Los personajes cobran vida propia. Adolfo y Nico encuentran la manera de satisfacer sus fantasías con Griselda y Ana. La historia ya termina, y el final será muy interesante.
CAPÍTULO 15
Todo lo ocurrido hizo que la situación en la oficina se fuera complicando. El descontrol empezaba a reinar.
Luis fue designado para el puesto de sub-gerente, y Rodolfo sabía por qué, al igual que todos los otros empleados. En realidad todos tenían claro que Luis era un puto no asumido, con esposa e hijos, pero que sus gustos iban otro lado. Jamás miraba una mujer por linda que fuera, y esto no era normal en un hombre.
Desde ese nuevo espacio de poder, comenzó a satisfacer todos sus deseos. Y su principal deseo era la venganza.
Comenzó a perseguir a todas las mujeres, por las que nunca había tenido simpatía, además de que a su naturaleza le eran indiferentes, y también comenzó a perseguir a Adolfo, con una saña que tenía al joven aterrorizado.
En estas idas y vueltas, y a través del ordenanza pariente de Betty, que trató de congraciarse para mantener su puesto, consiguió enterarse de los juegos sexuales que se producían en la oficina, y esto lo terminó de descontrolar.
Se dedicó a vigilar especialmente a Adolfo y Griselda, hasta que una tarde los vio ingresar al baño de damas.
Esperó unos minutos y luego sin hacer ruido ingresó al lugar.
Contra una de las puertas interiores del baño, vió a Adolfo, que de pie, teniendo levantada a Griselda, la estaba penetrando. Esperó unos segundos, disfrutanto de la virilidad de Adolfo y de pronto se acercó.
- No es para esto que les pagamos sueldo, dijo enojado y en voz alta.
Adolfo descabalgó a su compañera, quien apresuradamente comenzó a recoger su ropa, regada por el piso.
- Váyase Griselda, después vamos a hablar, y Ud. Adolfo va a comenzar a dar explicaciones ahora.
Adolfo se quedó allí de pie, y con una erección que latía arriba y abajo.
- Esto que estaba haciendo merece que sea despedido, dijo Luis acercándose.
- No volverá a ocurrir, señor, dijo a modo de disculpa el joven.
- No entiendo como puede perder el tiempo con estas zorras, y ahora perder el trabajo, insistió Luis.
Y de pronto, Adolfo comprendió. No corría peligro su trabajo si dejaba que Luis actuara. Total no era la primera vez que pasaba por esta circunstancia.
Tal como Adolfo pensaba, las cosas ocurrieron. Luis no podía sacar sus ojos de la verga dilatada de Adolfo. Ante esto el joven comenzó a masajearla y masturbarla mientras Luis lo recriminaba. Por fin, no aguantó mas, se acercó y cayendo de rodillas , la agarró y se la metió en la boca.
- Pero, señor subgerente, no es esta la forma en que tiene que complacer al personal, dijo Adolfo en tono de burla colocando sus brazos en jarra y dejando que el puto trabajara.
Luis no contestaba, porque para hacerlo tenía que soltar el caramelo y no estaba dispuesto a perder ni una gota de la leche que pensaba arrancarle a esa pija.
- Hace rato que me di cuenta que eras un tragasables, y yo por mi parte no tengo prejuicios en soplar alguna nuca de vez en cuando, siempre que el premio valga la pena, dijo, pasando de víctima a victimario.
Luis cada vez chupaba con mas fuerza, al sentir que Adolfo lo dominaba y le iba hacer pagar caro por dejarle usar su aparato. Pero ya nada le importaba. Hacía mucho tiempo que soñaba con esa herramienta, la excitación de ese pene luego de la sesión con Griselada era ya incontenible y a poco, sintió como un liquido comenzó a salir de la punta, para luego convertirse en una verdadera catarata de semen que a chorros le llenaba la boca. Por su parte el también alcanzó el orgasmo. Lo dejó en la boca hasta que se ablandó, mientras terminaba de tragar todo.
- Si no se le ofrece nada más, voy a seguir con mi trabajo, y cuando me recupere voy a traer a Griselda aquí y voy a terminar lo que empecé, le dijo mientras se abrochaba los pantalones.
- No puedes andar con esas perras, si sentí como te gustaba que yo te chupara, dijo Luis enojado.
- En realidad lo mío son las mujeres, pero no tengo problema en cepillarme algún puto, cuando es un buen negocio. Así que si estás dispuesto a pagar el precio, mi verga está a tu disposición, dijo mientras se retiraba del baño.
Luis se enjuagó la boca, y se fue pensando que, por sentirse penetrado por Adolfo ningún precio era muy caro. Pero los celos que sentía de Griselda, tenían que ser vengados.
CAPÍTULO 16
El plan de Luis era ruin . Se había enterado de las habilidades cinematográficas de Rodolfo, así que no le costó mucho convencerlo para que instalara esa cámara en su casa.
Si bien, el subgerente pretendía ser el único con acceso al video, en realidad Rodolfo consiguió enlazar la conexión y hacerse de una copia, que luego algunos pudieron ver.
Después, contrató dos taxi boys que utilizaba habitualmente para satisfacer sus deseos, de manera que nadie supiera sobre sus debilidades, además de sentirse atraido por el tamaño de sus vergas. Ninguno bajaba de los 20 cms.
Y a continuación, dispuesto a demostrarle a Adolfo que su amante era una puta común y corriente, llamó a Griselda a su oficina. La joven había sido advertida por Adolfo de que algo se estaba tramando, así que el llamado no la sorprendió. Pensó que iba a suspenderla o echarla, ya que ella no podía satisfacerlo como a él le gustaba. Cuando entró a la oficina, lo encontró sentado detrás del escritorio. Le hizo señas de que se sentara e inclinándose hacia adelante le habló.
- He analizado su caso y tengo dos alternativas: la primera es despedirla, dijo Luis, serio.
Griselda lo miró. Siempre había sabido que este degenerado era un mal bicho. Sospechó desde el primer día que era un marica no asumido y estas actitudes demostraban que no se había equivocado.
-¿ Cuál es la segunda?, preguntó con inocencia , sabiendo que esto era lo que quería el marica.
La segunda es que me haga un pequeño favor, dijo Luis.
