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Mariposa traicionera...




Después de bastante tiempo volví a hablar con Enrique, mi novio, o mi ex, mejor dicho. Nos estamos acercando de a poco, sin apurarnos, tomándonos nuestro tiempo. Fue él quién lanzó la primera piedra, llamándome para las fiestas. Estuvimos un rato charlando, como si nada hubiera pasado. Quedamos en seguirla durante la semana, y después de varias llamadas, algunas hechas por él, otras por mí, nos encontramos. Fuimos a tomar una cerveza. Confieso que tras estar un rato con él me moría de ganas porque me cogiera, pero no quería dar el brazo a torcer, quería demostrarle que ya no era la misma calentona de antes, la que lo había engañando, quería demostrarle que había madurado. Obvio que sigo igual, sigo siendo la misma puta de antes, aunque estoy haciendo un esfuerzo supremo por no caer en las diferentes tentaciones que día a día se van cruzando por mi camino. Pero esa tarde fue demasiado. Estar con mi novio, tan cerca suyo, hablar con él, recordar nuestros momentos juntos, todo lo que hemos vivido… terminé con una calentura imposible de ignorar. Pero no podía irme a un telo con él, regalarme tan fácilmente en nuestra primera cita después de la ruptura hubiera significado que seguía siendo la misma de siempre. Y no quería darle esa impresión, quería que pensara que el sexo ya no me interesaba tanto como antes, que ahora prefería los sentimientos por sobre lo carnal, aunque todos sabemos que no es así.
Luego de la charla y de la cerveza, nos despedimos con un dulce beso en la mejilla, como dos buenos amigos, aunque sabíamos que nos encaminábamos hacia la reconciliación. Salí de aquel bar con una calentura terrible, si hasta sentía mojada la entrepierna. En lo único en que pensaba era en llegar a casa y hacerme una paja. Antes de tomar el colectivo me detuve en un semáforo. Estaba esperando que cambiara la señal cuándo una 4 x 4 se detiene justo en donde estoy. El hombre que maneja saca la cabeza por la ventanilla y me dice algo. No le entendí por el ruido del tráfico, pero creyendo que me preguntaba por una calle o una dirección, me acerco y le digo:
-¿Qué?-
-¿Querés subirte y dar un paseo?- me repite.
Me quede mirándolo. No era la primera vez que alguien desde un auto tiraba onda. Ya ni recuerdo las veces que me tocaron bocina, o me han seguido a baja velocidad. Curiosamente nunca me subí al auto de un desconocido, pese a que la idea en verdad me excitaba. El hecho de subirme al auto de alguien que ni siquiera conozco, significaba inevitablemente que iba a terminar cogiendo con ese alguien. Sino, ¿para que me iba a subir? Eso mismo debía de pensar esa persona al invitarme así de la nada a dar una vuelta. No se trataba de una propuesta desinteresada ni mucho menos, al proponerme dar ese supuesto paseo, lo que en verdad me estaba diciendo era, palabra más, palabra menos: ¡-Nena, te quiero coger, ¿te cabe?!-
Y por supuesto que me cabía, si estaba con unas ganas terribles de que me la pongan, y ese tipo, absolutamente extraño y desconocido, me venía como anillo al dedo, o mejor dicho, como poronga a la concha.
-¿Y, qué decís, vamos a pasear?- me insistió.
-Si, está bien, me gustaría dar un paseo- asentí, lo cuál traducido quería decir: “Si, dale, también tengo ganas de coger”.
Me abrió la puerta del lado del acompañante y me subí.
-Gerardo, un gusto- se presentó.
-Giselle- le correspondí, sellando la presentación con un beso en la mejilla.
Se puso en marcha y ya desde que arrancó supe hacia donde se dirigía.
-¿Te parece bien este lugar?- me preguntó al aproximarse a un albergue transitorio bastante bien puesto.
-Me parece perfecto- asentí, por lo menos se había tomado el trabajo de consultarme al respecto.
Entramos al telo, bajamos de la camioneta y avanzamos hacia la recepción, el uno al lado del otro, como si fuéramos a cumplir un trámite de lo más rutinario. En la recepción pidió una habitación, y una vez que le dieron la llave avanzamos por un pasillo a media luz, como todos los pasillos de todos los telos. Ahora sí, Gerardo me puso una mano en la cintura, conduciéndome hacia nuestro destino. Se trataba de un hombre casi cuarentón, con pronunciadas entradas a ambos lados de la frente y cabello entrecano a los costados. Aunque no llevaba alianza se caía de maduro que estaba casado. Cuándo están de trampa los hombres son muy evidentes.
Entramos a la habitación y comenzamos a desvestirnos, sin dejar de mirarnos, comiéndonos con los ojos. Nos quedamos en ropa interior, yo en bombacha y corpiño, él en slip. Nos acercamos, midiéndonos con la mirada y antes de chocarnos nos trabamos en un beso por demás voraz y efusivo. Sin dejar de besarnos empezamos a meternos manos por todos lados, la mía, obvio que fue directo a su entrepierna, sobándole ese incipiente abultamiento que ya comenzaba a mostrar signos de dureza y crispación.
