You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Así lo quiso mi hermana... (2° y última parte)

Fuimos al cuarto y encontramos las dos bolsas llenas con medio galón cada una, pero el inyector era totalmente diferente. Era mucho mas grueso que la pipa estándar que había usado para mí, y había filas de pequeños topetones en la manguera. Su se quitó su traje de baño y pude verla desnuda, cosa que no ocurría desde que yo era una niña, cuando vivíamos juntas en la casa de nuestros padres.

Su cuerpo era magnífico. Sus pechos no eran grandes pero si perfectamente armoniosos con su estatura. Las únicas partes de su cuerpo sin tostar por el sol era un triangulo pequeño en cada uno de sus pechos y un pequeño triángulo en su pubis. Estaba completamente afeitada salvo un pequeño mechón de pelo pubico completamente rubio. Su le dió a Carlos un largo beso en la boca, y pude ver como jugaban con sus lenguas. Luego ella se acomodó en la cama, recostada boca abajo, con las piernas bien abiertas, y Carlos comenzó a ponerle lubricante en el ano, masajeándoselo.

De a poco fué introduciéndole un dedo dentro de su culo, mientras lo masajeaba, y noté como Su se iba poniendo cada vez mas cachonda, gimiendo y retorciéndose de placer. Se le notaba que ya no podía mas, que la exitación la superaba, y le pidió a Carlos que por favor comenzara ya con el enema, pero Carlos no respondió y continuó con su juego un largo rato mas, creo que disfrutando también de que yo los estuviera observando. Finalmente insertó en su ano el inyector grande, rotándolo mientras lo introducía.

Los gemidos de Su se hacían cada vez mas fuerte y otra vez le pidió que no se demorara más y comenzara con el enema. Pero Carlos deslizó un dedo dentro de la goteante vagina de mi hermana a la vez que seguía jugando con el inyector en su culo. Con eso Su perdió totalmente el control, se agarraba con fuerza de las sabanas de la cama, gemía ruidosamente y se retorcía de placer, hasta que al fin Carlos dió fin a esa tortura cariñosa y abrió la abrazadera, permitiendo que el agua caliente entrara en el recto de Su, a la vez que continuaba masturbándola. Su llegó a un intendo orgasmo y pude ver una sonrisa en sus labios, una expresión de extasis se le dibujó en el rostro. Yo en ese momento sentí que mas agua se había escurrido en mi recto y que el impulso de expeler mi enema era nuevamente intenso, pero retuve como pude, haciendo uso de todos los músculos de mi cuerpo.

A medida que se vaciaban las bolsas, Su se iba arqueando cada vez mas, en su afan de recibir el líquido. Pude ver su vagina completamente mojada por sus jugos, ella realmente estaba en la cumbre del placer. Cuando se hubieron agotado las dos bolsas de agua, ella pidió mas, pero Carlos dijo que era suficiente por el momento. Le quitó el inyector y fuimos juntas al baño, donde ambas evacuamos por turnos.

Luego volvimos al cuarto y nos recostamos desnudas sobre la cama. Hablamos un rato y durante la conversación Su volvió a ir al baño y terminó de expeler el resto de líquido de su enema. Entonces me habló sobre el aceite caliente que recibiríamos. Después de un enema y particularmente después de uno grande, los lubricantes naturales se lavan en los intestinos y el recto.

El aceite de oliva es un lubricante maravilloso para sustituir a los lubricantes naturales, y es también un buen lubricante para el sexo. Pronto entró Carlos al cuarto, trayendo una extraña jeringa, de cuello largo y con una especie de bulbo de goma, y un tubo nuevo de jalea lubricante. Su se acomodó en la cama, boca arriba y con las piernas levantadas y abiertas, y luego de que Carlos lubricara la jeringa, lentamente fue introduciendola en el ano de Su, hasta que los 15 cm de la jeringa entraron por completo y el bulbo quedó apoyado contra su ano. Carlos apretó el bulbo cuidadosamente y el aceite de oliva fue entrando lentamente en los intestinos de Su. Ella se relajó mientras Carlos retiraba la jeringa y se iba del cuarto a recargarla para mí.

