Recuerdo que era Agosto en Buenos Aires, hacía frío y estaba gris. Un día entré al site de contactos que usaba en esa época y me encontré un mensaje que parecía interesante. Un hombre maduro me comentaba muy correctamente que le había gustado lo que leyó en mi perfil y que le gustaría tomar un café para conocernos. Miré su perfil y no decía demasiado, así que como hago de costumbre con los perfiles vacíos, lo iba a ignorar. No sé aún hoy bien por qué, pero no lo hice. Debió ser el tono del mensaje que me escribió o la calentura del momento, pero le respondí que podía al otro día por la tarde, que proponga un lugar.
Así fue que nos encontramos en un café (no sé por qué ahora son todos “bistró”…) de la Avenida Corrientes. El tipo era muy agradable, la charla fue divertida y duró más del tiempo que yo tenía… Le propuse que nos encontremos otro día, y le dije que me gustaría mucho que hiciéramos algo más. No iba a dejar pasar ese madurito de cerca de 60 años, simpático y sensual sin aprovechar la oportunidad. Me contestó que vivía en Bahía Blanca con su esposa, y que venía a Buenos Aires solamente por trabajo. Se iba a su ciudad al otro día. (perdí!, pensé yo) pero que la próxima que viniera nos veíamos seguro.
Pasaron un par de semanas y un día apareció otro mensaje en mi perfil. Eduardo (así se llama) me citaba para el día siguiente en el mismo “bistró” a la misma hora que la primera vez. Ahí estuve, y otra vez la charla empezó a prolongarse, muy divertida y casi nada sexual. En un momento le dije que me iba a quedar sin tiempo otra vez, y el me contestó agarrando mi mano y apoyándola sobre su bragueta por debajo de la mesa. Se me hizo agua la boca cuando sentí una tremenda erección debajo de su pantalón…!
Me pidió que esperemos un par de minutos, no podía salir así y nos reímos. Caminamos un par de cuadras por San Martín y llegamos al departamento de trabajo que tiene en Buenos Aires. En el ascensor me encargué de volver a palpar ese bulto duro, y el respondió poniendo su mano en mi nuca. Llegamos, entramos, y apenas pasé la puerta me abrazó por atrás, apoyándome justo entre mis nalgas mientras me besaba el cuello y las orejas.
Me dijo que lo espere ahí, que me ponga cómodo, y se metió al baño. Yo volaba de calentura, así que me dejé el saco en un perchero y me saqué el pantalón y la corbata. Quedé en camisa y slips. Como Eduardo tardaba un poco me puse a mirar sus discos, que estaban en un mueble que iba de piso a techo en su escritorio. No lo escuché salir del baño, así que de nuevo me asaltó por atrás, diciendo que le encantaba lo que veía…
Estaba totalmente desnudo, así que me fue un placer recorrer su cuerpo de hombre maduro con mi boca hasta llegar a su miembro. Grande, duro, con la piel más bien pálida pero las venas hinchadas. Lo masturbé suavemente mientras el me baja el slip, me daba la vuelta y ahí mismo parado empezaba a meter un dedo húmedo en la cola.
Nos besamos hasta que se sentó en el sillón y, sin sacarme la camisa blanca que traía, me hizo darme vuelta para quedar a la altura de mi cola. Me abrió las nalgas y me empezó a besar y chupar frenéticamente. Sentía su cara hundiéndose en mi culo, y su lengua penetrando mi ano y dejando suficiente saliva para que entren los dedos.
Yo estaba que volaba, así que paraba la cola hacia atrás lo más que podía y me abría con las manos para que pueda llegar más profundo.
De pronto se paró, y le agarré la pija que ahora estaba en toda su dimensión. Larga y gorda, con la piel corrida hacia atrás dejaba ver una cabeza hermosa y abultada. Me incliné y se la chupé un rato mientras me acariciaba de nuevo la nuca. Luego me tomó la mano y me hizo ir a su dormitorio, ahí se acostó boca arriba y yo me puse cómodo para seguir mamando. Que placer me dio lograr meterme toda la poronga en la boca, hasta sentir los huevos en mis labios. Confieso que me costó bastante contener las arcadas, pero una vez que se relajó mi garganta pude disfrutar de cogerme a Eduardo con la boca. Tal vez no me crean, pero esas “gargantas profundas” me calientan tanto que a veces al hacerlas acabo sin siquiera tocarme. Y si hay un mínimo roce de mi pija con las sábanas (o el asiento del auto, por ejemplo), entonces acabo seguro.
