Voy a empezar el relato con lo que puse en la comunidad (Giselita petera) por si alguno no paso y no sabe con que va a encontrarse:
Y ahora si, el relato propiamente dicho:
Tal como habíamos arreglado el día anterior, en medio de un almuerzo familiar, el Negro paso el lunes bien temprano por su prometido “pete”: un “petiso”, como dijeron muchos en la comunidad. Yo todavía estaba en camisón, y sabiendo para lo que venía, ni me molesté en vestirme. Lo atendí así como estaba cuándo toco el timbre.
-Espere a que tu vieja se fuera, para evitar cualquier inconveniente- me dijo ni bien le abrí la puerta.
-Esta bien, pasa, después de todos estos años no creo que desconfíe de vos-
En la sala estaba mi abuelita, que es de levantarse temprano.
-Hola doña…. ¿Cómo anda?- la saludó.
Mi abuela le correspondió con un asentimiento de cabeza.
-Viene a arreglarme el equipo- le informé por si hacía falta, aunque por su enfermedad ella esta en su propio mundo.
-Veni, vamos- le digo al Negro y enfilamos para el dormitorio.
Entramos, cierro la puerta y quedamos el uno frente al otro, mirándonos fijamente.
-¿En serio me vas hacer chupártela?- le pregunto inquisitiva, de brazos cruzados.
-Es… lo que me dijiste- asintió sorprendido.
-Porque no me dejabas de joder con lo de la otra vez- le aclaré.
-Bueno, si, es que… me dejaste loco Gise… ¿sabés hace cuánto que no me echaba un polvo así?- me hizo notar.
-Entonces tendrías que estar agradecido…-
-…y lo estoy…-
-…por lo que me estás obligando a hacer no parece- le recriminé.
-¿Qué? ¿No te gustó?-
-No es eso, para mí también estuvo bueno, la pase muy bien y te lo agradezco, pero fue esa vez nada más, no sé, estaba caliente, que lo hayamos hecho no quiere decir que seamos amantes- traté de explicarle –Además Negro, tené en cuenta que casi somos familia, ¿te imaginás lo que puede llegar a pasar si alguien nos descubre?-
-Nadie nos va a descubrir-
-Pero no es el hecho de si nos descubren o no, es que… no podemos… esta mal, yo siempre me lleve bien con tu esposa, con Daniela, con Gastón, no quiero cagarlos así-
-Ok, entonces me hiciste venir para decirme que me vaya a la mierda- dijo en tono fastidioso.
-Tampoco te pongas en pelotudo Negro-
-¿Entonces…?-
-Mirá… voy a cumplir con lo que te prometí, porque sos vos- ahí su semblante cambió –Pero me tenés que prometer que después de esta vez ya no me vas a volver a buscar-
-Te prometo lo que quieras- me dice procediendo ya a desabrocharse el pantalón.
-No, pará- lo frené en seco –Me lo tenés que prometer en serio, sino no hay nada-
-Esta bien, te lo prometo por mis hijos, después de hoy no vuelvo a buscarte nunca más- asintió.
-Así esta mejor- me sonreí- Así que como es nuestra última vez juntos, vamos a hacerlo bien, ¿no te parece?-
Estuvo de acuerdo. Lo tomé de la mano y lo lleve hacia el pie de mi cama. Hice que se sentara en el borde, y echándome en el suelo, entre sus piernas abiertas, comencé a acariciar sus muslos por sobre la tela del jean. Mis manos se desplazaban arriba y abajo, alrededor del pronunciado abultamiento que se le formaba debajo de la bragueta. Le pasaba cerca pero no se lo tocaba. Cuándo se lo toque lo hice con los labios, besándole el bulto aquí y allá, sintiéndolo crecer, sintiendo esa tensión incontrolable que amenazaba con romper las costuras del pantalón.
-¡Mmmm… como estás Negro… parece que es verdad que me tenés ganas!- le dije entonces pegándole una tremenda apretada de paquete.
-¡No te imaginás cuántas… lástima que lo de hoy solo sea un pete!- repuso.
-Si… lástima- asentí a la vez que empezaba a desabrocharle el pantalón.
