Antes de empezar la última canción de mi repertorio la encontré sentada a tres mesas del escenario; su piel brillaba a causa de los reflectores, su cabellera rojiza se fundía con la luz del escenario y sus senos desbordaban de aquella blusa también carmín. Aquella última canción fue toda para ella.
Una vez terminado el show me senté en la barra como de costumbre mientras la observaba de manera intermitente, No lograba dejar de hacerlo, siquiera que su esposo se encontrara en su misma mesa podía evitarlo; fue en aquel momento, habiendo perdido la cuenta de los tequilas que llevaba, cuando vi como me observaba bajo los destellos rojos de su cabello. Me dirigí al baño sin imaginar que al llegar a la puerta del mismo ella estaría detrás de mi clavando sus ojos en los míos sin piedad alguna. Tras mirar al principio del corredor me empujó hacia el interior del mismo besando mis labios; labios fogosos que quemaban al solo contacto, sus manos apresaban mis cabellos mientras yo acariciaba sus caderas.
Sobre el frío mármol del lavabo ella abría mi camisa y besaba mi pecho entre la abertura de la misa, ambos jugando aquel juego de los besos ardientes de la traición, de los pecadores en el infierno, El hedor etílico fluía entre nuestras lenguas, en el sudor que ya nuestros cuerpos despedían uniéndose como premonitorio. En el único instante que nos separamos, mientras acariciabas mi erecto miembro que estallaba bajo los jeans, aprecié sus ojos de felina nocturna observándome, clavándose nuevamente en lo profundo de mis sentidos; no pude soportarlo. Instintivamente enredé mis manos en el fuego de sus cabellos para besarla y llevarla hacia la pared más cercana.
Aprisionando su cuerpo con el mío nuevamente sentí cuerpo en mis manos, sus pelvis contra la mía haciéndonos el amor vestidos, amándonos con aquel amor que dura una noche, que no necesita de promesas. En escasos segundos ya mi sexo fue apresado por sus manos mientras su braga ya se arrastraba por el cerámico; en la primer penetración sus susurrados gemidos comenzaron a oírse como melodía. Tomándola de sus piernas, con su falda levantada, ya el delirio se apoderaba desconcertante. Retenía elevada su cintura mientras ella se aferraba a mis piernas con las suyas y el vaivén hacía el resto. Comencé a besar los pequeños senos que ya se dejaban ver, con mi lengua absorbía el mayor brebaje de la pasión, aquella poción salada de entre sus pechos era la perfecta bebida luego de morder sus pezones que se agitaban descontrolados. Cada unión era aun más placentera viendo su rostro mutarse poseído del placer, viéndola morderse los labios, aferrándose a mi pelo empapado para evitar gritar al mundo que el infierno estallaba allí adentro.
Yo me aferraba a sus nalgas que se reprimían en cada envestida para volver a su cabeza y besarla y morderla; hacerla mía aprovechando el momento. Al momento la bajé de mis muslos y la apoyé contra el mármol de espaldas a mí; allí el empuje ya era inmanejable mientras me agarraba de sus caderas. Verla reflejarse en el espejo, apoyar sobre aquel sus manos mojadas, observar cada movimiento de su boca, reparar en sus ojos perdidos, extasiados; todo era como ingresar al mundo dantesco de pecados y traidores, de fuegos y los mejores amantes, más allá del séptimo círculo.
La agitación etílica era devorada en cada beso de espaldas mirándonos ante el reflejo de nuestras dos almas entrelazándose. Cuando el diablo abandonó mi cuerpo acabé sobre sus caderas sintiendo que allí había expulsado mi vida; sentía que me desvanecía…
- Mateo…- una voz me despertaba. Estaba aun sentado en la barra.
1 comentarios - Besos de tocador
Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!
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