Hola Compañer@s! como les va? Hoy les traigo otro relato de creación propia. Es sobre un episodio en la vida de un joven, cuando siente el deseo de tener sexo con su tía, y la vida le da una grata sorpresa.
Por donde empezar? Desde el despertar sexual, la gente se siente atraída hacia otras personas. Yo, tenía un cariño enorme hacia mi tía Carla y su hija Karina. Ellas vivían a varios cientos de kilómetros de mi casa. Por lo que solo las veía para las fiestas familiares. Que tampoco duraban mucho. Pero la forma de ser y sus aspectos físicos iban transformando mis sensaciones hacia ellas.
A la edad de dieciséis años partí hacia el interior del país, alejándome de toda mi familia. Producto de una beca de estudios que había conseguido mediante un amigo. De esa manera, estuve ausente dos largos años.
Al retornar ese miércoles de febrero, de nuevo al hogar. Ya me había transformado en un muchachito de dieciocho años. Delgado, levemente atlético. Lo que se podría interpretar como un flaco “normal”. Al llegar a casa, mis padres me recibieron con los brazos abiertos. Tanto tiempo de extrañarlos llevan a uno a ponerse sentimental en aquellos momentos. Al adentrarme en la casa. Me percaté que mi tía también estaba allí. Una mujer de cuarenta y dos años de rasgos italianos, cabellera oscura, y unos ojos color miel, que saltaba de su silla para brindarme un fuerte abrazo. Mi tía vestía una camisola escotada que dejaba entrever su pecho talla noventa y dos, con una natural y suave caída, aprisionado en un corpiño rosado. Levanté la mirada, rápidamente evitando su escote. La abracé y dejé que esos pechos se pegaran a mi cuerpo. Al volver a sentarse, me di cuenta de las calzas deportivas que tenía puesta. Una calza negra y azul, que le remarcaba la pequeña cola que tenia. Si bien su cola no es su fuerte, la calza le resaltaba sus nalgas. Me encontraba acalorado, y acusé las horas de viaje para ir a ducharme.
Durante la ducha, fue inevitable llevar mis manos hacia mi pija, y brindar una paja en honor a mi tía.
Al volver al living, ya habiendo bajado un poco la calentura, comenzamos a charlar. En general, las preguntas eran sobre mi estadía en el instituto, y como pasaba las fiestas. Como el reloj se acercaba a las cinco de la tarde, mis padres decidieron ir a comprar algo para merendar junto a un café. Dejándonos solos a mi tía y a mí. Ella rompió el hielo, en el silencio que se hizo cuando mis padres salieron por la puerta.
-Bueno, ya sabemos que la pasaste bien, pero te divertiste?
-Eh, Si.
-Porque a tu edad, me imagino, que lo que más quieren es divertirse…
Fruncí las cejas, como no entendiendo a que apuntaba.
-Creciste un montón, Lean! Ya pareces todo un hombre. Seguro tuviste muchas novias durante estos dos años, no?
-No te creas, tía.- yo, sonrojado, reía tímidamente. -Apenas estuve saliendo con dos chicas nada más.
-Ay, vos siempre tan tímido… Contame, dejaste de ser un nene allá, me imagino, no?
La pregunta me intimidó aún más. Seguramente tenía el rostro de un color rojo tomate.
-Eh… Si… Tuve mis cosas con ellas. Siempre con protección, eh.- no sabía a donde quería llegar.
-Ay, que bueno! Si, estas hecho todo un hombre!- Al decir eso, vi como colocaba su mano sobre mi rodilla, dando dos palmaditas y dejándola ahí.
Con los nervios, y la excitación del momento, ya estaba empezando a tener una erección. Volví a fijar la mirada en el escote de mi tía. De lo cual, ella se percató. Mirándome picarescamente, al momento en que yo desviaba la mirada, haciéndome el boludo.
Ya no sabía como remar ese momento. No sabía que decir. No podía levantarme y mostrar mi erección. Pero por suerte, fui “salvado por la campana”. De golpe sonó el llamador de ángeles de la puerta principal. Mis padres habían vuelto de la panadería, trayendo con ellos, una rica torta de ricota. Aproveché el momento para simplemente, hundirme en la silla, tapando con la mesa, mi humanidad.