Su me dijo que era necesario inyectar el aceite en lo profundo del recto y tan cerca de la primera curva del intestino como sea posible, para que el aceite sea absorbido correctamente. Luego Carlos volvió al cuarto y me indicó que me pusiera en la misma posición que la que había adoptado mi hermana unos momentos antes, boca arriba y con las piernas levantadas y separadas. La jeringa se deslizó en mi interior sin provocarme ninguna molestia, mientras Carlos la dirigía hacia adentro lentamente. Penetró mi recto totalmente y llegó a la base de mi intestino. Carlos me dió un momento para que me relajara y me acostumbrara a tener ese elemento dentro de mi cuerpo. Cuando le dije que ya estaba lista, él apretó el bulbo. Sentí como el aceite caliente subía por mis intestinos y eso me cortó en seco la respiración y los jadeos. No me lastimó, pero si me asustó un poco al principio.

Cuando Carlos retiró la jeringa, sentí que el aceite se filtraba hacia abajo,cubriendo los nervios mas sensibles de mi recto y sintiendo el intenso calor en mi cuerpo. Su y yo conservamos el aceite por 15 o 20 minutos antes de ir al baño. Yo me sentía bastante fatigada por las experiencias tan intensas del día, y fuí a mi cuarto y me recosté en la cama. Su se acercó a mi y me sugirió que durmiera una siesta por un rato. ella vendría a buscarme mas tarde. Aunque intenté dormir, el pensamiento y la expectativa por tener sexo por primera vez y los miedos naturales que eso conlleva me mantuvieron despierta por un rato. Sabía que Su y Carlos me habían preparado para la experiencia y que no sufriría como ella había sufrido en su primera vez, al igual que tantas otras mujeres que no habían tenido buenas iniciciones sexuales. Dejandome llevar por mis pensamientos, sin darme cuenta me quedé profundamente dormida.

Así estaba cuando Susana me depertó. Me arreglé un poco en el baño y volví a mi dormitorio donde ella me esperaba. Me preguntó si estaba asustada y yo admití que así era. Su me rodeó con sus brazos y me abrazó, diciendome que al perder la virginidad era normal que sintiera cierto dolor, y que sangraría, pero que eso era completamente normal. me dijo que ella estaría conmigo y me ayudaría a atravesar la parte mas difícil. Luego me hizo recortar en la cama, y me dijo que separara bien las piernas, tanto como pudiera. Puso una toalla debajo mío y sacó la misma jeringuilla con la que Carlos nos había inyectado el aceite de oliva. Cuidadosamente la introdujo en mi vagina, muy lentamente, y me inyectó un poco de aceite en mi interior. Luego retiró la jeringa, y el aceite drenó cayendo sobre la toalla. Ella me dijo que eso ayudaría en este acontecimiento que sería doloroso pero natural en la vida de toda mujer.

Su me puso un vestido, sin ropa interior, y ella permaneció desnuda. Me llevó de la mano hasta su cuarto, que como ya estaba atardeciendo estaba iluminado por la luz de unas velas. Allí estaba Carlos, de pié, esperándonos. Estaba vestido con un traje hermoso. Su me volvió a abrazar y me dió un beso en la mejilla. Luego me ayudó a quitarme el vestido y me guió para que me recostara en la cama.

Ella se sentó en un borde, e hizo que apoyara mi cabeza sobre sus piernas, y me acariciaba suavemente la cara, siempre sonriéndome. Carlos se desvistió, pero por la posición en que estaba no podía ver su pene, que tanta curiosidad despertaba en mí. Me relajé y descansé con mi vista fija en los ojos de Su. Pronto sentí las manos de Carlos separándome las piernas...

