Sergio estaba un poco preocupado por las situaciones que me iba inventando entre nosotros. Mi novio había resultado ser un romántico paradito y la verdad es que aunque me gustaban algunas nuevas facetas de mi primera relación “seria”, echaba de menos el sexo salvaje y duro, el vocabulario basto y las prácticas sexuales menos “aprobadas” por el resto del mundo. No me bastaba esa lengua tan jodidamente buena o sus grandes manos, quería más, y Sergio no acababa de entenderlo.
- Sergio, por favor…
- No Alma, no pienso tratarte de esa manera, no insistas.
- ¿Pero por qué?
- Es una humillación en toda regla… tú no eres un objeto, eres una persona.
- Sergio por dios… te lo estoy pidiendo yo. Todo aquello que se haga en una pareja mientras ambos están de acuerdo queda fuera de toda posible falta de respeto o similar. Además, no te estoy pidiendo que me pegues, ni nada de eso, ni siquiera son insultos, sólo es que me trates más duramente… que me llames…
- No pienso llamarte puta o guarra, o cualquier nombre parecido.
- Eres un aguafiestas Sergio, así esto no va a funcionar.
- ¿A qué te refieres?
- Mira, el sexo contigo es placentero, no te lo niego. Y la verdad que la nueva faceta romántica que has traído a mi vida me gusta, pero eso no quita que el sexo salvaje y rudo me haya dejado de gustar y tú me lo estás negando. ¿Acaso no recuerdas lo mucho que disfrutamos la otra noche en la fiesta, follando en el lavabo del bar?
- No me disgustó, pero tampoco le encuentro la gracia.
- No me jodas Sergio, te encantó… a todos os encanta.
- ¡PERO NO ESTÁ BIEN!
Joder, el crío me estaba sacando de mis casillas. Pero quién narices había educado a semejante buenorro en esas reglas tan absurdas y mojigatas, por dios. ¿Desde cuándo un hombre se negaba a tratar como a una zorra a su novia cuando ésta se lo pedía casi suplicante? Sólo tenía que atarme y hacerme guarradas, o agarrarme la cabeza y obligarme a que se la comiera, o mejor aún, follarme sin pausa y acabar de nuevo en mi culito, joder cómo me gustaba que me lo rompieran.
- Sergio… o te abres un poco de miras y aprendes de la vida, o esto no tiene futuro.
- Es que no puedo, yo te quiero, ¿entiendes? Y me cuesta una barbaridad pensar en esto… es que no soy capaz.
- ¿No te ponen las pelis porno? ¿No te has imaginado nunca de pie, con una moza arrodillada debajo de ti, completamente desnuda y comiéndotela con cara de desesperada, mientras le agarras la cabeza y le dices: chúpamela guarra, vamos, no pares?
- Claro que lo he pensado…
- ¿Y vas a dejar pasar esa oportunidad cuando soy yo misma la que se ofrece a hacerlo?
- Me cuesta Alma, me cuesta…
- Pues a mí me cuesta entenderte Sergio, me cuesta horrores.
*
El primer bache de nuestra relación parecía bastante más grande de lo que me esperaba. LO que en un principio me había parecido maravilloso, inocente y divertido; ahora me estaba empezando a cansar. No es que el sexo no fuera placentero, pero se estaba convirtiendo en rutinario y a mí se me quitaban las ganas de estar con él, aunque las ganas de tener sexo no desaparecían precisamente. Llamé a Noa para que me ayudara y me fui a su casa la tarde siguiente, esperando que la romántica de mi amiga me supiera aconsejar. Eran cerca de las cinco y cuando llegué estaban los dos tortolitos dándose el lote en la cocina. Adam me saludó cariñosamente, como siempre, y yo me fui a sentar al sofá, un poco cansada.
- Bueno Alma, no te deprimas ¿vale? He hecho galletas de chocolate, nubes y… trufas al ron. Sé que no te encantan, pero a Adam le vuelven loco y a mi madre también, así que, así os hago felices a todos.
- Te comería, ¿lo sabes no?
La sonrisa de Adam fue un poema, la verdad es que empezaba a encontrar esas frases mías medio amorosas medio sexuales la mar de normales, aunque he de reconocer que en un primer momento sentía cierto tono de crispación en el ambiente.
- Para tu desgracia, es toda mía.
- No por falta de interés por mi parte, llevo 5 años intentándolo.
- Ya Alma, y te lo agradezco, pero tienes la desgracia de ser una mujer, y a mí las mujeres no me atraen.
- Dice eso porque le da miedo probar y que le guste.
- Digo eso porque cuando veo una chica desnuda sólo se me ocurre pensar en la forma qué tiene, si sus pechos son o no operados, si tiene estrías, si se le nota alguna marca del bikini, como es su cuerpo en comparación al mío… o cosas parecidas. Cuando veo a un hombre (más o menos atractivo) que se quita la camiseta, se me enciende todo y sólo pienso en sexo. Así que creo que está bastante claro qué es lo qué me gusta.
- Realmente a mí las mujeres desnudas también me hacen pensar en sexo.
- Obviamente estoy de acuerdo contigo, los hombres desnudos no me interesan en ningún sentido –dijo Adam muy divertido-.
- A mí el sexo de una persona me es igual, los cuerpos me atraen de igual forma. Lo que pasa es que no he tenido nunca una relación duradera con una mujer, quizá debería intentarlo porque los hombres sois jodidamente complicados.
- Bueno… las mujeres soléis ser las complicadas de la relación-dijo Adam extrañado-.
- Te puedo asegurar que siempre me toca ser la parte simple de la pareja, y al final me acabáis volviendo loca con vuestras paranoias. Ahora a Sergio le ha dado por decir que cualquier práctica sexual más allá de las convencionales es una humillación hacia mí, ¡UNA HUMILLACIÓN! Me está sacando de quicio el niñato con tanto romanticismo.
- ¿A qué te refieres con convencional? –Preguntó Noa trayendo los dulces y dejándolos en la mesa-. Porque a veces tu visión de lo convencional es un poco “especial”.
- No Noa, en serio, te lo estoy diciendo muy en serio. Quiere quedarse en el misionero, la amazona, el perrito y poco más. No quiere decirme cosas cuando lo hacemos, y no me refiero a que me insulte (que no estaría mal) si no a qué me pida que le haga cosas o a que me susurre guarradas, ¡no quiere! Y de hacerlo en sitios públicos, NANAI, y no quiere hacer sexo anal! Vamos Noa, sabes lo mucho que me gusta…
- Tu novio es un poco raro cariño –dijo Noa sentándose sobre Adam-.
- En serio… necesito sexo salvaje. Está muy bien eso del romanticismo para un rato, de verdad que me gusta, me siento genial, pero necesito más. Quiero que me agarre la cabeza mientras me pide que se la chupe y quiero que me deje atarlo a la cama, y que me folle contra la pared de mi estudio… ¿sabes? –Noa se reía por lo explícito de vocabulario, pero es que realmente necesitaba hablar con alguien-.
- ¿Has intentado hablar con él?
- Sí Adam, lo he intentado, pero no quiere entrar en razón. ES todo el rato la misma historia, la humillación, la degradación, el machismo… entiendo hasta cierto punto que se negara a tener una relación con sadomasoquismo, a que se negara a meter otras personas en la relación, pero el simple hecho de “avivar” un poco la llama… de verdad que no lo entiendo.
- Está bien… -dijo Noa sentándose a mi lado y dándome un abrazo-, ¿qué te parece si os invitamos mañana por la noche a cenar y lo hablamos de pareja a pareja? Adam es todo un caballero y quizá puede hablar con Sergio de hombre a hombre y que lo vea desde otro punto de vista. ¿Qué piensas?
- Podría estar bien… ¿cocinarás tú?
- ¿Por quién me tomas? Claro que sí!
- Pues haz cosas italianas, que es su comida preferida, y de postre algo que lleve chocolate, que le encanta. A ver si suavizamos un poco la situación con tus manjares.
- Muy bien, decidido. Ahora iré a mirar qué hago para mañana…
- Pero bueno, ya que estoy aquí, ¿no me vas a contar nada?
- ¿Qué quieres saber?
- No sé… ¿qué tal estás? ¿cómo os va todo? ¿Habéis hecho algo nuevo? ¿Te ha gustado?
Adam sonreía, mientras se iba disimuladamente a la cocina dejándonos un poco de espacio a ambas. Noa me contó una noche de placer incansable, algunas nuevas facetas de Adam y de ella misma, lo mucho que le gustaba el sexo o lo que disfrutaba masturbándose ante él.
