Chicas, este Pedrorrocco69 me tiene loca!!!
Miren lo que me escribió ayer. Soñó conmigo! No doy más de tocarme!!! Estoy ansiosa -caliente- por volver a disfrutar su pija adentro mío.
Ahí va:
Eran alrededor de las once de la mañana. El día estaba soleado. No había nubes en el cielo y el sol acariciaba nuestros cuerpos. Estábamos en Tailandia, en una playa paradisíaca, con un mar cristalino y detrás nuestro una selva virgen. Con nosotros había un grupo de gente que se veía que eran conocidos nuestros, pero no sé a ciencia cierta quienes eran. Estaban preparando un fueguito seguramente para cocinar algo o calentar agua.
En cierto momento nos mirábamos a los ojos, cómplices, y nos levantábamos. Caminábamos de la mano por la selva virgen. Escuchábamos el ruido de la selva, los pájaros, algún mono, y la brisa que hacía golpear las ramas de los árboles también rozaba nuestro cuerpo, haciéndonos sentir ráfagas frescas. De pronto encontrábamos un sendero. Nos internamos en él y seguimos hasta que a los pocos minutos desembocábamos en una pequeña bahía en la que desembocaba un arroyo. El agua estaba apenas turbia, pero era dulce y su temperatura muy agradable.
Nos abrazábamos y nos besábamos por unos minutos, apasionándonos con el correr de los segundos.
Al ver que no había nadie mirando, pasaba mis manos por detrás de tu espalda y desprendía el corpiño de tu bikini. Lo dejabas caer. Nuestro cuerpo estaba caliente por el sol y el reflejo de la arena. Y también porque despedíamos calor internamente. No importaba si la noche anterior habíamos tenido una noche ardiente de sexo o nos habíamos dormido mirando televisión. Lo importante es que en ese momento, en ese lugar queríamos comernos el uno al otro. Nuestros pechos se rozaban. Sentía tus pezones endurecerse y sentías el pelo de mi pecho acariciarte. Nuestros labios se confundían en uno solo. Nuestras lenguas jugueteaban como dos adolescentes. Nuestros músculos comenzaban a tensarse y sentí mi miembro crecer sin pausa. Vos también lo sentías y eso hacía que tus pezones se endurecieran y agrandaran más. Te preguntaba “- y si hay alguien mirándonos?” y me contestabas “- que disfruten del espectáculo!”.
Mi pene quería salirse del traje de bajo, y la brisa fresca que pasaba de tanto en tanto contrastaba con el calor que despedía y con el que despedía tu cuerpo tan cercano. Bajaba por tu cuello y me detenía entre tus pechos. Te los besaba y los lamía. Mordisqueaba tus pezones y les pasaba mi lengua haciendo círculos a su alrededor hasta llegar a su centro. Disfrutaba acariciarte y tomarte las tetas con vigor, masajeándolas con ganas. Pasaba toda mi cara entre tus pechos, lamiendo a ambos costados con mi lengua. Me acariciabas la cabeza y te escuchaba suspirar. Con mis manos te envolvía y acariciaba tu espalda, bajando lentamente hasta llegar a tu cola. La tomaba por abajo y la acariciaba haciendo círculos. Metía mi mano por debajo de la bombacha de la bikini, tratando de encontrar el canal entre los cachetes. Mi pija ardía y se hinchaba segundo a segundo. De su punta salía un juguito viscoso y espumoso, según me dirías vos más tarde, delicioso. Sentía endurecer tus pezones y tu colita ya empezaba a humedecerse, al igual que la raya de tu cola.
