Para los que no leyeron la primera parte, a grandes rasgos se trata de una historia en la que una prima que venía del campo y yo nos vemos obligados a pasar un fin de semana juntos es un departamento de Mar del Plata, donde descubro que el la mujer más puta que he conocido.
El sábado a la tarde, después de la afeitada de concha y el hermoso polvo posterior, supe, por primera vez en mi vida, que mi energía sexual estaba agotada, parecía uno de esos conejitos de la propaganda de Duracel, pero el que usa la pilas truchas. Pero también era conciente de con que clase de animal la suerte me había encerrado ese fin de semana: mi prima Sandrita.
Mi castigado entumecido cerebro parecía recordar que ella había mencionado algo acerca de cojer en el casino. En ese momento no lo tomé en cuenta, pensé que era una joda, pero a eso de las 10 de la noche, cuando salió de su dormitorio con un vestidito sencillo pero sensual, raro en ella, que destacaba su cuerpo descomunal y daba fácil acceso a sus orificios, supe que la cosa iba enserio y hasta me pareció que mis pilas coreanas de un peso cada una, guardaban un poco de energía.
-“Vamos yendo, comemos allá. Pero antes, acordate que vamos a cojer en el baño, como ayer con Ramón, el chico que después vino acá”, me dijo.
Yo me vestí con lo mejor que tenía, la ropa que había traído el día anterior en el viaje, y salimos para el Casino. En el viaje ella me iba masajeando la pija y hasta llegó a chuparmela en el auto, pero nunca logró ponerla de pie, estaba fofa tanto en sus manos como es su boca. Mi poronga no daba más. Recíen casi llegando logró algo de rigidez, aunque no la aconsejable para los planes de Sandrita.
Entramos de la mano, está vez casi como novios, y me tironeó para el baño de hombres. Se ve que la mamada a mi pija muerta la había puesto otra vez en su punto. Aunque ella vivía caliente.
En esa época del año, el casino estaba casi desierto, nadie, por lo menos eso pensé yo, nos había visto entrar al baño de hombres y meternos en uno de los retretes cerrados.
-“En este mismo garché con Ramón, pero el maricón no quizo metermela por el culo, dice que hay poco espacio, ¿a vos que te parece?”.
A mí, ya nada me parecía raro, así que me dispuse a penetrarle el ojete con la pija a medio parar. Ella se levantó la pollerita del vestido y vi que no llevaba bombacha, a cada paso se volvía más puta. Al mismo tiempo que ella con sus dos manos abría las cachas, un guardia de seguridad del casino abría la puerta de la cabinita. Debo decir que me salvó del papelón, porque no creo que se me hubiera parado.
Obviamente, terminamos en la comisaría, ocusado de Exhibición Obsena en Lugar Público, o algo parecido. Evidentemente, alguien nos vio entrar en el baño, cosa que no le pasó la noche anterior.
No alojaron en celdas separadas pero contiguas, separadas por una pared con una ventanita alta. Un poco a las risas y con buena onda, los canas nos dijeron que estaba todo bien, que eran unas horitas demorados y nos pidieron disculpas por cortarnos el polvo.
No me hice mucho problema, mi única preocupación era llegar a tiempo el lunes a la escribanía para terminar de una vez por todas con esta mezcla de sueño y pesadilla. Los polis me dijeron que para ese momento ya iba a estar libre, así que me tiré a descansar en un sillón pijojoso que era el único mobiliario de la celda. Sin darme cuenta me quedé dormido como hasta las tres de la mañana, cuando unos gemidos, casi gritos que me resultaban familiares, me despertaron. Lo que estaba pasando en la celda de al lado era previsible, los tipos tenían detenida a una mina a la que habían encontrado haciendose romper la cola en un baño del casino. Se ve que charlaron un rato con ella y se dieron cuenta de que clase de puta se trataba.
Acerqué el sillón a la ventanita, me paré en el brazo y más por curiosidad que por morbo, que a esta altura lo tenía también sin pilas, me dispuse a mirar. Lo que ví y escuché desde la madrugada del domingo a la mañana del lunes fue como una de esas porno hardcore que si estás mirando con tu pareja, no te queda más remedio que apagarla. La cogieron 30 horas seguidas, con pequeños intervalos para dejarla descansar, aunque ella parecía no necesitarlo. Ellos sí, porque los grupos de milicos iban cambiando. La cogieron por todo los agujeros, entre 2, entre 3, entre 4 y hasta entre 5 tipos. Le acabaron en todo el cuerpo, con y sin el vestido, ví algunos que después de cojerla se quedaban pajeandose por ahí y volvían a tirale leche en las orejas, en los ojos, en el ombligo. Vi como le entraban dos pijas por el culo al mismo tiempo. Todo lo que se puedan imaginar y algunas cosas que no se pueden imagianr también. A mí, ni siquiera se me paraba, estaba anestesiado para el sexo. De a ratos me dormía, y luego volvía a mirar. Esto duró, con algunos descansos, hasta el lunes muy tempranito. Faltaban algunas pocas horas para completar el trámite en la escribanía. Antes de que nos largaran, ella pareció recordar para qué estábamos en Mar del Plata, así que paró la fiesta y les pidió de darse un bañito, para llegar mínimamente presentable a firmar.