Esto la sorprendió. Si frente a ella estuviera un hombre, se imaginaba que favor iba a pedirle, pero de un puto no sabía que esperar.
- Yo sé lo que Ud. piensa de mi, igual que el resto de los inútiles que trabajan aquí, pero lo que quiero es que venga a mi casa, y participe de un divertido juego.
Griselda lo miró, y no llegó a entender las intenciones de Luis. Pero como cualquier cosa era mejor que quedar sin trabajo acepto. El jueves a la tarde era el día. Vendría a trabajar como siempre, pero luego de marcar tarjeta de iría a casa de Luis quien cubriría su ausencia si alguien se daba cuenta.
Cuando llegó a casa de Luis, tocó el timbre, y en segundos la puerta se abrió, y Luis sonriente le franqueó el paso.
¿ Qué tengo que hacer?, preguntó Griselda, con curiosidad.
Ve al dormitorio, entra y desvístete. Sé obediente y me olvidaré de lo que ví en el baño el otro día.
Sin margen para escapar, abrió la puerta del dormitorio y comenzó a desvestirse, esperando que en cualquier momento, la puerta se abriera y Luis con una inesperada erección, le demostrara que también le gustaban las mujeres. Nada pasó, y se quedó allí de pie, desnuda y sin saber que hacer.
Sus ojos recorrieron los muebles, sillas y demás objetos que había en ese amplio dormitorio.
Acércate, escuchó que una voz proveniente del baño cuya puerta estaba entreabierta, decía
Caminó hacia esa puerta y al entrar, se encontró con un moreno alto y musculoso, solo vestido con un slip. El moreno se acercó y con dulzura le acarició el rostro, para luego comenzar a besarla en los hombros y el cuello. Ella cerró los ojos y se quedó quieta. El hombre la tomó en sus brazos y como un juguete la alzó y la llevó de regreso al dormitorio. Una vez allí la colocó suavemente sobre la cama de costado y acostándose frente a ella siguió con su juego de besos y caricias, hasta conseguir que ella empezara a responder acariciando su cabeza y hombros.
Griselda estaba entretenida en estas sensaciones cuando notó que otro cuerpo se acoplaba al suyo desde atrás. Una voz grave le habló al oído: “ Prepárate para cumplir todas tus fantasías”, y sintió otra mano que tomaba posesión de sus tetas, mientras el primero seguía recorriendo su cuerpo y se perdia entre sus piernas. Al principio se puso tensa y pensó en escapar, pero era evidente que así rodeada no tenía mucha posibilidad de lograrlo, y el jefe terminaría por echarla, así que se limitó a dejar hacer a sus compañeros. Se sintió un objeto sexual, y la sensación no le desagradó.
Le tomaron una mano y la dirigieron a una entrepierna, donde se encontró con un falo de dimensiones descomunales, que , totalmente distendido, estaba húmedo y vibrante.
Cuando su otra mano fue obligada a acariciar otro pene similar, ya fue demasiado, y se entregó por completo.
Con un movimiento coordinado, ensayado seguramente, uno de los titanes subió hasta su cara colocando su pija frente a ella, mientras el otro se deslizó hacia abajo, y separándole las piernas comenzó a lamer su vagina. Cuando abrió su boca para gritar de placer, la verga que tenía cerca se introdujo en su boca hasta el fondo.
No podía mas que chupar y esto hizo como si en ello le fuera la vida. Mientras tanto, una lengua nerviosa entraba y salía de su concha y electríficaba todo su cuerpo.
Por fin, el que estaba en su boca salió de ella y acostándose a su lado, la obligó a girar y subirse a horcajadas sobre su cuerpo, haciéndola descender sobre su falo .
El otro, acostándose al lado , la hizo torcerse para que le chupara la pija mientras era penetrada. A cada rato debía cambiar de montura, repitiendo la escena como si fuera un espejo.
Estos dos hombres , estaban entrenados para trabajar en equipo, y lo hacían con verdadero profesionalismo.
De pronto, el que no estaba dentro de ella se levantó y se ubicó a su grupa, mientras el otro salía y se deslizaba hacia arriba. En el momento en que Griselda recibía en la boca un pene, el otro penetraba en su vagina hasta el pelo, y se sentía cabalgada como una yegua. Este movimiento la hizo alcanzar un orgasmo violento.
Una mano tomó el líquido que salía de su concha y se lo frotó en el culo, el que estaba en su boca volvió a deslizarse hacia abajo, y ocupó el lugar en la concha que dejó su compañero, llenándola también hasta el fondo. Así empalada, y sin poder moverse, con la lengua de uno de los machos dentro de su boca, sintió como el otro le abría las nalgas y muy despacio se metía dentro de su ano.
Con una pija por delante y la otra por detrás, estaba dominada y perdida. Nada podía hacer, salvo gozar y eso es lo que hizo, hasta que sintió que ambas pijas, para completar un impecable trabajo de equipo se vaciaban juntas dentro suyo. Sentía deseos de gritar de felicidad, pero el que la besaba no estaba dispuesto a dejarla.
Se quedaron dentro suyo, y si bien al principio sintió como los miembros se aflojaban, notó que se mantenían firmes, y que en pocos minutos estaban tan rígidos como al comienzo.
- Por favor, no aguanto mas, me van a matar, pidió Griselda, ensartada por ambos lados.
No te preocupes, lo que viene ahora es facil, dijo uno de los hombres.
El que estaba en su trasero salió y dando la vuelta le metió la verga en la boca, haciendo que ella succionara hasta que, llegando al climax le llenó la boca de semen. En ese momento, el otro salió de su vagina y repitiendo lo hecho por su amigo, también le dio para que tomara todo su licor.
Griselda, cansada, y sintiéndose violada y usada como nunca en su vida se quedó allí acostada, mientras los hombres se vestían y se iban.
Luego de un rato se levantó, se vistió y salió del dormitorio, encontrando a Luis sentado en el living.
Ahora vos me tratás de puto, y yo sé que vos sos una reputa, por lo tanto no quiero escuchar ningún comentario más sobre mí, dijo Luis con tranquilidad.
Griselda lo miro, y sin decir palabra salió para siempre de esa casa.
Luis conocía poco la naturaleza humana.
Le hizo llegar el video a Adolfo para que se desengañara de su amante, y el efecto conseguido fue contrario al esperado.
