Hola amigos y amigas, hoy encontre este relato que me calento muchisimo en www.relatoseroticos.es, y quiero compartirlo con vosotros. Por lo tanto y sintiendolo mucho no es de mi autoria.
Que lo disfruteis.
Camino entre la gente, la multitud.
Me gustan los contrastes, caminar con mi traje por la calle, con la mirada distraída para cualquier espectador, mientras mi cabeza sólo tiene una idea en la cabeza. Sonrío para mis adentros, es tan sencillo salir de la rutina...Me gusta sentir que oculto mi pequeño secreto a los demás, y que mi rostro inescrutable no deja escapar ningún gesto que me delate.
Una historia y un juego más. Miro mi reloj, las ocho y media.
Hmm.... pronto aún. Dejémosla un poco más.
Me gustan los contrastes... soy un hombre de contrastes, y a veces fuerzo mi vida para sentirlos.
**************************
Son las siete de la tarde.
-Hola, Sara.
-Hola... - Responde aparentando tranquilidad, pero su voz tiembla, la imagino perfectamente a través del teléfono. Está en un sitio extraño, sola. Se que estará mirando alrededor, jugando con el llavero, aún en sus manos. De pie, en el centro de la habitación. Esperando. Un juego jugado mil veces antes, y al que volverá a jugar mil veces más.
Se sabe en mi poder, con toda la inseguridad que ese sentimiento conlleva, y a la vez reconfortada por la seguridad que le otorga esa misma entrega.
-¿Te gusta la habitación?. Pedí las mejores vistas. - Ella camina junto a mi por la habitación y corre las cortinas. La ciudad; bajo sus ojos, y más allá, el mar. Azul cobalto, oscuro. Profundo mar del norte.
-¿dónde estás?. Pensé que te encontraría aquí arriba... - ¿Hay un tono de desilusión? Siempre ha sido impaciente.
-Sara... - Repito su nombre, sé cuanto le excita que le llame por su nombre. - Sara, no preguntes, no estas en esa habitación para eso... lo sabes, ¿verdad?
Un instante de silencio, y una respuesta afirmativa. Ahora está donde la quiero, y pienso explotarlo más. Pasaran mil años y no me acostumbrare a esto, o si?
-¿Para qué estás aquí, Sara ?
-No sé...
-Creo que eres capaz de más.. ¿por qué te he sacado de casa hoy, y te he mandando ir a este hotel? ¿ Por qué he reservado ésta habitación para ti?
Sigue titubeando, realmente no sabe que contestar.
- ¿ Por qué quieres que haga algo para ti ?
-Aja... muy bien, quiero que hagas algo para mi... por supuesto que quiero, y por supuesto que lo harás. Lo sabes, ¿verdad?
-Si.
-Coge el teléfono, y llama a recepción. Di que vas a dormir, y que durante la tarde esperas visita, así que cuando pregunten por tu habitación, que por favor, le faciliten la llave de la misma.
Otro instante de silencio, siempre analizas todo lo que le digo, ahora mismo estás calculando las posibilidades, intentando descifrar el juego, pero aún no está maduro. Impaciente.
- ¿A nombre de quién dejo la llave? ¿Al tuyo?
-A ningún nombre.
*****************************
-¿Qué va a tomar?
-Un café, por favor.
Sentado en una terraza frente al mar. Estamos en ese momento en el que el verano se va, y aún nos negamos a coger el abrigo, así que un escalofrío recorre mi cuerpo durante un momento, bajo mi camisa.
Estoy frente al mar, pero para ella podría estar en cualquier lugar. En la habitación contigua de ese hotel en la colina... abajo, en la cafetería, junto a recepción... a 400 Km., en Madrid. Tal vez es perfectamente consciente de que estoy en su ciudad, o tal vez no. No es algo que vaya a preguntarle hoy. Dentro de un par de días, habrá tiempo de hablar, y de preguntar. De transmitirme todas sus sensaciones y todos esos pequeños detalles que 2 semanas después desaparecerán en el olvido.
