Mara llego a casa pasada las nueve de la noche. Saludo a mi vieja, a mi abuela y se metió conmigo en mi pieza, para charlar tranquilas sobre “nuestras cosas”. Pero claro, antes de estar completamente a solas, mi mamá vino a traernos una gaseosa bien helada y algo para picar, con el calor que hacía me moría por tomar una cerveza pero, obvio, en casa soy una chica formal y recatada… no la piba chorra (chorra de vergas… jajaja) que suele aparecer cuándo la situación así lo amerita.
-¿De que querías hablarme?- me preguntó Mara luego de ponernos al día con la respectiva vida de cada una.
-De algo que apareció, un laburo de una noche, algo fácil y entretenido- le dije logrando captar su atención, más aún cuándo le aclare que ese “laburito” sería muy bien retribuido.
Claro que cuándo empecé a detallarle los pormenores del mencionado “laburito” cu cara de interés inicial se fue transformando por una de sorpresa e incredulidad, sobre todo después de decirle:
-… y bueno, eso, o sea… nos tenemos que encamar con dos tipos que vienen del norte del país, pero tipos con guita, eh…-
Mi amiga tardo unos segundos en reaccionar, tras lo cuál tomó un sorbo de gaseosa y mirándome con esa misma cara de incredulidad y espanto, me preguntó:
-¿Qué, vos estás trabajando de esto? ¿Tu vieja lo sabe?-
No me iba a poner a contarle toda la historia, sobre Pablo, el Tano y demás, aunque pensándolo bien lo mejor hubiera sido quizás mandarla a P!... jajaja, pero no, le conté que alguna que otra vez había cobrado por sexo y que así había conseguido a estos dos “clientes”, que ahora que estaba sin trabajo la plata me iba a venir bien, por lo menos para ir tirando mientras apareciera algo.
-Dale boluda, háceme la gamba, ¿me vas a decir que nunca te encamaste con alguien por interés?- la apuré cuándo empecé a notar que la idea no era de su agrado.
No me contestó, así que supongo que si lo hizo. Finalmente quedo en responderme. Así que lo llame al Tano y le dije que estaba todo OK, que ya tenía a la chica… si ella me fallaba ya pensaría en alguien más. El Tano me felicitó por la rapidez con que había solucionado el tema y me dijo que al día siguiente me llamaría para darme todos los detalles. Al otro día, bien temprano, recibo un mensaje de Mara: “OK loca, decime como hacemos”. Todo iba viento en popa. Durante el resto del día me sentí especialmente eufórica. Estaba ansiosa porque llegara el momento de convertirme “oficialmente” en una prosti… porque eso era lo que iba a hacer, me iba a prostituir. Si bien ya antes había cobrado por coger, había sido algo más bien casual y prácticamente inesperado, alguien que me vio por la calle, le gusté y en vez de acercarse a decirme un piropo me ofreció plata… y le dije que si. Esto sería diferente, ya que desde antes sabía que me iban a pagar, que iba a entregar mi cuerpo a cambio de dinero. Se trataría de algo así como mi debut oficial en las lides de las acompañantes. Pero así y todo, y aunque me entusiasmaba la idea, no tenía pensado hacer de eso mi actividad principal. Ya el Tano me había dicho que tengo talento para el oficio y que podría llegar a ganar bastante, pero aún así no me seducía la idea de dedicarme full time a eso. De vez en cuándo… tal vez… talento sé que tengo, cojo bien porque me gusta. Me gusta sudar a mares bajo el cuerpo fibroso de un hombre y sentir mis vísceras explotar de placer ante cada embestida. No reniego de mi afición, pero de ahí a convertirla en una profesión, hay un largo trecho, al menos eso pienso yo.
Bueno, para hacerla corta, esa misma tarde me llamo el Tano para confirmarme los datos de mi primer trabajo. Sería el sábado por la noche, los empresarios llegaban ese día del Norte, más precisamente de Salta, y ya desde el vamos querían arrancar su visita con buena compañía.
-¿Lo de tu amiga esta confirmado?- quiso saber.
-Si, todo bien- le dije.
-Me hubiera gustado probarla pero no vamos a tener tiempo- repuso.
-No te preocupés, es bien putita, no va a haber problema- le aseguré.
-Si es la mitad de lo que sos vos, me quedo tranquilo- se rió.
