Un cuentecito corto, para esta tarde fría y triste.
No aguantaba más la calentura.
Y los pensamientos, según mi gusto, no reflejaban una coincidencia.
Era más bien una señal.
Sentía que sería un día genial. Y en lo único que podía pensar era en mi pija parada y en la doctora de la clínica de la ciudad.
Partí rapidísimo.
Casi cometí la desfachatez de echarme una paja en el colectivo, pero quise guardar semen, para que se atragantara mi doctorcita.
Llegué a la sala de espera y comencé a fingir un dolor genital inmenso.
La secretaria me tomó del brazo y me arrastró a una sala donde un joven doctor me miraba sorprendido.
Parecía que estaba haciendo su práctica universitaria en aquella clínica.
_La doctora! Ella me atendió la última vez! Y solo ella conoce mi enfermedad! -grité.
_La doctora Díaz? -me preguntó la secretaria.
_Esa misma -dije, mientras me llenaba de felicidad por dentro.
Me trasladaron rápidamente de sala.
Ahí estaba, frente a mí... Esas tetas gigantes, esa voz angelical, tan bondadosa ella... y tan buena (en ambos sentidos)
_¿Qué es lo que le ocurre? - me preguntó con ingenuidad.
El juego recién comenzaría ahora.
_Tengo una extraña malformación en mi pene.
_Muéstreme.
_Con gusto -dije, y comencé a carcajearme.
Ella sonrojó.
_Perdón -dije, al tiempo que súbitamente cambié mi actitud a una seriedad absoluta.
_No veo que tenga nada raro... -dijo la doctora y me hizo un ademán para que me vistiera.
_Es que solo se ve cuando mi pene está en estado de erección...
La doctora no dijo nada.
Y yo permanecía serio.
Me acerqué y le tomé sus manos.
_Creo que es algo grave. Una enfermedad mortal - le dije con lástima - Por favor revise...
Le dirigí sus manos a mi verga.
Se me paró rápidamente.
_Ya está erecta, y no veo nada - me dijo con voz temblorosa.
_Es que aún no se para lo suficiente para que vea lo que anda mal.
Yo seguía guiando sus manos para manosear mi verga, hasta que las solté y le dije que me masturbara.
Antes de que me respondiera le metí mi lengua en su boca.
La llevé a la camilla mientras le decía:
_Ya verá doctora, lo que tiene mi pija cuando está parada, ya verá...
La comencé a tocar entera, y ella solo gemía levemente, sin decir palabra.
Yo no dejaba de elogiar cada miembro de ella que tocaba:
_Tu culo es impresionante, tu concha huele rico... oh, y esas tetas...
Luego de sacar mi pene de su conchita, me puse de pie y ella corrió hacia mí.
Me quiso besar, pero yo le dirigí su cabeza al suelo, para que se incara.
Me la chupó como nunca nadie me la había chupado antes.
Una vez que eyaculé, le dije:
_Vio mi malformación?
Ella, con mi semen en su boca dijo:
_Sí! Tienes una pija extremadamente grande cuando se te levanta!
No aguantaba más la calentura.
Y los pensamientos, según mi gusto, no reflejaban una coincidencia.
Era más bien una señal.
Sentía que sería un día genial. Y en lo único que podía pensar era en mi pija parada y en la doctora de la clínica de la ciudad.
Partí rapidísimo.
Casi cometí la desfachatez de echarme una paja en el colectivo, pero quise guardar semen, para que se atragantara mi doctorcita.
Llegué a la sala de espera y comencé a fingir un dolor genital inmenso.
La secretaria me tomó del brazo y me arrastró a una sala donde un joven doctor me miraba sorprendido.
Parecía que estaba haciendo su práctica universitaria en aquella clínica.
_La doctora! Ella me atendió la última vez! Y solo ella conoce mi enfermedad! -grité.
_La doctora Díaz? -me preguntó la secretaria.
_Esa misma -dije, mientras me llenaba de felicidad por dentro.
Me trasladaron rápidamente de sala.
Ahí estaba, frente a mí... Esas tetas gigantes, esa voz angelical, tan bondadosa ella... y tan buena (en ambos sentidos)
_¿Qué es lo que le ocurre? - me preguntó con ingenuidad.
El juego recién comenzaría ahora.
_Tengo una extraña malformación en mi pene.
_Muéstreme.
_Con gusto -dije, y comencé a carcajearme.
Ella sonrojó.
_Perdón -dije, al tiempo que súbitamente cambié mi actitud a una seriedad absoluta.
_No veo que tenga nada raro... -dijo la doctora y me hizo un ademán para que me vistiera.
_Es que solo se ve cuando mi pene está en estado de erección...
La doctora no dijo nada.
Y yo permanecía serio.
Me acerqué y le tomé sus manos.
_Creo que es algo grave. Una enfermedad mortal - le dije con lástima - Por favor revise...
Le dirigí sus manos a mi verga.
Se me paró rápidamente.
_Ya está erecta, y no veo nada - me dijo con voz temblorosa.
_Es que aún no se para lo suficiente para que vea lo que anda mal.
Yo seguía guiando sus manos para manosear mi verga, hasta que las solté y le dije que me masturbara.
Antes de que me respondiera le metí mi lengua en su boca.
La llevé a la camilla mientras le decía:
_Ya verá doctora, lo que tiene mi pija cuando está parada, ya verá...
La comencé a tocar entera, y ella solo gemía levemente, sin decir palabra.
Yo no dejaba de elogiar cada miembro de ella que tocaba:
_Tu culo es impresionante, tu concha huele rico... oh, y esas tetas...
Luego de sacar mi pene de su conchita, me puse de pie y ella corrió hacia mí.
Me quiso besar, pero yo le dirigí su cabeza al suelo, para que se incara.
Me la chupó como nunca nadie me la había chupado antes.
Una vez que eyaculé, le dije:
_Vio mi malformación?
Ella, con mi semen en su boca dijo:
_Sí! Tienes una pija extremadamente grande cuando se te levanta!
1 comentarios - La enfermedad se llama "calentura"