Primero el cinturón, luego el botón, sigo con el cierre y abriéndole las solapas le meto una mano adentro, por debajo del slip, aprisionando ese pedazo de carne que ya parece estar en plena ebullición. Lo saco afuera y se lo muevo arriba y abajo, en forma constante, notando enseguida como empiezan a salir unas densas gotitas por el agujerito de la punta. Me humedezco los dedos con ellas y esparzo el líquido por todo el contorno de tan bestial elemento. ¡Que buena pija tiene el Negro! No se lo digo para no agrandarlo y para no hacerle creer que me voy a entregar tan fácilmente, pero que buen aparato que tiene por Dios. Una pija así estaría chupándola todo el día… no me sacan ni con el grupo GEO… jajaja. Igual me hago la que me cuesta, como que lo hago por obligación, por la promesa que le hice. Vos y yo sabemos que no es así, que cuándo me la meto en la boca y empiezo a chuparla es porque me gusta, porque me encanta sentir una buena pija palpitando entre mis labios. Como dice la hinchada: “Petera soy y petera he de morir”. Y aunque quería hacerme la difícil, en ese momento, al sentir el líquido preseminal mezclándose con mi saliva, me olvidé de todas mis inhibiciones, del miedo a ser descubiertos, y de cómo a falta del mío muchas veces había considerado al Negro como un padre… ja… flor de padre sería teniéndome ahí meta chuparle la pija. Por un instante me olvide de todo eso y me concentré en hacerle la mejor mamada posible. En ese aspecto siempre trato de dar lo mejor de mí, no sé, nunca se la chupe a alguien sin ganas, me gusta chupar y creo que se nota cuándo lo estoy haciendo, la manera en que gimen, suspiran y sobre todo como me miran me permite saber que lo mío excede lo meramente aceptable. Y en ese momento el Negro tenía esa mirada, como perdida, alucinada, mirando más allá, tratando de no perderse ninguno de mis gestos. A los hombres les gusta mirar, ver como me la meto en la boca, como la succiono, como le paso la lengüita, yo en cambio prefiero cerrar los ojos y dejarme llevar, dejar que mis emociones afloren y me arrastren a ese pináculo de Gloria que siempre esta esperando por mí. Así se la chupaba, suave, dulcemente, con los ojos cerrados, disfrutando de cada pedazo, no me la comía toda, solo hasta la mitad, pasándole la lengua por todo el resto, estaba como enamorada de esa poronga, hasta que… en un momento el Negro puso sus manos sobre mi cabeza y ejerciendo presión hacia abajo me mantuvo ahí aprisionada, con toda su verga atorada en la garganta, apenas podía respirar, sintiendo además sus pelos rozando mi nariz, lo que me producía unas enormes ganas de estornudar… ¡pero no podía!... ¡¡porque tenía la boca llena de carne!! Prácticamente no podía respirar, las lágrimas se me salían de los ojos y la baba me chorreaba por las comisuras de los labios.
Cuándo me soltó sentí un alivio impresionante, estornudé varias veces, y lo miré como recriminándole lo que acababa de hacer pero el Negro estaba con una cara de degenerado que metía miedo. Con que te gusta así, dije para mí misma y agachando la cabeza, en absoluto acto de sumisión, me la volví a comer entera, solo que esta vez por iniciativa propia. Él solo me miraba, así que le agarre una mano y la puse sobre mi cabeza para que volviera a hacerme lo mismo, dudo por un instante pero finalmente lo hizo, puso su otra mano sobre la primera y presionó sobre mi cabeza, siempre hacia abajo, haciéndome tragar hasta el último pedazo de poronga, mis labios le rozaban el pubis y los huevos y no me soltó sino hasta que golpeé varias veces la cama para avisarle que ya no aguantaba más. Cuándo me aparté un chorro de guasca mezclada con mi saliva se derramó de mi boca. Lo repetimos varias veces más, siempre hasta el momento límite en que me quedaba sin aire y sentía que me daban arcadas, entonces me soltaba y el alivio se tornaba sumamente placentero. Una deliciosa y apetecible tortura. Luego retornamos a la mamada convencional, siempre agarrándosela por la base y moviéndosela arriba y abajo, saboreando el glande como si se tratara del fruto más delicioso sobre la faz de la Tierra… y para mí lo era.
De pronto, se la deje ahí parada, vibrando fuertemente y me saque el camisón, mis tetas ya estaba con los pezones en punta, así que los paseé en torno a tan robusto pijazo, y acomodándome en la forma adecuada, le hice una turca de ensueño. Mis tetas envolvían la pija del Negro, y la refregaban en toda su extensión, el glande sobresalía por sobre todo ese derroche de carne, hinchado, húmedo, amoratado… se ponía mucho más rico todavía. Con la puntita de mi lengua, la ponía de costado y le entraba a la ranurita de la punta, tratando de escarbar más y más adentro, sintiendo como la leche brotaba gota a gota… incansablemente. Yo ya estaba en llamas, así que me levanté y me eche en la cama, de espalda y con las piernas abiertas, esperando lo que usualmente correspondería: una buena cogida. Pero entonces el Negro se levantó, agarró su pantalón y me dijo:
-Gracias nena…-
Yo me quede mirándolo sin entender.