Me ha costado, siempre cuesta, es como una batalla, y precisamente el ganarla es lo mejor. Siempre me cuesta hacerla reaccionar, supongo que la distancia tiene esos inconvenientes. Necesito mi tiempo para hablarle, para guiarle y llevarle a mi terreno, para que salga por un instante de su mundo y su monotonía. Una vez fuera de allí, la batalla está ganada.
Ha sonado su teléfono y me ha encontrado al otro lado. Pero no era una llamada habitual, y lo ha notado al instante. A pesar de haber hablado un rato de cosas nimias, los dos lo sentíamos.
Me he dado mi tiempo, consciente de que ella esperaba ese cambio de tema, esperando el ataque. Pero la iniciativa es mía, y llegará cuando decida.
Por fin... el juego, la presión, ... negación, súplica, rebeldía, amenaza, y por fin, la recompensa, claudicación. Ha olvidado sus compromisos, ha cancelado sus planes, y roto sus citas y a tomado un lápiz y papel. Veinte minutos después su coche.
Saboreo mi café. Despacio. Mi reloj marca las nueve y diez. En este momento estás nerviosa, eso no desaparece por mucho que esperes. Quizás haya desaparecido esos primeros impulsos de impaciencia que siempre te asaltan.
Cansada... eso desde luego, moverás tus rodillas, para evitar que se te duerma una pierna. Pero jamás cambiarás tu postura, yo lo sé, y tú lo sabes. Es algo tan básico que ni siquiera me planteo. Tan cómodo en esta butaca frente al mar... Soy un cabrón, y te encanta.
*********************
-¿Si?
-Hola, Sara. ¿ Todo bien?
-Ehh.. si, ya está. Acabo de hablar con recepción. Ya he dejado el recado y han dejado una llave lista para ti.
Sonrio para dentro....Niña tramposa, debería castigarte. Pero mi castigo será el silencio, ni siquiera me molesto en cuestionar si la llave será para mi o no. Te sienta aún peor y lo noto, pero no te atreves a insistir sobre ello. Bien echo.
-Quítate toda la ropa.
La frase le coge de imprevisto, pero solo lo justo. Ni ella es cándida, ni yo quiero que lo sea. Obediente, y sin decir nada escucho sus movimientos a través del teléfono.
-Ya esta. Estoy desnuda.
-Bien, ve al cajón. Ábrelo y dime que hay dentro.
Camina por el suelo de madera, descalza. La imagino flotando sobre ese suelo, su cuerpo grácil ondulando. Es perfecta, y cada acto suyo implica una belleza sublime. Y es toda para mi.
Ahora ha abierto el cajón e identifica perfectamente lo que hay sin siquiera tocarlo.
-Veo unas esposas, y un trozo de tela negro.
-Cógelas.
-Ya está.
-Ahora ve a la puerta de la habitación.
De nuevo un ángel se mueve por la habitación.
-Ya.
-Ponte la venda en los ojos. - Leves sonidos acarician mi oído.
-Ya.
Me gusta como se adapta a la situación, y como su obediencia a dejado paso a los monosílabos. Es obediente, y sabe cual es su papel. Y sabe jugarlo.
-Ahora, con la venda bien colocada, te pondrás en el suelo, a cuatro patas, como la perra que eres, Sara. Colócate de espaldas a la puerta, ofreciendo tu culito. Para que cualquiera que pueda entrar a esa habitación pueda verte expuesta ante él. Ofrécete mi niña.
Le escucho moverse, ruidos, suspiros, y por fin, de nuevo el silencio.
-Ya está.
-Bien, Sara. Termina.
Silencio.
-Sara, sabes que tienes que hacer ahora. La entrega absoluta, sabes que siempre quiero eso de ti. Y hoy será excesivamente gráfica, ¿no crees?
-Si, lo es...
-Sara, ¿que tienes que hacer ahora? Dímelo.
Responde usando un tono interrogante aunque obviamente sabe lo que deseo en este momento, y también que no responderé.
-¿Tengo que esposarme?... ¿ no?
-Sara, dime que tienes que hacer ahora.
Suspiró, coge fuerzas...
-Esposar mis manos, a la espalda.
