Me había acostado pasadas las tres de la mañana y dormí profundamente hasta las diez.
Ayer tuve un largo día de trabajo que comenzó a las siete de la mañana desayunando en el hotel para inmediatamente ponerme a trabajar con el fin de llegar a las diez de la noche con la tarea terminada y con mi valija lista para ir hasta el pequeño aeropuerto, y dos horas más tarde reencontrarme con Ernesto que dijo que me vendría a buscar a Aeroparque. El avión que me trajo de vuelta a Buenos Aires salió dos horas más tarde de lo previsto. Pase ese tiempo de demora tomando café, repasando mentalmente la tarea realizada en estos tres últimos días y observando el deambular de los pasajeros fastidiados por la espera. Entre esa gente me llamó la atención un joven bastante alto, y por lo que denotaba su ajustada remera con un cuerpo trabajado en el gimnasio. Se lo veía muy entretenido mirando sin disimulo a dos chicas que no llegaban a los veinte años. En un momento su vista paso por la mesa donde yo estaba sentada como buscando algo, pero pronto su volvió a buscar los traseros de las chicas. Cuando por fin aborde el avión tomé mi asiento y traté de relajarme a ver si me dormía, ya en el aire los pensamientos me llevaron a imaginar que al llegar a casa tendríamos con Ernesto, mi marido desde hace treinta años, un reencuentro fogoso. Pensaba que después de tres días de estar distanciados, al entrar a casa, aprovechando que estaríamos solos, nos besaríamos como adolescentes apasionados. Recordaba que en mi anterior viaje después de haber jugueteado todas las noches con mensajes de texto y fotitos íntimas habíamos creado un clima increíble para el reencuentro. Quería revivir aquel momento. Es fascinante como la imaginación puede crear situaciones tan reales que podía sentir sus manos acariciando mi espalda, mis muslos, mis senos con el frenesí del deseo contenido y por fin desatado. Pensaba que terminaríamos haciendo el amor en el living sobre los sillones, o tal vez en la mesada de la cocina. Casi podía sentir el frio de las cerámicas en mi espalda mirando como sus besos bajaban lentamente desde mi cuello hasta mas abajo del ombligo. Esos pensamientos me resultaban muy placenteros y así el vuelo de dos horas pasó muy rápido.
Cuando baje del avión lo encontré con cara de cansado, en el viaje de regreso a casa la conversación derivó sobre el trabajo y a medida que nos acercábamos a casa mas se alejaba de la realidad las fantasías imaginadas apenas una hora atrás. Ya en casa saque de la valija unas pocas cosas mientras él me contaba como transcurrieron estos tres días en los que estuvo solo. Conversamos de cosas triviales durante casi una hora, yo no encontraba la forma de encauzar las cosas para lograr un clima más íntimo. Nos fuimos a dormir y ya el cansancio y el sueño me llevaron a postergar la pasión para mañana.
Me levante, me duche lentamente disfrutando del agua tibia y de la suavidad de esa esponja que iba enjabonando cada centímetro de mi cuerpo. Terminé la ducha, me seque, me puse una tanguita negra y una musculosa. Quería estar sexy, pensaba que si Ernesto no se había ido aun para la oficina tendría una oportunidad de intentar seducirlo y comenzar bien el día. La ducha y el pensamiento recurrente a lo imaginado durante el vuelo habían hecho lo suyo.
Cuando llegué a la cocina el me saludó con un beso rutinario, ya estaba a punto de irse a trabajar. Lo vi preocupado por la jornada que tenía por delante, me hablaba de las tareas atrasadas en la oficina y de las cosas personales que iba posponiendo para más adelante. Se despidió con otro beso y lo vi salir de casa presuroso. Durante esos quince o veinte minutos que compartimos esta mañana fue creciendo en mí un recóndito deseo de que se fuera pronto. Era obvio que ni mi cabello mojado, ni mi remera dejando a la vista una parte de mi diminuta tanga, ni mis piernas desnudas causaron la reacción deseada. Cuando escuche alejarse el coche me volví a la habitación. Me tiré en la cama pensando en que hay días que nos resulta difícil conectarnos. Es como si estuviésemos en frecuencias diferentes. Me preguntaba como hubiera reaccionado si en vez de esperar seducirlo lo hubiese atacado directamente y sin darle tiempo a pensar demasiado hubiese llevado mi mano a sus genitales. ¡Eso tendría que haber hecho! Los hombres muchas veces no entienden las sutilezas de las mujeres. Seguramente el inmediatamente hubiese puesto sus manazas en mi trasero y me quitaría rápidamente la musculosa para besar mis senos golosamente.