Me dijo entonces que el viernes a tal hora pasaría a buscarnos por mi casa un remis para llevarnos con sus clientes, recalcándome además eso de que ellos querían dos chicas comunes, de barrio, por lo que me sugirió que fuéramos vestidas de forma casual. El viernes a la hora fijada ya estábamos con Mara en mi casa, esperando la llegada del remis. Por suerte mi vieja todavía estaba trabajando, que si no me hubiera acribillado a preguntas. A las siete en punto escuchamos una bocina. Nos despedimos de mi abuelita y salimos. El chofer preguntó por mí y dijo que tenía instrucciones de llevarnos hasta Caminito, en La Boca. Al llegar se detuvo frente a una cantina de nombre La Perla. Se ve que los clientes del Tano ya tenían la descripción del auto y el horario de nuestra llegada, ya que al vernos salieron a recibirnos. Se trataba por supuesto de dos hombres maduros, de entre 40 y 50 años, el que parecía más joven eligió de entrada a Mara, mientras que el otro, canoso y algo barrigón me eligió a mí.
-Esta vez el Tano se pasó, nos mandó dos nenitas fantásticas- le dijo uno al otro.
Luego de las presentaciones de rigor (el de Mara se llamaba Julio, y el mío Dante) entramos a la cantina en donde ya tenían reservada una mesa. No los voy a aburrir con todos los detalles respecto a la cena y al show de tango, del cuál nuestros acompañantes disfrutaron muy especialmente, solo voy a mencionar que bailamos un poco y luego nos fuimos a caminar por Caminito, cada quién con su respectiva pareja, tomaditos de las manos y muy apretujados. Ya desde un rato antes había visto como, mientras bailaban, Mara y su amigo salteño se comían la boca sin prejuicio alguno. Yo, con el mío, esperé un rato más. Recién cuándo subimos a un taxi, me le acerque provocativamente y le di un beso como para que se fuera haciendo a la idea de que aquella noche sería inolvidable. En sendos taxis llegamos al hotel en donde ellos paraban, el cuál, por razones obvias, no voy a nombrar, aunque diré que esta en el centro. Aunque los dos tenían habitaciones individuales, a la hora de la intimidad todos fuimos a la misma. Eso pareció cohibir un poco a Mara, ya que no se mostraba tan efusiva como antes, y menos todavía cuándo Dante empezó a meterme manos por todos lados y yo me abría sin renuencia, dejando mi cuerpo a su entera disposición. Nosotros estábamos en la cama, y ellos en un sofá, y si bien por nuestra parte ya avanzábamos hacia lo inexorable, mi amiga se mostraba cada vez más dubitativa. Esto se hizo más notorio cuándo su acompañante peló la pija y se la puso frente a la cara para que se la chupara, yo ya tenía en mi mano la de Dante y me aprestaba para hacerle una mamada de antología, pero ella ni se acercaba a la de Julio.
-¿Qué te pasa querida…?- le preguntaba él, tratando de forzarla a que le chupara la pija, hasta que Mara no aguantó más y reventó. Se apartó, se hizo a un lado, empezó a llorar y dijo que no podía, que no podía hacer eso mientras levantaba la poca ropa que se había sacado. Julio la miraba incrédulo. Dante también, aunque éste seguía con la pija bien al palo, mientras que la de Julio se estaba cayendo.
-Perdoname Gise…- fue lo último que dijo Mara antes de salir raudamente de la habitación.
-Que pendeja más pelotuda… ¿Qué le pasa?- preguntó el desairado mirándome como si yo tuviera la respuesta –Ya mismo lo llamo al Tano, que me devuelva la plata y que esa turrita no labure más para él- dijo manoteando el celular.
-No, espera- me apure a frenarlo –Es que tiene algunos quilombos…- traté de defenderla.
-Y eso a mí que carajo me importa- se escandalizó Julio –Yo lo único que quiero es ponerla, nada más-
-Y la vas a poner- lo tranquilicé.
-¿Qué, vas a llamar a otra amiguita?- quiso saber.
-¿Te parece que tengo que llamar a alguien más?- le repliqué, palmeando el lado vacío de la cama.
-¿Cómo es eso?- se interesó al igual que Dante, que me miraba sorprendido al igual que su amigo.
-Veni y te vas a enterar- le insistí.
Finalmente dejo el celular y se acomodó en la cama, al lado nuestro. Cabe decir que todo ese rato, desde la huida de Mara hasta que se acostó a mi lado, lo pasó con la pija fuera del pantalón, alicaída debido al mal momento pasado, pero ni bien sintió mis dedos envolviendo y acariciando tan sensibilizado trozo, la cuestión cambió radicalmente. Ahora no tenía una pija, sino dos a mi disposición. Obviamente que después del abandono de Mara no me iba a echar para atrás y abandonar el barco en medio de la travesía, por lo que me dispuse llegar por mí misma a puerto con mis dos entusiastas tripulantes.