-¿Qué pasa?- me preguntó mientras empezaba a vestirse.
-¿No me vas a coger?- le pregunté.
La concha me echaba humo de tan caliente que estaba.
-Yo vine por un pete y eso tuve… una promesa es una promesa- me dijo mientras amagaba vestirse.
-No seas hijo de puta, ¿me vas a dejar así?- le grité desesperada, metiéndome ya los dedos.
Enfiló para la puerta, se detuvo, se dio la vuelta, me miró y… dejo todo lo que había agarrado y de un salto se me tiró encima.
-¿Creías que me iba a perder esto?- me dijo cagándose de la risa a la vez que me chupaba las tetas y reemplazaba mis dedos con los suyos, hurgándome bien adentro la concha. Me aferré fuertemente de su pija, y empecé a movérsela, sintiendo en todo su esplendor esa dureza exquisita que tanto me incitaba. De a poco fue bajando por mi cuerpo, chupándome, lamiéndome, mordiéndome, marcando con su saliva cada centímetro de mi piel. Cuándo estuvo bien abajo se acomodó entre mis muslos y emprendió el ataque contra mi entregada intimidad. El flujo me chorreaba a mares y él lo lamió sin problema, siguiendo luego el sinuoso camino de su lengua por entre mis labios, succionándome por dentro, saboreando todo mi interior, chupándome en una forma por demás deliciosa. A causa de sus cada vez más incisivas lamidas, sentía esas contracciones que desde mi vientre se extendían por todo mi cuerpo, haciéndome temblar de manera incontrolable. Envolví mis piernas alrededor de su cuello, tratando de retenerlo ahí todo el tiempo que me fuera posible, ansiando sentir su lengua, sus labios, sus dientes y hasta sus dedos mucho más adentro todavía.
-Pensé que iba a ser un pete nada más, así que no traje forros- me dijo luego de tan impresionante chupada de concha, a la vez que se levantaba y me mostraba en todo su esplendor una erección de antología.
¿Acaso le iba a decir que no?
-Metémela de una vez…- le pedí casi como un ruego.
Se puso mis piernas sobre los hombros, enfiló la verga hacia mi concha toda abierta y anhelante, y… no me la metió él, me la metí yo solita empujando mi pelvis hacia delante, ensartándome por mis propios medios en tan vigorosa barra de carne. Cuándo la tuve toda adentro, apoyé la cabeza en el colchón, arqueé lo más que pude la espalda y solté un complaciente suspiro, liberando en ese solo suspiro toda la tensión sexual que venía acumulando desde el mismo momento en que le prometí un pete el día anterior. Con los codos bien apoyados en la cama empecé a moverme, atrás y adelante, atrás y adelante, ensartándome cada vez más profundo, cada vez más adentro, sintiendo esa brutal poronga palpitar en mis entrañas. Entonces empezó a moverse él también, pero yo no me detuve, sino que seguí, y mucho más fuerte todavía, chocando contra su cuerpo una y otra vez, el ruido de los cuerpos chocando era casi tan fuerte como nuestros gemidos, igual no me importaba, seguí, seguí y seguí, hasta que… ¡Ahhhhhhhhhh…!... tuve un orgasmo tan fuerte que casi me desmayo, sentí con absoluta nitidez la humedad del polvo bañando por completo la poronga del Negro.
-¡Que acabada negrita…!- me susurró al sentir que yo había llegado, y dejándomela bien clavada ahí me dejo disfrutar por unos momentos de tan impagable momento.
