Aunque no estoy de novia, no puedo decir que dispongo de libertad total. Por ejemplo, este último martes ya había quedado en verme con Raúl, hacía rato que no nos veíamos y los dos estábamos con ganas de un reencuentro. Sin embargo, un rato antes de salir recibo un mensaje del Negro: “¿Nos vemos?”, lo que en buen castellano significa: “¿Cogemos?”. Y por si todo esto fuera poco, al salir me encuentro con Pablo… faltaba que apareciera mi ex con un ramo de rosas y cartón lleno. ¿Qué pasa?, me preguntaba sin poder encontrar respuesta, ¿andan todos alzados?
Lo último que sabía de Pablo era que estaba en Bahía Blanca, al parecer allá tiene algún que otro hijo y una mujer que todavía lo acepta. Pero el último lugar en donde esperaba encontrármelo era en la puerta de mi laburo.
-¿Que hacés acá, como supiste donde trabajo?- le pregunté de mal modo.
-¿Qué pasa negrita, no te alegrás de verme?- me preguntó en tono sarcástico.
Si bien nuestra relación no había empezado de la mejor manera, debo admitir que pasé más momentos buenos que malos con él, por supuesto que no me olvidaba de la trastada que me había hecho con eso de la deuda que tenía con el Tano, deuda que terminé pagando yo, con mi cuerpo, para enterarme poco después que todo era mentira y que lo había hecho para que el Tano me hiciera una especie de casting y comprobar si podía pasar a ser una de sus “chicas”. Lo hice, pase el casting, con honores debo decir, y desde entonces empecé a trabajar para el Tano, aunque lo hago en forma esporádica, no quiero dedicarme a eso de tiempo completo, de vez en cuando está bien, como para disponer de algún dinero extra. Volviendo a lo de Pablo me sorprendía en verdad su presencia.
-No te enojes negrita- me dijo entonces tratando de calmarme –le dije a tu vieja que tenía que darte un mensaje urgente y me dio tu dirección-
No podía creer su atrevimiento, ya ustedes saben la historia de Pablo, fue durante mucho tiempo amante de mi vieja y luego lo fue mío, o por lo menos cogimos varias veces.
-Creí que ya no te iba a ver de nuevo- le dije mientras comenzaba a caminar por Avenida de Mayo.
-Difícil que me aleje mucho tiempo de vos- asegura guiñándome un ojo.
Sabía a lo que había venido, a pedirme plata… tal vez, pero a cogerme… seguro. Los tres, Raúl, el Negro y Pablo, son excelsos cogedores, me cogen muy, pero muy bien, pero no sé por qué razón Pablo es el que me incita más morbo, quizás el hecho de que haya estado preso o que fuera pareja de mi mamá por bastante tiempo… no lo sé, el hecho es que no tarde nada en mandarle un mensaje a Raúl diciéndole que se me había complicado la tarde y no podría verlo, y otro al Negro pidiéndole que lo dejáramos para otro día, y apague el celular, no quería enterarme de lo que me responderían, por lo menos no en ese momento.
Seguimos caminando juntos, hablando de boludeces, hasta que le largué sin anestesia:
-¿Y para que me buscabas, para pedirme plata?-
-Jaja… como me conocés…- se rió.
-¿Y cuánto necesitás?- le pregunté.
-No sé, lo que puedas darme-
-No va a ser mucho, empecé a trabajar hace poco, así que…-
-Pero me enteré que estabas laburando para el Tano- comentó.
-Laburando, como decir laburando no, a veces pego algún laburito, nada más que eso, no es nada full time- le aclaré por si las moscas.
-Estás perdiendo plata, te digo- me aseguró.
-Eso mismo me dice el Tano, pero no sé, no quiero dedicarme de lleno a eso, significaría cambiar muchas cosas-
-¿Cómo qué?- quiso saber.
-Para empezar, que me digan puta-
-Pero si sos reputa- se rió Pablo.
-Sí, pero bueno, hay distintas clases de putas… yo soy puta en la cama, no solo por plata, aunque si me pagan no me enojo- me reí yo también.
