luna de miel con otros

Hola, me llamo Carolina, actualmente tengo 30 años y lo que les voy a contar en el presente relato sucedió hace tiempo ya. Hace casi una década para ser más precisa. Y se trata de una experiencia que pese a situarse entre las más intensas y alucinantes que haya tenido jamás, no he compartido con nadie, ni siquiera con mis amigas más íntimas, con las cuáles solemos contarnos todo. Y cuándo digo todo, es todo. Como cogen nuestras parejas, cuantos polvos nos echamos por noche, que tan grande las tienen, y todo lo que se puedan imaginar. Pero lo que me pasó se trata de una de esas cosas que deben permanecer por siempre dentro de una, en el más estricto secreto, ya que pese a que mis amigas son bastante liberales en lo que al sexo se refiere, estoy segura que de contarles la experiencia que tuve, no me entenderían y me dirían que estaba completamente loca. Por eso es que elijo este medio para hacerlo, ya que puedo contarlo y seguir manteniendo el anonimato al mismo tiempo. La cosa fue así. Con mi marido recién nos habíamos casado y disponiendo apenas de una semana, elegimos Córdoba para nuestra luna de miel, más precisamente en Capilla del Monte, en el Valle de Punilla. Ahí disfrutamos de diferentes excursiones, como por ejemplo al cerro Uritorco, célebre por los supuestos avistamientos de platos voladores, al dique, a "El zapato" a "Los Cocos", a "El camino del indio", etc. pero entre nuestros paseos favoritos estaba el que hacíamos al río "La toma" En donde pasábamos el día, bañándonos, tomando sol y disfrutando del agua de manantial que discurría desde lo más alto de las sierras. Pero en una de nuestras primeras estadías ahí, abusamos tanto del sol
que nos insohmos, mayomiente mi marido que quedó como un camarón, sin poder moverse casi debido a lo enrojecido que tenía la piel. Así que por un par de días no pudo salir de la casa que habíamos alquilado por esa semana, teniendo que encargarme yo de las compras y de todo lo referente a la adquisición de los pasajes para la vuelta. Y fue en una de esas salidas, cuándo volviendo a la casa con un par de gaseosa y el pan que había comprado para el almuerzo, que una camioneta se me acerca y el tipo que manejaba me pregunta si quiero que me alcancen hasta algún lado. Con él iban dos tipos más, que murmuraban entre ellos, quizás apostando si iba a aceptar o no. -No, gracias, estoy cerca- Le dije en un primer momento, pero su insistencia fue tanta al respecto, y me lo ofrecían de tan buen modo que terminé aceptando. Además debo decir la verdad y admitir que a consecuencia de la insolación sufrida por mi marido, hacia ya dos días que no fifaba, y con la calentura que tenía encima, la posibilidad de hacerlo con tres tipos al mismo tiempo, no me parecía para nada descabellada como podría parecerme en una situación, digamos, más normal. Estaba caliente, re - caliente, y ya se sabe que cuándo una está en ese estado la razón es lo primero que se pierde. Me subí entonces a la camioneta, con las bolsas del supermercado a cuestas, y les señalé el camino hacia la casa. -¿No te gustaría dar un paseo antes de llevarte?- Preguntó el que manejaba. -Depende de adonde- Repuse sin decirle todavía ni que si ni que no. -Por ahí, tc. aseguro que no va a ser muy lejos- Insistió, sin mayores precisiones. Miré primero al conductor, luego a los otros dos, que se mantenían expectantes, y finalmente asentí: -Si, me gustaría-Pasamos entonces de largo la casa y nos desviamos hacia el pie del cerro, en donde el que llevaba la voz cantante detuvo la camioneta y me ayudó a bajar. Y fue justo antes de poner un pie sobre la hierba que caí