Adolfo se acostaba con Griselda porque era uno de los mejores bocados de la oficina. No le importaba lo que ella hacía, ya que por otra parte era casada y el no tenía intención de enredarse con nadie. El video lo calentó, y arregló con Griselda para verlo juntos. Mientras lo veían se echaron unos polvos espectáculares, y el placer de ella al tener relaciones múltiples, y la necesidad de él de montarse alguna otra hembra, les hizo pensar en la posibilidad de compartir algún momento con otros compañeros de oficina. Como dijimos, el descontrol comenzaba a reinar.
CAPÍTULO 17
- Qué ambiente hay en la oficina?, preguntó Adolfo con inocencia.
Nico lo miró.
- Ninguno en especial, dijo desconcertado.
- Me refiero si sabés de alguna historia entre nuestros compañeros.
- Me parece que es una cuestión de cada uno.
- Esta bien, pero vos sabés que me estoy acostando con Griselda.
Nico quedó sorprendido.
- Es algo de ustedes. De cualquier forma últimamente no es lo único que viene pasando, y le contó a grandes rasgos lo que ocurría, sin omitir su relación con Ana.
- ¿ Qué tal es Ana ?, preguntó Adolfo.
Muy calentona, dijo Nico.
¿ No te gustaría que cambiáramos?
- ¿ Me estás cargando?. No te ofendas pero desde siempre me gustó Griselda.
- No me ofendo. Yo no soy el marido, así que el cornudo es él.
- ¿ Y pensás que aceptaría?, pregunto Nico con curiosidad.
- Hace lo que yo le diga, pero a cambio me tengo que coger a Ana, así que averiguá que posibilidad hay de que nos juntemos una tarde y hagamos el cambio, cerró Adolfo el diálogo, dejando a Nico muy interesado en esa posibilidad.
Al rato coincidió en la cocina con Ana, y combinaron para encontrarse al día siguiente en casa de Nico, mientras el marido de Ana estaba en una reunión del club.Entre beso y beso comentaron cosas de la oficina y Nico la llevó a opinar sobre Adolfo.
- Siempre pensé que tenías ganas de revolcarte con Adolfo, dijo tranquilamente.
- Todas le tenemos ganas, pero sabemos que lo está cogiendo Griselda y ella es muy celosa, contestó Ana.
- O sea que si pudieras te acostarías con él, dijo reafirmando lo escuchado.
- No te pongas celoso. Me gustás mucho, pero Adolfo tiene algo especial. Tal vez el hecho de que se acueste con otra compañera, contestó Ana avergonzada.
- No te preocupes, dijo Nico, no estoy celoso. Te confieso que Griselda siempre me calentó.
Ana lo miró sonriente.
- Lo sé. Me doy cuenta de la manera en que la mirás, pero así es la vida.
Al rato, cuando quedaron a solas con Adolfo le dijo que Ana estaba dispuesto para el otro día, si el convencía a Griselda de que participara, pero quería estar seguro que ella estaba de acuerdo.
Adolfo, contento le pidió que cuando volviera Griselda lo dejara solo con ella un rato. Así al ingresar ella en la oficina, Nico salió, esperó diez minutos y regresó.
Griselda se veía ruborizada, y al pasar frente al escritorio de Adolfo, un gesto de éste le señaló que todo estaba bien, y a continuación éste se levantó y salió.
Nico se sentó en su lugar. Por el divisorio entreabierto veía a Griselda, que levantó la cabeza, lo miró y saliendo de detrás de su escritorio se dirigió hacia él.
La espero con espectación. Se acercó meneando sus caderas de esa forma muy particular, se detuvo a su lado, y agachándose le dio un beso de lengua mientras le apretaba la entrepierna . - Mañana te reviento, le dijo al oído, luego de lo cual se alejó moviendo ese trasero que tanto deseaba.
Se quedó allí, sentado y caliente.
Su casa tenía dos dormitorios, que preparó para la ocasión. En el primero ubicó a Ana, y le pidió que lo esperara.
En el otro ingresó Adolfo con Griselda, y luego él se dirigió hacia el living donde estaba Nico.
- Bueno, ella te está esperando, dime donde está Ana.
- Está en el primer dormitorio, déjame hablar algo con ella, y es toda tuya, y diciendo esto se dirigió a la habitación.
Dentro, Ana se había desvestido y estaba sobre la cama con bombacha y corpiño, recostada con los brazos sobre su cabeza. Realmente era una buena pieza.
- Ana, quiero hacerte un regalo, le dijo sonriendo.
- No, tú sabes que no quiero que mi esposo encuentre nada raro.
- Lo que te voy a regalar tu esposo no lo va a ver, agregó.
- ¿ Qué es?, dijo curiosa.
- Mira, te comenté que hace rato que me quiero cepillar a Griselda, y Adolfo me la ofreció con una condición.
- ¿ Cual?
- Que te quiere coger a ti, así que ahora me voy, y como regalo te voy a entregar a Adolfo.
La perra se pasó la lengua por los labios.
- ¿ Griselda está de acuerdo?
- Griselda está en la habitación de al lado esperando que vaya a penetrarla, dijo Nico.
- Dale, empecemos. Estoy impaciente por mi regalo, dijo Ana abriendo sus piernas. Le costó trabajo a Nico salir y dejarla, pero pensando en Griselda, consiguió dejar la habitación y dirigiéndose al living, le hizo señas a Adolfo de que todo estaba listo.
Cada uno fue al dormitorio donde su presa esperaba, e ingresaron casi al mismo tiempo.
- Vaya, vaya, estás muy fuerte, comentó Adolfo al ver el pedazo de mujer que lo esperaba en la cama.
- Quiero ver como te desvistes, dijo ella, manteniendo su posición acostada, y con las piernas abiertas, mostrando a través de una bombacha fina como una telaraña, los labios de su vagina.
Adolfo, comenzó lentamente a desvertirse, mirando a Ana, y cuando se quedó solo con el slip, el bulto lo deformaba, excitando a su pareja.
- Ven, que tengo algunas ideas interesantes, dijo ella, sentándose en la cama y flexionando sus rodillas, siempre con las piernas abiertas.