En eso estaba, cuando de nuevo siento sus dedos en mi cola. Duró poco porque apenas vio que yo seguía dilatado y lubricado por su trabajito anterior me sacó el miembro de mi boca (a lo que protesté enojado), se puso un forro y me miró diciendo que me quería penetrar. Yo no opuse resitencia, me dejé acomodar por sus manos en posición de perrito, y empecé a sentir la dura barra de carne entrando en mi cuerpo. Tardé un poco en relajarme, dolía pero Eduardo conocía bien cómo hacer. Me enterro menos de la mitad (juro que sentía claramente la cabezota adentro), y esperó hasta que me empecé a mover yo mismo, recorriendo lentamente toda la pija.
La luz de la tarde-noche de invierno entraba por la ventana y apenas teníamos penumbras, sin embargo podía ver a mi macho maduro claramente en el espejo que estaba en la pared de la izquierda. Se puso a bombearme con mucha fuerza, y la pija se iba metiendo cada vez mas comodamente dentro mio. Yo tenia mi colita totalmente relajada, asi que disfrutaba a full, moviendome hacia atras y adelante de modo opuesto a Eduardo, asi cuando el empujaba, yo empujaba para atras y sus huevos me chocaban de tan profundo que me llegaba. Cuando el hacia una pausa en sus empujones y se quedaba casi quieto, yo movia las caderas en circulos, para sentir bien su cabezota.
Entonces me dijo que queria cambiar, y se salio poniendose boca arriba en la cama. La ventana daba directo a la calle, y las cortinas semitransparentes apenas dejaban ver hacia afuera. En esa penumbra lo vi con toda su hermosa presencia de macho maduro que tanto me gusta, y con ese glorioso mástil parado en la más vertical de las posiciones posibles. Por un segundo no me decidía entre volver a saborearlo hasta el fondo de mi garganta (para lo cual tendría que sacarle el forro), o sentarme para sentirlo adentro de nuevo. No me dio tiempo, me sonrío en la casi oscuridad, y me acarició suavemente la cola, como gesto claro de lo que quería. Me incorporé, y pasando una pierna por sobre su glorioso cuerpo de vello canoso, me acomodé para tener su pijota justo entre mis nalgas. Lo miraba derecho a los ojos, y mientras me movía para masturbar su miembro atrapado entre mis nalgas, el me apretaba las tetillas dulcemente.
No se bien en que momento su cabezota encontró sola la puerta de mi ano ya dilatado, que opuso poca resistencia a que se meta. Sin auda de ninguna mano me se había metido de nuevo. En ese justo momento los dos sentimos la misma típica ola de placer, y nos quedamos quietos suspirando al mismo tiempo. Pero yo quería más, así que no esperé y me fui deslizando de a poco hacia abajo, para que miembro se enfunde completamente en mi cuerpo.
Eduardo cerró sus ojos y apoyó sus dos manos en mi pecho, lo cual me ayudaba a moverme como yo quisiera usándolas como apoyo. Subía dejando que la pija casi se saliera, y enseguida volvía a dejarme caer lento para que se metiera hasta el fondo, tan al fondo que parecía que me llegaba a la garganta. Mis piernas funcionaban como resortes que me levantaban y se aflojaban para dejarme caer, y cuando Eduardo me dejó de sostener me desplomé sobre su cuerpo, y así nos quedamos unos segundos, con esa palpitante pijota bien dentro de mi.
