozco muy bien a mi hermana, solo es cuestión de tentarla de la manera adecuada. Si yo te contara algunas cosas que hacíamos de chicas!
Y con esa frase final urdimos una trampa de deliciosos resultados.
Continuará
Chiquita continuaba siendo objeto de mi placer; nada que pudiera darme quedaba ajeno a la más desenfrenada lujuria. Ya fuera en el galpón, las caballerizas, la cama, me obsequiaba con cada orificio húmedo de su anatomía.
Por el contrario, Lili, era la sumisa alumna a la que instruía en los goces del placer siguiendo las instrucciones de mí maestra; lentamente y con cautela Lili se entregaba a los placeres exigidos. Fueron necesarias varias tardes de sexo convencional y dulce para que me decidiera a dar el siguiente “paso”. Esa tarde habíamos continuado nuestras lecturas antes de calentarnos lo suficiente como para ir a la habitación; después de besarnos y arrancarnos las ropas terminamos desnudos sobre la cama en un intercambio muy excitante de caricias y besos. Mi dedo corazón descendió hasta acariciar su botoncito y mientras la besaba y miraba la veía retorcerse de placer. Me levanté suavemente sobre ella; besándola suavemente, lamiendo sus pechos y mordisqueando sus pezones; no me detuve ahí, lentamente fui descendiendo, deteniéndome unos instantes para lengüetear su ombligo y llegar al pleno centro de su humedad y placer.
Lili dio un brinco cuando sintió por primera vez una lengua acariciar sus partes más sensibles. Mi lengua recorría su cavidad de arriba hacia abajo llenándose de dulce y pegajosa humedad; mi boca llegó hasta su botoncito y lo atrapó entre sus labios, chupándolo suavemente hasta atraparlo entre los dientes y obligarlo erecto a extenderse y quedar expuesto a la lengua.
Una lengua enloquecida y juguetona acarició ese clítoris duro de un lado a otro. Yo miraba a Lili buscando los resultados de mi esforzada labor; me sentí recompensado al verla llevarse la mano al vientre, que respingaba y saltaba enloquecido por el placer.
No sé cuanto duro mi juego, pero lo cierto es que sus jugos manaban como manantial; su cuerpo se retorcía; mis dos dedos penetraron en su vagina mientras la comía, hasta que finalmente su cabeza se sacudió de un lado a otro espasmódicamente, se apoderó de la almohada y tapó su cara para ahogar los gritos y quejidos guturales que salían de su garganta.
Me recosté a su lado viéndola semi desmayada y la dejé reposar esperando su reacción. Esta no tardó en llegar; sin darme aviso, su complaciente cabeza y boca comenzaron a bajar besando desde mi pecho hasta mi ingle, algo que siempre me provocó cosquillas y convulsiones. Finalmente llego a mi pene y se lo tragó como quien sorbe una manguera, sedienta en el desierto. Como eso no me producía ningún placer, aparte de verla atragantarse y hacer arcadas; me dediqué a enseñarle que partes lamer, chupar, mordisquear, etc. Al poco rato hacia maravillas; mi pene estaba hinchado y enardecido por sus atenciones. Cada vez más se sonrojaba, gordo, por las caricias y la perfección de su lengua. Hasta que finalmente no pude soportar más y derramé toda mi leche en su boca. Lili se lo tragó todo. Tirando del prepucio, la cabeza quedó al descubierto y facilitó la emisión de cada chorro que inundaba su garganta. Sentir su boquita abierta, tragando todo mi semen me daba enorme placer.
Todo invitaba al reposo y el sueño, pero yo era un pendejo cachondo y Lili era una mujer lujuriosa en ciernes; abrazado a su espalda, en cómoda “cucharita” sentía mi pene extenderse a lo largo del canal de sus nalgas. Besos en la nuca, caricias en sus pechos y vientre, rindieron los efectos deseados: Lili comenzaba a excitarse y encenderse de nuevo.
El pene se frotaba a lo largo de las nalgas; Lili hacía intentos de alcanzarme con su boca y sus manos; mis brazos aprisionaban sus pechos y vientre. Finalmente el pene se abrió paso entre las nalgas hasta llegar a una vagina anegada de fluidos y penetró muy suavemente.
Los cuerpos se acoplaron en un delicioso y rítmico movimiento; la perfecta sincronización parecía fruto de años haciendo el amor y no la inspiración del momento. Lili giraba la cabeza y mi boca se encontraba con unos convulsos labios; solo hicieron falta unas cuantas y firmes embestidas para que su vagina estallara como granada madura nuevamente.