-¿Vas a poder con los dos?- preguntó Dante un tanto dubitativo aunque ansioso por experimentar tal situación.
-Eso ya lo veremos…-repuse mientras me levantaba y comenzaba a desvestirme frente a sus ávidos ojos –Esto es algo nuevo para mí, por eso les pido que sean buenitos conmigo- agregué con voz de bebota, quedándome tan solo en ropa interior, un conjunto de lencería que había comprado en su momento para Pablo y que use tan solo una vez.
Los dos se acomodaron en la cama, uno al lado del otro, y pusieron toda su atención en mí. Así como estaba, en corpiño y bombacha, me subí a la cama, y fui gateando hacia ellos, contemplando esas sendas porongas erguidas que palpitaban y se estremecían por igual. Ataque primero a Julio, que era a quién debía convencer y consolar, metiéndome su verga casi hasta la garganta, iniciando enseguida un pete de lo más intenso y profundo. Mientras se la chupaba, agarrándosela con una mano, con la otra sostenía y meneaba la de Dante, quién ya me estaba tocando libremente las tetas por encima del corpiño, incluso alcanzó a bajarme una copa del mismo para apretarme y pellizcarme suavemente un pezón. Los suspiros de ambos ya comenzaban a confirmarme que me las estaba arreglando bastante bien con los dos. Teniendo ya la de Julio muy bien armada, fui con la de Dante, chupándosela con todas mis ganas, saboreando cada pliegue, cada recodo de tan valiosísimo instrumento, con la lengua me deslizaba a lo largo y a lo ancho de toda su contundencia, subiendo y bajando casi sin detenerme, degustando esa piel turgente y aterciopelada que al contacto con mis labios parecía estar en llamas, igualmente ese es el calor que me gusta, que tanto me agrada, no el de la temperatura, sino el de la piel, el calor de las intimidades, las mías también debían de estar en llamas y eso mismo pudo comprobar Julio al meter sus dedos por entre el elástico de mi tanga y sentir la humedad de mi conchita. Mientras ellos seguían con sus caricias y manoseos yo iba de uno a otro, alternaba sus pijas en mi boca, chupándolas sin distinción, las dos estaban riquísimas, deliciosas, exuberantes, al palo total… cuándo me cansaba de chupar me tomaba un respiro y bajaba hasta sus huevos, eso les gustaba, que se los lamiera, que mordiera la piel arrugadita, que me llenara la boca con los pelos que los envolvían. Por supuesto que yo estaba ahí para complacerlos, para darles con el gusto y eso es lo que hacía, si me daba cuenta de que algo les gustaba especialmente entonces insistía en eso y hasta le agregaba alguna que otra variante, lo que se dice… un toque de distinción. El desplante de Mara ya estaba olvidado para cuándo me levanté, con la boca sabiéndome a verga, las comisuras de los labios empapadas con la espumita del líquido que habían soltado y deje que ellos mismos me quitaran el conjunto de lencería, ese mismo que un día había comprado para Pablo. Cuándo quede en bolas se me abalanzaron, literalmente se me tiraron encima, parecían dos fieras salvajes, hambrientas y mi cuerpo sería su alimento. Sentí sus manos en mi concha, en mi culo, en mis tetas, también sus bocas, sus lenguas, sus dientes, se repartieron mi desnuda anatomía en forma equitativa, mientras uno se encargaba de la parte superior, digamos de la cintura para arriba, el otro se entretenía con la parte inferior, o sea de la cintura para abajo. En un momento perdí el control de mis sentidos y no supe quién se ocupaba de cuál parte, el placer era tanto que tenía los ojos cerrados y solo podía sentir una lengua en mi concha, un dedo gordo y áspero en mi culo, el pulgar seguramente, y unos labios chupándome los pezones y besándome en la boca alternativamente. La misma lengua que me exploraba la concha se ocupaba de lamer el denso fluido que se escapaba por mi entrepierna. Cuándo recuperé medianamente la cordura, salté de la cama y saque de mi bolso la caja de preservativos que había llevado especialmente para la ocasión. Ahí yo era la profesional, por lo que a mí me tocaba ocuparme de ese tema. Julio y Dante se volvieron a acostar ocupando sus respectivos lugares en la cama. Le puse primero el forro a Dante y me le subí encima, después de todo él era mi pareja y a él le correspondía cogerme primero, así que empecé a montarlo, subiendo y bajando sobre su fortalecida verga, aunque mientras lo hacía le pedí a Julio que se parara al lado nuestro, por suerte entendió perfectamente lo que pretendía, y parándose bien pegado a nosotros me puso su pija al alcance para que me ocupara de ella. ¡Que placer, por Dios! Tener una pija dentro de la concha mientras