No duró la pausa, los dos estábamos volando de calentura, me enderecé despacio, y con delicadeza me giré para darle la espalda a mi macho, que me tomó por las caderas con las dos mandos grandotas que tenía y me hizo empujó lo más abajo posible, mientras subía sus propias caderas para que otras vez sus testículos me chocaran. Me saco un suspiro de placer que aún recuerdo... Yo apoyé mis manos en la cama, me recliné para adelante enapenas hacia su pies y le dije algo así como, "ahora vas a ver lo que te pasa", y empecé a subir y bajar rítmicamente sin darle pausa alguna. Duró bastante, hasta que me empezó a pedir que pare porque no daba más. Al contrario, mantuve mis movimientos, como siempre recorriendo toda su pija desde que casi se sale, hasta que sentí que se hinchaba y endurecía tremendamente, y entonces el me tomó firmemente de las caderas y me bajó hasta sus huevos, trabándome ahí para que no me pueda mover mientras el acababa. En esos segundos de gloria, sentí que me llenaba todo, que no quedaba ni un centímetro de mi que no estuviera penetrado a full.
Lo dejé dentro mío por largos minutos, hasta que el mismo se salió y me hizo acostarme a su lado. Dormitamos un buen rato, y cuando yo ya estaba totalmente ido, me sacó de mi modorriento estado su brazo que se cruzaba sobre mi pecho, mientras me apoyaba la pija que empezaba a recuperarse entre las nalgas. Me encantó eso, pero miré la hora y era tardísimo, así que tuve que irme. Eduardo me esperó mientras me vestí, mientras hacía comentarios lamentándose que me tuviera que ir.
Sin vestirse me acompañó a la puesrta del depto. Y me dijo que no me abría si no le daba una pruebo que volveríamos a vernos. Yo sonreí, y mientras le empezaba a masturbar la pija semi dormida, le dije que no tenga dudas, se iba a repetir muy pronto. Me contestó "ok", pero mientras abría la puerta no pude aguantarme de agacharme y meterme su miembro en la boca, como despedida. Así, con la puerta que daba al pasillo a medio abrir, se la lamí y besé, hasta que escuchamos que el ascensor se movía, y le dije algo así como "chau, ya te voy a agarrar de nuevo", pero no mirando a Eduardo sino a su pijota, rodeada de canas. el me contestó entre risas, "la próxima no te vas sin que te haga terminar a vos también, no te vas a escapar de nuevo". Era cierto, de tanto que gocé ni me di cuenta que yo no había acabado....
El ascensor me llevó a la puerta principal, y de ahí a la calle, donde el frío de la noche de Buenos Aires me recibió junto con las luces tenues del alumbrado. A casa, con el cuerpo exhausto de placer, y una promesa para cumplirle a Eduardo muy pronto.
Así fue que nos encontramos en un café (no sé por qué ahora son todos “bistró”…) de la Avenida Corrientes. El tipo era muy agradable, la charla fue divertida y duró más del tiempo que yo tenía… Le propuse que nos encontremos otro día, y le dije que me gustaría mucho que hiciéramos algo más. No iba a dejar pasar ese madurito de cerca de 60 años, simpático y sensual sin aprovechar la oportunidad. Me contestó que vivía en Bahía Blanca con su esposa, y que venía a Buenos Aires solamente por trabajo. Se iba a su ciudad al otro día. (perdí!, pensé yo) pero que la próxima que viniera nos veíamos seguro.
Pasaron un par de semanas y un día apareció otro mensaje en mi perfil. Eduardo (así se llama) me citaba para el día siguiente en el mismo “bistró” a la misma hora que la primera vez. Ahí estuve, y otra vez la charla empezó a prolongarse, muy divertida y casi nada sexual. En un momento le dije que me iba a quedar sin tiempo otra vez, y el me contestó agarrando mi mano y apoyándola sobre su bragueta por debajo de la mesa. Se me hizo agua la boca cuando sentí una tremenda erección debajo de su pantalón…!
Me pidió que esperemos un par de minutos, no podía salir así y nos reímos. Caminamos un par de cuadras por San Martín y llegamos al departamento de trabajo que tiene en Buenos Aires. En el ascensor me encargué de volver a palpar ese bulto duro, y el respondió poniendo su mano en mi nuca. Llegamos, entramos, y apenas pasé la puerta me abrazó por atrás, apoyándome justo entre mis nalgas mientras me besaba el cuello y las orejas.
