En esta fantasía , soy un chaval de unos dieciocho años. Estoy veraneando con mi familia en Benidorm, por ejemplo en una de esas torres hormiguero de La Playa de Levante. Puede ser Julio, quizás finales de mes. Soy estudiante y paso el verano con mi madre. Mi padre esta en el norte trabajando, y no bajara de vacaciones hasta Agosto. Soy un turista habitual, por lo que no hay nada que me llame la atención de manera extraordinaria.
Bueno algo si hay. La madre de José.
Conocí a José quizás el verano pasado, o igual al principio de este. Eso en mi fantasía no importa demasiado.
José puede tener mi edad, incluso un año más. Tiene otro hermano, puede llamarse Pablo. Pablo puede tener un par de años menos que yo. Y también tiene una hermana, Elena, aunque ella lo prefiere escribir con "H". "HELENA X TEO". Eso es lo que suele escribir en la playa. Por supuesto, yo no soy Teo. Helena es algo más mayor que José, ella puede tener los veinticinco. Y el tal Teo los veintisiete. Teo, tiene también dos hermanas. Soraya y Leonor. Ellas tienen también aproximadamente las edades de José y Pablo.
José, Pablo y Helena viven en un chalet. Uno de esos grandes con piscina, cancha de tenis y canasta de baloncesto encima de la puerta del garaje. Y con la playa a dos minutos andando. También tienen una chacha. Una de esas chicas pizpiretas que van por la mañana y dejan preparada hasta la cena. En la fantasía, la chacha no cuenta. Porque nunca esta cuando yo llego a la casa.
Por supuesto José tiene un padre, este vive en Madrid y baja todos lo viernes, en su coche, un mercedes por ejemplo. Y claro José tiene a su madre. La madre de José.
Yo quedo con ellos por la mañana, quizás después del desayuno. Siempre en la playa. Me gusta llegar el primero y esperarles. Sobre todo me gusta ver llegar a la madre de José. No es que baje siempre, solo algunos días. Pero siempre la espera me es placentera, porque intento adivinarla entre la multitud que baja hacia la playa. Sobre todo porque destaca como un diamante en medio de una cuadra. Siempre arreglada, algunas veces tocada con un sombrerito y un vestido playero que no oculta ninguna de sus admirables curvas. Tengo la sensación de que toda la playa la mira. Aunque ella parece no notarlo. Aunque el momento cumbre es cuando se quita el vestido, para mi es como si se desnudara. Para mi el biquini se convierte en una ropa interior de la mas exquisita lencería y la playa desaparece de mi vista. Luego se suele tumbar al sol y yo convenzo a los demás para bajar al agua.
Raramente me quedo solo con ella. Porque no se que decir. Se me atragantan las palabras en la garganta y parezco un tonto. Sobre todo si se levanta y puedo observar su cuerpo a contraluz. Es como si me dieran un calambrazo y un escalofrió me recorre la piel. En ese momento solo noto calor en un sitio. La polla se me quiere poner tiesa y me dibuja formas raras en el bañador. Por ello siempre llevo bermudas, para disimular un poco las erecciones. Entonces me disculpo, con excusas a media voz y salgo corriendo en busca de un chapuzón de agua fría, que alivie mi calentura. En mi fantasía creo que ella no se da cuenta de nada y se suele reír de mis cambios de humor.
Los días que no baja, me parecen más fríos o más oscuros, como si el sol luciese menos. Y nada que hagamos me anima. Ni los juegos con Helena, Soraya y Leonor, que aprovechan la ausencia de ella para hacer topless. Porque cuando ella no esta no lo hacen, por respeto dicen. Ella tampoco lo hace cuando baja a la playa. Para eso aprovecha el solariun de casa los días que no nos acompaña.
Suelo comer en el chalet, me he convertido en casi un inquilino permanente, más incluso que Teo, que come en su casa con sus hermanas.
Después de la comida solemos perder el tiempo en la piscina, o jugamos un poco al básquet. Ella suele sestear tumbada en una tumbona cubierta a medias con un pareo que se pone encima del biquini.
Sobre las seis, aparecen en el chalet, Teo y las otras. Teo y Helena se suelen perder un poco entre el jardín para darse besos y achuchones, y algún revolcón medio privado. Sobre todo porque la madre de José suele dejar el campo libre metiéndose en casa.
Entonces quedamos tres para dos chicas, y nos ponemos a gallear como palomos en primavera, pero como yo tengo atravesada a la madre de José, suelo perder un poco el ritmo y son él y Pablo quien andan un poco liados con ellas. Entonces suelo tumbarme en una hamaca y me hago el dormido.
A mis pensamientos, acude rápidamente ella. La madre de José.