sentís otra palpitando en tu boca… no debe haber nada mejor… o sí… bueno, eso ya lo veremos más adelante. Seguidamente hice lo mismo pero a la inversa, o sea, monté a Julio mientras se la chupaba a Dante, los dos seguían bien al palo, evidenciando con creces que mi servicio les resultaba más que satisfactorio. Los cambios de posiciones se sucedían casi sin descanso, eso a los hombres les encanta, más cuándo están con una puta. En cuatro fue fulminante, mientras uno me daba por atrás, yo se la chupaba a otro que estaba acostado frente a mí. Primero uno y luego el otro, resultaba por demás incitante cerrar los ojos y tratar de adivinar cuál de los dos me la estaba metiendo, o a quién se la estaba chupando. De sentada también era por demás gustoso. Me sentaba encima de uno, dándole la espalda y se la chupaba al otro que se paraba ante mí. Subía y bajaba, y ese mismo movimiento no solo hacía que la pija de uno entrara y saliera de mi concha, sino también que la pija del segundo se deslizara por entre mis labios. Entonces llego el momento que todos esperábamos. Le dije a Dante que se echara de espalda en la cama, cuándo lo hizo me le subí encima, a caballito, me metí su verga dentro de la concha y empecé a moverme suavecito, sin apuro, tratando de no anticipar lo inexorable, entonces me eché sobre su cuerpo, pegando mis tetas contra su pecho, y apuntando mi culito hacia Julio le dije que ahora era su turno de unírsenos. Supongo que al ver mi agujero palpitando de lujuria supo a lo que me refería. Pero al verlo casi me llevo una decepción, porque no tenía la pija lo suficientemente dura como para intentar el sexo anal, de tanto meterla se le había desinflado.
-Veni que te la chupo- le dije y santo remedio, un buen pete y la pija de Julio recuperó el esplendor perdido.
Se calzó un nuevo preservativo, se subió a la cama y con la verga apuntando hacia su profundo objetivo, me la fue poniendo de a poco, obvio, no sabía a lo que se enfrentaba, porque ni bien sentir la puntita, mi culo hizo el resto, absorbiendo y devorando todo el resto. Los tenía a los dos adentro, estaba ensanguchada por los dos empresarios salteños, uno por delante y otro por detrás, no podía moverme, pero ellos sí, primero al ritmo de cada uno, luego sincronizados, aprendiendo cuándo debían entrar y cuándo salir, proporcionándome la impagable sensación de que una verga enorme me estaba taladrando por los dos agujeros. Los dos se agarraban bien fuerte de mi cuerpo para embestirme, para emularme, para perforarme con todo lo que podían. De repente parecían que habían recuperado las fuerzas, estaban como revividos, con ganas de destrozarme a puro pijazo. Estuvieron un buen rato cogiéndome por delante y por detrás, Dante fue el primero en acabar, sentía el forro llenándose con su leche y sus jadeos corroborando el orgasmo. Julio siguió y siguió… perdónenme la expresión, pero de tanto que me la metía por el culo sentía que me cagaba… le tuve que pedir por favor que me la sacara… la primera vez que tiraba la toalla… me la saco y fui al baño. Ya hechas mis necesidades volví y me siguió dando. Dante estaba tirado en la cama, todo despatarrado, tratando de recuperarse, por lo que Julio me agarró casi de prepo, me echó en cuatro sobre el sofá y me la volvió a meter, esta vez por la concha, cogiéndome a quemarropa… haciéndome delirar con cada embestida… en eso, cuándo abro los ojos veo una pija a medio levantar frente a mi cara, era Dante que requería un poco de atención. Se la chupé mientras Julio me seguía garchando… se le puso dura en mi boca, creí que querría cogerme también, pero no, insistió en que se la siguiera chupando, así que seguí… sentía que los dos ya estaba a punto… entonces Julio aceleró en ese último tramo, durante el cuál ya sabés que estás por llegar, y dejándomela clavada bien adentro acabó en una forma por demás escandalosa, puteando a los cuatro viento y agradeciéndole a quién fuera por el desplante de Mara. Casi al mismo tiempo Dante también acabo, me sacó la pija justo a tiempo de la boca para salpicarme toda la cara con unos lechazos densos e impactantes. Creo que no hace falta decir que los dos quedaron más que satisfechos. Luego del polvo nos fuimos a duchar, ¡los tres juntos!, tomamos unos tragos y… ¡lo volvimos a hacer…! Si… jajaja… cogimos otra vez, con doble penetración incluida también, aunque esta vez este nuevo encuentro corrió por cuenta de la casa…
Una fotito con mi amiga Mara (si se entera que la puse me mata)
-¿De que querías hablarme?- me preguntó Mara luego de ponernos al día con la respectiva vida de cada una.