-Hazlo.
Criccccc. La primera muñeca atrapada. El teléfono móvil golpea el suelo cuando Sara lo deposita frente a ella, a partir de este momento, no podrá usarlo más.
El momento de la entrega, de la indefensión absoluta. Solo siente la puerta tras de ella, su culo desnudo frente a ella, expuesto, vendida...
Pasa un segundo, otro más, no hay prisa, cuanto mas tiempo pase, mayor será su lucha interna, y mayor mi disfrute. Ojalá durara toda la vida este momento.
..........Cricccccc. Sus muñecas atrapadas. Sus brazos atrapados a su espalda, su cuerpo atrapado y su mente atrapada para mi. Ciega e inmóvil. Indefensa. No hay tiempo para el arrepentimiento. Solo hay tiempo para la entrega. A partir de ahora todo será nervios e incertidumbre. Cuelgo el teléfono.
Ahora está sola, y seguirá así el tiempo que yo quiera.
*********************
La puerta del ascensor se abre. Cada paso lo doy más lento que el anterior, pero a pesar de ello, casi sin darme cuenta estoy frente a la puerta de la habitación. Miro mi reloj. Las nueve y media.
Inserto la tarjeta en la puerta y la abro de par en par, despacio. La habitación es sobria, odio esos hoteles con cortinas de flores y cuadros de paisajes. Las cortinas están entornadas y la poca luz que queda en el exterior me deja recorrer las camas, perfectamente echas, la mesa de haya, con su silla dentro. El espejo del armario, todo impoluto excepto algo de ropa doblada sobre la cómoda. Y ella.
Escucho perfectamente su respiración en medio del silencio. Su respiración agitada por el cansancio, y por los nervios. El momento más esperado y temido ha llegado.
Colocada a cuatro patas, las rodillas dobladas recibiendo el peso de su cuerpo, la espalda curvada, el tiempo y el cansancio le han echo inclinarse hacia delante, y tiene su cara, de medio lado apoyada también en el suelo. Su culito no podía estar más expuesto en esa postura, y ahora, aunque quisiera cambiarla, no podría, demasiado cansada.
Sus brazos tensos recorren su espalda, unidos por la trampa metálica, unas sencillas esposas, tan delgadas, tan finas... y ellas solas conteniendo ese cuerpo ante mi. Sus rodillas, separadas me ofrecen una vista exquisita, me recreo en ella, mientras sigo bajo el dintel de la puerta.
Se que me oye perfectamente, y se que aunque no mueva un solo músculo todo su cuerpo esta alerta, a flor de piel, intentando detectar algún sonido común, esperando escuchar una palabra que le tranquilice, que le confirme quien esta jugando y como es el juego.
Nada de eso ocurre. Todas las sensaciones que ha tenido durante estas horas, de indefensión, de desnudez... se multiplican con el echo de tener a alguien detrás de ella, a menos de un metro. La sensación de dependencia es absoluta, y sabe perfectamente que la persona que ha entrado en la habitación, puede hacer con ella lo que quiera, todo lo que le plazca. Quizás debiera haberla amordazado...
Me deshago de mi ropa, y la dejo en el suelo, junto a mi. En solo dos pasos mis piernas casi rozan su culo. Empujo la puerta de un golpe y esta se cierra de un portazo. Noto su pequeño saltito... No te asustes...Aunque se que lo estás. Y aún lo estarás más, es tan fácil..Me inclino hacia delante, cerca de tu cara. La agarro, con cuidado, y retiro un poco el pelo que te cubre el rostro, como una caricia, saco algo de mi mano y te lo coloco en torno a ella, te ajusto la pequeña pelota en tu boca y ajusto la tira de cuero. Ahora amordazada... ni siquiera podrás gritar, todos tus sentidos concentrados solo en mi, y en mis actos.