-¿Me la vas a chupar?- quiso saber.
-¡Te la voy a comer toda!- le aseguré y ahí nomás caí de rodillas ante él.
Le desabroche el pantalón y en cuestión de segundos le pelé la pija, revelándola en todo su esplendor. No era nada del otro mundo, pero con la calentura que tenía en ese momento me parecía flor de pijazo. Se lo agarre con una mano y lo sacudí fuertemente, sintiendo como se endurecía entre mis dedos, el olor a pija me envolvió con sus fragantes delicias mientras se la meneaba, haciendo que se pusiera más dura y mojada cada vez.
-¡Si… así… ahhhhh… ahora metétela en la boquita, dale… chupámela…!- me pidió.
No estaba como para hacerme de rogar, así que dándole con el gusto me la mandé para adentro prácticamente de un solo bocado. El tipo casi no podía creer que se la chupara con tantas ganas, estaba alucinando con el pete que le hacía, sacando lo mejor de mí, haciendo uso y abuso de todas y cada una de mis habilidades bucales. Con una mano se la agarraba por la base, sin dejar de frotársela, endureciéndola más y más a cada instante, y con la otra me acariciaba suavemente la conchita, con la yema del dedo índice me estimulaba el clítoris, sintiéndolo también cada vez más inflamado. De a ratos untaba con los dedos lo que me chorreaba de adentro lo esparcía por todo su palpitante volumen.
-¡Que rica… que rica pija…!- le susurraba cuándo me la sacaba de la boca, solo para pasarle la lengua por los lados y sentir ese incitante ardor que tanto me estremecía.
-¿Te gusta?- me preguntaba él entre ahogados suspiros.
-Si… me encanta- le respondía y me la volvía a comer con más gula que antes, saboreando cada pedazo, sintiendo como latía y se hinchaba en mi garganta.
-Apenas te vi me di cuenta de lo puta que eras- me decía.
-Si… reputa…- le confirmaba sin dejar de mamar ese soberano pedazo de verga ni por un solo instante.
Cuándo ya la tuvo bien dura, al límite prácticamente, me la sacó cruelmente de la boca y me empujó hacia atrás haciéndome quedar de espalda en la cama. Sin dejar de observarme, me arrancó de un tirón la bombacha. Quede frente a él con las piernas abiertas, sintiendo como un caldo espeso y tibio se derramaba por entre mis muslos. Enseguida se agachó y empezó a chuparme. Me agarré de los pelos al sentir esa lengua recorrer todo mi interior. Que bien me chupaba la concha el tipo ese… era un prodigio con la lengua. La deslizaba por sobre mis labios, sobre el clítoris, adentro y afuera, la metía y la sacaba, y yo que me mojaba sin control alguno. Me gustaba tanto lo que me hacía que aprisioné su cabeza entre mis piernas y comencé a mover mi pelvis al ritmo de sus chupadas. Él seguía chupando, chupando y chupando, cada vez con más fuerza, llevándome tan solo con el ímpetu de su lengua hacia un orgasmo pleno y apoteótico.
-¡Acabaste guachita!- se sorprendió al levantar la cabeza.
Yo no podía hablar, lo único que pude hacer fue mover la cabeza en señal de asentimiento y dedicarle una sonrisa pletórica de gozo y placer. Se levantó y dejándome ahí, toda frágil y sensibilizada, fue a ponerse el forro. Volvió y de nuevo me separó las piernas, yo sentía mi conchita todavía latiendo y convulsionándose por el reciente orgasmo y pero así y todo no tuvo compasión y me la metió… me la metió toda entera de un solo empujón. Los dos nos fundimos en un regocijante suspiro al sentirnos tan íntimamente unidos. Me la dejo adentro, sin moverse, por un rato mientras nos chuponeábamos con frenesí, tras lo cuál si, comenzó a empalarme, fluyendo a través de mis gajos en toda su extensión. Al principio no me había parecido gran cosa, pero ahora al tenerla adentro me resultaba más gorda de lo que aparentaba. Igual, cuándo te cogen no hay pijas grandes o chicas, lo importante es sentirla y que te la hagan sentir, y el tipo este si que me la hacía sentir. Se movía en una forma que parecía que cada vez me llegaba a lugares diferentes, yo ni siquiera tenía que moverme, me quedaba ahí quieta, bien abierta y despatarrada, disfrutando de cada empuje, entregándome por completo a ese completo desconocido cuyo único propósito era disfrutar y abusar de mi cuerpo. Yo encantada, obvio, si es lo que más placer me da, que me disfruten y que abusen.
Como jugando el tipo cerraba y abría mis piernas, sin dejar de metérmela, tras lo cuál me las cerró hacia un costado y manteniéndome ahí bien aprisionada, aceleró la descarga, me sacudía las nalgas con cada embiste, yo lo único que podía hacer era cerrar los ojos y soltar los gemidos y jadeos que se acumulaban en mi garganta.
-¡Tomá putita… tomála toda… toda para vos…!- me decía deslizándose por el canal que formaban mis muslos, sin detenerse, yendo y viniendo con una fuerza imparable.