Mientras, Nico se encontró con un cuadro distinto. Sentada en una silla frente al espejo, estaba Griselda peinándose, cuando el entró al dormitorio.
Cuando se acercó, ella se quedo sentada, dejó de peinarse y luego de unos instantes lo miró por el espejo.
- Estoy cansada, así que me vas a tener que desvestir.
Nico se acercó y besándola en la frente, las mejillas y el cuello, comenzó por quitarle el sweter por encima de la cabeza, cosa que ella facilitó levantando los brazos.
Luego le desabotonó la camisa y se la quitó, quedando ella con un corpiño blanco de encaje con un ribete negro, que constituía un excelente marco para sus senos.
Besándola, la tomó de los brazos y poniéndola de pie, le desabrochó el cinturón y los botones de la pollera ajustada que tenía puesta.
Metió los dedos dentro de la cintura de la pollera, y, trabajosamente, consiguió bajársela hasta las rodillas.
Debajo de la pollera, apareció una bombacha blanca que hacia juego con el corpiño, un portaligas negro y medias blancas . El espectáculo era fabuloso.
Le sacó la pollera y dejándola allí de pie frente al espejo que le permitía ver todo su cuerpo, comenzó a desnudarse.
Se desabrochó su camisa, los zapatos, y al sacarse el pantalón, al mismo tiempo se bajó el slip, con lo que su verga pegó un salto y quedó allí erecta como un poste apuntando insolentemente hacia adelante. Ella lo miró por el espejo y dirigió su mano para tomarlo y comenzar a masturbarlo.
Giró para facilitar el manoseo y comenzó a acariciarle los senos, mientras la besaba por todas partes.
Una mano descendió por el vientre de ella y entrando debajo de su bombacha comenzó a juguetear con los labios de su vagina. Ella separó sus piernas para facilitar la intromisión. Allí de pie, siguieron con las caricias, cada vez mas osadas.
Adolfo, arrodillado en la cama, con los ojos cerrados, sentía como Ana le chupaba el pene , mientras le acariciaba los huevos. Se acostó y haciendo que ella pasara una pierna sobre su cabeza, le corrió la bombacha y comenzó a lamerle la concha, mientras ella seguía con el caramelo en la boca.
Siguieron de esta manera, hasta que ella se apartó, y sacándose la bombacha, se subió sobre el y tomando la verga comenzó a frotarla en los labios de su vagina. Cuando estuvo bien húmeda la apuntó al centro y la fue engulliendo despacio mientras descendía sobre el, que atrayéndola le levantó el corpiño y comenzó a lamerle los pezones.
El movimiento de ascenso y descenso de ella fue haciéndose regular y la entrega de ambos era total.
Los dos de pie, semidesnudos, ya no aguantaban más.
Nico, tomándola por la cintura la levantó. Ella lo rodeó con sus piernas, y él sintió el roce de sus botas de cuero, y mientras la pija buscaba el camino, la llevó hasta la cama.
Al apoyarla sobre la colcha floreada, la penetró.
Griselda con las piernas sobre la cabeza de Nico, sentía como la penetraban hasta el fondo, y trataba de cerrar las piernas para que la intromisión fuera más ajustada.
Nico, arrojándose sobre ella, forzó aún mas la penetración, haciéndola gritar de dolor, y comenzó unas furiosas arremetidas que la doblegaron totalmente.
Mientras, del otro lado de la pared, Adolfo había conseguido que su pareja girara y, de costado, estaba entre sus piernas trabajándola con denuedo.
Ella lo besaba y le metía la lengua en la boca con toda la pasión, el empujaba y empujaba como si quisiera que su verga le llegara hasta la matriz.
- Date vuelta, le dijo , con una voz ronca que indicaba el grado de excitación que lo poseía. Ella sacó su pierna bajo su cuerpo y giró, apoyándole el culo contra su pija.
- Este momento tiene que ser inolvidable, y si me dejás voy a convertirlo en algo que ninguno de los dos podamos dejar de recordar, le dijo Adolfo, excitado al límite.
- Hace mucho que te tenía hambre, así que hacé lo que quieras, dijo ella, mientras por entre sus piernas le acariciaba las pelotas que estaban endurecidas como piedras.
Ante esta actitud permisiva, el comenzó a frotarse contra su cuerpo, y descubriendo la cabeza de su pene, lo frotó con saliva. Luego frotó con saliva el agujero del culo de Ana y dirigiendo la cabeza con maestría comenzó a sodomizarla.
Ana, que había comenzado a gozar con esta penetración desde que él había hablado, pues se imaginaba lo que quería hacer, se aflojó y lo dejó que actuara. Se limitó a apretarle el muslo, para indicarle cuando empujar y cuando esperar. Despacio la verga fue entrando en su agujero.
Cuando entró toda , comenzó un vaivén devastador que llevó a Ana al clímax. Adolfo esperó que se recuperara y, sin sacarla, la hizo poner en cuatro patas, para comenzar una cabalgata salvaje, que demolió a su pareja.
Nico, mientras, había salido de adentro de Griselda, y luego de que ella le colocara un forro, se sentó en el borde de la cama e hizo que ella se sentara sobre su pija dándole la espalda. Acostándose sobre la cama podía ver la cabellera, los hombros, el cuerpo, y sobre todo ese culo que tanto deseaba, subir y bajar sobre su pedazo. Griselda, apoyándose en las rodillas de Nico cabalgaba sin cesar.
En esa posición, Nico se descontroló y yéndose hacia adelante, la tiró al piso sin dejar de cogerla, y acostado sobre ella la llenó . Este fuego viscoso hizo que Griselda se corriera, mientras trataba de cerrar sus piernas para que el prisionero no se escapara hasta que quedara vacío.
Adolfo, metido hasta las cachas dentro del culo de Ana, gritó " Ahí voy" y ejecutando media docena de bombazos furibundos, acabó en el agujero posterior de su pareja los primeros chorros, luego la sacó y le regó el culo y la espalda, como si estuviera marcando una posesión. Ana quedó acostada y agotada. Su culo, abierto como una flor, era la demostración indudable de lo brutal que hacía sido el empalamiento.
Cuando pudieron recuperarse, se vistieron y se encontraron en el living, donde cambiaron experiencias. Por supuesto, todos quedaron satisfechos, y se notaba en el ambiente que algún otro encuentro se produciría por fuera de este pacto celebrado por los cuatro.