Durante la charla de café y torta, me enteré que mi tía estaba viviendo en mi casa. Porque hacía ya cuatro meses, se estaba divorciando de por aquel entonces mi tío. A quien había encontrado engañándola en su propia casa. Por lo que mi tía se mudo a casa de mis padres. Más precisamente, había estado durmiendo en mi cuarto. Pero tras mi llegada, se mudó a la sala de la computadora, que tenía un sillón cama.
También me enteré que mi prima había preferido mudarse con una amiga, para alejarse un poco de los problemas que tenían sus padres.
Ya estaban pasando lentamente las horas, y decidí alejarme de esa extraña situación, yéndome a dormir. Mi madre acotaba cosas como: “mira que a las nueve cenamos”, y “aprovecha a poner la ropa a lavar”. Mi tía y mi madre se pusieron a trabajar en la cocina. Iban a preparar un pollo al horno con papas. Mientras que mi padre se fue a mirar el televisor.
Imaginando que me dormiría profundamente, evite recostarme en la cama, y preferí hacerle caso a mi madre. Comencé por vaciar los bolsos. En ellos había de todo. Tanto sucio como limpio, separado por bolsas. La ropa limpia, la guardaría, lo sucio, iría a parar al lavarropas. Cuando me dispuse a llevar la ropa sucia, descubrí una grata sorpresa. Debajo de mi cama había un top negro escotado, una pollera muy corta con un tajo en la parte derecha, y un conjunto de corpiño y tanga rojo precioso. Todo de mi tía. Ella estuvo durmiendo en mi cuarto y se ve que se olvidó aquello. No hacía mucho tiempo que estaba eso ahí. La tanga tenía olor, pero no mucho. Estaba apenas manchadita. Junté toda la ropa. Incluso la de mi tía, salvo la tanga. Esa la guardé para mí. Llevé toda la ropa hacia el lavarropas, y le avisé a mi tía que se había dejado olvidado el top y la pollera. Ella se excusó de haberla dejado ahí, y admitió que debió de haber sido del viernes pasado, cuando salió con sus amigas a un boliche.
Mi madre me pidió que pusiera la mesa. Mantel, platos, vasos, bebida. La cena transcurrió normalmente; anécdotas de mi niñez, fiestas aburridas en familia. Luego pasaron a las anécdotas de mi madre y mi tía cuando eran jóvenes. Mi madre ya tiene unos cuarenta y seis años. Mi padre tiene cincuenta, la conoció cuando ella tenía veinticuatro. Se casaron cuatro años antes de tenerme. Previamente a eso, mi madre y mi tía eran dos personas con una vida amorosa bastante agitada. Que ambas calmaron cuando se casaron. Durante sus historias, mi madre insistía en que mi prima es el vivo retrato de mi tía Carla, en esa época. Entre risas cómplices y desopilantes. Mi cabeza empezaba una fantasía nueva. No podía dejar de pensar en mi prima, yendo a bailar con sus amigas, vestida con la ropa que encontré en mi cuarto. De ahí, mi pensamiento llevaba a convertir a mi prima en mi tía. La imaginaba refregarse en tipos musculosos, o con guita, que le iban levantando su pollerita hasta vislumbrar esa tanga roja, mientras que con sus manos sobaban esos pechos, que en toda chance que tuve durante la cena, les eché mirada. Ya estaba algo caliente, debía alejar mis pensamientos, antes de tener que salir corriendo con una erección notoria. Pero para empeorar mi morbosidad, mi madre había comprado helado de crema para el postre. Por lo que me pasé lo que quedo de velada, viendo a mi tía jugar con la cucharita llena de crema y hasta cuando se le salía por la comisura del labio. Necesitaba ser fuerte. Desvié la mirada, y encaré a mi padre sobre cuestiones futboleras recientes. Realmente mi padre no tenía mucha idea. En cambio yo si. Entonces fui sacándole charla hasta que sentí que mi erección disminuía. Fue cuando decidí abandonar la mesa.
Fui hasta mi cuarto. Tomé su tanga roja, y me encerré en el baño. Enrosqué la tanga en mi pija, y volví a mi fantasía de mi tía en el boliche. Siendo acosada, pero ahora, por dos tipos. La toqueteaban, le subían su pollera, le sacaban el top, quedaba en corpiño y tanga. Ella los peteaba. Ellos acababan en su cara y en sus tetas. Y por ultimo, la imaginé enlechada pidiéndome la leche. Ahí acabé fuertemente sobre el inodoro. Manché un poco la tanga con leche. Pero no había caso, quedaría así. Limpié todo, y me marché a dormir, bien relajado.