entre sus brazos, quedando de frente a él, mirándonos con unas ganas que ya no podíamos disimular. Entonces nos besamos. Nos trenzamos en un chupón por demás desesperado y jugoso, el cuál servía como preciso prolegómeno de-! -que sucedería a continuación. -¿Querés que 1c1140 que se vayan?-Me pregunto; 4efiéndose a sus acompañantes, los cuáles se mantenían a una, prudencial distancia,,, -No- Le 'conteste ,Creo que va a ser divertido estandos los cuatro, y me agaryaron 1de la cola, estrujándoméla con desbordante pasión. Contando,., entonces', con mi visto bueno, los Otros dos se arremolinaron a mí alrededor, .aprovechando el tumulto para meterme mano por todos lados, . distribuyéndose mi cuerpo entre los tres en una forma lasciva aunque equitativa. En apenas un abrir y cerrar de ojos me sacaron la ropa ¡Toda la ropa! Y ya completamente desnuda me hinqué de rodillas en el suelo, sobre la verde hierba de primavera, encontrándome de repente con tres fantásticas y rebosantes porongas apuntándome directamente a la cara. Agarrando dos de ellas, me puse a chupar la tercera, sin distinguir de quién era, aunque debo reconocer que se trataba de un pedazo lo suficientemente consistente como para Ilenarrne hasta la garganta. De esa forma fui chupándosela a todos, de uno en uno, pajeando a la vez a los otros dos, sin descuidar a ninguno, asegurándome un banquete de proporciones épicas. Nunca antes había estado en una situación parecida, mamando de tres hombres al mismo tiempo, pero desde mi puntb de vista creo que me las estaba arreglando bastante bien. Demasiado diría, ya que en todo momento logré sostener la prodigiosa erección que evidenciaba cada uno de ellos. El que me había avanzado primero, ya fuera de sí, me tiró de espalda en el suelo, y separándome casi arrebatadamente las piernas se me tiró encima y me la metió hasta la base, llenándome de carne pijuda bien hasta el fondo. Me estremecí toda al sentirlo, cerrando mis piernas alrededor de su cintura para retenerlo dentro de mí y contenerlo ahí en donde tanta falta me hacía. Ya bien adentro, empezó a bombearme con un ritmo que me conmovía sin piedad alguna, rompiéndome todo lo que tenía que romper, demostrándome no solo a mí, sino también a sus amigos, lo buen cogedor que era. Lo sentía perforándome, dándome un bombazo tras otro y me estremecía toda, jadeaba como una perra de tanto gozo y placer que me proporcionaba. Y no solo con él, sino que con los otros dos que le siguieron también, disfrutando con cada uno de ellos de unos polvos por demás impactantes, permitiéndome recuperar de esa forma el tiempo perdido, el cuál, pese a no haber sido mucho, a mí me parecía una eternidad. Y ahí, al pie del cerro, sobre el pasto todavía húmedo por el rocío, me
dieron como una jauría de perros alzados, sometiéndome lascivamente, aunque es justo decir que yo me sometía a ellos con el mayor de los placeres. Todos me complacían, todos me satisfacían, y con cada uno de ellos en una forma impresionante, como hacia tiempo no lo hacia Culminando esa orgía campestre con una lluvia de lechita que me cubrió prácticamente todo el cuerpo con ese cremoso y caliente fluido con el cuál tanto me urgía ahogarme. Lo hice con los tres, si, y alcance el clímax con los tres, ese es mi secreto, el que no puedo revelar ni a mis amistades más íntimas, y es por eso que, hoy lo comparto con ustedes, para sacarme de una vez por todas este peso de encima. Y ahora ya más aliviada, les cuento que luego de estar con esos tres sujetos, terminé impregnada con el olor a macho que todos ellos destilaban, pero por suerte tenía el rió a mano y antes de volver a casa, me di un chapuzón. Por suerte mi marido no se dio cuenta de nada. La semana próxima cumplimos diez
años de casados y para esa fecha ya estamos planeando hacer un viaje al mismo lugar adonde fuimos de luna de miel. No es seguro todavía, pero quizás lo hagamos ¿Se imaginan lo que puede llegar a pasar si me vuelvo a encontrar con esos tres tipos? Voy a tener una nueva experiencia para contarles. Otra orgía.


fuente: revista atraccion