Ni bien me recuperé me volvió a agarrar fuerte de las piernas, y empezó a cogerme con todo, moviéndose ahora él solo, conmigo todavía medio sedada por el polvo anterior… me cogió por un buen rato así, con las patitas al hombro, tras lo cuál, evidentemente cansado por el esfuerzo, me puso de costado, se recostó tras de mí y me la metió desde atrás. Yo seguía como noqueada, por lo que el Negro me usaba a su antojo, dándome sin pausa alguna, hasta que en una de esas me la metió por el orto y ahí si que me desperté. Tengo que decir que aunque tengo el culo más transitado que la ruta 2 en época de vacaciones, después de ser usado, aunque el orificio no recupera su estrechez original, si se cierra lo suficiente como para que cuándo te la vuelven a meter por ahí sentís el trauma de la apertura. Eso me pasó con el Negro, usando solamente mi flujo como lubricante, el cuál le humedecía toda la poronga, me hizo el culito en forma bien profunda. Pero no se quedaba solo con el culo, sino que alternaba, me la metía una vez por el culo y otra por la concha, salía de un agujero y entraba en el otro, y de a ratos hasta me la sacaba del todo, se levantaba y me la ponía en la boca para que se la chupara, así como estaba, toda impregnada con mis jugos íntimos y los suyos también… parecía que con dos agujeros no le era suficiente. Me estuvo cogiendo por un buen rato más, de ahí me puso en cuatro y me dio una salsa terrible, sacudiéndome todo el cuerpo con cada embestida, siempre perforándome el culo y la concha a la vez, en forma casi simultánea. También me hizo montarlo, al derecho y al revés, metiéndomela siempre hasta los huevos, llenándome todos los agujeros con esa enardecida barra de carne que parecía no ceder ni un ápice su vigor. Finalmente, luego de haberme cogido y recontra-cogido en cuánta posición se le ocurrió, me la puso en la boca y dejo que yo me encargara. Así lo hice… yo estaba tendida de espalda en la cama, desfalleciente, y él arrodillado al lado mío, así que se la agarré con una mano y entré a chupársela con frenesí. Ya podía sentir como pulsaba el glande y como se contraían las venas… sus gestos también me anunciaban que estaba cerca… entonces se la chupe con mas fuerza todavía hasta que… la leche empezó a brotar como un torrente dentro de mi boca… aunque en un primer momento sentí esa arcada que te impulsa a sacártela y a escupir todo lo que te cayó adentro, me mantuve con los labios bien apretados en torno a ese caliente y pegajoso aparato, tragándome todo lo que me escupía adentro, si, me tragué toda la leche del Negro, sin derramar ni una sola gota… o algunas pocas tal vez que se derramaban por las comisuras de mis labios. Igual, esas pocas gotitas las junté después con un dedo, el cuál llevé a mi boca y chupé con avidez. Lo mismo hice con la pija del Negro cuándo terminó de eyacular todo el semen que contenía sus huevos, se la chupé y lamí hasta dejársela bien limpia, seca y lustrosa.
Entre suspiros de agradecimiento me frotó la verga por toda la cara, como pintándome con ella, evidenciando en cada gesto el inmenso placer que le había proporcionado.
“Too Much…”. Quede aniquilada.
-Después de esta nunca más, eh- le recordé mientras se vestía.
-No te preocupes negrita lo prometido es deuda- me dijo guiñándome un ojo.
Me limpié con lo que tenía a mano, me puse el camisón, prendí el equipo de audio, para aparentar ante mi abuela que lo había arreglado y lo acompañé hasta la puerta. Lo despedí con un beso y me quede mirándolo mientras se alejaba, deseando muy dentro mío que el Negro no fuera de esos que cumplen sus promesas… por lo menos yo me voy a encargar de que se le haga difícil cumplirla.