Su me dijo que me relajara todo lo posible, y que tratara de sentirlo todo. Esta era, me decía, una experiencia única e inolvidable para toda mujer y que solo ocurriría una vez en la vida. Unos momentos mas adelante, sentía el pene de Carlos entrando en contacto con mi vagina. Carlos presionaba con él en la entrada de mi vagina, y sentí un malestar a causa de ello, pues tal vez no estaba aún lo suficientemente lista para aceptar la primera penetración. pronto el malestar se transformó en dolor cuando Carlos presionó aún mas, tratando de penetrarme mas profundo. Evidentemente su pene era muy grande, y temí que me resgara por dentro... comencé a retorcerme y a mover las caderas tratando de aliviar el dolor pero nada ayudaba. Su me dijo que tratara de relajarme, y Carlos se quedó completamente inmóbil por un momento. Las caricias de Su me hacían sentirme mejor, y pronto recuperé la calma, y unos instantes mas tarde yo misma buscaba favorecer la penetración moviendo mis caderas.

Carlos entonces reanudó su labor y volvió a presionar con su pene suave pero firmemente, y yo podía sentir como su pene se iba incorporando a mi cuerpo. Note que mi respiración era agitada, estaba jadeando, mientras su pene presionaba fuertemente contra mi himen y un intenso dolor brotó hacia arriba entre mis piernas. A pesar de la preparación, que bien sabía que había sido exelente, y de la suavidad con que Carlos me trataba, el dolor era demasiado, y me sentía realmente lastimada. Su se inclinó y acercándose a mi oido me susurró que era el momento de juntar valor y empujar con dureza. Me armé de valentía y juntando todas mis fuerzas empujé para arriba al mismo tiempo que Carlos lo hacía para abajo. Una explosión repentina de intenso dolor cubrió mi cuerpo al sentir que mi himen se rasgaba, era como un cuchillo que me entraba por las piernas y la pelvis. Mis ojos se abrieron de par en par y grité con fuerzas al convertirme en mujer. Agarré a Carlos con mis brazos alrrededor de su cintura y por instinto empujé con mis caderas, y sentí como su pene atravesaba nuevamente mi himen roto.

Su me sostuvo firmemente y susurró palabras tranquilizadoras en mi oído. El dolor se desplomó y sentía el calor en mis piernas, mi anos, y entre mis nalgas. Sabía que sangraba. Carlos me clavó su pene un poco más profundo y volvió atrás levemente. Empujó otro poco y continuó así. Este movimiento de balancín apacible continuó con cada movimiento que iba más profundo en mi vagina. Cada movimiento me causaba dolor, pero el dolor nunca era tan malo como había sido al principio Con cada empuje podía sentir mis interiores el estirandose para aceptar el pene de Carlos. Finalmente, empuje yo y ambos sentimos que su pene tocaba mi matriz. Él paró por un rato y me dejó recuperar la respiración. Ahora otras sensaciones comenzaron a manar para arriba. Toleraba el dolor y comenzaba a mover las caderas un poco. Gradualmente comenzamos a frotarnos juntos. Mi entusiasmo aumentó y me olvidé del dolor, un nuevo placer intenso se apoderaba de mí. Pornto mis gemidos, mis grititos de placer se dejaron oír al llegar al orgasmo. La esperma caliente llenó mi coño joven y roció labios vaginales y sobre mis muslos. Sentía que parte de su líquido fue inyectada directamente en mi útero.

Liberé a Carlos, pues hasta entonces lo tenía firmemente sujeto por la cintura, y él retiró su pene de mi interior. De a poco fui serenandome y volviendo a un ritmo normal de respiración. Todavía sentía un dolor considerable pero eso ocupaba un rincón lejano en mi mente, comparandolo con las otras sensaciones que ahora me abrumaban. Era de hecho una mujer.

Después de algunos momentos Su me ayudó a incorporárme, sentándome en la cama. Miré abajo y vi sangre en mis piernas... mi vagina tenía espasmos y con cada contracción sangraba un poquito más. Comencé a gritar pero esa herida era una mezcla del dolor y placer. Su me dio otro abrazo grande y después de un rato me ayudó a levantarme y me llevó a la tina. Cuando terminé de bañarme me puse un vestido y volví al cuarto. Carlos y Susana habían quitado las sabanas y las habían llevado al lavadero. Las velas iluminaban el cuarto, y una copa de vino me esperaba. Agradecí Su y a Carlos lo que habían hecho por mí y di cada uno un beso cariñoso. Sabía que me amaban y que cuidaron de mí. Ahora era cerca de las ocho de la tarde.

