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El deseo de Deleite.

Hola chicos! Aquí está mi segunda historia, Es una fantasía que he estado escribiendo desde hace un tiempo.Quizás les da ideas para hacerla quien quieran. Espero que la disfruten!...Y recuerden, sólo una fantasía para realizar con consentimiento de su pareja.

Se hacia llamar deleite. Era el prostituto más cotizado de la ciudad. Su cuerpo delgado, fino y con cierta tendencia a tener una cintura de mujer, cosa que hacia su culito bien formado, lo hacían apetecible para todo tipo de machos, tanto experimentados como aquellos que iban por su primera vez, bajo la esperanza de que ellos serían los afortunados en entrar en su cuerpo, pues eso era un privilegio, debías pagar mucho dinero para eso, pero nada aseguraba que iría al límite. Tenía el aspecto de un joven, un rostro estilizado, una cabellera que sin ser larga le permitía tomarse el pelo cada vez que un cliente lo pedía. A pesar de este aspecto inocente, tenía la práctica que sólo da el hecho estar al frente de hombres deseosos, noche tras noche.
Su fama le hizo buscar experiencias más fuertes, por un tiempo gustaba de ser el dominante, especialmente con los primerizos que no dudaban en someterse a su disciplina, pero después eso también lo aburrió. Quería algo distinto. Pensó que ser la parte que recibe, dejar el control en otro era más excitante, por que era incierto. ¿Qué me haría?. ¿Sería violento? Y si es así ¿lo disfrutaría?. Decidió que lo intentaría, llevaría a uno de sus clientes al punto máximo, en que se dejaría llevar por los instintos de esta bestia desconocida aun para él.
Luego de intentarlo muchas veces, al cuarto entró un cliente, parecía el indicado. A pesar de que la luz era tenue, podía ver a un hombre con piel de ébano de al menos 35 años, con unos poderosos brazos, espalda ancha, fornido, que lo hicieron fantasear con la idea de ser sometido por él. Se reposó sobre un sillón mientras Deleite se quitaba la ropa y ejecutaba un baile erótico para él. El prostituto se acercó a él y se sentó sobre él cliente, sacó el pene de su pantalón y comenzó a hacer movimentos sobre él. Se meneaba despacio mientras sentía que el órgano viril del cliente empezaba a endurecerse. Lo hizo más lento. Tocaba su propio pecho, cruzaba sus brazos y después hacia movimientos circulares. El cliente jadeaba. El prostituto bajó hasta la altura de la cintura de la pelvis y tomó su pene. Lo masturbó y luego lo introdujo en su boca, mientras su lengua jugaba con el glande. Así estuvo hasta que el semen escurrió de entre la comisura de sus labios. Tuvieron una pausa. El prostituto besó en todo el cuerpo del cliente y realizó casi todos sus pedidos:

-Te lo quiero meter- Dijo el cliente.
-No. Para eso tienes que pagar más-
-Te lo quiero meter, quiero más de ti-
-NO!¿Qué te dije?. Si quieres entrar en mí tienes que pagar-.

Pero esta vez todo fue distinto, a diferencia de otras ocasiones en que la respuesta negativa a esos avances empezaba con un “NO” y el cliente de turno decía una grosería o simplemente dejaba el lugar, este cliente se levantó y profirió la siguiente amenaza:

-Puto de mierda, ya vas a ver lo que es bueno, te voy a partir ese culito-
-Ándate, ahora, ándate!- Con voz temblorosa respondió el prostituto.