Y hablando de plata, entramos a un cajero, y saque trescientos pesos. Cien me los quede yo, y doscientos se los di a él.
-Espero que esto te ayude- le dije.
-Gracias negrita- dijo agarrando los billetes y guardándolos en un bolsillo -¿Cómo puedo agradecerte?-
-No sé, vos sabrás- repuse mirándolo en una forma por demás incitante.
Entendió al toque, me agarró ahí mismo, dentro del cajero, me estrechó entre sus brazos y me dio un chupón de esos que te desarman. Me metía la lengua hasta la garganta, cosa que hay que saber hacer para que no resulte incómodo o desagradable, derramando cantidad de saliva en mi paladar.
-¿Y solo con un beso te crees que va a estar saldada la deuda?- le dije con una sonrisa cómplice.
-Es solo un aperitivo negrita, te voy a dar como a vos te gusta- me asegura deslizando la mano que tenía en mi cintura hacia mi cola.
Tuvimos que interrumpir la apretada porque de afuera golpeaban la puerta de vidrio queriendo entrar también a hacer uso del cajero.
-¡Ya va… ya va!- les gritó de mal modo Pablo -¿No ven que están interrumpiendo?- y al salir me tocó groseramente el culo delante de la pareja madura que nos había interrumpido.
-¡Negrita, no sabes cómo me puse… vamos a coger ya!- me dijo con un tono por demás desesperado.
Yo estaba igual, desde hace rato que estaba caliente sabiendo que me iba a encontrar con Raúl, pero ahora en vez de Raúl estaba con Pablo, lo cual no modificaba en absoluto mi calentura, aunque si la hacía un poco más intensa. Fuimos a un telo… de una. Pagué yo con los cien que había sacado. Ni bien cerramos la puerta de la habitación se me tiró encima y reanudó lo que había dejado inconcluso en el cajero… con las manos me agarró de la cola y me pegó bien a su cuerpo, volviéndome a comer la boca en una forma por demás ávida y jugosa. La saliva, la suya y la mía, me chorreaba por las comisuras de los labios, la que él untaba con la lengua para volverme a besar con más furor todavía. Con mis propias manos podía notar que lo que me había dicho en la calle era por demás cierto, estaba al re palo, se lo tocaba y no podía concebir que se le hubiera puesto tan grande.
-¡Chupámela negrita… chupámela… regálame uno de esos petes tan ricos que sabes hacer…!- me pidió casi en trance.
Me separé levemente de él, lo tomé de la mano y retrocedí unos cuantos pasos hasta chocar con la cama. Me senté en ella, hasta quedar de frente a su abultada entrepierna, y tras unas suaves caricias, comencé a desabrocharle el pantalón… la pija le palpitaba adentro… parecía que en cualquier momento iba a salir disparada como un cohete en busca del hiperespacio… solamente le bajé un poco el pantalón y el slip, dejando que la pija saltara afuera en esa forma que tanto me incitaba, como empujada por un resorte. Cuando lo hizo tuve que echar la cabeza hacia atrás para que no me diera en plena cara. Entonces se la agarre y comencé a masajeársela mientras lo miraba con ojos de gatita en celo.
-¡Me volvés loco, Gise…!- me decía él entre suspiros por demás arrebatados.
Me gusta calentar de esa forma, hacerlos sufrir un poquito, pero tampoco exagerar, así que viendo que la pija se endurecía cada vez más, empecé a pasarle la lengüita todo a lo largo… estaba que quemaba… le recorrí un poco los huevos y luego subí para comérmela hasta donde me entrara, por supuesto no me entró de una, pero a medida que me iba reencontrando con su tamaño, podía alojar más cantidad de carne en mi paladar.
-¡Ahhhhh… así… ahhhh… que boquita tenés Gise… sos insuperable… ahhhh… que bueno…!- me elogiaba Pablo, comenzando a mover lentamente su pelvis, cogiéndome por la boca, como tanto le gusta hacerlo.