Me pongo de rodillas tras ella, estoy tan cerca que casi debe sentir como invado su espacio vital. Recorro por última vez su cuerpo estático, en pocos segundos todo cambiará, y la agitación será su única dueña. Su piel, perfecta, su melena morena y lisa cayendo por su cara, sus pequeños pechos ni siquiera llegan al suelo. Bajo mi mirada, a sus muslos, y los recorro, mientras encuentro mi polla en el camino. Estoy tan excitado ahora mismo, y en este instante la sensación de poder hace que ya no me importe si ella lo está o no. Ahora es mía.
Aún no la toco, agarro mi pene con la mano y avanzo... muy despacio se la meto, hasta el fondo, de una sola vez. Está tan húmeda como esperaba, y no cuesta nada, sin embargo el efecto es absoluto, a pesar de los calambres y el cansancio, su cuerpo se estira, sorprendido, agitado, invadido de pronto por mi. No le dejo tiempo a reaccionar y comienzo a moverme, ignoro los protocolos y antes de que se de cuenta estoy follandola con todas mis fuerzas, mientras hace esfuerzos por no perder el equilibrio.
Mis manos, apoyadas en mis caderas, y mi polla entrando una y otra vez en ella. Todo su cuerpo está en tensión, una mezcla de placer, de miedo, y de descontrol, su cara prácticamente es el punto de equilibrio para no desmoronarse, sobre el que apoya todo el peso de su cuerpo. Me excita verla resistirse así. Se que es orgullosa y no caerá, aguantará hasta el último instante, hasta que no le queden fuerzas.
Sin embargo, no sabe la paciencia que tengo, y desde luego, si algo no me gusta, es terminar pronto las cosas. Salgo de ella, pero no me alejo. Su respiración se ha convertido en jadeos, y gotas de sudor perlan su espalda. Por primera vez casi no puedo evitar recorrer su espalda con mi mano, acariciarla, sentirla... pero me reprimo.
Me giro, y cojo algo de mi chaqueta. Es un consolador que aún no conoces, nunca habías probado uno de este tamaño, y hoy lo harás. Apenas tienes tiempo de descansar cuando lo introduzco de nuevo en tu coño, hasta el fondo, no quiero que me moleste.
Cuánto disfrutaré dentro de unos días, cuando me confieses todas tus sensaciones, lo que has sentido en todo momento. Me incorporo un poco, y mientras te mueves ligeramente por culpa de tu nuevo inquilino, te la introduzco en tu ano. Antes era más difícil y todo era más laborioso, ahora prácticamente me he acostumbrado a penetrarte apenas sin cuidado, a pesar de que aún te molesta al principio. De nuevo dentro de ti.
Llego de nuevo hasta el fondo, y me quedo quieto, como la pausa antes de la batalla. Totalmente llena por todos sus agujeros, poseída absolutamente. Me retiro, despacio, y comienzo a follarla de nuevo, ahora es todo más rápido aún, más violento, nuestros cuerpos se mueven descompensados, sin ningún ritmo. Yo marco el mío, y ella tan solo el que puede. Ahora no pararé hasta que todo acabe, tus gemidos a través de la mordaza son cada vez más fuertes, respiras intensamente por la nariz, casi más concentrada en coger y expulsar el aire que en lo que te hago, o no.
Cuando te corres siento tu escalofrío como si me ocurriera a mi, es tan gráfico y tan explícito, prácticamente te caes, te derrumbas sin fuerzas sobre el suelo. Sigo dentro de ti, solo tu culo, en un esfuerzo orgulloso aún sale hacia arriba, ofreciéndomelo, mientras tu respiración se va calmando. Lo acepto y continúo. Ahora apoyo mis manos en tu culo, descargo mi peso sobre ti, prácticamente tapando tu menudo cuerpo. No tardo en llegar yo también.
Exhaustos, sudor, vicio en mis ojos. Suelto un suspiro de placer, mucho después del orgasmo, el placer mucho más satisfactorio del juego de lo que podrían ser 1000 orgasmos. Me incorporo y marcho a la ducha. Una ducha que me reaviva junto con mi imaginación, sabiéndote en la habitación, tumbada cual larga eres sobre el suelo, ahora un poquito de medio lado, y con el dildo aún dentro de ti.