- Alma en serio, tiene una lengua… debería ser pecado tener algo así, es increíble.
- No mucho peor que tú, diría yo –dijo él asomándose por la puerta-. ¿Qué? Estoy en la cocina, sí, pero os puedo oír perfectamente.
- ¡Pues tápate los oídos! Hay cosas que prefiero que hagas como que no las has oído, ¿vale?
- ¿Te avergüenza que oiga lo bien que hablas de mí como amante?
- Pues… sí, un poco.
- Ya sabes como es Adam, estas cosas la superan… pero bueno, tranquilo, estamos en confianza. ¿Qué tal se le da a ella?
- Lo único que pienso decir es que es perfecta, todo lo demás sería una enorme lista de virtudes y grandes dones que no quiero compartir con nadie.
- Así que es buena eh… siempre lo supe, tenías cara de viciosa.
- ¿De viciosa? Ay dios Alma… podrías ser más agradable.
- ¡Oye, que eso no es malo!
- Bueno… según como se mire.
- Siento decirte Noa, cariño mío, que un poco “viciosa” sí que eres…
- ¡Adam! –él la miró con una sonrisa- Bueno… quizá un poco sí, pero no me gusta esa palabra.
- Ya sabes Adam –dije en medio susurro, sabiendo que Noa nos oía perfectamente- puedes usar el nuevo mote en la cama, seguro que la pone cachonda.
- Serás… -y ahí Noa empezó una guerra de cojines, como en los viejos tiempos. Estar con mi mejor amiga siempre me hacía sonreír-.
*
Estaba muy nerviosa con la cena, pero tenía fe en que mi mejor amiga y su perfecto novio pudieran ayudarnos. Llegamos pronto y Noa ya tenía la mesa puesta, estaba todo increíble, como siempre. Adam y Sergio congeniaron en seguida y nos dieron tiempo para estar a solas y charlas tranquilamente. La cena consistió en un montón de platos típicos italianos hechos a modo de bocado, desde focaccia, pasando por diferentes tipos de pasta fría y caliente, pizza, rissotto o ensaladas. Y claro, estaba todo buenísimo. De postre Noa sacó un tiramisú con mucho café y un brownie de doble chocolate con oreo que hizo relamerse a Sergio nada más verlo, aunque realmente estaba increíble.
Después de cenar salimos a la terraza y estuvimos un rato hablando los cuatro, de muchas cosas, hasta que Adam y Sergio se alejaron empezando una conversación sobre futbol en la que Noa se quiso meter pero que Adam con un par de gestos le advirtió de lo que sucedía. Nosotras nos quedamos hablando, sentadas en uno de los sofás, contándonos cosas y después de casi una hora los chicos volvieron y se sentaron al lado nuestro. Adam trataba a Noa con una dulzura pasmosa, parecida a la que Sergio tenía conmigo, pero luego no ponía reparos a su vida sexual, cosa que hubiera agradecido. Aunque también, la vida sexual de Adam era mucho más parecida a la mía, experimentada y larga, mientras que Sergio sólo había estado conmigo desde que empezó en el mundo del placer.
- Alma yo… siento mucho haberte preocupado, de verdad, tenía miedo y estaba no sé cómo decirlo, confundido quizá, pero nunca quise hacerte daño.
- Lo sé, yo tampoco quería que…
- Tenías razón, pero me daba miedo entrar en esa nueva rueda de experiencias. Por una parte tengo miedo a hacerte daño Alma, a perder los nervios o cruzar la línea sin darme cuenta, no quiero perderte. Pero por otro lado es que… me da un miedo atroz empezar con algo así y que me acabe gustando tanto que todo el mundo romántico y dulce que tengo contigo, que me hace feliz, se pierda y acabe siendo un poseso sexual o algo así.
- ¿Un poseso sexual? Vamos Sergio… te lo dije ya una vez, que el sexo entre nosotros sea más dulce o más salvaje no anula los sentimientos que tenemos el uno por el otro, ¿vale? Te quiero, te quiero muchísimo.
Noa me miró a los ojos, sorprendida al haberme oído decir esas palabras, pero feliz al ver que era sincera y que por fin me había enamorado. Adam me guiñó un ojo y Sergio me besó con dulzura, como sólo él sabía.
- Siento mucho que hayas tenido que llamarles para solucionar esto…
- Los amigos estamos para eso, además, a veces es más fácil hablar de esto de hombre a hombre. Con Noa hemos tenido altibajos, como todos y llamar a mi primo o a uno de mis amigos siempre me ayuda, de verdad. Puedes contar conmigo cuando quieras.
- Muchas gracias, a los dos –y Sergio miró a Noa-. La cena estaba estupenda, de verdad, y es una pena que Adam y tú no aceptéis a terceras personas, porque creo que me habría encantado compartir una noche con vosotros y Alma.
Aquel comentario me dejó blanca, ¿Sergio estaba dispuesto a meter a terceras personas en la pareja? Aquello habría un sinfín de posibilidades pero me callé y seguimos hablando tranquilamente, esperando al momento idóneo para sacar el tema.
*
Aparcó la moto en mi garaje, como la primera vez, y subimos tranquilamente a mi casa a tomarnos una copa. Sergio estaba mucho más tranquilo y la verdad es que se notaba el ambiente un poco cambiado, aunque tampoco quería entrar a saco con él.
- ¿Qué quieres de beber?
- Algo fuerte, supongo que un whisky solo.
- Eres una borracha.
- Eso ya lo sabías antes…
Ambos nos reímos y vino con un buen whisky solo, sin hielo, y algún tipo de combinado de licores de frutas o así que tanto le gustaban. Sí, mi novio era un crío, y el alcohol era una de las cosas que menos le gustaba.
- Siento mucho haber sido tan cerrado Alma… tenía miedo.
- Ya, siento no haber sido capaz de entenderte… sabes que lo de comprender y escuchar a los demás no es lo mío.
- Vaya par estamos hechos, ¿no?
Estuvimos bebiendo y charlando un buen rato, contando cosas, preguntando otras, conociéndonos un poco más que era lo que realmente nos hacía falta, hasta que al final la conversación llegó al punto que a mí más me interesaba.
- ¿Lo de hacer una especie de intercambio de parejas con Noa y Adam lo decías en serio?
- La verdad es que entiendo que Noa ejerza en ti ese magnetismo, a mí también me gusta.
- ¿Y Adam?
- Bueno, es muy majo, y tiene un buen cuerpo, pero no me interesaría mucho, lo que pasa es que tendría su gracia meterlo en la cama más que nada por veros a ti y a Noa qué hacíais con él, creo que yo no me acercaría demasiado.
- Igual te gustaba y todo…
- Quizá, pero no creo que sea lo mío.
- ¿Entonces lo decías en serio?
- ¿Lo de meter a otras personas en la pareja? La verdad es que cuando estaba hablando con Adam me he dado cuenta de que unos cuernos me herirían muchísimo por el hecho de que me mintieras, pero recordé lo cachondo que me puse cuando me contaste que casi habías estado con otro. Me gusta imaginarte en brazos de otro, así que, por qué no. Eso sí, si decidimos probarlo, será juntos, y si resulta que no estoy preparado para ello no volverás a insistir. Te lo pido sinceramente.
- Está bien, lo probaremos, si no te gusta, pues no volverá a pasar.
- De acuerdo.
- ¿Quieres empezar esta noche?
- ¿Esta noche?
- ¿Te gustaría compartirme con una amiga? Creo que con lo hetero que supuestamente eres, te costará menos si empezamos con una mujer.
- ¿Lo dices en serio?
- ¿Sergio has olvidado quién soy? Tengo más de mil teléfonos de personas que pueden estar aquí dispuestas a follar en menos de media hora, ahora sólo queda que contestes. ¿Quieres o no?
Sergio tragó saliva y me miró un poco asustado, yo sonreí. El asintió con la cabeza, así que yo me fui a mi cuarto a por mi agenda y empecé a mirar números y nombres… Ángela, no, demasiado lesbiana para hacer un trío. Nuria era demasiado bruta, y además parecía un tío, necesitaba una chica guapa, cariñosa, dispuesta a jugar con ambos y con un buen cuerpo, es decir, necesitaba a Sonia. Marqué su número casi de memoria y me sonreí al oír su voz.
- ¡Alma! No me puedo creer que seas tú… ¿cómo estás mi vida? Hace tanto que no te veo, no sabes lo mucho que echo de menos tus manos… nadie me toca como tú, amor.
- Hola mi vida, yo también te echo de menos. Pero tengo una noticia que seguro que te alegra.
- ¿Lo has dejado con ese nuevo novio que te había llevado a la monogamia?