Al mismo tiempo los dos poníamos nuestras manos en la cintura del otro y con ganas bajábamos vos mi traje de baño y yo la bombacha de tu bikini. Quedábamos desnudos frente a frente. Nos abrazábamos y nuestros cuerpos abrazaban nuestro calor y el calor del sol. Te agachabas lentamente pasando tu lengua por mi pecho, mi panza, el ombligo hasta llegar al pito. Lo lamías todo, agarrándolo de la punta le pasabas tu lengua desde donde nace, sobre los huevos, que acariciabas con la otra mano, hasta la cabecita, rodeándolo y mojándolo con tu saliva. Te contemplaba y acariciaba tu pelo. Mi verga crecía cada vez más, transpiraba y se mojaba con cada lenguetazo y cada mordisco que le dabas. Llegabas a la cabecita y bajabas la piel hasta ponerla todo al descubierto, rojo, ardiente, como con una espumita blanca que me sacabas con la lengua mientras disfrutábamos el momento. Lo metías todo en tu boca. Con tu lengua lo acariciabas, con tus dientes lo mordisqueabas, y con tu mano lo pasabas de lado a lado. Lo sacabas de tu boca y con mi mano hacía pequeños golpecitos sobre tus labios. Ponía otra vez la cabecita entre tus labios y hacía un movimiento circular con él, rodeándote los labios. Lo chupabas y le sacabas más juguito. Yo estaba extasiado. Después te alzaba y empezaba yo a bajar, primero por tus pechos, pasando por tu pancita, y recorriendo tu cintura hasta llegar a tu pubis. Con mis manos agarraba tus cachetes y los abría para que sintieras la fresca brisa que cada tanto nos rozaba. Los tomaba como dos cubetas y con movimientos ascendentes los acariciaba hasta rozar los labios de tu vagina y tu anito.
Sentía lo mojado que estaban tus agujeritos y mi pito se calentaba y agrandaba más y más. Con una mano te abría los labios de la vagina y con la otra empezaba con los dedos a hacer circulitos alrededor de tu anito, formando una espiral que terminaba suavemente adentro de él. Mi boca se humedecía pensando ya en la sensación de besarte la colita y sentir el sabor de tu vagina calentita y húmeda. Me agachaba y ponía una pierna tuya sobre mi hombro, quedando todos tus labios vaginales frente a mis labios. Te los besaba, los lamía y con la punta de mi lengua empezaba a jugar con tu clítoris. Escuchaba tus gemidos y mi pito no daba más. Estaba por estallar. Mientras mis manos acariciaban tus piernas y tu culito, durito y pomposo. Metía mi lengua dentro tuyo y la movía rápidamente mientras vos tomabas mi cabeza y la acariciabas con fuerza. Te acostaba sobre la arena y te penetraba sin cesar, entrando y saliendo mi pito de tu vagina como una máquina perfecta, aceitada. Hervíamos. Te agarraba de la cola y te alzaba unos centímetros. Penetraba con todo mi pene tu cola mientras con una mano acariciaba tu vagina y la penetraba rápidamente.
De pronto, cuando estábamos por acabar escuchábamos un ruido extraño. Pensando que había gente nos metíamos así, desnudos, al agua. Te abrazaba por la espalda y metía mi pija otra vez en tu cola. Mordías un dedo de mi mano. Lo sacaba y te penetraba la vagina mientras abrazaba tus tetas y las acariciaba y masajeaba. Te mordía la oreja y el cuello. Te dabas vuelta y me abrazabas con tus piernas y tus brazos. Nos besábamos apasionadamente, hacíamos de nuestras bocas vaginas y pitos y nos chupábamos y lamíamos y mordíamos.
De pronto, el ruido volvió a escucharse. Estaba en el agua. Advertí sobre la superficie como el lomo de un pez grande, de unos dos metros. Te puse detrás de mí para protegerte. El animal se movía de un lado para el otro, mientras nosotros, desnudos, con el agua hasta el pecho seguíamos su movimiento. Mi pito, por la adrenalina corrida y corriendo seguía erguido. Tomaba una caña de bambú y de repernte el bicho saltó de un golpe. Apenas salió del agua vimos esa inconfundible cara de un tigre atacando. Era hermoso, pero a la vez, extremadamente peligroso. Sus ojos se posaron sobre tu espalda, tratando de calcular el próximo salto. Fue un segundo, volvió a saltar y cuando se dirigía con sus garras a clavarte la espalda me interpuse entre los dos. Caí al agua con el tigre encima, y, sería por la adrenalina que pude levantarme y empujar al animal un metro. Te grité que corrieras fuera del agua. Me distraje al verte correr desnuda, dejando al descubierto tus tetas y tu cola mojada por el agua. Me inquieté y mi pene se endureció más cuando te resbalaste, caíste en cuatro patas y dejaste al descubierto aquello que había estado acariciando, saboreando y penetrando apenas unos minutos antes.