Me dijo que lo espere ahí, que me ponga cómodo, y se metió al baño. Yo volaba de calentura, así que me dejé el saco en un perchero y me saqué el pantalón y la corbata. Quedé en camisa y slips. Como Eduardo tardaba un poco me puse a mirar sus discos, que estaban en un mueble que iba de piso a techo en su escritorio. No lo escuché salir del baño, así que de nuevo me asaltó por atrás, diciendo que le encantaba lo que veía…
Estaba totalmente desnudo, así que me fue un placer recorrer su cuerpo de hombre maduro con mi boca hasta llegar a su miembro. Grande, duro, con la piel más bien pálida pero las venas hinchadas. Lo masturbé suavemente mientras el me baja el slip, me daba la vuelta y ahí mismo parado empezaba a meter un dedo húmedo en la cola.
Nos besamos hasta que se sentó en el sillón y, sin sacarme la camisa blanca que traía, me hizo darme vuelta para quedar a la altura de mi cola. Me abrió las nalgas y me empezó a besar y chupar frenéticamente. Sentía su cara hundiéndose en mi culo, y su lengua penetrando mi ano y dejando suficiente saliva para que entren los dedos.
Yo estaba que volaba, así que paraba la cola hacia atrás lo más que podía y me abría con las manos para que pueda llegar más profundo.
De pronto se paró, y le agarré la pija que ahora estaba en toda su dimensión. Larga y gorda, con la piel corrida hacia atrás dejaba ver una cabeza hermosa y abultada. Me incliné y se la chupé un rato mientras me acariciaba de nuevo la nuca. Luego me tomó la mano y me hizo ir a su dormitorio, ahí se acostó boca arriba y yo me puse cómodo para seguir mamando. Que placer me dio lograr meterme toda la poronga en la boca, hasta sentir los huevos en mis labios. Confieso que me costó bastante contener las arcadas, pero una vez que se relajó mi garganta pude disfrutar de cogerme a Eduardo con la boca. Tal vez no me crean, pero esas “gargantas profundas” me calientan tanto que a veces al hacerlas acabo sin siquiera tocarme. Y si hay un mínimo roce de mi pija con las sábanas (o el asiento del auto, por ejemplo), entonces acabo seguro.
En eso estaba, cuando de nuevo siento sus dedos en mi cola. Duró poco porque apenas vio que yo seguía dilatado y lubricado por su trabajito anterior me sacó el miembro de mi boca (a lo que protesté enojado), se puso un forro y me miró diciendo que me quería penetrar. Yo no opuse resitencia, me dejé acomodar por sus manos en posición de perrito, y empecé a sentir la dura barra de carne entrando en mi cuerpo. Tardé un poco en relajarme, dolía pero Eduardo conocía bien cómo hacer. Me enterro menos de la mitad (juro que sentía claramente la cabezota adentro), y esperó hasta que me empecé a mover yo mismo, recorriendo lentamente toda la pija.
La luz de la tarde-noche de invierno entraba por la ventana y apenas teníamos penumbras, sin embargo podía ver a mi macho maduro claramente en el espejo que estaba en la pared de la izquierda. Se puso a bombearme con mucha fuerza, y la pija se iba metiendo cada vez mas comodamente dentro mio. Yo tenia mi colita totalmente relajada, asi que disfrutaba a full, moviendome hacia atras y adelante de modo opuesto a Eduardo, asi cuando el empujaba, yo empujaba para atras y sus huevos me chocaban de tan profundo que me llegaba. Cuando el hacia una pausa en sus empujones y se quedaba casi quieto, yo movia las caderas en circulos, para sentir bien su cabezota.
Entonces me dijo que queria cambiar, y se salio poniendose boca arriba en la cama. La ventana daba directo a la calle, y las cortinas semitransparentes apenas dejaban ver hacia afuera. En esa penumbra lo vi con toda su hermosa presencia de macho maduro que tanto me gusta, y con ese glorioso mástil parado en la más vertical de las posiciones posibles. Por un segundo no me decidía entre volver a saborearlo hasta el fondo de mi garganta (para lo cual tendría que sacarle el forro), o sentarme para sentirlo adentro de nuevo. No me dio tiempo, me sonrío en la casi oscuridad, y me acarició suavemente la cola, como gesto claro de lo que quería. Me incorporé, y pasando una pierna por sobre su glorioso cuerpo de vello canoso, me acomodé para tener su pijota justo entre mis nalgas. Lo miraba derecho a los ojos, y mientras me movía para masturbar su miembro atrapado entre mis nalgas, el me apretaba las tetillas dulcemente.