Me desperté al otro día acalorado, con la pija parada. Esperé a que se bajara, me fui a desayunar. Eran como las diez am. y desde la ventana del comedor podía ver que mi tía estaba tirada en el patio tomando sol, culo pa’rriba junto a mi madre. Mi padre se había ido a trabajar y volvería a la tarde. Cuando notaron que había bajado a desayunar, me hacían señas para que saliera al patio. Al salir, pude ver las bikinis que tenían tanto mi tía como mi madre. Mi madre tenía puesto un bikini de corpiño rosa, que tapaba bastante sus tetas, y la bombacha del bikini era negra, y le tapaba la mitad de las nalgas. Algo adecuado para su cuerpo, si bien no es delgada como mi tía, tampoco es gorda, pero tiene más cola que mi tía, y de busto más o menos el mismo talle. En cambio, mi tía tenía puesto un bikini negro más provocador, un corpiño con breteles más finitos, y la bombacha la llevaba más encajada en sus nalgas. Así que entré a la casa, y sin pensarlo, me puse la malla. Una bermuda simple color azul, sin suspensor, y con elástico. Tomé una toalla y la coloqué cerca del borde de la pileta. Era una pileta de fibra de vidrio, de esas que van enterradas en el suelo. No muy larga, tendrá tres metros de largo; ni muy profunda, un metro. Pero por lo menos, te deja nadar y chapotear. Entré lanzándome “de bomba” al agua, salpicándolas lo más que pude. Mi madre y mi tía tiraron una queja al aire. Yo empecé a nadar, yendo de una punta a la otra, sin perder de vista el cuerpo de mi tía. Al tiempo, comencé a salpicarlas desde la pileta, e insistirles que se metieran al agua. Mi tía fue la primera en entrar al agua. Se metió rápidamente, dando un chapuzón como si fuera una nadadora profesional. En cambio mi madre, se fue metiendo de a poco. Lo que le fue erizando los pezones. No podía creerlo. No solo miraba a mi tía, también miraba las tetas de mi madre!
Al aclimatarse ambas, propuse jugar al “tiburón”. Un juego donde “el tiburón” es uno que se mete debajo del agua e intenta atrapar a los demás, yendo y viniendo en una sola dirección entre tramo y tramo. De esa forma, intentaría tocar sus cuerpos “por accidente”. El juego venía bien. Debajo del agua, podía ver esas colas huyendo de mí. Mientras intentaba rozarles las colas a mi tía y a mi madre, ellas rozaban mis piernas, mi cola, y mi bulto. En cuanto a mí, ya empezaba a sentir la presión en la pija. En un turno, mi madre se cansó, y comenzó a hundirnos en el agua. Lo que derivó en una batalla triple. Entre tantos agarrones, a mi madre le entró agua en el ojo. Por lo que se asomó a secarse con una de las toallas que estaban afuera, dándonos la espalda. En ese momento pude percibir como su bikini se había encarnado en ese culo. La visión hacia mi madre estaba cambiando. Enseguida volvimos al juego, y fue cuando divisé que un pecho de mi tía estaba intentando salir de su bikini. Eso recibió toda mi atención, y mi objetivo era hacer salir ese pecho al aire libre. Así que perseguía tanto a mi madre como a mi tía, pero arrastraba por debajo del agua solo a mi tía. Al tercer intento, el pecho salió de su encierro. Era precioso. Un pezón durito, con una aureola rosada. Era una belleza. Pero mi madre le avisó a mi tía, quien rápidamente se colocó su pecho en su lugar. Mi pija estaba muy parada, y creo que ya era notoria. Por lo que me puse de espaldas a ellas, y acusando la urgencia de ir al baño, tomé la toalla y salí de ahí. Llegué al baño y en pocos minutos, ya estaba largando leche fantaseando con mi tía y mi madre.
Esa misma tarde me sentía fatídico. Como si hubiera hecho la peor cosa del mundo. Un remordimiento recorría mi cabeza. Había llevado a seres preciados de mi vida a las más arraigadas fantasías sexuales, solo para mi placer. Me sentía como que la vuelta a casa me había traído problemas mentales. Me fui a pasear por la ciudad durante el almuerzo, y tras mi regreso, solo me encerré en casa. Tal vez mi madre se percató de que me pasaba algo, pero no creo que haya podido adivinar que era. Durante la cena, arreglé con un amigo de los primeros años del colegio para salir. Cualquier cosa era mejor que quedarme en casa. Para mi suerte, el bar en el que pasábamos muchas noches de nuestra adolescencia seguía abierto. Me pegué una fuerte borrachera, para terminar llegando a casa e ir derecho a la cama.