Luego estuvimos en el living, charlando y riendo, los tres abrazados, desparramados en el sofá, tomando vino y riendo, en una de las situaciones mas agradables de mi vida, por un par de horas. En un momento dado noté que se miraban, como interrogándose, y Su con un cabeceo le dijo a Carlos “sí”. Ella tomó mi mano y me llevó nuevamente a su dormitorio, seguidas por Carlos. No tenía idea de que era lo que estaban planeando. Carlos volvió a desvestirse al tiempo que Su me quitaba el vestido. Quedamos los dos frente a frente, de pié, mientra Su se quitaba la ropa. Aunque él me había quitado la virginidad, era la primera vez que veía su cuerpo totalmente desnudo, y particularmente su pene. Parecía enorme y no podía creer que el cuerpo de una mujer pudiera soportar algo así en su interior.

No sabía si realmente me lo había introducido por completo, pero si estaba segura de que siendo la primera vez semejante instrumento estaba en el limite de lo que yo podría soportar. Su me hizo poner boca abajo en la cama separando las piernas. Luego me masajeó el área rectal completamente, con una loción para el cuerpo, metiendome a menudo un dedo en mi ano para poner parte de la loción en mi interior. Era obvio lo que iba a suceder y me asusté ante la idea de que el pene de Carlos entrara en mi ano y se introdujera en mi recto. Le dije a Su que estaba asustada pero ella me aseguró que sería soportable. Hicieron que me apoyara sobre las rodillas con las piernas separadas y bajo mi vientre pusieron una almohadilla. Su puso sus manos en mis hombros, y sentí que Carlos se subía a la cama y se colocaba entre mis piernas. Su me dijo que me relajara y que tratara de no tensarme, y luego puso sus manos en mi culo y separó las nalgas de par en par. intenté imaginarme que lo que iba a suceder era comparable a recibir un enema con un inyector muy grande. Momentos antes, cuando Su me penetraba con su dedo, me había gustado mucho, pero el pene de Carlos realmente me asustaba.

En el primer contacto con el pene de Carlos mi ano permanecía cerrado firmemente. Carlos aplicó una constante, pero no dolorosa, presión. Pedacito por pedacito mis músculos del esfinter se relajaron y el pene de Carlos, que él había lubricado cuidadosamente, finalmente se deslizó por mi ano y mi recto. La sensación no era como nada que podría imaginarme y sigue siendo imposible describirla muy bien. Comencé a lamentarme mientras que sentía su polla pasar a través de mí. Experimenté repentinamente contracciones fuertes mientras que comencé a tener espasmos. Carlos paró inmediatamente cuando grité y esperamos hasta que las contracciones pararon. Entonces él presionó lentamente más lejos en mi recto con un movimiento de balancín. Con cada movimiento delantero la penetración era más profunda.

Comencé a experimentar una sensación de plenitud y una necesidad de evacuar, mientras que mi cuerpo llegó a estar más acostumbrado a su presencia, tanto así que la sensación disminuyó y fue substituida por el mismo estímulo sexual que sentía con los enemas, solamente que esta vez era mucho más intenso. Aunque había un poco de dolor comencé a moverme y a empujar contra Carlos, que me sostenía firmemente por mis caderas.

Un momento mas tarde sentí un calor repentino en mi recto y escuché los gemidos de Carlos eyaculando. Él sabía que lo sentía porque yo gemía al mismo tiempo que él. Grité mientras sentía el resto de su eyaculación que era inyectada profundamente en mi intestino más bajo. Cuando Carlos se retiró me caí adelante en la cama incapaz moverme y jadeando agitada. Era mi primer enema seminal y deseé sostenerlo por siempre. Después de una ducha rápida juntamos todo en el cuarto y volvimos al living a charlar y tomar un poco mas de vino. Sentía dolor y fatiga en todo el cuerpo, especialmente en mi ano y en la vagina, pero creo que fue no solo el dia mas intenso de mi vida, sino tambien el mas placentero, donde descubrí un mundo nuevo, un mundo que ya no abandonaré jamás.

0 comentarios - Así lo quiso mi hermana... (2° y última parte)