Hola pajerones, los vuelvo a saludar para traerles la continuación de mi historia en el depto. nuevo. Se pone un poco más picante y se va viendo cómo viene la mano. Espero que ustedes hayan sabido controlar, justamente la mano, y se hayan hecho no mas de dos pajas con el relato anterior.
Bueno, los voy a dejar con el texto y a ponerse cachondos amigos. Suerte!
Ah, y gracias a quienes comentaron mi posteo anterior, espero éste siga siendo de su agrado.
Fue apenas la tercera o cuarta noche que dormí en mi nueva morada la que descubrí unos de los primeros indicios de las escapaditas de mi vecino hasta mi lado de la terraza que compartimos los dos departamentos, para echar unas miraditas por alguna de las muchas ventanas de mi casa. Es cierto que son muchas las ventanas de la casa, cosa que me encanta de ella por la luminosidad, pero está hecha justo a medida para un curiosito calentón como mi vecino el gordito.
Aquella noche me terminaba de duchar y salí del baño con un toallón atado a la altura de mis tetas redonditas y bronceadas, el pelo recogido con un rodete y un poco mojadita porque en verano me gusta quedarme un poco húmeda para que me quede el cuerpo fresquito. Así como venía me saqué el toallón entrando a mi habitación y toda desnudita me comencé a frotar crema en el cuerpo. Como si fuera a propósito, cuando voy subiendo por mis muslos y llego a la parte de la entrepierna se me ocurre, sin saber por qué, levantar la mirada y mirar hacia afuera por la ventana de mi cuarto. Como no fue una mirada muy decidida hacia afuera, solo levanté la vista. Y ahí lo vi, espiando desde la escalera que sube a su terraza en la oscuridad sin que él lo notara afortunadamente. Instintivamente me surgió seguir como si nada con lo mio, mientras pasaban muchas cosas en mi cabeza, Otra vez vergüenza, pero casi un segundo después se transformaba en calentura. Y una calentura nueva, desconocida pero muy muy excitante.
Seguí entonces con el trámite de la crema y el voyeur con la tranquilidad de un monje. Pasé por todos los lugares donde él hubiera querido estar; amagué ir a mi conchita pasando por mi entrepierna y rozándome suavecito el púbis para entusiasmarlo, pero no hay que dar todo de entrada. Subí por mi pancita suvecito haciéndome mil caricias desde mi conchita depilada hasta la base de mis pechitos. Después seguí con mis tetas, agarrándomelas bien fuerte me las masajeaba como si fuera él, con las mismas ganas que él le pondría si fueran suyas mis manos.
Después de darme unas cuantas caricias en todo el cuerpo, calentando a más no poder a mi espectador de privilegio, mientras lo veía retorcerse de placer espiando, le di el gusto y me senté en la cama con las piernas bien abiertas. Dejándole toda mi concha de nena angelical, porque la tengo chiquitita y prolijita como a los quince, me empecé a rosar la concha despacito con el revés de una mano. Despacito, bien despacito. Me empecé a frotar con más y más ganas los labios de la concha para que se empiece a poner calentita y frotando el clítoris con la punta de mis dedos la empecé a poner bien mojada. Cuando se empezó a poner húmeda, y yo ya estaba como una moto con la paja que me estaba haciendo siendo consciente de que mientras tanto me espiaban, dejándome caer sobre mi espalda me metí un dedo hasta el fondo bien fuerte, como a mi siempre me gustó que me entren para cogerme: de una y bien duro. Ese dedo fue apenas el principio, ya que apenas me puse a trabajar un poco me metí dos dedos más y tuve que intensificar la paja entrando en una catarata de flujo y también de orgasmos, porque me eché algunos más pegaditos al primero. Tengo esa encantadora cualidad, después de un polvo bueno me viene uno atrás de otro si me están cogiendo bien. Y esa paja no era un polvo más, era mucha la calentura que me generaba verlo al gordito empezar a hacerse la paja por debajo de la ropa mientras se sostenía de la baranda de la escalera para no caerse espiando por entre los escalones cuando me metí los dedos en la concha. No se pudo aguantar. Y pobre, no pudo aguantar mucho y se acabó bastante rápido, lo mataba la calentura. Pero cuando noté que acabó me calenté el doble y eso me hizo llegar al toque al primer orgasmo.
La catarata de flujo que deleitó los ratones de mi espectador cuando acabé chorreaba por mis piernas hasta mis tobillos, y tuve que volver a la ducha. Pero por ésta vez ya era suficiente show y cerré las cortinas de la habitación y de la ventana del baño para que se fura a dormir de una vez mi espía. Y tampoco quería que se me muriera del corazón, no? Ya era demasiado por una noche, que se fuera a dormir relajado después de la paja que se hizo conmigo. Si los ratones lo dejaban dormir, je je.