Ella es joven, puede tener en mi fantasía los cuarenta y cinco años. Y no es excesivamente delgada. Sino que tiene esas curvas que hacen a una mujer verdaderamente apetecible. Sus pechos se muestran firmes, como globos pequeños pero bien visibles bajo cualquier camisa. Y su culo es respingón. De esos que marcan lo que hay que marcar cuando se enfunda unos vaqueros, quizás para ir al súper por la tarde los viernes. Tiene las piernas largas y esbeltas. Y unos muslos que parecen caramelo cuando los insinúa bajo una mini, cuando sale a tomar algo los sábados con Tomás. Tomás es el padre de José. Ella se llama Julia. Aunque para mi siempre sera la madre de José.
Mi más fuerte fantasía empieza una tarde, en la que me hago el dormido mientras José y Soraya y Pablo con Leonor, juegan a explorarse las bocas entre aguadilla y aguadilla. En un momento dado yo me levanto con la excusa de que tengo que usar el servicio. Ese día José me dice -: usa el de arriba, que el de abajo se ha vuelto a atascar.-. Yo entro en el chalet por la cristalera del salón que esta entornada y cubierta por un amplio cortinón para que no entre el calor. Dentro esta oscuro y hace frió. El aire acondicionado debe de estar puesto bastante fuerte. Subo las escaleras al piso de arriba y oigo claramente el ruido de un secador en el cuarto de Julia. Seguramente se acaba de duchar después de la sesión vespertina de sol. Entro en el baño de arriba cierro la puerta con el pestillo y me siento en el inodoro. Siempre me siento. Tengo la polla morcillona y me dan ganas de meneármela un poco, la noto caliente al tacto y la doy un par de sacudidas, pero paro enseguida, me relajo y meo. Cuando acabo vuelvo a bajar. Paso por la cocina y bebo un poco de agua del frigo. Entonces me dirijo al salón para salir otra vez al jardín.
Julia esta en el salón. Esta medio recostada en el sofá arreglándose las uñas. Tiene puesta una bata de raso azul, con unas flores bordadas, e imagino que esta desnuda debajo. Los cortinones de la cristalera siguen corridos para evitar que entre el calor. Ella tiene encendida una lámpara de pie, por lo que el salón esta medio a oscuras.
Estoy a punto de salir, pero las risas de los de fuera me frenan. Se oyen carreras y saltos. Posiblemente ellos se están tirando a lo bomba o quizás las están tirando a ellas, con la esperanza de que ellas pierdan la parte de arriba del biquini. Me doy media vuelta, como si de repente me hubiera acordado de algo importante, o como si me hubiera entrado de repente las prisas por algo inexistente. Y digo algo parecido a que me tengo que ir. Pero ella me para con una sola frase:-¿por qué no te sientas y me haces un poco de compañía?, así no me sentiré tan sola.-. Me siento en un orejero que hay casi enfrente del sofá, no le da la luz de la lámpara y esta medio en penumbra.
No la quito ojo de encima a Julia, mientras ella no para de hacerme preguntas sobre mí, sobre sus hijos, sobre su hija y sobre Teo y sus hermanas. Yo respondo casi como hipnotizado. No creo haber hablado tanto tiempo seguido con ella nunca. Respondo as u preguntas de manera automática mientras mis ojos siguen cada evolución de sus manos sobre las uñas de los pies. Ella sonríe ante algunas de mis respuestas sobre las chicas y en un momento dado se medio incorpora y me dice:- Tienes que ser más directo. No pierdes nada. Nada tienes, nada pierdes. ¿Ó no?-. Y se vuelve a recostar. Tampoco dejo de mirar sus piernas, con los movimientos, la bata se suele deslizar y veo a ratos sus piernas casi por entero. Es como mágico. Yo estoy acostumbrado a verla en biquini. Por lo que me conozco su cuerpo perfectamente, pero esos vislumbres de piel a través de la abertura de la bata es para mi un estimulo erótico casi orgasmatico. Noto la misma sensación que por la mañana en la playa, cuando se dispone a tomar el sol y se quita el vestido playero, con el que suele bajar.