En cuatro fue más violento todavía, claro que yo lo incitaba para que lo fuera, le pedía más, más y más, le reclamaba que no parara, que quería sentirla toda bien adentro, pidiéndole que me rompiera, que me dejara inválida de tanto cogerme. Sintiendo que debía demostrar que era capaz de complacerme, me agarro bien fuerte de la cintura y empezó a bombearme con todo. Sentía que en cualquier momento se me iban a salir volando las nalgas de tanto que me las sacudía, las tetas también se me sacudían pero yo me las agarraba con una mano y me las masajeaba, tratando de canalizar de alguna manera toda esa pasión extrema que desbordaba nuestros cuerpos.
-¡Que pedazo de puta… como se te abre la concha de las ganas de pija que tenés!- me decía el tipo entremedio de fuertes nalgadas, a lo que yo respondía con gemidos cada vez más emotivos.
A través de los espejos de las paredes podía ver como el tipo lanzaba todo su cuerpo contra mi humanidad, buscando la penetración más profunda y concisa, abriéndome de par en par, lacerando todo mi interior con ese punzante pedazo que me destrozaba sin piedad. Estuvo así un rato, hasta que me la sacó y se echo de espalda.
-¡Veni putita… montame!- me dijo.
Y lo monté, me le subí encima, me acomodé sobre su pija y me deje caer con todo, sintiéndola en lo más profundo, en las entrañas, quemándome y estremeciéndose dentro de mí. Me agache, lo besé, le froté mis gomas por toda la cara y empecé a subir y bajar, moviéndome con más entusiasmo cada vez, haciendo que la verga se deslizara en todo su esplendor dentro de mí. De tanto que me movía la pija de a ratos se salía, entonces yo la agarraba y me la volvía a acomodar, siguiendo con mi montada como si nada. Hasta que en una de esas se volvió a salir, esta vez me quede quietita, sin moverme y mirándolo, le dije en un tonito por demás incitante:
-¿A ver si entra a la primera…? me gusta más así, sin lubricar, ¿sabés? Porque duele… y duele rico…- le dije mientras me la acomodaba en el culito y sosteniéndola por la base comenzaba a bajar.
Se me resbaló un par de veces, por lo que tuve que reacomodarla, pero cuándo la cabeza pudo entrar, entonces la solté y entonces si, me deje caer con todo, clavándomela en lo más profundo del orto.
-¡Si pendeja… la tenés toda en el culo… siiiiiii… que mina más turra que sos… como te entra… te entra enterita… uhhhhhhh… te voy a desfondar el ojete!- gritaba enloquecido, alucinado con la elasticidad de mi culo.
Me agarro bien fuerte de los cachetes de la cola y empezó a moverse arriba y abajo, metiéndomela toda, haciéndome delirar con cada ensarte. Yo me movía con él, saltaba y me sacudía, le aplastaba las tetas en la cara, siempre gimiendo y suspirando intensamente. Igual no me dejo disfrutar mucho de esa posición, ya que enseguida me tumbó de espalda y, volviéndose a colocar entre mis piernas abiertas, me serruchó el ojete con desbocado frenesí. Metía y sacaba, metía y sacaba, mientras yo me frotaba con tanta fuerza el clítoris que ya lo tenía todo amoratado y entumecido. No tarde nada en llegar a un nuevo orgasmo, tan salvaje y explosivo como el anterior, el tipo me siguió, me sacó la pija de adentro de un solo tirón, y arrancándose el preservativo se la sacudió un par de veces eyaculando sobre mi cuerpo una efusiva catarata de esperma.
-¡Siiiiii… tomá puta… todo para vos… mira la leche que me arrancaste!- exclamó mientras los chorros de guasca se precipitaban sobre mi vientre y mis pechos, un lechazo hasta me llego a la cara, dejándome una pegajosa estela desde el mentón hasta la frente.
Caímos rendidos, extenuados, sofocados, envueltos en jadeos por demás placenteros. Mientras yo me quedaba ahí, recostada, él se fue a duchar y se vistió.
-¿Tengo que dejarte algo?- me preguntó mientras agarraba su billetera.
-No lo hice por plata… aunque si me dejás algo me ayudas porque estoy sin laburo- le dije con absoluta sinceridad.
Saco un par de billetes y los dejó sobre la mesita.
-Te dejo también una tarjeta, quizás pueda ayudarte a conseguir algo- me dijo, dejando la tarjeta junto a los billetes.
-Gracias…- le agradecí a la vez que la agarraba y la leía: “GERARDO M…. Abogado, me había olvidado de su nombre -… Gerardo- concluí.
Creí que se iba y me dejaba ahí, sola y abandonada como cualquier puta de la calle, pero antes de llegar a la puerta se giro y me preguntó:
-¿Te puedo alcanzar a algún lado?-
-Dale, porque por acá no conozco mucho, en un par de minutos estoy lista- me levanté de un salto, agarre mi ropa y me metí al baño.
Salí ya vestida y arreglada. Agarre mi bolso y con una pletórica sonrisa le dije:
-¿Vamos?-
Me dejo a unas pocas cuadras de mi casa. Al bajar me dijo que lo llamara.
-Te llamo- le dije.
Finalmente no lo llame. Y no pienso llamarlo tampoco. Si lo hago temo que me consiga un trabajo y después quiera hacerme su amante o algo así, solo porque me ayudo. Prefiero seguir como estoy, además al llegar a casa volví a hablar con Enrique, y si las cosas siguen así seguro que pronto va a haber reconciliación… entonces la putita petera habrá quedado en el pasado.








