Estuvo un rato embistiéndome en esa forma tan encantadora, tras lo cual me la sacó de la boca, y me la refregó por toda la cara, y volviéndola a situar a las puertas de mis labios, me dijo:
-¡Cométela toda…!-
Abrí la boca y me la comí… me la comí toda… me la devoré hasta que los pelitos de su pubis comenzaron a hacerme cosquillas en la nariz… la solté recién cuándo los ojos comenzaron a lagrimearme, haciendo un fuerte ruido de succión. Repetí el juego varias veces más, manteniéndola cada vez más tiempo dentro de mi boca, hasta que Pablo me pedía otra cosa.
-A ver… mordeme la cabecita- me decía y yo se la mordía, suaves mordiditas en el glande que lo hacían hincharse todavía más.
-Comeme los huevos…- y se los comía, me atragantaba con sus huevos, bien grandes y peludos, primero de a uno y luego los dos juntos, succionándolos con frenesí.
Entonces me levantó de prepo, me besó en esa forma suya tan brusca y arrebatada, me escupió en la boca, como solía hacer y empezó a sacarme la ropa. Ya desnuda me tendió de espalda en la cama, me separó las piernas y me pegó terrible chupada de concha. Me metía la lengua hasta los ovarios el hdp, moviéndola en una forma que me arrancaba gemidos cada vez más exaltados, pero lo mejor vino cuándo junto con su lengua puso en acción sus dedos, moviéndolos en perfecta sincronía. Obvio que esta actividad suya en esa parte tan íntima mía comenzó a provocar reacciones incontrolables, como que chorritos de flujo comenzaran a saltar para todos lados, empapando no solo mis muslos, sino también sus manos y también su cara.
-¡Hija de puta, como te estás mojando!- me decía, sin dejar de cogerme con sus dedos, metiéndolos cada vez más adentro, como si buscara en el interior de mi concha algo que se le hubiese perdido.
Necesitaba que me cogiera YA, mi concha ansiaba pija en una forma ya impostergable.
-¡Cogeme Pablo, por favor… metémela de una vez!- le pedí casi desesperada.
Me sacó los dedos de adentro, se acomodó entre mis piernas y apoyando la punta de su pija en la entrada de mi concha, me preguntó:
-¿Así que querés pija?-
-¡Sí… dámela ya… no aguanto…!- le repetí.
-Pedímelo de nuevo- me dijo frotándome la pija por toda la concha.
-¡Cogeme… cogeme… dámela toda…!- le volví a suplicar.
Ahora sí, apoyó la cabeza en la entrada y mediante un suave empujón comenzó a metérmela… pero solo fue suave al principio, ya que tras meterme un poco más de la mitad comenzó a moverse con mucha más violencia. Se calzó mis tobillos sobre los hombros y con mis piernas bien abiertas, entró a darme como si quisiera abrir un túnel en mi interior. Mis gemidos seguían el ritmo de sus embestidas, las cuáles se hacían cada vez más violentas. Pablo es una bestia garchando, no tiene ni un pizca de sensibilidad o compasión, su goce es primero y las mujeres, (en este caso, yo) solo somos un agujero abierto y dispuesto para su inmediata satisfacción. Pero, así y todo, esos modos suyos, tan bruscos y arrebatados, tan impulsivos, me pueden, me encienden de una manera que no puedo resistir y por ende me entrego en forma total y absoluta… sin renuencias. Y así me entregaba a él en ese momento, bien abierta de piernas, alojando en mi interior cada pedazo de verga. Derrumbado sobre mí, me besaba, me mordía los labios, me chupaba la lengua, me escupía dentro de la boca, todo esto sin dejar de cogerme, metiéndomela tan adentro que la sentía rebotando contra mis ovarios.