Intento disimular mi incipiente erección, para que esta no se haga visible a través del bañador. Noto como se me clavan en los huevos los agujeritos de la malla de la taleguilla y mi respiración se acelera. Ella de vez en cuando me mira y parece que no se da cuenta de nada. Creo que estoy perdiendo la batalla contra mi polla. Ella tiene vida propia y no puedo hacer nada para evitar que empuje exigiendo más espacio. Noto como empuja sobre la goma de la cintura. Y me doy cuenta de que no me puedo mover, porque si me levantara, no podría ocultarla de ninguna forma. Se me ha acelerado el pulso y se me arronca la voz. Por lo que empiezo a contestarla con monosílabos. Agradezco la penumbra en la que esta mi sillón. Porque mi polla sigue y sigue creciendo, creo que nunca he estado tan excitado. En un momento dado ella se mueve en el sofá y ahora es la parte de arriba de la bata la que se desliza, dejándome vislumbrar por un momento una de sus tetas casi en su totalidad. Un caramelo tostado con una cereza en el centro. Mi polla ha dado otro respingo y por un momento tengo la sensación de que me voy a correr directamente en el sillón. Julia se ha recolocado la bata, con un movimiento casi automático. Casi sin quitar la atención del trabajo que esta realizando en sus pies. En ese momento, no se si es por el roce del raso sobre ellos, o por una ráfaga del aire acondicionado sus pezones se han endurecido y se muestran marcados claramente en el raso de la bata. Yo creo que me ahogo mientras mi polla tiembla dentro de mi bañador. Pienso que si me la toco, con dos sacudidas liberaría los litros de semen caliente que me parecen que se deben de agolpar en la punta del glande.
-¡Bueno esto ya esta!- dice con una expresión casi triunfal, como si acabara de conquistar el everest. Y yo pienso que si que esta, si. Pero no eso, sino la barra de hierro candente en la que se ha transformado mi polla. Y se levanta casi de un salto del sofá. Se endereza y se pasa las manos por la bata para estirarla, marcando cada una de las curvas de su exquisito cuerpo. Yo creo ahogarme. Mi corazón palpita en mi pecho como si fuese un taladro y la broca le acompaña acompasada menos de media cuarta mas abajo.
-Te invito a tomar algo. Por la compañía-. Me dice.-¿te apetece una limonada?. Te la traigo ahora mismo de la cocina-. Estoy apunto de decirla que lo único que me apetece es ella. Que quiero clavarme dentro de su cuerpo y soltar toda la calentura que me marca la entrepierna y en la que ella parece no haberse fijado. Pero no se lo digo por supuesto.
Y ella en su camino a la cocina tiene que pasar directamente por donde yo estoy. Y cuando esta a mi altura, quiero decirla que no me traiga nada, que lo único que quiero es irme a casa, porque sino voy a cometer una locura. Pero no me sale ni una palabra. Lo único que acierto a hacer, casi por distracción, o descuido es agarrarla uno de los lazos de la bata, el que me roza la mano cuando pasa a mi lado.
El tirón desata la ligera prenda, y su cuerpo casi desnudo, lleva una braguita blanca de encaje, se me muestra en una fracción de segundo.
Ella se queda quieta, colorada al instante por el accidente, aparentemente fortuito que se acaba de producir. La prenda liberada del cinturón se ha deslizado por sus hombros hacia atrás y ahora si que sus dos tetas se muestran en su totalidad al aire. Parece que flotan. Engreídas, como desafiando la ley de la gravedad, cumpliendo a rajatabla la sensación de que caen para arriba. Sus pezones están duros, tiesos, extraordinariamente definidos, sin duda debido a una mezcla producida casi apartes iguales por el frió y la situación. Ella al final reacciona, y sus manos buscan los costados de la delicada bata. Pero el movimiento brusco parece que se ralentizara, y por un momento la pose aún es más erotica si cabe. Porque me parece que ella se ofreciera, desnuda y entregada.
En ese momento, pierdo el control sobre lo que hago. Mi cabeza pierde su situación y es mi polla la que manda. Según me levanto, ella se asoma por entre la goma del bañador. Exultante, roja, estirada en todo su esplendor. Con una gota de liquido preseminal en la punta del prepucio.
La expresión de Julia, la madre de José, cambia del bochorno al sombro cuando ve mi polla ahí. Y vuelve a cambiar cuando me abalanzo sobre ella. Chocamos, mas que otra cosa y mis manos buscan las suyas para impedir que se tape. Mientras, recorremos el salón en una extraña danza sexual.