Mariposa traicionera...[/align]

10 comentarios - Mariposa traicionera...

Otty_Guitarras
VA!! que las argentinas cada dia estan mas calientes 🤤

cuernos
pro55
Cada ves que te leo me dan unas ganas de hacerte de todo...
rcastedo
muy buen relato pero lo lei entrelieas se me hizo un poquito largo salu2 pasa por radioporinga
SocotocoL
"-Gerardo, un gusto"
"-¿Te parece bien este lugar?"
"-¿Me la vas a chupar?"

El tipo no venía preparado para tener sexo xdddd así como se dan las cosas, me da la impresión de que te reconocen por P! y se hacen los giles para echarse un cortito por todo su cuerpo :M Lindo relato, y tengo que ponerme al tanto de la novela porque hasta donde me quedé tu ex era Raúl xddd Éxitos!
macuta
Gi!!!!! Que suerte que tienen los tipos que te cruzan en ebullicion!! Algun dia me tocará, o no pero que no se acabe la putita peteraaaaaaaa porque me voy de poringa! Quierooo massss de vosss y tus relatos!!!!
depredador14
pronto va a haber reconciliación… entonces la putita petera habrá quedado en el pasado.


Vas a poder??? Por tus relatos parece que se te va a hacer dificil..
KaluraCD

Muy bueno y caliente el relato Gise, no dejes nunca de ser esa putita deliciosa, aunque no creo que puedas dejar de ser petera y puta nunca.

Fijate que hay un errorcito en la linea de tiempo, primero decís que el tipo quedó en slip y al rato le desabrochás el pantalón 🙂


infidelidad
jhr2000
pro55 dijo:Cada ves que te leo me dan unas ganas de hacerte de todo...

casual
mariposa traicionera