Aquel día, cuando invité a Daniel, ni mamado podía haberme imaginado que, de un tirón, él iba a cenar, beber y charlar con nosotros, a jugar con mis dos hijitos hasta la hora de acostarlos y a coger a Marina, mi esposa, ni, por supuesto, que yo iba a presenciarlo, prácticamente desde los prolegómenos hasta el orgasmo.
Nos encontramos, después de bastante tiempo sin vernos en un evento empresario, terminado el cual compartimos un café, para actualizarnos sobre nuestras vidas.
Fuimos compañeros de trabajo y, nos habíamos frecuentado bastante fuera del mismo, unos cuantos años. Entre muchas otras cosas, me comentó que estaba solo en la ciudad (Buenos Aires) ya que su familia había viajado al interior del País para visitar familiares. Le propuse la cena en casa, previa llamada por celular a Marina para consultar si tenía algún reparo. No lo tenía. Al contrario se alegró de volver a ver a Daniel. Ahora que lo pienso, mucho más complacida iba a estar después de la cena.
Para no abundar en detalles que no hacen al fondo de lo que quiero relatar diré que la reunión en mi casa resultó muy amena: aperitivo, charlas, cena, juegos con Analía y Luisito hasta que Marina los llevó, bajo protestas, a sus camas. Pero, y eso fue clave para lo que sucedió, mientras los tres adultos compartíamos un café que debía ser de epilogo del encuentro, sonó mi celular. Me llamaron dos ingenieros de soporte post venta de mi empresa. Estaban sumergidos en una emergencia informática en el banco HSBC, uno de los más importantes y conflictivos clientes, con contrato de asistencia perentorio (7dias x las 24 horas x 4 horas de demora en concurrir). No “daban pié con bola”. Después de relatarme lo que sucedía y lo actuado se declararon desorientados. De muy malas ganas, por la hora y la distancia (mi domicilio está casi 40 km fuera de la Capital) como responsable del sector, decidí ir a colaborar con ellos.
Daniel, fue muy comprensivo con el imprevisto, agradeció la velada, se despidió y, puesto que su automóvil, estaba estacionado a la entrada de la cochera impidiendo la salida del mío, partió minutos antes que yo.
Transcurridos algo menos que 30 minutos, en camino para el banco, recibí una llamada de mi esposa. Consultaba cuanto estimaba que iba a tardar en regresar. Alegó que había olvidado comprar un remedio que Luisito debía tomar temprano por la mañana. Le respondí que no tenía idea pero que no serían menos que unas 3 horas.
Fue mucho menos. Segundos después recibí el aviso de que los dos “chicos” habían solucionado el problema de la red de comunicaciones del cliente. Mientras escuchaba su relato, con los auriculares “manos libres”, retomé el camino de retorno. Al llegar a casa: ¡sorpresa! El auto de Daniel, inconfundible ya que es una camioneta Fiat 4×4 fabricada en Mexico (hay poquísimas en circulación en el País) estaba estacionado en la esquina de mi casa, como queriendo pasar desapercibido a los vecinos. Ahí recordé el llamado de mi esposa y que alrededor de las 16:00 hs de ese día yo le había dado la píldora a mi hijo y me pareció que restaban, como mínimo, unas 4 unidades más que suficientes hasta el mediodía siguiente. Ahora me explico que la finalidad de la llamada era asegurarse que tardaría bastante en regresar.
Tuve un presentimiento y no me equivoqué. Pasé de largo frente a mi casa, dejé el auto en la esquina siguiente y volví sobre mis pasos.
Sigilosamente entré por la cochera que comunicaba con el jardín posterior de la casa. Disimulado entre los árboles, arbustos y la oscuridad de la noche me ubiqué de modo tal de poder ver claramente, que sucedía en el interior de la casa, más precisamente, en el living que estaba iluminado a pleno. Por el ventanal, abierto de par en par y con las cortinas recogidas como lo habíamos acondicionado para facilitar el paso nuestro y de los chicos, del living comedor a jardín y viceversa, vi con claridad que Marina, apoyada en el sofá se estaba besando y acariciando con Daniel, y que la pasaba de maravillas. De ahí a poco, él comenzó a desnudarla, a acariciarle las tetas, ella cerraba los ojos complacida, perdió el pantalón y, recibió, murmurando su satisfacción, todo tipo de manoseo en sus hermosas piernas, en su entrepiernas y en su culito, sin pausa ni prisa; creían tener todo el tiempo del mundo. De pronto él le sacó la bombacha y, a continuación se desnudó con precipitación. Quedaron los dos desnudos, él maniobró para ponerse un condón y se acomodaron en el sofá, Marina de espaldas y él entre sus piernas abiertas. Pareció costarle un poco pero logró penetrarla (por lo que había apreciado su dotación no era el motivo), y comenzó con el mete y saca. Casi enseguida estuvieron los dos súper excitados…ella, cerrados los ojos en su cara dibujado un intenso placer, las piernas, recogidas en posición fetal y abiertas al máximo para recibirle mejor, gemía y gemía; él encima, empujando y retrocediendo, acompañando con quejidos los movimientos. Estuvieron gozando al máximo algunos, varios, minutos hasta que sobrevinieron las últimas embestidas, acompañadas de unos quejidos y unos estremecimientos que anunciaban que él estaba próximo a dejar toda su leche dentro, en el condón en rigor, de la cueva incendiada de mi esposa que, me pareció evidente, también había alcanzado el clímax. Daniel le había dado hasta el límite de sus fuerzas, ahora se quedó reposando, largamente, sobre su vientre, sobre su pecho. Se quedaron quietos ambos. Marina parecía distendida, ampliamente satisfecha por el tratamiento recibido.