No se bien en que momento su cabezota encontró sola la puerta de mi ano ya dilatado, que opuso poca resistencia a que se meta. Sin auda de ninguna mano me se había metido de nuevo. En ese justo momento los dos sentimos la misma típica ola de placer, y nos quedamos quietos suspirando al mismo tiempo. Pero yo quería más, así que no esperé y me fui deslizando de a poco hacia abajo, para que miembro se enfunde completamente en mi cuerpo.
Eduardo cerró sus ojos y apoyó sus dos manos en mi pecho, lo cual me ayudaba a moverme como yo quisiera usándolas como apoyo. Subía dejando que la pija casi se saliera, y enseguida volvía a dejarme caer lento para que se metiera hasta el fondo, tan al fondo que parecía que me llegaba a la garganta. Mis piernas funcionaban como resortes que me levantaban y se aflojaban para dejarme caer, y cuando Eduardo me dejó de sostener me desplomé sobre su cuerpo, y así nos quedamos unos segundos, con esa palpitante pijota bien dentro de mi.
No duró la pausa, los dos estábamos volando de calentura, me enderecé despacio, y con delicadeza me giré para darle la espalda a mi macho, que me tomó por las caderas con las dos mandos grandotas que tenía y me hizo empujó lo más abajo posible, mientras subía sus propias caderas para que otras vez sus testículos me chocaran. Me saco un suspiro de placer que aún recuerdo... Yo apoyé mis manos en la cama, me recliné para adelante enapenas hacia su pies y le dije algo así como, "ahora vas a ver lo que te pasa", y empecé a subir y bajar rítmicamente sin darle pausa alguna. Duró bastante, hasta que me empezó a pedir que pare porque no daba más. Al contrario, mantuve mis movimientos, como siempre recorriendo toda su pija desde que casi se sale, hasta que sentí que se hinchaba y endurecía tremendamente, y entonces el me tomó firmemente de las caderas y me bajó hasta sus huevos, trabándome ahí para que no me pueda mover mientras el acababa. En esos segundos de gloria, sentí que me llenaba todo, que no quedaba ni un centímetro de mi que no estuviera penetrado a full.
Lo dejé dentro mío por largos minutos, hasta que el mismo se salió y me hizo acostarme a su lado. Dormitamos un buen rato, y cuando yo ya estaba totalmente ido, me sacó de mi modorriento estado su brazo que se cruzaba sobre mi pecho, mientras me apoyaba la pija que empezaba a recuperarse entre las nalgas. Me encantó eso, pero miré la hora y era tardísimo, así que tuve que irme. Eduardo me esperó mientras me vestí, mientras hacía comentarios lamentándose que me tuviera que ir.
Sin vestirse me acompañó a la puesrta del depto. Y me dijo que no me abría si no le daba una pruebo que volveríamos a vernos. Yo sonreí, y mientras le empezaba a masturbar la pija semi dormida, le dije que no tenga dudas, se iba a repetir muy pronto. Me contestó "ok", pero mientras abría la puerta no pude aguantarme de agacharme y meterme su miembro en la boca, como despedida. Así, con la puerta que daba al pasillo a medio abrir, se la lamí y besé, hasta que escuchamos que el ascensor se movía, y le dije algo así como "chau, ya te voy a agarrar de nuevo", pero no mirando a Eduardo sino a su pijota, rodeada de canas. el me contestó entre risas, "la próxima no te vas sin que te haga terminar a vos también, no te vas a escapar de nuevo". Era cierto, de tanto que gocé ni me di cuenta que yo no había acabado....
El ascensor me llevó a la puerta principal, y de ahí a la calle, donde el frío de la noche de Buenos Aires me recibió junto con las luces tenues del alumbrado. A casa, con el cuerpo exhausto de placer, y una promesa para cumplirle a Eduardo muy pronto.
3 comentarios - Te cuento 4 (gay)
Buenísimo !!
Gracias por compartir 👍
Beso
¿Tiene una continuación...?
Gracias por los puntos!
Excelentes tus posta, me recalientan....
Beso