-De algo que apareció, un laburo de una noche, algo fácil y entretenido- le dije logrando captar su atención, más aún cuándo le aclare que ese “laburito” sería muy bien retribuido.
Claro que cuándo empecé a detallarle los pormenores del mencionado “laburito” cu cara de interés inicial se fue transformando por una de sorpresa e incredulidad, sobre todo después de decirle:
-… y bueno, eso, o sea… nos tenemos que encamar con dos tipos que vienen del norte del país, pero tipos con guita, eh…-
Mi amiga tardo unos segundos en reaccionar, tras lo cuál tomó un sorbo de gaseosa y mirándome con esa misma cara de incredulidad y espanto, me preguntó:
-¿Qué, vos estás trabajando de esto? ¿Tu vieja lo sabe?-
No me iba a poner a contarle toda la historia, sobre Pablo, el Tano y demás, aunque pensándolo bien lo mejor hubiera sido quizás mandarla a P!... jajaja, pero no, le conté que alguna que otra vez había cobrado por sexo y que así había conseguido a estos dos “clientes”, que ahora que estaba sin trabajo la plata me iba a venir bien, por lo menos para ir tirando mientras apareciera algo.
-Dale boluda, háceme la gamba, ¿me vas a decir que nunca te encamaste con alguien por interés?- la apuré cuándo empecé a notar que la idea no era de su agrado.
No me contestó, así que supongo que si lo hizo. Finalmente quedo en responderme. Así que lo llame al Tano y le dije que estaba todo OK, que ya tenía a la chica… si ella me fallaba ya pensaría en alguien más. El Tano me felicitó por la rapidez con que había solucionado el tema y me dijo que al día siguiente me llamaría para darme todos los detalles. Al otro día, bien temprano, recibo un mensaje de Mara: “OK loca, decime como hacemos”. Todo iba viento en popa. Durante el resto del día me sentí especialmente eufórica. Estaba ansiosa porque llegara el momento de convertirme “oficialmente” en una prosti… porque eso era lo que iba a hacer, me iba a prostituir. Si bien ya antes había cobrado por coger, había sido algo más bien casual y prácticamente inesperado, alguien que me vio por la calle, le gusté y en vez de acercarse a decirme un piropo me ofreció plata… y le dije que si. Esto sería diferente, ya que desde antes sabía que me iban a pagar, que iba a entregar mi cuerpo a cambio de dinero. Se trataría de algo así como mi debut oficial en las lides de las acompañantes. Pero así y todo, y aunque me entusiasmaba la idea, no tenía pensado hacer de eso mi actividad principal. Ya el Tano me había dicho que tengo talento para el oficio y que podría llegar a ganar bastante, pero aún así no me seducía la idea de dedicarme full time a eso. De vez en cuándo… tal vez… talento sé que tengo, cojo bien porque me gusta. Me gusta sudar a mares bajo el cuerpo fibroso de un hombre y sentir mis vísceras explotar de placer ante cada embestida. No reniego de mi afición, pero de ahí a convertirla en una profesión, hay un largo trecho, al menos eso pienso yo.
Bueno, para hacerla corta, esa misma tarde me llamo el Tano para confirmarme los datos de mi primer trabajo. Sería el sábado por la noche, los empresarios llegaban ese día del Norte, más precisamente de Salta, y ya desde el vamos querían arrancar su visita con buena compañía.
-¿Lo de tu amiga esta confirmado?- quiso saber.
-Si, todo bien- le dije.
-Me hubiera gustado probarla pero no vamos a tener tiempo- repuso.
-No te preocupés, es bien putita, no va a haber problema- le aseguré.
-Si es la mitad de lo que sos vos, me quedo tranquilo- se rió.
Me dijo entonces que el viernes a tal hora pasaría a buscarnos por mi casa un remis para llevarnos con sus clientes, recalcándome además eso de que ellos querían dos chicas comunes, de barrio, por lo que me sugirió que fuéramos vestidas de forma casual. El viernes a la hora fijada ya estábamos con Mara en mi casa, esperando la llegada del remis. Por suerte mi vieja todavía estaba trabajando, que si no me hubiera acribillado a preguntas. A las siete en punto escuchamos una bocina. Nos despedimos de mi abuelita y salimos. El chofer preguntó por mí y dijo que tenía instrucciones de llevarnos hasta Caminito, en La Boca. Al llegar se detuvo frente a una cantina de nombre La Perla. Se ve que los clientes del Tano ya tenían la descripción del auto y el horario de nuestra llegada, ya que al vernos salieron a recibirnos. Se trataba por supuesto de dos hombres maduros, de entre 40 y 50 años, el que parecía más joven eligió de entrada a Mara, mientras que el otro, canoso y algo barrigón me eligió a mí.
