Entre un cigarrillo y otro

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You know it would be untrue

you know I would be a liar 

if I was to say to you

girl, we couldn’t get much higher

Come on baby light my fire, 

Come on baby light my fire

try to set the night on fire

Entre un cigarrillo y otro, perdido entre el humo, mi mente evoca recuerdos. Imágenes destellantes que se esfuman en el aire antes de poder atraparlas.

La luz tenue de las velas ilumina la habitación. Tu copa manchada con rouge reposa inerte al lado de la cama. Las sabanas de satén bordo acarician tus muslos desnudos. Mis manos prefieren por ahora tu cuello.Masajeo suavemente debajo de tu pelo, sintiendo tu perfume a flor fresca. Mis dedos se enredan mientras hago fuerza liberándote de las tensiones.
Tenes puesta una remera mía, esa que te regalé hace quien sabe cuantos años. Una remera que te quedaba grande en el ayer y te queda grande en el hoy. Corro los hombros de la remera para poder acariciar tu piel sin mas reparos, esa ínfima desnudez es suficiente para quitarme la respiración.
Mi corazón late cada vez mas fuerte. No quiero que me delate. Con un poco de aceite que dejo caer sobre tu hombro derecho, empiezo a ejercer presión. Ninguno habla, sabedores como solo nosotros podemos saber que a veces las palabras, esas perras negras que resbalan por el papel pueden terminar poseyéndonos, olvidándonos.
La colilla de otro cigarrillo muere dentro del inacabable cenicero, un día de estos he de plantearme..
El aceite propicia una maravillosa fusión entre tu piel y mi piel, siento tus músculos frágiles, pero firmes y alcanzo a entrever el nacimiento de tus tetas en el espacio mezquino de la remera.
Esa visión es el comienzo del fin. Sentado como estoy detrás tuyo no tenés manera de sentir lo dura que se me acaba de poner la pija. Mis manos acarician tu cintura debajo de la remera, los pulgares presionan esos lugares que solo yo conozco de tu cuerpo, poco a poco voy levantando la remera, recorriendote con la mirada.

En una plaza te leí algo de Cortázar. Era un poema que me regalaron en el subte (no se si no lo robé) y hablaba sobre como el estar vestidos representaba una mascara hipócrita en la cual hasta los jóvenes mas enamorados se ocultaban.

La remera yace muerta en el piso junto a la copa que besó tu boca. Justo como la beso yo ahora, mientras acaricio suavemente tu cintura, tu panza, tus tetas, adueñándome de ellas, mientras mi lengua y la tuya se entreveran en un fragor tan salvaje que ya no se donde empezas vos y donde termino yo. Tu boca fresca se abre para mi como una flor. Tus manos toman las mías... Ahora si, es imposible que no sientas la dureza de mi pija contra tu espalda. Te doy vuelta y te recuesto entre las sabanas boca arriba. Mi mirada se pierde en tus ojos y después navega sobre todo tu cuerpo. Te deseo profundamente, me desesperan las ganas de cogerte, de poseerte, de meterte mi pija bien adentro. Pero me contengo. Tomo tus pies, esos pies delicados que parecen de muñeca al lado de los míos, los beso, los acaricio con mis dedos y mi lengua, mientras voy subiendo... Mi boca se estremece ante la tersura de tu piel, el olor del aceite se pierde ante el aroma de tu cuerpo que me enciende hasta el paroxismo. Tus pantorrillas, tus rodillas, son la ruta que mi lengua escoge para llegar hasta vos. 
Muerdo apenas tu muslo derecho sin poder controlarme y te arranco un quejido, y ese sonido que quiebra el silencio es como una llama que enciende el aire. Con la pasión a flor de piel, pierdo mi conciencia y mi sentido en el abismo de tu sexo. Me sumerjo en el. Mi lengua desgrana tus labios poro por poro, saboreando, me llega el aroma de tu concha como desde el fondo del tiempo. El deleite que me causa es, tiene que ser, un doloroso placer. Tu clítoris henchido se yergue desafiante, y con un beso te arrastro conmigo. Mi lengua lame despacio primero, y siento que la luz de las velas crecen en intensidad, como si también ellas ardieran con el combustible de mi deseo, tu cuerpo entero se estruja y se estira desatándose, tus gemidos de gata en celo empiezan suaves, siento como tus piernas me aprietan encerrándome, reteniendome. Con mis dedos recorro la entrada de tu concha, que ya esta empapada en el mismo licor fuerte y dulzón que mancha la comisura de mis labios, te miro apenas un segundo y en tus ojos veo el brillo de una lujuria incandescente que solo sirve para calentarme aun mas. Uno de mis dedos se abre camino entre tu carne, despacio, describiendo círculos, siento como tu concha se contrae como abrazándolo. Mientras mi dedo te penetra, mi lengua sigue jugando con tu clítoris y de repente siento el estertor de tus músculos y el gemido gutural que anuncia que estas acabando, que un orgasmo te esta sacudiendo, pronto me apresuro a llevar mi boca hacia abajo, para beberme todo el jugo que me entregas.
Siento como te sacudís, y ahora sos mía. Abro tus piernas de golpe, y mi boca sube hasta tu teta izquierda para apoderarse de ella, tu cuerpo ahora no ofrece resistencia. Mi pija busca y encuentra la entrada a tu concha y te penetro fuerte y de golpe, metiéndotela bien adentro, mientras mi boca y mi lengua juega con tu pezón. Saciado, embistiendote, al ritmo de tus gritos y gemidos muerdo tu cuello, mientras tus uñas dejan un mapa en mi espalda. Es entonces que beso tu boca, naufrago entre tu saliva y tu lengua.
Sigo entrando y saliendo dentro tuyo, cada vez mas rápido, sintiendo como nuestros sexos se funden en un pantano, desde adentro mío siento un orgasmo que me hace temblar. Me muero por llenarte de mi leche, por dejártela bien adentro, acabar y morir dentro tuyo, para renacer entre tus piernas. Sin poder contenerme mas, me suelto llenándote, apretándote bien fuerte contra mi…
Un dulce temblor sacude todavía nuestros cuerpos exhaustos.