-“No nena, acá duchas no hay, pero te vamos a ayudar”, le dijo uno de los policías.
Juntaron todas las pijas que estaban en la comisaría en ese momento y le pegaron una ducha tibiecita en todos los rincones de su cuerpo, ella seguía gozando y hasta la vi saciar su sed con una de esas improvisadas canillas. A las 9 me largaron, un rato antes que a ella, se ve que querían algún trámite de último momento. Desayuné en un bar y me fui a la escribanía. Llegamos casi al mismo tiempo. Supongo que no hace falta descrbir su estado y su aspecto, pero de ánimo estaba igual que siempre. Era mi prima Sandrita, la del campo, la macanuda y poco sensual. Molestaba y poco su pelo pegoteado, su olor a semen y pis y no se que habrán pensado en la escribanía, pero firmamos en 5 minutos y terminamos el bendito trámite. Volvimos al departamento en mi auto, porque teníamos nuestras pertenencias. Hablamos poco, no había mucho por decir. No nos podíamos ni siquiera bañar, porque ahora el depto. ya no era nuestro, así que para que no viaje con ese olor le dije si quería que le hiciera el aguante en un hotel para bañarse y luego llevarla a la terminal.
-“No”, me dijo, “llevame a la comisaría, que los muchachos me dijeron que para hoy arreglaban un bañito”. Esa fue la última vez que la vi, y no creo que vuelva a verla en mucho tiempo. Me costó varios meses retomar mi vida sexual normal, creo que nunca la recuperé, ya ni siquiera entro mucho en Poringa!. Pero no cambio por nada del mundo el fin de semana que la suerte me regaló con mi prima del campo, que nunca pensé que era tan puta.
El sábado a la tarde, después de la afeitada de concha y el hermoso polvo posterior, supe, por primera vez en mi vida, que mi energía sexual estaba agotada, parecía uno de esos conejitos de la propaganda de Duracel, pero el que usa la pilas truchas. Pero también era conciente de con que clase de animal la suerte me había encerrado ese fin de semana: mi prima Sandrita.
Mi castigado entumecido cerebro parecía recordar que ella había mencionado algo acerca de cojer en el casino. En ese momento no lo tomé en cuenta, pensé que era una joda, pero a eso de las 10 de la noche, cuando salió de su dormitorio con un vestidito sencillo pero sensual, raro en ella, que destacaba su cuerpo descomunal y daba fácil acceso a sus orificios, supe que la cosa iba enserio y hasta me pareció que mis pilas coreanas de un peso cada una, guardaban un poco de energía.
-“Vamos yendo, comemos allá. Pero antes, acordate que vamos a cojer en el baño, como ayer con Ramón, el chico que después vino acá”, me dijo.
Yo me vestí con lo mejor que tenía, la ropa que había traído el día anterior en el viaje, y salimos para el Casino. En el viaje ella me iba masajeando la pija y hasta llegó a chuparmela en el auto, pero nunca logró ponerla de pie, estaba fofa tanto en sus manos como es su boca. Mi poronga no daba más. Recíen casi llegando logró algo de rigidez, aunque no la aconsejable para los planes de Sandrita.
Entramos de la mano, está vez casi como novios, y me tironeó para el baño de hombres. Se ve que la mamada a mi pija muerta la había puesto otra vez en su punto. Aunque ella vivía caliente.
En esa época del año, el casino estaba casi desierto, nadie, por lo menos eso pensé yo, nos había visto entrar al baño de hombres y meternos en uno de los retretes cerrados.
-“En este mismo garché con Ramón, pero el maricón no quizo metermela por el culo, dice que hay poco espacio, ¿a vos que te parece?”.
A mí, ya nada me parecía raro, así que me dispuse a penetrarle el ojete con la pija a medio parar. Ella se levantó la pollerita del vestido y vi que no llevaba bombacha, a cada paso se volvía más puta. Al mismo tiempo que ella con sus dos manos abría las cachas, un guardia de seguridad del casino abría la puerta de la cabinita. Debo decir que me salvó del papelón, porque no creo que se me hubiera parado.