CAPÍTULO 15
Todo lo ocurrido hizo que la situación en la oficina se fuera complicando. El descontrol empezaba a reinar.
Luis fue designado para el puesto de sub-gerente, y Rodolfo sabía por qué, al igual que todos los otros empleados. En realidad todos tenían claro que Luis era un puto no asumido, con esposa e hijos, pero que sus gustos iban otro lado. Jamás miraba una mujer por linda que fuera, y esto no era normal en un hombre.
Desde ese nuevo espacio de poder, comenzó a satisfacer todos sus deseos. Y su principal deseo era la venganza.
Comenzó a perseguir a todas las mujeres, por las que nunca había tenido simpatía, además de que a su naturaleza le eran indiferentes, y también comenzó a perseguir a Adolfo, con una saña que tenía al joven aterrorizado.
En estas idas y vueltas, y a través del ordenanza pariente de Betty, que trató de congraciarse para mantener su puesto, consiguió enterarse de los juegos sexuales que se producían en la oficina, y esto lo terminó de descontrolar.
Se dedicó a vigilar especialmente a Adolfo y Griselda, hasta que una tarde los vio ingresar al baño de damas.
Esperó unos minutos y luego sin hacer ruido ingresó al lugar.
Contra una de las puertas interiores del baño, vió a Adolfo, que de pie, teniendo levantada a Griselda, la estaba penetrando. Esperó unos segundos, disfrutanto de la virilidad de Adolfo y de pronto se acercó.
- No es para esto que les pagamos sueldo, dijo enojado y en voz alta.
Adolfo descabalgó a su compañera, quien apresuradamente comenzó a recoger su ropa, regada por el piso.
- Váyase Griselda, después vamos a hablar, y Ud. Adolfo va a comenzar a dar explicaciones ahora.
Adolfo se quedó allí de pie, y con una erección que latía arriba y abajo.
- Esto que estaba haciendo merece que sea despedido, dijo Luis acercándose.
- No volverá a ocurrir, señor, dijo a modo de disculpa el joven.
- No entiendo como puede perder el tiempo con estas zorras, y ahora perder el trabajo, insistió Luis.
Y de pronto, Adolfo comprendió. No corría peligro su trabajo si dejaba que Luis actuara. Total no era la primera vez que pasaba por esta circunstancia.
Tal como Adolfo pensaba, las cosas ocurrieron. Luis no podía sacar sus ojos de la verga dilatada de Adolfo. Ante esto el joven comenzó a masajearla y masturbarla mientras Luis lo recriminaba. Por fin, no aguantó mas, se acercó y cayendo de rodillas , la agarró y se la metió en la boca.
- Pero, señor subgerente, no es esta la forma en que tiene que complacer al personal, dijo Adolfo en tono de burla colocando sus brazos en jarra y dejando que el puto trabajara.
Luis no contestaba, porque para hacerlo tenía que soltar el caramelo y no estaba dispuesto a perder ni una gota de la leche que pensaba arrancarle a esa pija.
- Hace rato que me di cuenta que eras un tragasables, y yo por mi parte no tengo prejuicios en soplar alguna nuca de vez en cuando, siempre que el premio valga la pena, dijo, pasando de víctima a victimario.
Luis cada vez chupaba con mas fuerza, al sentir que Adolfo lo dominaba y le iba hacer pagar caro por dejarle usar su aparato. Pero ya nada le importaba. Hacía mucho tiempo que soñaba con esa herramienta, la excitación de ese pene luego de la sesión con Griselada era ya incontenible y a poco, sintió como un liquido comenzó a salir de la punta, para luego convertirse en una verdadera catarata de semen que a chorros le llenaba la boca. Por su parte el también alcanzó el orgasmo. Lo dejó en la boca hasta que se ablandó, mientras terminaba de tragar todo.
- Si no se le ofrece nada más, voy a seguir con mi trabajo, y cuando me recupere voy a traer a Griselda aquí y voy a terminar lo que empecé, le dijo mientras se abrochaba los pantalones.
- No puedes andar con esas perras, si sentí como te gustaba que yo te chupara, dijo Luis enojado.
- En realidad lo mío son las mujeres, pero no tengo problema en cepillarme algún puto, cuando es un buen negocio. Así que si estás dispuesto a pagar el precio, mi verga está a tu disposición, dijo mientras se retiraba del baño.
Luis se enjuagó la boca, y se fue pensando que, por sentirse penetrado por Adolfo ningún precio era muy caro. Pero los celos que sentía de Griselda, tenían que ser vengados.
CAPÍTULO 16
El plan de Luis era ruin . Se había enterado de las habilidades cinematográficas de Rodolfo, así que no le costó mucho convencerlo para que instalara esa cámara en su casa.
Si bien, el subgerente pretendía ser el único con acceso al video, en realidad Rodolfo consiguió enlazar la conexión y hacerse de una copia, que luego algunos pudieron ver.
Después, contrató dos taxi boys que utilizaba habitualmente para satisfacer sus deseos, de manera que nadie supiera sobre sus debilidades, además de sentirse atraido por el tamaño de sus vergas. Ninguno bajaba de los 20 cms.
Y a continuación, dispuesto a demostrarle a Adolfo que su amante era una puta común y corriente, llamó a Griselda a su oficina. La joven había sido advertida por Adolfo de que algo se estaba tramando, así que el llamado no la sorprendió. Pensó que iba a suspenderla o echarla, ya que ella no podía satisfacerlo como a él le gustaba. Cuando entró a la oficina, lo encontró sentado detrás del escritorio. Le hizo señas de que se sentara e inclinándose hacia adelante le habló.
- He analizado su caso y tengo dos alternativas: la primera es despedirla, dijo Luis, serio.
Griselda lo miró. Siempre había sabido que este degenerado era un mal bicho. Sospechó desde el primer día que era un marica no asumido y estas actitudes demostraban que no se había equivocado.
-¿ Cuál es la segunda?, preguntó con inocencia , sabiendo que esto era lo que quería el marica.
La segunda es que me haga un pequeño favor, dijo Luis.
Esto la sorprendió. Si frente a ella estuviera un hombre, se imaginaba que favor iba a pedirle, pero de un puto no sabía que esperar.