Empezó la batalla con el tigre. Con la caña de bambú golpeaba su frente para auyentarlo pero el animal se acercaba cada vez más. Salía un poco del agua y te quedabas mirando el animal… y mi pito erguido. De pronto pegó un salto hacia mí. Me agaché y con la caña golpeé fuerte a los testículos del tigre. El pobre animal pegó un grito como de un niño llorando por comida, se fue corriendo y se perdió en el bosque.
Salí del agua. Nos abrazamos, nos acostamos en la arena y nos dormimos. No sé cuanto tiempo después me desperté cuando sentí que mi pito estaba siendo como comido por tu boca. Estaba tan erguido como antes y a punto de estallar. Me acercaba a tu cola y con mis dedos la abría y con mi lengua lamía tu anito y tu vagina. Te quedabas en cuatro patas y yo me ponía arriba tuyo, pero con mi cabeza entre tu cola. Mi pito se acomodaba al lado de tu cara. Girabas la cabeza y volvías a chuparlo y a acariciar mis huevos con una de tus manos. En un instante te incorporabas, te sentabas sobre mi cintura, y metiéndolo todo en tu culito empezabas a cabalgar. Sentía como mi dureza te excitaba, como al subir y bajar, te penetraba cada milímetro de mi. Sentía como si tu cola estuviera aceitada, porque entraba y salía sin problema. Hasta que en un momento me ponía duro, todo duro, y explotaba dentro tuyo, corriéndote un chorro de semen en tu interior. Vos cabalgabas con más fuerza y velocidad, mientras gritabas de placer, mordiéndote los labios, llegabas al orgasmo. Me acerqué a vos y te abracé, acariciando tus tetas con ternura. No sé qué efecto me produjo tu culito, pero mi miembro no se bajaba, y seguía erguido como si estuviera acabando. Unos minutos después, te hacías para adelante, quedándote en posición de perrito, y sacando mi verga de adentro tuyo. Como me gusta ver tu agujerito amarronado, suave, relajado, abierto, y que de su interior caiga mi semen. Mi pija seguía como antes, haciéndote cargo de ella, girabas y te abalanzabas con tu boca. Habrán sido diez minutos de chupada incesante, hasta que recibiste el premio adentro de tu boca. Ni una gota dejaste escapar.
Miren lo que me escribió ayer. Soñó conmigo! No doy más de tocarme!!! Estoy ansiosa -caliente- por volver a disfrutar su pija adentro mío.
Ahí va:
Eran alrededor de las once de la mañana. El día estaba soleado. No había nubes en el cielo y el sol acariciaba nuestros cuerpos. Estábamos en Tailandia, en una playa paradisíaca, con un mar cristalino y detrás nuestro una selva virgen. Con nosotros había un grupo de gente que se veía que eran conocidos nuestros, pero no sé a ciencia cierta quienes eran. Estaban preparando un fueguito seguramente para cocinar algo o calentar agua.
En cierto momento nos mirábamos a los ojos, cómplices, y nos levantábamos. Caminábamos de la mano por la selva virgen. Escuchábamos el ruido de la selva, los pájaros, algún mono, y la brisa que hacía golpear las ramas de los árboles también rozaba nuestro cuerpo, haciéndonos sentir ráfagas frescas. De pronto encontrábamos un sendero. Nos internamos en él y seguimos hasta que a los pocos minutos desembocábamos en una pequeña bahía en la que desembocaba un arroyo. El agua estaba apenas turbia, pero era dulce y su temperatura muy agradable.
Nos abrazábamos y nos besábamos por unos minutos, apasionándonos con el correr de los segundos.
Al ver que no había nadie mirando, pasaba mis manos por detrás de tu espalda y desprendía el corpiño de tu bikini. Lo dejabas caer. Nuestro cuerpo estaba caliente por el sol y el reflejo de la arena. Y también porque despedíamos calor internamente. No importaba si la noche anterior habíamos tenido una noche ardiente de sexo o nos habíamos dormido mirando televisión. Lo importante es que en ese momento, en ese lugar queríamos comernos el uno al otro. Nuestros pechos se rozaban. Sentía tus pezones endurecerse y sentías el pelo de mi pecho acariciarte. Nuestros labios se confundían en uno solo. Nuestras lenguas jugueteaban como dos adolescentes. Nuestros músculos comenzaban a tensarse y sentí mi miembro crecer sin pausa. Vos también lo sentías y eso hacía que tus pezones se endurecieran y agrandaran más. Te preguntaba “- y si hay alguien mirándonos?” y me contestabas “- que disfruten del espectáculo!”.
