Hola poringueros y poringueras. Uffff... Al fín terminé de pagar la última cuota de la fiesta de quince de mi hija. Es lo último que me quedó de aquella noche. Pero para que arrancar con el final sin conocer el principio. Con Andrea llevaba 22 años de casados para esa época y tenía tres hijos; Marcos de 21, Fernando de 20 y Micaela, el sol de nuestras vidas, que cumplía los 15. Fuimos padres muy jóvenes y practicamente no disfrutamos de los placeres mundanos, lo nuestro fue ponerle el lomo a la situación (llámese embarazos no deseados), laburar y pagar la hipoteca.
Mica la hicimos re malcriada, lo admito, y eso nos traería problemas desde esa misma noche (pero esa historia esrá en otro post). Ponernos de acuerdo con ella para su fiesta de quince era querer hacer razonar una mula, no entendía de razones, economía ni bajos sueldos; quería todo fastuoso, en el salón más caro, con un servicio oneroso, y muchos caprichos más. Pero lo más grave era que cada discusión con mi hija era otra también con Andrea, Lo cierto es que para el día de la fiesta con mi hija las cosas estaban mal, mis hijos estaban celosos y no me dirigían la palabra y con mi mujer, bue'..., hacía meses que no teníamos una charla tranquila, y de sexo ni hablar.
En la fiesta la cosa siguió con peleas, los amigos de mi hija se pusieron ásperos porque no le servían alcohol, alguno que quizo entrar sin invitación, pelearme con los del salón para que cumplan con los servicios encargados, fue una experiencia estresante.Con el afán de relajarme, y aprovechando que empezó la música más alegre, quise bailar con mi mujer pero no la encontraba por ningún lado. La busque por la mesa o en la abrra y nada, fui a la terraza despejada y tampoco, bajé a la entrada y no aparecía. Me empecé a impacientar así que fui al auto a buscar los cigarrillos cuando veo en un costado del garage un movimiento extraño que no distinguía porque estaba en penumbras. Cuando me acerco veo a mi mujer atendiendo los penes de dos amigos de mis hijos mientras un tercero de atrás la agarraba los pechos esperando su turno. Cuando los quise frenar siento un golpe en la cabeza que me derriba, dejándome fuera de combate. Aturdido pero consciente veo como esos jóvenes se enfiestaban con mi mujer. En un momento la levantan y la empujan para que apoye sus pechos en el capot de un auto dejando su cola para provecho de esos depravados. Mi mujer los alentaba, "Dale pendejo, cojeme toda" gemía con impaciencia. Uno de ellos lamía la vagina de Andrea mientras ella le daba una buena chupada a la pija de otro. Un tercero miraba y se pajeaba. Poco después la empezaron a penetrar por detrás al son de los gemidos de ella. Los tres se turnaban para darle bruscas sacudidas acompañados por gritos y gemidos de todo tipo. Aquellos muchachos lucían terribles pijas, solo vistas en películas pornos. Casi en pocos minutos ellos acabaron sobre ella, tomaron su vestido y la limpiaron para seguir con la fiesta. Andrea lucía descontrolada pero feliz, en su rostro mostraba una sonrisa amplia de satisfacción y lujuria. Sin perder tiempo los muchachos se preparaban para darle una doble penetración a mi mujer que esperaba con avidez. Se encargó nuevamente de chupar esas pijas inmensas y dejarlas listo para la guerra.
-Mira cornudo como atendemos a tu mujer!!!!! -me increpa uno de los fiesteros.
-Ves como se atiende a una señora? - me dice mi mujer.
A todo esto ella se prepara para recibir ambas pijas de sus vigorosos amantes en sus sendos agujeros. El más jóven se recuesta por debajo de ella para penetrar la vagina, esto sucede sin dificultad puesto a que estaba lo suficientemente lubricado. El más garnde fisicamente parecía el más experto, era el que le iba a sacudir el ano con la paciencia de un budista. Cuando ambas pijas entraron bombearon a mi mujer en medio de sus gritos de dolor, extasis y goce, todo a la vez. Desde el suelo, dolorido y aturdido, llego a distinguir los reiterados orgasmos de ella. Aún no podía creer como ese culo que ni siquiera fue mío estaba a merced de los amigos de mi hijo, jamás me había permitido ni siquiera que le cuele un dedo a su ano. Al cabo de un rato cada uno deja en sus agujeros resto de semen que chorreando corrían por sus piernas. Su cuerpo lleno de semen era una imagen dantesca de por sí. Cuando los muchachos se fueron ella se calzó su vestido sucio, se acercó a mi, me quitó las llaves del auto y se fue a casa para cambiarse de ropa. Salí hacia la calle para tomar un taxi para algún hospital que atienda mis heridas. Estuve dos dias internado por un coágulo cerebral por el golpe. Después vino el divorcio con mi mujer del brazo de uno de los muchachos reclamando la casa y el auto "para los chicos", mis hijos que no medirigen la palabra y mi hija llevando del brazo a mi primer nieto. No me olvido detalles, los tengo todos presentes pero ya tuve bastantes humillaciones. Pasaron cinco años de esa fiesta y nada sigue igual para mi. Y lo peor es que ni siquiera me gusto ser cornudo.