Tras un rato me la sacó, y me hizo poner en cuatro, se puso de rodillas tras de mí, me palmeó fuertemente la cola y me la volvió a dar… ¡y como me la dio!... me fundió la pija en la concha prácticamente, dejándomela adentro un buen rato mientras con su pulgar comenzaba a presionar en el centro de mi orificio anal. Obvio, mi culito no se resistió y se abrió gustoso al requerimiento del invasor, entonces me la sacó de la concha y me la metió por atrás, abriéndome bien el ojete con ese pedazo de poronga que tiene y con el cual ya me había dado unos cuantos banquetes. Me la metió hasta los huevos, ocupándose de ahora en más de mi retaguardia, ya saben, de la cárcel le quedo el gusto por los culitos, así que yo misma debí ocuparme de mi concha, así que mientras él me culeaba, yo me metía la mano y me pajeaba, sacudiéndome el clítoris como si quisiera arrancármelo. Fue entonces que tras unos cuantos ensartes, Pablo se puso como loco, más de lo que es habitualmente en la cama, y dándome como si en un rato se acabara el mundo, me la clavó bien adentro y me llenó de leche.
-¡Ahhhhhhhh… ahhhhhhhh… ahhhhhhhh…!- rugía enfervorizado, mientras largaba lechazos de semen en mi recto.
Pese a la tremenda cogida y a la brutal culeada, yo seguía caliente, así que me desacoplé de él, me di la vuelta y volví a chuparle la pija, urgida por seguir manteniendo esa venerable erección que tanto me complacía. Obvio que lo conseguí. Me la comí toda así como estaba, lechosa y resbaladiza, y ni bien dio muestras de seguir manteniendo ese vigor prodigioso, me le subí encima y me la clavé de una, saltando sobre ella como una amazona. Desde abajo, y disfrutando todavía de su orgasmo, Pablo me acariciaba las gomas, me las apretaba, me las mordía, siempre fue bruto para eso, pero que delicioso me resultaba.
Nos seguimos dando por un buen rato, sin pausa alguna, hasta que me aprisionó contra uno de los espejos de la pared, y bien plantado tras de mí, me cogió de parada… ahí, en esa posición, parados los dos, él tras de mí, me la metía por ambos orificios, por el culo y por la concha, sin predilección por ninguno en especial, aferrándose bien de mis tetas, las cuales parecían deshacerse entre sus dedos.
Cuándo ya pareció que se aproximaba a otra descarga, me la sacó, y me hizo poner de rodillas delante suyo. No me resistí, ya que eso es lo que más me gusta… postrarme… humillarme… entregarme por completo a un macho como él… con una mano me sostenía fuertemente de los pelos, manteniendo en todo momento mi cara frente a su verga, y con la otra se pajeaba con todo.
-¡Abrí la boca…!- me gritó.
La abrí todo lo que pude, esperando su descarga láctea, pero en vez de eso recibí unos cuantos escupitajos, los cuales llenaron mi paladar con su saliva, y cuándo cerré la boca para saborearla, me escupió en la cara. Entonces empezó a temblar y a gemir más fuerte, ya no pudo decirme nada, así que fui yo la que abrió la boca y recibió a continuación un lechazo tras otro, esta vez todo se derramó adentro, por lo que pude disfrutar de un bocado de excepción. Me tragué todo, sin derramar ni una sola gota, y cuándo abrí la boca para mostrarle que me lo había tragado todo, me metió la pija hasta el fondo de la garganta, soltando en mi esófago los últimos chorritos de semen, ya ralos y sin fuerza, que le quedaban.
Ahora sí, quede fulminada. Me llevo un tiempo recuperarme, momento que aprovechamos para conversar de algunos temitas personales. No quedamos en nada, aunque había sido un polvo fantástico, de esos que te hacen dar gracias por ser mujer, no lo quiero de amante, un “touch” de vez en cuándo esta bien, pero no quiero tenerlo tan cerca… después de todo se trata de una persona muy peligrosa.
Al salir del telo, y tras despedirnos, prendí el celular. Tanto Raúl como el Negro se lamentaban por el hecho de no poder vernos, aunque no descartaban poder hacerlo en alguna otra oportunidad, lo más pronto posible, aclaraban. No les respondí, la verdad es que lo único que quería era llegar a casa y acostarme, ni comer quería… la leche de Pablo ya había sido suficiente alimento por ese día.