Los jadeos y el empuje de su cola me anunciaron el orgasmo; en ese momento aproveché la ocasión y retirando mi pene lo encaminé al delicioso orificio ente las nalgas; tan lubricado estaba que rápidamente la cabeza se afirmo y comenzó a introducirse en esa puerta virginal. Lili dio un respingo y sus manos aletearon como alas de gorríon; hizo un movimiento intentando escapar acompañado de gritos y protestas, pero estaba firmemente sujeta. El pene con su cabeza intrusa avanzó hasta quedar sumido en las entrañas de la chica.
Los quejidos y protestas continuaron, hasta que la mano bajó y comenzó a acariciar su dulce botoncito; poco a poco el ano se relajó y la cola se movía acompasadamente, no sé si por el gusto que le despertaba ser perforada por detrás o el placer que le provocaban mis dedos. Todo su interior se contraía y relajaba, produciendo el inefable placer de una mamada; el calor que se extendía a lo largo del pene acentuaba las ganas locas de llenarle el intestino de leche. Por fin, y perdido todo sentido de prudencia, la empujé hasta dejarla abajo; mi pelvis golpeaba salvajemente contra su cola, mientras mis manos estrujaban el pecho y continuaban estimulando su clítoris.
-Acabame por favor!!!
Fue el grito agónico que escuché antes de que surgiera un tremendo chorro de leche que me hizo doler los testículos.
Después de lavarme, me acosté junto a ella; el resto de la noche, hasta las primeras luces del alba, solo fueron abrazos y besitos.
Muy de mañana, Chiquita entró en mi cuarto y depositó una bandeja de desayuno en mi mesita de luz; algo raro considerando que yo jamás desayunaba en la cama.
-Mamá tenía cosas que hacer y me pidió que te preparara el desayuno y te cuidara.
Al darme vuelta vi mi “desayuno” completamente desnuda; sabiendo las ocupaciones de Lucía, se había desnudado por completo, con intenciones más que evidentes. Sin decir agua va comenzó a mamarme y llenarme de saliva el pene.
Cuando obtuvo lo que deseaba, un pene hinchado y enrojecido se levantó sobre mi y llevando una mano a su cola se acomodó adecuadamente; para mi sorpresa abrió la cola y empezó a empalarse solita en el culo. Ahora entendía el por qué de tanta saliva en el pene.
Chiquita se meneaba de un lado a otro mientras con sus dedos se hurgaba furiosamente la vagina.
-Este pedazo es mío. Se lo presto a mi hermana pero es mío. Para hacer lo que yo quiera
Sus propias ideas lujuriosas la encendían; su meneo se me antojaba a una furiosa cabalgata de un caballo a medio domar. Su angosto canal se abría y cerraba con cada rápida sacudida; el sudor le caía a raudales y me mojaba todo. La cama cimbraba y chiquita emitía sordos gruñidos mientras sus tetas se bamboleaban laxas y apetecibles.
Su hermoso culito me ordeñaba como a una vaca; parecía insensible a que le estrujara o mordiera los pechos, estaba totalmente enloquecida y me transmitía su paroxismo y desenfreno. Gritó una sarta de incoherencias, acompañadas de de sonidos más propios de una bestia salvaje que de una señorita decente; cuando se desplomó sobre mi emitía estertores y su ano se cerré violentamente provocándome una inmediata y abundante descarga.
Tardamos un buen rato en recuperarnos; traviesamente desayunamos desnudos en la cama mientras conversábamos.
-Y te lo comes todo que mamá me dijo que me asegurara que comieras que te ve flaco y demacrado!
Me dijo mientras sonreía de manera picarona y sugerente; mientras yo pensaba como no estar demacrado hacía dos semanas que lo único que hacía era coger mañana, tarde y noche con dos pedazos de hembra.
Chiquita me dijo, como al pasar, mientras masticaba una tostada:
-No te parece que ya es hora de que Lili se nos una a la fiesta?
-Eso de hacerme la dormida cuando sale en puntillas por la noche y quedarme sola sin mi premio no me hace gracia.
Ante el nivel de la propuesta y las ideas que bailaban en mi alborotada cabeza, sonaron los clarines del ejército de los andes o más bien el grito de las montoneras proclamando saqueo y destrucción.
Pero la prudencia, o el julepe, plantearon “ciertas reservas” de mi parte:
-Estás loca? No puedo ir y decirle Lili, que te parece si vos y yo nos encamamos con Chiquita?
-No te preocupes que conozco muy bien a mi hermana, solo es cuestión de tentarla de la manera adecuada. Si yo te contara algunas cosas que hacíamos de chicas!
Y con esa frase final urdimos una trampa de deliciosos resultados.
Continuará
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