Mica la hicimos re malcriada, lo admito, y eso nos traería problemas desde esa misma noche (pero esa historia esrá en otro post). Ponernos de acuerdo con ella para su fiesta de quince era querer hacer razonar una mula, no entendía de razones, economía ni bajos sueldos; quería todo fastuoso, en el salón más caro, con un servicio oneroso, y muchos caprichos más. Pero lo más grave era que cada discusión con mi hija era otra también con Andrea, Lo cierto es que para el día de la fiesta con mi hija las cosas estaban mal, mis hijos estaban celosos y no me dirigían la palabra y con mi mujer, bue'..., hacía meses que no teníamos una charla tranquila, y de sexo ni hablar.
En la fiesta la cosa siguió con peleas, los amigos de mi hija se pusieron ásperos porque no le servían alcohol, alguno que quizo entrar sin invitación, pelearme con los del salón para que cumplan con los servicios encargados, fue una experiencia estresante.Con el afán de relajarme, y aprovechando que empezó la música más alegre, quise bailar con mi mujer pero no la encontraba por ningún lado. La busque por la mesa o en la abrra y nada, fui a la terraza despejada y tampoco, bajé a la entrada y no aparecía. Me empecé a impacientar así que fui al auto a buscar los cigarrillos cuando veo en un costado del garage un movimiento extraño que no distinguía porque estaba en penumbras. Cuando me acerco veo a mi mujer atendiendo los penes de dos amigos de mis hijos mientras un tercero de atrás la agarraba los pechos esperando su turno. Cuando los quise frenar siento un golpe en la cabeza que me derriba, dejándome fuera de combate. Aturdido pero consciente veo como esos jóvenes se enfiestaban con mi mujer. En un momento la levantan y la empujan para que apoye sus pechos en el capot de un auto dejando su cola para provecho de esos depravados. Mi mujer los alentaba, "Dale pendejo, cojeme toda" gemía con impaciencia. Uno de ellos lamía la vagina de Andrea mientras ella le daba una buena chupada a la pija de otro. Un tercero miraba y se pajeaba. Poco después la empezaron a penetrar por detrás al son de los gemidos de ella. Los tres se turnaban para darle bruscas sacudidas acompañados por gritos y gemidos de todo tipo. Aquellos muchachos lucían terribles pijas, solo vistas en películas pornos. Casi en pocos minutos ellos acabaron sobre ella, tomaron su vestido y la limpiaron para seguir con la fiesta. Andrea lucía descontrolada pero feliz, en su rostro mostraba una sonrisa amplia de satisfacción y lujuria. Sin perder tiempo los muchachos se preparaban para darle una doble penetración a mi mujer que esperaba con avidez. Se encargó nuevamente de chupar esas pijas inmensas y dejarlas listo para la guerra.
-Mira cornudo como atendemos a tu mujer!!!!! -me increpa uno de los fiesteros.
-Ves como se atiende a una señora? - me dice mi mujer.
A todo esto ella se prepara para recibir ambas pijas de sus vigorosos amantes en sus sendos agujeros. El más jóven se recuesta por debajo de ella para penetrar la vagina, esto sucede sin dificultad puesto a que estaba lo suficientemente lubricado. El más garnde fisicamente parecía el más experto, era el que le iba a sacudir el ano con la paciencia de un budista. Cuando ambas pijas entraron bombearon a mi mujer en medio de sus gritos de dolor, extasis y goce, todo a la vez. Desde el suelo, dolorido y aturdido, llego a distinguir los reiterados orgasmos de ella. Aún no podía creer como ese culo que ni siquiera fue mío estaba a merced de los amigos de mi hijo, jamás me había permitido ni siquiera que le cuele un dedo a su ano. Al cabo de un rato cada uno deja en sus agujeros resto de semen que chorreando corrían por sus piernas. Su cuerpo lleno de semen era una imagen dantesca de por sí. Cuando los muchachos se fueron ella se calzó su vestido sucio, se acercó a mi, me quitó las llaves del auto y se fue a casa para cambiarse de ropa. Salí hacia la calle para tomar un taxi para algún hospital que atienda mis heridas. Estuve dos dias internado por un coágulo cerebral por el golpe. Después vino el divorcio con mi mujer del brazo de uno de los muchachos reclamando la casa y el auto "para los chicos", mis hijos que no medirigen la palabra y mi hija llevando del brazo a mi primer nieto. No me olvido detalles, los tengo todos presentes pero ya tuve bastantes humillaciones. Pasaron cinco años de esa fiesta y nada sigue igual para mi. Y lo peor es que ni siquiera me gusto ser cornudo.
13 comentarios - La fiesta de quince de mi hija
🙌 espectacular 🙌
gran escritor.
fracaso de vivir,
ni el tiro del final
te va a salir."
(Para los que piensan que con un corchazo lo solucionaba todo).
Gracias por comentar, por los puntos y por las más de 13000 visitas.
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