Lo último que sabía de Pablo era que estaba en Bahía Blanca, al parecer allá tiene algún que otro hijo y una mujer que todavía lo acepta. Pero el último lugar en donde esperaba encontrármelo era en la puerta de mi laburo.
-¿Que hacés acá, como supiste donde trabajo?- le pregunté de mal modo.
-¿Qué pasa negrita, no te alegrás de verme?- me preguntó en tono sarcástico.
Si bien nuestra relación no había empezado de la mejor manera, debo admitir que pasé más momentos buenos que malos con él, por supuesto que no me olvidaba de la trastada que me había hecho con eso de la deuda que tenía con el Tano, deuda que terminé pagando yo, con mi cuerpo, para enterarme poco después que todo era mentira y que lo había hecho para que el Tano me hiciera una especie de casting y comprobar si podía pasar a ser una de sus “chicas”. Lo hice, pase el casting, con honores debo decir, y desde entonces empecé a trabajar para el Tano, aunque lo hago en forma esporádica, no quiero dedicarme a eso de tiempo completo, de vez en cuando está bien, como para disponer de algún dinero extra. Volviendo a lo de Pablo me sorprendía en verdad su presencia.
-No te enojes negrita- me dijo entonces tratando de calmarme –le dije a tu vieja que tenía que darte un mensaje urgente y me dio tu dirección-
No podía creer su atrevimiento, ya ustedes saben la historia de Pablo, fue durante mucho tiempo amante de mi vieja y luego lo fue mío, o por lo menos cogimos varias veces.
-Creí que ya no te iba a ver de nuevo- le dije mientras comenzaba a caminar por Avenida de Mayo.
-Difícil que me aleje mucho tiempo de vos- asegura guiñándome un ojo.
Sabía a lo que había venido, a pedirme plata… tal vez, pero a cogerme… seguro. Los tres, Raúl, el Negro y Pablo, son excelsos cogedores, me cogen muy, pero muy bien, pero no sé por qué razón Pablo es el que me incita más morbo, quizás el hecho de que haya estado preso o que fuera pareja de mi mamá por bastante tiempo… no lo sé, el hecho es que no tarde nada en mandarle un mensaje a Raúl diciéndole que se me había complicado la tarde y no podría verlo, y otro al Negro pidiéndole que lo dejáramos para otro día, y apague el celular, no quería enterarme de lo que me responderían, por lo menos no en ese momento.
Seguimos caminando juntos, hablando de boludeces, hasta que le largué sin anestesia:
-¿Y para que me buscabas, para pedirme plata?-
-Jaja… como me conocés…- se rió.
-¿Y cuánto necesitás?- le pregunté.
-No sé, lo que puedas darme-
-No va a ser mucho, empecé a trabajar hace poco, así que…-
-Pero me enteré que estabas laburando para el Tano- comentó.
-Laburando, como decir laburando no, a veces pego algún laburito, nada más que eso, no es nada full time- le aclaré por si las moscas.
-Estás perdiendo plata, te digo- me aseguró.
-Eso mismo me dice el Tano, pero no sé, no quiero dedicarme de lleno a eso, significaría cambiar muchas cosas-
-¿Cómo qué?- quiso saber.
-Para empezar, que me digan puta-
-Pero si sos reputa- se rió Pablo.
-Sí, pero bueno, hay distintas clases de putas… yo soy puta en la cama, no solo por plata, aunque si me pagan no me enojo- me reí yo también.
Y hablando de plata, entramos a un cajero, y saque trescientos pesos. Cien me los quede yo, y doscientos se los di a él.
-Espero que esto te ayude- le dije.
-Gracias negrita- dijo agarrando los billetes y guardándolos en un bolsillo -¿Cómo puedo agradecerte?-
-No sé, vos sabrás- repuse mirándolo en una forma por demás incitante.