Espero les guste. Comenten nomás.
La continuación, en breve. Chau!
Bueno, los voy a dejar con el texto y a ponerse cachondos amigos. Suerte!
Ah, y gracias a quienes comentaron mi posteo anterior, espero éste siga siendo de su agrado.
Fue apenas la tercera o cuarta noche que dormí en mi nueva morada la que descubrí unos de los primeros indicios de las escapaditas de mi vecino hasta mi lado de la terraza que compartimos los dos departamentos, para echar unas miraditas por alguna de las muchas ventanas de mi casa. Es cierto que son muchas las ventanas de la casa, cosa que me encanta de ella por la luminosidad, pero está hecha justo a medida para un curiosito calentón como mi vecino el gordito.
Aquella noche me terminaba de duchar y salí del baño con un toallón atado a la altura de mis tetas redonditas y bronceadas, el pelo recogido con un rodete y un poco mojadita porque en verano me gusta quedarme un poco húmeda para que me quede el cuerpo fresquito. Así como venía me saqué el toallón entrando a mi habitación y toda desnudita me comencé a frotar crema en el cuerpo. Como si fuera a propósito, cuando voy subiendo por mis muslos y llego a la parte de la entrepierna se me ocurre, sin saber por qué, levantar la mirada y mirar hacia afuera por la ventana de mi cuarto. Como no fue una mirada muy decidida hacia afuera, solo levanté la vista. Y ahí lo vi, espiando desde la escalera que sube a su terraza en la oscuridad sin que él lo notara afortunadamente. Instintivamente me surgió seguir como si nada con lo mio, mientras pasaban muchas cosas en mi cabeza, Otra vez vergüenza, pero casi un segundo después se transformaba en calentura. Y una calentura nueva, desconocida pero muy muy excitante.
Seguí entonces con el trámite de la crema y el voyeur con la tranquilidad de un monje. Pasé por todos los lugares donde él hubiera querido estar; amagué ir a mi conchita pasando por mi entrepierna y rozándome suavecito el púbis para entusiasmarlo, pero no hay que dar todo de entrada. Subí por mi pancita suvecito haciéndome mil caricias desde mi conchita depilada hasta la base de mis pechitos. Después seguí con mis tetas, agarrándomelas bien fuerte me las masajeaba como si fuera él, con las mismas ganas que él le pondría si fueran suyas mis manos.
Después de darme unas cuantas caricias en todo el cuerpo, calentando a más no poder a mi espectador de privilegio, mientras lo veía retorcerse de placer espiando, le di el gusto y me senté en la cama con las piernas bien abiertas. Dejándole toda mi concha de nena angelical, porque la tengo chiquitita y prolijita como a los quince, me empecé a rosar la concha despacito con el revés de una mano. Despacito, bien despacito. Me empecé a frotar con más y más ganas los labios de la concha para que se empiece a poner calentita y frotando el clítoris con la punta de mis dedos la empecé a poner bien mojada. Cuando se empezó a poner húmeda, y yo ya estaba como una moto con la paja que me estaba haciendo siendo consciente de que mientras tanto me espiaban, dejándome caer sobre mi espalda me metí un dedo hasta el fondo bien fuerte, como a mi siempre me gustó que me entren para cogerme: de una y bien duro. Ese dedo fue apenas el principio, ya que apenas me puse a trabajar un poco me metí dos dedos más y tuve que intensificar la paja entrando en una catarata de flujo y también de orgasmos, porque me eché algunos más pegaditos al primero. Tengo esa encantadora cualidad, después de un polvo bueno me viene uno atrás de otro si me están cogiendo bien. Y esa paja no era un polvo más, era mucha la calentura que me generaba verlo al gordito empezar a hacerse la paja por debajo de la ropa mientras se sostenía de la baranda de la escalera para no caerse espiando por entre los escalones cuando me metí los dedos en la concha. No se pudo aguantar. Y pobre, no pudo aguantar mucho y se acabó bastante rápido, lo mataba la calentura. Pero cuando noté que acabó me calenté el doble y eso me hizo llegar al toque al primer orgasmo.
La catarata de flujo que deleitó los ratones de mi espectador cuando acabé chorreaba por mis piernas hasta mis tobillos, y tuve que volver a la ducha. Pero por ésta vez ya era suficiente show y cerré las cortinas de la habitación y de la ventana del baño para que se fura a dormir de una vez mi espía. Y tampoco quería que se me muriera del corazón, no? Ya era demasiado por una noche, que se fuera a dormir relajado después de la paja que se hizo conmigo. Si los ratones lo dejaban dormir, je je.
Espero les guste. Comenten nomás.
La continuación, en breve. Chau!
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