Ella me amenaza con chillar, pero no lo hace. Mi boca busca la suya, y la beso con fuerza mientras mi lengua lucha con la suya que no quiere devolverme el beso. Y clava sus dientes en mi lengua, pero no demasiado fuerte, mas como advertencia que como amenaza, aunque degusto una gota de sangre. El beso se hace salvaje. Al cabo de un rato de dar tumbos tropezamos con algo y caemos. Rodamos por el suelo. La bata esta echa jirones y mis manos recorren su cuerpo de seda. Mientras mi pecho se aplasta contra el suyo. Y noto como se me clavan sus tetas. Ella se sigue resistiendo pero como sin ganas. Si chillara, los de fuera la oirían y se acabaría todo. Pero ella no chilla. Mis manos aprietan su culo. Y lo recorren casi salvajemente. Mis dedos encuentran las tiras de sus braguitas y las rompen. Tiro de la prenda y esta se desliza entre nuestros cuerpos que aun se mueven por el suelo del salón. Mi polla, esta atrapada aun en parte por el bañador. Pero restriego el bulto contra su pelvis. Ella se retuerce como una gata, atrapada bajo mi cuerpo, suspirando y resoplando. Cada movimiento de ella aumenta el rozamiento sobre mi miembro y lo noto más y más grande, más y más caliente. Dejo de besarla. Y mi boca se lanza sobre sus tetas, la muerdo uno de los pezones y chupo y chupo como si me fuera la vida en ello, ella se contornea salvajemente, escupiéndome insultos mientras exhala suspiros y jadeos, pero ni un grito sale por su boca. He tenido mis manos agarrando las suyas un tiempo pero ahora las suelto y ella me empieza a golpearme la espalda. Con una mano la sujeto con fuerza al suelo mientras con la otra intento quitarme el bañador. La postura no es buena y me cuesta pero lo consigo y ahora si que mi polla expandida en todo su esplendor se aplasta contra los bien cuidados pelos de su triangulo de placer. Jadeo como pez fuera del agua mientras la vuelvo a introducir la lengua en su boca. Sin importarme si me muerde o no.
Sus golpes contra mi espalda siguen, pero ahora ya sin fuerza. Deslizo una de mis manos hacia su coño. Lo noto extrañamente mojado. Y uno de mis dedos se introduce entre sus labios inferiores buscando su botoncito. Ella da un respingo. Como si una descarga eléctrica hubiera recorrido su cuerpo. Mientras mi dedo se afana en masajear esa pepita dura que se esconde entre los pliegues de su sexo. Vuelvo a morder sus tetas, pasando de una a otra rápidamente. Ella jadea, como perra en celo, ya que mi dedo no da descanso a su clítoris y cuando de vez en cuando lo deslizo por dentro de esa gruta ya encharcada ella aúlla y se retuerce, mientras los músculos de su vagina aprietan mi dedo índice. Noto como la viene un espasmo y acelero el masaje clitoriano, mas rápido y mas fuerte. El espasmo recorre su cuerpo de arriba abajo. Ahora intento la penetración. Mi polla exige liberarse de la carga de excitación que tiene. Pero la postura me juega una mala pasada y no puedo penetrarla.
Agarro con mi mano la polla y la dirijo apoyándola contra los entrada del coño de Julia. Ella tiene los músculos de la vagina apreteados, oponiendo resistencia a la penetración. Pero consigo introducir un poco la punta. Ahora doy un golpe fuerte y entra entera. Empiezo a bombear rápidamente. Noto mi polla crecer aun más y mi excitación esta por las nubes. Ella ya no me golpea, sino que tiene las manos estiradas hacia la cabeza. Los ojos cerrados y se muerde los labios. Mientras el ritmo de sus jadeos aumenta, con el ritmo de mis embestidas. Sigo el metesaca furiosamente. Y empiezo a notar que me llega el orgasmo. Así que acelero para buscar ese punto de no retorno. Ese en el que el mundo desaparece y todo se junta en la punta de la polla y uno da las gracias por haber nacido hombre y macho. Sobre todo macho. Cuando veo que me llega el momento cambio el ritmo quiero ralentizarlo un poco, disfrutarlo plenamente. Entonces ella vuelve a contorsionarse y la oigo:- Dios,! Otro¡,! Otro¡,!otro¡.Esto no s posible. ¡ Otrrrrrrooooooo¡. Y entonces noto que me llega. Salgo precipitadamente, no quiero correrme dentro. Se que con dos peladas fuera me valdrá.
-Venga cabrón, métemela. Quiero que te corras dentro- chilla Julia a mi oído. Eso hace que me excite más todavía. Vuelvo a acercar la polla a su coño y empujo otra vez. Esta vez entra rápidamente, ella me agarra los glúteos y empuja para que se la clave más todavía. Yo me hinco fuertemente. Mientras noto como los músculos de su vagina me masajean la verga. Entonces noto como me llega. Cierro los ojos y doy un ultimo empujón y tenso el momento. Y entonces lo noto. La explosión de placer me viene, mientras permanezco clavado. Agarrado fuertemente a los hombros de la madre de José. Cuando termino de eyacular, me retiro suavemente. Y me quedo postrado sobre ella. Que me acaricia la espalda.
El salón huele a sexo. Ese aroma dulzor e inigualable. La beso los labios, los ojos, el cuello, los pezones e intento bajar, pero ella me atrae hacia si.