Pero por hoy hemos terminado, o más bien no, me visto y abro las esposas. Obediente, no mueves un centímetro de tu cuerpo hasta que de un portazo abandono la habitación.
Comenta que te ha parecido
Que lo disfruteis.
Camino entre la gente, la multitud.
Me gustan los contrastes, caminar con mi traje por la calle, con la mirada distraída para cualquier espectador, mientras mi cabeza sólo tiene una idea en la cabeza. Sonrío para mis adentros, es tan sencillo salir de la rutina...Me gusta sentir que oculto mi pequeño secreto a los demás, y que mi rostro inescrutable no deja escapar ningún gesto que me delate.
Una historia y un juego más. Miro mi reloj, las ocho y media.
Hmm.... pronto aún. Dejémosla un poco más.
Me gustan los contrastes... soy un hombre de contrastes, y a veces fuerzo mi vida para sentirlos.
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Son las siete de la tarde.
-Hola, Sara.
-Hola... - Responde aparentando tranquilidad, pero su voz tiembla, la imagino perfectamente a través del teléfono. Está en un sitio extraño, sola. Se que estará mirando alrededor, jugando con el llavero, aún en sus manos. De pie, en el centro de la habitación. Esperando. Un juego jugado mil veces antes, y al que volverá a jugar mil veces más.
Se sabe en mi poder, con toda la inseguridad que ese sentimiento conlleva, y a la vez reconfortada por la seguridad que le otorga esa misma entrega.
-¿Te gusta la habitación?. Pedí las mejores vistas. - Ella camina junto a mi por la habitación y corre las cortinas. La ciudad; bajo sus ojos, y más allá, el mar. Azul cobalto, oscuro. Profundo mar del norte.
-¿dónde estás?. Pensé que te encontraría aquí arriba... - ¿Hay un tono de desilusión? Siempre ha sido impaciente.
-Sara... - Repito su nombre, sé cuanto le excita que le llame por su nombre. - Sara, no preguntes, no estas en esa habitación para eso... lo sabes, ¿verdad?
Un instante de silencio, y una respuesta afirmativa. Ahora está donde la quiero, y pienso explotarlo más. Pasaran mil años y no me acostumbrare a esto, o si?
-¿Para qué estás aquí, Sara ?
-No sé...
-Creo que eres capaz de más.. ¿por qué te he sacado de casa hoy, y te he mandando ir a este hotel? ¿ Por qué he reservado ésta habitación para ti?
Sigue titubeando, realmente no sabe que contestar.
- ¿ Por qué quieres que haga algo para ti ?
-Aja... muy bien, quiero que hagas algo para mi... por supuesto que quiero, y por supuesto que lo harás. Lo sabes, ¿verdad?
-Si.
-Coge el teléfono, y llama a recepción. Di que vas a dormir, y que durante la tarde esperas visita, así que cuando pregunten por tu habitación, que por favor, le faciliten la llave de la misma.
Otro instante de silencio, siempre analizas todo lo que le digo, ahora mismo estás calculando las posibilidades, intentando descifrar el juego, pero aún no está maduro. Impaciente.
- ¿A nombre de quién dejo la llave? ¿Al tuyo?
-A ningún nombre.
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-¿Qué va a tomar?
-Un café, por favor.
Sentado en una terraza frente al mar. Estamos en ese momento en el que el verano se va, y aún nos negamos a coger el abrigo, así que un escalofrío recorre mi cuerpo durante un momento, bajo mi camisa.
Estoy frente al mar, pero para ella podría estar en cualquier lugar. En la habitación contigua de ese hotel en la colina... abajo, en la cafetería, junto a recepción... a 400 Km., en Madrid. Tal vez es perfectamente consciente de que estoy en su ciudad, o tal vez no. No es algo que vaya a preguntarle hoy. Dentro de un par de días, habrá tiempo de hablar, y de preguntar. De transmitirme todas sus sensaciones y todos esos pequeños detalles que 2 semanas después desaparecerán en el olvido.