Me desperté con una gran resaca y un gusto a hiel en la boca. Estuve en cama hasta pasadas las cinco de la tarde. Luego me levanté y me dirigí a la heladera. Mi madre no decía nada. Pero era más que obvio mi estado resacoso. Mi padre había vuelto temprano del trabajo, y estaba arreglando alguna que otra cosa en la casa. Mi madre veía sus programas de auto-emprendimientos, y mi tía no estaba, pues había salido de compras junto con algunas amigas. Si bien mi visión hacia mi madre había cambiado, pero no tanto como para querer evitarla. Era más bien, parecido a una relación con alguna amiga a la que le tenes ganas. En cambio, mirar a mi tía se me volvía demasiado incomodo, o demasiado caliente.
Aproveché que mi tía no estaba para ir al cuarto de la pc. Allí pude apreciar una ropa que había separado, seguramente para salir esa noche. Era una musculosa blanca, una mini falda de jean ajustada, y un conjunto de ropa interior blanco. Realmente mi tía sabía como calentar hombres con solo vestirse. Dejé a un lado su ropa, y me centre frente al monitor. Comencé a buscar porno incestuoso. Sobretodo, con la temática tía-sobrino. Miraba videos, leía relatos, veía fotos. Hasta que escuché gente acercándose. Mi tía había llegado y todavía seguía haciendo la paja. Cerré todas las páginas, y oculté mi erección como pude. Si bien mi pene es de unos orgullosos dieciséis centímetros, en ese momento hubiera querido que sea mucho menor! Mi tía se acercó, me saludó, y me preguntó que estaba haciendo. Yo sanatié algo relativamente convincente. Pero el olor que había en el ambiente deschavaba a más de uno. Pero mi tía no lo mencionaba, solo sonreía.
-Vas a salir hoy, tía?- pregunté.
-Ay, si bebé. Salgo con mis amigas. Vamos a un boliche, viste?... te parece que iré bien vestida?- mostrándome sus prendas, las cuales ya había visto.
-Si, tía. Vas a matar a más de uno!- le coqueteaba.
-Jeje, que nabo que sos!.- reía tímidamente.
-Bueno, tía, te dejo en paz. Hasta luego!- dije intentando huir de ahí.
-Si no hay drama, quedate!... Vos, estas bien?- preguntaba, como sospechando de algo.
-Si, tía. Estoy bien.- dije, retirándome cortantemente.
Al salir de ahí, en la silla habían quedado restos de la humedad de mi cuerpo, que también podían verse en mi ropa.
Antes de las nueve de la noche, mi tía estaba yéndose. Mi madre estaba preparando unas pizzas caseras, y mi padre hablaba por teléfono con alguien. Yo por mi parte, había decidido pasar un rato en el agua a solas. Nadaba en la pileta, intentando aclarar mis ideas. Mi tía se había vuelto la dueña de mis fantasías. Debía hacer algo. Pero no sabía que. Anhelaba cogerla. Podría hacerlo? Tendría alguna chance o sería una causa perdida? Mi mayor temor era el hecho de que si todo fracasaba, y mi secreto se revelaría, y toda la familia se destruiría. Perder el vínculo familiar sería como quedar solo en la vida. Apenas con amigos, sin dinero, sin trabajo. Valía todo eso un polvo con mi tía? Decidí bajar de decibeles y si mi tía no se mudaba, debería hacerlo yo. Así, de todas maneras quedaría solo, pero como quien dice “con una rueda de auxilio”.
La cena no fue de las mejores, pero al menos estaba el televisor pasando un partido de futbol nacional para entretener y evitar diálogos. Mi rostro reflejaba una cierta tristeza que mis padres notaron enseguida.
-Te pasa algo, Lean?- preguntó mi madre.
-No, má. Esta todo bien.
-Seguro, hijo? Se te nota medio triste.- acotaba mi padre.
-Si, todo bien. Es que estuve pensando, y creo que para poder seguir estudiando la carrera que quiero hacer, debo mudarme nuevamente. Pero no se preocupen. Vendría a visitarlos muy a menudo. Esta vez, estaría más cerca.- intentaba plantear mis ideas, y de paso darles una mirada rápida de lo que pensaba hacer.