Mi pene quería salirse del traje de bajo, y la brisa fresca que pasaba de tanto en tanto contrastaba con el calor que despedía y con el que despedía tu cuerpo tan cercano. Bajaba por tu cuello y me detenía entre tus pechos. Te los besaba y los lamía. Mordisqueaba tus pezones y les pasaba mi lengua haciendo círculos a su alrededor hasta llegar a su centro. Disfrutaba acariciarte y tomarte las tetas con vigor, masajeándolas con ganas. Pasaba toda mi cara entre tus pechos, lamiendo a ambos costados con mi lengua. Me acariciabas la cabeza y te escuchaba suspirar. Con mis manos te envolvía y acariciaba tu espalda, bajando lentamente hasta llegar a tu cola. La tomaba por abajo y la acariciaba haciendo círculos. Metía mi mano por debajo de la bombacha de la bikini, tratando de encontrar el canal entre los cachetes. Mi pija ardía y se hinchaba segundo a segundo. De su punta salía un juguito viscoso y espumoso, según me dirías vos más tarde, delicioso. Sentía endurecer tus pezones y tu colita ya empezaba a humedecerse, al igual que la raya de tu cola.
Al mismo tiempo los dos poníamos nuestras manos en la cintura del otro y con ganas bajábamos vos mi traje de baño y yo la bombacha de tu bikini. Quedábamos desnudos frente a frente. Nos abrazábamos y nuestros cuerpos abrazaban nuestro calor y el calor del sol. Te agachabas lentamente pasando tu lengua por mi pecho, mi panza, el ombligo hasta llegar al pito. Lo lamías todo, agarrándolo de la punta le pasabas tu lengua desde donde nace, sobre los huevos, que acariciabas con la otra mano, hasta la cabecita, rodeándolo y mojándolo con tu saliva. Te contemplaba y acariciaba tu pelo. Mi verga crecía cada vez más, transpiraba y se mojaba con cada lenguetazo y cada mordisco que le dabas. Llegabas a la cabecita y bajabas la piel hasta ponerla todo al descubierto, rojo, ardiente, como con una espumita blanca que me sacabas con la lengua mientras disfrutábamos el momento. Lo metías todo en tu boca. Con tu lengua lo acariciabas, con tus dientes lo mordisqueabas, y con tu mano lo pasabas de lado a lado. Lo sacabas de tu boca y con mi mano hacía pequeños golpecitos sobre tus labios. Ponía otra vez la cabecita entre tus labios y hacía un movimiento circular con él, rodeándote los labios. Lo chupabas y le sacabas más juguito. Yo estaba extasiado. Después te alzaba y empezaba yo a bajar, primero por tus pechos, pasando por tu pancita, y recorriendo tu cintura hasta llegar a tu pubis. Con mis manos agarraba tus cachetes y los abría para que sintieras la fresca brisa que cada tanto nos rozaba. Los tomaba como dos cubetas y con movimientos ascendentes los acariciaba hasta rozar los labios de tu vagina y tu anito.
Sentía lo mojado que estaban tus agujeritos y mi pito se calentaba y agrandaba más y más. Con una mano te abría los labios de la vagina y con la otra empezaba con los dedos a hacer circulitos alrededor de tu anito, formando una espiral que terminaba suavemente adentro de él. Mi boca se humedecía pensando ya en la sensación de besarte la colita y sentir el sabor de tu vagina calentita y húmeda. Me agachaba y ponía una pierna tuya sobre mi hombro, quedando todos tus labios vaginales frente a mis labios. Te los besaba, los lamía y con la punta de mi lengua empezaba a jugar con tu clítoris. Escuchaba tus gemidos y mi pito no daba más. Estaba por estallar. Mientras mis manos acariciaban tus piernas y tu culito, durito y pomposo. Metía mi lengua dentro tuyo y la movía rápidamente mientras vos tomabas mi cabeza y la acariciabas con fuerza. Te acostaba sobre la arena y te penetraba sin cesar, entrando y saliendo mi pito de tu vagina como una máquina perfecta, aceitada. Hervíamos. Te agarraba de la cola y te alzaba unos centímetros. Penetraba con todo mi pene tu cola mientras con una mano acariciaba tu vagina y la penetraba rápidamente.