Me ha costado, siempre cuesta, es como una batalla, y precisamente el ganarla es lo mejor. Siempre me cuesta hacerla reaccionar, supongo que la distancia tiene esos inconvenientes. Necesito mi tiempo para hablarle, para guiarle y llevarle a mi terreno, para que salga por un instante de su mundo y su monotonía. Una vez fuera de allí, la batalla está ganada.
Ha sonado su teléfono y me ha encontrado al otro lado. Pero no era una llamada habitual, y lo ha notado al instante. A pesar de haber hablado un rato de cosas nimias, los dos lo sentíamos.
Me he dado mi tiempo, consciente de que ella esperaba ese cambio de tema, esperando el ataque. Pero la iniciativa es mía, y llegará cuando decida.
Por fin... el juego, la presión, ... negación, súplica, rebeldía, amenaza, y por fin, la recompensa, claudicación. Ha olvidado sus compromisos, ha cancelado sus planes, y roto sus citas y a tomado un lápiz y papel. Veinte minutos después su coche.
Saboreo mi café. Despacio. Mi reloj marca las nueve y diez. En este momento estás nerviosa, eso no desaparece por mucho que esperes. Quizás haya desaparecido esos primeros impulsos de impaciencia que siempre te asaltan.
Cansada... eso desde luego, moverás tus rodillas, para evitar que se te duerma una pierna. Pero jamás cambiarás tu postura, yo lo sé, y tú lo sabes. Es algo tan básico que ni siquiera me planteo. Tan cómodo en esta butaca frente al mar... Soy un cabrón, y te encanta.
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-¿Si?
-Hola, Sara. ¿ Todo bien?
-Ehh.. si, ya está. Acabo de hablar con recepción. Ya he dejado el recado y han dejado una llave lista para ti.
Sonrio para dentro....Niña tramposa, debería castigarte. Pero mi castigo será el silencio, ni siquiera me molesto en cuestionar si la llave será para mi o no. Te sienta aún peor y lo noto, pero no te atreves a insistir sobre ello. Bien echo.
-Quítate toda la ropa.
La frase le coge de imprevisto, pero solo lo justo. Ni ella es cándida, ni yo quiero que lo sea. Obediente, y sin decir nada escucho sus movimientos a través del teléfono.
-Ya esta. Estoy desnuda.
-Bien, ve al cajón. Ábrelo y dime que hay dentro.
Camina por el suelo de madera, descalza. La imagino flotando sobre ese suelo, su cuerpo grácil ondulando. Es perfecta, y cada acto suyo implica una belleza sublime. Y es toda para mi.
Ahora ha abierto el cajón e identifica perfectamente lo que hay sin siquiera tocarlo.
-Veo unas esposas, y un trozo de tela negro.
-Cógelas.
-Ya está.
-Ahora ve a la puerta de la habitación.
De nuevo un ángel se mueve por la habitación.
-Ya.
-Ponte la venda en los ojos. - Leves sonidos acarician mi oído.
-Ya.
Me gusta como se adapta a la situación, y como su obediencia a dejado paso a los monosílabos. Es obediente, y sabe cual es su papel. Y sabe jugarlo.
-Ahora, con la venda bien colocada, te pondrás en el suelo, a cuatro patas, como la perra que eres, Sara. Colócate de espaldas a la puerta, ofreciendo tu culito. Para que cualquiera que pueda entrar a esa habitación pueda verte expuesta ante él. Ofrécete mi niña.
Le escucho moverse, ruidos, suspiros, y por fin, de nuevo el silencio.
-Ya está.
-Bien, Sara. Termina.
Silencio.
-Sara, sabes que tienes que hacer ahora. La entrega absoluta, sabes que siempre quiero eso de ti. Y hoy será excesivamente gráfica, ¿no crees?
-Si, lo es...
-Sara, ¿que tienes que hacer ahora? Dímelo.
Responde usando un tono interrogante aunque obviamente sabe lo que deseo en este momento, y también que no responderé.
-¿Tengo que esposarme?... ¿ no?
-Sara, dime que tienes que hacer ahora.
Suspiró, coge fuerzas...
-Esposar mis manos, a la espalda.
-Hazlo.