[/align]Click aqui para ampliar foto
Hoy domingo vino a comer la familia del Negro a casa... no sé, mi mamá los invito... Yo me entere cuándo abrí la puerta... vino con Margarita, la señora, y con la nena más chica, una preciosa beba de año y medio... sus otros dos hijos son: Daniela, la mayor, que tiene mi misma edad y con la cuál nos criamos prácticamente juntas, y Gastón, el del medio, que debe tener 16 o 17 años, y juega en las inferiores de Huracán (futuro crack quemero... jaja)... A decir verdad tal invitación no tendría porque extrañarme, ya que con ellos hemos pasado hasta vacaciones juntos y más de alguna navidad o año nuevo. El Negro y su flia. siempre fueron muy cercanos a nosotras, pero desde que pasó lo que pasó con él, ( para mayores referencias leer http://www.poringa.net/posts/relatos/1924191/El-Negro___.html) no me sentía tan bien teniéndola a su esposa cerca... me sentía una tramposa. Como será que desde aquella vez no volví a hablar con Daniela, y eso que es una de mis mejores y más íntimas amigas. LA cosa es que en cierto momento, luego del amuerzo, mi mamá se va con Margarita a la cocina para lavar los platos y traer el postre, dejándome a solas con la beba y el Negro. En eso me acerca y me dice que no puede olvidarse de lo que paso entre nosotros aquella vez. Yo trate de cambiarle de tema, pero no hubo caso, me seguía insistiendo. Yo le decía que no daba, que se olvidara, que había sido esa vez nada más. Pero él seguía con la misma cantinela. Yo tenía miedo de que en cualquier momento se apareciera mi mamá o la esposa de él, así que para cortarla le dije que lo máximo que podía consentir era hacerle un pete.... estuvo de acuerdo. Me pregunto si ahora o cuándo... no boludo, le dije, venite mañana antes del mediodía y lo hacemos. Y así asunto finalizado. Cuándo mi vieja y Margarita volvieron con los postres comenté al pasar que mi equipo de audio estaba fallando, por supuesto él se ofreció a "hacerme un service". -Si queres paso mañana y lo veo- me propuso. -Dale, pasate- le dije y asi blanqueamos la situación, por si alguien lo veía entrar a esa hora. Mañana lunes viene por su pete... yo se que no da tener algo otra vez con él, pero bueno, espero complacerlo con una mamada y que no vuelva a romperme más las pelotas...
Y ahora si, el relato propiamente dicho:
Tal como habíamos arreglado el día anterior, en medio de un almuerzo familiar, el Negro paso el lunes bien temprano por su prometido “pete”: un “petiso”, como dijeron muchos en la comunidad. Yo todavía estaba en camisón, y sabiendo para lo que venía, ni me molesté en vestirme. Lo atendí así como estaba cuándo toco el timbre.
-Espere a que tu vieja se fuera, para evitar cualquier inconveniente- me dijo ni bien le abrí la puerta.
-Esta bien, pasa, después de todos estos años no creo que desconfíe de vos-
En la sala estaba mi abuelita, que es de levantarse temprano.
-Hola doña…. ¿Cómo anda?- la saludó.
Mi abuela le correspondió con un asentimiento de cabeza.
-Viene a arreglarme el equipo- le informé por si hacía falta, aunque por su enfermedad ella esta en su propio mundo.
-Veni, vamos- le digo al Negro y enfilamos para el dormitorio.
Entramos, cierro la puerta y quedamos el uno frente al otro, mirándonos fijamente.
-¿En serio me vas hacer chupártela?- le pregunto inquisitiva, de brazos cruzados.
-Es… lo que me dijiste- asintió sorprendido.
-Porque no me dejabas de joder con lo de la otra vez- le aclaré.
-Bueno, si, es que… me dejaste loco Gise… ¿sabés hace cuánto que no me echaba un polvo así?- me hizo notar.
-Entonces tendrías que estar agradecido…-
-…y lo estoy…-
-…por lo que me estás obligando a hacer no parece- le recriminé.
-¿Qué? ¿No te gustó?-
-No es eso, para mí también estuvo bueno, la pase muy bien y te lo agradezco, pero fue esa vez nada más, no sé, estaba caliente, que lo hayamos hecho no quiere decir que seamos amantes- traté de explicarle –Además Negro, tené en cuenta que casi somos familia, ¿te imaginás lo que puede llegar a pasar si alguien nos descubre?-
-Nadie nos va a descubrir-
-Pero no es el hecho de si nos descubren o no, es que… no podemos… esta mal, yo siempre me lleve bien con tu esposa, con Daniela, con Gastón, no quiero cagarlos así-
-Ok, entonces me hiciste venir para decirme que me vaya a la mierda- dijo en tono fastidioso.
-Tampoco te pongas en pelotudo Negro-
-¿Entonces…?-
-Mirá… voy a cumplir con lo que te prometí, porque sos vos- ahí su semblante cambió –Pero me tenés que prometer que después de esta vez ya no me vas a volver a buscar-
-Te prometo lo que quieras- me dice procediendo ya a desabrocharse el pantalón.
-No, pará- lo frené en seco –Me lo tenés que prometer en serio, sino no hay nada-
-Esta bien, te lo prometo por mis hijos, después de hoy no vuelvo a buscarte nunca más- asintió.