- No, mejor aún, él ha aceptado meter a nuevas personas en nuestras noches de sexo.
- ¿De verdad? Me alegro tanto amor… te lo mereces, bueno os lo merecéis, la monogamia sólo lleva al aburrimiento y a la amargura. Y bueno, ya que me llamas, espero que sea para darme la grata sorpresa de que has pensado en mí para estrenar al pequeñín.
- Exacto. No se me ocurre alguien mejor que tú.
- Claro que no, nadie lo hará mejor que yo. ¿Qué quieres que me ponga? Voy en plan desesperada con alguno de mis modelitos apabullantes o prefieres algo más inocente.
- Ven con algo inocente, algo de cría… le vas a encantar.
- ¿Qué edad tiene?
- Cumplirá 19 dentro de poco.
- ¿19? Le saco sólo dos añitos… ¿y de experiencia qué tal?
- Es un novato, sólo ha estado conmigo, pero es bueno en la cama, jodidamente bueno.
- Me encanta oír eso. Eso sí Alma, prométeme que por mucho que juguemos los tres, me darás algo sólo para mí, prométeme que nos escaquearemos por la noche a la ducha o al sótano y me harás maravillas.
- Te lo prometo, pero será un secreto entre nosotras.
- Me estoy mojando sólo de oírte… Me visto y voy, no tardaré más de media hora.
- Perfecto, aquí te esperamos.
Sonia le iba a encantar a Sergio, tanto o más de lo mucho que me gustaba a mí. Era una chica de 21 años que había empezado precoz en este mundo, como yo, a los 13 años había empezado a jugar con sus compañeros de clase y de las mamadas empezó a follar en toda regla. Cuando la conocí, casi de sorpresa, ya era toda una experta en casi todo, pero tenía verdadero miedo en usar su culito. Aún recuerdo la noche en que mi amigo Alex, su hermano y yo la iniciamos en las maravillas del sexo anal, fue una de las mejores noches de mi vida. Desde entonces Sonia se había dedicado a hacer espectáculos de sexo en vivo y había gravado algunas películas porno, haciéndolo escandalosamente bien.
Físicamente Sonia era una bomba de poco más de metro sesenta, con unos pechos de infarto y un culito respingón, un poco más ancha que yo, con una piel muy bronceada, tenía algunos tatuajes y llevaba el pelo teñido de rubio. Tenía los ojos muy azules y los labios gruesos, carnosos y muy dulces. Estaba completamente depilada y aunque era una ferviente amante del sexo anal y de los tríos, lo que más disfrutaba era del sexo con mujeres y de una buena mamada. Además no tenía casi ningún tapujo y llevaba tiempo medio saliendo con uno de los directores de sus películas, un cabrón de casi 50 años que se gastaba una polla demasiado ancha hasta para mí. Estaba casado y no quería nada serio, así que ambos conseguían lo que querían: únicamente sexo.
- Ya está, Sonia llegará en veinte minutos.
- ¿Sonia?
- Es una antigua amiga, te gustará, te lo aseguro.
- Eso espero.
Sergio estaba nervioso, casi tanto como el día en que nos conocimos. Todavía no estaba del todo segura de que él aceptara de verdad aquella nueva faceta en nuestra relación, pero quería intentarlo, porque al negar mi verdadera naturaleza me estaba ahogando. Me senté a su lado y empecé a besarle, con gracia, intentando avivar ese deseo y no tardó demasiado en seguirme el juego, mi niño se estaba calentando.
Picaron al timbre justo cuando me estaba empezando a comer a mi novio, así que me fui hacia la puerta aprovechando el minuto de tranquilidad para relajarme y coger fuerzas. Oí a Sonia subir las escaleras, llevaba tacones finos, como siempre. Al abrir la puerta sonreí como una condenada, mi pequeña rubia estaba para comérsela.
- Hola mi amor –dije mientras le daba un buen beso-. Estás preciosa.
- Gracias.
Sonia llevaba un vestido blanco clásico, de tirantes, sin demasiado escote y con una falda de vuelo por encima de la rodilla. A la altura de la cintura llevaba un cinturón negro de charol, igual que sus sandalias de tiras y la diadema en el pelo, todo a juego. Estaba tan mona, y con esos ojazos azules y su pelo rubio bien peinado parecía una inocente colegiala. Aquella noche iba a ser épica.
- Pasa, pasa… Sergio está sentado en el sofá.
Al entrar, vi a Sergio de pie, al lado del sofá mirando hacia dónde estábamos, no pudo contener una sonrisa cuando vio a Sonia, sí, definitivamente le había gustado. Sonia se acercó, como siempre, medio cabizbaja como si aquello fuera nuevo para ella y se presentó con una voz dulce y aniñada dándole dos besos, uno en cada mejilla. Yo me quedé a unos metros, mirándolos, mi niño no podía evitar comérsela con la mirada.
- Bueno pequeños… siento deciros que esto no es una noche para hablar, ni para entablar amistad, ni siquiera para pasarlo bien… esto va a ser una noche de sexo inolvidable, así que, ¿qué os parece si empezamos?
Sonia me miró, sonrió mientras desviaba la mirada hacia Sergio y lo sentó de un pequeño empujón en el sofá, se sentó a su lado y empezó a besarle con maestría mientras metía su mano bajo su camisa y acariciaba su cuerpo. Yo me acerqué y me senté justo al otro lado de Sonia y al cabo de un poco reclamé sus labios, siendo yo ahora el centro de esas caricias. Mientras, Sergio empezó a pasar su mano por el muslo de Sonia, subiendo y bajando esperando una reacción, sin atreverse a subir del todo. Mientras nosotras seguíamos besando Sonia llevó su mano hacia dónde él no se atrevía, y cuando sus dedos llegaron bajo su falda Sonia sofocó uno de esos suspiros agarrando mi pezón con fuerza y mordiéndome los labios. Dejamos de besarnos y yo me dirigí a Sergio, con suma tranquilidad.
- ¿Cómo quieres hacerlo?
- ¿A qué te refieres?
- Quieres que seamos unas niñas caprichosas que se pelean por tus atenciones, quieres todo un espectáculo lésbico o quieres que nos centremos ambos en nuestra invitada –él me miraba cavilando, y finalmente asintió-.
- Quiero un poco de todo.
- Es un chico listo –aseguró Sonia mientras me quitaba la blusa y la falda-, vamos Sergio ayúdame a desvestirla, ésta ropa no nos va a hacer falta esta noche.
Entre Sergio y Sonia me quitaron toda la ropa y uno a cada lado, empezaron a lamer y tocar mis pechos y mis caderas y casi sin dilación, él metió un par de dedos en mí haciéndome suspirar. Cuando estuve más que caliente, le dirigí una mirada a Sergio que entendió, y casi le arrancamos el vestido a Sonia. Los ojos no se alejaban de los pechos de mi amiga, eran como imanes para él, así que lo invité a darse un festín. Ver a Sergio comiéndole las tetas de esa manera a otra me calentó a la par que me molestó, por un lado porque quería ser yo la receptora de esas caricias, y por otro porque quería ser yo la que le comiera las peras a mi querida Sonia. ¡Joder, que cúmulo de emociones! Sonia y yo ya estábamos completamente desnudas, pero Sergio todavía tenía la ropa puesta, así que el siguiente paso era obvio. Lo dejamos de pie, apoyado en uno de los reposabrazos del sofá. Quitamos su camiseta, y entre las dos abrimos el cinturón, el botón del pantalón y bajamos la cremallera. Quitamos los pantalones, los zapatos y los calcetines, y nos fijamos en ese bóxer. Ante nosotras ya se notaba la incipiente erección que creía bajo la tela, así que nos turnamos para lamer y acariciar su polla, sin demasiada rapidez. Poco después decidimos quitar el bóxer y sentamos a Sergio de golpe en el sofá, poniéndonos cada una a un lado de él, a sus pies. Yo le lamía las pelotas mientras Sonia se encargaba de su polla, relamía el capullo, el tronco, ahora la abarcaba por completo… y entonces nos turnábamos. Hasta que nos miramos a los ojos y con la lengua únicamente lamíamos a la par, de arriba abajo, el tronco una a cada lado. Sergio estaba cada vez más cachondo, así que seguimos chupando hasta que le llegó le orgasmo.
- Vamos Sergio dame tu leche, oh sí, quiero tu leche, dámela, dámela… -gritaba Sonia mientras seguía chupando-.