- Yo sé lo que Ud. piensa de mi, igual que el resto de los inútiles que trabajan aquí, pero lo que quiero es que venga a mi casa, y participe de un divertido juego.
Griselda lo miró, y no llegó a entender las intenciones de Luis. Pero como cualquier cosa era mejor que quedar sin trabajo acepto. El jueves a la tarde era el día. Vendría a trabajar como siempre, pero luego de marcar tarjeta de iría a casa de Luis quien cubriría su ausencia si alguien se daba cuenta.
Cuando llegó a casa de Luis, tocó el timbre, y en segundos la puerta se abrió, y Luis sonriente le franqueó el paso.
¿ Qué tengo que hacer?, preguntó Griselda, con curiosidad.
Ve al dormitorio, entra y desvístete. Sé obediente y me olvidaré de lo que ví en el baño el otro día.
Sin margen para escapar, abrió la puerta del dormitorio y comenzó a desvestirse, esperando que en cualquier momento, la puerta se abriera y Luis con una inesperada erección, le demostrara que también le gustaban las mujeres. Nada pasó, y se quedó allí de pie, desnuda y sin saber que hacer.
Sus ojos recorrieron los muebles, sillas y demás objetos que había en ese amplio dormitorio.
Acércate, escuchó que una voz proveniente del baño cuya puerta estaba entreabierta, decía
Caminó hacia esa puerta y al entrar, se encontró con un moreno alto y musculoso, solo vestido con un slip. El moreno se acercó y con dulzura le acarició el rostro, para luego comenzar a besarla en los hombros y el cuello. Ella cerró los ojos y se quedó quieta. El hombre la tomó en sus brazos y como un juguete la alzó y la llevó de regreso al dormitorio. Una vez allí la colocó suavemente sobre la cama de costado y acostándose frente a ella siguió con su juego de besos y caricias, hasta conseguir que ella empezara a responder acariciando su cabeza y hombros.
Griselda estaba entretenida en estas sensaciones cuando notó que otro cuerpo se acoplaba al suyo desde atrás. Una voz grave le habló al oído: “ Prepárate para cumplir todas tus fantasías”, y sintió otra mano que tomaba posesión de sus tetas, mientras el primero seguía recorriendo su cuerpo y se perdia entre sus piernas. Al principio se puso tensa y pensó en escapar, pero era evidente que así rodeada no tenía mucha posibilidad de lograrlo, y el jefe terminaría por echarla, así que se limitó a dejar hacer a sus compañeros. Se sintió un objeto sexual, y la sensación no le desagradó.
Le tomaron una mano y la dirigieron a una entrepierna, donde se encontró con un falo de dimensiones descomunales, que , totalmente distendido, estaba húmedo y vibrante.
Cuando su otra mano fue obligada a acariciar otro pene similar, ya fue demasiado, y se entregó por completo.
Con un movimiento coordinado, ensayado seguramente, uno de los titanes subió hasta su cara colocando su pija frente a ella, mientras el otro se deslizó hacia abajo, y separándole las piernas comenzó a lamer su vagina. Cuando abrió su boca para gritar de placer, la verga que tenía cerca se introdujo en su boca hasta el fondo.
No podía mas que chupar y esto hizo como si en ello le fuera la vida. Mientras tanto, una lengua nerviosa entraba y salía de su concha y electríficaba todo su cuerpo.
Por fin, el que estaba en su boca salió de ella y acostándose a su lado, la obligó a girar y subirse a horcajadas sobre su cuerpo, haciéndola descender sobre su falo .
El otro, acostándose al lado , la hizo torcerse para que le chupara la pija mientras era penetrada. A cada rato debía cambiar de montura, repitiendo la escena como si fuera un espejo.
Estos dos hombres , estaban entrenados para trabajar en equipo, y lo hacían con verdadero profesionalismo.
De pronto, el que no estaba dentro de ella se levantó y se ubicó a su grupa, mientras el otro salía y se deslizaba hacia arriba. En el momento en que Griselda recibía en la boca un pene, el otro penetraba en su vagina hasta el pelo, y se sentía cabalgada como una yegua. Este movimiento la hizo alcanzar un orgasmo violento.
Una mano tomó el líquido que salía de su concha y se lo frotó en el culo, el que estaba en su boca volvió a deslizarse hacia abajo, y ocupó el lugar en la concha que dejó su compañero, llenándola también hasta el fondo. Así empalada, y sin poder moverse, con la lengua de uno de los machos dentro de su boca, sintió como el otro le abría las nalgas y muy despacio se metía dentro de su ano.
Con una pija por delante y la otra por detrás, estaba dominada y perdida. Nada podía hacer, salvo gozar y eso es lo que hizo, hasta que sintió que ambas pijas, para completar un impecable trabajo de equipo se vaciaban juntas dentro suyo. Sentía deseos de gritar de felicidad, pero el que la besaba no estaba dispuesto a dejarla.
Se quedaron dentro suyo, y si bien al principio sintió como los miembros se aflojaban, notó que se mantenían firmes, y que en pocos minutos estaban tan rígidos como al comienzo.
- Por favor, no aguanto mas, me van a matar, pidió Griselda, ensartada por ambos lados.
No te preocupes, lo que viene ahora es facil, dijo uno de los hombres.
El que estaba en su trasero salió y dando la vuelta le metió la verga en la boca, haciendo que ella succionara hasta que, llegando al climax le llenó la boca de semen. En ese momento, el otro salió de su vagina y repitiendo lo hecho por su amigo, también le dio para que tomara todo su licor.
Griselda, cansada, y sintiéndose violada y usada como nunca en su vida se quedó allí acostada, mientras los hombres se vestían y se iban.
Luego de un rato se levantó, se vistió y salió del dormitorio, encontrando a Luis sentado en el living.
Ahora vos me tratás de puto, y yo sé que vos sos una reputa, por lo tanto no quiero escuchar ningún comentario más sobre mí, dijo Luis con tranquilidad.
Griselda lo miro, y sin decir palabra salió para siempre de esa casa.
Luis conocía poco la naturaleza humana.
Le hizo llegar el video a Adolfo para que se desengañara de su amante, y el efecto conseguido fue contrario al esperado.