-Así esta mejor- me sonreí- Así que como es nuestra última vez juntos, vamos a hacerlo bien, ¿no te parece?-
Estuvo de acuerdo. Lo tomé de la mano y lo lleve hacia el pie de mi cama. Hice que se sentara en el borde, y echándome en el suelo, entre sus piernas abiertas, comencé a acariciar sus muslos por sobre la tela del jean. Mis manos se desplazaban arriba y abajo, alrededor del pronunciado abultamiento que se le formaba debajo de la bragueta. Le pasaba cerca pero no se lo tocaba. Cuándo se lo toque lo hice con los labios, besándole el bulto aquí y allá, sintiéndolo crecer, sintiendo esa tensión incontrolable que amenazaba con romper las costuras del pantalón.
-¡Mmmm… como estás Negro… parece que es verdad que me tenés ganas!- le dije entonces pegándole una tremenda apretada de paquete.
-¡No te imaginás cuántas… lástima que lo de hoy solo sea un pete!- repuso.
-Si… lástima- asentí a la vez que empezaba a desabrocharle el pantalón.
Primero el cinturón, luego el botón, sigo con el cierre y abriéndole las solapas le meto una mano adentro, por debajo del slip, aprisionando ese pedazo de carne que ya parece estar en plena ebullición. Lo saco afuera y se lo muevo arriba y abajo, en forma constante, notando enseguida como empiezan a salir unas densas gotitas por el agujerito de la punta. Me humedezco los dedos con ellas y esparzo el líquido por todo el contorno de tan bestial elemento. ¡Que buena pija tiene el Negro! No se lo digo para no agrandarlo y para no hacerle creer que me voy a entregar tan fácilmente, pero que buen aparato que tiene por Dios. Una pija así estaría chupándola todo el día… no me sacan ni con el grupo GEO… jajaja. Igual me hago la que me cuesta, como que lo hago por obligación, por la promesa que le hice. Vos y yo sabemos que no es así, que cuándo me la meto en la boca y empiezo a chuparla es porque me gusta, porque me encanta sentir una buena pija palpitando entre mis labios. Como dice la hinchada: “Petera soy y petera he de morir”. Y aunque quería hacerme la difícil, en ese momento, al sentir el líquido preseminal mezclándose con mi saliva, me olvidé de todas mis inhibiciones, del miedo a ser descubiertos, y de cómo a falta del mío muchas veces había considerado al Negro como un padre… ja… flor de padre sería teniéndome ahí meta chuparle la pija. Por un instante me olvide de todo eso y me concentré en hacerle la mejor mamada posible. En ese aspecto siempre trato de dar lo mejor de mí, no sé, nunca se la chupe a alguien sin ganas, me gusta chupar y creo que se nota cuándo lo estoy haciendo, la manera en que gimen, suspiran y sobre todo como me miran me permite saber que lo mío excede lo meramente aceptable. Y en ese momento el Negro tenía esa mirada, como perdida, alucinada, mirando más allá, tratando de no perderse ninguno de mis gestos. A los hombres les gusta mirar, ver como me la meto en la boca, como la succiono, como le paso la lengüita, yo en cambio prefiero cerrar los ojos y dejarme llevar, dejar que mis emociones afloren y me arrastren a ese pináculo de Gloria que siempre esta esperando por mí. Así se la chupaba, suave, dulcemente, con los ojos cerrados, disfrutando de cada pedazo, no me la comía toda, solo hasta la mitad, pasándole la lengua por todo el resto, estaba como enamorada de esa poronga, hasta que… en un momento el Negro puso sus manos sobre mi cabeza y ejerciendo presión hacia abajo me mantuvo ahí aprisionada, con toda su verga atorada en la garganta, apenas podía respirar, sintiendo además sus pelos rozando mi nariz, lo que me producía unas enormes ganas de estornudar… ¡pero no podía!... ¡¡porque tenía la boca llena de carne!! Prácticamente no podía respirar, las lágrimas se me salían de los ojos y la baba me chorreaba por las comisuras de los labios.
Cuándo me soltó sentí un alivio impresionante, estornudé varias veces, y lo miré como recriminándole lo que acababa de hacer pero el Negro estaba con una cara de degenerado que metía miedo. Con que te gusta así, dije para mí misma y agachando la cabeza, en absoluto acto de sumisión, me la volví a comer entera, solo que esta vez por iniciativa propia. Él solo me miraba, así que le agarre una mano y la puse sobre mi cabeza para que volviera a hacerme lo mismo, dudo por un instante pero finalmente lo hizo, puso su otra mano sobre la primera y presionó sobre mi cabeza, siempre hacia abajo, haciéndome tragar hasta el último pedazo de poronga, mis labios le rozaban el pubis y los huevos y no me soltó sino hasta que golpeé varias veces la cama para avisarle que ya no aguantaba más. Cuándo me aparté un chorro de guasca mezclada con mi saliva se derramó de mi boca. Lo repetimos varias veces más, siempre hasta el momento límite en que me quedaba sin aire y sentía que me daban arcadas, entonces me soltaba y el alivio se tornaba sumamente placentero. Una deliciosa y apetecible tortura. Luego retornamos a la mamada convencional, siempre agarrándosela por la base y moviéndosela arriba y abajo, saboreando el glande como si se tratara del fruto más delicioso sobre la faz de la Tierra… y para mí lo era.