Pensé que tal vez el motivo de su desinterés se debiese a que en estos días estuvo con otra mujer. Esta última idea fue creciendo rápidamente y me llevo a ver si en la computadora del comedor habría algún rastro de lo que hizo en estos días. Tal vez algún mail…. no sé, de pronto me encontré revisando el historial del correo y del explorador. No parecía haber nada distinto. El diario, las habituales páginas porno, alguna web sobre información meteorológica. Es decir nada! Me causo cierta curiosidad un portal pornográfico al que hacía tiempo que yo no visitaba, entre a ver y me detuve con curiosidad en las pequeñas imágenes que daban una idea del contenido del video, los títulos suelen ser bastante explícitos. Uno que decía “MILF and two guys” prometía un buen entretenimiento, así que hice click sobre el mismo. Tal como esperaba, a poco de comenzar los dos muchachos le quitaban la ropa a una señora de más o menos mi edad y la manoseaban alevosamente por todos lados. En pocos minutos esos cuerpos jóvenes y musculosos, esas hábiles lenguas exploradoras, y esas vergas durísimas succionadas con experiencia me fueron poniendo en un estado de alta excitación. Imaginaba a aquel muchacho de anoche en el aeropuerto y morbosamente pensaba que de buena gana hubiese pasado el tiempo de espera revolcándome con él en alguna cama. Entre las imágenes de la pantalla y los pensamientos sobre aquel joven no podía evitar que mi mano se deslizase hacia la parte interna de mis muslos. La tanga se interponía en el camino de mis dedos, me la quite, y lo mismo hice con la musculosa. Ahora sí, miraba esa pantalla y me tocaba con todas las ganas. Humedecía cuatro dedos de la mano derecha y los pasaba por mis labios vaginales, mis pezones estaban bien erectos y humedecerlos me causaba enorme placer. Por un momento pensé que si Ernesto se había olvidado algo podría regresar y eso resultaría bastante incómodo. Pero era un riesgo a correr. A esta altura de la calentura ya no había marcha atrás! Cerré la compu sin cerrar la página que estaba viendo. De alguna manera quería dejar evidencias para que él las viese! Volví a la cama, saque de la mesa de luz el tubo de gel intimo y estuve más de una hora disfrutando de mi cuerpo y los placeres que el mismo me proporciona. Luego, ya más tranquila me volví a duchar, me vestí de señora formal, pase por el comedor y cerré la pagina que había estado mirando, y fui caminando muy relajada hasta la oficina en la cual Ernesto trabajaba sobre planillas de cálculo en su monitor. Le di un beso algo más sensual que de costumbre y lo deje que siga con su tarea.
Ayer tuve un largo día de trabajo que comenzó a las siete de la mañana desayunando en el hotel para inmediatamente ponerme a trabajar con el fin de llegar a las diez de la noche con la tarea terminada y con mi valija lista para ir hasta el pequeño aeropuerto, y dos horas más tarde reencontrarme con Ernesto que dijo que me vendría a buscar a Aeroparque. El avión que me trajo de vuelta a Buenos Aires salió dos horas más tarde de lo previsto. Pase ese tiempo de demora tomando café, repasando mentalmente la tarea realizada en estos tres últimos días y observando el deambular de los pasajeros fastidiados por la espera. Entre esa gente me llamó la atención un joven bastante alto, y por lo que denotaba su ajustada remera con un cuerpo trabajado en el gimnasio. Se lo veía muy entretenido mirando sin disimulo a dos chicas que no llegaban a los veinte años. En un momento su vista paso por la mesa donde yo estaba sentada como buscando algo, pero pronto su volvió a buscar los traseros de las chicas. Cuando por fin aborde el avión tomé mi asiento y traté de relajarme a ver si me dormía, ya en el aire los pensamientos me llevaron a imaginar que al llegar a casa tendríamos con Ernesto, mi marido desde hace treinta años, un reencuentro fogoso. Pensaba que después de tres días de estar distanciados, al entrar a casa, aprovechando que estaríamos solos, nos besaríamos como adolescentes apasionados. Recordaba que en mi anterior viaje después de haber jugueteado todas las noches con mensajes de texto y fotitos íntimas habíamos creado un clima increíble para el reencuentro. Quería revivir aquel momento. Es fascinante como la imaginación puede crear situaciones tan reales que podía sentir sus manos acariciando mi espalda, mis muslos, mis senos con el frenesí del deseo contenido y por fin desatado. Pensaba que terminaríamos haciendo el amor en el living sobre los sillones, o tal vez en la mesada de la cocina. Casi podía sentir el frio de las cerámicas en mi espalda mirando como sus besos bajaban lentamente desde mi cuello hasta mas abajo del ombligo. Esos pensamientos me resultaban muy placenteros y así el vuelo de dos horas pasó muy rápido.