Yo le agarré la cabeza para que no se moviera y Sergio hizo los últimos movimientos, llenándole la garganta de leche. Sonia era buenísima en ello, así que ni siquiera tuvo arcadas, y obviamente no desperdició ni una gota. Aunque tuvo la decencia de guardar un par de gotitas en la lengua y me las regaló con un precioso morreo del que Sergio fue el espectador más complacido.
- ¿Qué quieres hacer ahora semental?
- Quiero mirar… -dijo él relamiéndose-.
Nos fuimos a la habitación, ya que en la cama estaríamos más a gusto, y Sergio se sentó en uno de los sofás, al lado del lavabo, mientras Sonia y yo nos estirábamos en la cama. Sonia estaba muy caliente, como siempre, y a mí me ponía una barbaridad que mi novio estuviera ahí viéndome, así que la fiesta podía empezar. Nos sentamos en la cama y empezamos a besarnos con sutileza, poco a poco, poniendo cada vez más lengua, más ganas, y entonces bajé a sorber esos pezones que tanto me gustaban, provocando algunos gemidos a mi rubia. Mi mano derecha ya había bajado a su coñito, que estaba muy encharcado, así que pasé de las suaves caricias en su clítoris a meter tres dedos de golpe en ese coñito tragón que tanto me gustaba.
- Joder… ¡me lo vas a romper! –gritó ella mientras me arañaba la espalda-.
Yo sonreí y seguí metiéndole los dedos, aquello ya lo habíamos hecho antes y Sonia podía con eso y con mucho más, al cabo de poco apenas notaba los cuatro dedos y no metí el puño entero porque no creí que fuera necesario dilatarla tanto. Miré sus ojos y la agarré del pelo, mientras me comía su boca.
- Cómeme el coño, pero ya.
- Me muero de ganas.
Me estiré, mirando a Sergio, y me abrí de piernas completamente. Sonia besó primero mis pechos, el ombligo, pero no se demoró demasiado en bajar. Cuando empezó a lamerme yo ya rozaba los límites de la desesperación. Aquella loca chupaba como una auténtica profesional, era maravillas lo que conseguía hacer con su lengua. Le insté a que continuara, a que no parara ni por equivocación, le grité mientras agarraba aquellas sábanas y apretaba su cara contra mi coño, esperando el orgasmo. Cuando estaba medio corriéndome Sonia llamó a Sergio, para que terminara el trabajo, y mi querido novio acabó por satisfacerme, aunque su lengua no era ni la mitad de experta que la de la niña. Él me miró y dijo:
- Ahora cómeselo tú a ella.
- Eres un cerdo –dije yo besándole, y lo eché de la cama dispuesta a ello-.
Lamí su clítoris, luego los labios, metí la punta de mi lengua en la vagina y después estuve dando vueltas por toda la superficie, parándome cada poco en aquella montañita rosada y succionándola, haciendo que Sonia gritara. Le hice una buena comida de coño, como bien me habían enseñado, y al terminar le pedí a Sergio que se nos uniera. En aquel momento la polla de mi novio y estaba de nuevo en plena forma, así que sin más dilación lo estiré en la cama y me la metí de una sentada, mientras Sonia se recuperaba. Poco tiempo pasó hasta que fue ella la que reclamó ese trozo de carne, así que me aparté para que lo cabalgara. Pasaron unos minutos y en una mirada, los tres nos comprendimos. Sonia se estiró boca arriba y yo me estiré sobre ella, piel contra piel, ambas expuestas para que Sergio desde atrás, pudiera follarnos intercaladamente sin problemas. Primero en mi coño, luego en el suyo, de nuevo en el mío… y así hasta que al infeliz se le ocurrió metérmela casi sin avisar en mi culito.
- Joder…. ¡JODER!
- ¿No decías que te gustaba? ¿No querías que te follara el culito? Ahora no te me quejarás…
No se me ocurrió decir nada más, pero mi mirada lo dijo todo. Jodido cabrón, ni siquiera me había puesto un poco de saliva o algo… pero aquello me encantaba, siempre me había gustado. Cuando el momento se nos hizo demasiado rutinario, me levanté y fui a la cómoda, en busca de alguno de mis juguetes y volví con mi pequeña maravilla. Una polla enorme y preciosa para lesbianas que no era nada mejor que un consolador doble pero que tenía la forma perfecta para que una de las dos lo tuviera metido dentro, dándole placer, pero puesto con una especie de tanga con el que poder follarte a tu novia.
- ¿Quieres jugar Sonia?
Sonia se quedó a cuatro patas y Sergio empezó a follársela, yo me puse delante de su boquita e hice que chupara aquel consolador enorme. Era una especie de medida parecida a la de Nacho Vidal, había pedido el consolador exacto de su molde pero en esos días no lo tenían. Días más tardes me encargué de comprarlo, pero no me gustaba usarlo con nadie que no fuera yo, esa polla era mía. Cuando estuvo bien ensalivado, le puse un poco de lubricante y le quité el sitio a Sergio. Se la clavé en dos veces y la hice estirar en la cama, mucho más adentro, cuando le tuve cogido el tranquillo, llamé a Sergio y lo puse tras de mí. Besé sus labios un par de veces y le susurré:
- Ya sabes lo que tienes que hacer.
Él sonrió y casi sin pensárselo volvió a follarme el culo. Joder, cómo me gustaba, aquel jodido crío había empezado a hacerlo realmente bien. Me sentía completa físicamente, como hacía tiempo que no lo hacía, las DP siempre me habían gustado, siempre. Nos follamos a Sonia un buen rato, hasta que le pedí que parara y le di la vuelta a mi putita.
- ¿Qué quieres que te folle yo cariño, en qué agujerito quieres que meta a nuestro amiguito de plástico mi amor?
Sonia me miró juguetona, y me comió la boca con ansia.
- Quiero esta polla en mi culo.
- ¿Seguro? La de Sergio es más pequeña, no te abrirá tanto…
- ¡Quiero esta!
- Está bien, ya sé que te gusta ser una chica mala…
Me estiré en la cama y Sonia se sentó sobre mí, tardó un poco en poder abarcar el juguetito entero, pero al final pudo. Ya empezaba a gemir del gusto la jodida, que entre follada y follada al menos se había corrido tres o cuatro veces. Se abrió muy bien de piernas y Sergio se la clavó de una sola vez en su coñito depilado, empezando un ritmo frenético que acabó por darme a mi más placer del que me esperaba.
Cuando finalmente Sonia acabó medió exhausta de tanto placer, después de dos o tres orgasmos más, Sergio me quitó de un plumazo el consolador del coño y me la clavó en una sola vez. Empezó a darme embestidas secas, rítmicas, y cuando estaba al borde del orgasmo lo descubrí metiendo al descomunal juguetito por el culo provocándome un éxtasis completo. Me hizo ponerme de rodillas en la cama, pero de pie y con el consolador totalmente metido en mi culito.
- No te toques, ni muevas el consolador, ni hagas nada que yo no te diga. Ahora abre la boca y sé una niña buena, ¿entendido?
- Entendido.
Abrí la boca y Sergio metió su polla poco a poco, hasta que toqué su pubis con mi nariz, tenía que abarcarla por completo pero con un ritmo lento. Yo movía la lengua como pidiendo más, mirando sus ojos, así que aumentó el ritmo y empezó a follarme la boca casi sin pensarlo, agarrándome fuerte del pelo y suspirando de placer. Sonia se unió a la fiesta y empezó a chuparle las pelotas y el culo desde atrás, calentando muchísimo al chiquillo, que en apenas un par de minutos me llenó toda la boca de leche.
- ¡Joder! ¡JODER!
Yo paladeé cada gota y después la medio compartí con mi amiga de juegos, en un par de morreos correosos y con casi demasiada lengua. Sergio se estiró en la cama y yo me acerqué a él, con mirada de niña buena.
- ¿Me puedo quitar ya el consolador?
- Que te lo quite ella… pero tienes que correrte antes.
Sonia pareció encantada con la idea, así que me folló con aquel juguete de plástico en el culo un buen rato hasta que volví a correrme. Cuando al final lo saqué de dentro por una parte me sentí vacía, como si me faltara algo, pero pletórica. Nos duchamos juntas, medio morreándonos y tocándonos, y volvimos a la cama dónde Sergio ya estaba dormido.
- Está dormido Alma… ¿qué te parece si tenemos nuestro momento de intimidad ahora?
- Lo siento Sonia, pero todo lo que quieras hacer conmigo, tendrás que hacerlo también con él, ya sea directa o indirectamente. No puedo hacerle eso.
- Te importa mucho.
- Demasiado.
- Bueno, me alegro, me voy a casa ¿vale? Llámame cuando quieras, ha sido genial.