De pronto, se la deje ahí parada, vibrando fuertemente y me saque el camisón, mis tetas ya estaba con los pezones en punta, así que los paseé en torno a tan robusto pijazo, y acomodándome en la forma adecuada, le hice una turca de ensueño. Mis tetas envolvían la pija del Negro, y la refregaban en toda su extensión, el glande sobresalía por sobre todo ese derroche de carne, hinchado, húmedo, amoratado… se ponía mucho más rico todavía. Con la puntita de mi lengua, la ponía de costado y le entraba a la ranurita de la punta, tratando de escarbar más y más adentro, sintiendo como la leche brotaba gota a gota… incansablemente. Yo ya estaba en llamas, así que me levanté y me eche en la cama, de espalda y con las piernas abiertas, esperando lo que usualmente correspondería: una buena cogida. Pero entonces el Negro se levantó, agarró su pantalón y me dijo:
-Gracias nena…-
Yo me quede mirándolo sin entender.
-¿Qué pasa?- me preguntó mientras empezaba a vestirse.
-¿No me vas a coger?- le pregunté.
La concha me echaba humo de tan caliente que estaba.
-Yo vine por un pete y eso tuve… una promesa es una promesa- me dijo mientras amagaba vestirse.
-No seas hijo de puta, ¿me vas a dejar así?- le grité desesperada, metiéndome ya los dedos.
Enfiló para la puerta, se detuvo, se dio la vuelta, me miró y… dejo todo lo que había agarrado y de un salto se me tiró encima.
-¿Creías que me iba a perder esto?- me dijo cagándose de la risa a la vez que me chupaba las tetas y reemplazaba mis dedos con los suyos, hurgándome bien adentro la concha. Me aferré fuertemente de su pija, y empecé a movérsela, sintiendo en todo su esplendor esa dureza exquisita que tanto me incitaba. De a poco fue bajando por mi cuerpo, chupándome, lamiéndome, mordiéndome, marcando con su saliva cada centímetro de mi piel. Cuándo estuvo bien abajo se acomodó entre mis muslos y emprendió el ataque contra mi entregada intimidad. El flujo me chorreaba a mares y él lo lamió sin problema, siguiendo luego el sinuoso camino de su lengua por entre mis labios, succionándome por dentro, saboreando todo mi interior, chupándome en una forma por demás deliciosa. A causa de sus cada vez más incisivas lamidas, sentía esas contracciones que desde mi vientre se extendían por todo mi cuerpo, haciéndome temblar de manera incontrolable. Envolví mis piernas alrededor de su cuello, tratando de retenerlo ahí todo el tiempo que me fuera posible, ansiando sentir su lengua, sus labios, sus dientes y hasta sus dedos mucho más adentro todavía.
-Pensé que iba a ser un pete nada más, así que no traje forros- me dijo luego de tan impresionante chupada de concha, a la vez que se levantaba y me mostraba en todo su esplendor una erección de antología.
¿Acaso le iba a decir que no?
-Metémela de una vez…- le pedí casi como un ruego.
Se puso mis piernas sobre los hombros, enfiló la verga hacia mi concha toda abierta y anhelante, y… no me la metió él, me la metí yo solita empujando mi pelvis hacia delante, ensartándome por mis propios medios en tan vigorosa barra de carne. Cuándo la tuve toda adentro, apoyé la cabeza en el colchón, arqueé lo más que pude la espalda y solté un complaciente suspiro, liberando en ese solo suspiro toda la tensión sexual que venía acumulando desde el mismo momento en que le prometí un pete el día anterior. Con los codos bien apoyados en la cama empecé a moverme, atrás y adelante, atrás y adelante, ensartándome cada vez más profundo, cada vez más adentro, sintiendo esa brutal poronga palpitar en mis entrañas. Entonces empezó a moverse él también, pero yo no me detuve, sino que seguí, y mucho más fuerte todavía, chocando contra su cuerpo una y otra vez, el ruido de los cuerpos chocando era casi tan fuerte como nuestros gemidos, igual no me importaba, seguí, seguí y seguí, hasta que… ¡Ahhhhhhhhhh…!... tuve un orgasmo tan fuerte que casi me desmayo, sentí con absoluta nitidez la humedad del polvo bañando por completo la poronga del Negro.