Entendió al toque, me agarró ahí mismo, dentro del cajero, me estrechó entre sus brazos y me dio un chupón de esos que te desarman. Me metía la lengua hasta la garganta, cosa que hay que saber hacer para que no resulte incómodo o desagradable, derramando cantidad de saliva en mi paladar.
-¿Y solo con un beso te crees que va a estar saldada la deuda?- le dije con una sonrisa cómplice.
-Es solo un aperitivo negrita, te voy a dar como a vos te gusta- me asegura deslizando la mano que tenía en mi cintura hacia mi cola.
Tuvimos que interrumpir la apretada porque de afuera golpeaban la puerta de vidrio queriendo entrar también a hacer uso del cajero.
-¡Ya va… ya va!- les gritó de mal modo Pablo -¿No ven que están interrumpiendo?- y al salir me tocó groseramente el culo delante de la pareja madura que nos había interrumpido.
-¡Negrita, no sabes cómo me puse… vamos a coger ya!- me dijo con un tono por demás desesperado.
Yo estaba igual, desde hace rato que estaba caliente sabiendo que me iba a encontrar con Raúl, pero ahora en vez de Raúl estaba con Pablo, lo cual no modificaba en absoluto mi calentura, aunque si la hacía un poco más intensa. Fuimos a un telo… de una. Pagué yo con los cien que había sacado. Ni bien cerramos la puerta de la habitación se me tiró encima y reanudó lo que había dejado inconcluso en el cajero… con las manos me agarró de la cola y me pegó bien a su cuerpo, volviéndome a comer la boca en una forma por demás ávida y jugosa. La saliva, la suya y la mía, me chorreaba por las comisuras de los labios, la que él untaba con la lengua para volverme a besar con más furor todavía. Con mis propias manos podía notar que lo que me había dicho en la calle era por demás cierto, estaba al re palo, se lo tocaba y no podía concebir que se le hubiera puesto tan grande.
-¡Chupámela negrita… chupámela… regálame uno de esos petes tan ricos que sabes hacer…!- me pidió casi en trance.
Me separé levemente de él, lo tomé de la mano y retrocedí unos cuantos pasos hasta chocar con la cama. Me senté en ella, hasta quedar de frente a su abultada entrepierna, y tras unas suaves caricias, comencé a desabrocharle el pantalón… la pija le palpitaba adentro… parecía que en cualquier momento iba a salir disparada como un cohete en busca del hiperespacio… solamente le bajé un poco el pantalón y el slip, dejando que la pija saltara afuera en esa forma que tanto me incitaba, como empujada por un resorte. Cuando lo hizo tuve que echar la cabeza hacia atrás para que no me diera en plena cara. Entonces se la agarre y comencé a masajeársela mientras lo miraba con ojos de gatita en celo.
-¡Me volvés loco, Gise…!- me decía él entre suspiros por demás arrebatados.
Me gusta calentar de esa forma, hacerlos sufrir un poquito, pero tampoco exagerar, así que viendo que la pija se endurecía cada vez más, empecé a pasarle la lengüita todo a lo largo… estaba que quemaba… le recorrí un poco los huevos y luego subí para comérmela hasta donde me entrara, por supuesto no me entró de una, pero a medida que me iba reencontrando con su tamaño, podía alojar más cantidad de carne en mi paladar.
-¡Ahhhhh… así… ahhhh… que boquita tenés Gise… sos insuperable… ahhhh… que bueno…!- me elogiaba Pablo, comenzando a mover lentamente su pelvis, cogiéndome por la boca, como tanto le gusta hacerlo.
Estuvo un rato embistiéndome en esa forma tan encantadora, tras lo cual me la sacó de la boca, y me la refregó por toda la cara, y volviéndola a situar a las puertas de mis labios, me dijo:
-¡Cométela toda…!-
Abrí la boca y me la comí… me la comí toda… me la devoré hasta que los pelitos de su pubis comenzaron a hacerme cosquillas en la nariz… la solté recién cuándo los ojos comenzaron a lagrimearme, haciendo un fuerte ruido de succión. Repetí el juego varias veces más, manteniéndola cada vez más tiempo dentro de mi boca, hasta que Pablo me pedía otra cosa.