No lo tomaron muy bien. Pero al parecer, mi cincuenta por ciento de mentira iba encaminada. La razón, no era exactamente esa. Pero funcionaba perfecto como excusa. Faltaba poco para comenzar el año lectivo en las universidades, por lo que debía encontrar un lugar pronto. Y a partir de ahí, un trabajo. Lo que quedó de la noche, fue un ida y vuelta de preguntas y respuestas de como pensaba vivir sin ellos. Las cuales piloteé de buena manera.
Ya eran pasadas las tres de la mañana y yo seguía inquieto. Me tumbé en el sillón a mirar una película de zombies en el cable. Me quedé dormido a mitad de la película.
Me desperté al sentir la presencia de alguien junto al sillón. Era mi tía.
-Qué haces? Cómo te fue?- le pregunté, algo dormido.
-Recién llego. Tu mamá me contó la noticia por mensaje de texto.
-Qué noticia?
-Que te mudas.- dijo entristecida.
Mi tía parecía algo decepcionada. Vestida casi como una ramera, con olor a pucho y alcohol.
-No pasa nada! Vendría de visitas seguido.- intentaba calmar su angustia.
-No te creo!
-Por?
-Yo se porque te vas…
Al oír sus palabras me quedé pálido.
-Y por qué me voy?
-Te vas porque te caliento, no? Te excito! Ambos lo sabemos. Desde hace tres días que hay algo en el aire entre nosotros…- hizo una pausa eterna que me paralizaba el corazón. -... Yo no sabía bien que era. Solo me parecías un pendejo hermoso. Pero me fuiste calentando, hasta que ayer cerré los cabos sueltos… Te crees que no me dí cuenta de que no me devolviste la bombacha roja?- A medida que pronunciaba estas palabras, se iba sentando en el sillón. –O quizás, deberías cerrar mejor los navegadores de Internet. Pueden dejar abiertas las sesiones anteriores y exponer tus pornografías incestuosas!- lo mencionaba con aire provocador y una respiración agitada, mientras que yo me avergonzaba penosamente de mis actos.
Su mano iba ascendiendo por mi pierna. Su mirada se transformaba. Mi calentura empezaba a aparecer.
-Yo se que te caliento, bebé! Y vos, me calentas mucho!
Acercó su boca hacia mi boca, y me besó profundamente. Besos suaves que fueron pasando a besos de lengua. Su mano ya estaba posada sobre mi pija, la cual ya estaba erecta. Mis manos rozaban ese hermoso par de tetas.
-Si, tía! Te deseo! Me volves loco! Mira como me pones!- Le decía al oído.
-Si? Quiero verla!- me exigió.
Bajándome los pantalones, dejé ver mi desnudez frente a sus ojos. Una verga en su plenitud, a centímetros de su cara.
-Mmm… que pedazo tenes, Lean!
-Dale, tía! Chúpamela!!! Mostrame como la chupas!
Abrió su boca, y con su lengua fue recorriendo todo el glande. Luego apoyaba sus labios sobre la pija, y recorría los laterales de arriba abajo.
-Ahora te la vas a comer toda, putita!- le decía mientras la agarraba de los pelos y la obligaba a comerse mi pedazo.
-Mmm… Mmm…- ella solo atinaba a decir.
-Si, amor! Chúpamela toda, tía!
Ella empezó a chuparla con más ganas. Ya estaba en el cielo. Quería acabar.
-La quiero toda en la boquita!- se percató de que estaba a punto de terminar.
-Si? Queres?- pregunté. Ella asentaba con la cabeza. –Tomala toda!!! Ah!!!
Eyaculé dentro de su boca. Ella no dejó escapar nada. Se la tomaba toda. Y para colmo, después de tragarla, continuó limpiándome toda la pija. Ya estaba en el cielo.
Con sus manos se limpiaba los restos de leche que le quedaron en los labios. Tomó su musculosa y terminó de limpiarse la boca. Se levantó la mini y se reclinó sobre el sillón, abriendo sus piernas de par en par.
-Dale, pendejo. Veni y comeme toda!- me decía, acariciándose su entrepierna.