Adolfo se acostaba con Griselda porque era uno de los mejores bocados de la oficina. No le importaba lo que ella hacía, ya que por otra parte era casada y el no tenía intención de enredarse con nadie. El video lo calentó, y arregló con Griselda para verlo juntos. Mientras lo veían se echaron unos polvos espectáculares, y el placer de ella al tener relaciones múltiples, y la necesidad de él de montarse alguna otra hembra, les hizo pensar en la posibilidad de compartir algún momento con otros compañeros de oficina. Como dijimos, el descontrol comenzaba a reinar.
CAPÍTULO 17
- Qué ambiente hay en la oficina?, preguntó Adolfo con inocencia.
Nico lo miró.
- Ninguno en especial, dijo desconcertado.
- Me refiero si sabés de alguna historia entre nuestros compañeros.
- Me parece que es una cuestión de cada uno.
- Esta bien, pero vos sabés que me estoy acostando con Griselda.
Nico quedó sorprendido.
- Es algo de ustedes. De cualquier forma últimamente no es lo único que viene pasando, y le contó a grandes rasgos lo que ocurría, sin omitir su relación con Ana.
- ¿ Qué tal es Ana ?, preguntó Adolfo.
Muy calentona, dijo Nico.
¿ No te gustaría que cambiáramos?
- ¿ Me estás cargando?. No te ofendas pero desde siempre me gustó Griselda.
- No me ofendo. Yo no soy el marido, así que el cornudo es él.
- ¿ Y pensás que aceptaría?, pregunto Nico con curiosidad.
- Hace lo que yo le diga, pero a cambio me tengo que coger a Ana, así que averiguá que posibilidad hay de que nos juntemos una tarde y hagamos el cambio, cerró Adolfo el diálogo, dejando a Nico muy interesado en esa posibilidad.
Al rato coincidió en la cocina con Ana, y combinaron para encontrarse al día siguiente en casa de Nico, mientras el marido de Ana estaba en una reunión del club.Entre beso y beso comentaron cosas de la oficina y Nico la llevó a opinar sobre Adolfo.
- Siempre pensé que tenías ganas de revolcarte con Adolfo, dijo tranquilamente.
- Todas le tenemos ganas, pero sabemos que lo está cogiendo Griselda y ella es muy celosa, contestó Ana.
- O sea que si pudieras te acostarías con él, dijo reafirmando lo escuchado.
- No te pongas celoso. Me gustás mucho, pero Adolfo tiene algo especial. Tal vez el hecho de que se acueste con otra compañera, contestó Ana avergonzada.
- No te preocupes, dijo Nico, no estoy celoso. Te confieso que Griselda siempre me calentó.
Ana lo miró sonriente.
- Lo sé. Me doy cuenta de la manera en que la mirás, pero así es la vida.
Al rato, cuando quedaron a solas con Adolfo le dijo que Ana estaba dispuesto para el otro día, si el convencía a Griselda de que participara, pero quería estar seguro que ella estaba de acuerdo.
Adolfo, contento le pidió que cuando volviera Griselda lo dejara solo con ella un rato. Así al ingresar ella en la oficina, Nico salió, esperó diez minutos y regresó.
Griselda se veía ruborizada, y al pasar frente al escritorio de Adolfo, un gesto de éste le señaló que todo estaba bien, y a continuación éste se levantó y salió.
Nico se sentó en su lugar. Por el divisorio entreabierto veía a Griselda, que levantó la cabeza, lo miró y saliendo de detrás de su escritorio se dirigió hacia él.
La espero con espectación. Se acercó meneando sus caderas de esa forma muy particular, se detuvo a su lado, y agachándose le dio un beso de lengua mientras le apretaba la entrepierna . - Mañana te reviento, le dijo al oído, luego de lo cual se alejó moviendo ese trasero que tanto deseaba.
Se quedó allí, sentado y caliente.
Su casa tenía dos dormitorios, que preparó para la ocasión. En el primero ubicó a Ana, y le pidió que lo esperara.
En el otro ingresó Adolfo con Griselda, y luego él se dirigió hacia el living donde estaba Nico.
- Bueno, ella te está esperando, dime donde está Ana.
- Está en el primer dormitorio, déjame hablar algo con ella, y es toda tuya, y diciendo esto se dirigió a la habitación.
Dentro, Ana se había desvestido y estaba sobre la cama con bombacha y corpiño, recostada con los brazos sobre su cabeza. Realmente era una buena pieza.
- Ana, quiero hacerte un regalo, le dijo sonriendo.
- No, tú sabes que no quiero que mi esposo encuentre nada raro.
- Lo que te voy a regalar tu esposo no lo va a ver, agregó.
- ¿ Qué es?, dijo curiosa.
- Mira, te comenté que hace rato que me quiero cepillar a Griselda, y Adolfo me la ofreció con una condición.
- ¿ Cual?
- Que te quiere coger a ti, así que ahora me voy, y como regalo te voy a entregar a Adolfo.
La perra se pasó la lengua por los labios.
- ¿ Griselda está de acuerdo?
- Griselda está en la habitación de al lado esperando que vaya a penetrarla, dijo Nico.
- Dale, empecemos. Estoy impaciente por mi regalo, dijo Ana abriendo sus piernas. Le costó trabajo a Nico salir y dejarla, pero pensando en Griselda, consiguió dejar la habitación y dirigiéndose al living, le hizo señas a Adolfo de que todo estaba listo.
Cada uno fue al dormitorio donde su presa esperaba, e ingresaron casi al mismo tiempo.
- Vaya, vaya, estás muy fuerte, comentó Adolfo al ver el pedazo de mujer que lo esperaba en la cama.
- Quiero ver como te desvistes, dijo ella, manteniendo su posición acostada, y con las piernas abiertas, mostrando a través de una bombacha fina como una telaraña, los labios de su vagina.
Adolfo, comenzó lentamente a desvertirse, mirando a Ana, y cuando se quedó solo con el slip, el bulto lo deformaba, excitando a su pareja.
- Ven, que tengo algunas ideas interesantes, dijo ella, sentándose en la cama y flexionando sus rodillas, siempre con las piernas abiertas.
Mientras, Nico se encontró con un cuadro distinto. Sentada en una silla frente al espejo, estaba Griselda peinándose, cuando el entró al dormitorio.