-A ver… mordeme la cabecita- me decía y yo se la mordía, suaves mordiditas en el glande que lo hacían hincharse todavía más.
-Comeme los huevos…- y se los comía, me atragantaba con sus huevos, bien grandes y peludos, primero de a uno y luego los dos juntos, succionándolos con frenesí.
Entonces me levantó de prepo, me besó en esa forma suya tan brusca y arrebatada, me escupió en la boca, como solía hacer y empezó a sacarme la ropa. Ya desnuda me tendió de espalda en la cama, me separó las piernas y me pegó terrible chupada de concha. Me metía la lengua hasta los ovarios el hdp, moviéndola en una forma que me arrancaba gemidos cada vez más exaltados, pero lo mejor vino cuándo junto con su lengua puso en acción sus dedos, moviéndolos en perfecta sincronía. Obvio que esta actividad suya en esa parte tan íntima mía comenzó a provocar reacciones incontrolables, como que chorritos de flujo comenzaran a saltar para todos lados, empapando no solo mis muslos, sino también sus manos y también su cara.
-¡Hija de puta, como te estás mojando!- me decía, sin dejar de cogerme con sus dedos, metiéndolos cada vez más adentro, como si buscara en el interior de mi concha algo que se le hubiese perdido.
Necesitaba que me cogiera YA, mi concha ansiaba pija en una forma ya impostergable.
-¡Cogeme Pablo, por favor… metémela de una vez!- le pedí casi desesperada.
Me sacó los dedos de adentro, se acomodó entre mis piernas y apoyando la punta de su pija en la entrada de mi concha, me preguntó:
-¿Así que querés pija?-
-¡Sí… dámela ya… no aguanto…!- le repetí.
-Pedímelo de nuevo- me dijo frotándome la pija por toda la concha.
-¡Cogeme… cogeme… dámela toda…!- le volví a suplicar.
Ahora sí, apoyó la cabeza en la entrada y mediante un suave empujón comenzó a metérmela… pero solo fue suave al principio, ya que tras meterme un poco más de la mitad comenzó a moverse con mucha más violencia. Se calzó mis tobillos sobre los hombros y con mis piernas bien abiertas, entró a darme como si quisiera abrir un túnel en mi interior. Mis gemidos seguían el ritmo de sus embestidas, las cuáles se hacían cada vez más violentas. Pablo es una bestia garchando, no tiene ni un pizca de sensibilidad o compasión, su goce es primero y las mujeres, (en este caso, yo) solo somos un agujero abierto y dispuesto para su inmediata satisfacción. Pero, así y todo, esos modos suyos, tan bruscos y arrebatados, tan impulsivos, me pueden, me encienden de una manera que no puedo resistir y por ende me entrego en forma total y absoluta… sin renuencias. Y así me entregaba a él en ese momento, bien abierta de piernas, alojando en mi interior cada pedazo de verga. Derrumbado sobre mí, me besaba, me mordía los labios, me chupaba la lengua, me escupía dentro de la boca, todo esto sin dejar de cogerme, metiéndomela tan adentro que la sentía rebotando contra mis ovarios.
Tras un rato me la sacó, y me hizo poner en cuatro, se puso de rodillas tras de mí, me palmeó fuertemente la cola y me la volvió a dar… ¡y como me la dio!... me fundió la pija en la concha prácticamente, dejándomela adentro un buen rato mientras con su pulgar comenzaba a presionar en el centro de mi orificio anal. Obvio, mi culito no se resistió y se abrió gustoso al requerimiento del invasor, entonces me la sacó de la concha y me la metió por atrás, abriéndome bien el ojete con ese pedazo de poronga que tiene y con el cual ya me había dado unos cuantos banquetes. Me la metió hasta los huevos, ocupándose de ahora en más de mi retaguardia, ya saben, de la cárcel le quedo el gusto por los culitos, así que yo misma debí ocuparme de mi concha, así que mientras él me culeaba, yo me metía la mano y me pajeaba, sacudiéndome el clítoris como si quisiera arrancármelo. Fue entonces que tras unos cuantos ensartes, Pablo se puso como loco, más de lo que es habitualmente en la cama, y dándome como si en un rato se acabara el mundo, me la clavó bien adentro y me llenó de leche.