-¡Que acabada negrita…!- me susurró al sentir que yo había llegado, y dejándomela bien clavada ahí me dejo disfrutar por unos momentos de tan impagable momento.
Ni bien me recuperé me volvió a agarrar fuerte de las piernas, y empezó a cogerme con todo, moviéndose ahora él solo, conmigo todavía medio sedada por el polvo anterior… me cogió por un buen rato así, con las patitas al hombro, tras lo cuál, evidentemente cansado por el esfuerzo, me puso de costado, se recostó tras de mí y me la metió desde atrás. Yo seguía como noqueada, por lo que el Negro me usaba a su antojo, dándome sin pausa alguna, hasta que en una de esas me la metió por el orto y ahí si que me desperté. Tengo que decir que aunque tengo el culo más transitado que la ruta 2 en época de vacaciones, después de ser usado, aunque el orificio no recupera su estrechez original, si se cierra lo suficiente como para que cuándo te la vuelven a meter por ahí sentís el trauma de la apertura. Eso me pasó con el Negro, usando solamente mi flujo como lubricante, el cuál le humedecía toda la poronga, me hizo el culito en forma bien profunda. Pero no se quedaba solo con el culo, sino que alternaba, me la metía una vez por el culo y otra por la concha, salía de un agujero y entraba en el otro, y de a ratos hasta me la sacaba del todo, se levantaba y me la ponía en la boca para que se la chupara, así como estaba, toda impregnada con mis jugos íntimos y los suyos también… parecía que con dos agujeros no le era suficiente. Me estuvo cogiendo por un buen rato más, de ahí me puso en cuatro y me dio una salsa terrible, sacudiéndome todo el cuerpo con cada embestida, siempre perforándome el culo y la concha a la vez, en forma casi simultánea. También me hizo montarlo, al derecho y al revés, metiéndomela siempre hasta los huevos, llenándome todos los agujeros con esa enardecida barra de carne que parecía no ceder ni un ápice su vigor. Finalmente, luego de haberme cogido y recontra-cogido en cuánta posición se le ocurrió, me la puso en la boca y dejo que yo me encargara. Así lo hice… yo estaba tendida de espalda en la cama, desfalleciente, y él arrodillado al lado mío, así que se la agarré con una mano y entré a chupársela con frenesí. Ya podía sentir como pulsaba el glande y como se contraían las venas… sus gestos también me anunciaban que estaba cerca… entonces se la chupe con mas fuerza todavía hasta que… la leche empezó a brotar como un torrente dentro de mi boca… aunque en un primer momento sentí esa arcada que te impulsa a sacártela y a escupir todo lo que te cayó adentro, me mantuve con los labios bien apretados en torno a ese caliente y pegajoso aparato, tragándome todo lo que me escupía adentro, si, me tragué toda la leche del Negro, sin derramar ni una sola gota… o algunas pocas tal vez que se derramaban por las comisuras de mis labios. Igual, esas pocas gotitas las junté después con un dedo, el cuál llevé a mi boca y chupé con avidez. Lo mismo hice con la pija del Negro cuándo terminó de eyacular todo el semen que contenía sus huevos, se la chupé y lamí hasta dejársela bien limpia, seca y lustrosa.
Entre suspiros de agradecimiento me frotó la verga por toda la cara, como pintándome con ella, evidenciando en cada gesto el inmenso placer que le había proporcionado.
“Too Much…”. Quede aniquilada.
-Después de esta nunca más, eh- le recordé mientras se vestía.
-No te preocupes negrita lo prometido es deuda- me dijo guiñándome un ojo.
Me limpié con lo que tenía a mano, me puse el camisón, prendí el equipo de audio, para aparentar ante mi abuela que lo había arreglado y lo acompañé hasta la puerta. Lo despedí con un beso y me quede mirándolo mientras se alejaba, deseando muy dentro mío que el Negro no fuera de esos que cumplen sus promesas… por lo menos yo me voy a encargar de que se le haga difícil cumplirla.
[/align]Click aqui para ampliar foto
8 comentarios - El Negro... again