Criccccc. La primera muñeca atrapada. El teléfono móvil golpea el suelo cuando Sara lo deposita frente a ella, a partir de este momento, no podrá usarlo más.
El momento de la entrega, de la indefensión absoluta. Solo siente la puerta tras de ella, su culo desnudo frente a ella, expuesto, vendida...
Pasa un segundo, otro más, no hay prisa, cuanto mas tiempo pase, mayor será su lucha interna, y mayor mi disfrute. Ojalá durara toda la vida este momento.
..........Cricccccc. Sus muñecas atrapadas. Sus brazos atrapados a su espalda, su cuerpo atrapado y su mente atrapada para mi. Ciega e inmóvil. Indefensa. No hay tiempo para el arrepentimiento. Solo hay tiempo para la entrega. A partir de ahora todo será nervios e incertidumbre. Cuelgo el teléfono.
Ahora está sola, y seguirá así el tiempo que yo quiera.
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La puerta del ascensor se abre. Cada paso lo doy más lento que el anterior, pero a pesar de ello, casi sin darme cuenta estoy frente a la puerta de la habitación. Miro mi reloj. Las nueve y media.
Inserto la tarjeta en la puerta y la abro de par en par, despacio. La habitación es sobria, odio esos hoteles con cortinas de flores y cuadros de paisajes. Las cortinas están entornadas y la poca luz que queda en el exterior me deja recorrer las camas, perfectamente echas, la mesa de haya, con su silla dentro. El espejo del armario, todo impoluto excepto algo de ropa doblada sobre la cómoda. Y ella.
Escucho perfectamente su respiración en medio del silencio. Su respiración agitada por el cansancio, y por los nervios. El momento más esperado y temido ha llegado.
Colocada a cuatro patas, las rodillas dobladas recibiendo el peso de su cuerpo, la espalda curvada, el tiempo y el cansancio le han echo inclinarse hacia delante, y tiene su cara, de medio lado apoyada también en el suelo. Su culito no podía estar más expuesto en esa postura, y ahora, aunque quisiera cambiarla, no podría, demasiado cansada.
Sus brazos tensos recorren su espalda, unidos por la trampa metálica, unas sencillas esposas, tan delgadas, tan finas... y ellas solas conteniendo ese cuerpo ante mi. Sus rodillas, separadas me ofrecen una vista exquisita, me recreo en ella, mientras sigo bajo el dintel de la puerta.
Se que me oye perfectamente, y se que aunque no mueva un solo músculo todo su cuerpo esta alerta, a flor de piel, intentando detectar algún sonido común, esperando escuchar una palabra que le tranquilice, que le confirme quien esta jugando y como es el juego.
Nada de eso ocurre. Todas las sensaciones que ha tenido durante estas horas, de indefensión, de desnudez... se multiplican con el echo de tener a alguien detrás de ella, a menos de un metro. La sensación de dependencia es absoluta, y sabe perfectamente que la persona que ha entrado en la habitación, puede hacer con ella lo que quiera, todo lo que le plazca. Quizás debiera haberla amordazado...
Me deshago de mi ropa, y la dejo en el suelo, junto a mi. En solo dos pasos mis piernas casi rozan su culo. Empujo la puerta de un golpe y esta se cierra de un portazo. Noto su pequeño saltito... No te asustes...Aunque se que lo estás. Y aún lo estarás más, es tan fácil..Me inclino hacia delante, cerca de tu cara. La agarro, con cuidado, y retiro un poco el pelo que te cubre el rostro, como una caricia, saco algo de mi mano y te lo coloco en torno a ella, te ajusto la pequeña pelota en tu boca y ajusto la tira de cuero. Ahora amordazada... ni siquiera podrás gritar, todos tus sentidos concentrados solo en mi, y en mis actos.
Me pongo de rodillas tras ella, estoy tan cerca que casi debe sentir como invado su espacio vital. Recorro por última vez su cuerpo estático, en pocos segundos todo cambiará, y la agitación será su única dueña. Su piel, perfecta, su melena morena y lisa cayendo por su cara, sus pequeños pechos ni siquiera llegan al suelo. Bajo mi mirada, a sus muslos, y los recorro, mientras encuentro mi polla en el camino. Estoy tan excitado ahora mismo, y en este instante la sensación de poder hace que ya no me importe si ella lo está o no. Ahora es mía.