Cuando se acercó, ella se quedo sentada, dejó de peinarse y luego de unos instantes lo miró por el espejo.
- Estoy cansada, así que me vas a tener que desvestir.
Nico se acercó y besándola en la frente, las mejillas y el cuello, comenzó por quitarle el sweter por encima de la cabeza, cosa que ella facilitó levantando los brazos.
Luego le desabotonó la camisa y se la quitó, quedando ella con un corpiño blanco de encaje con un ribete negro, que constituía un excelente marco para sus senos.
Besándola, la tomó de los brazos y poniéndola de pie, le desabrochó el cinturón y los botones de la pollera ajustada que tenía puesta.
Metió los dedos dentro de la cintura de la pollera, y, trabajosamente, consiguió bajársela hasta las rodillas.
Debajo de la pollera, apareció una bombacha blanca que hacia juego con el corpiño, un portaligas negro y medias blancas . El espectáculo era fabuloso.
Le sacó la pollera y dejándola allí de pie frente al espejo que le permitía ver todo su cuerpo, comenzó a desnudarse.
Se desabrochó su camisa, los zapatos, y al sacarse el pantalón, al mismo tiempo se bajó el slip, con lo que su verga pegó un salto y quedó allí erecta como un poste apuntando insolentemente hacia adelante. Ella lo miró por el espejo y dirigió su mano para tomarlo y comenzar a masturbarlo.
Giró para facilitar el manoseo y comenzó a acariciarle los senos, mientras la besaba por todas partes.
Una mano descendió por el vientre de ella y entrando debajo de su bombacha comenzó a juguetear con los labios de su vagina. Ella separó sus piernas para facilitar la intromisión. Allí de pie, siguieron con las caricias, cada vez mas osadas.
Adolfo, arrodillado en la cama, con los ojos cerrados, sentía como Ana le chupaba el pene , mientras le acariciaba los huevos. Se acostó y haciendo que ella pasara una pierna sobre su cabeza, le corrió la bombacha y comenzó a lamerle la concha, mientras ella seguía con el caramelo en la boca.
Siguieron de esta manera, hasta que ella se apartó, y sacándose la bombacha, se subió sobre el y tomando la verga comenzó a frotarla en los labios de su vagina. Cuando estuvo bien húmeda la apuntó al centro y la fue engulliendo despacio mientras descendía sobre el, que atrayéndola le levantó el corpiño y comenzó a lamerle los pezones.
El movimiento de ascenso y descenso de ella fue haciéndose regular y la entrega de ambos era total.
Los dos de pie, semidesnudos, ya no aguantaban más.
Nico, tomándola por la cintura la levantó. Ella lo rodeó con sus piernas, y él sintió el roce de sus botas de cuero, y mientras la pija buscaba el camino, la llevó hasta la cama.
Al apoyarla sobre la colcha floreada, la penetró.
Griselda con las piernas sobre la cabeza de Nico, sentía como la penetraban hasta el fondo, y trataba de cerrar las piernas para que la intromisión fuera más ajustada.
Nico, arrojándose sobre ella, forzó aún mas la penetración, haciéndola gritar de dolor, y comenzó unas furiosas arremetidas que la doblegaron totalmente.
Mientras, del otro lado de la pared, Adolfo había conseguido que su pareja girara y, de costado, estaba entre sus piernas trabajándola con denuedo.
Ella lo besaba y le metía la lengua en la boca con toda la pasión, el empujaba y empujaba como si quisiera que su verga le llegara hasta la matriz.
- Date vuelta, le dijo , con una voz ronca que indicaba el grado de excitación que lo poseía. Ella sacó su pierna bajo su cuerpo y giró, apoyándole el culo contra su pija.
- Este momento tiene que ser inolvidable, y si me dejás voy a convertirlo en algo que ninguno de los dos podamos dejar de recordar, le dijo Adolfo, excitado al límite.
- Hace mucho que te tenía hambre, así que hacé lo que quieras, dijo ella, mientras por entre sus piernas le acariciaba las pelotas que estaban endurecidas como piedras.
Ante esta actitud permisiva, el comenzó a frotarse contra su cuerpo, y descubriendo la cabeza de su pene, lo frotó con saliva. Luego frotó con saliva el agujero del culo de Ana y dirigiendo la cabeza con maestría comenzó a sodomizarla.
Ana, que había comenzado a gozar con esta penetración desde que él había hablado, pues se imaginaba lo que quería hacer, se aflojó y lo dejó que actuara. Se limitó a apretarle el muslo, para indicarle cuando empujar y cuando esperar. Despacio la verga fue entrando en su agujero.
Cuando entró toda , comenzó un vaivén devastador que llevó a Ana al clímax. Adolfo esperó que se recuperara y, sin sacarla, la hizo poner en cuatro patas, para comenzar una cabalgata salvaje, que demolió a su pareja.
Nico, mientras, había salido de adentro de Griselda, y luego de que ella le colocara un forro, se sentó en el borde de la cama e hizo que ella se sentara sobre su pija dándole la espalda. Acostándose sobre la cama podía ver la cabellera, los hombros, el cuerpo, y sobre todo ese culo que tanto deseaba, subir y bajar sobre su pedazo. Griselda, apoyándose en las rodillas de Nico cabalgaba sin cesar.
En esa posición, Nico se descontroló y yéndose hacia adelante, la tiró al piso sin dejar de cogerla, y acostado sobre ella la llenó . Este fuego viscoso hizo que Griselda se corriera, mientras trataba de cerrar sus piernas para que el prisionero no se escapara hasta que quedara vacío.
Adolfo, metido hasta las cachas dentro del culo de Ana, gritó " Ahí voy" y ejecutando media docena de bombazos furibundos, acabó en el agujero posterior de su pareja los primeros chorros, luego la sacó y le regó el culo y la espalda, como si estuviera marcando una posesión. Ana quedó acostada y agotada. Su culo, abierto como una flor, era la demostración indudable de lo brutal que hacía sido el empalamiento.
Cuando pudieron recuperarse, se vistieron y se encontraron en el living, donde cambiaron experiencias. Por supuesto, todos quedaron satisfechos, y se notaba en el ambiente que algún otro encuentro se produciría por fuera de este pacto celebrado por los cuatro.
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