-¡Ahhhhhhhh… ahhhhhhhh… ahhhhhhhh…!- rugía enfervorizado, mientras largaba lechazos de semen en mi recto.
Pese a la tremenda cogida y a la brutal culeada, yo seguía caliente, así que me desacoplé de él, me di la vuelta y volví a chuparle la pija, urgida por seguir manteniendo esa venerable erección que tanto me complacía. Obvio que lo conseguí. Me la comí toda así como estaba, lechosa y resbaladiza, y ni bien dio muestras de seguir manteniendo ese vigor prodigioso, me le subí encima y me la clavé de una, saltando sobre ella como una amazona. Desde abajo, y disfrutando todavía de su orgasmo, Pablo me acariciaba las gomas, me las apretaba, me las mordía, siempre fue bruto para eso, pero que delicioso me resultaba.
Nos seguimos dando por un buen rato, sin pausa alguna, hasta que me aprisionó contra uno de los espejos de la pared, y bien plantado tras de mí, me cogió de parada… ahí, en esa posición, parados los dos, él tras de mí, me la metía por ambos orificios, por el culo y por la concha, sin predilección por ninguno en especial, aferrándose bien de mis tetas, las cuales parecían deshacerse entre sus dedos.
Cuándo ya pareció que se aproximaba a otra descarga, me la sacó, y me hizo poner de rodillas delante suyo. No me resistí, ya que eso es lo que más me gusta… postrarme… humillarme… entregarme por completo a un macho como él… con una mano me sostenía fuertemente de los pelos, manteniendo en todo momento mi cara frente a su verga, y con la otra se pajeaba con todo.
-¡Abrí la boca…!- me gritó.
La abrí todo lo que pude, esperando su descarga láctea, pero en vez de eso recibí unos cuantos escupitajos, los cuales llenaron mi paladar con su saliva, y cuándo cerré la boca para saborearla, me escupió en la cara. Entonces empezó a temblar y a gemir más fuerte, ya no pudo decirme nada, así que fui yo la que abrió la boca y recibió a continuación un lechazo tras otro, esta vez todo se derramó adentro, por lo que pude disfrutar de un bocado de excepción. Me tragué todo, sin derramar ni una sola gota, y cuándo abrí la boca para mostrarle que me lo había tragado todo, me metió la pija hasta el fondo de la garganta, soltando en mi esófago los últimos chorritos de semen, ya ralos y sin fuerza, que le quedaban.
Ahora sí, quede fulminada. Me llevo un tiempo recuperarme, momento que aprovechamos para conversar de algunos temitas personales. No quedamos en nada, aunque había sido un polvo fantástico, de esos que te hacen dar gracias por ser mujer, no lo quiero de amante, un “touch” de vez en cuándo esta bien, pero no quiero tenerlo tan cerca… después de todo se trata de una persona muy peligrosa.
Al salir del telo, y tras despedirnos, prendí el celular. Tanto Raúl como el Negro se lamentaban por el hecho de no poder vernos, aunque no descartaban poder hacerlo en alguna otra oportunidad, lo más pronto posible, aclaraban. No les respondí, la verdad es que lo único que quería era llegar a casa y acostarme, ni comer quería… la leche de Pablo ya había sido suficiente alimento por ese día.
7 comentarios - Un encuentro inesperado...
tus relatos son unicos......quiero ver mas de tu cuerpo!!!!!!!!!
Me encantó...!!!
Me calentó el sólo hecho de imaginarte...
Yo te hubiese partido al medio en el cajero... Y que nos saque la cana...!!!
Pero más me gustó ver fotos al final del post...!!!
Gracias por compartir...!!!