Aún no la toco, agarro mi pene con la mano y avanzo... muy despacio se la meto, hasta el fondo, de una sola vez. Está tan húmeda como esperaba, y no cuesta nada, sin embargo el efecto es absoluto, a pesar de los calambres y el cansancio, su cuerpo se estira, sorprendido, agitado, invadido de pronto por mi. No le dejo tiempo a reaccionar y comienzo a moverme, ignoro los protocolos y antes de que se de cuenta estoy follandola con todas mis fuerzas, mientras hace esfuerzos por no perder el equilibrio.
Mis manos, apoyadas en mis caderas, y mi polla entrando una y otra vez en ella. Todo su cuerpo está en tensión, una mezcla de placer, de miedo, y de descontrol, su cara prácticamente es el punto de equilibrio para no desmoronarse, sobre el que apoya todo el peso de su cuerpo. Me excita verla resistirse así. Se que es orgullosa y no caerá, aguantará hasta el último instante, hasta que no le queden fuerzas.
Sin embargo, no sabe la paciencia que tengo, y desde luego, si algo no me gusta, es terminar pronto las cosas. Salgo de ella, pero no me alejo. Su respiración se ha convertido en jadeos, y gotas de sudor perlan su espalda. Por primera vez casi no puedo evitar recorrer su espalda con mi mano, acariciarla, sentirla... pero me reprimo.
Me giro, y cojo algo de mi chaqueta. Es un consolador que aún no conoces, nunca habías probado uno de este tamaño, y hoy lo harás. Apenas tienes tiempo de descansar cuando lo introduzco de nuevo en tu coño, hasta el fondo, no quiero que me moleste.
Cuánto disfrutaré dentro de unos días, cuando me confieses todas tus sensaciones, lo que has sentido en todo momento. Me incorporo un poco, y mientras te mueves ligeramente por culpa de tu nuevo inquilino, te la introduzco en tu ano. Antes era más difícil y todo era más laborioso, ahora prácticamente me he acostumbrado a penetrarte apenas sin cuidado, a pesar de que aún te molesta al principio. De nuevo dentro de ti.
Llego de nuevo hasta el fondo, y me quedo quieto, como la pausa antes de la batalla. Totalmente llena por todos sus agujeros, poseída absolutamente. Me retiro, despacio, y comienzo a follarla de nuevo, ahora es todo más rápido aún, más violento, nuestros cuerpos se mueven descompensados, sin ningún ritmo. Yo marco el mío, y ella tan solo el que puede. Ahora no pararé hasta que todo acabe, tus gemidos a través de la mordaza son cada vez más fuertes, respiras intensamente por la nariz, casi más concentrada en coger y expulsar el aire que en lo que te hago, o no.
Cuando te corres siento tu escalofrío como si me ocurriera a mi, es tan gráfico y tan explícito, prácticamente te caes, te derrumbas sin fuerzas sobre el suelo. Sigo dentro de ti, solo tu culo, en un esfuerzo orgulloso aún sale hacia arriba, ofreciéndomelo, mientras tu respiración se va calmando. Lo acepto y continúo. Ahora apoyo mis manos en tu culo, descargo mi peso sobre ti, prácticamente tapando tu menudo cuerpo. No tardo en llegar yo también.
Exhaustos, sudor, vicio en mis ojos. Suelto un suspiro de placer, mucho después del orgasmo, el placer mucho más satisfactorio del juego de lo que podrían ser 1000 orgasmos. Me incorporo y marcho a la ducha. Una ducha que me reaviva junto con mi imaginación, sabiéndote en la habitación, tumbada cual larga eres sobre el suelo, ahora un poquito de medio lado, y con el dildo aún dentro de ti.
Pero por hoy hemos terminado, o más bien no, me visto y abro las esposas. Obediente, no mueves un centímetro de tu cuerpo hasta que de un portazo abandono la habitación.
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