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Eva y sus Adanes

Hola poringueros y poringueras. Jamás había visto a Eva tan triste; verla llorar al lado del ataud de su marido conmovía hasta las almas más duras. Es que con su marido hacían una muy buena pareja; los mimos, las caricias, la forma en que se hablaban los mostraban enamorados ante el mundo. Juntos enfrentaron la enfermedad de Esteban con mucha fortaleza y con la esperanza intacta aún cuando el final era irreversible.
El tiempo fue pasando y poco a poco (y con mucha dificultad) ella fue recuperando esa sonrisa que era su marca registrada, se fue animando más, aunque tenía sus dias en que la melancolía la invadía.
Una noche la invitamos a cenar en casa para despejarla aunque sea por una noche de la tristeza que de vez en cuando le aparece para que florezca aunque sea en forma tenue esa chispa suya. Mi mujer cocinó una rica bondiola de cerdo a la cerveza y yo busque en mi pequeña bodega el vino apropiado para esa noche.
Cuando vino la vimos vestida en forma sobria, con unos jeans ajustados, una blusa negra algo desabrochada que dejaba ver algo su escote. Nos abrazó a mi mujer y a mi y nos entregó un recipiente con un rico postre.
La noche se desarrolló entre risas, recuerdos y alguna lagrimita; la comida estuvo excelente y el vino junto con el postre fueron excelentes; la charla matizada por un rico cafe primero y más tarde por unos mojitos.
Estos tragos vinieron bárbaros porque nos fue aflojando y al promediar la madrugada en casa se escuchaban sonoras carcajadas y bromas. Al rato salió una broma de mi mujer de contenido sexual y tanto Eva como yo subimos el tono de la broma en medio de las carcajadas. Siendo monotemáticos empezamos a contar experiencias sexuales hasta que Eva soltó una confesión acerca de su última experiencia sexual.
Con Esteban imposibilitado por su enfermedad, Eva estaba muy caliente; hacía 5 meses que no tenía relaciones y la última que tuvo no fue una buena experiencia por el estado que estaba su marido. Una noche él le propuso que ella se enfieste con dos hombres y que el, disminuido por su estado, se conforma con verla y masturbarse. Al principio ella no solo se negó sino también se ofendió, le dijo que todavía no enviudó como para andar con otros hombres y para colmo enfiestada con dos desconocidos. Los dias pasaban y Eva no cambiaba de opinión y lo único que provocaba eran acaloradas discusiones hasta que él, estallando en llanto, le dijo que quería irse de este mundo viéndola gozar como la ha visto las veces que hicieron el amor. Era su última voluntad.
Lo dificil fue encontrar los hombres apropiados para la fiesta, no porque ella no sea una mujer apetecible, al contrario, su breve cintura iba en armonía con unos senos generosos y un culo firme y destacado. Lo dificil de la busqueda se debía a que ella no tenía ojos para otro hombre, a nadie miraba con líbido. Cuando lo solucionaron arreglaron para un sábado a la hora de al siesta en la casa de campo del hermano de Esteban.
Aquel día Eva los esperaba con un vestido ceñido, una cadenita de oro le colgaba del cuello y unos aros brillantes y prominentes en sus orejas. Se quizo quitar la alianza pero su marido se lo impidió, preparó una frapera para colocar un champagne sobre hielo, unas copas finas. de su cuerpo emanaba un bello perfume. Al sentir la llegada de sus amantes acercó a su marido con la silla de ruedas y le abrió la puerta a esos hombres. A ellos se los veía atléticos, jóvenes y bien predispuestos; saludaron a Esteban, besaron a Eva y se acomodaron en un sillón del living.
Mientras bebían champagne le explicaron a estos hombres la situación para que no se vean sorprendidos. Cuando Eva se paró sus amantes se pusieron uno de frente y otro a su espalda, se acercaron hasta hacer contacto físico y la empezaron a besar por todo el cuerpo. Ella, algo resignada, se dispuso a entregarse a estos dejándo que la besen y le bajen la cremallera de su vestido. Mirando a un lado a unos metros observa como su marido no se pierde detalles. Con un leve suspiro le dedica un suave "te amo" y le tira un beso mientras su vestido yacía por el suelo y sus amantes recorrían con sus manos toda su anatomía y uno de ellos besaba apasionadamente sus pechos.
Ya desnudos, Eva se agacha para chuparle el pene a uno de ellos mientras el otro le entierra su lengua en la vagina con avidez. No pasó mucho tiempo cuando ella empezó a demostrar lo bien que la estaba gozando con esos hombres con sonoros gemidos. Sus uñas bien esculpidas se clavan en el cuerpo de uno de ellos, los gritos estremecen a su marido que, a lo lejos, es mudo testigo del gozo de su mujer. Uno de ellos se sienta en el sillón mientras, dándole la espalda, Eva se lo monta mientras no le quita atención al miembro del otro hombre. Como una endemoniada ella se movía ritmicamente y a la vez masturbaba al otro. Después de un rato los hombres invirtieron los roles mientras ella continuaba extasiada. Ahora se da vuelta y le dedica una buena mamada al miembro del hombre que la estaba penetrando anteriormente mientras el otro, con la cola a su disposición empieza a estimular su ano con los dedos ensalivados. De a uno fueron entrando los dedos en su ano en medio de gritos mezcla de dolor y satisfacción. Cuando fue posible empezó a penetrar su ano casi derrepente sin que le provoque otra cosa que no sea placer intenso. Al cabo de un rato ella recibió la lluvia de sus sementales tanto en su boca como en su ano. La cosa no terminaría ahí, el día incluía besos negros, doble pentración y otras fantasías que Esteban, desde su silla de ruedas, pedía. Ya casi de noche los hombres se bañaron y se fueron, ella agitada besaba a su marido. Él, entre lágrimas, le agradecía.
Al escuchar el relato de Eva tanto a mi mujer como a mi se nos formó un nudo en la garganta en tanto ella lagrimeaba. Poco después se secó las lágrimas, nos dedicó la mejor de sus sonrisas y volvió a su hogar y sus recuerdos. Con mi mujer nos quedamos perplejos.

3 comentarios - Eva y sus Adanes

darksidez +1
pues si cuantas veces por comprencion, por fantasia, por placer, o por amor podemos llegar a esto, y son sensaciones, que de una u otra forma son placenteras...cuantos somos capaces, de sentir de dar y permitir placer en pareja... 😉

Eva y sus Adanes
Mariacandelaria +1
Pues bien por ella, que su marido entendiera que la vida seguiría, es dificil aceptarlo pero se dan casos. Buen relato.