Obviamente, terminamos en la comisaría, ocusado de Exhibición Obsena en Lugar Público, o algo parecido. Evidentemente, alguien nos vio entrar en el baño, cosa que no le pasó la noche anterior.
No alojaron en celdas separadas pero contiguas, separadas por una pared con una ventanita alta. Un poco a las risas y con buena onda, los canas nos dijeron que estaba todo bien, que eran unas horitas demorados y nos pidieron disculpas por cortarnos el polvo.
No me hice mucho problema, mi única preocupación era llegar a tiempo el lunes a la escribanía para terminar de una vez por todas con esta mezcla de sueño y pesadilla. Los polis me dijeron que para ese momento ya iba a estar libre, así que me tiré a descansar en un sillón pijojoso que era el único mobiliario de la celda. Sin darme cuenta me quedé dormido como hasta las tres de la mañana, cuando unos gemidos, casi gritos que me resultaban familiares, me despertaron. Lo que estaba pasando en la celda de al lado era previsible, los tipos tenían detenida a una mina a la que habían encontrado haciendose romper la cola en un baño del casino. Se ve que charlaron un rato con ella y se dieron cuenta de que clase de puta se trataba.
Acerqué el sillón a la ventanita, me paré en el brazo y más por curiosidad que por morbo, que a esta altura lo tenía también sin pilas, me dispuse a mirar. Lo que ví y escuché desde la madrugada del domingo a la mañana del lunes fue como una de esas porno hardcore que si estás mirando con tu pareja, no te queda más remedio que apagarla. La cogieron 30 horas seguidas, con pequeños intervalos para dejarla descansar, aunque ella parecía no necesitarlo. Ellos sí, porque los grupos de milicos iban cambiando. La cogieron por todo los agujeros, entre 2, entre 3, entre 4 y hasta entre 5 tipos. Le acabaron en todo el cuerpo, con y sin el vestido, ví algunos que después de cojerla se quedaban pajeandose por ahí y volvían a tirale leche en las orejas, en los ojos, en el ombligo. Vi como le entraban dos pijas por el culo al mismo tiempo. Todo lo que se puedan imaginar y algunas cosas que no se pueden imagianr también. A mí, ni siquiera se me paraba, estaba anestesiado para el sexo. De a ratos me dormía, y luego volvía a mirar. Esto duró, con algunos descansos, hasta el lunes muy tempranito. Faltaban algunas pocas horas para completar el trámite en la escribanía. Antes de que nos largaran, ella pareció recordar para qué estábamos en Mar del Plata, así que paró la fiesta y les pidió de darse un bañito, para llegar mínimamente presentable a firmar.
-“No nena, acá duchas no hay, pero te vamos a ayudar”, le dijo uno de los policías.
Juntaron todas las pijas que estaban en la comisaría en ese momento y le pegaron una ducha tibiecita en todos los rincones de su cuerpo, ella seguía gozando y hasta la vi saciar su sed con una de esas improvisadas canillas. A las 9 me largaron, un rato antes que a ella, se ve que querían algún trámite de último momento. Desayuné en un bar y me fui a la escribanía. Llegamos casi al mismo tiempo. Supongo que no hace falta descrbir su estado y su aspecto, pero de ánimo estaba igual que siempre. Era mi prima Sandrita, la del campo, la macanuda y poco sensual. Molestaba y poco su pelo pegoteado, su olor a semen y pis y no se que habrán pensado en la escribanía, pero firmamos en 5 minutos y terminamos el bendito trámite. Volvimos al departamento en mi auto, porque teníamos nuestras pertenencias. Hablamos poco, no había mucho por decir. No nos podíamos ni siquiera bañar, porque ahora el depto. ya no era nuestro, así que para que no viaje con ese olor le dije si quería que le hiciera el aguante en un hotel para bañarse y luego llevarla a la terminal.
-“No”, me dijo, “llevame a la comisaría, que los muchachos me dijeron que para hoy arreglaban un bañito”. Esa fue la última vez que la vi, y no creo que vuelva a verla en mucho tiempo. Me costó varios meses retomar mi vida sexual normal, creo que nunca la recuperé, ya ni siquiera entro mucho en Poringa!. Pero no cambio por nada del mundo el fin de semana que la suerte me regaló con mi prima del campo, que nunca pensé que era tan puta.
11 comentarios - No sabía que mi prima del campo era tan puta - P. 4 Final
Excelente man! reco! A FAVS
Me la imagino asi a la prima puta del campo! 😉
copada manera de relatar, me mate de risa con algunas