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Mi buena e infiel esposa

Hola poringueras y poringueros. Las cosas con mi esposa se había complicado días después de hacer un trío con una amiga de ella muy bonita, con enormes senos. Con ella pegamos onda en la cama enseguida pero mi mujer, sin darme cuenta, estaba bastante incómoda; y no porque no le gustara tener sexo con una mujer sino por lo bien que la estaba pasando. Fue así que pasaban los días y discutíamos permanentemente.
-¿La pasaste bien con esa puta, no? -me increpó
-Pero si fue tu idea hacer un trío con Diana. -le respondí.
-¿Te gustaría verme pasándola bien con un tipo?
-Pero... si querés hacemos un trío con un hombre. ¡Entre dos te damos masita! -dije tratando de tomar coraje porque la idea no me gustaba.
-No me desagrada la idea...
Así fue que una noche de calor arreglamos con un hombre que nos recomendaron una pareja amiga swinger para enfiestar a mi esposa. El era Diego, un hombre alto como yo aunque más atlético, de unos 40 años.
Lo recibí, nos saludamos y esperamos en el living a que mi esposa se prepare para la ocasión. Al entrar al living casi me desmayo, estaba radiante y sensual. Vestida tan solo con lencería sexy blanca, medias con ligas del mismo color, zapatos con tacos altísimos, bien maquillada y cubierta con un camisón pequeño semi transparente. Su sola imagen excitaba. Tragué saliva cuando Diego la besó apasionadamente con un beso de lengua prolongado.
Ella nos sirvió una copa de champagne, brindamos, bebimos un sorbo y nos besó a los dos; con la salvedad que se detuvo más tiempo en ese extraño. Nos pidió que nos desnudáramos como si fuéramos strippers con movimientos lentos y prolongados. Nunca tuve complejos con mi tamaño del pene, mis 20x6 nunca me dejaron mal parados, pero lo que vi de ese tipo acomplejaría a cualquiera. Diego, aparte de tener un cuerpo de adonis, portaba un pene de 28x8, visiblemente más grande que el mío y algo más grueso.
Los ojos de mi esposa brillaban como le brillarían a un niño en una juguetería; se acercó a nosotros y nos empezó a chupar nuestros penes como una profesional. Diego la tomaba de la cabeza y no la dejaba alejarse mientras mi esposa a duras penas podía con ese miembro. Cuando se ocupaba de ese pene, ella me masturbaba el mío y viceversa.
-Mi amor, no te enojes, quiero que me penetre solo el pene de Diego, del tuyo me ocupo yo.
No llegué a responderle nada que me empujó al sillón y se agachó para seguir chupando mi pene mientras Diego le quitó la diminuta tanga y empezó a chuparle la conchita jugosa.
Ella gemía enloquecida interrumpiendo por momentos la mamada a mi pene, sus gritos hacían estragos ya en mi machismo reventado que tengo.
-Pajeate mi amor!!!! Ay...ay...ay...!!!! Hacete la paja!!!!
A esta altura, si quería que me sienta mal lo estaba logrando, pero lo triste es que no tenía ninguna intención, solo la estaba pasando de maravilla con aquel hombre.
Diego se puso un preservativo y, de a poco, empezó a penetrar la vagina con mucha paciencia y lentitud. Mi mujer puso un gesto como de grito en silencio y a su vez con sus manos lo agarraba para que no se aparte. Yo obedecí con sumisión el pedido de ella resignado.
Mientras Diego la bombeaba con ritmo ella gritaba, gemía, jadeaba, intentaba decir algo y me miraba con su mejor cara de puta. Su rostro evidenciaba algo más que satisfacción; era una cara de lujuriosa y libidinosa.
Diego avisó que estaba por acabar cuando mi esposa me exigió que haga lo propio en su cara. Fue así que el pelo, la cara y sus tetas estaban con mi semen mientras Diego llenaba el preservativo.
Sin dejar que decaiga la cosa empezó a limpiar los penes nuestros, chupándolos con firmeza. Ver a esa lujuriosa mujer, muy distinta a la habitual, me excitó y no permitió que mi pene decaiga.
-Quiero una doble penetración. Diego vos haceme la colita. Esta noche es tuya.
Fue así como nos pusimos los preservativos y empezamos a obedecer a mi mujer. Ella gritaba enajenada.
-¡Por Dios que cojida que me están dando! Mmm...Ayyy...Mmmm!!!
Ya no era mi mujer, la madre devota de mis hijos, era una guarra, una puta, una trola, como quieran llamarla seguro van a atinar en el adjetivo calificativo.
-Mi amor, bajate!!! Dejalo a Diego que me rompa toda!!! -me dijo mientras me empujaba y me separaba de ellos.
Caliente como estaba me pajeaba viendo como Diego le rompía literalmente la cola con ese pene grande. Ambos, y a pedido de ella, le acabamos en la cara, recibiendo la lluvia blanca y con la boca abierta como un pez hambriento. Ellos quedaron exhaustos, yo con una calentura que me la saqué más tarde con otra buena paja.
Pasó unos días que tuve que hacer un curso del trabajo en Detroit de un par de días. Como era de esperar en este país un piquete me hizo perder el vuelo, así que regresé de nuevo a mi hogar luego que la empresa reprogramara todo el viaje más el curso. En el portón de entrada se escuchaban gritos del interior de mi casa, con cuidado ingresé al interior y en la habitación matrimonial la imagen que me devolvía era terrible, difícil de digerir.
Mi esposa, la madre devota de mis hijos, una dama respetable ante los vecinos, estaba con Diego y otro hombre; uno la penetraba por detrás y otro recibía una mamada dedicada. Nada pude decir ni en ese momento ni después, hablamos del tema y mi mujer me amenazó que si nos divorciábamos me quitaba los chicos y no los veía más. Había experimentado ese trío y esos penes grandes y no los quería dejar más.
-¡Si querés mientras cojete una puta! -me dijo con desdén. Nada fue lo mismo para mí, a veces no me dejan ni ver y si me dejan ver no me dejan masturbarme.

8 comentarios - Mi buena e infiel esposa

swan28 +1
Muy rico relato
bicar +1
excelente relato!
parece real..
palofeliz +1
en el pecado llevo la penitencia,pero gozara al menos como se cojeran a su esposa
drfava +1
te falta bastante amor propio hermano
garrote2373
Si, quizás. Aunque el morbo quizás lo excite. Un hombre normalmente bajo esas circunstancias puede responder de otra manera.
klm777 +1
es real?
....casi me volvi loco !