Cuando baje del avión lo encontré con cara de cansado, en el viaje de regreso a casa la conversación derivó sobre el trabajo y a medida que nos acercábamos a casa mas se alejaba de la realidad las fantasías imaginadas apenas una hora atrás. Ya en casa saque de la valija unas pocas cosas mientras él me contaba como transcurrieron estos tres días en los que estuvo solo. Conversamos de cosas triviales durante casi una hora, yo no encontraba la forma de encauzar las cosas para lograr un clima más íntimo. Nos fuimos a dormir y ya el cansancio y el sueño me llevaron a postergar la pasión para mañana.
Me levante, me duche lentamente disfrutando del agua tibia y de la suavidad de esa esponja que iba enjabonando cada centímetro de mi cuerpo. Terminé la ducha, me seque, me puse una tanguita negra y una musculosa. Quería estar sexy, pensaba que si Ernesto no se había ido aun para la oficina tendría una oportunidad de intentar seducirlo y comenzar bien el día. La ducha y el pensamiento recurrente a lo imaginado durante el vuelo habían hecho lo suyo.
Cuando llegué a la cocina el me saludó con un beso rutinario, ya estaba a punto de irse a trabajar. Lo vi preocupado por la jornada que tenía por delante, me hablaba de las tareas atrasadas en la oficina y de las cosas personales que iba posponiendo para más adelante. Se despidió con otro beso y lo vi salir de casa presuroso. Durante esos quince o veinte minutos que compartimos esta mañana fue creciendo en mí un recóndito deseo de que se fuera pronto. Era obvio que ni mi cabello mojado, ni mi remera dejando a la vista una parte de mi diminuta tanga, ni mis piernas desnudas causaron la reacción deseada. Cuando escuche alejarse el coche me volví a la habitación. Me tiré en la cama pensando en que hay días que nos resulta difícil conectarnos. Es como si estuviésemos en frecuencias diferentes. Me preguntaba como hubiera reaccionado si en vez de esperar seducirlo lo hubiese atacado directamente y sin darle tiempo a pensar demasiado hubiese llevado mi mano a sus genitales. ¡Eso tendría que haber hecho! Los hombres muchas veces no entienden las sutilezas de las mujeres. Seguramente el inmediatamente hubiese puesto sus manazas en mi trasero y me quitaría rápidamente la musculosa para besar mis senos golosamente.
Pensé que tal vez el motivo de su desinterés se debiese a que en estos días estuvo con otra mujer. Esta última idea fue creciendo rápidamente y me llevo a ver si en la computadora del comedor habría algún rastro de lo que hizo en estos días. Tal vez algún mail…. no sé, de pronto me encontré revisando el historial del correo y del explorador. No parecía haber nada distinto. El diario, las habituales páginas porno, alguna web sobre información meteorológica. Es decir nada! Me causo cierta curiosidad un portal pornográfico al que hacía tiempo que yo no visitaba, entre a ver y me detuve con curiosidad en las pequeñas imágenes que daban una idea del contenido del video, los títulos suelen ser bastante explícitos. Uno que decía “MILF and two guys” prometía un buen entretenimiento, así que hice click sobre el mismo. Tal como esperaba, a poco de comenzar los dos muchachos le quitaban la ropa a una señora de más o menos mi edad y la manoseaban alevosamente por todos lados. En pocos minutos esos cuerpos jóvenes y musculosos, esas hábiles lenguas exploradoras, y esas vergas durísimas succionadas con experiencia me fueron poniendo en un estado de alta excitación. Imaginaba a aquel muchacho de anoche en el aeropuerto y morbosamente pensaba que de buena gana hubiese pasado el tiempo de espera revolcándome con él en alguna cama. Entre las imágenes de la pantalla y los pensamientos sobre aquel joven no podía evitar que mi mano se deslizase hacia la parte interna de mis muslos. La tanga se interponía en el camino de mis dedos, me la quite, y lo mismo hice con la musculosa. Ahora sí, miraba esa pantalla y me tocaba con todas las ganas. Humedecía cuatro dedos de la mano derecha y los pasaba por mis labios vaginales, mis pezones estaban bien erectos y humedecerlos me causaba enorme placer. Por un momento pensé que si Ernesto se había olvidado algo podría regresar y eso resultaría bastante incómodo. Pero era un riesgo a correr. A esta altura de la calentura ya no había marcha atrás! Cerré la compu sin cerrar la página que estaba viendo. De alguna manera quería dejar evidencias para que él las viese! Volví a la cama, saque de la mesa de luz el tubo de gel intimo y estuve más de una hora disfrutando de mi cuerpo y los placeres que el mismo me proporciona. Luego, ya más tranquila me volví a duchar, me vestí de señora formal, pase por el comedor y cerré la pagina que había estado mirando, y fui caminando muy relajada hasta la oficina en la cual Ernesto trabajaba sobre planillas de cálculo en su monitor. Le di un beso algo más sensual que de costumbre y lo deje que siga con su tarea.
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