Yo estaba choqueado y, cosa inaudita, con una erección monumental. No atinaba que hacer. Por fin decidí “quedarme en el molde”. Daniel, que evidentemente había regresado con toda la intención, ni bien yo salí, también evidentemente no había violado a mi mujer. Ella se aplicó con todo entusiasmo a la propuesta y no disimuló el placer que experimentaba al dejarse coger.
Se besaron tiernamente, Daniel se levantó y se vistió en silencio, la volvió a acariciar le dio un último beso y salió. Yo, dejé pasar unos minutos e hice lo mismo, por donde había entrado. Marina, durante el tiempo de ventaja que le di a su amante de ese día, aprovechó para cerrar el ventanal, correr las cortinas y apagar las luces. Seguramente habrá ido a tomarse una ducha para higienizarse y, de paso bajar, del todo, el nivel de su calentura.
Cuando regresé “oficialmente” una hora larga más tarde, la encontré dormida como un angelito. No sé si fue mi imaginación: en sus labios me pareció ver dibujada una amplia sonrisa.
Nunca se enteró que yo, no solo sabía de su trampa sino que la había presenciado.
Después de todo yo no estoy en posición de pretender la “lapidación” de mi esposa por infidelidad manifiesta. Si bien Marina no las presenció, yo la precedí en tiempo, en más de una ocasión, con más de una mujer tanto o más tramposa que ella.
autor:juan
Nos encontramos, después de bastante tiempo sin vernos en un evento empresario, terminado el cual compartimos un café, para actualizarnos sobre nuestras vidas.
Fuimos compañeros de trabajo y, nos habíamos frecuentado bastante fuera del mismo, unos cuantos años. Entre muchas otras cosas, me comentó que estaba solo en la ciudad (Buenos Aires) ya que su familia había viajado al interior del País para visitar familiares. Le propuse la cena en casa, previa llamada por celular a Marina para consultar si tenía algún reparo. No lo tenía. Al contrario se alegró de volver a ver a Daniel. Ahora que lo pienso, mucho más complacida iba a estar después de la cena.
Para no abundar en detalles que no hacen al fondo de lo que quiero relatar diré que la reunión en mi casa resultó muy amena: aperitivo, charlas, cena, juegos con Analía y Luisito hasta que Marina los llevó, bajo protestas, a sus camas. Pero, y eso fue clave para lo que sucedió, mientras los tres adultos compartíamos un café que debía ser de epilogo del encuentro, sonó mi celular. Me llamaron dos ingenieros de soporte post venta de mi empresa. Estaban sumergidos en una emergencia informática en el banco HSBC, uno de los más importantes y conflictivos clientes, con contrato de asistencia perentorio (7dias x las 24 horas x 4 horas de demora en concurrir). No “daban pié con bola”. Después de relatarme lo que sucedía y lo actuado se declararon desorientados. De muy malas ganas, por la hora y la distancia (mi domicilio está casi 40 km fuera de la Capital) como responsable del sector, decidí ir a colaborar con ellos.
Daniel, fue muy comprensivo con el imprevisto, agradeció la velada, se despidió y, puesto que su automóvil, estaba estacionado a la entrada de la cochera impidiendo la salida del mío, partió minutos antes que yo.
Transcurridos algo menos que 30 minutos, en camino para el banco, recibí una llamada de mi esposa. Consultaba cuanto estimaba que iba a tardar en regresar. Alegó que había olvidado comprar un remedio que Luisito debía tomar temprano por la mañana. Le respondí que no tenía idea pero que no serían menos que unas 3 horas.