-La próxima vez, que quieras follarme, me lo pides.- me dice.- porque montar el numerito de las uñas y de la bata me cuesta un huevo-.
Porque en mi fantasía, yo me follaba a la madre de José. Pero en la de Julia era ella la que se follaba al amigo de José.
Bueno algo si hay. La madre de José.
Conocí a José quizás el verano pasado, o igual al principio de este. Eso en mi fantasía no importa demasiado.
José puede tener mi edad, incluso un año más. Tiene otro hermano, puede llamarse Pablo. Pablo puede tener un par de años menos que yo. Y también tiene una hermana, Elena, aunque ella lo prefiere escribir con "H". "HELENA X TEO". Eso es lo que suele escribir en la playa. Por supuesto, yo no soy Teo. Helena es algo más mayor que José, ella puede tener los veinticinco. Y el tal Teo los veintisiete. Teo, tiene también dos hermanas. Soraya y Leonor. Ellas tienen también aproximadamente las edades de José y Pablo.
José, Pablo y Helena viven en un chalet. Uno de esos grandes con piscina, cancha de tenis y canasta de baloncesto encima de la puerta del garaje. Y con la playa a dos minutos andando. También tienen una chacha. Una de esas chicas pizpiretas que van por la mañana y dejan preparada hasta la cena. En la fantasía, la chacha no cuenta. Porque nunca esta cuando yo llego a la casa.
Por supuesto José tiene un padre, este vive en Madrid y baja todos lo viernes, en su coche, un mercedes por ejemplo. Y claro José tiene a su madre. La madre de José.
Yo quedo con ellos por la mañana, quizás después del desayuno. Siempre en la playa. Me gusta llegar el primero y esperarles. Sobre todo me gusta ver llegar a la madre de José. No es que baje siempre, solo algunos días. Pero siempre la espera me es placentera, porque intento adivinarla entre la multitud que baja hacia la playa. Sobre todo porque destaca como un diamante en medio de una cuadra. Siempre arreglada, algunas veces tocada con un sombrerito y un vestido playero que no oculta ninguna de sus admirables curvas. Tengo la sensación de que toda la playa la mira. Aunque ella parece no notarlo. Aunque el momento cumbre es cuando se quita el vestido, para mi es como si se desnudara. Para mi el biquini se convierte en una ropa interior de la mas exquisita lencería y la playa desaparece de mi vista. Luego se suele tumbar al sol y yo convenzo a los demás para bajar al agua.
Raramente me quedo solo con ella. Porque no se que decir. Se me atragantan las palabras en la garganta y parezco un tonto. Sobre todo si se levanta y puedo observar su cuerpo a contraluz. Es como si me dieran un calambrazo y un escalofrió me recorre la piel. En ese momento solo noto calor en un sitio. La polla se me quiere poner tiesa y me dibuja formas raras en el bañador. Por ello siempre llevo bermudas, para disimular un poco las erecciones. Entonces me disculpo, con excusas a media voz y salgo corriendo en busca de un chapuzón de agua fría, que alivie mi calentura. En mi fantasía creo que ella no se da cuenta de nada y se suele reír de mis cambios de humor.
Los días que no baja, me parecen más fríos o más oscuros, como si el sol luciese menos. Y nada que hagamos me anima. Ni los juegos con Helena, Soraya y Leonor, que aprovechan la ausencia de ella para hacer topless. Porque cuando ella no esta no lo hacen, por respeto dicen. Ella tampoco lo hace cuando baja a la playa. Para eso aprovecha el solariun de casa los días que no nos acompaña.
Suelo comer en el chalet, me he convertido en casi un inquilino permanente, más incluso que Teo, que come en su casa con sus hermanas.
Después de la comida solemos perder el tiempo en la piscina, o jugamos un poco al básquet. Ella suele sestear tumbada en una tumbona cubierta a medias con un pareo que se pone encima del biquini.
Sobre las seis, aparecen en el chalet, Teo y las otras. Teo y Helena se suelen perder un poco entre el jardín para darse besos y achuchones, y algún revolcón medio privado. Sobre todo porque la madre de José suele dejar el campo libre metiéndose en casa.
Entonces quedamos tres para dos chicas, y nos ponemos a gallear como palomos en primavera, pero como yo tengo atravesada a la madre de José, suelo perder un poco el ritmo y son él y Pablo quien andan un poco liados con ellas. Entonces suelo tumbarme en una hamaca y me hago el dormido.
A mis pensamientos, acude rápidamente ella. La madre de José.