- Vale…
Y volví a mi cuarto, me acurruqué en el pecho de aquel chiquillo romanticón que me había dado una noche de sexo a tres bandas que me había encantado, y me di cuenta de que aún lo quería más que antes. Nada había cambiado, estaba enamorada y le quería muchísimo.
- Sergio, por favor…
- No Alma, no pienso tratarte de esa manera, no insistas.
- ¿Pero por qué?
- Es una humillación en toda regla… tú no eres un objeto, eres una persona.
- Sergio por dios… te lo estoy pidiendo yo. Todo aquello que se haga en una pareja mientras ambos están de acuerdo queda fuera de toda posible falta de respeto o similar. Además, no te estoy pidiendo que me pegues, ni nada de eso, ni siquiera son insultos, sólo es que me trates más duramente… que me llames…
- No pienso llamarte puta o guarra, o cualquier nombre parecido.
- Eres un aguafiestas Sergio, así esto no va a funcionar.
- ¿A qué te refieres?
- Mira, el sexo contigo es placentero, no te lo niego. Y la verdad que la nueva faceta romántica que has traído a mi vida me gusta, pero eso no quita que el sexo salvaje y rudo me haya dejado de gustar y tú me lo estás negando. ¿Acaso no recuerdas lo mucho que disfrutamos la otra noche en la fiesta, follando en el lavabo del bar?
- No me disgustó, pero tampoco le encuentro la gracia.
- No me jodas Sergio, te encantó… a todos os encanta.
- ¡PERO NO ESTÁ BIEN!
Joder, el crío me estaba sacando de mis casillas. Pero quién narices había educado a semejante buenorro en esas reglas tan absurdas y mojigatas, por dios. ¿Desde cuándo un hombre se negaba a tratar como a una zorra a su novia cuando ésta se lo pedía casi suplicante? Sólo tenía que atarme y hacerme guarradas, o agarrarme la cabeza y obligarme a que se la comiera, o mejor aún, follarme sin pausa y acabar de nuevo en mi culito, joder cómo me gustaba que me lo rompieran.
- Sergio… o te abres un poco de miras y aprendes de la vida, o esto no tiene futuro.
- Es que no puedo, yo te quiero, ¿entiendes? Y me cuesta una barbaridad pensar en esto… es que no soy capaz.
- ¿No te ponen las pelis porno? ¿No te has imaginado nunca de pie, con una moza arrodillada debajo de ti, completamente desnuda y comiéndotela con cara de desesperada, mientras le agarras la cabeza y le dices: chúpamela guarra, vamos, no pares?
- Claro que lo he pensado…
- ¿Y vas a dejar pasar esa oportunidad cuando soy yo misma la que se ofrece a hacerlo?
- Me cuesta Alma, me cuesta…
- Pues a mí me cuesta entenderte Sergio, me cuesta horrores.
*
El primer bache de nuestra relación parecía bastante más grande de lo que me esperaba. LO que en un principio me había parecido maravilloso, inocente y divertido; ahora me estaba empezando a cansar. No es que el sexo no fuera placentero, pero se estaba convirtiendo en rutinario y a mí se me quitaban las ganas de estar con él, aunque las ganas de tener sexo no desaparecían precisamente. Llamé a Noa para que me ayudara y me fui a su casa la tarde siguiente, esperando que la romántica de mi amiga me supiera aconsejar. Eran cerca de las cinco y cuando llegué estaban los dos tortolitos dándose el lote en la cocina. Adam me saludó cariñosamente, como siempre, y yo me fui a sentar al sofá, un poco cansada.
- Bueno Alma, no te deprimas ¿vale? He hecho galletas de chocolate, nubes y… trufas al ron. Sé que no te encantan, pero a Adam le vuelven loco y a mi madre también, así que, así os hago felices a todos.
- Te comería, ¿lo sabes no?
La sonrisa de Adam fue un poema, la verdad es que empezaba a encontrar esas frases mías medio amorosas medio sexuales la mar de normales, aunque he de reconocer que en un primer momento sentía cierto tono de crispación en el ambiente.
- Para tu desgracia, es toda mía.
- No por falta de interés por mi parte, llevo 5 años intentándolo.
- Ya Alma, y te lo agradezco, pero tienes la desgracia de ser una mujer, y a mí las mujeres no me atraen.
- Dice eso porque le da miedo probar y que le guste.
- Digo eso porque cuando veo una chica desnuda sólo se me ocurre pensar en la forma qué tiene, si sus pechos son o no operados, si tiene estrías, si se le nota alguna marca del bikini, como es su cuerpo en comparación al mío… o cosas parecidas. Cuando veo a un hombre (más o menos atractivo) que se quita la camiseta, se me enciende todo y sólo pienso en sexo. Así que creo que está bastante claro qué es lo qué me gusta.
- Realmente a mí las mujeres desnudas también me hacen pensar en sexo.
- Obviamente estoy de acuerdo contigo, los hombres desnudos no me interesan en ningún sentido –dijo Adam muy divertido-.
- A mí el sexo de una persona me es igual, los cuerpos me atraen de igual forma. Lo que pasa es que no he tenido nunca una relación duradera con una mujer, quizá debería intentarlo porque los hombres sois jodidamente complicados.
- Bueno… las mujeres soléis ser las complicadas de la relación-dijo Adam extrañado-.
- Te puedo asegurar que siempre me toca ser la parte simple de la pareja, y al final me acabáis volviendo loca con vuestras paranoias. Ahora a Sergio le ha dado por decir que cualquier práctica sexual más allá de las convencionales es una humillación hacia mí, ¡UNA HUMILLACIÓN! Me está sacando de quicio el niñato con tanto romanticismo.
- ¿A qué te refieres con convencional? –Preguntó Noa trayendo los dulces y dejándolos en la mesa-. Porque a veces tu visión de lo convencional es un poco “especial”.
- No Noa, en serio, te lo estoy diciendo muy en serio. Quiere quedarse en el misionero, la amazona, el perrito y poco más. No quiere decirme cosas cuando lo hacemos, y no me refiero a que me insulte (que no estaría mal) si no a qué me pida que le haga cosas o a que me susurre guarradas, ¡no quiere! Y de hacerlo en sitios públicos, NANAI, y no quiere hacer sexo anal! Vamos Noa, sabes lo mucho que me gusta…
- Tu novio es un poco raro cariño –dijo Noa sentándose sobre Adam-.
- En serio… necesito sexo salvaje. Está muy bien eso del romanticismo para un rato, de verdad que me gusta, me siento genial, pero necesito más. Quiero que me agarre la cabeza mientras me pide que se la chupe y quiero que me deje atarlo a la cama, y que me folle contra la pared de mi estudio… ¿sabes? –Noa se reía por lo explícito de vocabulario, pero es que realmente necesitaba hablar con alguien-.
- ¿Has intentado hablar con él?
- Sí Adam, lo he intentado, pero no quiere entrar en razón. ES todo el rato la misma historia, la humillación, la degradación, el machismo… entiendo hasta cierto punto que se negara a tener una relación con sadomasoquismo, a que se negara a meter otras personas en la relación, pero el simple hecho de “avivar” un poco la llama… de verdad que no lo entiendo.
- Está bien… -dijo Noa sentándose a mi lado y dándome un abrazo-, ¿qué te parece si os invitamos mañana por la noche a cenar y lo hablamos de pareja a pareja? Adam es todo un caballero y quizá puede hablar con Sergio de hombre a hombre y que lo vea desde otro punto de vista. ¿Qué piensas?
- Podría estar bien… ¿cocinarás tú?
- ¿Por quién me tomas? Claro que sí!
- Pues haz cosas italianas, que es su comida preferida, y de postre algo que lleve chocolate, que le encanta. A ver si suavizamos un poco la situación con tus manjares.
- Muy bien, decidido. Ahora iré a mirar qué hago para mañana…
- Pero bueno, ya que estoy aquí, ¿no me vas a contar nada?
- ¿Qué quieres saber?
- No sé… ¿qué tal estás? ¿cómo os va todo? ¿Habéis hecho algo nuevo? ¿Te ha gustado?
Adam sonreía, mientras se iba disimuladamente a la cocina dejándonos un poco de espacio a ambas. Noa me contó una noche de placer incansable, algunas nuevas facetas de Adam y de ella misma, lo mucho que le gustaba el sexo o lo que disfrutaba masturbándose ante él.
- Alma en serio, tiene una lengua… debería ser pecado tener algo así, es increíble.
- No mucho peor que tú, diría yo –dijo él asomándose por la puerta-. ¿Qué? Estoy en la cocina, sí, pero os puedo oír perfectamente.