-Esta vez el Tano se pasó, nos mandó dos nenitas fantásticas- le dijo uno al otro.
Luego de las presentaciones de rigor (el de Mara se llamaba Julio, y el mío Dante) entramos a la cantina en donde ya tenían reservada una mesa. No los voy a aburrir con todos los detalles respecto a la cena y al show de tango, del cuál nuestros acompañantes disfrutaron muy especialmente, solo voy a mencionar que bailamos un poco y luego nos fuimos a caminar por Caminito, cada quién con su respectiva pareja, tomaditos de las manos y muy apretujados. Ya desde un rato antes había visto como, mientras bailaban, Mara y su amigo salteño se comían la boca sin prejuicio alguno. Yo, con el mío, esperé un rato más. Recién cuándo subimos a un taxi, me le acerque provocativamente y le di un beso como para que se fuera haciendo a la idea de que aquella noche sería inolvidable. En sendos taxis llegamos al hotel en donde ellos paraban, el cuál, por razones obvias, no voy a nombrar, aunque diré que esta en el centro. Aunque los dos tenían habitaciones individuales, a la hora de la intimidad todos fuimos a la misma. Eso pareció cohibir un poco a Mara, ya que no se mostraba tan efusiva como antes, y menos todavía cuándo Dante empezó a meterme manos por todos lados y yo me abría sin renuencia, dejando mi cuerpo a su entera disposición. Nosotros estábamos en la cama, y ellos en un sofá, y si bien por nuestra parte ya avanzábamos hacia lo inexorable, mi amiga se mostraba cada vez más dubitativa. Esto se hizo más notorio cuándo su acompañante peló la pija y se la puso frente a la cara para que se la chupara, yo ya tenía en mi mano la de Dante y me aprestaba para hacerle una mamada de antología, pero ella ni se acercaba a la de Julio.
-¿Qué te pasa querida…?- le preguntaba él, tratando de forzarla a que le chupara la pija, hasta que Mara no aguantó más y reventó. Se apartó, se hizo a un lado, empezó a llorar y dijo que no podía, que no podía hacer eso mientras levantaba la poca ropa que se había sacado. Julio la miraba incrédulo. Dante también, aunque éste seguía con la pija bien al palo, mientras que la de Julio se estaba cayendo.
-Perdoname Gise…- fue lo último que dijo Mara antes de salir raudamente de la habitación.
-Que pendeja más pelotuda… ¿Qué le pasa?- preguntó el desairado mirándome como si yo tuviera la respuesta –Ya mismo lo llamo al Tano, que me devuelva la plata y que esa turrita no labure más para él- dijo manoteando el celular.
-No, espera- me apure a frenarlo –Es que tiene algunos quilombos…- traté de defenderla.
-Y eso a mí que carajo me importa- se escandalizó Julio –Yo lo único que quiero es ponerla, nada más-
-Y la vas a poner- lo tranquilicé.
-¿Qué, vas a llamar a otra amiguita?- quiso saber.
-¿Te parece que tengo que llamar a alguien más?- le repliqué, palmeando el lado vacío de la cama.
-¿Cómo es eso?- se interesó al igual que Dante, que me miraba sorprendido al igual que su amigo.
-Veni y te vas a enterar- le insistí.
Finalmente dejo el celular y se acomodó en la cama, al lado nuestro. Cabe decir que todo ese rato, desde la huida de Mara hasta que se acostó a mi lado, lo pasó con la pija fuera del pantalón, alicaída debido al mal momento pasado, pero ni bien sintió mis dedos envolviendo y acariciando tan sensibilizado trozo, la cuestión cambió radicalmente. Ahora no tenía una pija, sino dos a mi disposición. Obviamente que después del abandono de Mara no me iba a echar para atrás y abandonar el barco en medio de la travesía, por lo que me dispuse llegar por mí misma a puerto con mis dos entusiastas tripulantes.
-¿Vas a poder con los dos?- preguntó Dante un tanto dubitativo aunque ansioso por experimentar tal situación.
-Eso ya lo veremos…-repuse mientras me levantaba y comenzaba a desvestirme frente a sus ávidos ojos –Esto es algo nuevo para mí, por eso les pido que sean buenitos conmigo- agregué con voz de bebota, quedándome tan solo en ropa interior, un conjunto de lencería que había comprado en su momento para Pablo y que use tan solo una vez.