Retiré con sumo cuidado esa tanga blanca toda mojadita. Comencé a besarla desde los tobillos. Cada beso que estampaba en sus piernas, era acompañado por una mirada de deseo clavada en sus ojos. Su respiración se volvía a agitar. Abriendo mi boca, deje que mi aliento inundara su argolla. Para luego colocar mis labios sobre sus labios. Muy suavemente, mi boca recorría toda su vagina.
-Ay, si! Así me gusta! Dale seguí!- ella repetía.
Con cada nuevo gemido, para ella mi lengua se transformaba en un instrumento de placer. Pocos minutos después, ella incrustaba mi rostro sobre su vientre, que se contraía cada vez más. Hasta que en un apagado gemido, se humedeció todo aún más, dejando escapar sus flujos sobre mi boca. Sus piernas temblaban. Yo degustaba su manjar de dioses.
Sus manos se posaron a la altura de mis orejas, y me arrastró hasta estar frente a ella. Con su mano, me limpiaba la barbilla, y con su lengua buscaba la mía.
Mi tía me abrazaba, me besaba, me toqueteaba. Yo le quitaba su corpiño, me hundía en esas tetas. Mi lengua recorría su aureola y movía su pezón de un lado al otro, y de arriba abajo. Ella lo disfrutaba.
-Te gustan las tetas de la tía, no?
-Me encantan!
-Chupalas todas! Son todas tuyas! Así pendejo, si!!!
Su vientre se refregaba sobre mi pija. Estaba tomando fuerzas nuevamente. Cuando estuvo rígida, me colocó derecho sobre el sillón. Se paró frente a mí, y agarrándome la verga, se fue sentando en ella. Oh por dios! Era un sueño penetrar la argolla de mi tía. Me estaba cabalgando. Era una yegua en celo montada sobre mi miembro. Subía y bajaba. Bajaba y subía. Se inclinaba hacia atrás. Le chupaba las gomas.
-Decime algo!... Cualquier cosa, calentame!- me rogaba.
-Dale, putita! Te gusta la pija de tu sobrino, no? Te gusta que te coja?
-Si, bebé! Cogeme toda!
-Mmm… Si, que puta que sos! “Mi” puta!- dijé, mientras nalgueaba su cola.
-Si, soy tu puta! Toda tuya!!! Cogeme! Cogeme!! Cogeme!!!
Terminó de decir eso, y volvió a ahogarse en un orgasmo. Abrazándome fuertemente, reclinándose sobre mí.
-Ahora le vas a dar la lechita a tu tía?
-Si, tía! Te voy a empapar las tetas!- le dije, colocándome frente a ella.
Sus manos frotaban mi pene con gran velocidad.
-Dame la leche! Dámela toda!... Dame la lechita! Mmm... Quiero la lechita!
Eyaculé tres fuertes lechazos sobre las tetas de mi tía.
Mirándome con cara de perra, ella tomó mi verga y se la comió nuevamente. Me limpiaba la pija. No dejaba resto. Inclusive se llevaba a la boca, la leche que había tirado sobre su pecho.
Cansados, nos dejamos caer sobre el sillón. Nos tapamos con una manta y nos quedamos así un rato. Tanto que nos quedamos dormidos.
Por suerte, nadie se había levantado aún. Mi tía tomó sus cosas y se fue a bañar. Yo, intenté ordenar el living y partí hacia mi cuarto. Lo había conseguido! Comenzaba a cumplir mi fantasía.
Al rato golpean en mi puerta. Era mi tía, quien me miraba con dulzura.
-Lean, solo quiero decirte que… no quiero que te vayas! Te deseo, nene.
Esbocé una sonrisa. Se veía tan dulce, tan hermosa. Su pelo mojado, recién salida de la ducha envuelta en toallas.
-Soy tuya, amor!- me dijo, mandándome un beso y guiñándome un ojo.
Cerró despacio la puerta, y se fue a dormir.
Un mundo nuevo empezaría para mí en ese momento.
Espero que les haya gustado.
Saludetes!
3 comentarios - Regresando a casa (Ep. 1).
Te dejo mi post,que también es un relato aunque no tan bueno pero es autobiográfico,es el primero que escribo,me gustaría que pases y me dejes alguna sugerencia,un abrazo tio.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2184361/One-kiss-please_-Mi-gordita-sexy-y-cogedora_.html
Te espero en mi post!
Besos
quie no a jugado al tiburon (yo con mis primas) uyy que exitante
yo tambien posteo relatos filiales de mi coleccion
siguiendo +3