- ¡Pues tápate los oídos! Hay cosas que prefiero que hagas como que no las has oído, ¿vale?
- ¿Te avergüenza que oiga lo bien que hablas de mí como amante?
- Pues… sí, un poco.
- Ya sabes como es Adam, estas cosas la superan… pero bueno, tranquilo, estamos en confianza. ¿Qué tal se le da a ella?
- Lo único que pienso decir es que es perfecta, todo lo demás sería una enorme lista de virtudes y grandes dones que no quiero compartir con nadie.
- Así que es buena eh… siempre lo supe, tenías cara de viciosa.
- ¿De viciosa? Ay dios Alma… podrías ser más agradable.
- ¡Oye, que eso no es malo!
- Bueno… según como se mire.
- Siento decirte Noa, cariño mío, que un poco “viciosa” sí que eres…
- ¡Adam! –él la miró con una sonrisa- Bueno… quizá un poco sí, pero no me gusta esa palabra.
- Ya sabes Adam –dije en medio susurro, sabiendo que Noa nos oía perfectamente- puedes usar el nuevo mote en la cama, seguro que la pone cachonda.
- Serás… -y ahí Noa empezó una guerra de cojines, como en los viejos tiempos. Estar con mi mejor amiga siempre me hacía sonreír-.
*
Estaba muy nerviosa con la cena, pero tenía fe en que mi mejor amiga y su perfecto novio pudieran ayudarnos. Llegamos pronto y Noa ya tenía la mesa puesta, estaba todo increíble, como siempre. Adam y Sergio congeniaron en seguida y nos dieron tiempo para estar a solas y charlas tranquilamente. La cena consistió en un montón de platos típicos italianos hechos a modo de bocado, desde focaccia, pasando por diferentes tipos de pasta fría y caliente, pizza, rissotto o ensaladas. Y claro, estaba todo buenísimo. De postre Noa sacó un tiramisú con mucho café y un brownie de doble chocolate con oreo que hizo relamerse a Sergio nada más verlo, aunque realmente estaba increíble.
Después de cenar salimos a la terraza y estuvimos un rato hablando los cuatro, de muchas cosas, hasta que Adam y Sergio se alejaron empezando una conversación sobre futbol en la que Noa se quiso meter pero que Adam con un par de gestos le advirtió de lo que sucedía. Nosotras nos quedamos hablando, sentadas en uno de los sofás, contándonos cosas y después de casi una hora los chicos volvieron y se sentaron al lado nuestro. Adam trataba a Noa con una dulzura pasmosa, parecida a la que Sergio tenía conmigo, pero luego no ponía reparos a su vida sexual, cosa que hubiera agradecido. Aunque también, la vida sexual de Adam era mucho más parecida a la mía, experimentada y larga, mientras que Sergio sólo había estado conmigo desde que empezó en el mundo del placer.
- Alma yo… siento mucho haberte preocupado, de verdad, tenía miedo y estaba no sé cómo decirlo, confundido quizá, pero nunca quise hacerte daño.
- Lo sé, yo tampoco quería que…
- Tenías razón, pero me daba miedo entrar en esa nueva rueda de experiencias. Por una parte tengo miedo a hacerte daño Alma, a perder los nervios o cruzar la línea sin darme cuenta, no quiero perderte. Pero por otro lado es que… me da un miedo atroz empezar con algo así y que me acabe gustando tanto que todo el mundo romántico y dulce que tengo contigo, que me hace feliz, se pierda y acabe siendo un poseso sexual o algo así.
- ¿Un poseso sexual? Vamos Sergio… te lo dije ya una vez, que el sexo entre nosotros sea más dulce o más salvaje no anula los sentimientos que tenemos el uno por el otro, ¿vale? Te quiero, te quiero muchísimo.
Noa me miró a los ojos, sorprendida al haberme oído decir esas palabras, pero feliz al ver que era sincera y que por fin me había enamorado. Adam me guiñó un ojo y Sergio me besó con dulzura, como sólo él sabía.
- Siento mucho que hayas tenido que llamarles para solucionar esto…
- Los amigos estamos para eso, además, a veces es más fácil hablar de esto de hombre a hombre. Con Noa hemos tenido altibajos, como todos y llamar a mi primo o a uno de mis amigos siempre me ayuda, de verdad. Puedes contar conmigo cuando quieras.
- Muchas gracias, a los dos –y Sergio miró a Noa-. La cena estaba estupenda, de verdad, y es una pena que Adam y tú no aceptéis a terceras personas, porque creo que me habría encantado compartir una noche con vosotros y Alma.
Aquel comentario me dejó blanca, ¿Sergio estaba dispuesto a meter a terceras personas en la pareja? Aquello habría un sinfín de posibilidades pero me callé y seguimos hablando tranquilamente, esperando al momento idóneo para sacar el tema.
*
Aparcó la moto en mi garaje, como la primera vez, y subimos tranquilamente a mi casa a tomarnos una copa. Sergio estaba mucho más tranquilo y la verdad es que se notaba el ambiente un poco cambiado, aunque tampoco quería entrar a saco con él.
- ¿Qué quieres de beber?
- Algo fuerte, supongo que un whisky solo.
- Eres una borracha.
- Eso ya lo sabías antes…
Ambos nos reímos y vino con un buen whisky solo, sin hielo, y algún tipo de combinado de licores de frutas o así que tanto le gustaban. Sí, mi novio era un crío, y el alcohol era una de las cosas que menos le gustaba.
- Siento mucho haber sido tan cerrado Alma… tenía miedo.
- Ya, siento no haber sido capaz de entenderte… sabes que lo de comprender y escuchar a los demás no es lo mío.
- Vaya par estamos hechos, ¿no?
Estuvimos bebiendo y charlando un buen rato, contando cosas, preguntando otras, conociéndonos un poco más que era lo que realmente nos hacía falta, hasta que al final la conversación llegó al punto que a mí más me interesaba.
- ¿Lo de hacer una especie de intercambio de parejas con Noa y Adam lo decías en serio?
- La verdad es que entiendo que Noa ejerza en ti ese magnetismo, a mí también me gusta.
- ¿Y Adam?
- Bueno, es muy majo, y tiene un buen cuerpo, pero no me interesaría mucho, lo que pasa es que tendría su gracia meterlo en la cama más que nada por veros a ti y a Noa qué hacíais con él, creo que yo no me acercaría demasiado.
- Igual te gustaba y todo…
- Quizá, pero no creo que sea lo mío.
- ¿Entonces lo decías en serio?
- ¿Lo de meter a otras personas en la pareja? La verdad es que cuando estaba hablando con Adam me he dado cuenta de que unos cuernos me herirían muchísimo por el hecho de que me mintieras, pero recordé lo cachondo que me puse cuando me contaste que casi habías estado con otro. Me gusta imaginarte en brazos de otro, así que, por qué no. Eso sí, si decidimos probarlo, será juntos, y si resulta que no estoy preparado para ello no volverás a insistir. Te lo pido sinceramente.
- Está bien, lo probaremos, si no te gusta, pues no volverá a pasar.
- De acuerdo.
- ¿Quieres empezar esta noche?
- ¿Esta noche?
- ¿Te gustaría compartirme con una amiga? Creo que con lo hetero que supuestamente eres, te costará menos si empezamos con una mujer.
- ¿Lo dices en serio?
- ¿Sergio has olvidado quién soy? Tengo más de mil teléfonos de personas que pueden estar aquí dispuestas a follar en menos de media hora, ahora sólo queda que contestes. ¿Quieres o no?
Sergio tragó saliva y me miró un poco asustado, yo sonreí. El asintió con la cabeza, así que yo me fui a mi cuarto a por mi agenda y empecé a mirar números y nombres… Ángela, no, demasiado lesbiana para hacer un trío. Nuria era demasiado bruta, y además parecía un tío, necesitaba una chica guapa, cariñosa, dispuesta a jugar con ambos y con un buen cuerpo, es decir, necesitaba a Sonia. Marqué su número casi de memoria y me sonreí al oír su voz.
- ¡Alma! No me puedo creer que seas tú… ¿cómo estás mi vida? Hace tanto que no te veo, no sabes lo mucho que echo de menos tus manos… nadie me toca como tú, amor.
- Hola mi vida, yo también te echo de menos. Pero tengo una noticia que seguro que te alegra.
- ¿Lo has dejado con ese nuevo novio que te había llevado a la monogamia?
- No, mejor aún, él ha aceptado meter a nuevas personas en nuestras noches de sexo.