De pronto, cuando estábamos por acabar escuchábamos un ruido extraño. Pensando que había gente nos metíamos así, desnudos, al agua. Te abrazaba por la espalda y metía mi pija otra vez en tu cola. Mordías un dedo de mi mano. Lo sacaba y te penetraba la vagina mientras abrazaba tus tetas y las acariciaba y masajeaba. Te mordía la oreja y el cuello. Te dabas vuelta y me abrazabas con tus piernas y tus brazos. Nos besábamos apasionadamente, hacíamos de nuestras bocas vaginas y pitos y nos chupábamos y lamíamos y mordíamos.
De pronto, el ruido volvió a escucharse. Estaba en el agua. Advertí sobre la superficie como el lomo de un pez grande, de unos dos metros. Te puse detrás de mí para protegerte. El animal se movía de un lado para el otro, mientras nosotros, desnudos, con el agua hasta el pecho seguíamos su movimiento. Mi pito, por la adrenalina corrida y corriendo seguía erguido. Tomaba una caña de bambú y de repernte el bicho saltó de un golpe. Apenas salió del agua vimos esa inconfundible cara de un tigre atacando. Era hermoso, pero a la vez, extremadamente peligroso. Sus ojos se posaron sobre tu espalda, tratando de calcular el próximo salto. Fue un segundo, volvió a saltar y cuando se dirigía con sus garras a clavarte la espalda me interpuse entre los dos. Caí al agua con el tigre encima, y, sería por la adrenalina que pude levantarme y empujar al animal un metro. Te grité que corrieras fuera del agua. Me distraje al verte correr desnuda, dejando al descubierto tus tetas y tu cola mojada por el agua. Me inquieté y mi pene se endureció más cuando te resbalaste, caíste en cuatro patas y dejaste al descubierto aquello que había estado acariciando, saboreando y penetrando apenas unos minutos antes.
Empezó la batalla con el tigre. Con la caña de bambú golpeaba su frente para auyentarlo pero el animal se acercaba cada vez más. Salía un poco del agua y te quedabas mirando el animal… y mi pito erguido. De pronto pegó un salto hacia mí. Me agaché y con la caña golpeé fuerte a los testículos del tigre. El pobre animal pegó un grito como de un niño llorando por comida, se fue corriendo y se perdió en el bosque.
Salí del agua. Nos abrazamos, nos acostamos en la arena y nos dormimos. No sé cuanto tiempo después me desperté cuando sentí que mi pito estaba siendo como comido por tu boca. Estaba tan erguido como antes y a punto de estallar. Me acercaba a tu cola y con mis dedos la abría y con mi lengua lamía tu anito y tu vagina. Te quedabas en cuatro patas y yo me ponía arriba tuyo, pero con mi cabeza entre tu cola. Mi pito se acomodaba al lado de tu cara. Girabas la cabeza y volvías a chuparlo y a acariciar mis huevos con una de tus manos. En un instante te incorporabas, te sentabas sobre mi cintura, y metiéndolo todo en tu culito empezabas a cabalgar. Sentía como mi dureza te excitaba, como al subir y bajar, te penetraba cada milímetro de mi. Sentía como si tu cola estuviera aceitada, porque entraba y salía sin problema. Hasta que en un momento me ponía duro, todo duro, y explotaba dentro tuyo, corriéndote un chorro de semen en tu interior. Vos cabalgabas con más fuerza y velocidad, mientras gritabas de placer, mordiéndote los labios, llegabas al orgasmo. Me acerqué a vos y te abracé, acariciando tus tetas con ternura. No sé qué efecto me produjo tu culito, pero mi miembro no se bajaba, y seguía erguido como si estuviera acabando. Unos minutos después, te hacías para adelante, quedándote en posición de perrito, y sacando mi verga de adentro tuyo. Como me gusta ver tu agujerito amarronado, suave, relajado, abierto, y que de su interior caiga mi semen. Mi pija seguía como antes, haciéndote cargo de ella, girabas y te abalanzabas con tu boca. Habrán sido diez minutos de chupada incesante, hasta que recibiste el premio adentro de tu boca. Ni una gota dejaste escapar.
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