Los dos se acomodaron en la cama, uno al lado del otro, y pusieron toda su atención en mí. Así como estaba, en corpiño y bombacha, me subí a la cama, y fui gateando hacia ellos, contemplando esas sendas porongas erguidas que palpitaban y se estremecían por igual. Ataque primero a Julio, que era a quién debía convencer y consolar, metiéndome su verga casi hasta la garganta, iniciando enseguida un pete de lo más intenso y profundo. Mientras se la chupaba, agarrándosela con una mano, con la otra sostenía y meneaba la de Dante, quién ya me estaba tocando libremente las tetas por encima del corpiño, incluso alcanzó a bajarme una copa del mismo para apretarme y pellizcarme suavemente un pezón. Los suspiros de ambos ya comenzaban a confirmarme que me las estaba arreglando bastante bien con los dos. Teniendo ya la de Julio muy bien armada, fui con la de Dante, chupándosela con todas mis ganas, saboreando cada pliegue, cada recodo de tan valiosísimo instrumento, con la lengua me deslizaba a lo largo y a lo ancho de toda su contundencia, subiendo y bajando casi sin detenerme, degustando esa piel turgente y aterciopelada que al contacto con mis labios parecía estar en llamas, igualmente ese es el calor que me gusta, que tanto me agrada, no el de la temperatura, sino el de la piel, el calor de las intimidades, las mías también debían de estar en llamas y eso mismo pudo comprobar Julio al meter sus dedos por entre el elástico de mi tanga y sentir la humedad de mi conchita. Mientras ellos seguían con sus caricias y manoseos yo iba de uno a otro, alternaba sus pijas en mi boca, chupándolas sin distinción, las dos estaban riquísimas, deliciosas, exuberantes, al palo total… cuándo me cansaba de chupar me tomaba un respiro y bajaba hasta sus huevos, eso les gustaba, que se los lamiera, que mordiera la piel arrugadita, que me llenara la boca con los pelos que los envolvían. Por supuesto que yo estaba ahí para complacerlos, para darles con el gusto y eso es lo que hacía, si me daba cuenta de que algo les gustaba especialmente entonces insistía en eso y hasta le agregaba alguna que otra variante, lo que se dice… un toque de distinción. El desplante de Mara ya estaba olvidado para cuándo me levanté, con la boca sabiéndome a verga, las comisuras de los labios empapadas con la espumita del líquido que habían soltado y deje que ellos mismos me quitaran el conjunto de lencería, ese mismo que un día había comprado para Pablo. Cuándo quede en bolas se me abalanzaron, literalmente se me tiraron encima, parecían dos fieras salvajes, hambrientas y mi cuerpo sería su alimento. Sentí sus manos en mi concha, en mi culo, en mis tetas, también sus bocas, sus lenguas, sus dientes, se repartieron mi desnuda anatomía en forma equitativa, mientras uno se encargaba de la parte superior, digamos de la cintura para arriba, el otro se entretenía con la parte inferior, o sea de la cintura para abajo. En un momento perdí el control de mis sentidos y no supe quién se ocupaba de cuál parte, el placer era tanto que tenía los ojos cerrados y solo podía sentir una lengua en mi concha, un dedo gordo y áspero en mi culo, el pulgar seguramente, y unos labios chupándome los pezones y besándome en la boca alternativamente. La misma lengua que me exploraba la concha se ocupaba de lamer el denso fluido que se escapaba por mi entrepierna. Cuándo recuperé medianamente la cordura, salté de la cama y saque de mi bolso la caja de preservativos que había llevado especialmente para la ocasión. Ahí yo era la profesional, por lo que a mí me tocaba ocuparme de ese tema. Julio y Dante se volvieron a acostar ocupando sus respectivos lugares en la cama. Le puse primero el forro a Dante y me le subí encima, después de todo él era mi pareja y a él le correspondía cogerme primero, así que empecé a montarlo, subiendo y bajando sobre su fortalecida verga, aunque mientras lo hacía le pedí a Julio que se parara al lado nuestro, por suerte entendió perfectamente lo que pretendía, y parándose bien pegado a nosotros me puso su pija al alcance para que me ocupara de ella. ¡Que placer, por Dios! Tener una pija dentro de la concha mientras sentís otra palpitando en tu boca… no debe haber nada mejor… o sí… bueno, eso ya lo veremos más adelante. Seguidamente hice lo mismo pero a la inversa, o sea, monté a Julio mientras se la chupaba a Dante, los dos seguían bien al palo, evidenciando con creces que mi