- ¿De verdad? Me alegro tanto amor… te lo mereces, bueno os lo merecéis, la monogamia sólo lleva al aburrimiento y a la amargura. Y bueno, ya que me llamas, espero que sea para darme la grata sorpresa de que has pensado en mí para estrenar al pequeñín.
- Exacto. No se me ocurre alguien mejor que tú.
- Claro que no, nadie lo hará mejor que yo. ¿Qué quieres que me ponga? Voy en plan desesperada con alguno de mis modelitos apabullantes o prefieres algo más inocente.
- Ven con algo inocente, algo de cría… le vas a encantar.
- ¿Qué edad tiene?
- Cumplirá 19 dentro de poco.
- ¿19? Le saco sólo dos añitos… ¿y de experiencia qué tal?
- Es un novato, sólo ha estado conmigo, pero es bueno en la cama, jodidamente bueno.
- Me encanta oír eso. Eso sí Alma, prométeme que por mucho que juguemos los tres, me darás algo sólo para mí, prométeme que nos escaquearemos por la noche a la ducha o al sótano y me harás maravillas.
- Te lo prometo, pero será un secreto entre nosotras.
- Me estoy mojando sólo de oírte… Me visto y voy, no tardaré más de media hora.
- Perfecto, aquí te esperamos.
Sonia le iba a encantar a Sergio, tanto o más de lo mucho que me gustaba a mí. Era una chica de 21 años que había empezado precoz en este mundo, como yo, a los 13 años había empezado a jugar con sus compañeros de clase y de las mamadas empezó a follar en toda regla. Cuando la conocí, casi de sorpresa, ya era toda una experta en casi todo, pero tenía verdadero miedo en usar su culito. Aún recuerdo la noche en que mi amigo Alex, su hermano y yo la iniciamos en las maravillas del sexo anal, fue una de las mejores noches de mi vida. Desde entonces Sonia se había dedicado a hacer espectáculos de sexo en vivo y había gravado algunas películas porno, haciéndolo escandalosamente bien.
Físicamente Sonia era una bomba de poco más de metro sesenta, con unos pechos de infarto y un culito respingón, un poco más ancha que yo, con una piel muy bronceada, tenía algunos tatuajes y llevaba el pelo teñido de rubio. Tenía los ojos muy azules y los labios gruesos, carnosos y muy dulces. Estaba completamente depilada y aunque era una ferviente amante del sexo anal y de los tríos, lo que más disfrutaba era del sexo con mujeres y de una buena mamada. Además no tenía casi ningún tapujo y llevaba tiempo medio saliendo con uno de los directores de sus películas, un cabrón de casi 50 años que se gastaba una polla demasiado ancha hasta para mí. Estaba casado y no quería nada serio, así que ambos conseguían lo que querían: únicamente sexo.
- Ya está, Sonia llegará en veinte minutos.
- ¿Sonia?
- Es una antigua amiga, te gustará, te lo aseguro.
- Eso espero.
Sergio estaba nervioso, casi tanto como el día en que nos conocimos. Todavía no estaba del todo segura de que él aceptara de verdad aquella nueva faceta en nuestra relación, pero quería intentarlo, porque al negar mi verdadera naturaleza me estaba ahogando. Me senté a su lado y empecé a besarle, con gracia, intentando avivar ese deseo y no tardó demasiado en seguirme el juego, mi niño se estaba calentando.
Picaron al timbre justo cuando me estaba empezando a comer a mi novio, así que me fui hacia la puerta aprovechando el minuto de tranquilidad para relajarme y coger fuerzas. Oí a Sonia subir las escaleras, llevaba tacones finos, como siempre. Al abrir la puerta sonreí como una condenada, mi pequeña rubia estaba para comérsela.
- Hola mi amor –dije mientras le daba un buen beso-. Estás preciosa.
- Gracias.
Sonia llevaba un vestido blanco clásico, de tirantes, sin demasiado escote y con una falda de vuelo por encima de la rodilla. A la altura de la cintura llevaba un cinturón negro de charol, igual que sus sandalias de tiras y la diadema en el pelo, todo a juego. Estaba tan mona, y con esos ojazos azules y su pelo rubio bien peinado parecía una inocente colegiala. Aquella noche iba a ser épica.
- Pasa, pasa… Sergio está sentado en el sofá.
Al entrar, vi a Sergio de pie, al lado del sofá mirando hacia dónde estábamos, no pudo contener una sonrisa cuando vio a Sonia, sí, definitivamente le había gustado. Sonia se acercó, como siempre, medio cabizbaja como si aquello fuera nuevo para ella y se presentó con una voz dulce y aniñada dándole dos besos, uno en cada mejilla. Yo me quedé a unos metros, mirándolos, mi niño no podía evitar comérsela con la mirada.
- Bueno pequeños… siento deciros que esto no es una noche para hablar, ni para entablar amistad, ni siquiera para pasarlo bien… esto va a ser una noche de sexo inolvidable, así que, ¿qué os parece si empezamos?
Sonia me miró, sonrió mientras desviaba la mirada hacia Sergio y lo sentó de un pequeño empujón en el sofá, se sentó a su lado y empezó a besarle con maestría mientras metía su mano bajo su camisa y acariciaba su cuerpo. Yo me acerqué y me senté justo al otro lado de Sonia y al cabo de un poco reclamé sus labios, siendo yo ahora el centro de esas caricias. Mientras, Sergio empezó a pasar su mano por el muslo de Sonia, subiendo y bajando esperando una reacción, sin atreverse a subir del todo. Mientras nosotras seguíamos besando Sonia llevó su mano hacia dónde él no se atrevía, y cuando sus dedos llegaron bajo su falda Sonia sofocó uno de esos suspiros agarrando mi pezón con fuerza y mordiéndome los labios. Dejamos de besarnos y yo me dirigí a Sergio, con suma tranquilidad.
- ¿Cómo quieres hacerlo?
- ¿A qué te refieres?
- Quieres que seamos unas niñas caprichosas que se pelean por tus atenciones, quieres todo un espectáculo lésbico o quieres que nos centremos ambos en nuestra invitada –él me miraba cavilando, y finalmente asintió-.
- Quiero un poco de todo.
- Es un chico listo –aseguró Sonia mientras me quitaba la blusa y la falda-, vamos Sergio ayúdame a desvestirla, ésta ropa no nos va a hacer falta esta noche.
Entre Sergio y Sonia me quitaron toda la ropa y uno a cada lado, empezaron a lamer y tocar mis pechos y mis caderas y casi sin dilación, él metió un par de dedos en mí haciéndome suspirar. Cuando estuve más que caliente, le dirigí una mirada a Sergio que entendió, y casi le arrancamos el vestido a Sonia. Los ojos no se alejaban de los pechos de mi amiga, eran como imanes para él, así que lo invité a darse un festín. Ver a Sergio comiéndole las tetas de esa manera a otra me calentó a la par que me molestó, por un lado porque quería ser yo la receptora de esas caricias, y por otro porque quería ser yo la que le comiera las peras a mi querida Sonia. ¡Joder, que cúmulo de emociones! Sonia y yo ya estábamos completamente desnudas, pero Sergio todavía tenía la ropa puesta, así que el siguiente paso era obvio. Lo dejamos de pie, apoyado en uno de los reposabrazos del sofá. Quitamos su camiseta, y entre las dos abrimos el cinturón, el botón del pantalón y bajamos la cremallera. Quitamos los pantalones, los zapatos y los calcetines, y nos fijamos en ese bóxer. Ante nosotras ya se notaba la incipiente erección que creía bajo la tela, así que nos turnamos para lamer y acariciar su polla, sin demasiada rapidez. Poco después decidimos quitar el bóxer y sentamos a Sergio de golpe en el sofá, poniéndonos cada una a un lado de él, a sus pies. Yo le lamía las pelotas mientras Sonia se encargaba de su polla, relamía el capullo, el tronco, ahora la abarcaba por completo… y entonces nos turnábamos. Hasta que nos miramos a los ojos y con la lengua únicamente lamíamos a la par, de arriba abajo, el tronco una a cada lado. Sergio estaba cada vez más cachondo, así que seguimos chupando hasta que le llegó le orgasmo.
- Vamos Sergio dame tu leche, oh sí, quiero tu leche, dámela, dámela… -gritaba Sonia mientras seguía chupando-.
Yo le agarré la cabeza para que no se moviera y Sergio hizo los últimos movimientos, llenándole la garganta de leche. Sonia era buenísima en ello, así que ni siquiera tuvo arcadas, y obviamente no desperdició ni una gota. Aunque tuvo la decencia de guardar un par de gotitas en la lengua y me las regaló con un precioso morreo del que Sergio fue el espectador más complacido.
- ¿Qué quieres hacer ahora semental?
