Besos sin labios
Historias cortas de relaciones porteñas.
''Me desperté temprano esa mañana'' - Comenzó. Percibí cierta culpa en el silencio que se produjo hasta que prosiguió: ''Entro al laburo al rededor de las 8 de la mañana, tomo el mismo colectivo y me bajó siempre en las mismas calles. Yo lo había visto ...'' -¿A quién?. Interrumpí, para después alentarla ''No te preocupes, sabes que no te voy a juzgar'', ella respondió con un suspiro, creo en señal de alivio. ''Si, está bien. Bueno, yo lo había visto ya, nos habíamos visto en realidad. Es que es el mejor amigo de mi ex novio, ¿No? Y bueno, a veces, nos veíamos en fiestas y cosas así, pero nunca hablábamos. Cuestión, lo crucé en el colectivo, yo estaba agarrada del asiento, y el pasó por atrás mio. Entonces...'' Se detiene nuevamente. Ésta vez enciende un cigarrillo. Elijo el silencio y esperar que esté lista. ''Entonces, siento sus dedos grandes apretándome la cola, presionando como si quisiera meterme los dedos. Te juro, que no sé por qué, no dije nada. Aún yo sabiendo que no había sido accidental, y sabiendo de quién eran esos dedos gruesos que presionaban mi pantalón negro de oficina . Se detuvo al lado mio. No habló, ni me miró. Aún cuando yo lo miraba. No intenté apartarme. El colectivo estaba repleto, pero nadie se enteró cuando volvió a apretar mi cola, cómo queriendo penetrarme con sus dedos. Ahora no era la mano gruesa y vulgar, ahora además, sus dedos se movían en forma circular. Ubicó rápidamente mi ano, y allí estuvo varios segundos, hasta que se apartó. Yo, aunque jamás lo hubiese pensado, estaba caliente, muy caliente. Me estaba derritiendo sobre mi tanga blanca, yo lo sabía y él parecía sospechar. Se acercaba el momento de bajarme, pero antes de que empezara a esquivar personas y abrirme paso entre la multitud apretada, él me agarró del brazo. Entonces, entendí. Me quedé en mi lugar. Pocos minutos después, sentí sus dedos, esos dedos que ya eran objeto de mi más profundo deseo, los sentí ahora entre mis piernas. De abajo hacía arriba, y de arriba hacía abajo movía sus dedos sobre mi pantalón. Yo no daba más. Me estaba matando la idea de arrodillarme frente a él y chuparle la pija hasta que me bañe de leche. Ya sé, soy una puta horrible. Pero cuando algo así de inesperado te sucede, esta perdonado ser un poco puta. La gente, inevitablemente, comenzó a descender. Me senté en el primer asiento que se desocupó. Él se acercó también, y se detuvo al lado mío. Ahora lo miraba yo, con otros ojos, con la sensación de estar toda sucia de culpa y morbo, pero encantada también. Con el movimiento del colectivo, cada tanto me apoyaba el hombro. Pero jamás me miraba, ni me hablaba. Decidí sacarme la campera que llevaba, y mostrarle las tetas. Sé que le gustó, porque cuando me apoyo de vuelta la tenía dura. No grande, pero dura. Y yo la quería para mí. El viaje llevaba poco más de cuarenta y cinco minutos. Ahora quería tenerla en mi boca, jugar con mi lengua en su cabeza y oír cómo gemía. Ser su puta. El colectivo se vació completamente, y el se dirigió hacía los asientos de atrás. Sorprendida, lo miré. Pensé que no podía bajarse y dejarme así. Pero sé sentó en los últimos asientos, y me miró. Por primera vez desde aquellas fiestas en que nos cruzábamos, yo en el papel de novia, y él en el de mejor amigo. Ahora, yo quería ser su puta, tener su pija dura en mi boca, sentir su calor, su humedad. Sentirla toda. Me acerqué. Él se sentó del lado de la ventanilla, y yo, junto a él. Nos cubrían los asientos de adelante nuestro. Entonces, ni bien me senté, llevó su mano a su cierre y comenzó a bajarlo. Yo lo miraba, excitada, puta, lista. Pero él no me veía y antes de que bajara su cierre por completo, apresuré mi mano a la suya, y la metí dentro para jugar con mis manos en su apretado bulto. Luego, la saqué. Era hermosa, depilada y cabezona. Estaba un poco húmeda. En esos momentos, con esa pija en mi mano, mi concha temblaba y mi boca pedía a gritos leche. Así fue, que me entregué. Y decidí ser yo ahora la desubicada, la que sorprenda. Me corrí el pelo hacía un costado para mirarlo y que me viera chupársela Me apresuré a llevarla a mi boca, sintiendo el roce de su glande en mis labios pintados. Mi saliva chorreaba por su pija. Él no me miraba, ni me acariciaba el pelo. Él me daba pija, y era suficiente con eso. La chupaba, a veces, con amor, con cariño, cómo chuparía la pija del amor de mi vida. Después, lo hacía más fuerte. A veces, solamente lo pajeaba y movía mi lengua en la punta de su cabeza, ahora, muy húmeda. Se la chupé un rato largo. Hasta que presionó mi cabeza a su pija, y sentí los chorros de su leche inundar mi boca, mi garganta, mis labios. Era riquísima Era la leche del mejor amigo de mi ex. Y me estaba encantando. Una vez que lo limpié, y aún sin decir palabra, se levantó y se apresuró a la puerta. Sin mediar palabra ni darme una mirada, se bajó de ese colectivo. Cuándo mire, no sabía dónde estaba ni cómo volver. Tenía el gusto de la pija y de la leche en mi boca. Me acerqué al colectivero y después de indicarme dónde bajar y qué tomar de regreso, me dijo: ''Buen provecho'' Yo me sentí una puta sucia, y bajé rápidamente. Y así pasó.'' Le ofrecí café. Le puso dos cucharadas de azúcar. Y cuando estaba acercando la taza a sus labios, le dije :''Buen provecho''. Y noté su risa aliviada después de contar su historia.
Siempre hay historias para contar, pero no siempre todas se escuchan . 😉
2 comentarios - Historias de Otra Buenos Aires
Me encnato!
Gracias por compartir