Ella es joven, puede tener en mi fantasía los cuarenta y cinco años. Y no es excesivamente delgada. Sino que tiene esas curvas que hacen a una mujer verdaderamente apetecible. Sus pechos se muestran firmes, como globos pequeños pero bien visibles bajo cualquier camisa. Y su culo es respingón. De esos que marcan lo que hay que marcar cuando se enfunda unos vaqueros, quizás para ir al súper por la tarde los viernes. Tiene las piernas largas y esbeltas. Y unos muslos que parecen caramelo cuando los insinúa bajo una mini, cuando sale a tomar algo los sábados con Tomás. Tomás es el padre de José. Ella se llama Julia. Aunque para mi siempre sera la madre de José.
Mi más fuerte fantasía empieza una tarde, en la que me hago el dormido mientras José y Soraya y Pablo con Leonor, juegan a explorarse las bocas entre aguadilla y aguadilla. En un momento dado yo me levanto con la excusa de que tengo que usar el servicio. Ese día José me dice -: usa el de arriba, que el de abajo se ha vuelto a atascar.-. Yo entro en el chalet por la cristalera del salón que esta entornada y cubierta por un amplio cortinón para que no entre el calor. Dentro esta oscuro y hace frió. El aire acondicionado debe de estar puesto bastante fuerte. Subo las escaleras al piso de arriba y oigo claramente el ruido de un secador en el cuarto de Julia. Seguramente se acaba de duchar después de la sesión vespertina de sol. Entro en el baño de arriba cierro la puerta con el pestillo y me siento en el inodoro. Siempre me siento. Tengo la polla morcillona y me dan ganas de meneármela un poco, la noto caliente al tacto y la doy un par de sacudidas, pero paro enseguida, me relajo y meo. Cuando acabo vuelvo a bajar. Paso por la cocina y bebo un poco de agua del frigo. Entonces me dirijo al salón para salir otra vez al jardín.
Julia esta en el salón. Esta medio recostada en el sofá arreglándose las uñas. Tiene puesta una bata de raso azul, con unas flores bordadas, e imagino que esta desnuda debajo. Los cortinones de la cristalera siguen corridos para evitar que entre el calor. Ella tiene encendida una lámpara de pie, por lo que el salón esta medio a oscuras.
Estoy a punto de salir, pero las risas de los de fuera me frenan. Se oyen carreras y saltos. Posiblemente ellos se están tirando a lo bomba o quizás las están tirando a ellas, con la esperanza de que ellas pierdan la parte de arriba del biquini. Me doy media vuelta, como si de repente me hubiera acordado de algo importante, o como si me hubiera entrado de repente las prisas por algo inexistente. Y digo algo parecido a que me tengo que ir. Pero ella me para con una sola frase:-¿por qué no te sientas y me haces un poco de compañía?, así no me sentiré tan sola.-. Me siento en un orejero que hay casi enfrente del sofá, no le da la luz de la lámpara y esta medio en penumbra.
No la quito ojo de encima a Julia, mientras ella no para de hacerme preguntas sobre mí, sobre sus hijos, sobre su hija y sobre Teo y sus hermanas. Yo respondo casi como hipnotizado. No creo haber hablado tanto tiempo seguido con ella nunca. Respondo as u preguntas de manera automática mientras mis ojos siguen cada evolución de sus manos sobre las uñas de los pies. Ella sonríe ante algunas de mis respuestas sobre las chicas y en un momento dado se medio incorpora y me dice:- Tienes que ser más directo. No pierdes nada. Nada tienes, nada pierdes. ¿Ó no?-. Y se vuelve a recostar. Tampoco dejo de mirar sus piernas, con los movimientos, la bata se suele deslizar y veo a ratos sus piernas casi por entero. Es como mágico. Yo estoy acostumbrado a verla en biquini. Por lo que me conozco su cuerpo perfectamente, pero esos vislumbres de piel a través de la abertura de la bata es para mi un estimulo erótico casi orgasmatico. Noto la misma sensación que por la mañana en la playa, cuando se dispone a tomar el sol y se quita el vestido playero, con el que suele bajar.