servicio les resultaba más que satisfactorio. Los cambios de posiciones se sucedían casi sin descanso, eso a los hombres les encanta, más cuándo están con una puta. En cuatro fue fulminante, mientras uno me daba por atrás, yo se la chupaba a otro que estaba acostado frente a mí. Primero uno y luego el otro, resultaba por demás incitante cerrar los ojos y tratar de adivinar cuál de los dos me la estaba metiendo, o a quién se la estaba chupando. De sentada también era por demás gustoso. Me sentaba encima de uno, dándole la espalda y se la chupaba al otro que se paraba ante mí. Subía y bajaba, y ese mismo movimiento no solo hacía que la pija de uno entrara y saliera de mi concha, sino también que la pija del segundo se deslizara por entre mis labios. Entonces llego el momento que todos esperábamos. Le dije a Dante que se echara de espalda en la cama, cuándo lo hizo me le subí encima, a caballito, me metí su verga dentro de la concha y empecé a moverme suavecito, sin apuro, tratando de no anticipar lo inexorable, entonces me eché sobre su cuerpo, pegando mis tetas contra su pecho, y apuntando mi culito hacia Julio le dije que ahora era su turno de unírsenos. Supongo que al ver mi agujero palpitando de lujuria supo a lo que me refería. Pero al verlo casi me llevo una decepción, porque no tenía la pija lo suficientemente dura como para intentar el sexo anal, de tanto meterla se le había desinflado.
-Veni que te la chupo- le dije y santo remedio, un buen pete y la pija de Julio recuperó el esplendor perdido.
Se calzó un nuevo preservativo, se subió a la cama y con la verga apuntando hacia su profundo objetivo, me la fue poniendo de a poco, obvio, no sabía a lo que se enfrentaba, porque ni bien sentir la puntita, mi culo hizo el resto, absorbiendo y devorando todo el resto. Los tenía a los dos adentro, estaba ensanguchada por los dos empresarios salteños, uno por delante y otro por detrás, no podía moverme, pero ellos sí, primero al ritmo de cada uno, luego sincronizados, aprendiendo cuándo debían entrar y cuándo salir, proporcionándome la impagable sensación de que una verga enorme me estaba taladrando por los dos agujeros. Los dos se agarraban bien fuerte de mi cuerpo para embestirme, para emularme, para perforarme con todo lo que podían. De repente parecían que habían recuperado las fuerzas, estaban como revividos, con ganas de destrozarme a puro pijazo. Estuvieron un buen rato cogiéndome por delante y por detrás, Dante fue el primero en acabar, sentía el forro llenándose con su leche y sus jadeos corroborando el orgasmo. Julio siguió y siguió… perdónenme la expresión, pero de tanto que me la metía por el culo sentía que me cagaba… le tuve que pedir por favor que me la sacara… la primera vez que tiraba la toalla… me la saco y fui al baño. Ya hechas mis necesidades volví y me siguió dando. Dante estaba tirado en la cama, todo despatarrado, tratando de recuperarse, por lo que Julio me agarró casi de prepo, me echó en cuatro sobre el sofá y me la volvió a meter, esta vez por la concha, cogiéndome a quemarropa… haciéndome delirar con cada embestida… en eso, cuándo abro los ojos veo una pija a medio levantar frente a mi cara, era Dante que requería un poco de atención. Se la chupé mientras Julio me seguía garchando… se le puso dura en mi boca, creí que querría cogerme también, pero no, insistió en que se la siguiera chupando, así que seguí… sentía que los dos ya estaba a punto… entonces Julio aceleró en ese último tramo, durante el cuál ya sabés que estás por llegar, y dejándomela clavada bien adentro acabó en una forma por demás escandalosa, puteando a los cuatro viento y agradeciéndole a quién fuera por el desplante de Mara. Casi al mismo tiempo Dante también acabo, me sacó la pija justo a tiempo de la boca para salpicarme toda la cara con unos lechazos densos e impactantes. Creo que no hace falta decir que los dos quedaron más que satisfechos. Luego del polvo nos fuimos a duchar, ¡los tres juntos!, tomamos unos tragos y… ¡lo volvimos a hacer…! Si… jajaja… cogimos otra vez, con doble penetración incluida también, aunque esta vez este nuevo encuentro corrió por cuenta de la casa…
Una fotito con mi amiga Mara (si se entera que la puse me mata)
4 comentarios - Los clientes del Tano...
Gise.. Dale tiempo a Marita que con ese lomito la veo biennnn!! Pero cogedora como vos dificil encontrar!
IMPRESIONANTEEEEEEEE, GI
FELICITACIONES