El cliente pudo percibir ese miedo, que era parte del plan del prostituto para excitar a este desconocido y llevarlo hacia donde el deseaba. Entonces, todo funcionó, pues el deseo por hacer suyo al prostituto, contenido durante todo ese rato, parecía incontrolable para el cliente al notar que podía tomar al prostituto. Quería penetrarlo, era su decisión, sin importar el dinero, o si él consentía. Su mente estaba nublada por la idea de poseer ese cuerpo delgado, de cogerlo. Someterlo hasta que rindiera sus defensas, hacerlo su hembra. Dominarlo como lo hace un animal en la selva. Ahora ya nada podría detenerlo. Se abalanzó sobre el prostituto, lo redujo, ahogó sus llamados de ayuda cubriendo su boca con una mano, mientras que con la otra cruzó sus brazos. El prostituto no era rival para la fuerza de este hombre. El prostituto lo miró atemorizado y supo lo que venía para él.
Desde ese momento el cliente se convirtió en el dominador y el prostituto en la presa. En esa lucha, la presa fue derrotada. Con sigilo, el raptor le obligó a simular que salía voluntariamente del su lugar de trabajo, sin hacer ningún ruido o pedir ayuda. Cuando estuvieron afuera en un callejón, bajó sus pantalones, descubrió el ano de la presa cuyo cuerpo estaba cubierto tan sólo por una especie de abrigo delgado. Acto seguido, lo tomó por la cintura y lo cogió ahí mismo, sin importar la gente que pasaba al lado de ellos. El prostituto gemía de dolor con los golpes secos que le propinaba el raptor cada vez que lo penetraba, que eran aplacados sólo por una sensación de vergüenza al verse en esa condición en la vía pública. El raptor se corrió dentro de su ano. Luego de eso, vendó sus ojos y le obligó a seguirlo.
La presa abrió sus ojos. No sabía en dónde estaba, qué hora era, qué día era, había estado así mucho tiempo y había perdido la noción del tiempo. Estaba atado de manos y dispuesto sobre el suelo, listo para ser penetrado. Todo lo que podía distinguir era a su agresor parado frente a él. Le ordenó que se pusiera de rodillas frente a él.

-Obedece y te va a ir bien, si no…no te va a ir muy bien. Así te quería ver, sumiso. ¿Con que pagar, cierto? Con esto te voy a pagar. El agresor le mostró su pene y lo azotó contra el rostro de la víctima. –Ahora chúpalo, límpiale toda la leche, hazlo con cuidado-. La víctima obedeció entre sollozos. Sus ojos clamaban por piedad, pero frente a él tenía una pared, insensible. Cuando se dio cuenta que le era mejor hacer caso a las órdenes procedió a acercarse. Empezó con cuidado, haciendo una mueca de dolor mientras el miembro del dominador estaba más y más cerca. Quería rechazarlo, pero el dominador se lo impidió. Le tomó por la nuca y con una sola palabra terminó con sus dudas: “ABRE”. Con la boca de la presa abierta el dominador hizo que su pene entrara todo, por momentos la sacaba, la víctima intentaba cerrar la boca, pero el dominador lo hacia entrar en razón. Cuando la resistencia fue mínima, casi nula, lamió esa verga, la chupó, la besó, hasta ponerla dura y vigorosa otra vez.

-¿Está rico?. Preguntó sarcásticamente el dominador. -CUIDADO CON TU RESPUESTA!-
-sí…sí…me gusta- Atemorizada la víctima habló. Continuó con su suplicas. –Por…por favor, señor, no más, le doy dinero, no me haga mal-
-Bah! lo estás disfrutando, mira como lo manejas!. Recuerda obedece y todo lo que voy a tomar es tu culo-
-Sí, sí…yo obedezco, seré su esclavo-.
-¿Ves que no era tan difícil?. Así te quería escuchar!. Ahora verás lo que es bueno…-

Lo dio vuelta y dejo su ano listo para la penetración. Era un culo pequeño, pero era muy deseable. El dominador se dispuso a realizar nuevamente su inserción.

-NOOO, NOOOOOO, NO MÁS!, NO MÁS! ME HIERE!- Rogó la víctima. Entre risas el dominador dijo “de eso me ocupo yo”. Se puso por detrás, apuntó con su miembro al agujero de su víctima. De a poco, pausadamente, pero sin retroceder, ni sacar, siempre hacia adelante, introdujo su verga. Los quejidos de la presa eran una extraña mezcla, entre suplicas, dolor y placer.