Intento disimular mi incipiente erección, para que esta no se haga visible a través del bañador. Noto como se me clavan en los huevos los agujeritos de la malla de la taleguilla y mi respiración se acelera. Ella de vez en cuando me mira y parece que no se da cuenta de nada. Creo que estoy perdiendo la batalla contra mi polla. Ella tiene vida propia y no puedo hacer nada para evitar que empuje exigiendo más espacio. Noto como empuja sobre la goma de la cintura. Y me doy cuenta de que no me puedo mover, porque si me levantara, no podría ocultarla de ninguna forma. Se me ha acelerado el pulso y se me arronca la voz. Por lo que empiezo a contestarla con monosílabos. Agradezco la penumbra en la que esta mi sillón. Porque mi polla sigue y sigue creciendo, creo que nunca he estado tan excitado. En un momento dado ella se mueve en el sofá y ahora es la parte de arriba de la bata la que se desliza, dejándome vislumbrar por un momento una de sus tetas casi en su totalidad. Un caramelo tostado con una cereza en el centro. Mi polla ha dado otro respingo y por un momento tengo la sensación de que me voy a correr directamente en el sillón. Julia se ha recolocado la bata, con un movimiento casi automático. Casi sin quitar la atención del trabajo que esta realizando en sus pies. En ese momento, no se si es por el roce del raso sobre ellos, o por una ráfaga del aire acondicionado sus pezones se han endurecido y se muestran marcados claramente en el raso de la bata. Yo creo que me ahogo mientras mi polla tiembla dentro de mi bañador. Pienso que si me la toco, con dos sacudidas liberaría los litros de semen caliente que me parecen que se deben de agolpar en la punta del glande.
-¡Bueno esto ya esta!- dice con una expresión casi triunfal, como si acabara de conquistar el everest. Y yo pienso que si que esta, si. Pero no eso, sino la barra de hierro candente en la que se ha transformado mi polla. Y se levanta casi de un salto del sofá. Se endereza y se pasa las manos por la bata para estirarla, marcando cada una de las curvas de su exquisito cuerpo. Yo creo ahogarme. Mi corazón palpita en mi pecho como si fuese un taladro y la broca le acompaña acompasada menos de media cuarta mas abajo.
-Te invito a tomar algo. Por la compañía-. Me dice.-¿te apetece una limonada?. Te la traigo ahora mismo de la cocina-. Estoy apunto de decirla que lo único que me apetece es ella. Que quiero clavarme dentro de su cuerpo y soltar toda la calentura que me marca la entrepierna y en la que ella parece no haberse fijado. Pero no se lo digo por supuesto.
Y ella en su camino a la cocina tiene que pasar directamente por donde yo estoy. Y cuando esta a mi altura, quiero decirla que no me traiga nada, que lo único que quiero es irme a casa, porque sino voy a cometer una locura. Pero no me sale ni una palabra. Lo único que acierto a hacer, casi por distracción, o descuido es agarrarla uno de los lazos de la bata, el que me roza la mano cuando pasa a mi lado.
El tirón desata la ligera prenda, y su cuerpo casi desnudo, lleva una braguita blanca de encaje, se me muestra en una fracción de segundo.
Ella se queda quieta, colorada al instante por el accidente, aparentemente fortuito que se acaba de producir. La prenda liberada del cinturón se ha deslizado por sus hombros hacia atrás y ahora si que sus dos tetas se muestran en su totalidad al aire. Parece que flotan. Engreídas, como desafiando la ley de la gravedad, cumpliendo a rajatabla la sensación de que caen para arriba. Sus pezones están duros, tiesos, extraordinariamente definidos, sin duda debido a una mezcla producida casi apartes iguales por el frió y la situación. Ella al final reacciona, y sus manos buscan los costados de la delicada bata. Pero el movimiento brusco parece que se ralentizara, y por un momento la pose aún es más erotica si cabe. Porque me parece que ella se ofreciera, desnuda y entregada.
En ese momento, pierdo el control sobre lo que hago. Mi cabeza pierde su situación y es mi polla la que manda. Según me levanto, ella se asoma por entre la goma del bañador. Exultante, roja, estirada en todo su esplendor. Con una gota de liquido preseminal en la punta del prepucio.
La expresión de Julia, la madre de José, cambia del bochorno al sombro cuando ve mi polla ahí. Y vuelve a cambiar cuando me abalanzo sobre ella. Chocamos, mas que otra cosa y mis manos buscan las suyas para impedir que se tape. Mientras, recorremos el salón en una extraña danza sexual.