Fue mucho menos. Segundos después recibí el aviso de que los dos “chicos” habían solucionado el problema de la red de comunicaciones del cliente. Mientras escuchaba su relato, con los auriculares “manos libres”, retomé el camino de retorno. Al llegar a casa: ¡sorpresa! El auto de Daniel, inconfundible ya que es una camioneta Fiat 4×4 fabricada en Mexico (hay poquísimas en circulación en el País) estaba estacionado en la esquina de mi casa, como queriendo pasar desapercibido a los vecinos. Ahí recordé el llamado de mi esposa y que alrededor de las 16:00 hs de ese día yo le había dado la píldora a mi hijo y me pareció que restaban, como mínimo, unas 4 unidades más que suficientes hasta el mediodía siguiente. Ahora me explico que la finalidad de la llamada era asegurarse que tardaría bastante en regresar.
Tuve un presentimiento y no me equivoqué. Pasé de largo frente a mi casa, dejé el auto en la esquina siguiente y volví sobre mis pasos.
Sigilosamente entré por la cochera que comunicaba con el jardín posterior de la casa. Disimulado entre los árboles, arbustos y la oscuridad de la noche me ubiqué de modo tal de poder ver claramente, que sucedía en el interior de la casa, más precisamente, en el living que estaba iluminado a pleno. Por el ventanal, abierto de par en par y con las cortinas recogidas como lo habíamos acondicionado para facilitar el paso nuestro y de los chicos, del living comedor a jardín y viceversa, vi con claridad que Marina, apoyada en el sofá se estaba besando y acariciando con Daniel, y que la pasaba de maravillas. De ahí a poco, él comenzó a desnudarla, a acariciarle las tetas, ella cerraba los ojos complacida, perdió el pantalón y, recibió, murmurando su satisfacción, todo tipo de manoseo en sus hermosas piernas, en su entrepiernas y en su culito, sin pausa ni prisa; creían tener todo el tiempo del mundo. De pronto él le sacó la bombacha y, a continuación se desnudó con precipitación. Quedaron los dos desnudos, él maniobró para ponerse un condón y se acomodaron en el sofá, Marina de espaldas y él entre sus piernas abiertas. Pareció costarle un poco pero logró penetrarla (por lo que había apreciado su dotación no era el motivo), y comenzó con el mete y saca. Casi enseguida estuvieron los dos súper excitados…ella, cerrados los ojos en su cara dibujado un intenso placer, las piernas, recogidas en posición fetal y abiertas al máximo para recibirle mejor, gemía y gemía; él encima, empujando y retrocediendo, acompañando con quejidos los movimientos. Estuvieron gozando al máximo algunos, varios, minutos hasta que sobrevinieron las últimas embestidas, acompañadas de unos quejidos y unos estremecimientos que anunciaban que él estaba próximo a dejar toda su leche dentro, en el condón en rigor, de la cueva incendiada de mi esposa que, me pareció evidente, también había alcanzado el clímax. Daniel le había dado hasta el límite de sus fuerzas, ahora se quedó reposando, largamente, sobre su vientre, sobre su pecho. Se quedaron quietos ambos. Marina parecía distendida, ampliamente satisfecha por el tratamiento recibido.
Yo estaba choqueado y, cosa inaudita, con una erección monumental. No atinaba que hacer. Por fin decidí “quedarme en el molde”. Daniel, que evidentemente había regresado con toda la intención, ni bien yo salí, también evidentemente no había violado a mi mujer. Ella se aplicó con todo entusiasmo a la propuesta y no disimuló el placer que experimentaba al dejarse coger.
Se besaron tiernamente, Daniel se levantó y se vistió en silencio, la volvió a acariciar le dio un último beso y salió. Yo, dejé pasar unos minutos e hice lo mismo, por donde había entrado. Marina, durante el tiempo de ventaja que le di a su amante de ese día, aprovechó para cerrar el ventanal, correr las cortinas y apagar las luces. Seguramente habrá ido a tomarse una ducha para higienizarse y, de paso bajar, del todo, el nivel de su calentura.
Cuando regresé “oficialmente” una hora larga más tarde, la encontré dormida como un angelito. No sé si fue mi imaginación: en sus labios me pareció ver dibujada una amplia sonrisa.
Nunca se enteró que yo, no solo sabía de su trampa sino que la había presenciado.
Después de todo yo no estoy en posición de pretender la “lapidación” de mi esposa por infidelidad manifiesta. Si bien Marina no las presenció, yo la precedí en tiempo, en más de una ocasión, con más de una mujer tanto o más tramposa que ella.
autor:juan
19 comentarios - vi como se cogia a mi esposa
Gracias por compartir.
Angie te deja Besos y Lamiditas !!!
La mejor forma de agradecer la buena onda que se recibe es comentando, al menos al que te comenta. Yo comenté tu post, vos comentaste el mío?
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
Muy caliente, como siempre tus relatos!
GRacias por compartir
muy bueno...
muy buen relato!!!!+5pts!!!!!!!!