-NOOOOO, POR FAVOOOOOOOR!!, AAAYYYYYYYY!…nooooo, ayyyy, aaaaayyyy, ay, AYYY!.-

Una vez que puso toda la longitud de su órgano viril dentro de la cavidad de la víctima, comenzó a moverlo, como para dilatar más aun el ano de su presa. El ardor en la entrada de su culo era grande, sudaba, pero a la vez sentía que gozaba con este pene invasor en su ano. Comenzó a jadear, algo que el dominador notó y aprovechó. Sacó su verga hasta solo dejar una punta dentro del ano de la víctima:

-Así que te gusta que te lo metan así. Para ti ser dominado es un placer-. La víctima respondió. -NO, NO!...sí, sí, házmelo, ponlo adentro, no me hagas daño. Te obedeceré-.

En ese momento el dominador empezó a pistonear. La víctima yacía boca abajo, mientras el raptor ponía todo su cuerpo sobre él, luego se reincorporaba, dejando su miembro en el interior, se afirmaba con sus manos sobre la espalda de su presa y empujaba con fuerza, luego suavemente, por momentos detenía su impulso, sólo para volver con su carga. En esos momentos la víctima reaccionaba haciendo sonidos y gestos de placer. El raptor guiaba la acción que se producía. Ordenaba a su victima, quien poco a poco perdía conciencia de sí misma y se entregaba al placer que le concedía el dominador.

-Di “más rápido”.
-Más rápido-. Respondió.
-Ahora “más lento”-.
-Sí mi señor, más lento, mi señor-. Respondió la víctima, entre jadeos.
-Quiero tus gemidos-.

La víctima cerró sus ojos y obedeció. Cada vez que el impulso era más fuerte, sus gemidos aumentaban. Cada vez que descendían, eran más pausados. El dominador le tomó con una mano por las muñecas y con otra golpeaba sus nalgas. Cada golpe también iba acompañado por el impacto de la pelvis en sus nalgas. Ahora los impulsos eran secos, entraban con poder y luego salían despacio, muy despacio. La víctima podía sentir la longitud de cada centímetro de la verga del dominador moverse hacia dentro y hacia afuera.

-MMMMM…ayyy, ay, ay ay-
-Eso es, como toda una perra, estás rendida-.
-Soy toda suya-
-Te dije, si me obedeces…-

A continuación su raptor se puso de pie. Hizo lo mismo con su víctima, que tiritaba por toda la presión ejercida. En la siguiente posición el raptor se sentó con las piernas abiertas e hizo que su víctima hiciera lo mismo, sobre él, la puso de espaldas. Para esta altura la penetración fue directa. Le ordenó que se meneara y que ella hiciera que se causara la fricción. Lo hizo para probar que tan rendida estaba. Y lo estaba, obedeció al instante, mientras sus jadeos de placer eran indesmentibles. La presa se ocupó de mover el culo y de aprovechar toda su experiencia para que esta copula fuese especialmente placentera.
La eyaculación se aproximaba. El dominador se quito de encima a la víctima, la puso de rodillas, puso una mano sobre su cabeza y le dijo “chupa”. Succionó el pene de su agresor, también besó sus bolas, acariciaba sus muslos desesperadamente, como si necesitara esa descarga de semen en ella.

-En mi boca, póngala en mi boca, señor-.
-Eso eeeees!-.

Unas gotas de semen anunciaban la conclusión. Un chorro de semen dio en su cara. Ahí abrió su boca y con locura dijo “la quiero toda…toda!”. Un poco más de semen vino para coronar esta eyaculación. El dominador sonrió y esbozó una mirada perversa, al ver que su presa aun estaba atada, quizás pensado que su presa podría ser esclava de sus deseos, sin límite de tiempo, miró todos los rastros de semen en su cuerpo y en su mente dijo “De verdad lo has disfrutado, yo también, pero te dejaré ir”.
Todo había concluido, su raptor se puso los pantalones, le quitó las ataduras, le indicó el lugar donde podía encontrar su ropa y le dio dinero. Cuando comenzaba a dejar el lugar una palabra, entre jadeos y respiración entrecortada, “gracias”, lo hizo mirar hacia atrás. Era su presa, que yacía en el suelo, mirándolo. Entonces pensó que quizás, sólo quizás, podía llegar a un acuerdo con su víctima y hacer de estas sesiones una práctica ocasional.

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