- Quiero mirar… -dijo él relamiéndose-.
Nos fuimos a la habitación, ya que en la cama estaríamos más a gusto, y Sergio se sentó en uno de los sofás, al lado del lavabo, mientras Sonia y yo nos estirábamos en la cama. Sonia estaba muy caliente, como siempre, y a mí me ponía una barbaridad que mi novio estuviera ahí viéndome, así que la fiesta podía empezar. Nos sentamos en la cama y empezamos a besarnos con sutileza, poco a poco, poniendo cada vez más lengua, más ganas, y entonces bajé a sorber esos pezones que tanto me gustaban, provocando algunos gemidos a mi rubia. Mi mano derecha ya había bajado a su coñito, que estaba muy encharcado, así que pasé de las suaves caricias en su clítoris a meter tres dedos de golpe en ese coñito tragón que tanto me gustaba.
- Joder… ¡me lo vas a romper! –gritó ella mientras me arañaba la espalda-.
Yo sonreí y seguí metiéndole los dedos, aquello ya lo habíamos hecho antes y Sonia podía con eso y con mucho más, al cabo de poco apenas notaba los cuatro dedos y no metí el puño entero porque no creí que fuera necesario dilatarla tanto. Miré sus ojos y la agarré del pelo, mientras me comía su boca.
- Cómeme el coño, pero ya.
- Me muero de ganas.
Me estiré, mirando a Sergio, y me abrí de piernas completamente. Sonia besó primero mis pechos, el ombligo, pero no se demoró demasiado en bajar. Cuando empezó a lamerme yo ya rozaba los límites de la desesperación. Aquella loca chupaba como una auténtica profesional, era maravillas lo que conseguía hacer con su lengua. Le insté a que continuara, a que no parara ni por equivocación, le grité mientras agarraba aquellas sábanas y apretaba su cara contra mi coño, esperando el orgasmo. Cuando estaba medio corriéndome Sonia llamó a Sergio, para que terminara el trabajo, y mi querido novio acabó por satisfacerme, aunque su lengua no era ni la mitad de experta que la de la niña. Él me miró y dijo:
- Ahora cómeselo tú a ella.
- Eres un cerdo –dije yo besándole, y lo eché de la cama dispuesta a ello-.
Lamí su clítoris, luego los labios, metí la punta de mi lengua en la vagina y después estuve dando vueltas por toda la superficie, parándome cada poco en aquella montañita rosada y succionándola, haciendo que Sonia gritara. Le hice una buena comida de coño, como bien me habían enseñado, y al terminar le pedí a Sergio que se nos uniera. En aquel momento la polla de mi novio y estaba de nuevo en plena forma, así que sin más dilación lo estiré en la cama y me la metí de una sentada, mientras Sonia se recuperaba. Poco tiempo pasó hasta que fue ella la que reclamó ese trozo de carne, así que me aparté para que lo cabalgara. Pasaron unos minutos y en una mirada, los tres nos comprendimos. Sonia se estiró boca arriba y yo me estiré sobre ella, piel contra piel, ambas expuestas para que Sergio desde atrás, pudiera follarnos intercaladamente sin problemas. Primero en mi coño, luego en el suyo, de nuevo en el mío… y así hasta que al infeliz se le ocurrió metérmela casi sin avisar en mi culito.
- Joder…. ¡JODER!
- ¿No decías que te gustaba? ¿No querías que te follara el culito? Ahora no te me quejarás…
No se me ocurrió decir nada más, pero mi mirada lo dijo todo. Jodido cabrón, ni siquiera me había puesto un poco de saliva o algo… pero aquello me encantaba, siempre me había gustado. Cuando el momento se nos hizo demasiado rutinario, me levanté y fui a la cómoda, en busca de alguno de mis juguetes y volví con mi pequeña maravilla. Una polla enorme y preciosa para lesbianas que no era nada mejor que un consolador doble pero que tenía la forma perfecta para que una de las dos lo tuviera metido dentro, dándole placer, pero puesto con una especie de tanga con el que poder follarte a tu novia.
- ¿Quieres jugar Sonia?
Sonia se quedó a cuatro patas y Sergio empezó a follársela, yo me puse delante de su boquita e hice que chupara aquel consolador enorme. Era una especie de medida parecida a la de Nacho Vidal, había pedido el consolador exacto de su molde pero en esos días no lo tenían. Días más tardes me encargué de comprarlo, pero no me gustaba usarlo con nadie que no fuera yo, esa polla era mía. Cuando estuvo bien ensalivado, le puse un poco de lubricante y le quité el sitio a Sergio. Se la clavé en dos veces y la hice estirar en la cama, mucho más adentro, cuando le tuve cogido el tranquillo, llamé a Sergio y lo puse tras de mí. Besé sus labios un par de veces y le susurré:
- Ya sabes lo que tienes que hacer.
Él sonrió y casi sin pensárselo volvió a follarme el culo. Joder, cómo me gustaba, aquel jodido crío había empezado a hacerlo realmente bien. Me sentía completa físicamente, como hacía tiempo que no lo hacía, las DP siempre me habían gustado, siempre. Nos follamos a Sonia un buen rato, hasta que le pedí que parara y le di la vuelta a mi putita.
- ¿Qué quieres que te folle yo cariño, en qué agujerito quieres que meta a nuestro amiguito de plástico mi amor?
Sonia me miró juguetona, y me comió la boca con ansia.
- Quiero esta polla en mi culo.
- ¿Seguro? La de Sergio es más pequeña, no te abrirá tanto…
- ¡Quiero esta!
- Está bien, ya sé que te gusta ser una chica mala…
Me estiré en la cama y Sonia se sentó sobre mí, tardó un poco en poder abarcar el juguetito entero, pero al final pudo. Ya empezaba a gemir del gusto la jodida, que entre follada y follada al menos se había corrido tres o cuatro veces. Se abrió muy bien de piernas y Sergio se la clavó de una sola vez en su coñito depilado, empezando un ritmo frenético que acabó por darme a mi más placer del que me esperaba.
Cuando finalmente Sonia acabó medió exhausta de tanto placer, después de dos o tres orgasmos más, Sergio me quitó de un plumazo el consolador del coño y me la clavó en una sola vez. Empezó a darme embestidas secas, rítmicas, y cuando estaba al borde del orgasmo lo descubrí metiendo al descomunal juguetito por el culo provocándome un éxtasis completo. Me hizo ponerme de rodillas en la cama, pero de pie y con el consolador totalmente metido en mi culito.
- No te toques, ni muevas el consolador, ni hagas nada que yo no te diga. Ahora abre la boca y sé una niña buena, ¿entendido?
- Entendido.
Abrí la boca y Sergio metió su polla poco a poco, hasta que toqué su pubis con mi nariz, tenía que abarcarla por completo pero con un ritmo lento. Yo movía la lengua como pidiendo más, mirando sus ojos, así que aumentó el ritmo y empezó a follarme la boca casi sin pensarlo, agarrándome fuerte del pelo y suspirando de placer. Sonia se unió a la fiesta y empezó a chuparle las pelotas y el culo desde atrás, calentando muchísimo al chiquillo, que en apenas un par de minutos me llenó toda la boca de leche.
- ¡Joder! ¡JODER!
Yo paladeé cada gota y después la medio compartí con mi amiga de juegos, en un par de morreos correosos y con casi demasiada lengua. Sergio se estiró en la cama y yo me acerqué a él, con mirada de niña buena.
- ¿Me puedo quitar ya el consolador?
- Que te lo quite ella… pero tienes que correrte antes.
Sonia pareció encantada con la idea, así que me folló con aquel juguete de plástico en el culo un buen rato hasta que volví a correrme. Cuando al final lo saqué de dentro por una parte me sentí vacía, como si me faltara algo, pero pletórica. Nos duchamos juntas, medio morreándonos y tocándonos, y volvimos a la cama dónde Sergio ya estaba dormido.
- Está dormido Alma… ¿qué te parece si tenemos nuestro momento de intimidad ahora?
- Lo siento Sonia, pero todo lo que quieras hacer conmigo, tendrás que hacerlo también con él, ya sea directa o indirectamente. No puedo hacerle eso.
- Te importa mucho.
- Demasiado.
- Bueno, me alegro, me voy a casa ¿vale? Llámame cuando quieras, ha sido genial.
- Vale…
Y volví a mi cuarto, me acurruqué en el pecho de aquel chiquillo romanticón que me había dado una noche de sexo a tres bandas que me había encantado, y me di cuenta de que aún lo quería más que antes. Nada había cambiado, estaba enamorada y le quería muchísimo.
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