Ella me amenaza con chillar, pero no lo hace. Mi boca busca la suya, y la beso con fuerza mientras mi lengua lucha con la suya que no quiere devolverme el beso. Y clava sus dientes en mi lengua, pero no demasiado fuerte, mas como advertencia que como amenaza, aunque degusto una gota de sangre. El beso se hace salvaje. Al cabo de un rato de dar tumbos tropezamos con algo y caemos. Rodamos por el suelo. La bata esta echa jirones y mis manos recorren su cuerpo de seda. Mientras mi pecho se aplasta contra el suyo. Y noto como se me clavan sus tetas. Ella se sigue resistiendo pero como sin ganas. Si chillara, los de fuera la oirían y se acabaría todo. Pero ella no chilla. Mis manos aprietan su culo. Y lo recorren casi salvajemente. Mis dedos encuentran las tiras de sus braguitas y las rompen. Tiro de la prenda y esta se desliza entre nuestros cuerpos que aun se mueven por el suelo del salón. Mi polla, esta atrapada aun en parte por el bañador. Pero restriego el bulto contra su pelvis. Ella se retuerce como una gata, atrapada bajo mi cuerpo, suspirando y resoplando. Cada movimiento de ella aumenta el rozamiento sobre mi miembro y lo noto más y más grande, más y más caliente. Dejo de besarla. Y mi boca se lanza sobre sus tetas, la muerdo uno de los pezones y chupo y chupo como si me fuera la vida en ello, ella se contornea salvajemente, escupiéndome insultos mientras exhala suspiros y jadeos, pero ni un grito sale por su boca. He tenido mis manos agarrando las suyas un tiempo pero ahora las suelto y ella me empieza a golpearme la espalda. Con una mano la sujeto con fuerza al suelo mientras con la otra intento quitarme el bañador. La postura no es buena y me cuesta pero lo consigo y ahora si que mi polla expandida en todo su esplendor se aplasta contra los bien cuidados pelos de su triangulo de placer. Jadeo como pez fuera del agua mientras la vuelvo a introducir la lengua en su boca. Sin importarme si me muerde o no.
Sus golpes contra mi espalda siguen, pero ahora ya sin fuerza. Deslizo una de mis manos hacia su coño. Lo noto extrañamente mojado. Y uno de mis dedos se introduce entre sus labios inferiores buscando su botoncito. Ella da un respingo. Como si una descarga eléctrica hubiera recorrido su cuerpo. Mientras mi dedo se afana en masajear esa pepita dura que se esconde entre los pliegues de su sexo. Vuelvo a morder sus tetas, pasando de una a otra rápidamente. Ella jadea, como perra en celo, ya que mi dedo no da descanso a su clítoris y cuando de vez en cuando lo deslizo por dentro de esa gruta ya encharcada ella aúlla y se retuerce, mientras los músculos de su vagina aprietan mi dedo índice. Noto como la viene un espasmo y acelero el masaje clitoriano, mas rápido y mas fuerte. El espasmo recorre su cuerpo de arriba abajo. Ahora intento la penetración. Mi polla exige liberarse de la carga de excitación que tiene. Pero la postura me juega una mala pasada y no puedo penetrarla.
Agarro con mi mano la polla y la dirijo apoyándola contra los entrada del coño de Julia. Ella tiene los músculos de la vagina apreteados, oponiendo resistencia a la penetración. Pero consigo introducir un poco la punta. Ahora doy un golpe fuerte y entra entera. Empiezo a bombear rápidamente. Noto mi polla crecer aun más y mi excitación esta por las nubes. Ella ya no me golpea, sino que tiene las manos estiradas hacia la cabeza. Los ojos cerrados y se muerde los labios. Mientras el ritmo de sus jadeos aumenta, con el ritmo de mis embestidas. Sigo el metesaca furiosamente. Y empiezo a notar que me llega el orgasmo. Así que acelero para buscar ese punto de no retorno. Ese en el que el mundo desaparece y todo se junta en la punta de la polla y uno da las gracias por haber nacido hombre y macho. Sobre todo macho. Cuando veo que me llega el momento cambio el ritmo quiero ralentizarlo un poco, disfrutarlo plenamente. Entonces ella vuelve a contorsionarse y la oigo:- Dios,! Otro¡,! Otro¡,!otro¡.Esto no s posible. ¡ Otrrrrrrooooooo¡. Y entonces noto que me llega. Salgo precipitadamente, no quiero correrme dentro. Se que con dos peladas fuera me valdrá.
-Venga cabrón, métemela. Quiero que te corras dentro- chilla Julia a mi oído. Eso hace que me excite más todavía. Vuelvo a acercar la polla a su coño y empujo otra vez. Esta vez entra rápidamente, ella me agarra los glúteos y empuja para que se la clave más todavía. Yo me hinco fuertemente. Mientras noto como los músculos de su vagina me masajean la verga. Entonces noto como me llega. Cierro los ojos y doy un ultimo empujón y tenso el momento. Y entonces lo noto. La explosión de placer me viene, mientras permanezco clavado. Agarrado fuertemente a los hombros de la madre de José. Cuando termino de eyacular, me retiro suavemente. Y me quedo postrado sobre ella. Que me acaricia la espalda.
El salón huele a sexo. Ese aroma dulzor e inigualable. La beso los labios, los ojos, el cuello, los pezones e intento bajar, pero ella me atrae hacia si.
-La próxima vez, que quieras follarme, me lo pides.- me dice.- porque montar el numerito de las uñas y de la bata me cuesta un huevo-.
Porque en mi fantasía, yo me follaba a la madre de José. Pero en la de Julia era ella la que se follaba al amigo de José.
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